El Motor de mí Corazón
Desde joven, siempre estuve fascinado por la velocidad. Recuerdo las tardes en las afueras de Moscú, donde el rugido de los motores resonaba entre los edificios de concreto y el asfalto marcado por las carreras clandestinas. Para mí, cada carrera era un desafío personal, una oportunidad de demostrar mi destreza al volante y mi determinación de llegar a lo más alto.
Mi padre, un hombre con las manos ásperas por el trabajo duro, era mi héroe. Con paciencia y dedicación, me enseñó los entresijos de cada motor que caía en nuestras manos. No solo me transmitió conocimientos técnicos, sino también el amor por la velocidad y la precisión. Cada victoria en aquellas calles polvorientas era un triunfo compartido entre padre e hijo, un símbolo de nuestra pasión compartida por los autos y las emociones que solo las carreras pueden ofrecer.
El día en que recibí la llamada de Alpine F1 Team, supe que todos esos años de sacrificio y entrenamiento habían valido la pena. Había pasado incansables horas en la academia de Mercedes, enfrentando mis propios miedos y perfeccionando mi habilidad en cada curva y recta. Pero el mayor desafío siempre fue el miedo a las altas velocidades, un adversario que acechaba en las sombras de mi determinación.
Ahora, parado en el garaje de Alpine, con el uniforme de piloto ajustado y el casco bajo el brazo, me sentía preparado para enfrentar cualquier curva que la vida y la pista me tuvieran reservadas. Mis ojos brillaban con determinación mientras visualizaba las emociones encontradas: la emoción de competir en la máxima categoría del automovilismo mundial y el temor persistente que me impulsaba a perfeccionar cada detalle.
Pero más allá de las carreras y las máquinas, sabía que esta temporada me reservaba algo más. Algo que cambiaría mi perspectiva sobre la velocidad y el significado del éxito, algo que encontraría en los giros inesperados de la vida y en la presencia de una persona que transformaría mi mundo en y fuera de la pista.
...
Llegar a las oficinas centrales de Alpine fue como entrar en un mundo completamente nuevo y familiar al mismo tiempo. La estructura moderna de vidrio y acero se alzaba majestuosa bajo el sol del mediodía, reflejando el dinamismo y la precisión que caracterizaban a la escudería francesa.
Con paso firme y el corazón acelerado por la emoción, atravesé las puertas automáticas hacia el vestíbulo, donde fui recibido por una recepcionista amable que sonrió al reconocerme.
—¡Bienvenido a Alpine, Viktor! Estamos emocionados de tenerte con nosotros —me saludó con entusiasmo, extendiéndome la mano.
—Gracias. Es un honor estar aquí —respondí con sinceridad, devolviendo el apretón de manos con firmeza.
Desde que recibí aquella llamada para unirme al equipo, había imaginado este momento una y otra vez. Era un paso monumental en mi carrera. Mis ojos azules exploraron el vestíbulo mientras seguía a la recepcionista por pasillos elegantes y modernos hacia las oficinas.
—Tu primer día será bastante emocionante. Tendrás una reunión con el director del equipo en unos momentos. ¿Necesitas algo antes de empezar? —preguntó la recepcionista mientras caminábamos.
—Solo mi determinación y mi pasión por las carreras —respondí con una sonrisa, aunque por dentro sentía una mezcla de nerviosismo y expectación.
Al llegar a la sala de reuniones, me recibió un ambiente profesional pero acogedor. El director del equipo, un hombre con décadas de experiencia en el deporte del motor me recibió con un cálido apretón de manos y unas palabras de bienvenida que resonaron en mi mente.
—Estamos encantados de tenerte aquí en Alpine, Viktor. Tu historial en la academia de Mercedes habla por sí solo, y estamos ansiosos por ver lo que puedes lograr con nosotros —me dijo con una sonrisa alentadora.
Nos sentamos frente a frente y comenzamos a discutir los planes para la temporada. Hablamos de estrategias, objetivos y, sobre todo, de cómo podía aportar lo mejor de mí mismo al equipo. Cada palabra y cada detalle de aquel encuentro resonaban en mi mente, llenándome de determinación y la sensación de que este era el comienzo de algo verdaderamente significativo en mi vida.
Al salir de la reunión, caminé por los pasillos con confianza. Los murmullos de los ingenieros y el sonido lejano de los motores en el simulador de carreras me recordaban el ambiente vibrante y competitivo en el que ahora me encontraba inmerso. Esta no sería solo una temporada más en la Fórmula 1; sería mi oportunidad de demostrar mi valía y alcanzar mis sueños.
Con paso decidido, me dirigí al garaje donde, según el director del equipo, se encontraba mí monoplaza, y de igual manera mi compañero de equipo. Al entrar, mis ojos se posaron en el coche, una obra maestra de ingeniería aerodinámica y tecnología de vanguardia. Los ingenieros y mecánicos trabajaban con frenesí preparando los monoplazas para la nueva temporada.
En medio de la actividad frenética, vi a un hombre joven y atlético concentrado en revisar los datos de telemetría del otro monoplaza. Se trataba del francés Jacques Dubois, un piloto que ya llevaba un par de temporadas en la categoría, o eso recuerdo. Él iba a ser mi compañero.
Me acerqué a él con cautela, sabiendo que el primer contacto con mi compañero de equipo sería clave para nuestra relación en el futuro. Los equipos funcionan mejor cuando los pilotos están en sintonía, así que decidí presentarme con respeto, pero sin timidez.
—Hola, soy Viktor Sokolov —dije, extendiendo la mano hacia él—. Un placer conocerte.
Jacques levantó la vista de la pantalla con una expresión neutral, pero en cuanto nuestros ojos se cruzaron, su rostro se suavizó y esbozó una sonrisa cálida. Parecía más relajado de lo que imaginaba para alguien en medio de tantos datos.
—Jacques Dubois —respondió con un marcado acento francés mientras tomaba mi mano con un apretón firme, mostrando confianza—. Bienvenido a Alpine, Viktor. Espero que podamos hacer grandes cosas juntos.
—Gracias —respondí, aliviado por su actitud abierta—. He oído que eres un genio ajustando la configuración del coche. Estoy emocionado por trabajar contigo y aprender de ti.
Jacques sonrió brevemente, pero su mirada seguía enfocada en la pantalla, como si cada segundo lejos de los datos fuera una oportunidad perdida.
—Lo que más importa es entender cada detalle del coche. Un buen ajuste puede ser la diferencia entre acabar primero o quedarte atrapado en el pelotón —comentó mientras señalaba un gráfico que mostraba la velocidad en las curvas.
Su forma de hablar era directa, sin florituras. Cada palabra parecía cuidadosamente medida, como si no le gustara desperdiciar el tiempo.
—Lo sé —contesté, recordando mi formación en la academia de Mercedes—. En Mercedes, nos enseñaron que cada milisegundo cuenta, cada cambio en la configuración puede ser crucial.
Jacques asintió ligeramente, recogiendo una llave inglesa de una mesa cercana antes de volver a la pantalla.
—Exactamente —dijo—. Si logramos afinar este coche como debe ser, estaremos en la lucha. La consistencia es clave, y con eso, también la comunicación. Será un año largo, pero si trabajamos juntos, tenemos una oportunidad de competir en lo más alto.
Podía sentir la seriedad en su tono, pero también percibí un destello de ambición compartida. Él no estaba aquí solo para ser parte del equipo; quería ganar, al igual que yo. Y eso me hizo sentir que este año podría ser diferente.
—Eso espero también, Jacques —le dije con convicción—. Estoy listo para darlo todo.
Jacques me lanzó una última mirada antes de regresar a los datos.
—Bueno, más vale que lo estés. Vamos a necesitarlo —concluyó, su voz firme, pero no sin un toque de camaradería.
Jacques pareció interesado, y empezamos a discutir estrategias específicas que podríamos implementar durante las pruebas de pretemporada. Hablamos sobre cómo cada uno de nosotros podría aportar desde nuestras fortalezas individuales para mejorar el rendimiento general del equipo.
Conforme avanzaba nuestra conversación, comenzamos a compartir anécdotas de nuestras carreras anteriores y desafíos que habíamos enfrentado en la pista. Jacques tenía una perspectiva única sobre diferentes circuitos y condiciones de carrera, mientras que yo aportaba mi experiencia en el desarrollo técnico del monoplaza.
Al final del día, mientras observaba los últimos rayos de sol filtrarse a través de las ventanas del garaje, supe que mi decisión había sido la correcta.
El sol del desierto de Bahréin ya comenzaba a iluminar el Circuito de Sakhir cuando me preparaba para mi primera sesión con el equipo. Jacques y yo revisábamos los últimos ajustes en el monoplaza, listos para enfrentar las demandas únicas de esta pista desafiante.
—¡Vamos, Viktor! Esta es nuestra oportunidad para afinar todo —exclamó Jacques con entusiasmo, mientras verificaba los datos en la pantalla del garaje.
Asentí con determinación, ajustando mi casco mientras subía al Alpine A522. El rugido del motor resonó a mi alrededor mientras salíamos del pit lane hacia la recta principal. Cada vuelta en Bahréin era una prueba de resistencia y precisión técnica.
Durante la sesión matutina, me enfoqué en explorar diferentes configuraciones aerodinámicas. La curva 10 resultó ser un desafío particular, donde buscaba maximizar la velocidad sin perder estabilidad.
—Jacques, creo que podemos mejorar la entrada a la curva 10 con un ajuste en el alerón trasero —transmití por el radio, mientras analizaba los datos de telemetría en tiempo real.
Jacques, con su experiencia y calma habitual, evaluó mis observaciones y propuso un plan para la siguiente salida a pista. Su apoyo era fundamental mientras trabajábamos juntos para perfeccionar nuestro enfoque en cada curva y recta del circuito.
Mientras Jacques se encontraba manejando como todo un experto sobre aquel circuito, aproveché para capturar fotografías con mi celular. Desde las imponentes dunas hasta los detalles técnicos del monoplaza, cada foto era una forma de concentrarme fuera de la pista.
