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Estrella: Un Acuerdo No Bien Recibido.

Tristan no escucha mis reclamos en lo más mínimo y sigue su camino adentrándose al castillo. Intento seguirlo, pero Luna me detiene y me abraza.

—¡Estas aquí! —ella chilla como cuando éramos unas niñas—. En serio estás aquí —ella me observa de arriba abajo, con una clara desaprobación en el rostro—. Ingrid, por favor lleva a mi hermana a su habitación y asegúrate de que la atiendan, y que la pongan presentable.

—¿Es en serio Luna? —le recrimino—. No hace falta nada de eso, solo necesito…

—Un cambio de ropa a algo más refinado y menos a una mercenaria. Un baño caliente con flores para quitarte ese olor tan nauseabundo y…

—Ya entendí —exclamo enojada—. Ya recuerdo como era vivir contigo.

—No lo suficiente querida hermana —ella sonríe de manera irritante.

—Si me disculpas tengo que ir a cambiarme —finjo una sonrisa.

    Paso a un lado de ella y la tal Ingrid me guía adentro del castillo de hielo. La altura es impresionante, es increíble cómo se pierde con la decoración, es tan amplio que puede pasar una multitud y no se tocarían. Creo que he vivido tanto tiempo afuera de un castillo, que ya ni sé cómo comportarme dentro de él. Ingrid me cuenta que el castillo fue remodelado hace un par de años por órdenes de mi hermana, los artesanos del reino trabajaron arduamente por los detalles tan precisos y exigentes de mi hermana. Observo todo lo que mi hermana ha logrado, en cierto punto me siento mal conmigo por no lograr casi nada en estos últimos años; solo que soy capitana de mi escuadrón, en cambio mis hermanos incluso mis primos son algo más importantes. Sé que me uní a la legión porque quería ganarme por mis méritos en lugar de comandar la guardia de mi padre, no quería ningún título sin haberlo ganado como los hijos de los nobles que tenían altos cargos y no sabían como blandir una espada. Sé que sin la influencia de mi familia me tardaría siglos en obtener un puesto decente. No quiero recurrir a ellos, quiero ganarme mi lugar aunque a veces el hambre de poder es difícil de eludir.

    Subimos por unos escalones que según Ingrid dan al ala oeste del castillo, donde están las habitaciones de mi familia.

—¿Estrella? —exclama una voz femenina y familiar. Me volteo y veo a mi madre debajo de los escalones.

—¡Mamá! —exclamo corriendo hacia a ella. Ella me abraza fuerte y sin caerse por la fuerza en la que me abalancé.

—Mi niña hermosa —ella me pasa sus manos por mi cabello. Ella me hace que la mire—. Mírate, estas hecha toda una mujer.

—Te extrañé —es lo único que logro decir, intento contener mis lágrimas.

—Yo también, mi niña —ella sonríe, su maravillosa sonrisa que te hace sentir que todo estará bien—. ¿Cuándo llegaste?

—No tengo mucho tiempo, de hecho Luna le ordenó a la chica de allí —señalo a la muchacha, ella hace una reverencia tímida—. Que me ponga lo más decente posible, según Luna.

—Tu hermana es como tu padre, no se deparan en decir lo que piensan —mi madre me confiesa cómplice—. Vamos, ahora que tu hermana será reina, no es recomendable seguirle la contraria —ella se ríe.

    La chica que se llama Ingrid vuelve a guiarnos a mi habitación, le cuento a mi madre sobre mi encuentro con Tristan y como se enojó.

—Tu hermano no lo ha tenido fácil, él siempre te ha tenido confianza y has sido su mejor amiga —ella habla melancólica—. Es comprensible su enojo, es demasiado corto tu tiempo con nosotros…

—Lo sé madre, pero prefiero pasar tres semanas con ustedes que ninguna —sentencio.

—No te discutiré eso —ella replica tranquila.

    Ingrid se detiene en unas puertas y unos guardias las abren por nosotras. Todas entramos a la impresionante habitación que habitaré por solo tres semanas. Es una pena porque es bellísima, tiene los mismos detalles y elegancia que todo el castillo. Los muebles, la cama, la impresionante vista que se ve toda la ciudad.

