Aryana: Viejas Heridas Que Nunca Sanan
Como Seth lo había prometido, ya había pasado un año desde que morí en los brazos del amor de mi vida. Estaba abrumada al principio, enojada como también triste; las cosas por aquí no son sencillas, las personas no hablan mucho conmigo, ya que soy su diosa y reina. Seth me había coronado y proclamado diosa y reina del inframundo recientemente. Fue una ceremonia sencilla, estaban algunos de sus jinetes de sangre que juraron protegerme de cualquier mal, los príncipes del infierno que claro no se cansaron de proponerme matrimonio, y su guardia real. Había también demonios, que resultaron ser bastantes amables conmigo y conversadores.
Prácticamente mi trabajo de diosa es juzgar a los condenados y malditos que entran al inframundo. Suena mal, pero en realidad es gratificante poder castigar a malnacidos, claro hay personas buenas e inocentes de cualquier delito, creo que su único error fue estar en el momento equivocado como yo. El lugar donde condeno es un palacio inmenso donde hay un trono de madera negra inmensa que está ubicado en lo alto de la sala. Paso todo el día allí, al principio Seth se posaba a mi lado como una especie de guardián aunque no siempre era así, ya que él tenía otras obligaciones, por eso puso a un demonio altísimo con el cuerpo cubierto de masa viscosa negra y con cabeza de lobo. Mi vida se traduce en condenar, conocer y dormir poco. Ya adentro de mi habitación con mis dos amores, me recuesto cansada en la suave cama.
—¿Día difícil? —se monta Nairn encima de mí.
—Todos los días son difíciles mi querido amigo —le acaricio la cabeza. Miro a Iñaki que intenta quedarse dormido, pero no lo logra.
—Tiene pesadillas —susurra Nairn. Suspiro y cierro mis ojos, pero en vano, ya que entra Seth de manera sorpresiva, de inmediato nos levantamos los tres, pero Iñaki se acerca con pereza.
—Ustedes dos —nos señala a Nairn y a mí—, síganme.
Caminamos fuera de mi habitación, recorremos los pasillos del castillo de Seth hasta llegar a su estudio donde está su guardiana Suré.
—Ya sabes lo que te dije —le dice Seth a Suré. Nairn y yo nos miramos confundidos, pero de inmediato Seth capta nuestra atención cuando abre un portal.
—Dame tu mano —ordena mi señor—. Nairn no te apartes de tu guardiana.
Seth me pega a su pecho y atravesamos el portal los tres. Al estar en el otro lugar del portal, de inmediato me ahogo por la falta de aire y caigo al suelo.
—¿Por qué tardaron tanto? —cuestiona una voz familiar.
Seth me levanta y me deposita en unos muebles.
—Deja entrar el aire, Aryana —comenta amable—. Es su primera vez aquí, Laila, sé más comprensible.
—Lo soy —refunfuña-, pero nuestro querido hermano odia que siempre lleguemos tarde a las sesiones.
—Ya estamos aquí —contesta exasperado—. ¿Tienes el carruaje preparado?
—Listo, nada más falta sus ocupantes.
Seth me pone de pie.
—¿Puedes caminar?
Asiento débil. Miro por mi hombro y veo a Nairn haciendo gárgaras intentando no vomitar.
Seth y Laila me sacan de la habitación. Pasamos por unos pasillos familiares, que por los momentos no me detengo a admirar.
—¿Dónde estamos? —pregunto con la garganta seca.
—En el mundo de los vivos —contesta Seth, él pasa mi brazo por su hombro y me arrastra—. Y no sonrías, que solo estamos aquí porque mi hermano quiere analizar tu evolución como diosa.
—¿Ya la coronaste? —pregunta enfadada Laila.
—No tuve opción, aunque sea lo ha hecho bien.
