Capítulo 1. El dilema de Ethan.
Cerca de un embarcadero se encontraba una gran feria que hacían en Barcelona. Nadie sabía desde qué fecha se creó tal evento de un recinto ferial, pero databa de tiempos antiguos según la historia de la localidad. La tradición de organizarla fue para que la gente que vivía en la ciudad se olvidara de los problemas de la semana y comenzara de nuevo el día a día; así que cada fin de semana se celebraba. Las personas eran libres de ir para disfrutar del ocio o comercio. En los puestos de venta podías encontrar libros, accesorios, objetos antiguos y sobre todo gran variedad de comida de la región. En otro bando se encontraba la zona de ocio donde estaban instaladas diferentes atracciones y zonas recreativas. Por todos lados se escuchaba música y el ambiente se iluminaba por luces de diferentes colores. La gente hablaba, reía y se divertía.
—Delaney.
—Yo soy Ethan.
—¿Ethan?
—Así me llamo. Delaney es un nombre muy dulce.
—Gracias. Eres muy amable.
—Vamos a divertirnos. —Le ofreció la mano y se adentraron en la feria.
Un joven Ethan conoció esa tarde en la feria a una chica que le marcaría de por vida. Ella era una chica idealista, creía demasiado en la fantasía y su imaginación parecía no tener límites. Delaney siempre se mostraba feliz, aunque fuese sensible y se pusiera nerviosa con facilidad. A su edad solía guiarse por sus impulsos al ser una persona directa y sincera. Siempre buscaba la compañía de alguien y cuando menos te lo esperabas se mostraba distante para darse a sí misma tranquilidad. Le encantaba leer poesía y casi todo el tiempo lo pasaba escuchando música, por eso la feria era uno de sus lugares favoritos.
Ethan al ver por primera vez a Delaney, sabía que esa chica había sido destinada para él. Ethan se reconocía muy bien, era un chico seguro y valiente. A primera vista parecía tímido y reservado porque necesitaba demasiado tiempo para sí mismo, por eso las personas que le empezaban a conocer le solían juzgar mal. Compartía sus pasiones con pocas personas, solo lo hacía con las que él creía que podía sacrificarse por ellas y tuvieran unos valores honestos. Tenía en mente mejorar el mundo, pero no solo el suyo, trataba de ayudar y defender a todos los que le rodeaban. Cuando le apasionaba algo nunca se rendía y luchaba hasta lograrlo por muy difícil que fuese. Él siempre se recordaba que estaba en el mundo para cambiarlo. Cualquiera que hablase con él debía estar preparado para compartir su visión de la vida, a veces podías sentirte inferior a él al ver que su amistad era demasiado intensa, pero él te iba a querer siempre.
—¿Subirías conmigo en la noria? —preguntó Ethan, tras un rato paseando con Delaney observando la feria.
—Me dan miedo las alturas —respondió, mirando los ojos de Ethan con cierto pánico.
—Los miedos hay que superarlos. No te pasará nada, te lo prometo.
Delaney aceptó, nunca había montado en la noria ni cuando le habían insistido sus amigas constantemente, pero esta vez una fuerza que desconocía le hizo ser valiente dándose cuenta que era por la presencia del chico que acababa de conocer. Desde el primer momento que observó al chico vio que guardaba algún secreto y era lo que quería descubrir de él, su vida y lo que le envolvía, conocer sus virtudes, defectos, miedos, esperanzas, sueños y aficiones.
Había anochecido, la noria giraba y Delaney no podía apartar la mirada de la atracción mientras se acercaban. Seguía el paso firme y decidido de Ethan sin dudar de ella misma pensando que el chico la conduciría a un lugar donde nunca habría sido capaz de estar sin él.
Esperaron hasta que llegara el turno de poder subir a la noria, Ethan miraba a Delaney pensando que era la chica más guapa que había visto nunca. Cada vez que se acercaban más a la atracción, Ethan podía percibir en Delaney un leve miedo en sus ojos y solía mojarse los labios con saliva porque se le secaban, como si estuviera intentando superar el miedo en su interior.
—Estás nerviosa —dijo Ethan sonriéndole.
Delaney lo miró y sin explicación se le quitó el miedo.
—No —contestó con una sonrisa.
Su turno llegó y fueron directos a la atracción. Ethan dejó que Delaney subiera primero cogiéndola de la mano y luego subió él. La puerta de la cabina de la noria se cerró y empezaron a elevarse un poco hasta que se detuvo para que subieran los demás que esperaban.