Con el sol alcanzando su cenit, las temperaturas en Bahréin se volvieron desafiantes.
Después de una intensa sesión de pruebas en el Circuito de Sakhir, Jacques y yo regresamos al garaje, exhaustos pero emocionados por los progresos que habíamos hecho. El equipo estaba satisfecho con nuestro desempeño, y eso se reflejaba en el ambiente relajado pero enérgico que se sentía en el pit.
—¿Qué te parece una carrera amistosa para cerrar el día, Viktor? —propuso Jacques, con una sonrisa juguetona mientras se quitaba el casco.
Me reí, contagiado por su entusiasmo.
—¡Claro!
El jefe de mecánicos, viendo nuestra interacción, intervino con una propuesta.
—Tenemos configurado un circuito corto aquí en el garaje. Podrían competir usando simuladores. ¿Qué les parece? —nos preguntó.
Nos miramos con complicidad y asentimos al unísono. Ambos éramos competitivos por naturaleza, pero también sabíamos cómo disfrutar de un buen desafío entre compañeros.
Jacques y yo nos acomodamos frente a los simuladores, cada uno concentrado en demostrar su habilidad mientras el equipo observaba con diversión desde el costado. Las pantallas frente a nosotros cobraron vida, mostrando una representación virtual del circuito de Mónaco, conocido por sus estrechas calles y curvas cerradas.
La carrera fue intensa y repleta de maniobras audaces por ambas partes. Jacques lideraba al principio, pero yo logré recuperar terreno en las últimas vueltas, impulsado por el aliento del equipo y mi determinación de no ceder ante mi compañero de equipo.
Finalmente, crucé la línea de meta virtual solo unos segundos antes que Jacques.
—¡Buena carrera, Viktor! —dijo Jacques, dándome una palmada amistosa en el hombro.
—Lo mismo digo. ¡Fue una competencia emocionante! —respondí, devolviéndole la sonrisa.
El equipo aplaudió, celebrando el espíritu competitivo y la camaradería.
Después de nuestra carrera amistosa en los simuladores, Jacques y yo pasamos tiempo revisando los datos y analizando nuestras estrategias para las siguientes sesiones de pruebas.
Durante las siguientes sesiones, enfrentamos desafíos adicionales que pusieron a prueba nuestra preparación y coordinación. En una de las sesiones de tarde, nos enfocamos en mejorar la salida de curvas lentas, donde Jacques ofreció consejos clave que me ayudaron a ajustar mi técnica y maximizar la tracción del monoplaza.
—Viktor, intenta frenar un poco más tarde en la curva 6. Esto te permitirá mantener una mejor línea de trazada —me aconsejó Jacques, señalando en el monitor de datos.
Asentí, agradecido por su orientación. Cada ajuste que hacíamos se reflejaba en tiempos de vuelta más rápidos y una mayor confianza en nuestras habilidades individuales y colectivas.
A medida que avanzaba la pretemporada, nuestra relación se fortalecía no solo como compañeros de equipo, sino como amigos que compartían un objetivo común: competir al más alto nivel y llevar a Alpine a la victoria en cada carrera.
El día había llegado. Después de meses de preparación intensa y pruebas rigurosas, finalmente estábamos listos para enfrentar la primera carrera de la temporada de Fórmula 1. El ambiente en el paddock era vibrante y cargado de expectativas mientras nos reuníamos con el equipo Alpine en el Circuito de Melbourne, listos para demostrar nuestro potencial en la pista.
Antes de la sesión de clasificación del Gran Premio de Australia, Jacques y yo nos sumergimos en las sesiones de práctica. Desde el inicio de la mañana, nos encontramos en el box de Alpine, revisando los datos de telemetría y discutiendo estrategias con nuestros ingenieros.
En la primera sesión de práctica, nos enfocamos en establecer una buena base de configuración para nuestros monoplazas. Probamos diferentes ajustes aerodinámicos y configuraciones de suspensión para encontrar el equilibrio ideal entre velocidad en las rectas y agarre en las curvas. Mi compañero, con su experiencia y habilidad técnica, ofreció sugerencias clave que ayudaron a mejorar la estabilidad del monoplaza en las secciones más técnicas del circuito.
—Intenta ser más agresivo en la entrada a la chicane después de la recta principal. Puedes ganar tiempo valioso allí —me aconsejó Jacques mientras revisábamos los datos en el monitor.
A medida que avanzaban las sesiones de práctica, ambos nos adaptamos rápidamente a las condiciones cambiantes de la pista y refinamos nuestras líneas de trazada para maximizar la velocidad y minimizar el desgaste de los neumáticos. Cada vuelta nos brindaba información crucial que íbamos aplicando en tiempo real, ajustando la estrategia de carrera en función de lo que aprendíamos en cada vuelta cronometrada.
Después de una mañana intensa de práctica, nos retiramos brevemente para almorzar y analizar los datos recopilados.
Al día siguiente, con la bandera a cuadros ondeando al final de la segunda sesión de práctica, nos sentimos optimistas sobre nuestro desempeño y motivados para llevar a nuestra escudería a lo más alto. Nos retiramos del paddock con la determinación de convertir nuestras prácticas en resultados tangibles en la pista.
Después de la tercera sesión de práctica, fui convocado para una entrevista con Park Jihyo, una periodista deportiva talentosa y carismática que había estado siguiendo de cerca mi carrera desde los días de la Fórmula 3. Me dirigí hacia el área designada para las entrevistas, donde Jihyo ya estaba esperándome. Su cabello largo y castaño caía en suaves ondas sobre sus hombros, enmarcando un rostro delicado pero decidido. Sus grandes ojos marrones, llenos de energía y determinación, me observaban con curiosidad mientras sostenía el micrófono con seguridad. Vestía un atuendo elegante, adecuado para su profesión, que resaltaba su figura esbelta. Me recibió con una sonrisa cálida y amigable, lo que hizo que me relajara de inmediato, a pesar del ajetreo que aún vibraba en el ambiente a nuestro alrededor.
—¡Viktor! ¡Hola! —me saludó Jihyo efusivamente mientras me extendía la mano para saludarme—. Que gusto volver a verte —exclamó al verme—. ¿Cómo te sientes ahora que estás aquí en la Fórmula 1 con Alpine?
Me sentí reconfortado por su cálida bienvenida y por el interés genuino que mostraba hacia mi carrera y mis experiencias. La adrenalina de las prácticas aún fluía por mis venas, pero me tomé un momento para centrarme en la entrevista mientras ajustaba mi gorra de equipo.
—Hola, Jihyo. Es un honor estar aquí —respondí con una sonrisa sincera—. Entrar a la Fórmula 1 es un sueño hecho realidad para mí. Ha sido un camino lleno de desafíos y aprendizaje, pero estoy emocionado.
Jihyo asintió con atención mientras tomaba notas en su libreta, lista para profundizar en el tema.
—Sabemos que vienes de la academia de Mercedes y has pasado por la Fórmula 2 y 3. ¿Cómo describirías tu transición a la Fórmula 1 y qué expectativas tienes para esta temporada?
Su pregunta me llevó a reflexionar sobre los momentos decisivos de mi carrera, desde los días de entrenamiento en Mercedes hasta mi debut con Alpine. Había trabajado arduamente para alcanzar este punto, y cada paso había sido parte de un proceso de crecimiento y preparación.
—La transición ha sido intensa pero gratificante —respondí, recordando los desafíos y las lecciones aprendidas en el camino—. Mi objetivo es adaptarme rápidamente al equipo y al monoplaza, aprovechando cada oportunidad para demostrar mi capacidad en la pista. Esta temporada, mi meta es contribuir al éxito de Alpine y competir de manera consistente en cada carrera.
Jihyo continuó con preguntas perspicaces sobre mi preparación física, la influencia de mi familia en mi carrera y mis expectativas para las próximas competiciones. Su profesionalismo y pasión por el deporte se reflejaban en cada palabra y gesto, creando un ambiente de conversación amigable.
Después de la entrevista, le agradecí a Jihyo por su tiempo y su interés genuino en mi historia. Me sentí motivado y preparado para enfrentar la sesión de clasificación con renovada determinación, sabiendo que tenía el apoyo de un equipo dedicado y el reconocimiento de periodistas como Jihyo que seguían de cerca mi progreso en la máxima categoría del automovilismo.
El día de la clasificación del Gran Premio de Australia había llegado. Con la adrenalina recorriendo cada centímetro de mi cuerpo, me dirigí al box de Alpine, listo para enfrentar el desafío de conseguir una buena posición en la parrilla de salida. La tarde estaba soleada y el ambiente en el paddock era vibrante, con equipos ultimando los preparativos y pilotos concentrados en la tarea que tenían por delante.
Jacques y yo revisamos una vez más los datos de telemetría y discutimos nuestra estrategia con los ingenieros. Habíamos trabajado arduamente para ajustar el monoplaza durante las sesiones de práctica, y ahora era el momento de traducir ese trabajo en un rendimiento sólido en la pista.
—Mantén la concentración y aprovecha cada vuelta al máximo —me recordó Jacques mientras nos poníamos los cascos y nos dirigíamos hacia nuestros respectivos monoplazas.
Asentí, ajustando los cinturones y visualizando mentalmente cada curva del circuito. La estrategia estaba clara: salir temprano para evitar el tráfico en pista y asegurar vueltas limpias y rápidas que nos permitieran competir por las primeras posiciones en la parrilla.
Con el motor rugiendo detrás de mí, salí del box y me uní a la corriente de monoplazas que se dirigía hacia la pista. El sol iluminaba la recta principal mientras ganaba velocidad y me preparaba para la primera vuelta lanzada.
La sesión de clasificación fue una montaña rusa de emociones y adrenalina. Cada curva representaba una oportunidad para mejorar mi tiempo y escalar posiciones en la tabla de tiempos. El apoyo constante del equipo a través de la radio me mantuvo enfocado y motivado, ajustando la estrategia según las condiciones cambiantes de la pista.
