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Cosmo: No Es Lo Que Esperaba

    Cuando vi a Aryana entrar a la sala de los dioses mi corazón se detuvo por un momento, estaba sorprendido al principio, pero le di rienda suelta a mi enfado. ¿Cómo era esto posible? Pero luego recordé esa típica frase de mi padre TODO SUCEDE POR UNA RAZÓN. En parte no estoy enfadado con Aryana sino con mi padre. Permitió que sufriera todo un año la perdida de Aryana sin decirme nada, ignorando mis mensajes, evadiendo mis preguntas, todo para que me diga luego que fue por mi bien.

 Ayudo a Marte a apresar a todos estos disque hombres que atacaron un simple centro de ayuda. Y dicen los de la luz que los oscuros estamos locos.

—¿Qué sentencia impartirás? —le pregunto a mi hermano.

—¿Tú cual crees? —contesta serio—. ¿Qué harás con Aryana?

—La extrañé todo este tiempo, pensé que ella sufriría también.

—¿Acaso esto es una competencia de quien sufrió más? —me mira sin emoción alguna—. ¿Qué te hace creer que no sufrió?

—Es una diosa —gruño.

—Porque nuestro padre se te haya adelantado no es razón para estar enojado con ella.

—Sí, pero…

—Mira en serio quiero entenderte, pero te voy a repetir lo que nos dijiste a Venus y a mí al finalizar el funeral de Aryana —respira hondo—. Estamos los dos juntos y no tenemos que esperar a que pase una desgracia para perdonarnos.

 Lo miro derrotado.

—Está aquí aunque sea la mitad del año, se podrán casar y tener hijos —me mira enojado—. ELLA ESTÁ AQUÍ. Y en vez de estarte quejando, ve y búscala y dile cuanto la amas y de lo idiota que eres, y que quieres una vida con ella ¿sí?

—Mi señor —una mujer interrumpe mi plática con mi hermano—. La señora Venus se fue en cuanto las señoras Musa y Tabitha se llevaron a la mayoría…

—Mientes —la interrumpo—. Venus se quedó con mi sobrino en el recinto ¿cierto?

 La mujer asiente temerosa.

—Retírese —le ordena Marte enojado a la mujer—. En cuanto la vea le voy…

—Recuerda que ni siquiera llevan el año de casados —él me mira mal—, voy a buscar a Aryana y a Venus adentro ¿sí?

 Él hace un ademán con la mano y me voy en busca de mi amor. Ya adentro del recinto busco por todas partes a esas dos mujeres, pero nada, no están en ninguna parte. Veo a unas de las guardias de Venus y la detengo.

—Disculpe pero ¿ha visto a la señora Venus y a mi prometida?

—No sé quién es su prometida señor, pero mi señora la vi con su hijo y una extraña mujer desaparecer de la nada.

 Asiento y salgo del recinto a decirle a Marte, este asiente aliviado. Me alejo de él en cuanto veo a Seth a un costado de la edificación.

—¿Dónde está Aryana? —pregunta en cuanto estoy al frente de él.

—Desapareció con Venus —le cuento la verdad.

—Teletransportarse en este reino todavía no lo domina —comenta enfadado.

—Creo que está en el palacio de mi hermano.

—Como sea —se cruza de brazos—. Dentro de seis meses vendré a llevármela, así que te sugiero que adelantes las cosas que quieres hacer con ella antes de que venga.

—Lo tendré en cuenta —lo miro serio—. ¿Algo más?

—Dile a mi hija que la quiero —él camina a un lado y desaparece.
 Igual yo me teletransporto, aparezco en el jardín del palacio de mi hermano. Veo a varias mujeres lloriqueando y desesperadas siendo tranquilizadas entre ellas mismas. De inmediato percibo la presencia de Venus dándole órdenes a un grupo de mujeres.

—¿Dónde está Aryana? —la detengo.

—Le dije que se cambiara y limpiara —me mira tranquila—. Está en tu habitación, le mandé una modista para la ropa, ya que no trajo nada.

—Gracias.

