Tres décadas
Tres décadas.
Ruedo los ojos ante el sonido de los susurros de apreciación hacia las pinturas. Especulaciones, interpretaciones y análisis de obras es todo lo que escucho. Esta cosa de rondar las galerías mientras las personas ven mi trabajo no es mi estilo, me hace sentir incómodo y expuesto porque aunque leo sus opiniones de pasada después en algunos portales de internet o una que otra revista, no es lo mismo a presenciarlo.
Creo que lo interesante del arte es que todos pueden interpretarlo y percibirlo de una manera diferente. Puedo verlo blanco mientras otro lo ve rojo y eso no significa que sea errado, algo que no todos entienden cuando te tildan de inculto. He ido a pocas de mis exhibiciones desde que me hice un pintor "reconocido" incluso cuando mis trabajos no han sido los únicos siendo exhibidos en algunas ocasiones y nunca levanto sospechas porque las personas prefieren verme cómo alguien fuera de lugar y si preguntan, no es que mienta: soy un profesor de historia del arte.
Vislumbro rostros pomposos que he visto en otras exhibiciones y alguno que otro nuevo en tanto me mantengo apartado del resto teniendo un panorama visual más amplio. Tendré que admitir y felicitar a mi agente por haber recurrido a uno de los salones privados de la galería, eso le otorga un aire más íntimo al evento y hace a las personas más codiciosas. Hoy opte por ser un tanto más presentable un pantalón de vestir negro, camisa negra de botones y mangas largas junto a una chaqueta de vestir igualmente negra, porque si venía de una manera menos elegante iba a destacar demasiado, no es que ya no lo esté haciendo con el asunto de la barba – que he recortado, pero que aun así no es "un hermoso rastro" – y el cabello largo que me cae sobre los hombros. Simplemente hoy no me apetecía que me fastidiaran con su "ese no encaja aquí" "no debe reconocer el arte ni aunque le golpee en la cara."
Podría sentirme menos apartado en el evento si Matthew o Alexander estuvieran aquí, pero el asunto es que prefiero que no lo hagan o al menos no en todos los eventos, porque siento que es sospechoso aunque la presencia de Matthew tendría sentido teniendo en cuenta que en sus redes sociales siempre expresa su apreciación al arte y no solo al mío, pero especialmente hoy no lo quería aquí. Hoy es un "renacer" cómo dice mi agente y es extraño, pero a la vez familiar ver mi trabajo siendo exhibido.
El niño que nació en una familia dedica al crimen y que sin ninguna sutileza le dijeron que sus pinturas o dibujos eran cosas de maricones ahora es un aclamado pintor anónimo; lo encuentro cómo un giro inesperado de la historia que el viejo Luhanne no vio venir y eso me da aún más satisfacción, porque hago esto por mí, pero no hay problema en admitir que muchas veces el rencor de darle un jódete a ese viejo de mierda impulsó mucho de mis mejores trabajos y mi ambición de no detenerme. Ya ves, incluso la gente muy mierda puede aportar algo no tan malo a tu vida.
Con lentitud desplazo nuevamente la mirada hacia la puerta, pero no hay rastros de ella. Aun no hace acto de presencia.
Me he encontrado más que un par de veces intentando entender si lo de anoche fue una alucinación basada en mis deseos de recuperar nuestra relación o si realmente sucedió, pero concluyo que fue real porque mi mente no pudo recrear así de bien la calidez de su cuerpo contra el mío mientras la sostenía.
Fue un encuentro raro, inesperado, no planeado y con un final abrupto muy típico de nosotros. Luego de estar cómo un mono adherida a mí y tras un beso suave en una de las comisura de mi boca, ella bajó de mi cuerpo con las mejillas sonrojadas, me dio un asentimiento y luego aturdido la vi dirigirse a su auto. Por supuesto que me expuse al frío diciendo su nombre e intentando perseguirla en tanto preguntaba qué rayos pasaba, por qué se iba de la misma manera abrupta en la que había llegado; su respuesta fue darme una media sonrisa, sacudir la cabeza una vez más y decirme que me veía más tarde en la exhibición y aquí estoy.
