-¿Q-que? ¡¿QUÉ?! ¡¿POR QUÉ?!

-Ernesto, t-tranquilizate por favor.

-¡¿CÓMO CHINGADOS ME VOY A TRANQUILIZAR?! ¡Me estas abandonando! M-me estas dejando...¿Por qué?...¿Por qué? ¿Qué hice mal?

No importó su esfuerzo al resistirse, no importó cuan grande era su orgullo, no importaba lo ridículo y debil que se miraba, las lagrimas salían sin parar.

Tenía un dolor en el pecho, sus manos temblaban por los nervios. Ernesto nunca había amado tanto a alguien como lo hizo con Héctor, y nunca se había sentido tan amado.

Su familia no lo amó y lo maltrató así que escapó , intentó sobrevivir sin depender de los demás, tuvo que robar y trabar duro durante años...pero con la compañia de Héctor, todo eso valía la pena.

Héctor tampoco la tuvo facil. Huerfano de nacimiento vivió con una vieja de el pueblo, una señora muy amable y cariñosa, todo bien hasta que falleció y Héctor se quedó solo, hasta que Ernesto llegó, nunca volvió a estar solo y nunca volvió a estar sin amor.

Dos pequeñas almas abandonadas se unieron.

Dos almas unidas se enamoraron.

Dos almas enamoradas se separaron.

Dos almas separadas no podían avanzar.

-T-tu no hiciste nada mal, solo no debemos seguir.

-¡¿Y por qué?! Por lo que digan los demás, porque te interesa más lo que la sociedad piense que el amor infinito que te tengo, ¡Porque eres un maldito miedoso!

-¡CALLATE ESTUPIDO! ¡¿Y SI TENGO MIEDO QUÉ CHINGADOS TE IMPORTA?! ¡¿Y si tengo miedo de que la gente me odie y me vea como un fenómeno?! ¿Y si tengo miedo de hacer algo mal?...¿Y-y si...?

Héctor entró en pánico, esto tambien era difícil para él. Lo amaba, lo amaba demaciado...pero su miedo era más grande.

-Héctor, se que estas asustado y yo tambien lo estoy, un poco. Podremos solucionarlo, s-somos pareja y se que...

-Lo siento, de verdad lo siento mucho, esto terminó.

*
*
*
*
*

¿Saben? Es difícil terminar con el amor de tu vida y verlo felíz con alguien más ahora.

Miras su sonrisa, esa hermosa sonrisa que ahora la provoca alguien más.

Esa mirada brillante que ahora la dedica a alguien más.

Imelda era su nombre.

Altanera, preciosa y orgullosa, ¿Cómo no describirla con esas palabras?

Tal vez fue lo que hizo que Héctor cayera a sus pies.

Tal vez siempre fue eso.

Es el día de su boda ¡¿Adivinen quién es el padrino?!

Yo no quería, pero al ser el amigo mas cercano de Héctor nos lo propuso, todo mi orgullo hizo que aceptara, ahora que estoy al lado de Héctor y lo miro casarse me arrepiento, con todo mi roto corazón.

Héctor Rivera, ¿Aceptas a Imelda como tu legítima esposa? Para amarla y respetarla, en la salud y en la enfermedad, en las buenas y en las malas, hasta que la muerte los separe.

Por alguna razón, Héctor volteo a verme, como si me preguntara con la mirada si era lo correcto. Solo lo ignoré, tal vez ya era demaciado tarde para preguntar eso.

-Si, acepto-

Como siempre dijiste que si, después de todo tu nunca le niegas nada a ella, como cuando tampoco yo te lo negaba.

=Yo movería el cielo y la tierra por ti, maldito traidor.=

Nota de la escritora: Encerio, me va a dar algo si este capítulo no se ve.