Aryana: Regreso A Casa
Cosmo, Tabitha y yo partimos en la tarde de regreso al reino del Este. Ellos me cuentan como ha transcurrido el último año en tema de política. El viaje fue reconfortante para mí, volver a ver los viejos lugares que alguna vez vi con Cosmo.
El inframundo no es tan malo, pero se me hace tan ajeno a mí que no sé cómo desenvolverme. Entrando a mi futuro reino noto algunas edificaciones nuevas y casi terminadas.
—Tuvimos que construir nuevas áreas debido al derrumbe del año pasado —comenta Cosmo, supongo que mi rostro de confusión le debió dar algún indicio. Cuando mis señores habían terminado con sus tocamientos en el carruaje, me habían explicado que mi mente se había cerrado por completo a causa de mi muerte.
El carruaje se desvía y nos dirigimos a la casa de mis padres. Se detiene al frente de la linda casa que siempre llamaré hogar. El cochero abre las puertas y Cosmo me indica que baje junto con él.
—Yo me regreso al castillo —anuncia Tabitha—. ¿Ustedes estarán bien?
—Lo estaremos —contesta Cosmo por los dos. El carruaje se aleja a una velocidad increíble; y pensar que cuando estás adentro no se nota ni la mayor perturbación del suelo—. Tu madre debe estar en el granero; los demás no tengo idea.
Cosmo y yo rodeamos la casa para llegar al granero, comprendo porque mi madre se refugió en ese lugar, allí estaba mi antigua habitación. Que no habitaba un poco más de cuatro años, pero de igual forma era un recuerdo eterno.
Entro al granero donde la mayoría de las cosas están recogidas en cajas dejando paso a un tenue recuerdo del antiguo consultorio de mi padre. Subo la escalera silenciosa, Cosmo se queda abajo sentado en una caja de madera. Al llegar al final de la escalera, veo a la mujer que me dio la vida tirada en el colchón todo sucio y con su guardiana postrada en una esquina donde la tristeza de mi madre le fue contagiada.
—Creo que deberías salir a tomar aire fresco —digo lo primero que se me ocurre, la verdad no me preparé para este momento; lo imaginé, pero nunca pensé que se haría realidad. Mi madre se levanta de golpe y me ve parada en el descanso de la escalera.
—Esto no es cierto —titubea. El cabello lo tiene desarreglado y sucio, la ropa echa harapos, el rostro demacrado—. Me volví loca en serio.
—Claro que no madre —me acerco a ella y le acaricio su demacrado rostro consumido por la tristeza de mi partida—. Estoy aquí de verdad.
Ella me toca el rostro, pasando con las yemas de sus dedos las facciones de mi rostro dando paso a las lágrimas. Ella se abalanza sobre mí y la recibo nostálgica. Me había resignado a que jamás vería a mis padres, a mis amigos, a jamás ver el rostro de Cosmo. Ella me pide que le cuente todo, que le cuente todo lo que me había pasado y cómo llegué. Pero lo que le duele es que mi llegada será corta.
—Estaré la mitad del año aquí y el otro estaré en el inframundo —eso no le agrada para nada porque enseguida arruga sus facciones—. Me casaré con Cosmo y tendré a mis hijos…
—Siempre supe que te irías igual que tu hermana lejos y serían remotos los momentos que te vería —suspira resignada—, pero jamás imaginé nada de esto.
—Yo tampoco me lo esperé —concuerdo con ella.
—¿Crees que vas a ser feliz así? —cuestiona.
—No lo sé, pero no me quiero resignar tan pronto a los hechos —le tomo la mano—. ¿Y mi padre? No lo vi en la casa.
—Él y tu hermana salieron al mercado, la verdad, es que no tengo idea a hacer qué —nos levantamos y bajamos las escaleras donde Cosmo todavía sigue sentado en el lugar que lo dejé. Él saluda cortes a mi madre, los tres salimos del granero a la casa. Mi madre accedió a asearse mientras que yo le cocino algo para que se alimente. Cuando la abracé me di cuenta de que había bajado de peso.
—Supongo que te quedarás hasta que lleguen tu padre y hermana —comenta Cosmo apoyado en el mesón de la cocina.
—¿Eso te molesta? —me percato que hay un estafado en el fogón, busco un cuchillo y la roca con la que mi madre utiliza para prender el fuego.