Mi compañero y yo intercambiamos posiciones en la tabla de tiempos, cada uno buscando el límite absoluto de nuestros monoplazas y empujando al máximo en cada vuelta cronometrada. La competencia era intensa, con pilotos de equipos rivales también en busca de una posición privilegiada en la parrilla.
Finalmente, la bandera a cuadros cayó, marcando el final de la sesión de clasificación. Regresé al box con una mezcla de satisfacción y anticipación, consciente de que había dado todo en la pista y esperando el resultado final de mi desempeño.
—¡Buen trabajo! —me felicitó Jacques mientras nos reuníamos con los ingenieros para revisar los datos finales—. Quedaste en la octava posición, y yo en la sexta —mencionó—. Ahora, a enfocarnos en la estrategia para mañana.
Asentí, agradecido por el apoyo del equipo y ansioso por enfrentar la carrera del domingo. Sabía que la verdadera prueba aún estaba por venir.
Después de la sesión, todos los pilotos fueron invitados a una cena exclusiva organizada por la FIA. Era una oportunidad para relajarse antes de la carrera y establecer contactos en el paddock. Con mi traje formal y aun sintiéndome un poco nervioso por ser el único novato de la parrilla, me dirigí al lugar del evento.
El ambiente en la cena era animado, con música suave de fondo y mesas elegantemente decoradas. Reconocí a algunos de los pilotos, así como a otros rostros conocidos del mundo del automovilismo. Me acerqué con cautela a un grupo donde parecía que la conversación fluía animadamente.
—¡Viktor! —me saludó Jacques, levantando su copa en señal de bienvenida—. Permíteme presentarte a algunos de los pilotos. Este es Carlos Silva de Red Bull y Liam O'Connor de McLaren.
Saludé a los pilotos con un gesto de cabeza y una sonrisa, sintiéndome un poco abrumado por la situación, pero decidido a hacer una buena impresión. La conversación se centró en las experiencias en la pista, anécdotas de temporadas pasadas y la anticipación por el Gran Premio de mañana.
Mientras charlaba con Carlos y Liam, pude ver a otros pilotos reconocidos. Me acerqué a Olivia Zhang de Mercedes, a quien ya conocía antes, puesto que estuvimos en la misma academia.
—¡Hola, Viktor! —me saludó con mucha alegría—. Ha pasado tiempo desde la última vez que nos vimos. ¿Cómo has estado? —habló de forma rápida—. Ah, por cierto... ¡Bienvenido a la Fórmula 1! Estoy encantada de que estés con nosotros. Si necesitas cualquier cosa, no dudes en preguntarme —me ofreció Olivia, demostrando un espíritu competitivo, pero también de apoyo entre los pilotos.
—Gracias, Olivia —respondí—. Estoy bien. ¿Y tú? La última vez que nos vimos fue cuando participaste en las 24 Horas de Le Mans hace dos años.
Mientras tanto, Sven Johansson, compañero de Olivia, y otro conocido mío, y Alexander Petrov de Aston Martin se unieron a la conversación, intercambiando bromas y anécdotas.
—Es genial verte aquí, Viktor. Estamos todos ansiosos por ver lo que puedes hacer en la pista mañana —comentó Sven, dándome una palmada amistosa en el hombro.
—Gracias, Sven. Estoy emocionado por competir junto a pilotos tan talentosos como ustedes —respondí sinceramente.
La cena continuó con risas y brindis, dejándome con una sensación de gratitud y determinación para el desafío que se avecinaba. Era solo el comienzo de mi viaje, y estaba listo para demostrar mi valía en la carrera más importante de mi carrera hasta ahora.
Después de la cena de pilotos, me dirigí a mi habitación en el hotel donde me hospedaba. La cena había sido una mezcla de nervios y camaradería, con pilotos de todo el mundo compartiendo historias y estrategias. Aunque estaba cansado, la adrenalina seguía corriendo por mis venas, así que decidí revisar mis notas para la carrera del día siguiente.
Justo cuando estaba a punto de sumergirme en mis apuntes, escuché un suave golpe en la puerta. Me sorprendió, ya que no esperaba a nadie a esas horas. Abrí la puerta y, para mi sorpresa, vi a Jihyo de pie allí, con una expresión ligeramente ansiosa.
—Jihyo, ¿Qué estás haciendo aquí? —pregunté, invitándole a entrar con un gesto.
—Lo siento si te molesto, Viktor —dijo, entrando en la habitación—. Pero sentí que necesitábamos hablar. Ya sabes, sin las cámaras y el ruido de la cena.
Asentí, cerrando la puerta detrás de ella.
—No te preocupes. Estoy feliz de verte —dije—. ¿Quieres algo de beber? Tengo agua y... bueno, agua.
Jihyo sonrió, aceptando un vaso de agua mientras nos sentábamos en el pequeño sofá de la habitación.
—Gracias. Quería hablar contigo, porque ya tiene meses que no te he visto. Ni siquiera me llamaste o me mandaste algún mensaje —reclamó, molesta.
—Perdón, Jihyo. Estuve bastante ocupado preparándome para dar el siguiente paso en el mundo de las carreras —dije.
—Ya veo... —exclamó, asintiendo—. Hace no mucho encontré fotos del día que nos conocimos. ¿Lo recuerdas? —inquirió.
—Claro, aún lo recuerdo —respondí, intrigado y nostálgico—. Fue hace un par de años, ¿No? En la ceremonia de premiación de la Fórmula 3.
Jihyo asintió, recordando.
—Sí, estabas allí como uno de los pilotos destacados, y yo estaba cubriendo el evento como parte de mi trabajo. Recuerdo que estaba nerviosa porque era mi primer gran evento como periodista deportiva —confesó mí amiga sur coreana.
—Y yo también estaba nervioso porque era mi primera vez recibiendo un premio tan importante —añadí, riendo suavemente—. Recuerdo que me acerqué a ti después de la ceremonia para agradecerte por el artículo que escribiste sobre nosotros.
Jihyo sonrió ampliamente.
—Lo recuerdo. Estabas tan agradecido y humilde. Me impresiona cómo, a pesar de tus logros, sigues siendo tan accesible y amigable.
—Bueno, siempre he creído en mantener los pies en la tierra —dije, encogiéndome de hombros—. Y tú fuiste muy amable conmigo. Desde entonces, siempre te he estimado mucho.
Ella asintió, sus ojos brillando con emoción.
—Estoy muy orgullosa de lo lejos que has llegado, Viktor —me halagó.
—Gracias —respondí, sintiendo una calidez en su sinceridad—. Tú también has logrado mucho. He seguido tu trabajo y siempre he admirado tu dedicación y pasión por el periodismo deportivo.
—Gracias —dijo, sonrojándose ligeramente—. Es un trabajo duro, pero amo lo que hago. Y creo que es importante contar las historias de los pilotos, no solo sus éxitos, sino también sus desafíos y luchas.
—Totalmente de acuerdo —respondí—. Es por eso por lo que siempre me ha gustado hablar contigo. Entiendes lo que significa estar en este mundo, las presiones y los sacrificios.
Jihyo asintió, tomando un sorbo de su agua.
—Sí, y creo que por eso nos llevamos tan bien.
Hubo un momento de silencio, cómodo y lleno de entendimiento. Finalmente, Jihyo rompió el silencio con una sonrisa.
—Bueno, mejor te dejo descansar. Mañana es un día importante —dijo, poniéndose de pie.
—Gracias por venir, Jihyo —dije, acompañándola a la puerta—. Realmente aprecio tu apoyo y tus palabras.
—Siempre estaré aquí para apoyarte —respondió, mirándome a los ojos—. Buena suerte mañana. Sé que lo harás genial.
La vi salir de la habitación, sintiéndome más tranquilo y motivado.
A la mañana siguiente, la tensión era palpable mientras los motores rugían en la parrilla de salida. La carrera estaba a pocos segundos de iniciar. El semáforo aún mostraba rojo, pero mi corazón ya latía al ritmo de la adrenalina. Estaba en la tercera posición, un lugar prometedor pero lleno de desafíos. Las luces comenzaron a encenderse una por una, y cuando se apagaron, pisé a fondo el acelerador.
El sonido de los motores se convirtió en una sinfonía ensordecedora mientras todos los monoplazas se lanzaban hacia la primera curva. Mantuve mi posición, protegiéndola de los ataques voraces de los pilotos detrás de mí. Sabía que cualquier error en este primer tramo podría ser fatal.
A medida que avanzábamos en las primeras vueltas, el calor del motor se sentía a través del chasis y el sudor comenzaba a empapar mi frente.
La pista estaba en perfectas condiciones, pero eso solo significaba que cualquier fallo sería aún más evidente. Cada curva, cada aceleración, cada frenada, requería una concentración absoluta.
De repente, en la vuelta diez, un accidente espectacular sucedió delante de mí. Dos monoplazas se tocaron y salieron disparados fuera de la pista, levantando una nube de escombros y humo. El coche de seguridad salió inmediatamente.
Mi ingeniero de pista, Gabriel, me dio instrucciones por la radio.
—Viktor, mantén la calma. Vamos a aprovechar esta oportunidad —dijo, su voz calmada en medio del caos.
La estrategia era clara: aprovechar el coche de seguridad para realizar una parada rápida y eficiente en boxes. Entré a pit lane con precisión milimétrica, y los mecánicos se movieron con una coreografía perfecta, cambiando los neumáticos en un abrir y cerrar de ojos. Salí justo detrás del líder, ahora en segunda posición.
Cuando el coche de seguridad se retiró, la carrera reinició con una feroz intensidad. El líder, Carlos Silva, intentó despegarse, pero no le di espacio. A cada curva, a cada recta, estaba allí, presionándolo sin descanso. Podía sentir su frustración, veía cómo sus líneas se volvían más defensivas.
