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Estrella: Un Amigo En Peligro.

Taurus obliga a Tristan a beber dos tragos más. Tristan rechaza tajante seguir con la petaca. Entre Taurus y Lina se terminan la petaca y parece que no le hace efecto el alcohol.

—Saben —Taurus se estira en el mueble y le coloca las piernas a Lina en el regazo—. Esa petaca me dio hambre.

—A mí también me dio hambre —Tristan también está acostado en el otro sofá.

—¿Qué vas a estar hablando? Si ni siquiera te bajaste media botella —Taurus le lanza un cojín el cual Tristan lo sostiene en el aire con magia negra.

—Muchas gracias primo, me sentía ya incómodo —Tristan atrae el cojín hacia a él y lo coloca debajo de su cabeza—. Pero en serio tengo hambre.

—Yo también —apunto. Miro un momento a Tristan y él me devuelve la mirada.

—Ni lo sueñes —Tristan habla enojado.

—Sólo una vez, será un solo atraco y listo —me levanto y voy hacia a él.

—Luna está buscado una razón justificable para clavar mi cabeza en una pica ¿y tú pretendes que haga tu trabajo sucio? —él me mira rabioso.

—Me perdí —Taurus se sienta—. ¿A qué se refieren con atraco?

—Cuando éramos unos mocosos inmaduros —Tristan mira a Taurus más tranquilo— y había este tipo de eventos, Estrella y yo nos metíamos en las cocinas o en las mesas de banquetes a tomar comida y dársela a ella y a sus amigos.

—Nos las pasábamos geniales con esos banquetes —exclamo nostálgica.

—Como sea, no voy a cometer un delito y mucho menos estando tan cerca de Luna y su guardia —Tristan se cruza de brazos. Lina se acerca a Tristan y se sienta a su lado.

—No es necesario que lo hagas solo —Lina le toma de la mano—. Yo tomo la comida y tú la desapareces mientras que Taurus y Estrella la retienen aquí. No estarías cometiendo ningún crimen.

—Pero sería cómplice —le replica.

—Tu hermana no se atrevería hacernos algo a Taurus o a mí —ella le toca la mejilla— y a Estrella la quiere mucho…

—Y a mí me desprecia —Tristan se quita la mano de Lina de la cara, sin embargo ella no pierde ni una pizca de paciencia.

—Tienes hambre —ella le toma el mentón y lo a obliga a mirarla—. Todos tenemos hambre y si lo hacemos sin ti no comerías ni siquiera las sobras. Y si alguien se entera, me aseguraré de  culparte de todo y todos me van a creer y a ti no.

—Eres una desgraciada lo sabías —él la mira enojado—. Está bien, lo haré. Pero quiero la carne para mí.

—Tendrás tu gran trozo de carne siempre y cuando hagas todo lo que yo diga —ella sonríe y se lleva a Tristan fuera del salón. Él la sigue a mala gana por los pasillos y se pierden.

—Lina lo acaba de manipular —exclamo un poco indignada.

—Digna hija de mi madre —Taurus se sienta en el sofá.

—¿A qué te refieres? —lo miro perpleja.

—Qué mi madre obtiene lo que quiere manipulando o como crees que es tan poderosa —se recuesta en el sofá—. Cada miembro de esta familia ha manipulado, engañado y matado para lograr lo que son hoy. Y Luna no es la excepción y mucho menos mi hermana. ¿O me dirás que no has hecho alguna de las tres?

—Lo hice para sobrevivir —le reprocho—. No me enorgullece, pero tampoco lo presumo como si fuera un logro.

—Esa es la diferencia que hay entre Luna y tú —él me señala—. Y también la razón por la que te uniste a la legión negra. Tu hermana está allí afuera presumiendo cómo unificó a través de masacres este puto congelador. Tú preferiste ser el soldado que tarde o temprano nuestra familia usará a su antojo y no podrás negarte aunque tu vida dependa de eso.

—Tú no sabes nada de mí —lo miro enojada—. Crees que porque tienes un gran título puedes menospreciarme o juzgarme…

—¿Crees que tuve elección de escoger esta vida? —él me mira sin emoción—. ¿Crees que me encanta estar detrás de mi hermano y limpiarle la mierda cada vez que el rey quiera? Yo no escogí nada, esta chaqueta la odio. Pero como te dije antes, solo somos soldados o marionetas que nuestra familia usará sin menor reparo y puedes ser hija de tus padres, pero llegará un momento donde solo vas a ser otra más que conforme parte de su gigantesco ejército.

