Capítulo 32: Que algún día me entiendas.
#ÚltimosDíasDeColores
―¿Ella...?
―Sí, es la verdadera ―responde Mati adivinando mis pensamientos.
―La falsa, diría yo ―Cruzo de brazos mirando a la extraña que se nota realmente incómoda y no me importa en lo absoluto que se sienta así.
Las chicas a mi lado se preparan para darle la bienvenida ―y una no muy buena que digamos― a la rubia que acompaña a mi novia, sin embargo, Matilda las detiene. No entiendo el porqué.
―Chicos, tienen que escucharla antes. Su nombre es Lorena y no la está pasando para nada bien, por favor, tratemos de tener un poco más de empatía ―vocifera mi novia.
Tenía ganas de decir: ¿En serio, Matilda? Eres muy buena y por eso te quiero, pero te pasas. Obvio que no le digo eso porque va a golpearme.
―Claro, porque vos la pasaste súper ―acota Flor con un claro sarcasmo.
―Ya sé, pero solo le pido que la escuchen, por favor.
Entonces, y aunque no queremos, la escuchamos y aquella extraña que al comienzo no nos agrada para nada, nos cuenta su historia. Nos habla de como Damián le prometió el cielo y las estrellas, pero terminó empujándola en gran abismo del cual no sabe cómo escapar, todos sus miedos y la desesperación que lleva encima. Confieso que al principio ni me interesó lo que le estaba sucediendo, pero luego ese sentimiento fue reemplazado por pena. Porque realmente nadie se merece vivir en carne propia algo así. Lorena nos pide perdón y se muestra realmente sincera, no obstante Julián, Manuel y yo nos mantenemos al margen y son las chicas quien deciden ayudarla. Se quedan y con los chicos las esperamos fuera.
―Mañana vamos a ir al hospital con las chicas ―Me cuenta Matilda una vez que salimos de la fallida reunión del centro de estudiantes.
―¿Y eso por qué?
―Para asegurarnos que esté embarazada o no y para que veamos cómo está su salud. ¿La has visto? Es un huesito, realmente me da mucha pena ―sisea preocupada.
―Pobre... No te imaginas lo mucho que me tranquiliza saber que Damián está bien lejos y no podrá hacer más daño ―confieso.
―¿Y a mí? Me alegra un montón ―Nos vamos caminando los dos solos hacia cualquier parte, donde sea porque hace bastante que no tenemos un tiempo para nosotros, solo porque sí―. Las cosas van mejorando, vice.
―Quién diría que en medio año iban a pasar tantas cosas. Si me preguntabas el primer día de clases, me hubiese parecido una locura que ahora estés caminando a mi lado y llamarte mi novia.
―¿Te acordás? Nos cruzábamos por los pasillos y ni siquiera nos mirábamos ―Ella ríe.
―Bueno, ahí es la parte en la que te equivocas, rubia, yo siempre te miraba ―Le confieso―. Obviamente tú nunca te dabas cuenta.
Ella se detiene y me mira algo dubitativa.
―¿En serio?
―La más pura verdad.
―Hay algo que siempre quise saber ―Me dice.
―Pregunta lo que quieras ―Le sonrío.
―¿Por qué sos tan lin...? Digo, ¿por qué yo? Nunca lo entendí y hasta el día de hoy trato de hacerlo ―musita frunciendo su ceño―. ¿Todo porque comencé a ignorarte después de aquella fiesta?
―Ven ―Le digo y nos detenemos en la plaza frente a la heladería donde una vez irrumpí con Julián su cita con el patrón del mal―, nos sentemos. Recuerdo ese día como si fuese ayer...
Habían pasado muchos minutos de haberla empujado contra su propio pastel, como un completo patán. La culpa me carcomía y también el dolor ya que Julián me había golpeado el brazo por haberla hecho llorar, así que ya podía imaginarme el moretón al día siguiente. Nadie de nuestros padres lo supo, así que cuando Matilda volvió a aparecer sin su vestido, su madre no lo entendió. Me dije a mí mismo que estoy perdido, e incluso ya visualizaba los meses y meses de castigo por parte de mamá, pero nunca llegaron. Matilda nunca dijo que yo fui quien la lastimó en todos los sentidos posibles, ella dijo que sin querer tropezó y arruinó su propio pastel. Su madre lo pudo arreglar con glaseado violeta y quedó impecable, como si nunca le hubiese pasado nada.
Eso mismo sucedió con Matilda; ella volvió a aparecer en la fiesta totalmente radiante, como si yo nunca le hubiese dicho tantas cosas feas. Le cantaron el feliz cumpleaños y ella le sonreía a todos menos a mí que nunca me volteó a ver, a excepción cuando estaba a punto de pedir sus deseos de cumpleaños frente al pastel. Ella me dirigió una última mirada fría y luego de eso sopló las velas del pastel. Nunca supe qué pudo haber pedido, pero desde ese momento me encontré completamente perdido.