—Es tan bello todo —me quedo pegada a la impresionante vista.

—Mi reina ordenó que le asistiéramos en todo lo que necesite, su alteza —Ingrid me interrumpe mis pensamientos.

—Es muy generoso de su parte —le agradezco.

—Creo que sería bueno que soltaras esa bolsa y empezamos a arreglarte —mi madre se dirige a una puerta donde Ingrid la sigue y yo voy detrás de ella. Entramos a un gran armario donde hay cualquier tipo de vestidos, todos del gusto de mi hermana; vaporosos, elaborados y elegantes. Todo tan distinto de mis prendas.

—Mi señora me dijo que buscara este tipo de vestidos para que usted pueda usar —la chica habla tímida.

—Muchas gracias Ingrid —le sonrío—. Y por favor dime Estrella, usted es para alguien mayor.

—Yo aún sigo siendo joven —grita mi madre un poco más adentro del armario—. Es evidente que tu hermana escogió todo. Ingrid encárgate de que Estrella se bañe mientras que yo me encargo de buscar algo para mi hija.

    Ingrid asiente y salimos las dos del armario, ella cruza otra puerta y veo una linda tina de hielo; la decoración del cuarto de baño es un poco más simple, sin embargo no deja de ser elegante.

—Mi señora por favor desvístase para bañarla —Ingrid me lo pide amable.

—No te preocupes, yo me puedo bañar —me acerco a la tina—. Lo que si te pido es que si me pueden lavar la ropa que traje y si es posible conseguirme camisas y pantalones de este material —señalo mis pantalones—. Están un poco desgastados y no quiero…

—Como desee, su alteza —la chica albina sonríe—. Báñese y me indica mejor que prendas quiere que se leven y mejoren, y cuáles quiere que le consiga.

—Muchas gracias —exclamo agradecida. Ingrid me explica cómo funciona la tina y donde está cada artículo. Ella se va del cuarto de baño y yo procedo a quitarme las prendas de combate, quedo completamente desnuda y el frío me invade. Me cubro con los brazos y entro en la tina con el cuerpo entumecido. Abro la llave del grifo y el agua sale disparada y helada. Maldigo por el frío tan desgraciado que hace, no comprendo como la gente de aquí lo soporta, tomo el jabón de la jabonera y lo tallo por todo mi cuerpo quitándome la suciedad y el mal olor. Mi madre entra en el cuarto de baño sin tocar o avisar.

—Muy bien señorita —ella se acerca a la tina por la parte de atrás—. Tenemos que lavar ese cabello.

—Mamá no, el agua está…

    No importa mis protestas, ella toma una taza de agua y me moja el cabello. Protesto, sin embargo ella me ignora, me hecha un líquido espumoso en la cabeza y me lo frota suavemente.

—Hay que lavar todo, hija —ella toma otra taza de agua, vertiéndola en mi cabeza
Cierro los ojos, ya que pica un poco la espuma. Mi madre termina de bañarme y me hace que salga de la tina, ella me tiene una bata el cual me pone y salimos. Ella me abraza atrayéndome a su cuerpo. La habitación está vacía, busco a Ingrid con la mirada.

—¿Qué pasó con Ingrid? —le pregunto a mi madre.

—La buscaron para atender a nuestra familia —ella se acerca a la cama donde está el vestido que me pondré. Es bastante sencillo, cosa que agradezco, es de terciopelo verde oscuro; con mangas largas y bastante amplias en la muñeca. Con un cuello cuadrado, con bordes dorados.

—Es hermoso, me gusta —miro al vestido alegre.

—Sí, fue difícil encontrarlo con tanto que había ordenado Luna —ella habla orgullosa.

    Mi madre me ayuda a vestirme con sus respectivas capas de tela antes del gran vestido. Agradezco la inmensa cantidad de tela, porque en cierto punto me protegen del frío del Páramo. Mi madre me sienta en el sofá y me prueba los zapatos que mi hermana ordenó que me hicieran.

—Son muy pequeños —me quejo.

—Sí, ya te probamos todos —ella mira mis pies preocupada.

—Puedo usar mis botas, nadie lo notaría con el vestido —propongo.