Salimos fuera del palacio y bajamos las escaleras, un cochero nos abre la puerta y me monto como puedo. Me acomodo en uno de los asientos, mi pantera se monta en el asiento y apoya su cabeza en mi hombro; lentamente voy acostumbrándome a este nuevo aire. Seth y Laila se sientan al frente de nosotros observándonos atentamente.
—Te ves diferente —comenta Laila.
—Me siento diferente —contesto más tranquila.
—¿Qué poderes le diste? —pregunta mirando a su esposo.
—Puede absorber la energía vital de las personas, controla más o menos a los demonios menores. Hay que practicar con los mayores y tiene la habilidad de controlar materia. No le di mucho, pero si lo que necesita.
—Bien —la señora Laila se sienta en las piernas de su esposo y empieza a besarlo apasionada, Seth un poco incómodo al principio acepta la acción de su amada para pasar luego a las demostraciones incómodas de afecto.
Me recuesto un poco en la ventana ignorando el hecho que podrían tener sexo delante de mí, y observo el paisaje del reino oscuro. La vista se me hace muy clara incluso estando en el lugar más oscuro del universo. Pienso en mi familia que tal vez me dejen verlos, saber cómo han estado desde mi fallecimiento; tal vez se asusten en verme, pero no importa, ya que estaré, aunque sea poco tiempo aquí para verlos. De inmediato me viene a la mente mi amado Cosmo, me preocupa como lo vaya a tomar ¿se enojará conmigo o con su padre? Seth me ha dicho que todos los nombres que aparecen en su lista los escribe Kenan. A esto se referían esos religiosos diciendo que dios tiene un plan para cada uno; a primera instancia suena bien, pero lo que omiten siempre es que el plan sea bueno o malo.
Seth y Laila se detienen, acomodándose el uno al otro. A medida que avanzamos en el carruaje, el cielo se va haciendo más claro. Pasamos en portal en portal por una semana hasta llegar al centro del universo. El carruaje se detiene en un imponente palacio, sé cuál es. Vine una vez con Cosmo a una cena con sus padres, me lo mostró. De eso fue hace mucho, pero aún así lo recuerdo.
—Aquí todos los dioses se reúnen y planifican los acontecimientos del universo —miramos el edificio por un largo tiempo.
—¿Puedo entrar? —le pregunto a mi hermoso rey.
—No está abierto a nadie, solo a los dioses —me atrae hacia él—, y si me lo permiten, te haré mi diosa.
Seth y Laila me despiertan de mi ensoñación, Nairn y yo nos bajamos apresurados del carruaje. Ambos estamos mejor, ya no nos sentimos débiles. Dos días antes la señora Laila se había cambiado de vestido a uno más elaborado, pero de igual forma cómodo, ella fue amable de prestarme un vestido parecido al estilo del anterior que traía puesto; me dejo mis mallas y mis botas. El vestido me gusta, mangas largas, ajustado en la cintura, pero deja mucho a la movilidad.
Mis señores suben delante de mí, Nairn me mira nervioso y yo a él; pero no me puedo dar el lujo de tener miedo. Es mi primera reunión con los dioses y no puedo flaquear, me he defendido de demonios aterradores y esto no es nada. Ya los conozco, ya he convivido con ellos; estoy lista. Al pasar por las imponentes puertas, pasamos por un pasillo cubierto en su totalidad de oro macizo. A lo lejos diviso unas puertas abiertas custodiadas por unos guardias, al pasar por ellas veo a Marte hablando con Musa, Tabitha y mi amado Cosmo; ellos notan nuestra presencia, sin embargo sus miradas recaen en mí. Cosmo me mira perplejo, pero de inmediato cambia a furia, lo conozco a la perfección y sé que pensará que le he mentido, traicionado, aunque yo sé que no es verdad y él lo sabrá.