     Él suspira, y me mira triste.

—Solo recuerda que si recurres a nuestra familia por ayuda, no va salirte gratis y lo más probable es que seas más feliz estando en la mierda, pero es tu mierda que estar en el juego de poder de los dioses.

—¿Por qué le sirves a tu hermano si no te gusta? —me siento a su lado.

—Me uní al ejército de mi padre porque ya iba a convertirme en hombre y ni siquiera sabía lo que quería —él bebe lo que queda de la petaca—. Mi madre no me dio alternativa, o me alistaba o tendría que afrontar a mi padre ante el hecho de que su hijo no era más que un vago que siempre estaba metido en peleas callejeras. Escogí el ejército y bueno, cuando ya era un cadete a punto de ascender humildemente a sargento, mi padre le pareció poca cosa y decidió que debía ser el capitán de la guardia de mi hermano. El mayor rango para el hijo de Marte Godness.

    Taurus suspira.

—Pero eso ya no importa —él se endereza—. Y no puedo cambiarlo.

—Puedes pedir una transferencia —le sugiero.

—La cual pasaría por mi hermano y mi padre —él me mira como si hubiera dicho que la luz es fría y el Páramo un paraíso tropical— las cuales negarían.

—Lo siento, no tenía idea —susurro.

—No lo lamentes, detesto la lástima y lo menos que quiero es que me veas de eso modo —él sonríe. Voy a responderle, pero aparecen Tristan y Lina con platos repletos de comida.

—En serio, cómo no los atrapaban si Tristan es pésimo disimulando —Lina se queja y deja el plato repleto de lo que parece carne, pan, vegetales y queso.

—Disculpa, pero tú prácticamente te querías traer toda la mesa —Tristan protesta enojado.

—Ya sé que no puedo hacer nada ilegal contigo —Lina refunfuña.

—Tampoco te pediría cometer algún delito, prefiero actuar solo, así tengo el control de la situación —Tristan la mira desafiante.

—Bueno, ya basta —Taurus se levanta del mueble—. Tengo hambre y lo menos que quiero es escucharlos a los dos —Taurus los mira desafiante—. Más les vale a ambos que hayan traído algo decente y caliente.

—¿Estás consciente que estás en un puto congelador? —Tristan lo mira como si Taurus fuera un completo ignorante.

—Estoy consciente de que si no cambias esa actitud no vas a comer nada de lo que está en esa mesa —Taurus lo mira desafiante. Tristan voltea los ojos y se sienta en el mueble malhumorado—. Bien, ahora vamos a repartir por partes este motín antes de que lleguen la guardia de Luna o nuestra familia.

    Me acerco a Tristan y le tomo de la mano, él me mira enojado. Conozco esa mirada de impotencia, sé de lo que es capaz mi hermano, sin embargo las circunstancias no están a su favor. Observo a Lina y a Taurus dividir la comida entre los dos platos.

—Un plato lo comparto con Lina y el otro será para ustedes dos —Taurus nos señala con un cubierto. Ambos asentimos. Abrazo a mi hermano y él no se opone aunque no me abrace. Antes Tristan era reservado en prácticamente en cualquier ámbito de su vida, ahora es el triple. No tenemos esa misma confianza cuando vivíamos en el castillo de nuestro padre, éramos los mejores amigos; hacíamos una que otra broma inocente a Luna aunque eso nos costara un tremendo castigo de nuestro padre. A veces iba a verlo practicar solo con sus poderes, tenía las mismas sombras que no le molestaba que mi hermano las manipulara a su antojo. Nunca las lastimaba, jamás era descortés con ellas y jamás liberó o dejó entrar a ninguna sombra al castillo. El misterio de la sombra que atacó a Luna, todavía sigue vigente, nadie sabe cómo entró o por dónde. Lo único que es cierto es que mi padre incrementó la seguridad del castillo al extremo, a Luna nadie la dejaba sola incluso cuando dormía si era que dormía. A mí no me dejaban sola incluso cuando intentaba practicar con Haim o Emura, mi padre me prohibió verlos otra vez, ya que se había dado cuenta de quién era sus padres.

—Ellos no son malos padre, su padre no sabe nada de ellos desde hace mucho —le supliqué en su estudio.