 Salgo corriendo por los pasillos de este inmenso palacio, comprendo que Marte ordenó construirlo así por los dragones, pero este tipo de momentos es una auténtica pesadilla. Mis pasos se detienen por la presencia de mi prima.

—¿Mi padre ya se fue? —pregunta Tabitha triste.

—Sí —respiro profundo—. Él dijo que te ama.

—Como sea —finge desinterés—. Aryana está bien, al parecer su curación es igual a la de mi padre —me mira preocupada.

—¿Qué pasa Tabitha? —pregunto temeroso.

—¿La viste absorberle la energía a alguien? —la miro confundido—. Quitarle la fuerza vital de una persona, hacerla polvo…

—Ya entendí, y si, la vi haciendo eso —respondo—. Tabitha es interesante lo que me estás diciendo, pero quiero ir con ella ahora.

—Más tarde hablamos de eso.

 La dejo en el pasillo y me encuentro con la puerta que Marte ha impuesto como mi habitación en su palacio. Toco la puerta y la voz de Aryana me llega, me indica que puedo entrar. La habitación está como la había dejado tiempo atrás, excepto por la mujer que mira por la ventana inmóvil. Tiene un vestido verde oliva sin mangas y sujetado por unas tiras delgadas en su cuello; el mismo cuello que vi cortado por ese hombre más temprano.

—Pasó un año desde que me fui y han cambiado tantas cosas que me cuesta creerlas —confiesa, ella me da la cara; tiene el rostro con más color de como estaba cuando la vi por primera vez—. Comprendo si no quieres tener nada conmigo…

—No digas eso —la interrumpo—. Ya no sé cuántas veces me he disculpado por mi cuestionable actitud contigo. No tienes por qué disculparte, al contrario, soy yo el que tiene que hacerlo. No debí tratarte así, tú no tienes la culpa de nada.

—¿Aún quieres seguir adelante con lo nuestro? —pregunta esperanzada.

—Eres el amor de mi vida y jamás permitiré que eso cambie —me acerco a ella, los mismos ojos azules que tanto me enamoré y que me volvieron loco desde el principio me observan de manera objetiva, pero amables.

—Tu padre nos dio diez años para poder concebir —sostiene mi rostro con sus frías manos—. ¿Y si no me puedo embarazar jamás?

—Nunca digas eso —la abrazo—. ¿Te acuerdas después de nuestro compromiso el sueño que te había contado?

—Que estábamos comiendo con nuestros hijos.

—Exactamente —la miro—, tendremos esos hijos y más, ya lo verás.

—Tendremos la mitad del año para planear la boda y demás…

—De eso no te preocupes que en  menos de un mes nos estaremos casando y reinando —la beso, sus labios no son los mismos, pero tendré que acostumbrarme; tendré que hacerlo con todo.

 Ella me pide que le cuente todo lo que ha pasado en este año; empiezo con sus padres que creo que lo que más le importa saber. Sus padres tomaron mal su muerte, como todos lo hicimos, su madre se refugió en el granero donde nadie la saca de allí; su padre se refugió en el trabajo. Están bien económicamente, pero desdichados; después que les entregué las cosas de Aryana no quisieron saber más de mí o de mi familia. No los culpo, yo también quisiera alejarme. Su hermana se quedó con sus hijos en la casa de mis suegros para ayudar a su abuelo con los deberes y con la señora Maisha.

—Me siento culpable —es lo único que dice. No la presiono en lo absoluto para que hable más.

 Salimos de la habitación, ella sumergida en sus pensamientos; me molesta un poco no saber lo que piensa. Nos detenemos en la entrada del jardín.

—Tabitha me preguntó algo sobre la absorción de energía y que Seth y tú lo hacen.

—Es complicado —contesta sombría.

—¿Me enteraré algún día de que se trata?

—¿Tú hermano tiene calabozo?

—Sí, claro. Todos los castillos tienen uno —ella me pide que la lleve allí. La guío por la inmensidad del palacio hasta bajar hasta las mazmorras. Marte se encuentra allí dictando sentencias, algunas para no decir que todas son la pena de muerte. Mi hermano puede ser muy benevolente, sin embrago cuando perturban su paz y tranquilidad, y sobre todo con Venus, puede convertirse en tu peor pesadilla.