Lo de anoche o más bien madrugada ¿Significa un inicio oficial? ¿Un tal vez? ¿Un despedida súper dramática que pretende traumarme de por vida? ¡¿Qué mierda significa?!
Cansado de quedarme aislado en la exhibición, aunque no quiero que las personas me hablen o me toquen, pero queriendo quemar toda mi energía nerviosa sobre Valerie, me acerco a la primera pintura.
Siempre y cuando digo siempre es realmente siempre, me involucro y ordeno la manera en las que mis pinturas se mostrarán, cuáles deseo que se vendan y que otras aun no quiero compartir, esas que se quedan conmigo en un salón del que soy propietario o que regalo a algunas personas y sí, también me involucro en el precio de ellas porque si bien no creo ser el mejor, he aprendido a darle valor a lo que hago, después de todo está bastante bien no desnudar mi alma de a gratis y mucha de esta gente siente que el precio es un pellizcos a sus bolsillos y tal cómo dije, a veces regalo al menos una, sobre todo cuando observo el anhelo e impresión de alguna persona que acuden a estos eventos, pero que no puede costear el arte, personas que desde mi punto de vista aprecia todo lo que doy de mí incluso cuando no quiero.
Con las manos en los bolsillos delanteros de mi pantalón, observo la primera pintura, es oscura y tal vez incómoda de ver: un niño cuyo rostro no se ve, sentado en la orilla de un río con los pies sumergidos en el agua, abrazándose las rodillas mientras atrás se ve el abismo oscuro con la insinuación de algunos rostros en las sombras.
—Es perturbador —comenta una mujer a mi lado.
Un traje hace que me hablen en este evento. No volteo a verla, pero ella una vez más habla sobre cuánto la perturba la pintura "siniestra". Antes dije que todos interpretan el arte cómo quieren, pero también me destaco el área del cinismo e hipocresía cuando establezco que para mí mismo que su opinión es una mierda.
—Solo veo infancia perdida —Hablo por alguna razón para silenciarla y que deje de perturbar mi triste intento de paz—. Veo a un niño con mucho futuro al frente mientras demonios lo quieren arrastrar para alejarlo de una infancia feliz y un futuro prometedor—Con los ojos sigo cada trazo hecho con rabia y dolor en la pintura—. Tal vez sea un grito...
Lo es. Esa pintura fue hecha meses antes de viajar a Austria aquella primera vez que me reencontré con Niklas en su boda fallida con Gesine. Cuando mis hermanos no eran más que lejanos recuerdos que me empeñaba en olvidar.
—¿Un grito? —pregunta la mujer.
—Un grito en contra del abuso infantil, la pedofilia, trata de niños —dice la voz de Valerie anunciando su presencia—. Un grito en contra de cómo los adultos roban niñez e inocencia. Los niños solo tendrían que ser niños.
—Es perturbador —repite la mujer y aprieto los labios volteando hacia ella.
—Es perturbador que te afecte una pintura que representa todo eso, eso sí me perturba. Porque solo podría sentirte alterado por tal grito de protesta quien se sienta identificado con las sombras.
La mujer me da una mirada de arriba abajo, decide que no valgo la pena con una expresión de disgusto y luego le da un asentimiento a Valerie antes de alejarse. Espero y en serio la pintura no tocara nada cercano a ella porque estoy harto de decepcionarme de la humanidad.
—No es perturbador —dice Valerie ubicándose a mi lado—. Es hermosamente trágico, te obliga a no ignorar un problema horrible arraigado en la sociedad y te hace desear que las sombras desaparezcan y el niño solo sea un niño.
—¿Tus sombras desaparecieron, Valerie?
—Muchas de ellas, algunas aún se quedan conmigo, pero soy fuerte y vivo con ellas.
No puedo evitar una sonrisa porque cuando nos conocimos, esas no eran palabras que pudieran ser dichas por ella y pensar en la manera en la que finalmente no se cohíbe me da una sensación cercana a la felicidad ¿Y para qué negarlo? También me la pone dura, pero eso es normal en un tipo que no tiene sexo real desde hace eones y que además se encuentra vergonzosamente enamorado.