Seth me indica que me siente en el último trono de piedra clara. Los tronos están acomodados en un semicírculo dándole la cara a los imponentes cuatro tronos de adelante donde Kenan está con Liora y Eva. Mis señores se acercan a ellos a saludar. Eva baja del pedestal y se sienta en su lugar asignado en el cuarto lugar del semicírculo, los demás dioses hacen lo mismo. Primero se sienta Beck luego le sigue su hija Musa, al lado de ella se sienta Marte que me mira confundido, al lado de él está su madre. Luego le siguen Tabitha y a mi lado se sienta Cosmo inmóvil, si mirarme, tenso y sobretodo enojado.
Kenan se sienta en su trono que tiene el símbolo del tiempo, Liora el de un sol resplandeciente, Laila los tres círculos y Seth tiene los triángulos entrelazados, un símbolo que he visto hasta el cansancio.
—Como se dieron cuenta —anuncia Kenan desde su trono—. Tenemos a una nueva invitada a nuestra casa —todos me miran excepto Cosmo que tiene su mirada fija al frente—. Aryana, acércate por favor.
Me levanto temerosa del trono, aunque de igual forma lo entierro en lo más profundo de mi ser, me poso delante de los cuatros dioses principales. Todos tienen la vista en mí. Kenan le pregunta a Seth de mis avances en el inframundo, de mis nuevos poderes, de todo. Liora como Laila dan sus opiniones y aportaciones respecto a cómo podría mejorar.
—De rodillas —me ordena Seth. La señora Laila se levanta como todos los presentes, ella se dirige a la pequeña columna donde hay una espada y una corona. La señora Laila las trae encima de un cojín, Kenan coge la espada y se acerca a mí.
—Con esta espada te concedo la divinidad, el poder y la autoridad de un dios. Cumplirás con las órdenes que te encomendemos, serás justa con el inocente y castigarás a los que no. No usarás tu poder y posición para tu propio beneficio y si así fuera el caso, se te castigará severamente por tu señor. ¿Aceptas, Aryana Lightweight diosa de los malditos y condenados esta espada y esta corona símbolo de tu nueva divinidad?
—Sí, acepto los términos mencionados —respondo. Kenan pasa la espada por mis hombros; coloco mis manos adelante para sostener la espada, él toma la corona adornada de piedras negras y la coloca en mi cabeza. Me levanto y todos dicen:
—LARGO SEA TU REINADO.
—Cosmo, dios de la verdad y la justicia pasa al frente —llama su padre. Él se levanta obediente y se posa a mi lado—. Desposarás a Aryana Lightweight diosa de los malditos y condenados y la convertirás en tu reina. Tienen un periodo de diez años para poder concebir nuevos herederos, pasado ese periodo Aryana se hará infértil para el resto de la eternidad. Aryana estará un periodo de seis meses en el mundo de los vivos, pasado ese periodo ella volverá con Seth al inframundo a cumplir sus funciones ¿entienden lo que les quiero decir?
—Sí, señor —ambos contestamos al unísono.
—Aryana, vuelve a tu asiento —ordena mi señor. Los demás dioses se sientan igual que los cuatro dioses.
La señora Laila llama a su hija, que se coloca en el mismo lugar donde estaba. Cosmo y ella hablan de sus avances y mejoras del reino. Cosmo habla de cómo se están recuperando después del desastre de hace un año. En cierta parte supe que había causado grandes daños, pero no me imaginaba que tantos. Terminadas sus palabras, Kenan les ordena que me impliquen en sus nuevos planes y demás proyectos. Ellos vuelven a su lugar, Cosmo ni me mira en ningún momento en todo lo que dura esta reunión con su familia.
Todos explican sus reportes, sus opiniones sobre sus reinos. Al declarar finalizada la reunión, Cosmo sale de la sala rápidamente, miro a mi señor.
—Alcánzalo —me dice mi señor cansado.
Salgo corriendo detrás de él, pero él es más veloz, salimos del Templo; Cosmo se dirige a un jardín hermoso, pero eso no me importa ahora.
—¿Te puedes detener? —le grito, se voltea y me toma el brazo de manera brusca y me hala hasta una glorieta. Él me tira a unas bancas de hierro—. En serio no sabes cómo te extrañé -me acerco a él.