—Sería una buena opción considerando que tienes esos pies como los tendría un caballo —ella se ríe.

—¡Mamá! —le recrimino—. No es gracioso.

—Lo siento hija —ella hace un ademán con la mano y busca mis botas y me las pongo—. Tengo que hablar con Ingrid respecto a mi ropa.

—¿Qué ropa? —mi madre se sienta a mí lado y le cuento lo que le dije—. Te sugiero que deseches todo y te consigas mejores prendas, yo las vi y están sucias y malolientes.

—Lo sé, no he comprado nada desde hace mucho tiempo y el poco dinero que tengo no lo quiero gastar así como así.

—Supongo que la paga no es muy buena ¿cierto? —ella se levanta y me empieza a cepillar mi cabello.

—No, no lo es. A penas cubre algunos gastos, lo bueno es que vivo en el recinto y no tengo que pagar nada —le comento.

—No me parece que tengas vivir de ese modo, hija. Sé cuales son tus deseos y el inmenso honor que tienes, pero de honor y deseos no se vive hija —ella explica calmada su punto—. Por qué no le dices a tu padre que te cambie al ejército, ya tienes experiencia y te puede dar un mejor estilo de vida.

—Es una opción —hago una mueca—. Sin embargo no puedo dejar la Legión, hice un pacto y la única manera de romperlo es con la muerte.

—¿Y la señora Laila no te puede ayudar? —ella me pregunta—. La Legión la creó ella, ella puede ayudarte.

—A no ser que pida un cambio de región y me vaya al lado Este o al Norte y estar a la merced de sus planes —comento temerosa.

—Prefiero eso que saber que vives como la propia indigente —ella me deja el cabello suelto, y me coloca una pequeña diadema de flores de plata.

—¿Hablarás con ellos? —miro a mi madre—. No me quiero ir sin mi escuadrón.

—Una cosa a la vez —ella se coloca delante de mí—. Levántate, quiero verte.

    Hago lo que me ordena, y ella se lleva las manos al rostro.

—Estás hermosa, mi niña —ella me sostiene las manos.

—Gracias a ti —le confieso. Ambas salimos de la habitación en busca de mi hermano Tristan, ya que me niego a que siga enojado conmigo. Mi madre escucha atenta sobre el tema de Tristan.

—Él no lo ha pasado bien con el tema de tu hermana —mi madre se lamenta—. Lo único que quiero es que todos mis hijos se lleven bien, eso es todo.

—Y planeo complacerte en eso —la reconforto.

    Escucho el bullicio en los alrededores y veo a la distancia del pasillo que casi toda mi familia se dirige hacia nosotras. El primero en notar mi presencia es mi padre que vuelve la mirada hacia mí y corre a abrazarme. Yo le correspondo el abrazo, lo recuerdo con tanto cariño y afecto que no quiero soltarlo nunca.

—Mi hija hermosa —él me sostiene el rostro—. No puedo creer que estés aquí.

—No sabes cuanto te he extrañado —exclamo nostálgica.

—Tu hermana me dijo que estabas aquí, no entendía cómo… —él me toma de las manos.

—Tristan me buscó y me trajo hasta aquí —él me mira extrañado.

—¿Cómo supo dónde estabas? —él pregunta serio, iba a responder algo para salvarlo, pero mis familiares llegaron hasta nosotros y empiezan a abrazarme, y a compararme con mi madre. Sé que me parezco a mi madre, aunque jamás me ha gustado que me comparen con nadie, creo que cada quien es su mejor versión y compararlo es una ofensa.

—Mi niña, mírate. Estás convertida en toda una mujer —mi tía Venus me susurra en el oído.

—Gracias tía, me alegra verlos a todos —miro a mi alrededor. Todos están cambiados, mis tíos, mi primo Sol que ahora está bellísimo; su cabello dorado y un poco largo. Su barba bien cuidada, como sus prendas dignas de un rey. Ellos se despiden y se van a las habitaciones a descansar.

     Mis padres y yo empezamos a caminar a una sala lo bastante cómoda como para pasar todo el tiempo que quieras y no querer irte jamás.

—Ahora bien explícame cómo tu hermano te encontró —mi padre me observa y sé que no puedo mentirle aunque quisiera.