Siento el roce de su mano en la mía y cuando bajo la vista, descubro que es intencional así que llevo mis ojos a los suyos, encontrándola llevando un vestido verde oscuro de cuello U ajustado a su figura y completado con un abrigo blanco. Es el epítome de la elegancia, belleza y seducción con su cabello suelto en hondas y un maquillaje sutil que destaca sus ojos.
Manteniendo la vista fija en ella, tomo su mano y luego entrelazo nuestros dedos, ocasionando que una lenta exhalación la abandone y confirmándome que lo sucedido en la madrugada tiene el significado de un nuevo comienzo o una continuación paulatina de una historia que empezó con fuerza y que aún no termina.
Sus ojos hacen un viaje por mi cuerpo y mi rostro, dándome unos minutos de vanidad cuando se hace evidente que le encanta cada centímetro de mí, su mirada la delata.
—Edmun te ves imponente e impresionante —Traga y sus ojos se encuentran con los míos— incluso poderoso. Pareces de esos libros que lee Alexa
Alexa, esa mujer alocada que gustaba de Alexander y que en una visita inesperada a Austria luego de babear por Lorenz, me dejó entregarle una carta que le hizo llegar a Valerie. Estoy en deuda con ella, cosa que no me gusta, pero valió la pena totalmente.
Valerie sacude la cabeza cómo si saliera de algún trance y cuando enarco una ceja aprieta los labios no contenta con ser tan abiertamente evidente con su apreciación a mi aspecto, así que para cambiar el ambiente, tira de mi mano para continuar viendo la exposición.
Siete pinturas, cuatro de ellas pintadas antes de desaparecer y tres a mi regreso. Yendo de oscuras a luminosas, no hay un punto medio en ellas, presento dos extremos que tienen a todos en una subida y bajada.
No comento mucho de ellas y Valerie sabe cómo me siento al respecto por lo que no se corta y más allá de unas palabras bastantes intensas de apreciación, su escrutinio es silencioso aunque sus emociones al respecto se reflejan en su rostro porque las siente. Recuerdo que hace un tiempo, antes de que supiera que el pintor austriaco era yo, ella expresó cómo su alma se conectaba con la de E. Schwarzenberg a través de las pinturas, cómo las sentía y creaba un vínculo porque las vivía, muy pocas veces he conocido a alguien que experimenté el arte como ella.
Me encuentro limpiándole una lágrima de la mejilla cuando estamos frente a una pintura que muestra un desierto con rastros de carmesí en la arena mientras el cielo muestra un poderoso atardecer; es un contraste bastante marcado de lo que pudo haber sido un buen día para algunos, pero terrible para aquellos que tal vez no lo lograron.
—Muchas veces así fueron mis días —murmura en voz baja—. Eran brillantes para muchos, casi el día perfecto, pero no para mí. Mientras el cielo brillaba o daba hermosos atardeceres, yo vivía un día oscuro.
—Muchas veces así me sentí —Le hago saber dándole un apretón a su mano—. El cielo pudo pintar un bello atardecer o regalarme una noche estrellada, pero por dentro el dolor y angustia me consumía. Siento que de pequeño en realidad no puedo recordar algún momento en el que no estuviese aterrado de mi futuro.
—E. Schwarzenberg tiene la capacidad de gritar con su arte cosas increíbles, agradezco estar viva para presenciarlo —Voltea y me da una larga mirada—. Agradezco estar de pie aquí en este momento.
Asiento en acuerdo sin poder decir mucho sobre el significado que tienen para mí sus palabras, no es que necesite que me agrande un ego, va más allá de algo superficial. Mis pinturas, en su mayoría, son gritos de mi alma ya sean felices o desgarradores, cada vez que los presento me siento vulnerable e irritable, pero saber que hay personas a las que ayuda o brinda algún tipo de perspectiva lo hace más llevadero.
Continuamos el recorrido y hay esta calidez en mí cuando nos detenemos en pinturas llenas de luminosidad y sonríe manteniéndose en silencio, cómo si absorbiera el momento y le trajera un buen momento.