—Claro que no —él observa mis movimientos—, pero tenemos que planear muchas cosas antes de tu partida.
—Podemos empezar de una vez —remuevo el estofado, busco abajo del mesón unas tazas para servir la deliciosa comida—. ¿Vas a querer que te sirva un poco?
Él acepta y me ayuda a llevar las tazas a la mesa. Mi madre baja con un vestido nuevo, el cabello húmedo por el baño, el rostro ya no lo tiene tan demacrado; ella se sienta en el mismo lugar de siempre. Cosmo se sienta al frente de ella y yo a su lado.
—Supongo que tendré que devolverte las cosas de mi hija —sugiere mi madre.
—Por supuesto —responde Cosmo tranquilo—. Ya mandé a una sombra en busca del carruaje para recoger las cosas de Aryana.
—La boda seguirá en pie, supongo.
—Lo antes posible señora Maisha.
—Comprendo —responde mi madre mirando fijo la comida. Todos comemos en silencio.
Al finalizar la comida llega un carruaje más grande del que veníamos. Mi madre le indica a Cosmo donde están mis cosas y al parecer eran las cajas que había visto en el granero. Los sirvientes se terminan de llevarse las ultimas cajas cuando llega mi padre con Unai y Aye. Al verme no lo creen hasta que me acerco y les doy un fuerte abrazo, se quedan petrificados hasta que mi madre nos indica entrar.
—No entiendo esto —mi hermana se sienta en el mueble aturdida.
Cosmo le cuenta a mi familia mi nuevo estatus de diosa, responde las preguntas de cada uno pacientemente. Mi sobrina Aye se acerca a mi temerosa; creció un poco mi hermosa niña. Ella toma mi mano y la entrelaza con la suya. No dice nada, no comenta, solo silencio de su parte. Cosmo les avisa que dentro de las próximas semanas nos casaremos y me proclamaran reina para que vayan alistándose; en esencia es lo mismo que habíamos acordado el año pasado.
Mi padre me pide hablar con él afuera de la casa. Al llegar a la parte trasera se abalanzó en mis brazos y empezó a llorar desconsoladamente, lo sostengo mientras que él se desahoga en mi pecho. Pasamos a la parte delantera de la casa donde Cosmo está subido ya a su guardiana y a su lado está Kai sorprendido como también nostálgico, me acerco a él y me acaricia la cabeza con la suya.
—No te vuelvas a ir chica —me despido de mi familia y me monto al caballo. Cosmo y yo cabalgamos a una gran velocidad hasta llegar al castillo donde nos recibe Nairn y Tabitha en la entrada.
—Tenemos bastantes cosas que arreglar —sentencia Tabitha en cuanto subimos los escalones del castillo.
Transcurrió dos meses desde que llegué. Al día siguiente de mi llegadaCosmo ordenó una reunión con todos los gobernadores del reino del este, incluida la señora Laila donde se habló de mi nuevo título y el papel que desarrollaré en el reino. Todos en la sala se habían sorprendido en cuanto me vieron entrar, la mayoría de ellos desconcertados, ya que nadie me quería como reina desde un principio debido a mis raíces de plebeya; tenían la esperanza que algunas de sus hijas, sobrinas o cualquier mujer dentro de su núcleo familiar pudiera conquistar a Cosmo y así tener el poder.
Había sido un día largo, pero todos tuvieron que aceptar lo que sus señores les ordenaran. Los preparativos de la boda no tardaron en estar listos, la abadía estaba lista para la ceremonia, el gran salón estaba listo para el banquete. Todo está en orden excepto mis ideas. Veo por la ventana de la habitación de la reina el jardín perfectamente arreglado, como las personas van y vienen con adornos, y arreglos apresurados por la falta de tiempo que poseen antes de que termine la ceremonia.
—Mi señora —me saca de mis pensamientos mi dama de compañía. Las mujeres reunidas las había seleccionado mucho antes de haber muerto. Las cuatro mujeres me ayudan a prepárame, una se dedica a peinar mi cabello y a maquillarme; al terminar con mi cabeza, las otras tres me colocan el vestido. Primero empezaron con la túnica oscura dando paso al vestido negro bordado en el centro con piedrecitas de oro macizo, luego me colocan la capa gris oscura adornada igual que el vestido. Finalizando con unos pendientes.
