No el principio, tampoco el final
No el principio, tampoco el final.
3 de marzo, 2017.
— ¿Por qué te gusta tanto Londres?
La pregunta de Lorenz, el cuarto hermano de la familia, nace de la curiosidad lo noto en su mirada mientras acaricia detrás de las orejas de Duquesa Catalina Isabel, nombre ridículo para una perra, pero así funcionan las cosas en esta extraña familia.
—Cuando el aire era denso en Austria, Londres se volvió un lugar que me dejó respirar.
—Intento entenderlo —dice viendo hacia Catalina Isabel—, pero es difícil considerar vivir fuera de la familia, lejos de Austria.
Ser el único de la familia viviendo fuera del crimen organizado a veces instaura una sensación amarga de culpa porque soy el único que tuvo una nueva oportunidad, un nuevo comienzo luego de que tras un tortuoso y horrible secuestro a los doce años, fuese enviado a vivir con mis abuelos maternos en Londres.
Londres me salvó, me salvó de mí mismo, de toda la oscuridad que habita en mí, esa que mantengo resguardada en mi interior en donde no haga daño a las personas que me importan.
O tal vez Londres no fue quien me salvó, las personas que conocí en Londres lo hicieron: mis abuelos, mis amigos, la familia de mis amigos y ese maldito loro llamad Gring que me enseñó el verdadero compañerismo animal-humano. No fue fácil tener un nuevo comienzo lejos de la violencia y el crimen, mucho menos cuando arrastras contigo un dolor atroz y desgarrador que no te permite dormir, comer, existir, vivir, pero lo logré.
Poco a poco dejé de ser Moritz Schwarzenberg, heredero de la familia dedicada al crimen, para convertirme en una persona con vida promedio llamada: Edmun Moritz...Más adelante, me convertiría en un pintor aclamado denominado "austriaco" y bajo el seudónimo de E. Schwarzenberg, el uso del apellido un gran "jódete" para el viejo que debía llamar abuelo e incluso para mi padre.
Pasaron tantos años desde que fui a Moritz que me asusta la manera en la que los últimos meses me volví nuevamente en esa persona. Trato de no olvidar que soy Edmun, pero a veces es tan difícil.
No se supone que estuviese aquí por tanto tiempo, pero tras el asesinato de mi sobrino Alesso y el secuestro de mi hermana Livia en manos de su propio esposo ¡Maldita basura italiana! Todo se ha ido al carajo ¿Qué tan mal? Iniciemos con el hecho de que mi abuelo sabía de la emboscada contra Livia y no dijo nada, que aún el maldito viejo no habla y agrégale que Maurizio De Rosa es una maldita escoria que asesino a su pequeño hijo que ni siquiera alcazaba los cinco años.
Todo el caos ha dado pie a que continúe lo que ya se estaba gestando: Niklas, mi hermano menor, tiene encerrado a Luhanne – mi querido abuelo – y Lorenz lo ayuda con todo, todo; Fabienne tiene una mente perversa y astuta que me hace cuestionarme qué futuro lo espera, Dietmar se adapta...Se siente en casa y Livia lleva meses desaparecida y ni siquiera quiero pensar bajo qué condiciones.
—Puedes elegir, ahora tal vez puedas, Lorenz.
Mi hermano deja de acariciar el lomo de Catalina Isabel y arquea una ceja hacia mí, luego una pequeña sonrisa aparece en su rostro:
—Ya yo elegí, Moritz. Esta es mi elección —Dice sin titubear y con una seguridad que no me hace repetir lo antes dicho.
Él eligió.
***
Un grito resonando por el lugar me despierta haciéndome incorporarme de inmediato con el corazón acelerado. Estoy sudado y cuando me llevo las manos al rostro noto lágrimas en él, una pesadilla.
Una horrible pesadilla.
Primero estaba pequeño, salía del colegio y unos hombres no raptaban, luego los gritos, el dolor...Retazos de esos horribles días, se sintió real y por último estaba aquí, en esta casa, con Valerie llevando un vestido blanco que se volvió rojo cuando alguien le disparaba múltiples veces.
Intento escuchar de nuevo los gritos, preguntándome si venían desde mis pesadillas y todo lo que escucho es silencio. Me levanto de la cama y me paso las manos por el cabello sudado, un escalofrío me recorre y me doy cuenta de que tal vez hay demasiado el silencio y eso puede ser un problema.
Me acerco en silencio a la ventana que da al balcón y con cuidado corro un poco a cortina viendo el lado frontal de la casa. Mierda, esto no es bueno.
Hay cuatro camionetas grises, hombres armados que no reconozco cómo parte del equipo de la familia y algunos cuerpos en charcos de sangre sobre el suelo.
De repente soy consciente de que solo traigo un pantalón holgado, estoy descalzo y esta es una situación muy, pero muy mala. Retrocedo y algo frío se clava contra la parte baja de mi nuca.
—Camina muy lentamente y no hagas nada estúpido —susurran en italiano y asiento con lentitud alzando las manos.
Pese a que el corazón me late de prisa, actúo con serenidad sabiendo que mis posibilidades son mayores siempre y cuando me mantenga o finja la calma. Así que obedezco al hombre detrás de mí y giro con lentitud saliendo de la habitación.
Mi mirada se encuentra con la de Fabienne que a la hacen bajar las escaleras, pese a lucir muy pálida mantiene la barbilla alzada. Veo la mirada lasciva del hombre apuntándola con el arma y él le susurra algo a lo que ella aprieta las manos en puños.