Tener la capacidad de hacer sentir tanto a alguien con tu trabajo es abrumador, no malo, pero si inquietante porque te das cuenta de que posees un poder que tal vez no sepas manejar o del que podrías no ser completamente digno, pero el que quieres seguir usando una y otra vez. Mi arte me salvó, pero parece que también es una herramienta para salvar a otros, para dar consuelo y hacer saber por medio de unas pinceladas que el dolor, sufrimiento y agonía pueden ser intrínsecamente hermosos cuando los ves a través de un cuadro y conectas lo suficiente para dejarlo ir de igual manera en las que las dichas y alegrías tienen un sabor más dulce cuando eres capaz de verla y sentirla con intensidad por medio de colores y trazos que alguien más creó.
No nací sabiendo todo esto, lo fui aprendiendo en el camino cuando entendí que las personas no se quedaban viendo mi arte cómo una posesión, o al menos no todas, que de hecho había algo más, que incluso cuando me dolía y ardía – aun lo hace – compartir de tal manera lo que siento, ellos se conectaban y expresaban su sentir.
Permanecemos largos minutos en la última pintura que muestra una noche estrellada impresionante que se ve tan real que casi podrías sentir que puedes tocarla con los dedos si estiras la mano, pero debajo de ella hay devastación, sequedad, ausencia y soledad de una tierra muerta sin nada para ofrecer, sin alguien que la habite.
Es esperanzador de la misma manera en la que te despierta una sensación de desolación.
—En lo maravilloso también hay caos —rompo el silencio—. Lo bueno y malo está entrelazados y a veces en donde uno prospera el otro no lo logra o puede que sí.
—Tú eres un ejemplo —susurra sin verme, con los ojos fijos en la pintura—. Creciste en un mundo así de desolado y devastado, pero buscaste una noche estrellada en la cual vivir y prosperar.
—O tal vez solo vivo en la tierra devastada disfrutando de los largos vistazos a esas estrellas que puedo tocar con la mano —Voltea a verme—. Porque vivir en el caos no es malo siempre que haya cordura y siempre que trabajes en un equilibrio. A mí me gusta mi caos porque en él consigo tocar ciertas estrellas.
Mis palabras la tienen sonriendo y luego hace un sonido que parece un resoplido.
—Cómo cambian las cosas, escúchate todo filosófico cuando antes solo sabías decir "es una mierda". Los treinta años te hacen tener pensamientos profundos, Edmun.
—Dan perspectiva —digo con una mueca burlona haciendo que su sonrisa crezca.
—Es una exhibición increíble y un gran regreso; me encantará escribir de ello en mi próximo artículo, tal vez lo haga. Hay que darle bastante atención a mi pintor favorito.
»Ahora, vámonos, sé que te pone de los nervios estar durante mucho tiempo aquí y mi vena fanática ya se deleitó con todo este hermoso arte que nos regalan a los mortales.
No protesto, en lugar de ello me dejo guiar con su mano en la mía, pero entonces me doy cuenta de que a las personas aquí no les interesa si Valerie Evans, famosa presentadora de televisión, toma la mano de un tipo greñudo bien vestido, les da igual y ese tipo de libertad es embriagadora, razón por la cual dejo de caminar, deteniéndome casi en el centro del salón en dónde no somos el centro de atención porque las personas se pierden en el arte o tal vez somos pinturas mezclándose con las que se exhiben.
Tiro de su mano para que su cuerpo se acerque y me dedico una vez más a memorizar su rostro y la manera en la que me ve. No creo que alguna vez alguien me haya transmitido con su mirada tanto amor y entrega. Sé que hay personas que me aman: mis hermanos, mis amigos, mis abuelos lo hicieron, mi loro, los perros e incluso mi mamá en medio de sus serios problemas de dependencia; pero el amor de Valerie es diferente, porque es un amor que evoca valentía, confianza, oportunidades, pasión y entrega. Es un amor que lo da todo del mismo modo en el que lo recibe y eso...Eso es hermoso y cautivante, es una droga de la que te vuelves adicto y que no te destruye.
