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Gunilda: A Través De Mi Ventana.

Ya casi vamos a cumplir un año desde que la señora Luna ordenó que nos secuestraran a mi hermana y a mí. Ada se adaptó rápido a la vida en el castillo, ella siempre ha sido curiosa y desde que nos obligaron a tomar clases en la biblioteca incrementó esa curiosidad. Aprendió sobre geografía y astronomía y todavía sigue aprendiendo. Por mi parte aprendí a leer y a escribir decente, pero es imposible ignorar el llamado de la libertad. Quiero volver a mi tribu, estar con mi familia, con los míos. Sé que no pertenezco aquí, es notable la presión de la vigilancia de los guardias; solo una vez pude salir fuera del castillo y fue con cinco guardias por todos mis flancos liderados por Arem. Él intenta hacer mi estadía más llevadera, aunque no es lo mismo.

 Estoy sentada en una banca en el jardín de la señora Luna. Ya todos le dicen reina, que ella es su protectora, sin embargo, yo no lo veo así. Estoy sola porque Ada está aún en la biblioteca estudiando los cielos.

—Supongo que puedo sentarme —habla Arem detrás de mí.

—De todos modos lo harás —hablo sin ganas.

—Sería tonto preguntarte qué te sucede —él se sienta al lado de mí.

—Ya no sé qué hacer para no sentirme así. He hecho todo lo que me han pedido y aun así no nos dejan ir —confieso resignada.

—Sabes que solo cumplo órdenes. Quisiera llevarte con tu familia ahora mismo, pero…

—Ya sé lo que dirás así que ahórratelo —le corto malhumorada.

—Se suponía que serían semanas, sin embargo, todavía estamos en guerra. Tu tribu se unió a los sigurd y hasta que ellos no se rindan ustedes no se irán —lamenta.

—Mis padres nunca se rendirán —lo miro confiada, aunque por dentro estoy temblando de miedo.

—Por el bien de ustedes, más les vale que lo hagan —me mira serio—. Solo quiero que tengas fe.

 Él se levanta.

—Acompáñame —me tiende la mano.

—¿Dónde me llevarás? —tomo su mano nerviosa.

 Él y yo salimos del jardín para entrar a los establos, me pide que me quede afuera del lugar cosa que accedo. Para qué protestar, si de todos modos haré lo que él me pide al final. No tarda mucho y sale con un caballo, me pide que suba con él al caballo. Salimos del castillo y empezamos a descender por la montaña a una velocidad atemorizante. Cuando estamos abajo, él mantiene un ritmo lento y galopamos. Me recuesto en su pecho, él pasa más sus brazos alrededor de mí. En cierto punto me siento segura en sus brazos.

—¿Es egoísta decir que no quiero que te vayas? —pregunta afectuoso.

—Demasiado —afirmo.

—Mataré al jefe de los sigurd y te traeré su cabeza para que no te unas a él.

—Sería lindo ver eso —hablo sin emoción.

—Y así te haría mi señora —él apoya su cabeza en la mía.

—Es un lindo sueño.

—Que haré realidad —sentencia.

 Cabalgamos por los senderos del reino hasta regresar al castillo para alistarme para la cena. Ada ya está lista y en cuanto me ve, sus ojos se convierten en llamas.

—Se puede saber dónde andabas, ya va a ser la hora de la cena y no estás lista —me reprende.

 La ignoro y me introduzco velozmente al cuarto de baño. No tardo en arreglarme en parte porque Ada e Ingrid me ayudan. Las tres salimos apresuradas y cuando llegamos al comedor nos detenemos antes de entrar. No me sorprende que la señora Luna no esté allí. Cuando la vi por primera vez, pensé que era la clase de persona que se quedaba en su lindo castillo mientras los demás morían por ella. Resultó que ella va al frente del ejército de conquista comandado por el padre de Arem, Stephan, e Ingrid. Con Stephan no me siento muy cómoda, él es salvaje y violento.