Finalmente, en la vuelta 45, encontré mi oportunidad. En la recta principal, utilicé el DRS y me lancé por el interior en la curva uno. Carlos intentó cerrarme, pero ya era tarde. Nos emparejamos y, con un ligero toque de ruedas, logré adelantarlo. Ahora estaba al frente, el aire limpio y la pista abierta ante mí.
Las últimas vueltas fueron una batalla constante con mis propios nervios. Sabía que un error podría costarme la victoria. Escuchaba cada sonido del motor, cada vibración del coche, asegurándome de mantener el ritmo sin sobrepasar los límites.
Finalmente, vi la bandera a cuadros ondeando en la distancia. Crucé la línea de meta con un grito de triunfo que resonó en mi casco. Lo había logrado. Había ganado.
El rugido de los motores se desvaneció mientras cruzaba la línea de meta en el Gran Premio de Australia. Fue una carrera intensa y desafiante, con cambios de posición constantes y estrategias tácticas que pusieron a prueba mi habilidad y resistencia.
Al final, logré mantenerme en el podio, una sensación de satisfacción y alivio inundó mis sentidos mientras enfriaba los frenos y recorría lentamente la pista hacia el parque cerrado.
Tan pronto como me detuve, el equipo se apresuró a rodear el coche, las felicitaciones y el júbilo llenaron el aire. Mis ingenieros y mecánicos estaban eufóricos, todos sonrientes y emocionados por nuestro desempeño.
Sentí la adrenalina aun corriendo por mis venas, el pulso acelerado por la emoción del momento.
Me quité el casco y el visor, dejando al descubierto mi rostro sudoroso pero radiante de alegría. Fui directo hacia donde Jihyo me esperaba con un micrófono en la mano, una sonrisa de anticipación en su rostro.
—¡Viktor, impresionante carrera hoy! ¿Cómo te sientes después de este logro? —me preguntó Jihyo, capturando cada palabra con su grabadora.
Respiré hondo, intentando poner en palabras la mezcla de emociones que me embargaba.
—Esta fue una carrera desafiante desde el principio. El equipo hizo un trabajo fenomenal con la estrategia y el coche se comportó de manera excepcional. Estoy realmente emocionado y agradecido por todo el apoyo que recibimos —respondí.
Ella asintió, sus ojos brillando con orgullo mientras escuchaba atentamente mis palabras.
—Hablando de apoyo, hemos visto a tus fans aquí en las gradas y en todo el mundo celebrando tu victoria. ¿Qué mensaje tienes para ellos? —me preguntó.
—Quiero agradecer a cada uno de mis fans por su apoyo incondicional. Me da fuerza extra en cada vuelta y es increíble compartir este momento con ellos —respondí siendo sincero.
—Y ahora, ¿Cuáles son tus expectativas para la próxima carrera? —preguntó Jihyo, llevando la entrevista hacia el futuro inmediato.
—Vamos a analizar los datos de hoy, aprender de lo que funcionó y lo que podemos mejorar. Estoy deseando volver a la pista y seguir luchando por más podios —dije con determinación.
La conversación continuó, pero a través de la multitud de preguntas y respuestas, era como si solo Jihyo y yo estuviéramos allí, compartiendo un momento especial de triunfo y camaradería.
Después de la entrevista, ella me miró con una sonrisa y yo le dije: "Vamos al podio juntos."
Tomándola de la mano, la llevé hacia el área del podio, donde los otros pilotos y equipos ya se estaban reuniendo. Subimos juntos al estrado, rodeados de cámaras y flashes, pero para mí, solo importaba compartir este logro con Jihyo.
Mientras levantaba el trofeo y sonreía para las cámaras, sentí una profunda gratitud por todo lo que había llevado hasta este momento: los desafíos, las victorias y, sobre todo, las personas como Jihyo que habían estado allí para apoyarme en cada paso del camino.
Después de cruzar la línea de meta y subir al podio con Jihyo, la atmósfera de celebración se vio rápidamente opacada por el zumbido constante de los medios.
Al día siguiente, las noticias no tardaron en difundirse sobre mi inesperada compañía en el podio. Los titulares no dejaban lugar a dudas: "Viktor Sokolov sube al podio con la reportera Park Jihyo: ¿Amistad o Algo Más?".
Las cámaras de televisión y los fotógrafos se habían centrado en nuestro momento en el podio, capturando cada gesto y mirada compartida. Las redes sociales ardían con especulaciones y comentarios, mientras que los medios de comunicación se apresuraban a analizar qué significaba exactamente nuestra relación.
En una conferencia de prensa posterior a la carrera, me encontré frente a una maraña de micrófonos y cámaras, listo para abordar la situación que se había convertido en el centro de atención. Jihyo estaba a mi lado, apoyándome con su presencia tranquilizadora.
—Viktor, ¿Puedes aclarar la naturaleza de tu relación con la reportera Park Jihyo? —preguntó un reportero, su tono sugiriendo un interés morbosamente curioso.
Respiré profundamente antes de responder, consciente de que cada palabra tenía un peso significativo en este momento.
—Jihyo es mí mejor amiga —comencé, mis palabras eligiendo cuidadosamente cada detalle—. Nos conocemos desde hace unos años y hemos desarrollado una amistad genuina a lo largo de todo este tiempo. Su presencia en el podio fue un gesto espontáneo para celebrar juntos el resultado de la carrera.
Jihyo asintió a mi lado, apoyando mis palabras con una sonrisa amistosa.
—Estoy aquí como periodista deportiva, pero también como su amiga —agregó, sus ojos encontrando los míos en un gesto de complicidad.
Los reporteros continuaron con sus preguntas, explorando cada ángulo posible de nuestra relación y especulando sobre las implicaciones de subir juntos al podio. Mantuve mi compostura, respondiendo con calma y claridad mientras protegía la intimidad de nuestra amistad.
Después de la conferencia de prensa, Jihyo y yo nos retiramos a un rincón más tranquilo del paddock.
—Gracias por apoyarme allí —le dije sinceramente, reconociendo la fuerza que ella había sido durante ese momento de escrutinio público.
Ella sonrió suavemente.
—Siempre estaré aquí para ti. Somos un equipo, dentro y fuera de la pista —respondió, sus palabras resonando con una lealtad que nunca había cuestionado.
Mientras el día avanzaba y la atención mediática se desviaba hacia otros eventos, Jihyo y yo compartimos una mirada cómplice que transmitía más que cualquier palabra podría expresar.
Después de la conferencia de prensa, la tensión en mis hombros finalmente comienza a relajarse. Jihyo y yo intercambiamos miradas y sonrisas cómplices mientras nos alejamos del bullicio de los medios.
—¿Te gustaría ir a comer algo? —me preguntó, su tono animado y su estómago rugiendo audiblemente.
—Definitivamente —respondí, riendo—. Tengo mucha hambre.
Caminamos juntos hacia un restaurante cercano, disfrutando de la brisa fresca de la tarde. La conversación fluyó con naturalidad, llena de risas y anécdotas del día. Jihyo me contó sobre algunos de los comentarios divertidos que captó durante las entrevistas en la pista.
El restaurante estaba tranquilo, un lugar perfecto para relajarse después de la intensidad del día. Pedimos nuestras comidas y, mientras esperábamos, hablamos sobre todo y nada.
—Gracias por acompañarme hoy, Jihyo —le dije mientras terminamos de comer.
Ella sonrió con una calidez en sus ojos que me hizo sentir más cerca de ella que nunca.
—Fue un placer, Viktor. Siempre estaré ahí para apoyarte.
Nos levantamos y salimos del restaurante. La noche comenzaba a asentarse sobre la ciudad. Llamé a un taxi para Jihyo. Le insistí en que fuera a descansar después de un día tan largo.
—Nos vemos mañana, ¿De acuerdo? —le dije mientras ella entraba en el taxi.
—Por supuesto. Descansa —me respondió, cerrando la puerta y saludándome a través de la ventana mientras el taxi se alejaba.
Regresé al hotel donde se hospedaba mi equipo y yo, encontrándome con Jacques en el vestíbulo. Su expresión curiosa me hizo saber que tenía preguntas.
—¿Cómo te fue en la conferencia? —preguntó mí compañero, dándome una palmada en la espalda.
—Bien, fue... intensa, pero manejable. Jihyo estaba conmigo —respondí, tratando de mantener mi tono casual.
Jacques arqueó una ceja, después, una sonrisa traviesa apareció en su rostro.
—Jihyo, ¿Eh? —dice con un tono insinuante—. ¿No crees que podría sentir algo más por ti?
Aquello me ruborizó ligeramente, negando con la cabeza.
—Somos amigos, Jacques. Ella es una persona increíble, una gran periodista, y una gran amiga.
—Vamos, amigo —insistió, riendo—. La forma en que te mira, cómo te apoyó hoy... parece que hay algo más.
Sacudí la cabeza, tratando de no dejar que sus palabras me afectasen. Pero, en el fondo, una pequeña parte de mí no pudo evitar preguntarse si podría tener razón. Jihyo había sido una presencia constante y solidaria en mi vida.
—Deberías descansar, campeón. Mañana será otro día largo —me dijo Jacques, dándome otra palmada en la espalda antes de dirigirse a su habitación.
Me quedé solo en el vestíbulo, reflexionando sobre sus palabras. Mientras me dirigí a mi habitación, no pude evitar pensar en Jihyo y en lo que podría significar nuestra relación. Sea lo que sea, estaba agradecido por tenerla a mi lado, y quizás, sólo quizás, hubiese más en nuestros sentimientos de lo que estaba dispuesto a admitir.
A la semana siguiente, el sol se estaba poniendo en el circuito de Sakhir, iluminando el desierto con un resplandor dorado mientras todos los equipos se preparaban para la segunda carrera de la temporada.
La adrenalina estaba en el aire, y los recuerdos de mi podio en Australia me daban una confianza renovada.
El ambiente en el paddock estaba electrizante. Los equipos trabajaban frenéticamente, ajustando los monoplazas y revisando cada detalle. Jihyo estaba allí, como siempre, con su libreta en mano y una sonrisa alentadora en su rostro.