—No pienso poner en riesgo la vida de mi hija bajo ningún concepto —mi padre me mira enojado por el tema—. Se irán a la Legión Negra y fin de la discusión.

—Ellos son inocentes, no puedes enviarlos por algo que no cometieron —le suplico aunque sé que es inútil—. Quiero ir con ellos.

     Él me mira perplejo.

—¿Qué dijiste? —él me da la cara.

—Que me uniré a la Legión, tengo la preparación y no pienso dejarlos a su suerte por nada ni por nadie —él me mira iracundo.

—¿Eso es lo que quieres? —él me mira de una forma en la que nunca lo había hecho y me aterra.

—Sí —me paro firme.

    Mi padre había empezado a gestionar mi partida y mi unión a la Legión. No me arrepiento de mi decisión, aunque eso significaba que abandonaba a Tristan a la mala suerte de su vida.

    Taurus me saca de mis pensamientos y me entrega un plato bastante grande con suficiente comida para tres personas. Tristan agarra el pan y se lo come sumergido en sus pensamientos. Yo empiezo con la carne y el queso. Taurus y Lina conversan animados al contrario de nosotros que no decimos ni una sola palabra, solo nos limitamos a comer abrazados.

      Pasa un rato y la comida desaparece y un poco el mal humor de Tristan.

—Aún no me creo que no sepas bailar —Taurus comenta incrédulo a Tristan.

—No soy el convencional príncipe que todos creían —Tristan comenta sarcástico.

—Eso es muy cierto —Lina se introduce a la conversación.

—¿Qué vas a hablar tú? Si eres mitad persona y mitad pez —Tristan la reta.

—Soy una maravillosa sirena y eso que no lo supiste aprovechar —Lina se recuesta en el mueble.

—¿Qué quieres decir con eso? —Taurus mira alarmado a su hermana.

    Lina le iba a replicar, pero aparece Sol temblando y deseando que su abrigo fuese más grande.

—¿Ya terminaste de cortejar a Luna? —Taurus le pregunta bromista a Sol.

—Estoy que me congelo y lo menos que quiero son tus bromas —Sol se acerca a la chimenea y la enciende débilmente.

—¿Te encuentras bien? —Lina se acerca a su hermano cariñosa.

—Solo quiero un maldito fuego que no se apague —Sol mira la chimenea rogando de que la llama que intenta encender haga su cometido y no se extinga.

—Creo que la madera tiene humedad —Lina le dice a su hermano y este se aparta. Lina toca la madera e intenta sacarle la humedad, pero como su hermano, se frustra después de un rato—. Está congelada. Lo siento.

     Sol se sienta frustrado y temblando al lado de Taurus.

—¿Ya la fiesta se apagó? —Taurus mira a su hermano sonriente aunque Sol no tiene ninguna sonrisa que mostrar—. Eso es un no. Como sea, Tristan sigue contándonos tus dotes reales.

—No sé bailar, no sé cortejar apropiadamente y soy pésimo como anfitrión —Tristan habla como si nada—. Pero si soy bueno recitando poemas.

—Supongo que nuestro querido rey no quiere tus poemas —Taurus le da una palmadas a su hermano malhumorado.

—Si no fuera por el hecho de que no pueda encender una llama, ya serías una brocheta carbonizada —Sol se aparta de su hermano.

—Por eso estoy agradecido y bendito por nuestra familia —Taurus abre los brazos al techo.

—Ya basta ustedes dos —Lina se sienta en el medio de sus dos hermanos—. Estamos juntos, cosa que es raro, ya que Sol está tan ocupado y Taurus quejumbroso.

—No sé cómo soportas a los dos —Tristan se queda mirándolos asombrado.

—De la misma forma que aguantas a tus hermanas —Lina le replica.

—Primero, Luna me detesta, prácticamente si hemos cruzado palabra en todo el tiempo que llevamos aquí es mucho —Tristan se recuesta en el mueble—. Y dos, ella —me señala—. Es más tolerable y abierta a aceptar personas que no estén en su misma clase social, eso la vuelve menos detestable.

—Es lo más hermoso que oído en mi vida —Taurus finge limpiarse una lágrima.

—Aunque no lo creas, si es lo más hermoso que me ha dicho —abrazo a mi hermano.

    Lina iba a agregar un comentario, pero aparece el capitán de la guardia de mi hermana.

—Sus majestades—él hace una reverencia—. Necesito que la señorita Estrella Godness me acompañe.