 Arem es la mano derecha de su señora; por lo general no lo veo mucho por las constantes batallas que libran con las tribus restantes de los sigurd y mi tribu. Las tribus más pequeñas se fueron rindiendo ante la señora Luna y las otras fueron masacradas, los pocos que quedaron le sirven a la señora Luna como esclavos. Temo por el futuro de mis padres, sé que ellos no se van a rendir tan fácil y el castigo va a ser severo.

 Los días transcurren iguales para mí, no soy Ada que encontró su amor en las estrellas. Recibo mis dosis educativas, pero eso no me importa porque extraño la libertad que poseía en mi tribu. Me dejan caminar por algunas partes del castillo, ya que tengo prohibido la habitación de la señora Luna, el salón de armas, los establos, la cocina y el salón de reuniones donde los aliados de la señora Luna se encuentran. No tengo nada más qué hacer que caminar por este extraño lugar.

 Mi tranquilidad se ve interrumpida cuando dos soldados me frenan mi caminata.

—Nos tienes que acompañar —habla uno de ellos. Los sigo sin protestar hasta mi habitación donde veo a Ada leyendo un pesado libro de cosmología.

 Escucho que trancan la puerta con nosotras adentro.

—¿Sabes que ocurre? —le pregunto a mi hermana.

—Ni idea —no levanta la vista—. Un guardia interrumpió mi clase justo cuando la maestra iba a sacar su telescopio —exclama enojada.

 Me voy a la ventana pensativa, me siento en el pequeño mueble a contemplar la escasa vista. Solo se ve una parte del jardín y las torres de vigilancia. Pasamos todo el día encerradas y aburridas. Ada se cansó de leer después de las tres horas uniéndose a mí en la ventana.

—Extraño a mamá —ella se pega a mi pecho—. Yo también la extraño —la abrazo fuerte.

 Anochece y nos traen la cena, Ada, su guardián Kimel, y el mío cenan con desespero; yo no tengo mucha hambre, pero igual como algo. Ada junto a Kimel y mi guardián Marcel se montan en la cama a descansar y yo aún permanezco en la ventana hasta que la puerta se abre con cuidado entrado Arem sigiloso. Él me hace señas para ir con él, salimos de la habitación y puedo notar que Arem carga su armadura abollada y llena de sangre, el cabello despeinado y mojado.

—¿Qué te pasó? —le detengo en pleno pasillo.

—Camina por favor —me mira serio.

—No lo haré hasta que me digas qué ocurrió —él se pasa las manos a su rostro cansado. Me toma del brazo brusco y empezamos a caminar.

—La guerra acabó y ganamos —no me suelta. Caminamos por los pasillos del palacio.

—¿A qué te refieres?

—Tomamos tu aldea, no fue difícil. Las personas que había hechizado mi señora hicieron la mayor parte del trabajo. Tu madre fue tomada prisionera junto a sus generales —él mira fijo el camino y no a mí—. Ya establecido nuestro poderío, fuimos a batalla con la tribu de los sigurd, tu padre estaba con ellos. Nos dieron pelea, casi perdíamos, pero me enfrenté con el jefe de los sigurd en combate y lo asesiné. De inmediato su ejército bajó las armas por su antiguo jefe muerto. Tu padre y su reducido ejército fueron tomados prisioneros.

    Los miró horrorizada, salimos del castillo y caminamos un poco lejos hasta la torre de prisioneros. Veo algunas personas de mi tribu y otras de diferentes tribus sentadas en el suelo siendo vigiladas por soldados de la señora Luna. Arem me hace entrar a la torre donde escucho a varias personas ser torturadas. Los soldados hacen reverencia a Arem como una especie de rey o jefe. Subimos dos pisos hasta llegar a una puerta donde distingo la voz de mi padre. Los guardias abren la puerta y entramos, la escena me resulta atroz. Mi padre encadenado por todos lados, Stephan sosteniendo la cadena que lo sujeta por el cuello. La señora Luna sosteniendo su rostro congelado y golpeado.