Los días siguientes en la escuela traté de pedirle disculpas miles de veces y ella me ignoraba a más no poder, hacía cuenta de que no existía, y no solo en el colegio, en su casa también. Hasta que un día me escuchó y solo se limitó a decirme:
―Realmente te pido perdón por haber sido muy hartarte y cansadora por ir atrás tuyo todo el tiempo. Prometo que jamás voy volverá a repetirse. Nos vemos ―Se fue sin más.
Y vaya que cumplió con su palabra, porque pasaban los días, meses y años, pero nunca más volví a existir para ella, ni ningún otro ser humano de sexo masculino que no sea Julián, porque irradiaba miedo para todos ellos a pesar de ser la chica más hermosa de toda la escuela.
A la salida de cada día del colegio, iba caminando con ella y Julián hasta su casa donde mamá solía buscarme. Matilda guardaba la mitad de su comida y siempre alimentaba a los perritos que vivían en este mismo parque para luego buscarles un hogar, y yo no podía creer que formulen leyendas de que ella mató a un chico y que enterró su cuerpo en el jardín.
Matilda siempre pareció una princesa de color blanco y negro, mientras que yo jugaba con colores e intentaba dárselos a sus ojos. Durante los 14 y 15 años me conformaba sabiendo que al día siguiente la vería en clases o si visitaba a mi mejor amigo. Pero a medida que iba pasando más y más el tiempo me encontré entendiendo que eso para mí ya no era suficiente. Me sentía frustrado y dolido por jamás llegar a su corazón y no obtener ni una mirada de ella.
Me gustaba Matilda como nunca pensé que una chica me pudiese gustar. La veía entrar en clases y quería ir hasta su asiento y saludarla, preguntarle cómo está, pero obviamente no podía... claro, podía, pero iba a ganarme una trompada como respuesta y no soy muy tolerante al dolor que digamos.
La quiero, la quiero porque a pesar de haber tomado malas decisiones sabe cuál es el camino correcto. La quiero porque su sonrisa es especial e ilumina los colores de sus ojos. La quiero porque mi corazón es un imán para el mío, el cual nunca se desgasta. La quiero por haberme hecho enojar y entristecer tantas veces que ahora con solo un simple "hola" ya ni lo puedo recordar. La quiero por cada uno de sus colores, los vivos, cálidos y fríos. La quiero tanto que me atrevo a abrirle mi corazón y contrale todo esto, sin omisiones, puntos y comas; todo de corrido para que lo lea y lo interprete como quiera.
―¿Ahora lo entiendes? ―Le susurro.
―Exactamente eso es lo que pedí: que algún día me entiendas ―Me respondió.
―¿Qué cosa?
―El día de mi fiesta cuando pedí los tres deseos. Por eso te miré y pedí que algún día me entiendas.
―Wow, vaya que se cumplió, ¿eh? Momento... ¿y qué pasó con mis miles de dólares cuando los pedí? ¡Estafa, los necesito para la universidad!
Ella suelta una risa y aprovecho el momento para abrazarla. Ella se aferra a mí enseguida. Como dije: su corazón es un imán para el mío.
―No puedo creer que mi deseo se cumplió... ¿y mi unicornio que hablara a mis diez años? Me siento engañada.
―¿Una beca completa? ―inquiero asombrado―. ¿Completa, completa?
―Genial, eso es una buena noticia para mi bolsillo ―Dice David.
―Completa ―responde Byron―. La exposición está abierta solo para alumnos del último año de secundario y quien sea más creativo, con una gran historia por contar, obtendrá una beca completa para la universidad. Pensé en ti enseguida.
―Sí, ¡me apunto! ¿Cómo me inscribo y cuándo es y cómo...?
―Tranquilo, me tomé el atrevimiento de inscribirte y ya estás dentro. La exposición es en septiembre, solo tienes un par de semanas para trabajar, pero confiando en tu talento, es más que suficiente ―alega Byron.
―Gracias, gracias, muchas gracias ―Le digo―. Realmente no sé cómo agradecerte.
―Bueno, con que obtengas la beca es suficiente ―dice y me entrega el folleto.
―Lo prometo, no les fallaré ―Lo acepto y saludo a ambos antes de irme de la oficina de David.
En el momento en que Byron me dio las indicaciones, supe qué iba a hacer y supe que ganaré.
Buen casi vierrrneeeeeeeeeeeeeeeeesss
Les cuento que solo queda esta semana y la otra y no tenemos más El mundo color Matildaaaaaaaaaaaaaaaaa :S But comenzaré Lo que sucedió cuando me rompiste el corazón, que la voy a subir en eshtosh díash 7u7
Cómo están!!!!
Les va gustando la historia?
Para quienes NO la leyeron antes... qué hará Fabricio? :3
Nos leemos en un rrrratiiinnnn...
Sí, en un ratito.
síganme los buenozzzz
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