—¿Por qué o para qué? —replica mi hermano serio.

—La señorita Estrella que me acompañe —el capitán mira serio a mi hermano—. Señorita, es importante que me acompañe, si alguien más quiere venir, está bajo su propio criterio.

     Me levanto, como todos los demás incluído Sol. El capitán voltea los ojos y lo acompaño.

—¿Qué sucede, algo le pasó a mi hermana? —le pregunto al capitán.

—Mi reina está bien —él me mira—. El problema surge cuando dos individuos aparecen a la entrada del castillo con las mismas prendas que portaba usted cuando llegó hace una semana, insistiendo que tenían que hablar con usted lo más pronto posible —me quedo petrificada—. Su hermana me dio la orden de que si no los conoce, procedería a eliminarlos si así fuese el caso.

—¡No! —exclamo, el capitán que se llama Stephan se queda confundido.

—¿Qué sucede Estrella? —Tristan me sostiene por los hombros.

—Lléveme de inmediato con ellos —le ordeno a Stephan.

    Él me saca fuera del castillo, donde dos caballos nos esperan.

—Tenemos que descender por la montaña, ya que los calabozos están en la parte baja de la montaña —Stephan se acerca a los caballos.

—Sé tardaría demasiado y no tengo paciencia para esperar —hablo firme.

—¿Y qué propone? —él me mira escéptico.
    Miro a mi hermano.

—Todos los que van a bajar hagan un círculo y los que no, que se queden —Tristan los mira alerta. Ninguno retrocede—. Bien.

    Todos hacemos el círculo, le tomo la mano a Stephan y este la tiene helada. Él se percata de mi asombro, pero no le da importancia.

Ahora comprendo porque Luna y él se llevan bien.

    Todos seguimos las instrucciones de Tristan y damos un paso adelante. Yo puedo teletransportarme, aunque con esta cantidad de personas no lo tengo muy controlado que digamos. Llegamos a la zona baja de la montaña y hace un poco más de frío que arriba.

—Síganme —nos ordena Stephan, hacemos una sola línea sosteniéndonos las manos—. No se suelten, usualmente a esta hora es normal una tormenta.

—¿Lina no puedes hacer algo al respecto? —protesta Taurus.

—No conozco el ecosistema para controlarlo, además si aparto la tormenta, otra región sufriría daños.

—¿Y nosotros qué? —replica Taurus enojado.

—Sobrevivimos —le contesto.

    Stephan nos guía hasta una torre lo bastante alejada del camino habitual que cualquiera de nosotros tomó para llegar hasta aquí. Llegamos hasta la entrada donde un pequeño grupo conformado por cinco guardias nos detiene.

—No son prisioneros —les habla firme Stephan—. ¡Abran las puertas!

    Los guardias nos dejan entrar a la amplia torre. El lugar sigue haciendo frío, pero ahora no tenemos una tormenta azotándonos el cuerpo.

—Síganme —ordena Stephan.

—¿Se puede prender una bola de luz aunque sea? —pregunta Sol a la inminente oscuridad. Es cierto que los seres de la luz no pueden ver en la oscuridad como lo haría un oscuro.

—No se separen y listo —gruñe Stephan.

    Caminamos hacia unos túneles que se encuentran por debajo del piso de la torre. Ahora podemos escuchar los gritos de algunos de los prisioneros que suplican que los liberen.

—¿Qué hicieron para estar aquí? —pregunta Tristan un poco incómodo.

—Cosas maravillosas que no puedo contar —contesta Stephan mirando las celdas en busca de la de mis amigos.

    Llegamos a la última celda donde dos guardias miran a Stephan con miedo.

—¿Están esposados? —pregunta Stephan señalando la celda.

—Sí, mi capitán —habla firme uno de ellos.

—Abran la puerta —ordena, uno de los guardias obedece y abre la puerta—. Sólo usted puede entrar conmigo, los demás se quedan aquí —Stephan gruñe enojado. Todos asienten, Taurus le tiene del brazo a Lina y a Sol y Tristan mira nervioso el lugar. Supongo que detestará estos lugares por lo que le hizo mi padre.

    Entro con Stephan al calabozo, él está delante de mí sosteniendo el pomo de su espada. De inmediato reconozco a los dos miembros de la Legión esposados a la pared.

—¿Qué están haciendo aquí? —pregunto asombrada y un poco enojada a la vez.