—¡Padre! —grito, intento correr hacia a él, pero Arem me atrapa y me pega a su pecho—. ¡Suéltame, Arem!

—Veo que trajiste a nuestra invitada —expresa la señora Luna un poco feliz.

—¡Suéltela! —pelea mi padre. La señora Luna hace un movimiento con su mano y mi padre grita.

—No le haga daño por favor —le suplico a Luna. Ella se detiene y me mira.

—Aún no entiendo su negativa si se ven tan lindos juntos —nos señala a ambos.

—Sobre mi cadáver bendeciré su unión —gruñe mi padre.

—Cuide sus palabras señor Fergus que se pueden hacer realidad —le advierte la señora Luna.

—¿De qué están hablando? —los interrumpo.

—Le estoy planteando a tu padre sus propios deseos de hace un año —me mira desconcertada—, de entregarte al jefe de los sigurd y ahora está en negación por qué Arem es el nuevo jefe.

    Caigo en cuenta las palabras de Arem y la señora Luna. Recuerdo la lección de mi padre que nos contó a Ada y a mí; que cuando matas a un jefe de una tribu, el asesino se convierte en el nuevo jefe de la tribu.

—Por el bien de la cabeza de tu padre mas le vale que acepte el trato —ella juega con su anillo.

—Sí me uno Arem ¿qué le ocurrirá a mis padres? —hablo firme, la señora Luna se sorprende por mi proposición.

—Gunilda, no —empieza a decir mi padre.

—Las tierras de tu tribu se anexarán a mi reino, su ejército se unirán a mis filas con ya todas las tribus para sí a la defensa de todo el Páramo, tus padres por no haberse rendido en su momento y hacernos la guerra con los sigurd tendrán que cumplir una condena en prisión…

—Por favor dejen mi padre que vuelva a su tribu —miro a mi padre que niega con la cabeza—. Que cumpla su sentencia en su hogar que, gobierne a su gente…

—La traición se… —la señora Luna empieza a hablar.

—Disculpe que lo interrumpa, pero ¿a quién está traicionando en realidad? Los páramos nunca han tenido un líder, mi padre como los otros jefes solo defendieron sus tierras de un ataque extranjero, usted aún no es reina y cuando lo sea en ese momento puede condenar a todos los que quiera de traidores, pero antes no.

    Todos en ese calabozo me miran atónitos, en especial mi padre. Nunca le hubiese hablado así a mis mayores, sin embargo no puedo permitir que a mi padre se le castigue injustamente.

—Te casarás con Arem quieras o no. Tu padre tendrá que rendirse públicamente, jurará lealtad a mí y a la corona. Si él se alza con otros jefes se les castigará con pena de muerte ¿está claro? —ella me mira feroz.

—Sí, señora. Le seremos leales a usted y a su casa —expreso forzada.

—Arem, Stephan, vámonos. Padre e hija Tienen bastante de qué hablar —la señora Luna camina hasta la puerta. Arem me suelta, su hermano coloca otra vez las cadenas que sujetan a mi padre a la pared, halando una palanca apretando a mi padre impidiéndole su movilidad. Cuando ellos se van, me arrodillo rápido al lado de mi padre. Este desvía la mirada.

—No debiste intervenir —gruñe.

—No iba a permitir que te asesinen.

—Es mejor eso que servirle a esa mujer —escupe esas palabras.

—No digas eso. Estás siendo egoísta —hago que me mire—. Mi madre fue tomada prisionera, Ada y yo somos sus prisioneras y las tres te necesitamos. Somos una familia y si tenemos que servirle, que así sea, pero juntos y unidos.

    Le brotan lágrimas de sus ojos.

—Siempre me has dicho que se hacen sacrificios por el bien de la tribu. Y este es el momento para hacerlos. Deja tu orgullo y haz lo que te ordenen o ¿a caso quieres que cualquiera que escoja Luna sea jefe de tu tribu?

