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Capítulo final: El mundo color Matilda.

#ColorFinal

No pude agregar sonido, así que si pueden reproducir la canción To Build A Home de The Cinematic Orchestra, desde que Matilda llega a la galería, va a ser una doble experiencia. Vale la pena.

LA NOTA DE AUTOR LA HARÉ EN EL EPÍLOGO O APARTE.

Ah, no olviden sus pañuelosh 7u7

Tener que despedir a mi mejor amiga es una de las cosas más duras por la que tendré que pasar en lo que llevo de mi vida. Fiorella se irá en dos semanas, solo dos semanas. ¿Cómo se supone que pasaremos el tiempo juntas en tan poco tiempo? He compartido tantas cosas con ella, nos hemos reído tanto, hemos peleado y hemos pasado por tanto que no puedo imaginarme mis días sin mi hermana del alma. Sin embargo, me encuentro acá, caminando, recorriendo el mismo sendero que siempre me llevó a su casa y al café. Es una de las últimas veces que lo recorreré y se siente bastante extraño, pero no de una manera agradable, un tanto agridulce.

Siento una puntada en el pecho cuando veo el letrero "En venta" al lado de "liquidación de libros por cierre definitivo". En otras circunstancias ese letrero es genial, pero definitivamente no en estas.

Todavía recuerdo cuando Fiorella me invitó a merendar por primera vez. El sabor de los bocaditos de coco derritiéndose en mi boca y de la chocolatada helada al ser una tarde de verano, donde nuestras madres charlaban y nosotras merendábamos feliz. Cómo recorrimos todos los pasillos mientras ella me contaba sus historias favoritas y yo la escuchaba con atención, a pesar de que no era muy fan de la lectura, a diferencia de mi hermano. Esos recuerdos quedan impregnados y no creo que alguna vez pueda olvidarlos. No creo que alguna vez pueda olvidar El amor en tiempos de Café.

Y justo cuando estoy por entrar me encuentro con mi hermano saliendo del lugar. Me mira a los ojos y sé lo que pasó, sé cómo se siente y no es nada bueno. Sé cómo está su corazón en este momento. Julián será chistoso el noventa por ciento del tiempo, pero es la persona más sincera y sensible. Creo que ese diez por ciento restante puede derribar todo lo demás.

―Hola ―Es lo único que puedo decirle.

―Se va ―Apenas musita―, pero creo que vos ya lo sabías.

―Te lo tenía que decir ella, perdón.

―Sí, te entiendo ―Mira el café para llevar que tiene en la mano izquierda―. Cuando llegué y la vi colgando estos letreros... ―Niega con la cabeza―. Mi último café para llevar ―Lo señala.

―Ay, Julián ―Quiero abrazarlo, pero no acá frente a la librería.

―No importa, supongo que nunca debió ser, pero se siente horrible de todas formas. Quiero ir a casa, tal vez pase por lo de Fabri antes o camine por ahí, escriba algo.

―Mejor te acompaño, no puedo verte de esta manera.

―No, es tu mejor amiga y ya se va, pasá el tiempo que quieras con ella, yo voy a estar bien. Después de todo seré un escritor famoso, harán películas de mis libros y tendré muchas chicas a mi alrededor ―Ríe, pero sin ánimo alguno―. Olvidaré a la mosquita muerta.

―Dame un abrazo ―Le digo y no le doy oportunidad a que me responda, ya que me abalanzo con los brazos abiertos. Mi mellizo responde enseguida con el brazo desocupado y me obliga a que entre al café y que me quede tranquila.

Cuando cruzo la puerta veo que mi mejor amiga estaba viendo todo detrás del mostrador. Por sus ojos tristes me doy cuenta que algo le afectó que Julián no quiera venir más estas dos semanas antes de su partida. Me doy cuenta que tal vez ella tenía sentimientos por dentro que nunca pretendió exteriorizar.

Cuando estoy a punto de salir de casa, hacia la galería donde se hará la exposición y sorpresa de Fabricio, me llevo la emocionante no tan sorpresa de que fui aceptada en la universidad. Mamá y papá me abrazaron cuando les leí el correo e Iris me dio un sonoro beso en las mejillas que luego apretó mi abuela. Así que fui al baño para retocar el maquillaje que se me había corrido un poco, gracias a un par de lágrimas de felicidad y una familia cariñosa. Pero no me quejo, no hay forma alguna de quejarme si mi maquillaje se arruina de esa forma, sería muy tonta e ingrata si tuviera el tupé de hacerlo. Por ende, estoy frente al espejo del lavado mirando a los ojos que algunos le llaman celestes, mirando a la chica frente a mí que se maquilló de nuevo. Le digo que es fuerte, que ha pasado por mucho y que la quiero, la quiero como nunca lo hice antes.

Le dedico una sonrisa y vamos hacia la galería.