—Me alegro que estés aquí —me saluda Marte—. Hola Aryana.

—¿Ya los condenaste a muerte? —pregunta sin emoción.

—Algunos sí, faltan otros por condenar.

—¿Me permitirías impartir la sentencia? —pide sin inmutarse. No sé qué habrá pasado en su estadía en el inframundo, pero ella no es esta clase de persona.

—No lo sé Aryana, por lo general cuando un rey imparte una sentencia tiene que ser él el que la ejecute —responde mi hermano—. Cuando termine, te dejaré algunos sujetos para que seas lo que vayas a hacer.

 Él nos deja y se va con sus capitanes.

—¿Por qué quieres ejecutar a esos sujetos? —le cuestiono, pero ella se da la espalda y se va. La sigo por el castillo donde sale y camina por el reino—. ¿Me puedes decir al menos a dónde vamos?

 No contesta, caminamos hasta a la zona más pobre del reino, escucho a los niños jugar, a las mujeres gritarle a los niños, hombres ebrios y desahuciados. Nos metemos a un callejón donde hay una mujer tirada en el suelo. Aryana la mueve un poco, la mujer se mueve débil en el suelo. Su mente es un caos total, no puedo distinguir bien sus pensamientos.

—¿Por qué estás aquí querida? —le pregunta Aryana.

—No lo sé —contesta la mujer morena—. Quiero beber más.

—¿Tienes familia?

—¿Qué es eso?

—¿A alguien le importas? —pregunta Aryana.

—Solo al cantinero que me espera para pedirle más cerveza a cambio de mi cuerpo.

 Aryana le toma el cuello a la mujer y le hace lo mismo al hombre que le cortó el cuello. La mujer intenta gritar, pero sale la voz apagada y borracha, sale una especie de luz y polvo. Solo queda un manto de tela que era lo único que le cubría el cuerpo.

—¿Qué mierda fue eso? — La levanto del suelo.

—Tú querías saber qué era absorber energía —me mira desafiante—, y ahí lo tienes —señala donde estaba la mujer morena—. Ya que tu querido hermano me negó las vidas de esos miserables, ahora me toca buscar  personas miserables que me den su energía para poder estar en este reino y no parecer un monstruo desabrido.

—Esa no es la manera…

—¿Y cuál crees que es? —pregunta y se suelta de mí—. ¿Cómo crees que Seth se mantiene así, sin ningún malestar o vitalidad que goza en este reino? No me gusta hacerlo, pero no tengo de otra. ¿Son ellos o yo?

 La miro perplejo, me volteo para ver si hay alguien mirándonos, aparto todas las mentes de las personas que pasan por allí de nosotros para que pareciera que nunca estuvimos allí.

—¿Así será siempre? —suavizo mis gestos.

—Me temo que sí —me mira amable. Noto que su piel va tomando su color natural y no el gris que tenía.

 La tomo de la mano y caminamos por los barrios del reino, buscando personas desahuciadas y sin ganas de vivir para que mi Aryana pueda alimentarse. Al final del día pareciera que ella nunca había pisado el inframundo, tiene la piel broceada, los ojos chispeantes y la misma mirada y gentil que la caracteriza. Se había cobrado la vida de diez personas incluida la mujer morena. Ya había atardecido, aunque aquí la noche parece la mañana para mí.

 Subimos a nuestra habitación y nos aseamos los dos juntos. Aryana se quita el vestido y entra en el pozo, su cuerpo se ve hermoso a excepción de la cicatriz del vientre y en el pecho, que al parecer son las únicas que tiene.

 Entro con ella al pozo ya desnudo, ella se acerca hacia mí sentándose en mi regazo.

—Dime que me amarás aun con las cosas que viste hoy —me mira temerosa.

—Para toda la eternidad —la beso apasionado, ella me responde feroz. Ambos nos hacemos uno por un largo tiempo. Creo que fue demasiado porque mi hermano hace subir a un mozo con la comida a la habitación donde comemos un momento. Aryana come con modestia y se va a la cama desnuda con un pastel que lo divide y coloca las dos porciones en sus senos.