—A nosotros también nos da gusto verte, Estrella —comenta Vidal sarcástico.

—Vidal, cállate —lo reprende Trixie—. Perdónalo, pero estamos aquí y ya ni sé cuánto tiempo y el frío ya nos está matando lentamente.

     Observo las esposas de hielo y este se extiende parte por las chaquetas de mis compañeros.

—Por favor, libérelos —le ordeno a Stephan que está recostado en una pared—. Son mis compañeros.

—Comprendo, pero tengo órdenes de su hermana de no liberar hasta saber cuales son sus intenciones y si son un peligro para mi reina —Stephan habla arrogante.

—Ni si quiera conocemos a su familia —protesta Vidal.

—Chicos, me alegra verlos. Pero ¿por qué vinieron hasta acá si todavía no toca partir al recinto? —los miro a ambos.

—Es Haim —habla Trixie—. La bola que le di a Emura y Haim, me llegó su señal de auxilio y acudimos Vidal y yo está mañana a ver qué ocurría —ella respira profundo—. Haim fue raptado por un grupo de esclavistas de su aldea. Emura está segura que su padre está involucrado en el secuestro de Haim.

     Siento como si mi pecho se trancara por el peso de la noticia.

—Vinimos hasta aquí a advertirte, Emura dice que tú sabes que significa lo de su padre esté involucrado en el secuestro de Haim —finaliza Vidal. Lo miro seria y me volteo de inmediato a la puerta y busco con la mirada a Tristan.

—Ven ya —lo llamo alarmada. Él entra a la habitación listo para atacar, pero lo detengo—. No te preocupes, son mis compañeros —él se tranquiliza—. Necesito que vayas de inmediato a buscar a nuestro padre y le digas de una manera discreta y que Luna no dé cuenta. Dile a nuestro padre que el padre de Haim y Emura los encontró y secuestró a Haim.

—¡¿Qué?! —exclama sorprendido—. Su ubicación es secreta, nadie sabía nada.

—Eso no importa ahora, ve y corre rápido por favor —Tristan asiente y se teletransporta fuera de la celda. Trixie y Vidal lo miran asombrados.

—En serio necesito que libere a estas personas ahora —le ordeno a Stephan—. Varias vidas corren peligro.

    Él me mira escéptico.

—Los soltaré cuando tenga la autorización de mi reina —él me mira sin emoción—. Los dejaré solos, mientras que le notifico a mi reina la situación.

    Él sale del calabozo y Taurus entra alerta.

—¿Qué sucede Estrella, todo bien? —él me mira preocupado.

—No, en serio detesto a ese hombre —le susurro señalando a la puerta.

—Supongo que hablas de Stephan —él mira a mis compañeros—. Supongo que son parte de tu escuadrón.

     Asiento. En ese momento entra Sol y Lina buscando a Taurus y nerviosos por no ver nada.

—¿Qué sucede? —pregunta Sol.

—Ya puedes encender la bola de luz —le comenta Taurus a Sol. Este suelta a Lina y hace una bola de luz bastante grande aunque no lo suficiente como para sobrepasarle de las manos.

—Mejor —apunta Lina—. ¿Todo está en orden aquí?

—Necesito un favor de tu parte —me le cuelgo a Taurus del brazo.

—Sí piensas que voy a romper las cadenas de tus escuadrón, estás bien equivocada —Taurus me mira serio.

—¡Por favor Taurus! ¿Es una broma? —lo miro enojada.

—Pídeme otra cosa, pero no quiero desatar la ira de tu hermana y más estando tan cerca del lugar que puede ocultar mi cuerpo y nadie se daría cuenta.

—¿Robarías las armas de ellos —susurro señalando a mis compañeros— las mías y las tuyas?

—Eso si puedo hacer —sonrío.

—Entonces ve —lo animo, él sale del calabozo y nos quedamos Lina, Sol y yo.

—Lina, necesito que te lleves esto —me quito las joyas que cargo puesto— y las pongas en mi habitación y me traigas el pequeño petate que está en un baúl en el armario, allí tengo mi ropa de combate ¿si?

    Ella asiente y se va. Miro a Sol.

—Te pidiera que distrajeras a mi hermana, pero de seguro ya viene para acá hecha una furia.

—Sí, lo siento. Quisiera ser de utilidad, pero no es mi estilo —Sol se recuesta en la pared de piedra sosteniendo la bola de luz.

—Bueno —me volteo a mis compañeros que aún siguen esposados.