Alrededor de veinte minutos de espera, el lugar se abre para quienes estábamos en la fila. Con mi familia somos uno de los primeros en entrar. Sinceramente siempre evité las galerías de arte por Fabricio, recuerdo que a la última que fui por voluntad propia fue a los 12 años, luego de eso eran obligadas por el colegio y si tenía la oportunidad, faltaba. Supongo que fue porque Fabricio Clas siempre me afecté en cierto punto a pesar de haberlo "olvidado" por completo, cuando nunca fue así.

El programa de las exposiciones no es libre, o sea que se rigen por un orden de visita obligatoria, y la exposición de mi novio es la número cuatro. La primera que estoy obligada a ver, y sin poder ir corriendo hasta la cuarta, es de una chica talentosa que pinta paisajes en blanco y negro. No voy a dudar que es buena, pero Fabricio es el mejor. La segunda es de un fotógrafo de rostros; nunca había visto tantas expresiones juntas en un solo lugar, yo no podría sacar fotos, salen desenfocadas lamentablemente. La tercera es un chico que hace esculturas tan precisas que hasta parecen reales, sin embargo, no me detuve a admirarlas correctamente porque ya quería ver lo que preparó Clas. En serio, quería saber el motivo de nuestro casi nulo tiempo juntos. Entonces con mi familia detrás, nos acercamos a la cuarta exposición.

Solté una sonrisa cuando lo primero que vi fue un cartel colorido con el título "El mundo no es siempre del color que creemos" en una puerta. Ya que era la primera, y desesperada por entrar, giré el picaporte y la abrí.

Era increíble, era perfecto, lo era todo. Había grandes cuadros de la escuela, mi casa, la iglesia, el parque, mi heladería favorita, el Cielo, muchos perritos, paisajes, bibliotecas. Era todo mi alrededor, mi día tras día. Todo estaba plasmado con tanta perfección que no se podía creer. Fabricio se había pasado con esta exposición.

Estaba por acercarme más a los cuadros, cuando siento que alguien acaricia mi espalda, y al voltearme, me encuentro cara a cara con quien pinta mi corazón a pinceladas multicolores.

―Esto es... ―No me deja completar la oración ya que tapa mi boca con un dedo, y con su otra mano libre, me muestra unos anteojos. El gesto me hace fruncir el ceño porque no entiendo esto.

―Ponte los anteojos y entenderás ―Me susurra.

Entonces le hago caso y todo cambia; el cielo no es del color que yo lo veía, el pasto y las hojas de los árboles tampoco, incluso la fachada del colegio y el mismísimo sol. Todo es extraño, surreal, raro, nunca me podría imaginar un mundo así. Camino mirando cuadro por cuadro mientras siento a Fabri a mi lado estudiando cada una de mis reacciones y mis risas. ¡No hay forma que el cielo y el mar sean de ese color! Suelto una risa al respecto.

―¿Sabías algo? Todos nosotros vemos el mundo de la forma en que lo haces tú ahora con lo que tienes puesto ―Me dice.

Me doy vuelta al instante.

―¿En serio? ―inquiero.

―Sí, Matilda, así es el mundo en realidad ―susurra acercándose a mí―. El cielo es de ese color extraño, según por lo que dices, también el mar. Las plantas no son como te imaginaste, ¿no?

Solo puedo negar y sigo mirando todo. Absolutamente todo. Ya no miro solo los perfectos cuadros del artista que tengo en frente, sino que cada persona que pasa a mi alrededor, el color de sus ropas, sus zapatos, sus ojos, miro cada detalle y al mundo como jamás lo pude ver.

Toda mi familia, e incluso nuestros compañeros que acaban de llegar, me miran con una sonrisa de oreja a oreja.

―Wow, qué mundo extraño... ―Solo puedo decir.

Luego mis ojos se desvían a la puerta siguiente que lleva un letrero multicolor con las palabras "El mundo color Matilda". Miro a Fabricio de forma interrogante.

―Si quieres pasar por esa puerta, solo debes sacártelos ―Hace una seña hacia mis ojos.

―¿Qué hay? ―pregunto mientras la gente que pasa y sale de esa puerta queda encantada y miran a Fabricio con aprobación y algunos admiración. Él no se da cuenta de esto, solo se encuentra expectante a cada uno de mis movimientos y actitudes.

―Ese es tu mundo, presidenta ―responde quitándome con delicadeza los lentes que llevo puestos―. Cada persona que entre por esa puerta vivirá el mundo color Matilda. Con un mar y cielo verde, con un sol naranja, con manzanas algo azuladas y colores "inadecuados" ―Hace comillas al decir la última palabra― para nosotros. Un mundo más divertido que esos ojos celestes, que nunca puedo pintar, tienen el placer de ver día a día.

A este punto mis lágrimas se incrementan haciendo que seguramente se me vuelva a correr el maquillaje.

―Quiero entrar.