—Nos hemos parado —dijo Delaney, observando la altura a la que estaban.
—Pronto estaremos más arriba —contestó Ethan que no desviaba la vista de la chica.
La noria se puso pronto a girar de nuevo, esta vez no se detuvo. Rodaron entre sí un par de veces observando cómo se veía la feria en lo alto con las distintas luces de los locales que iluminaban a todos, los gritos y las alegrías de la gente estaban envueltos por la música. Al otro lado, se encontraba el denso mar oscuro alumbrado por la luz de la Luna rodeada de estrellas. La noria los detuvo en lo más alto de ella y pudieron contemplar todo desde arriba. Se respiraba una cierta tranquilidad y el paisaje era digno de admirar.
—Has perdido el miedo, lo noto en tus ojos —dijo Ethan.
—Sí, lo he superado.
—¿Por qué tenías miedo a las alturas?
—Siempre me han dado pánico porque desde niña creía que perdería el equilibrio y pensaba que si me caía, caería en un vacío infinito y no sabía que me encontraría abajo. Temía a perderme para siempre.
—Conmigo nunca te vas a caer, nunca llegarás al vacío porque yo te contendré de la mano. —Ethan la cogió de la mano y Delaney solo podía sonreírle y agradecerle por quitarle el miedo que le había acompañado siempre y él lo había borrado. —Al contrario, si confías en mí podremos volar juntos y te sentirás un ángel, es lo que eres, y un ángel no puede tener miedo a elevarse, porque sé que tú puedes llegar a lo más alto, hasta donde te propongas.
Delaney lo miró. Ninguna persona le había declarado esas palabras. Pensaba que lo había conocido de hace un rato y ya estaba preocupándose por vencer sus miedos y compartir las cosas de su vida. Nunca nadie se había interesado tanto por ella, eso fue lo que hizo que sintiera una enorme atracción por Ethan que no le desaparecería jamás.
—Será un placer volar contigo, Ethan. —Le sonrió mirando como la mano del chico acariciaba la suya
Empezaron a dar vueltas de nuevo, hasta que el encargado de la atracción hizo que se bajaran porque había acabado su turno. Estuvieron un rato más andando y hablando entre ellos para conocerse.
—¡Qué tarde es! —exclamó exaltada Delaney—. Debo irme.
—¿Te acompaño a casa?
—No.
—Es de noche, está oscuro. Vamos, te acompaño.
—No, no. Vivo cerca, además mis amigas me esperan. Iré con ellas.
—Como desees. Debo verte de nuevo.
—Mañana podemos vernos.
—¿Dónde?
—Te invito al Gran Teatro del Liceo. A las cinco de la tarde.
Ethan nunca había ido al teatro, pero asintió y estuvo encantado de ir.
—Allí estaré.
Ethan y Delaney se despidieron. Al día siguiente, fueron al teatro situado en La Rambla de Barcelona, donde nunca había entrado Ethan ni había presenciado una obra, al principio no entendía qué significaba ni por qué había tanta pasión por ir, porque en el camino Delaney le explicaba muy emocionada lo que sentía al asistir a una obra teatral. Una vez comenzado el espectáculo, observó los ojos de Delaney para ver lo que significaba aquello que veía ella, le brillaban los ojos de la emoción y Ethan quiso percibir lo mismo. Al acabar el acto, entendió a Delaney y al público que asistió a aquella obra de teatro. Al final, acordaron ir al teatro cada semana y Ethan en cada escena se adentraba en un mundo de sueños y maravillas, el escenario se convertía en un puente que comunicaba el mundo creativo con el público. Admiraba como las personas del escenario se expresaban libremente y sentían que eran otras diferentes. Para Ethan, era una manera fascinante de descubrir el mundo que nos une, de hablar de lo que nos envuelve a todos, es ahí donde al descubrir ese mundo se convirtió en un soñador. Siempre se marchaba del teatro con una sensación que no había presenciado nunca, le encantaba y le daba eternas gracias a Delaney por hacerle descubrir un tipo de arte que no conocía.
Pasaron varios días juntos, disfrutando el uno del otro. Tuvieron más citas, iban al cine, paseaban por la playa, iban a comer a restaurantes, a lugares especiales para ellos que el otro no conocía pero le gustaría conocer. Había días que quedaban por el simple hecho de verse, porque se habían acostumbrado a pasar ratos juntos y luego se iban a sus casas.