—¿Listo para otra batalla? —me preguntó, acercándose a mí mientras me ajustaba el casco.
—Listo para ganar —respondí, sonriendo. Sentir su apoyo siempre me daba una ventaja emocional.
La formación en la parrilla fue intensa. Los motores rugían, todos los pilotos se enfocaban en la pista frente a ellos, y el calor del desierto hacía que el asfalto pareciera vibrar. Estaba en la séptima posición, una buena oportunidad para luchar por otro podio.
Cuando las luces se apagaron, la carrera comenzó con un estruendo ensordecedor. Arranqué con fuerza, manteniendo mi posición mientras nos lanzábamos hacia la primera curva. La lucha por los primeros lugares era feroz, con los monoplazas de Ferrari y Red Bull peleando por la delantera.
En la vuelta 10, logré adelantar a uno de los Red Bull en una curva cerrada, colocándome en la sexta posición. Mi corazón latía con fuerza, cada movimiento debía ser calculado con precisión. Sabía que no podía cometer errores.
La estrategia del equipo fue impecable. En la vuelta 30, entré a pits para cambiar a neumáticos medios, volviendo a la pista sin perder mi posición. Jacques también estaba haciendo una carrera impresionante, manteniéndose entre los primeros cinco.
En las últimas vueltas, la tensión aumentó. Estaba detrás de un Ferrari, presionándolo en cada curva, buscando una oportunidad para adelantar. Jihyo me miraba desde el muro de pits, su apoyo siempre presente.
Finalmente, en la penúltima vuelta, vi mi oportunidad. En la recta principal, usé el DRS y me lancé hacia adelante, superando al Ferrari y colocándome en la tercera posición. El rugido de la multitud era ensordecedor, pero todo lo que podía escuchar era el latido de mi propio corazón.
Cuando crucé la línea de meta, el alivio y la alegría me inundaron. Después de la carrera, mientras me bajaba del monoplaza, Jihyo se acercó corriendo, sus ojos brillando de orgullo.
—¡Lo hiciste, Viktor! ¡Increíble! —exclamó, abrazándome con fuerza.
—Gracias, Jihyo. No lo habría logrado sin ti, —respondí, devolviendo el abrazo.
La ceremonia del podio fue un sueño hecho realidad. Mientras sostenía el trofeo, miré a Jihyo entre la multitud y le dediqué una sonrisa. Ella siempre había estado ahí para mí, y en ese momento, sentí que cualquier cosa era posible con su apoyo.
Más tarde, en la conferencia de prensa, los periodistas nos bombardearon con preguntas. Uno de ellos no pudo evitar mencionar la presencia de Jihyo en el podio anterior.
Después de la conferencia, Jihyo y yo decidimos ir a cenar para celebrar. Encontramos un restaurante tranquilo donde pudimos relajarnos y disfrutar de la victoria.
—Estoy tan orgullosa de ti, Viktor, —dijo Jihyo, levantando su copa para brindar.
—Gracias, Jihyo. Esto es solo el comienzo, —respondí, brindando con ella.
Al terminar la cena, le pagué un taxi para que pudiera regresar a descansar. Tenía que estar fresca para las entrevistas de mañana. Mientras tanto, yo regresé al hotel del equipo, donde Jacques me esperaba con una sonrisa burlona.
—¿Cómo te fue en la conferencia? —preguntó, su tono insinuante.
—Bien, nada fuera de lo común, —respondí, tratando de mantener la compostura.
—¿Nada fuera de lo común? —dijo, levantando una ceja—. ¿Y Jihyo? Parece que se preocupa mucho por ti.
Me reí, sacudiendo la cabeza.
—Es solo una amiga, Jacques. Pero sí, es increíble tenerla aquí.
Jacques me miró con una expresión pensativa antes de sonreír.
—Bueno, lo que sea que estés haciendo, sigue así. Nos va bien con ella alrededor.
Me despedí de Jacques y me dirigí a mi habitación, pensando en lo que él había dicho. Mientras me preparaba para dormir, no podía evitar sentirme agradecido por todo lo que había logrado y por tener a Jihyo a mi lado.
El calendario de la Fórmula 1 nos había llevado a través de circuitos desafiantes y ciudades vibrantes, y ahora nos encontrábamos en Silverstone para el Gran Premio de Gran Bretaña, justo en la mitad de la temporada. Las emociones estaban al máximo, y el campeonato se había vuelto una batalla feroz.
Desde mi victoria en Bahrein, había logrado varios podios. Jacques y yo formábamos un dúo fuerte para Alpine, y la competencia interna con los equipos de Ferrari, Red Bull y Mercedes era implacable. Cada punto contaba, y cada carrera era una nueva oportunidad de demostrar nuestra valía.
Jihyo había estado conmigo en cada carrera, reportando cada momento y brindándome su inquebrantable apoyo. Nuestra amistad se había fortalecido aún más, y ella se había convertido en una figura querida en el paddock, conocida por su profesionalismo y su cercanía con los pilotos.
La clasificación en Silverstone había sido intensa. Logré asegurar la segunda posición en la parrilla, justo detrás de un Red Bull. La adrenalina estaba alta mientras los coches se alineaban para la carrera.
Cuando las luces se apagaron, la lucha por la primera curva fue brutal. Mantuve mi posición, luchando por cada metro de pista. La carrera avanzaba rápidamente, y los neumáticos se desgastaban con el calor y la velocidad. Cada vuelta era una batalla de ingenio y habilidad.
En la vuelta 25, un Safety Car salió debido a un accidente, comprimiendo el pelotón y aumentando la tensión. Sabía que esta era mi oportunidad de atacar. En la reanudación, aproveché el momento y logré adelantar al Red Bull, tomando la delantera.
Las últimas vueltas fueron una prueba de resistencia y concentración. Sentía la presión del coche detrás de mí, pero me mantuve firme, defendiendo mi posición con cada fibra de mi ser. Finalmente, crucé la línea de meta en primer lugar, con el rugido de la multitud británica a mis espaldas.
El podio en Silverstone fue especial. Levanté el trofeo con orgullo, sabiendo que cada victoria era un paso más hacia el campeonato. Jihyo estaba allí, sonriendo y capturando cada momento con su cámara.
Más tarde, Jihyo y yo decidimos celebrar la victoria y la mitad de la temporada con una cena en un restaurante cercano. Era una noche para relajarse y disfrutar del momento, lejos del ajetreo y el bullicio del paddock.
—¿Te das cuenta de cuánto has logrado esta temporada? —me preguntó Jihyo, su voz llena de orgullo mientras levantaba su copa para brindar.
—Ha sido un viaje increíble. Pero no lo habría logrado sin ti, —respondí, brindando con ella.
Después de la cena, como era de costumbre, insistí en pagarle un taxi para que pudiera regresar al hotel y descansar. Sabía lo importante que era para ella estar fresca y lista para las entrevistas del día siguiente.
Regresé al hotel del equipo, donde Jacques me esperaba en el vestíbulo, con una sonrisa en el rostro.
—Tú segunda victoria, Viktor. Felicidades —dijo, dándome una palmada en la espalda.
—Gracias, Jacques. Ha sido una temporada increíble hasta ahora —respondí, todavía sintiendo la adrenalina de la carrera.
—Y Jihyo parece ser tu amuleto de la suerte —agregó, su tono insinuante.
Me reí, sacudiendo la cabeza.
—Es más que eso, Jacques. Es mi mejor amiga y una parte esencial de todo esto —respondí.
Jacques asintió, con una expresión pensativa en su rostro.
—Bueno, lo que sea que estés haciendo, sigue así. Estamos en una buena posición para el campeonato —dijo antes de despedirse.
Me dirigí a mi habitación, reflexionando sobre la temporada hasta ahora.
Después del emocionante Gran Premio de Gran Bretaña, el equipo Alpine estaba listo para enfrentarse al icónico circuito de Hockenheim en Alemania. Habíamos trabajado arduamente en los ajustes del coche, y yo estaba decidido a mantener mi racha de buenos resultados.
La clasificación fue intensa, y logré asegurar la tercera posición en la parrilla de salida. La competencia era feroz, con Red Bull y Mercedes luchando por los primeros lugares. Pero me sentía confiado; el coche respondía bien y el equipo estaba en sincronía.
El día de la carrera, el ambiente estaba cargado de emoción. Las gradas estaban llenas de aficionados apasionados, y el rugido de los motores resonaba en el aire. Me acomodé en el coche, respirando profundamente mientras esperaba que las luces se apagaran.
Cuando la carrera comenzó, me lancé hacia la primera curva, defendiendo mi posición con determinación. Durante las primeras vueltas, todo parecía ir bien. Estaba en el ritmo, peleando por cada centímetro de pista.
Pero en la vuelta 18, todo cambió en un instante. Estaba acercándome a una curva cerrada cuando sentí un golpe en la parte trasera de mi coche. Perdí el control y salí disparado fuera de la pista, chocando violentamente contra las barreras de seguridad. El impacto fue brutal, y todo se volvió un caos de metal y humo.
Recuerdo el dolor agudo y la confusión mientras trataba de entender lo que había pasado. Los comisarios de pista llegaron rápidamente, y sentí que me sacaban del coche con cuidado. Mi visión se nublaba, y el sonido de las sirenas de la ambulancia se desvanecía mientras me llevaba al hospital.
Desperté en una cama de hospital, con Jihyo y Jacques a mi lado. Jihyo tenía los ojos rojos, claramente había estado llorando. Jacques parecía preocupado, pero trataba de mantener la calma.
—¿Qué... qué pasó? —logré preguntar, mi voz apenas un susurro.
—Tuviste un accidente en la pista, Viktor. Fue un choque fuerte, pero los médicos dicen que vas a estar bien —dijo Jihyo, tomando mi mano con suavidad.