Espero un rato hasta que llega mi padre indicándome que ya Cosmo se había ido del castillo. Salimos de la habitación, él tomándome fuerte del brazo sin decir palabra alguna, un claro ejemplo de su nerviosismo, creo que ya somos dos. Nos siguen mis damas incluida mi sobrina hasta llegar al carruaje donde el cochero hace una reverencia y nos abre la puerta, la coneja de mi padre está encima de Nairn que suben de últimos. Mi padre me mira triste.
—Espero que seas muy feliz hija mía —me besa la mano.
—Lo seré padre —le confirmo.
Pasamos por el reino donde las personas están reunidas en las aceras, aplaudiendo y gritando de felicidad. Al llegar a la abadía de nuestra señora redentora, nos bajamos esperando que las damas se reúnan detrás de mí, el gran general de armas hace una reverencia y se posa a la izquierda, la alta señora de las Valquiras que es la madre de mi señor y la señora Laila se posa al frente y a mi derecha el gran general del ejército. Listo todos en sus posiciones, se procede a la marcha nupcial adentro de la abadía.
Los invitados constan de grandes personalidades de todos los reinos que componen el reino oscuro, desde la nobleza hasta reyes y gobernadores. Están los representantes de la cámara privada de la reina Laila, miembros del parlamento universal. Personalidades del reino de la luz y del lado central del universo, incluida la familia de Cosmo y pocos de la mía. Al llegar a los escalones los generales se colocan en los laterales de la abadía, la señora Amira sube los escalones y se coloca en el medio de Laila y Seth. Mi padre se detiene y le da mi mano a Cosmo. La ceremonia inicia con la señora Eva uniéndonos en santo matrimonio. Luego viene la señora Amira nos hace los rituales de unión, y por último la señora Laila exclama:
—Estamos reunidos en esta abadía sagrada para coronar a Aryana Lightweight, diosa de los malditos y condenados como reina consorte del lado Este del lado Oscuro; los que se opongan a este vasallaje digan no.
Un silencio sepulcral inunda el edificio.
—Aryana Lightweight ¿acepta usted gobernar el reino del Este así como sus respectivas provincias y territorios procurando la cultura, la moralidad y la ley dictaminada por los dioses?
—Acepto.
—¿Defenderá este reino de cualquier bando enemigo?
—Acepto.
—¿Procurará la vida de sus súbditos y la fuerza militar de este reino?
—Acepto.
—De rodillas —me ordena, de inmediato me arrodillo. La señora Amira se acerca con una corona de la cual la señora Laila me la coloca en la cabeza—. De pie —la señora Amira le entrega una espada a la señora Laila—. Con esta espada defenderás de cualquiera que perturbe la paz del reino oscuro. Les presento a su nueva reina ¡largo sea tu reinado!
Todos en la sala repiten esa frase.
¡Largo sea su reinado!
Al culminar la ceremonia Cosmo y yo salimos por el mismo pasillo donde entré. Detrás de nosotros nos siguen la señora Laila y mi señor; detrás de ellos su hija Tabitha y su esposa, y así toda su familia. Cosmo y yo nos montamos en un carruaje diferente al que llegué, este no tiene techo, él me ayuda a subir y me acomodo en el asiento; él hace lo mismo que yo. El cochero parte de la abadía y recorremos el reino, saludamos a las personas que se aglomeran en las calles para vernos. Todos gritan: QUE VIVAN LOS REYES.
Llegamos al castillo donde empieza un banquete oficial donde dura todo el día. Puedo hablar con Venus, cargar a mi sobrino, bailar un poco con Cosmo que no paraba de decirme lo hermosa que estoy, conversé con mi familia. Todo es espléndido. Al llegar la noche nos despedimos de los invitados y Cosmo y yo subimos a nuestra habitación. Al entrar veo que el lugar está decorado con abundantes flores llenando la alcoba de un embriagador perfume.
—No sabes el tiempo que tuve que esperar para este momento —él me sostiene por la cintura.
—Ahora ya no tendrás que hacerlo nunca más.
Nos deshacemos de nuestros ropajes, me carga en sus fuertes brazos llevándome a la suavidad de la cama. Besa cada parte de mi ser, haciendo suyo mi cuerpo toda la noche.
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