—Ven y come tu postre —me provoca y lo logra, como de sus deliciosos senos con toda la malicia y el deseo que me posee en este momento.

 A la mañana siguiente nos levantamos perezosos, nos vestimos y salimos a desayunar con mi hermano, Venus, mis primas y el pequeño Sol. Al llegar a la mesa Venus y Marte discuten por algún tema.

—¿Por qué los recién casados discuten esta vez?

—Por lo de ayer —contesta aburrida mi prima Musa—. “Que no debiste ir”, “que pusiste el bebé en peligro”, “tenía que trabajar”. Y ya te podrás imaginar lo demás —Musa se mofa de ese par de una manera hilarante.

—¿Nunca te han dicho lo irritante que eres? —pregunta mi hermano furioso.

—Ya déjala —protesta Venus.

—Siempre he pensado que la mujer que se casara con Marte tendría que estar fuera de sí para hacerlo —agrega Tabitha con su copa en mano.

 Aryana se sienta al lado de Venus y yo con ella.

—Muy cierto lo que dices, Tabitha —afirma Venus, con eso hace ofuscar más a mi hermano.

—Bueno ya basta que les recuerdo que hay un bebé presente —señala al pequeño bebé que está sentado en una silla alta sujetado por una pequeña mesa que lo frena de irse hacia delante y caerse.

—A penas tiene cuatro meses, Marte —suspira Tabitha—. Ese niño empezará a recordar cosas después de los cinco años.

—No me importa, es mi hijo y se hará lo que yo diga.

—Nuestro hijo —corrige Venus.

—No estás en posición de opinar en estos momentos.

—En serio, ya llegaron Cosmo y Aryana —exclama Musa—. ¡Será que alguien se puede dignar a servir la comida ya! Porque si no habrá un homicidio pronto.

 De inmediato los mozos sirven la comida. El mal humor de la mesa desaparece ligeramente. Después de desayunar, me voy con Tabitha a la biblioteca a hablar en privado.

—¿Ahora ya sabes qué es la absorción de energía? —pregunta arqueando una ceja.

—Debe haber otra manera —protesto. Ella se sienta en el acolchado sofá.

—Se intentó todo, Cosmo —suspira—. Con otras criaturas, pero fue contraproducente —ella se levanta y se acera a mí—. Tienes que procurar que tenga personas a las cuales tendrá que absorberle su energía para que ella pueda estar aquí…

—¿Qué pasaría si ella no absorbiera nada?

—Se debilitaría, se volvería violenta —titubea—, perdería poder. Mi padre no absorbió nada por un año y bueno digamos que no fue bonito. Mi madre tuvo que ir a todas las prisiones del reino para buscar personas condenadas a muertes y otras no tanto para mi padre. Mejoró después de eso, y ahora sí está aquí absorbe al menos tres personas y con eso vive seis meses.

—Aryana ayer se cobró la vida de diez personas —declaro perplejo.

—Eso fue su primera vez aquí, Cosmo —dice cansada—. Con eso no molestará por el tiempo que esté aquí. Y recuerda que tiene que estar lo más viva que pueda debido a que tu padre les dio diez años para concebir.

—¿Y qué hago ahora, digo, cómo lo manejo?

—Pasa todo el tiempo posible con ella, serán esos pequeños momentos que hacen que todo sea menos duro de afrontar —exclama triste.

 Tabitha y yo salimos de la biblioteca en silencio, me dirijo a encontrarme con Aryana que está jugando con su sobrino en el jardín.

—Que niño tan hermoso —comenta haciéndole cosquillas en su pancita, el pequeño Sol está acostado en su cuna riéndose a carcajadas.

—Me alegro que se lleven bien —me siento al lado de ella.

—Es un niño hermoso —comenta Aryana.

—Es hermoso por mí —agrega soberbia mi cuñada.

—Te recuerdo que el bebé es igual a mi hermano.

—Ya verán que el siguiente saldrá pelirrojo —exclama apresurada.

—Si tú lo dices —digo divertido.



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