—¡¿En serio me extrañaste?! —Me grita—. Que bien suena ¿no crees? Diosa de los malditos y condenados. Y yo como un completo idiota extrañándote, dime ¿cuándo lo planeaste, cuando vinimos para acá o cuando estabas con mis tíos? En serio, bravo por tu nuevo nombramiento...
—¿En serio piensas que planeé esto? —Le replico enojada—. ¿Acaso crees que planeé mi muerte para conseguir esto? —Señalo la corona—. Jamás quise esto, jamás quise MORIR.
—No te creo en lo absoluto —contesta enojado—. En serio pensé que eras diferente...
—Sigo siendo yo, mi amor. Aún te sigo amando —me pego a su pecho—. Aún sigo siendo la mujer que te enamoraste...
—Aryana, suéltame —lo abrazo.
—No lo haré, aún sigo...
—No lo eres, moriste y te voy a superar.
—No me digas eso —lo miro triste—. ¿Te acuerdas del sueño que tuviste, el que estábamos los dos con nuestros tres hijos? Tenemos otra oportunidad de hacerlo realidad mi amor ¿no lo ves?
—No lo quiero —se acerca a la baranda—. Así no.
Voy a contestar, pero llega Marte agitado.
—Lo siento, pero te necesito, hermano —habla apresurado Marte.
-¿Qué ocurre? -Cosmo se transforma en otro, como si ya no estuviera enojado.
—Venus me mandó un mensaje diciéndome que su centro está siendo atacado —contesta apresurado Marte—. Te necesito.
—Sí, claro vamos.
—¿Puedo ir con ustedes? —le solicito a los dos. Marte mira nerviosos a su hermano el cual niega.
—Iré de todos modos, ella es mi amiga —me recompongo, si él no me quiere allí pues lástima porque iré de todos modos.
—Haz lo que quieras —contesta indiferente. Salimos de la glorieta donde los demás dioses se acercan a nosotros preocupados, Nairn viene con ellos.
—Ya me tengo que ir —anuncia Marte a su familia—. Venus tiene problemas.
—¿Mi nieto está bien? —pregunta aterrada Eva.
—No, y ya vámonos —apresura Marte—. Que su palacio está siendo atacado.
—Yo voy —habla Seth. Tabitha y Musa se unen también, los seis nos teletransportamos hasta una colina con abundante forestación. Divisamos un pequeño castillo siendo atacado por una turba enfurecida.
—Yo voy a buscar a mi ejército —anuncia Marte—. Ustedes dos —señala a Tabitha y a Musa—. Saquen a todas las mujeres que se encuentra dentro y llévenla a mi castillo, denle prioridad a Venus por favor. Cosmo ve como los controlas para detenerlos, y ustedes —nos mira a Seth y a mí—. Ayuden a Cosmo con la turba si se llega a una confrontación.
Musa y Tabitha desaparecen, Cosmo se va hacia la turba y yo con él.
—Quédate con tu señor que yo puedo solo —me reprocha.
—No quieres hacer esto —le digo ya enojada. Cuando nos acercamos a la turba que a simple vista tienen armas y no tienen miedo en usarlas.
Huelo inmediatamente la sangre y como si fuero instinto, corro hacia los hombres y empiezo a clavarle mi nueva espada matando a todo ser y criatura que se me atraviese, los muy idiotas me quieren dar pelea, pero yo soy más rápida y ágil que ellos. Cosmo controla un gran número, pero no es suficiente, ya que casi traspasan las imponentes puertas, me teletransporto al frente donde los hago retroceder gran parte. Recibo apuñaladas, aunque ni me provocan cosquillas, los voy matando a todos; absorbo la energía de todos los que me tocan, sus pieles se van haciendo grises y se contraen sus debilitados cuerpos. Al ver eso los demás intentan huir, pero Cosmo con sus poderes los hace dormir a los restantes. Lo miro enérgica, que no me percato que un hombre me toma del cuello y pasa su cuchillo por mi yugular. Cosmo grita, pero me volteo hacia el hombre y lo levanto por el cuello absorbiéndole toda la vitalidad que puedo hasta que solo queda polvo.