Es el tipo de amor lleno de colores aun no inventados, que luce cómo un cuadro de valor incalculable que si se exhibiera te cegaría. Es un tipo de amor extraño, tal vez un mito, uno que ni me interesé en encontrar porque no creía en tales cosas al menos para mí, pero aquí estoy, envuelto de una manera que podría marearme y que me hace cuestionarme si es sano sentir tanto, porque a veces siento tanto que duele y no es que sea un mal dolor, pero hasta la persona más valiente se aterraría ante un sentimiento tan amplio y que abarca tanto.
Me asusta y me jode lo que siento por ella, eso no lo puedo negar, pero también me cuestiono si tal vez, después de todo, este momento, esta sensación, este amor correspondido fue una de las razones por la que sobreviví a días de infierno cuando muchas veces deseé morirme, si sin saberlo, me mantuve de pie bañado en dolor y sangre para años después encontrarme aquí. Si tal vez todo esos momentos en los que me sentí sucio, indigno y contaminado eran un prefacio para mi actualidad.
Es difícil entender por qué sobreviviste cuando tienes doce años y has pasado por quince días de infierno que te cambiaron la vida e incluso cuando avanzas y obtienes un pase a una nueva vida, hay noches en las que te preguntas luego de gritar con pesadillas "¿Por qué no morí? ¿Viviré siempre reviviendo este dolor?" y te preocupa no encontrar respuesta. Hasta los veintiocho años, siendo un pintor anónimo aclamado, teniendo dinero, amigos y el recuerdo de unos abuelos amorosos, seguí cuestionándome "sobreviví aquel tiempo ¿Para qué?" y ahora puedo entenderlo.
Sobreviví para ser más fuerte, para pintar sobre mi dolor, mis cicatrices y mis dichas, sobreviví para ser un hermano presente, para ser el tipo de amigo que mis dos hermanos que no llevan mi sangre merecen. Sobreviví para educar a una nueva generación de bestias incultas a nivel universitario, para darle un hogar a Gring, para ser algún tipo de prueba de que en efecto es muy real el cliché de lo que no te mata te hace más fuerte y también sobreviví para ser amado cómo nunca lo fui y para amar de la manera en la que siempre me negué. Sobreviví para ser más que un lienzo en blanco, para ser el tipo de pintura que solo los que verdaderamente me conocen entenderían.
Y mis ojos tienen que estar reflejando infinitas emociones e intensidad porque Valerie me mira con asombro y sorpresa.
—Te amo —Le hago saber.
Y no soy una persona que diga demasiado esas dos palabras y posiblemente no las repita demasiado en el futuro porque prefiero demostrárselo, pero en este momento salen con facilidad porque son tan certeras y adecuadas, además, la hacen sonreír.
—No creo que alguna vez alcances a entender la manera en la que mi frío corazón siente calidez por ti, lo que implica mi amor.
—No creo que alcances a entender que siento igual de fuerte que tú. Siempre te he esperado porque siento que siempre eres tú y no me importa que diga el mundo sobre si es o no adecuado, siempre serás tú.
Tiro más de su mano dejando su cuerpo casi al ras del mío. Sus zapatos de tacón ayudan a hacer nuestra diferencia de alturas menos evidente, pero aún es notable.
—Déjame besarte —pido con la vista clavada en sus labios.
—Por favor —responde en voz baja que alcanzo a escuchar.
Y bajo el rostro, manteniendo los ojos abiertos con mi mirada en la suya mientras nuestros labios se rozan con suavidad.
—Te amo —susurra, su aliento cálido golpeando contra mis labios que arden con sus palabras.
Y la ternura desaparece porque entonces solo siento un fuego queriendo consumirlo todo. Ahora mismo, si fuésemos una pintura seríamos una ardiendo en fuego, consumiéndose poco a poco sin importarle nada.
Abro mis labios sobre los suyos mientras mis brazos le envuelven la cintura y la pegan a mí. Esperé por este beso más de un año y aunque la espera me consumía y dolía, en este momento confirmo que valió absolutamente la pena y que esperaría siempre por estos labios que me enseñaron el significado que va más allá de un simple beso.