Hasta que una noche, cuando Ethan estaba en casa durmiendo, tuvo un sueño muy real. Se encontraba en una laguna extensa, no había rastro de una nube en el cielo. Le rodeaba un prado verde que cercaba un lago a lo largo del paisaje con unas montañas cubiertas de nieve a lo lejos. Ethan creía haberse perdido, caminó varios metros hacia el lago intentando reconocer donde se encontraba. A escasa distancia vio una chica joven, llevaba puesto un gorro negro, ya que la temperatura no era muy cálida. Una chaqueta negra fina arremangada con una camiseta blanca interior y unos pantalones negros. La chica extraña de ojos azules lo miró intensamente, Ethan no sabía quién era aquella chica rubia, de donde había salido ni qué hacían allí.
—Bienvenido —saludó a Ethan, mirándolo fijamente a los ojos.
Ethan no sabía por qué le daba la bienvenida ni por qué le miraba de aquella forma tan directa, la chica era de lo más enigmática.
—¿Quién eres? —preguntó Ethan intrigado.
—Soy Astrid ¿Cómo te llamas?
—Ethan. ¿Dónde estoy? ¿Qué es este lugar?
—Aquí vivo yo, esta pequeña laguna es mi hogar.
Ethan desconfió de Astrid, no podía creer que una persona viviera solitaria en una laguna perdida en el mundo.
—¿Qué tiene de especial este sitio para ti? —La chica miró a Ethan con cara de sorprendida—. Si no hay nada.
—¿Crees que no hay nada? Ven conmigo. —La chica cogió la mano de Ethan y le condujo más cerca del lago. —Mira a tu alrededor.
—Hay un lago, hierba, árboles, montañas... Pero no hay nadie. ¿Cómo puedes vivir aquí?
—Ya empiezas a observar un poco más. Al principio decías que no había nada.
—Sigo sin ver el encanto de este lugar...
—Verás, Ethan. Todo lo que hay ahora mismo es la vida, un camino lleno de aventuras. Muchas personas como tú no ven más allá de un simple lago y unas montañas, pero a veces no debemos mirar solo lo que nos envuelve, sino quien está con nosotros.
—No me conoces...
Ethan dudaba de la chica, pero eso no le impedía que al mirar a Astrid no pudiera evitar quedarse deslumbrado por su belleza y le sedujese conocerla más sin ninguna explicación lógica, él amaba a Delaney lo sentía desde el primer momento, pero con Astrid también se sentía maravillado con su presencia, era un sentimiento extraño que le empezaba a corroer el cuerpo, estaba cautivado por dos mujeres, no le había sucedido nunca.
—Te gusto, está en tu forma de mirarme. Y por tu forma de actuar no quieres marcharte.
Ethan no podía creer que se hubiese dado cuenta de lo que sentía ¿Acaso la chica podía mirar más allá de sus ojos?
—Desde que te he visto me he preguntado qué hace una chica en medio de una laguna mirándome como si me quisiera poseer.
—¿Poseerte?
Ethan, desde el primer momento que vio a Astrid, la admiró. No podía evitarlo, se sentía atraído por la chica de la laguna. Por presentarse a él de forma tan misteriosa e ir conociéndola.
Así fue como cada noche cuando se iba a dormir, Ethan pensaba intensamente en Astrid y aparecía en la laguna misteriosa, la chica siempre le recibía con una sonrisa inmensa y paseaban horas por la laguna, pasaban ratos tranquilos mirando el lago o tirando piedras a él intentando que las piedras revotaran varias veces en la superficie del agua. Casi todo el tiempo reían juntos. Cuando Ethan despertaba, deseaba ver a Delaney, ir al teatro, a la feria, comer juntos, charlar sobre sus confesiones y cómo les había ido el día. Se había acostumbrado a la compañía de dos chicas.
Ethan amaba a Astrid pero por ello no dejó de amar a Delaney y se preguntaba cómo podía amar tanto a dos personas a la vez. En el pasado había tenido varias novias, pero a ninguna de ellas pudo amarla de verdad, ahora tenía un gran dilema, amaba a dos mujeres y cada una era diferente. Lo mejor era que no se podían ver entre ellas porque Astrid formaba parte de sus sueños y Delaney era parte de la realidad.
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