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Capítulo 2

Siempre el mismo chico

Benjamín tenía dos caras.

La primera era lo que le mostraba al mundo, un ser inmaduro que le gustaba llamar la atención de los demás y que necesitaba la aprobación del resto para poder sentirse bien con él mismo. Y la otra era la real, esa persona curiosa por el mundo que siempre quería conocer cosas nuevas, hacía ensayos sobre las cosas que le gustaban y que no necesitaba la aprobación de alguien para saber que era una persona importante.

Pero la segunda cara casi nunca la veías.

Ese era su realidad pero su realidad sólo en casa.

Cuando llegabas a conocerlo te dabas cuenta que no era esa persona tan complicada ni molesta, sólo que había sido así tanto tiempo que a veces olvidaba que ya no lo era.

Ese día, igual que los otros, se bajó del tram apurado porque iba tarde al trabajo. Acababa de graduarse de la universidad y había conseguido un trabajo gracias a que su papá conocía a uno de los gerentes del lugar. Estaba ahí gracias a las influencias que tenía, pero era bueno en lo que hacía, así que nadie decía nada.

Corrió hasta llegar al edificio en dónde trabajaba, sacó su carnet de la mochila que llevaba y lo colocó en la máquina de registro para poder pasar y subir el ascensor. Ahí se encontró con su compañero que también estaba llegando.

—Vas tarde.

—Tú también vas tarde—le respondió Benjamín, el chico sonrió y se acomodó la chaqueta que vestía.

—Igual hoy el jefe no viene—respondió.

—Pensé que teníamos una reunión en la mañana.

—¿No viste el correo? Lo han movido para mañana.

Benjamín nunca veía los correos después del trabajo. Prefería siempre dejar las cosas del trabajo en el trabajo y centrarse en su vida en casa, odiaba ser de esas personas que tenían que llevarse el trabajo a casa o aquellos que trabajan horas extras. Al final no servía de nada.

El ascensor los subió hasta su piso y ambos chicos caminaron a su escritorio. Benjamín saludó a Claudia, su compañera y mentora durante su proceso de iniciación en la compañía. Claudia tenía el cabello negro y vestía un vestido floreado que llamaba bastante la atención.

—¿Saliste de un cuento de hadas hoy?—le dijo al verla, ella se rio y le entregó un cintillo con una flor pegada a él.

—Salimos—le respondió—, y como soy tu jefa debes colocártelo.

—Esto puede ser catalogado como obligación. ¿Lo tengo permitido? Pensé que éramos una empresa flexible.

—No bajo mi tutela, Benja—le dijo ella siguiéndole el juego.

—Asumo que estás así por el pastel de primavera que comeremos hoy.

—Asumes bien. ¿Y tú? ¿Por qué no llevas nada rosa?

—No tengo nada rosa. Además, la primavera no solo es rosa, mira que hay flores de muchos colores. Por ejemplo hoy vengo de marrón por la tierra, sin tierra no hay flores. Ingenioso, ¿no crees?—ella levantó una ceja—, también debo ir a otro lugar luego.

Eso último era mentira, sólo iría a la librería como siempre lo hacía y realmente no le importaba que lo vieran vestido con flores. En la librería trabaja su mejor amigo Piero, por lo que acostumbraba ir seguido a pasar el rato.

—Vale, es una pena. Te verías bien con el traje de Santa.

—Estoy seguro que no—se rio, Claudia sonrió y decidió culminar la conversación avisando que iría por un café.

El chico se sentó en su puesto y encendió la pc. Tenía un día largo de analizar gráficas y crear presentaciones de las mismas. Ahora que la reunión se había cambiado, tenía que mejorar lo que había hecho para que todo saliera perfecto.

....

El primer día de abril se veía reflejado por todos lados. Muchas luces, mucho rosa, muchas flores por toda la ciudad. A Benjamín le gustaba la primavera, más porque el clima era perfecto para él, y justo ese día se comían pasteles. Era un día perfecto para él.

Sólo no le gustaba el exceso de flores, justo como se encontraba el mostrador de la librería de Piero; tenía más decoraciones florales que libros.

—Tan lindo, me trajiste café—le dijo Piero al verlo entrar con dos vasos de café.

—Macchiato para ti—le entregó su vaso.

—Gracias—le dio un sorbo—. Oh por cierto, se llevaron El mundo luego de ti.

Eso le causó curiosidad. El mundo luego de ti era su libro favorito, lo había leído hace unos años cuando su vida en la universidad era un caos. Se trataba de una historia sobre la melancolía que venía luego de una ruptura, pero Benjamín lo tomó de una perspectiva diferente, lo llevó hacia la melancolía que sentías cuando tu vida no tenía sentido, cuando todo lo que había en ti parecía estar extinto, cuando te sentías dejado a un lado, cuando el mundo ya no era el mismo.

Y así había sido para él, se había aferrado tanto a esa historia como si esta fuese una persona que pudiese entender perfectamente todo lo que sentía. Gracias a eso logró sentirse mejor, como si alguien lo apoyara, como si Joanne Jones le hubiese dado las palabras exactas para entenderse y encontrarse a sí mismo.

Le debía mucho a ese libro. Era como su resurrección.

Por eso, decidió darlo a alguien más. Podía comprar otro luego y releerlo o solo tenerlo en digital. Quería mostrárselo a alguien, que pudiera entender lo mismo que él había sentido y se descubrió que dándolo a la librería de Piero y dejando una nota, podría también apoyar a alguien que lo necesitara.

—¿Quién se llevó el libro?

—Una chica—respondió—, bueno, dos chicas pero no sé cuál de ellas se llevó el libro.

—¿Han venido antes?

—No las recuerdo, pero viene mucha gente. ¿Quieres conocerla?

—No, sólo quiero saber si le gustó.

No era la primera vez que dejaba una nota en los libros que había leído. Era como una introducción a ellos; no le gustaba retener tantos libros, por lo que cada tanto llevaba los libros que no necesitaba a la librería de Piero y los dejaba en el área de los libros usados. Siempre le causaba curiosidad quién había decidido llevarse el libro que había dejado, era como si tuviesen algo en común.

Al leer lo que marcaba era como si estuviera leyéndolo a él también.

Quizás nunca lo supiera, pero quería saber si a esa chica le habría gustado el libro.

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