—No les puedes quitar las llaves —susurra Trixie.

—Las cerraduras de aquí no funcionan con llaves —comenta Sol.

—Necesito la colaboración de uno de los guardias, pero eso solo traería problemas —los miro atentamente—. Al salir de aquí, tenemos que buscar a los demás para poder rescatar a Haim.

—No comprendo por qué el padre de Haim estaría involucrado en su secuestro —habla confundido Vidal.

—Es una larga historia —lo miro seria—. De manera simplificada sería que Haim y Emura son hijos de un jefe de la mafia zakuya.

—¡¿Qué?! —exclaman Vidal y Sol a la vez.

—La madre de Haim y Emura se los llevó lejos de la influencia de su padre hasta que llegaron al castillo de mi padre y allí empezaron a trabajar para el castillo y fue ahí que los conocí.

—Pero ¿cómo lograron escapar? —pregunta Vidal. Les voy a aclarar esa parte de la historia, pero llega mi hermana hecha una furia junto con mi padre y Tristan.

—¡De todos los malditos días que existen tuvieron que escoger este! —exclama Luna furiosa.

—Luna, créeme que quise mantenerte lejos de esto —me pongo delante de ella, para evitar que le haga daño a mis compañeros—. Pero necesito que autorices que los liberes —señalo a mis amigos— y que autorices que me entreguen las armas de mis amigos y las mías.

—Y también quieres un ejército preparado y listo para combatir una linda guerra —exclama Luna iracunda—. ¿Por qué no traes a toda tu gente de una vez o mejor por qué no le decimos a Tristan que traiga a todas las malditas sombras para acá?

—A mí no me metan en sus problemas —interviene Tristan—, ya tengo suficiente con el odio que ya me tiene Luna como para agregarle más.

—¡Ya basta! —exclama enojado mi padre—. Las dos ahora se quedarán en silencio hasta que ordene lo contrario ¿me entendieron?

—Sí padre —decimos al unísono. Me hago a un lado y mi padre empieza a interrogar a mis amigos. Luna se va con Sol y yo con Tristan que intenta ocultar inútilmente las ganas de reírse. Le doy un puñetazo en el estómago y este hace un sonido sordo. Mi padre no se inmuta y sigue con su interrogatorio.

—Enviaré a mi gente a buscar a Haim y a reubicar a la señora Elizabeth —finaliza mi padre.

—Iré con ellos —me paro a un lado de mi padre.

—De ninguna manera —él me mira enojado—. Te quedarás hasta que vea que hacer con Haim y Emura, y en cuánto a su madre tendré que enviarla aún más lejos…

—Ellos son mi responsabilidad, soy su capitán y voy a ir te guste o no —me le enfrento a mi padre.

—No pienso ponerte en riesgo y no está a discusión —me replica.

—No pienso aceptarlo —me cruzo de brazos—. Voy a ir y nada ni nadie me va a detener.

    Él me mira severo.

—Es preferible que la dejes ir a que se escape, mate a uno o dos guardias en el camino y se vaya a rescatar a Haim —comenta Tristan.

—Exacto —apoyo la intervención de mi hermano.

—Es inmaduro y peligroso que Estrella vaya a ese lugar y mucho menos por ese mequetrefe de Haim —Luna se une a la conversación.

—Nadie te pidió tu opinión —la fulmino.

—Estás en mi reino, por si ya lo olvidaste —Luna me mira a la defensiva.

—Sí alguien más vuelve a hablar, lo lamentará —amenaza mi padre.

—Yo opino que envíes a un pequeño grupo y que finalice de una vez lo que se debió hacer desde un principio —comenta Luna.

—¿Crees que es tan fácil matar a alguien así como así? —le reprocho a Luna.

—Hablas de un hombre que es una de las cabecillas de la mafia más peligrosa del lado Este, ese hombre ha asesinado, esclavizado y robado por tantos años y encima le ha hecho la vida imposible a tus disques amigos, ¿en serio quieres dejar con vida a esa escoria?

—Odio admitirlo, pero Luna tiene razón —admite Tristan—. Hace siglos que la redención se perdió para ese tipo de gente.

—Enviaré a un grupo de hombres a rescatar a Haim y apresar a su padre —mi padre sentencia—. Tú irás solo y solo a buscar a Emura y a su madre y mantenerlas asalvo aquí ¿entendido?

—Sí padre —accedo enojada.

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