—Tristan me sorprendió en un callejón aquí en el Páramo —hablo seria—. Él me encontró usando magia espectral.

—Comprendo —él se recuesta en sillón—. Aryana, por favor busca a Tristan y dile que se reúna con nosotros.

—Cosmo… —mi madre mira desafiante a mi padre.

—Por favor obedece —mi padre la mira amenazante. Mi madre se va resignada.

—Padre, por favor Tristan solo…

—Primero, no estoy molesto con tu hermano —él me frena—. Solo me preocupa que haya empleado ese tipo de magia. Está más que decirte lo peligrosa que es si es mal manejada.

—Comprendo —lo miro derrotada—. ¿Y por qué le ordenaste a mi madre que lo buscara?

—Porque quiero escuchar de tu hermano que fue lo que hizo —él me tiende la mano y voy hacia a él—. Quiero escuchar de ti todo lo que pasaste en la Legión.

    Le cuento lo que he pasado en estos últimos años en la liga, los lazos que he formado con mi escuadrón. Las aventuras que he tenido.

—Decirte que eres una niña ya no te quedaría bien —mi padre lamenta.

—Siempre seré tu niña y lo sabes —sonrío cómplice.

—Supongo que no será por mucho tiempo tu estadía —mi padre se entristece.

—Por eso Tristan se enojó conmigo —él me mira confundido—. Solo estaré tres semanas con ustedes, creo que dos. Porque tengo que volver y el viaje tarda una semana.

—Nosotros te llevamos, así para que pases todo el tiempo posible con nosotros —me comenta mi padre.

—No quiero que los de la legión se enteren que soy la hija de un dios —le explico.

—Comprendo —él desvía la mirada—. ¿Tus compañeros saben de tu procedencia?

—Sí, se los confesé antes de venir para acá —recuerdo sus rostros de enojo ante mi confesión.

    Él iba a responder, pero entra mi madre con Tristan y una chica que van tomados de la mano. La chica es hermosa, su rostro es delicado, aunque tiene una mirada de superioridad que me cae un poco mal.

—Ahora que hice —Tristan exclama y se sienta en el sillón de manera altanera, y la chica a su lado aunque educada.

—Primero me bajas el tono de voz —mi padre se endereza—. Todo va a depender de tu comportamiento —Tristan se endereza—. Bien, tu hermana me comentó que empleaste magia espectral.

—Lo hice para encontrar a Estrella —Tristan habla sin emoción—. Luna me lo pidió.
—¿Por qué Luna te lo pidió? —mi padre le cuestiona.

—No lo sé —él replica cansado—. Ella sólo me dijo que si podía encontrar a Estrella y eso hice.

—¿Y por qué Luna te ha habrá ordenado que buscaras a Estrella? —cuestiona mi padre otra vez.

—Lo omitió, no nos alcanzó a contarnos todo porque el té se nos terminó —contesta jocoso mi hermano.

    Mi padre lo mira mal y a Tristan le nace un fuerte dolor de cabeza.

—Puedes tener todo el poder y la edad que quieras, pero aún así sigues siendo mi hijo y me debes respeto ¿me entendiste, Tristan? —mi padre habla sereno.

—Sí —maldice mi hermano—. Detente.

    Mi padre se recuesta en el sillón y a mí hermano se le desaparece el dolor.

—Está más que decir que quiero que se comporten los dos —mi padre nos mira a mi hermano y a mí—. El tiempo que Estrella esté aquí, no quiero discusiones o cualquier tipo de magia prohibida ¿está claro Estrella? —asiento—. ¿Está claro Tristan?

    Él asiente de mala gana.

—Perfecto —él se levanta—. Creo que ya es la hora del almuerzo, y supongo que Tristan y Estrella no han comido nada. Por favor acompáñenme a almorzar, si es mucho pedir.

    Tristan se levanta junto a su amiga que ha estado callada desde que llegó. No sé, hay algo en ella que no me gusta.

    Mi padre le toma del brazo a mi madre y a mí. Tristan toma el brazo de su amiga y nos vamos a comer con toda la familia. No sé cómo será ese almuerzo, pero lo que sí sé es que va hacer muy incómodo.


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