    Él piensa en mis palabras. Hablamos toda la noche, le conté que Ada estaba conmigo cuando me raptaron. Él comenta la angustia que sufrieron mi madre y él de buscarme por todos lados, me dice que no tuvo opción de unirse a los sigurd por falta de soldados. En cierto punto mi padre se siente afortunado en no haberme convertido en la quinta esposa del antiguo jefe de los sigurd, pero ahora seré la nueva esposa del nuevo jefe. Arem es un buen hombre, pero no me siento atraída completamente hacia él, creo que afecta el hecho de haberme raptado; si él y yo nos hubiéramos conocido en una cacería o cualquier momento normal, si me hubiese enamorado más rápido. Rezo para que él sea un buen esposo y que mi tiempo con él sea dichoso.

    Antes de que amanezca aparece en la celda Stephan.

—Vamos —me señala—. Este lugar no es para ti.

—Quítale las esposas a mi padre —me levanto del suelo.

—Tú no me das órdenes —me toma del brazo, mi padre protesta, pero Stephan y sus hombres lo ignoran.

    Salimos de la torre y caminamos por el bosque hasta llegar con un grupo de mujeres reunidas en un círculo. Sentadas y en silencio permanecen las mujeres ante nuestra llegada. Una señora de avanzada edad se encuentra en el medio del círculo femenino. Por su ropaje deduzco que es la líder espiritual de los sigurd.

—Aquí está la chica —habla Stephan empujándome hacia el círculo. No les caigo encima por poco.

—Ya se pueden ir —la guía exclama solemne.
    Stephan desaparece con sus hombres dejándome con las mujeres sigurd.

—Entra al círculo —me ordena la mujer. Entro desconfiada, tengo encima la mirada de todas—. Se suponía que haría esto contigo en tierra sagrada… —suspira resignada—. Nuestras tradiciones dicen que cada vez que muere un jefe en batallas, su asesino se convierte en el nuevo jefe, y si el jefe muere por una enfermedad el sucesor será su primogénito —ella habla de manera seria, pero con buena oratoria—. Nuestro antiguo jefe ha muerto, el nuevo jefe puede heredar las esposas de su predecesor, pero en este caso el nuevo jefe le dio libertad a las antiguas esposas de su predecesor y te desposará. Tus deberes serán serle fiel a tu esposo y a tu nueva tribu, tu esposo tiene la libertad de tener múltiples mujeres y tiene la libertad de escoger tu posición en la tribu, y tú aceptaras ese lugar sin protestar, no puedes dejar la tribu sin el permiso de tu esposo, no andarás sola bajo ningún concepto, estarás acompañada de tres mujeres vigilándote y tres guerreros para protegerte ¿comprendes todo lo que te estoy diciendo?

    Asiento resignada a mi nueva vida de esposa esclava. La guía espiritual y yo nos sentamos en la nieve. La guía empieza a hacer los rituales previos a la boda; ella me pide que me quite la ropa de extranjera y que me acueste en la nieve abriendo las piernas para verificar mi grado de pureza. Al finalizar todos los rituales sagrados —un poco exagerado comparados con los de mi tribu— me visten con mantas ceremoniales.

    Las mujeres hacen dos filas, la guía y yo estamos en el centro. En eso llegan los hombres de Stephan, entre las mujeres y los hombres me llevan hasta el castillo. La guía se horroriza por la magnífica edificación; al parecer la señora Luna me concedió una habitación diferente a la que comparto con Ada para encerrarme por dos semanas, dos semanas para cuidar mi pureza para mi futuro esposo. Pienso en mi sacrificio para mi gente porque es lo único que me mantiene con vida.

    Las dos semanas transcurren en rituales en las noches y el resto de los días en llorar desconsoladamente. Me reprochó por no haber intentado escapar más seguido, en no haber revisado antes mi trineo antes de irme y así haber descubierto a Ada y que no pasara por esto. Me arrepiento de tantas cosas. Y eso que apenas tengo dieciséis años; pienso en Arem él tiene veinticinco años, él a pesar de ser buen persona conmigo seguirá siendo mi captor.