Sus manos están en la base de mi cuello y poco después enredados en mi cabello en tanto le hago arquear la espalda y devoro su boca. Si yo fuese otro tipo posiblemente podría estarle dando un beso dulce y tierno que hable de sentimientos y toda la mierda de amor verdadero, pero ese no soy yo. Mi beso el habla de pasión, del deseo descontrolado de querer consumirla, de que sea mía del mismo modo en el que soy suyo tanto cómo quiera, en serio, es casi vergonzosa la manera en la que me pone.
Cuando nuestras lenguas tienen contacto, porque tras lamerle el labio inferior no me detengo e indago en su boca, me trago el sonido de placer que ponen las cosas tensas por debajo de mi cintura porque de inmediato comienzo a endurecerme. Somos presiones fuertes de boca a boca, succiones, lenguas entrelazadas, mordiscos y suspiros mientras nos aferramos el uno al otro. Somos todo lo que quiero, una de las razones por las que me digo: qué bueno fue no haber muerto todas esas veces en las que pude hacerlo.
Seguramente no es el tipo de beso que tendría que darse el público, tal vez nos tilden de vulgares e inmorales, pero a nosotros nos importa una mierda mientras calmamos esa eterna sed de los días, horas, minutos, segundos, meses que estuvimos separados.
Ella aleja sus labios con un jadeo y mi boca todavía va en busca de la suya cuando ríe, girando el rostro para que mis labios terminen en su mejilla.
—Necesito respirar, de alguna manera conseguiste ser todavía más intenso.
—Respirar está sobrevalorado, besarnos no —murmuro pegándola más a mi cuerpo y sonrío contra su barbilla cuando su cuerpo se sacude en un risita.
Casi pensaría que es adorable, excepto que nada en ella se me hace adorable, es muchísimo más que ese adjetivo tan común y aburrido.
Dejo pequeños besos hasta su boca en donde está vez dejo un beso un tanto más lento y calmado, dándome la oportunidad de saborear el momento. Es un beso más corto, pero cuando me alejo sus ojos brillan, sus labios se encuentran inflamados y húmedos esbozando una sonrisa que resulta tan genuina y me da la sensación de que desde aquí estaremos bien, podemos con esto.
—Qué manera de hacerme sentir que me devuelves el mundo con tan solos tu besos —murmura.
»Ahora, vamos, sé que Matthew y Alex tienen organizada una pequeña reunión de cumpleaños para ti.
—A la que no me importa faltar —comento y ella rueda los ojos haciéndome avanzar hacia la salida.
Ignoramos deliberadamente cualquier atención que podríamos haber obtenido por el beso nada discreto y camino detrás de ella para que no sea tan obvio el hecho de que me encuentro duro.
—No seas malo, ellos quieren recuperar el tiempo contigo. No sabes cuánto te extrañaron y preocuparon por ti —Libera mi mano, deteniendo la caminata, yendo por los botones de su abrigo, pero la detengo para hacerlo yo con lentitud.
—Son buenos amigos, tengo suerte, lo sé —señalo, viendo mis dedos hacer el trabajo con los botones y apretando los labios cuando mis nudillos le rozan los pechos al cerrar los últimos.
»En realidad tengo suerte sobre muchas cosas, por alguna razón todos esperaron por mí y sé que eso no lo haría cualquiera —Hago una pausa mientras la veo con tal fijeza que las mejillas se le sonrojan—. Gracias por esperarme, Valerie o incluso si no estaba en tus planes hacerlo, gracias por esta oportunidad.
—La merecíamos —dice con suavidad—. Nos enamoramos en medio de nuestro tormentoso equipaje, pero fue el tipo de amor que ni siquiera soñé, parece justo vivir ese amor ahora que estamos más ligeros, hemos crecidos y somos una mejor versión de nosotros.
»¿No se siente bien? Ya sabes, estar juntos sin pensar en secretos o la incertidumbre de dolores sobre nuestras espaldas. Es cómo continuar, pero también un nuevo comienzo.