—¿Estás bien? —me voltea alarmado.
—Nunca he estado mejor —él me mira horrorizado, siento como las heridas que tengo se van cerrando una a una—. Sano rápido.
Escucho el galope de unos caballos a lo lejos, veo que es Marte con su ejército. Me acerco hasta la puerta y la golpeo.
—Oigan, ya acabó —grito para ver si me escuchan por el griterío que hay.
Las puertas se abren lentamente y aparecen unas guerreras sorprendidas por todo el caos de afuera.
Me encamino dentro del lugar en busca de una fuente de agua para limpiarme rápido la herida del cuello. La expresión de Cosmo fue de auténtico terror, no la puedo borrar de mi mente. Al llegar me lavo el cuello; me percato de las múltiples apuñaladas en mi cuerpo. Siento como las más recientes se terminan de cerrar incluida la del cuello.
Le tendré que comprarle un vestido nuevo a la señora Laila.
—¿Aryana? —pregunta una voz conocida. Al voltearme veo a Venus confundida cargando a un bebé.
—¡Venus! —me emociono y la abrazo fuerte. Me aparto rápido cuando un chillido de un bebé me sorprende—. Lo siento, no quise hacerle daño al bebé.
—No te preocupes —todavía sigue confundida—. Yo fui a tu funeral.
—¿En serio? —ella asiente—. Comprendo tu confusión, déjame explicarte las cosas ¿sí?
Ella asiente y nos sentamos en la fuente. Le cuento desde la primera vez que abrí los ojos en el inframundo, las pláticas con Seth, mi nombramiento como diosa y como Cosmo se enojó conmigo.
—Déjame ver si entiendo —se acomoda el bebé con el otro brazo—. ¿Cosmo se enojó porque estas viva y te quedarás con él?
—Él piensa que planeé todo el asunto de mi muerte con su padre para convertirme en diosa y así estar a su altura. En realidad no sé la verdad de su enojo, pero por ahí va la cosa.
—Definitivamente esta familia son unos dementes —le hace caritas graciosas al bebé.
—Qué quieres que te diga —contesto cansada—. Por cierto, ¿Cuándo tuviste a esta linda criatura?
Ella me cuenta las desventuras que tuvo que pasar con su embarazo junto a Marte y con la que ella llama demente familia.
—Entonces es un problema porque cuando me reconcilié con Marte, no me dejaba hacer absolutamente nada, no podía salir y si lo hacía tenía que ir con un ejército para que él, aunque sea lo considerara —ella me mira estresada—. Cuando nos casamos disminuyó su obsesión, aunque eso duró dos semanas porque nació este bebé hermoso.
Le iba a contestar cuando una mujer se le acerca y le dice:
—Su señor esposo la está buscando —Venus se le cambia la cara a una de autentica furia.
—¿Le dijeron que todavía sigo aquí?
La mujer asiente temerosa.
—Maldita sea.
—No maldigas —le reprocho—. ¿Por qué no quieres que sepa?
—Porque Musa y Tabitha me dijeron para ir con ellas, pero me negué y lo peor es que estoy con Sol, y me estresa que por una maldita vez tenga razón el condenado.
—Que relación tan linda la que tienen —comento con sarcasmo.
—Dile que no estoy, que me fui en cuanto vinieron sus primas ¿sí? —le ordena a la mujer que asiente y se va—. Al menos Marte no es tan ridículo como Cosmo.
La miro mal.
—Y así quieres que te ayude -dicho eso se le ilumina la cara—. Sea lo que me vayas a pedir será un no.
Pero no valió lo que dije porque de todos modos me terminé yendo con ella y el bebé Sol al palacio de mi cuñado.
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