—Nos asustaste, amigo —agregó Jacques, con una sonrisa forzada. Sentí un alivio abrumador al saber que estaba vivo y, aunque adolorido, no parecía tener lesiones graves.
—Gracias... gracias a ambos por estar aquí —murmuré, sintiendo el peso de la situación.
Las siguientes horas fueron un torbellino de exámenes médicos y noticias sobre mi estado. Afortunadamente, solo tenía algunas costillas fracturadas y contusiones, pero nada que no pudiera sanar con el tiempo. El equipo médico me aseguró que podría volver a la pista después de recuperarme.
Jihyo no se separó de mi lado, su presencia era un bálsamo para mi espíritu. Mientras me recuperaba, hablamos sobre el accidente y cómo afectaría el resto de la temporada.
—Esto no es el fin, Viktor. Tienes una temporada increíble por delante, y vas a volver más fuerte —dijo Jihyo, su voz llena de determinación.
—Lo sé, Jihyo. No puedo dejar que esto me derrote. Tengo mucho más que dar —respondí, sintiendo una renovada determinación.
El accidente había sido un duro recordatorio de los peligros de la Fórmula 1, pero también me había mostrado la profundidad de mi pasión y el apoyo inquebrantable de quienes me rodeaban. Sabía que el camino hacia el campeonato sería aún más desafiante, pero estaba listo para enfrentar cada obstáculo con valentía y tenacidad.
La recuperación había sido más difícil de lo que había anticipado. Aunque los médicos me aseguraron que estaba físicamente apto para volver a correr, el dolor persistente y las secuelas del accidente seguían afectándome. Sin embargo, no podía dejar que eso me detuviera. Estaba decidido a volver a la pista, aunque sabía que no sería fácil.
Llegamos a Hungría con una mezcla de esperanza y preocupación. Mi equipo estaba a mi lado, apoyándome en cada paso del camino, pero todos sabíamos que este fin de semana sería un verdadero desafío. Jihyo también estaba allí, brindándome su apoyo incondicional. Su presencia era un ancla en medio del caos, y me daba fuerzas para seguir adelante.
La clasificación fue un desastre. Mi tiempo en pista estaba lejos de mi mejor rendimiento, y luché para mantener el control en las curvas cerradas y las rectas rápidas del Hungaroring. Al final, solo pude asegurar la décimo quinta posición en la parrilla de salida. No era lo que esperaba, pero tenía que aceptarlo.
El día de la carrera llegó rápidamente. Mientras me preparaba para la salida, sentí una mezcla de nerviosismo y determinación. Sabía que no sería fácil, pero estaba decidido a dar lo mejor de mí.
Cuando las luces se apagaron, me lancé hacia la primera curva con todo lo que tenía. A pesar del dolor y la incomodidad, peleé por cada posición, adelantando a algunos pilotos en las primeras vueltas. Pero a medida que la carrera avanzaba, comencé a sentir los efectos de mi lesión. Cada curva, cada frenada, era un recordatorio constante de que no estaba al 100%.
Luché con todo lo que tenía, pero mi cuerpo simplemente no respondía como quería. Intenté mantener el ritmo, pero poco a poco, fui cayendo en la clasificación. Mis competidores aprovecharon cada oportunidad para adelantarme, y no pude hacer mucho para evitarlo. Finalmente, crucé la línea de meta en la 11ª posición. No era lo que esperaba, pero dadas las circunstancias, sabía que había hecho todo lo posible. Estaba agotado, tanto física como emocionalmente, pero al menos había terminado la carrera.
Después de la carrera, Jihyo me encontró en el garaje, su rostro reflejaba una mezcla de preocupación y orgullo.
—Lo hiciste bien, Viktor. No fue fácil, pero terminaste la carrera. Eso es lo que importa —dijo, abrazándome con fuerza.
—Gracias... Sé que no fue mi mejor actuación, pero estoy agradecido por tu apoyo —respondí, sintiendo una profunda gratitud por tenerla a mi lado.
Esa noche, mientras cenábamos con el equipo, Jacques se acercó a mí, su expresión era seria pero comprensiva.
—Sé que hoy fue difícil. Pero estás demostrando una increíble fuerza y determinación. No todos podrían hacer lo que hiciste hoy —dijo, dándome una palmada en el hombro.
—Gracias, Jacques. Solo espero poder volver a mi mejor forma pronto —respondí, sintiendo un renovado sentido de propósito.
La carrera en Hungría había sido un recordatorio de los desafíos y las dificultades de la Fórmula 1, pero también me había mostrado la importancia de la perseverancia y el apoyo de quienes me rodean. Sabía que el camino hacia la recuperación y el éxito sería largo y lleno de obstáculos, pero estaba más decidido que nunca a enfrentarlos y superarlos.
La semana siguiente, la atmósfera en el circuito de Spa-Francorchamps era electrizante. Este circuito, con sus curvas rápidas y desafiantes, siempre había sido uno de mis favoritos. Después del difícil fin de semana en Hungría, estaba decidido a mejorar mi rendimiento. Aunque no estaba completamente recuperado, sentía que podía dar mucho más.
Antes de la carrera, me encontraba en el garaje, revisando los últimos detalles con mi equipo. Jihyo se acercó a mí, su rostro mostraba una mezcla de seriedad y calidez.
—Viktor —dijo suavemente, captando mi atención—. Sé que ha sido difícil, pero creo en ti. Eres uno de los pilotos más talentosos y determinados que he conocido. Recuerda que no estás solo en esto. Todos aquí, incluyendo a mí, te apoyamos. Y, no importa lo que pase en la pista, siempre estaré a tu lado —su voz se quebró ligeramente, dejando entrever sus verdaderos sentimientos.
La intensidad de sus palabras me golpeó de lleno. Sentí una calidez en mi pecho, una mezcla de gratitud y algo más que no podía identificar completamente.
—Gracias, Jihyo. Tus palabras significan mucho para mí. Haré todo lo posible para dar lo mejor de mí hoy —respondí, sintiendo una renovada determinación.
Nos dirigimos a la parrilla de salida. El ruido de los motores, la tensión en el aire, todo se combinaba en un crescendo de emoción y anticipación. Me coloqué en mi posición, séptimo en la parrilla, con la esperanza de mejorar mi resultado.
Las luces se apagaron y la carrera comenzó. Desde el primer momento, me sumergí en la competencia, peleando por cada posición. Sentía el apoyo de mi equipo y las palabras de Jihyo resonaban en mi mente, dándome fuerzas adicionales.
A medida que la carrera avanzaba, logré adelantar a algunos pilotos, moviéndome hasta la sexta posición. Las curvas de Spa exigían lo mejor de mí, pero estaba decidido a mantener mi posición y, si era posible, avanzar más.
Cada vuelta era una batalla constante, no solo contra los otros pilotos, sino también contra mis propias limitaciones físicas. El dolor todavía estaba presente, pero lo usé como combustible, recordando por qué estaba aquí y lo que quería lograr.
Finalmente, la bandera a cuadros ondeó, marcando el final de la carrera. Crucé la línea de meta en la sexta posición, un resultado que me llenó de orgullo considerando las circunstancias.
Después de la carrera, me dirigí hacia el garaje, donde Jihyo me esperaba con una gran sonrisa. La abracé con fuerza, sintiendo una mezcla de alivio y felicidad.
—Lo hiciste increíble, Vik. Estoy tan orgullosa de ti —dijo, sus ojos brillaban con una emoción que iba más allá de la simple admiración profesional.
—No podría haberlo hecho sin tu apoyo —respondí, mirándola a los ojos y sintiendo una conexión profunda y genuina.
Mientras el equipo celebraba, Jacques se acercó a nosotros, una sonrisa cómplice en su rostro.
—Buena carrera, compañero. Y Jihyo, creo que tus palabras de aliento fueron más que efectivas —dijo, guiñándonos un ojo antes de unirse a la celebración.
Esa noche, mientras reflexionaba sobre la carrera, me di cuenta de lo mucho que significaba Jihyo para mí. Su apoyo, su presencia, eran fundamentales en mi vida. Y quizás, solo quizás, había algo más entre nosotros que iba más allá de la amistad y el apoyo profesional.
La semana siguiente a la carrera de Spa, nos encontrábamos en Zandvoort, preparándonos para el Gran Premio de los Países Bajos. Aunque la tensión de la competencia estaba presente, había algo que no podía dejar de pensar: Jihyo y las palabras de aliento que me había dado.
Una mañana, decidí invitarla a desayunar. Quería hablar con ella en un ambiente más tranquilo.
Nos encontramos en un pequeño café cerca del circuito, con una vista espectacular de la playa. El sol de la mañana bañaba todo con una luz dorada, creando una atmósfera relajada y perfecta para nuestra conversación.
—Gracias por aceptar mi invitación, Jihyo —dije mientras nos sentábamos en una mesa junto a la ventana.
—No hay de qué, Viktor. Siempre es bueno pasar tiempo contigo —respondió con una sonrisa.
Mientras disfrutábamos del desayuno, conversamos sobre temas ligeros: la carrera en Spa, nuestros planes para la semana, y algunas anécdotas divertidas del paddock. Pero en el fondo de mi mente, estaba pensando en cómo abordar el tema que realmente quería discutir.
Después de un rato, tomé aire profundamente y decidí ser honesto.
—Jihyo —comencé, mirándola a los ojos—. Hay algo que he estado queriendo decirte. Desde que volviste a mi vida, he sentido una mezcla de emociones que no puedo ignorar.
Ella me miró, sus ojos mostrando curiosidad y algo de preocupación.
—¿Qué quieres decir? —preguntó suavemente.
—Tus palabras de aliento en Spa, el apoyo que me has dado... Me he dado cuenta de que significas mucho para mí, más de lo que imaginaba. Pero no solo como amiga —confesé, sintiendo mi corazón acelerarse—. Hay algo más, algo que no puedo definir del todo, pero sé que es importante.
Jihyo se quedó en silencio por un momento, procesando mis palabras. Luego, una suave sonrisa apareció en su rostro.