    Cuando tenía la edad de Ada, me imaginaba que mi esposo lo amaría tanto que pelearíamos juntos las batallas que mi tribu tuviera que afrontar. Que sería el día más feliz de todos, ahora es el peor día de mi vida. Pasaron las dos semanas y el día llegó. No hace falta que me levantaran porque no dormí nada. Mi mayor sorpresa es ver a mi madre entrar con Ada, Ingrid y su madre Astrid, y la guía espiritual de nombre Shay. Me alegro en verlas y de inmediato las abrazo. Mi madre tiene un aspecto demacrado y cansado, aunque creo que se reconforta en verme sana y a salvo, Ada participa en el abrazo. La guía Shay nos interrumpe para empezar a arreglarme. Me desnudan y la señora Astrid, Ingrid y Shay me baña; con Ingrid me siento cómoda, ya que me ha bañado antes.

    Finalizan el baño, mi madre Dalia y Ada proceden a vestirme con un vestido completamente blanco, con mangas largas y terminaciones en piel para hacerlo resistente contra el frío. La tela se siente bien y es bastante cómoda a pesar de que sea entallado en la cintura. La señora Astrid me pide que me siente en la silla de madera para que ella e Ingrid me puedan pintar las manos con pintura azul los símbolos de los Einars. La guía Shay me coloca los collares de su tribu y la mía. Ada se encarga de mi cabello recogiéndolo en un perfecto moño, ella se va dejando que las mujeres grandes me terminen de arreglar.

—Señora Astrid —la llamo, ella me mira amable con sus ojos azules en su rostro albino—. ¿Cómo fue su casamiento con su esposo?

—¿Te refieres a qué sentí al unirme a mi esposo? —asiento—. Tenía miedo, mucho miedo. No lo conocía lo suficiente para saber si sería un buen esposo.

—Serás una buena esposa —me anima mi madre.

—Tú conoces a mi hijo —vuelve a pintarme la mano izquierda—. Sabes que él es un buen hombre.

—Pero eso no quita que no lo ame —le confieso.

—Con el tiempo lo harás —declara su madre.

    Cuando todas terminan de arreglarme, mi madre y yo quedamos solas.

—El día de tu boda nunca es sencillo —ella toma mi mano de forma delicada para no dañar el trabajo de la señora Astrid y su hija—. Yo tampoco amaba a tu padre cuando nos unimos…

—No quiero vivir así —la miro triste.

—No tienes que amarlo si no quieres —me toca la mejilla—. Cuando te toque consumar la unión, déjalo hacerlo. Si intentas resistir te irá peor.

—¿Me va a tocar? —pregunto nerviosa, ella asiente dolida.

    Tocan la puerta y las dos nos levantamos.

—Pon una sonrisa, te hará sentir bien aunque sea un poco —mi madre toma mi brazo. Entra el padre de Arem y también Stephan, salimos escoltados del castillo, llegamos al bosque donde veo a mi padre mejor. Tiene su traje de jefe, él toma mi brazo derecho, caminamos los tres; mi guardián está detrás de mí con Ada a su lado.

    Llegamos al mismo lugar donde conocí a la guía Shay, pero es distinto ahora. A mi izquierda se encuentra la tribu de los einars y a mi derecha parte de la tribu de los sigurd, y parte de mi tribu. Caminamos en el medio, al frente veo a Arem con su nuevo traje de jefe, le queda un poco grande, sin embargo, lo disimula bien. La señora Luna está con la tribu de los einars, como siempre está vestida impecable usando los colores de la tribu del padre de Arem; blanco y azul.

    Llegamos al altar, mi padre entrega mi mano y él se retira. Ada y mi guardián se colocan a mi lado. Arem se ve diferente con los colores de los sigurd; el rojo y el negro le dan una apariencia intimidante. Los dos miramos a la guía, ella se encarga de sellar mi destino con Arem.

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