―Vamos ―Me dice y toma mi mano. Muchos le aplauden y nos sacan fotos, pero lo que a mí me importa es tenerlo a él y tener conmigo este momento para siempre. Y tenía razón, cuando entré a la segunda habitación de su exposición, había más frutas, flores, paisajes, el semáforo. También un video de Fabricio pintando varios cuadros reproduciéndose con mucha velocidad. Me detengo a verlo y soy la única al hacerlo, porque mientras los demás se detienen a admirar sus obras, yo pienso que la mejor obra es él. Todo es perfecto, hasta la música con voces suaves y un piano en perfecta sincronización con las pinceladas en el cuadro. Voy a extrañarlo con todas mis fuerzas, voy a extrañarlo tanto que lloraría acá y ahora.

―¿Solo me mirarás a mí? ―sisea en mi oído y luego besa mi sien quedándose unos segundos más de lo debido―. Es el momento en donde te confieso que filmó todo Julián, bueno, en realidad solo dejaba la cámara y se iba a dormir o a comerse todo en la heladera. No sé cómo mamá no lo echaba de casa.

―Gracias por esto ―Volteo para quedar frente a frente.

―Voy a extrañarte, Matilda ―Me dice con los ojos llorosos.

Niego con la cabeza y miro a mis pies porque si vuelvo a ver sus ojos oscuros y brillosos, yo también lloraré mares.

―Ingresé a la universidad ―suelto.

Él sonríe, ¿cuándo me acostumbraré a que lo haga? No hay nada más lindo que cada sonrisa sincera de su parte. No hay nada más lindo que sonrisas sinceras. No hay nada más lindo que personas sinceras. Fabricio Clas es una de ellas.

―Felicitaciones, presidenta, yo sabía que lo lograrías ―Me abraza y siento que no tengo las fuerzas suficientes para abrazarlo como quiero hacerlo y me parece que él se siente igual.

―Ya casi no soy tu presidenta, Clas ―expongo.

―Para mí siempre serás mi presidenta, incluso yo te voté a ti ―confiesa y me separo.

―¿En serio? Yo voté por vos ―También confieso.

―Eso lo sabía, te conozco ―Besa mi mejilla―. Presidenta, te prometo que mientras estemos alejados siempre estarás en mi corazón y que el poco tiempo que nos veamos valdrá la pena. Haremos que esto funcione, porque si Dios así lo quiere, estaremos juntos siempre. No puedo, no hay forma de que me imagine al lado de alguien que no seas tú. Siempre voy a quererte.

―A principio de año, en un campamento, habías tomado remedios por el resfriado y quedaste medio raro. Ese día... dijiste que me amabas y... Nada, nada.

―¿Nada qué?

―Nada, es que...

―Ese día te amaba y hoy también te amo ―suelta en seco―. Tú... ¿hoy me amas?

―Desde que tengo 12 años ―Le sonrío y él también lo hace entre lágrimas―, y hoy también te amo.

Quiero decir algo más, pero él calla mi inesperada confesión con un beso. Sus labios están más dulces y tibios que de costumbre, o será mi añoranza a este momento que guardaba bajo candado por tanto tiempo que pasamos alejados. No sé lo que es, incluso es muy tonto y banal buscar una explicación coherente cuando coherencia y razón es lo que se me escapa de las manos cuando él me besa. ¿Qué puedo decir? Se escabulle mi consciencia, se esconde y se echa a volar. El cielo cambia de color y pintamos una nueva estación. Sí, esto tiene que funcionar, sentirse así no puede ser un simple capricho, un romance juvenil de esos que suelen contar los abuelos con un brillo en los ojos. Creo, siento que esto puede ser eterno o durar mil años como estrellas en el cielo.

―Estamos dando un espectáculo en el mundo color Matilda ―dice entre risas.

―No me importa ―respondo.

―A mí menos, pero lo que me importa es tu maquillaje... Creo que ahora eres un panda. Un panda muy lindo.

Abro los ojos de par en par, debo parecer una dark.

―Voy al baño, esperame acá ―aviso y me apresuro a ir al baño, pero él me detiene con cuidado del codo y me coloca los lentes nuevamente.

―Voy a estar esperándote, siempre ―Me guiña un ojo y soy libre para ir a los lavaderos de nuevo.

Con los lentes puestos vuelvo a mirar como es el mundo según ellos, los demás. Algunos pueden llamarle costumbre, quizás, pero aunque me muestren todo los contras, hoy elijo mi propio color. Opto por mi mundo y por manzanas azuladas, según Fabricio. Opto por todo lo que viví y lo que me falta por recorrer; mi noviazgo, mis amigos, mi familia, los años que estaré en la universidad y ese viaje recorriendo América Latina al terminar.

Lavo mi cara y me seco con las toallas descartables, vuelvo a tomar el maquillaje para retocármelo y me veo. Sigue aquella chica que miré en el espejo de casa, otra vez quitándose el rímel estropeado por las lágrimas de felicidad, en esos ojos celestes, según los demás. Pero esta vez es diferente, no decide maquillarse, si total en diez minutos volverá a abrazar a personas hasta desgastarse. Si total en diez minutos volverá a llorar. Le digo que es fuerte, que ha pasado por mucho y que la amo, la amo como nunca lo hice antes.

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