—Viktor, yo también he estado sintiendo lo mismo. Desde hace un tiempo, me di cuenta de que mis sentimientos por ti son más profundos de lo que pensaba —dijo, sus mejillas enrojeciendo ligeramente—. Pero no sabía si tú sentías lo mismo, y no quería complicar las cosas.
Sentí una oleada de alivio y alegría al escuchar sus palabras. Estábamos en la misma página, compartiendo los mismos sentimientos.
—No sé lo que el futuro nos depara, pero quiero que sepas que estoy dispuesto a descubrirlo contigo —dije, tomando su mano con suavidad—. Quiero que seamos honestos el uno con el otro y ver a dónde nos lleva esto.
Ella asintió, sus ojos brillaban con emoción.
—Yo también. Quiero estar contigo y apoyarnos mutuamente, tanto en la pista como fuera de ella —respondió, apretando mi mano con fuerza.
Terminamos nuestro desayuno con una sensación renovada de conexión y propósito. Sabíamos que las cosas no serían fáciles, especialmente con nuestras carreras y la atención constante de los medios, pero estábamos dispuestos a enfrentarlo juntos.
La semana pasó rápidamente, y antes de darnos cuenta, ya estábamos en el día de la carrera en Zandvoort. El circuito estaba lleno de fans entusiastas, y la atmósfera era electrizante. A pesar de las dudas y las lesiones recientes, me sentía preparado para dar lo mejor de mí.
Jihyo me había dado ánimos antes de la carrera, sus palabras resonaban en mi mente mientras me preparaba para el desafío. "Confía en ti mismo. Eres capaz de grandes cosas," me había dicho, su mirada llena de apoyo y algo más, algo más profundo que nos habíamos confesado durante nuestro desayuno.
El rugido de los motores llenó el aire cuando los semáforos se apagaron y la carrera comenzó. La salida fue intensa, con todos los pilotos luchando por ganar posiciones en las primeras curvas. Me concentré en mantener la calma y encontrar mi ritmo.
Las primeras vueltas fueron una batalla constante. Cada metro de la pista era disputado ferozmente, y tuve que defender mi posición con uñas y dientes. Sentía la presión de los pilotos detrás de mí, pero también la motivación de las palabras de Jihyo y mi deseo de demostrarme a mí mismo que podía superar cualquier obstáculo.
A medida que avanzaba la carrera, logré ganar algunas posiciones gracias a mi estrategia y a aprovechar los errores de otros pilotos. Estaba decidido a no dejar que el accidente en Spa definiera mi temporada.
Hacia la mitad de la carrera, me encontraba en el sexto lugar. La pista de Zandvoort, con sus curvas cerradas y cambios de elevación, requería precisión y coraje. Me concentré en mantener un ritmo constante y en buscar oportunidades para adelantar.
En la vuelta 50, tuve una oportunidad crucial. El piloto delante de mí cometió un pequeño error en la curva Tarzán, y no dudé en aprovecharlo. Con un movimiento decidido, me deslicé por el interior y aseguré la posición. Estaba ahora en el quinto lugar, sintiendo una mezcla de euforia y alivio.
Las últimas vueltas fueron un desafío de resistencia y concentración. Los neumáticos comenzaban a desgastarse, y el cansancio físico se hacía sentir, pero la motivación de dar lo mejor de mí me mantenía enfocado. Finalmente, crucé la línea de meta en la sexta posición.
Al bajarme del monoplaza, sentí una mezcla de emociones. Había logrado un resultado sólido a pesar de las dificultades, pero más que eso, sentía que estaba avanzando tanto en mi carrera como en mi vida personal. Mientras caminaba hacia el paddock, vi a Jihyo esperándome, su sonrisa iluminando el momento.
—¡Lo hiciste increíble! —dijo, acercándose para abrazarme.
—Gracias. No podría haberlo hecho sin tu apoyo —respondí, sintiendo una profunda gratitud y algo más, una conexión que estaba creciendo entre nosotros.
Nos dirigimos juntos a la zona de entrevistas, donde los medios ya estaban listos para preguntarme sobre la carrera.
Después de las entrevistas, nos encontramos con el equipo. Jacques se acercó, una sonrisa cómplice en su rostro.
—Buena carrera, Viktor. Y veo que tienes un buen sistema de apoyo —dijo, lanzando una mirada significativa a Jihyo.
—Sí, Jacques. Tengo suerte de tener a Jihyo conmigo —respondí, sin ocultar el orgullo en mi voz.
La carrera en Zandvoort había sido un éxito, no solo en términos de resultados, sino también en cómo había reforzado los lazos con las personas importantes en mi vida. Sabía que había más desafíos por delante, pero con Jihyo a mi lado, estaba listo para enfrentarlos todos.
La última carrera de la temporada estaba cargada de tensión y expectativa. El Gran Premio de Abu Dabi sería el escenario donde se decidiría el campeonato mundial. Jacques, mi compañero de equipo, estaba entre los contendientes principales, junto con Olivia de Mercedes y Carlos de Red Bull. Increíblemente, también estaba en la lista, aunque mis probabilidades eran menores.
El ambiente en el paddock era electrizante. Todos los ojos estaban puestos en los pilotos que luchaban por el título. La presión era palpable, y cada movimiento contaba. Mientras caminaba hacia mi monoplaza, recordé todas las carreras de la temporada, los desafíos y las victorias, y cómo cada momento me había llevado hasta aquí.
Antes de subirme al coche, Jihyo se acercó a mí. Había sido mi apoyo constante, y verla allí me daba una calma que necesitaba desesperadamente.
—No importa lo que pase hoy, ya has demostrado lo increíble que eres. Da lo mejor de ti y disfruta cada vuelta —dijo, con una sonrisa que iluminaba su rostro.
—¿Sabes algo, Jihyo? Significa mucho para mí tenerte aquí —respondí, apretando su mano brevemente antes de dirigirme a la pista.
El rugido de los motores llenó el aire mientras nos alineábamos en la parrilla. La tensión era casi tangible cuando los semáforos se apagaron y la carrera comenzó. La salida fue un caos controlado, con cada piloto luchando por ganar posiciones en la primera curva.
A lo largo de las primeras vueltas, me concentré en mantenerme dentro del grupo de cabeza. Sabía que cada punto contaba y que cualquier error podría costarme caro. La pista de Yas Marina, con sus rectas largas y curvas técnicas, requería una precisión milimétrica.
Jacques estaba liderando la carrera, con Olivia y Carlos presionándolo constantemente. Yo me encontraba en la quinta posición, luchando para ganar terreno. Cada vuelta era una batalla intensa, con adelantamientos y defensas estratégicas.
A medida que la carrera avanzaba, logré situarme en la cuarta posición.
La batalla por el campeonato se estaba desarrollando justo delante de mis ojos, y el espectáculo era impresionante. Jacques, Olivia y Carlos estaban dando lo mejor de sí, con cada vuelta aumentando la tensión.
En las últimas vueltas, Jacques logró mantener su posición de liderazgo, defendiendo su ventaja con una determinación feroz. Olivia y Carlos seguían presionándolo, pero mí compañero de equipo no cedía terreno. Mi objetivo era mantenerme cerca y aprovechar cualquier oportunidad que surgiera.
Finalmente, cruzamos la línea de meta. Jacques había ganado la carrera y con ello, el campeonato mundial. La euforia en el equipo era indescriptible. Habíamos trabajado duro toda la temporada, y ver a Jacques coronarse campeón era un momento de orgullo para todos nosotros.
Me bajé de mi monoplaza, agotado pero satisfecho. Había terminado en la cuarta posición, y aunque no había logrado el título, estaba contento con mi rendimiento. Me dirigí hacia Jacques, que estaba siendo felicitado por todos.
—¡Felicidades, campeón! Te lo mereces —le dije, abrazándolo con fuerza.
—Gracias, Viktor. No podría haberlo hecho sin ti y el equipo —respondió Jacques, su rostro radiante de felicidad.
Mientras el equipo celebraba, vi a Jihyo acercarse. Su sonrisa lo decía todo.
—¡Lo hiciste increíble! Estoy tan orgullosa de ti —dijo, abrazándome.
—No podría haber llegado hasta aquí sin ti —respondí, sintiendo una profunda gratitud por su apoyo.
La ceremonia de premiación fue un torbellino de emociones. Jacques se subió al podio, sosteniendo el trofeo del campeonato, mientras el equipo Alpine celebraba su victoria. Para mí, esta carrera no solo marcaba el final de una temporada, sino también el comienzo de algo nuevo y emocionante.
Había sido un viaje increíble, lleno de desafíos y triunfos. Y aunque no había ganado el título, había ganado algo mucho más valioso: la certeza de que, con determinación y apoyo, podía superar cualquier obstáculo. Mientras celebrábamos, sabía que este era solo el comienzo de muchas más aventuras por venir.
La celebración en el garaje de Alpine era un mar de emociones. La victoria de Jacques y su coronación como campeón del mundo había llenado a todo el equipo de un júbilo indescriptible. La música, las risas y los abrazos se mezclaban en un ambiente de pura euforia.
Me encontraba en medio de la celebración, disfrutando del momento con mis compañeros de equipo. Jacques, con su trofeo en mano, no paraba de recibir felicitaciones y abrazos. Mientras tanto, yo me permitía relajarme, saboreando el éxito del equipo y el final de una temporada inolvidable.
De repente, la música se detuvo. Un murmullo de curiosidad recorrió el garaje. Miré alrededor, confundido, tratando de entender qué estaba pasando. Fue entonces cuando vi a Jihyo caminar hacia el centro del garaje, con una sonrisa nerviosa pero decidida en su rostro.
—¡Chicos, chicos! ¿Podemos tener un momento de silencio? —pidió Jacques, captando la atención de todos.
La expectación era palpable mientras Jihyo se acercaba a mí. Mis compañeros de equipo formaron un círculo a nuestro alrededor, creando un ambiente íntimo y especial. Jacques, con una sonrisa cómplice, hizo una seña al encargado de la música, y de repente, comenzaron a sonar las notas suaves y románticas de una canción que llenó el garaje.