No le respondo, en lugar de ella la acorralo contra el pasillo cercano a la salida y la beso de nuevo con la misma intensidad, esta vez enredándole los dedos en el cabello y con sus manos debajo de mi chaqueta, en mi espalda baja. La beso hasta que gime y no puede borrarse la sonrisa del rostro. Y le sigo robando besos de camino a mi camioneta, en los semáforos en rojo, cuando bajamos del auto, en la puerta de la casa de Alexander donde me encuentro con Caddie, Miriam, Elise, Matthew y un par de sus primos.
La beso en medio de una tarde agradable y en cierta manera divertida que de nuevo me hace sentir agradecido porque pasé por horrores, pero tuve esta recompensa y también tengo a mis hermanos. Nos besamos en tantas ocasiones que Elise bromea sobre ello y me da igual, creo que tenemos la ansiedad de querer recuperar todos esos besos perdidos; fuimos durante tanto tiempo pinturas solitarias que ahora nos aferramos en ser una obra única, el tipo de obra que me gusta pensar no necesita explicarse o admirarse, simplemente sentirse.
Para cuando la llevo a su apartamento y le doy a regañadientes el beso de despedida, tiene los labios magullados, pero no se queja y pareciera que obtuvo una inyección para hacerlo más gruesos y llamativos, también noto que tiene los alrededores rojizos por el roce de mi barba, pero tampoco protesta al respecto.
Comienza a alejarse, aun sostengo su mano y ladea la cabeza hacia un lado.
—¿Fue un buen cumpleaños?
—Uno de los mejores —garantizo.
Fue diferente al pasado que consistió en una pequeña reunión con mis hermanos, en donde hubo mucho licor involucrado, comida exagerada, perros corriendo y ladrando en tanto había un Dietmar creyéndose Dj. En aquel entonces no sabíamos el paradero de Livia y aunque sabíamos que la estaba pasando mal, no imaginamos qué tanto, sin embargo, ellos se esforzaron en darme un cumpleaños decente y sorprendentemente el tipo diabético sabe hornear muy bien dulces, lo que es irónico. Fue especial, significativo, del mismo modo en el que lo fue mi primer cumpleaños con mis abuelos y cómo resultó ser mi cumpleaños número treinta.
Ella continúa alejándose hasta que nuestros dedos no se tocan, pero a diferencia del reencuentro incierto entre nosotros, esta vez sonríe antes de girarse y entrar al edificio. Esta vez no tengo miedo ni siento dolor, porque sé que mañana podré besarla y abrazarla de nuevo.
Esta vez puedo irme sin sentir que hay un enorme puente entre nosotros, porque ya lo hemos cruzado.
Treinta años llenos de mucha mierda mala, pero también cosas buenas, cosas que me recuerdan el por qué haber sobrevivido de aquel secuestro cuando solo era un niño no fue un infierno, tampoco es el cielo, pero es la representación de una oportunidad a la que me aferré con fuerza y aquí estoy.
—Fue cruelmente doloroso, Moritz —susurro viendo hacia mis pies—, pero no te ha ido tan mal e incluso conseguiste tres nombres ¿Eh?
Giro y camino hacia la camioneta digiriéndome a la casa en donde de hecho rio y maldigo al llegar cuando encuentro un montón de rosas negras en la entrada de mi puerta junto a globos con el número treinta en color rojo. Ubico la tarjeta y la leo:
«Felices tres décadas.
Que este año te haga menos gruñón.
Que folles y goces.
Que la maldad en ti no muera.
Que cumplas muchos años más para poder vernos una y otra vez.
Que sigamos siendo seis.
Cómprate ropa cara, vende tu mierda cara y sigue detestando el mundo.
Nos agradas,
Los locos austriacos y los perros también.»
Sonrío y luego gruño dándome cuenta de la cantidad exagerada de rosas, así que les paso por encima, tomo apenas siete de ellas – una por cada hermano y perro – y las demás que parecen ser varias docenas, las dejo afuera sin importarme si se las roban o marchitan.
Este se vuelve de mis capítulos favoritos de esta historia, siento que Edmun aquí transmite mucho, demasiado y disfruté escribiéndolo.
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Espero les guste.
Un beso.
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