Jihyo se detuvo frente a mí, sus ojos brillando con emoción. Sentí que el corazón se me aceleraba mientras esperaba sus palabras.
—Viktor, desde que nos conocimos, has sido una fuente constante de inspiración y alegría en mi vida —comenzó, su voz temblando ligeramente—. He visto tu pasión, tu dedicación y tu increíble corazón en cada carrera, en cada momento. Y, después de todo lo que hemos vivido esta temporada, me he dado cuenta de algo muy importante para mí. Eres el motor de mí corazón.
El silencio a nuestro alrededor era absoluto. Sentí que cada miembro del equipo estaba conteniendo la respiración, esperando lo que vendría a continuación.
—Viktor Sokolov, ¿Quieres ser mi novio? —preguntó, su voz clara y llena de emoción. El tiempo pareció detenerse. La sorpresa y la alegría me invadieron al escuchar sus palabras. La miré, y la sinceridad en sus ojos me dio la respuesta que mi corazón ya conocía.
—Sí, Jihyo. Sí, quiero ser tu novio —respondí, mi voz firme y segura.
El garaje estalló en aplausos y vítores. Mis compañeros de equipo se unieron a la celebración, abrazándonos y felicitándonos. Jacques, con una sonrisa enorme, fue el primero en acercarse.
—Sabía que dirías que sí, hermano. Felicidades a ambos —dijo, dándome una palmada en la espalda.
La música romántica seguía sonando mientras Jihyo y yo nos abrazábamos, disfrutando del momento. Era un final perfecto para una temporada increíble. Había logrado mucho en la pista, pero este momento, con ella a mi lado, era la mayor victoria de todas.
La celebración continuó con renovada energía. Todos estaban felices por nosotros, y la noche se llenó de risas, baile y un sentido de camaradería que hacía que el éxito del equipo fuera aún más dulce.
Jihyo y yo encontramos un rincón tranquilo en el garaje, donde pudimos hablar y disfrutar de nuestra nueva relación.
—No tenía idea de que planearías esto —le dije, todavía sorprendido.
—Quería que fuera especial, y pensé que este era el momento perfecto —respondió, sonriendo.
—Lo fue. Fue perfecto —dije, tomándole la mano.
Mientras la noche avanzaba, me di cuenta de lo afortunado que era. No solo había tenido una temporada exitosa en la Fórmula 1, sino que también había encontrado a alguien con quien compartir todos estos momentos especiales. Con Jihyo a mi lado, sentí que cualquier cosa era posible.
La celebración en aquel garaje fue más que una fiesta por el campeonato. Fue un nuevo comienzo, lleno de promesas y posibilidades.
A la mañana siguiente, el ambiente era mucho más tranquilo, pero no menos alegre. Todos los pilotos, ingenieros y miembros de los equipos nos reunimos en un elegante restaurante para disfrutar de un desayuno de celebración. Era un momento para relajarnos, compartir historias de la temporada y mirar hacia el futuro.
Me senté junto a Jacques, con Jihyo a mi lado. Ella estaba radiante, y no pude evitar sentir una ola de felicidad al recordar la noche anterior. Jacques, con su trofeo de campeón, seguía siendo el centro de atención, pero había un ambiente de camaradería y respeto mutuo entre todos los presentes.
Mientras disfrutábamos del desayuno, noté al director del equipo de Ferrari, Giovanni Rossi, acercarse a nuestra mesa. Era un hombre de porte imponente, conocido por su astucia y habilidad para detectar talento.
—Viktor, Jacques, ¿Puedo tener un momento de su tiempo? —preguntó, su voz resonante captando nuestra atención.
—Claro, señor Rossi —respondió Jacques, siempre cortés.
Giovanni tomó asiento, su mirada evaluadora pasando de Jacques a mí. Podía sentir la curiosidad de mis compañeros de equipo mientras esperaban a ver qué tenía que decir.
—Primero que todo, felicitaciones a ambos por una temporada increíble. Jacques, tu campeonato es bien merecido. Y Viktor, tu determinación y habilidades en la pista han sido impresionantes —comenzó Giovanni, su tono cordial.
—Gracias, señor Rossi —respondí, sintiendo una mezcla de orgullo y curiosidad.
—Como saben, Ferrari siempre está buscando mejorar y añadir talento a nuestro equipo. Y después de ver su desempeño esta temporada, me gustaría extender una oferta a ambos para unirse a Ferrari la próxima temporada —dijo, su tono serio y profesional.
Jacques y yo nos miramos, sorprendidos. La oferta era tentadora, Ferrari era uno de los equipos más prestigiosos en la Fórmula 1. Pero había algo en Alpine, en el equipo y la familia que habíamos formado, que me hacía dudar.
—Señor Rossi, estamos muy honrados por su oferta —comenzó Jacques—. Pero ambos hemos discutido nuestras opciones para el próximo año, y por ahora, queremos seguir con Alpine. Hemos construido algo especial aquí, y sentimos que aún tenemos mucho más por lograr con nuestro equipo.
Asentí en acuerdo, agregando:
—Alpine nos ha dado una gran oportunidad y nos ha apoyado en cada paso del camino. Apreciamos mucho su interés, pero creemos que nuestro lugar está aquí, al menos por ahora.
Giovanni nos estudió por un momento antes de asentir, una sonrisa ligera en su rostro.
—Entiendo y respeto su decisión. La lealtad y la camaradería son cualidades valiosas —dijo, poniéndose de pie—. Les deseo lo mejor en sus futuras carreras. Y recuerden, las puertas de Ferrari siempre estarán abiertas para ustedes.
Nos levantamos y estrechamos su mano en señal de respeto y agradecimiento. Mientras se alejaba, me sentí reafirmado en nuestra decisión. Alpine no solo era un equipo; era una familia. Y había algo profundamente satisfactorio en seguir construyendo sobre lo que habíamos comenzado.
El desayuno continuó con un aire de celebración y reflexión. Compartimos anécdotas, risas y planes para el futuro. Jihyo me dio una mirada de aprobación, orgullosa de nuestra decisión.
—Hiciste lo correcto —dijo, apretando mi mano bajo la mesa.
—Lo sé —respondí, sonriendo—. Y tengo una buena sensación sobre lo que viene.
Justo cuando terminé de decir esa frase, dos personas se pusieron delante de nuestra mesa. Ambos nos miraban con emoción.
—¡No puede ser! —exclamó uno de ellos con demasiada alegría y euforia, un hombre—. ¡Jacques Dubois! ¡Viktor Sokolov! —mientras vociferó el nombre de mí compañero y el mío, sacó una pequeña libreta y un bolígrafo—. Qué emoción conocerlos en persona. Me llamo James Williams, y ella es mi esposa Kim Dahyun. Es un placer conocerlos —volteó a ver a su esposa, quien, al igual que él, estaba alegre.
—El placer es nuestro —dijo mí compañero de equipo mirando a la pareja—. ¿Qué podemos hacer por ustedes? —preguntó de manera cordial.
—Bueno, me preguntaba si podíamos tener sus autógrafos, por favor. Somos muy fanáticos de ustedes dos —habló Dahyun, la esposa de James.
A continuación, la pareja de esposos se pusieron unas gorras de pilotos que, sorprendentemente, eran las de Alpine, las de nuestro equipo. La gorra de James traía escrito el número 56, el número de Jacques, mientras que la de Dahyun era el 22, el mío.
—Con mucho gusto —accedió Jacques, tomando la libreta y el bolígrafo de las manos de James y dejando su firma en la última hoja. Después me la pasó a mí para que hiciera lo mismo, cosa que realicé.
Luego de que le devolviera la libreta a James, este nos preguntó si se podían tomar una foto con nosotros, a lo cual accedimos.
—¡Muchas gracias! ¡Cuídense mucho! ¡Hasta luego! —nos agradeció la pareja. Segundos después, salieron del restaurante gritando de emoción.
Después del desayuno, Jihyo y yo decidimos alejarnos un poco del bullicio, no sin antes habernos despedido de Jacques y de los demás pilotos. Caminamos por un parque cercano, disfrutando de la tranquilidad y el sol de la mañana. Estaba consciente de que nuestras vidas estaban cambiando rápidamente, pero en ese momento solo quería disfrutar de la compañía de Jihyo.
—Viktor —dijo ella rompiendo el silencio—. ¿Ya has pensado qué vas a hacer durante las vacaciones?
La pregunta me tomó por sorpresa. La temporada había sido tan intensa que apenas había tenido tiempo para pensar en el futuro inmediato.
—Pues, la verdad no mucho —admití—. Pensaba en pasar algún tiempo con mi familia en Rusia, descansar y prepararme para la próxima temporada. ¿Y tú?
Jihyo sonrió, una sonrisa cálida y llena de emoción.
—Estaba pensando... ¿Qué te parece si vienes conmigo a Corea del Sur? Podríamos pasar un tiempo allí y luego ir juntos a Rusia. Sería una gran oportunidad para conocernos mejor y ver nuestros países de origen.
La idea era tan emocionante como inesperada.
—Me encantaría, Jihyo —respondí, sintiendo una oleada de felicidad—. Sería increíble mostrarte mi hogar y conocer el tuyo.
Pasamos el resto del día planeando nuestro viaje. Jihyo hablaba entusiasmada de los lugares que quería mostrarme en Corea del Sur, desde los bulliciosos mercados de Seúl hasta los tranquilos templos en las montañas. Yo le conté sobre los paisajes de Siberia y la belleza de San Petersburgo en invierno.
Esa noche, mientras me recostaba en mi cama, no podía dejar de pensar en lo afortunado que era. No solo había tenido una temporada increíble en la Fórmula 1, sino que también había encontrado a alguien que hacía que cada día fuera más brillante y significativo.
El futuro se veía brillante, no solo en la pista, sino también en mi vida personal, con Jihyo a mi lado.
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