—Pronto te comerás tus bolas —sisea mi hermana.
El tipo la empuja haciéndola caer de rodillas en uno de los peldaños de las escaleras, por instinto me adelanto para ir por ella, pero el arma en mi nunca se presiona con más fuerza en una advertencia. La maldita basura levanta a Fabienne por el cabello y le desliza el arma por el pecho, mi hermana tiembla, pero no baja la barbilla.
A empujones nos hacen bajar las escaleras y al llegar a la sala me encuentro con la imagen de Dietmar sangrando por la boca y la nariz mientras se mantiene arrodillado en el suelo con las manos detrás de la nuca, un hombre lo apunta. Lorenz se encuentra golpeado y lo mantienen de pie en el extremo opuesto de donde se encuentra Niklas con un ojo a medio cerrar y sangre desde la nariz a la boca.
Cuatro hombres, seis con los que nos apuntan a Fabienne y a mí. Uno de ellos es Maurizio De Rosa, quien se encuentra de pie en medio de todo esto con una gran sonrisa. Cuando él me ve, su sonrisa se vuelve de costado.
—Oh, teníamos aquí al perdido y no lo sabía ¡Te dije que te guardaría el secretito, cuñado! Ni siquiera estos hombres saben quién eres —Me dice.
—No lo entiendo ¿Intentas ser divertido? —pregunta Lorenz fingiendo desconcierto—. Porque apestas en ello.
Un golpe en su costado llega ante un asentimiento de Maurizio. Fabienne es arrojada al suelo a una distancia de Dietmar, la camisa de su pijama se alza y gruño viendo cómo las malditas miradas lascivas caen sobre ella. Mi furia comienza a incrementar y no avanzo muy lejos cuando desde atrás me sostienen mientras alguien me golpea el estómago.
— ¡Maurizio! Sabía que tendría noticias de tu parte.
Todos volteamos a ver a Luhanne de pie, con el bastón, delgado, pálido, con ojeras y sin dos de sus dedos. Él nos ve con desprecio y camina hacia Maurizio estrechándole la mano. Una risa resuena por el lugar, es Niklas.
—Oye, Lo, mira eso —Se ríe y sus dientes se ven rojizos por la sangre—. Maurizio buscó de socio a un viejo decrepito inservible.
— ¡Y ni siquiera habla italiano! —Le sigue Lorenz ganándose un golpe, pero parece que le da igual porque sigue riendo.
—Morirán, incluso si me matan me encargaré de vender mi alma y vendré por cada uno de ustedes—La voz de Niklas suena oscura—. Será doloroso, los arrastraré al infierno.
Es evidente que Luhanne no lo entiende, pero Maurizio ríe mientras Niklas le da una sonrisa siniestra.
—Escuché que los italianos creen en maldiciones. Te maldigo a ti y a tu familia mil veces, me cago en tu familia, tu negocio y tu puta vida —Se ríe Niklas y noto a Maurizio tensarse.
—Maldito hoy, maldito siempre —Sonríe Dietmar desde el suelo.
— ¿Qué está sucediendo? ¡¿Qué dicen estos miserables bastardos que nunca debieron nacer?! —grita Luhanne.
Niklas, Lorenz y Dietmar comienzan reír y eso toca alguna fibra sensible en Maurizio porque da una orden y golpean a Dietmar que se protege cómo puede mientras Fabienne grita e insulta en italiano que paren. Me siento impotente, necesito llegar a Dietmar y protegerlo.
— ¿Quieren reír? Entonces tal vez rían muchísimo cuando vean a la puta de su hermana —Se burla Maurizio.
Las risas cesan y en el suelo Dietmar queda echo un ovillo sangrando, sin embargo, sonríe y repite "maldito hoy, maldito siempre" en italiano una y otra vez mientras Fabienne estira la mano tomando la suya, es todo el toque que puede lograr hacer.
Una respiración temblorosa escapa de mis labios cuando Livia es traída. Es la primera vez que la vemos en meses y todo es impactante. Tiene moretones en el rostro, vendas en la muñeca, su piel es enfermizamente pálida y su mirada se ve apagada. No está atada, no la empujan, ella camina por su cuenta cómo alguien que ha perdido su alma o alguna razón legitima para vivir.
Pero eso no es lo más sorprendente.
Ella está embarazada. Muy embarazada.
Fabienne susurra su nombre con una mezcla de horror e incertidumbre y la mirada de mis hermanos al igual que la mía se mantiene en su vientre crecido.
—Te mataré, estás muerto, Maurizio —Me escucho decir con crudeza—. Maldito hijo de puta cómo pud...
—Corta el rollo, cuñadito perdido. Ese niño no es mío.
La mirada de Livia se mantiene ausente mientras Fabienne la llama en suplica, mis hermanos no hablan...Esto es demasiado para procesar. Maurizio camina hacia Livia y palmea el vientre crecido.
—Este bastardo es de alguno de mis muchachos ¿Ella quería dejarme? Entonces tal vez quería ser de otros.
Sonidos de arcadas llegan y cuando volteo encuentro que Fabienne está vomitando ante sus palabras mientras lágrimas le recorren el rostro. Siento mi propio estomago revolverse ante las implicaciones. Lo escucho hablar sobre Livia traicionándolo, sobre las razones, sobre su dolor de asesinar a su hijo, Luhanne siendo de ayuda, torturas, violaciones, cacería, planes para llegar a este momento, asesinarnos. Escucho millones de razones por la que debe morir, no puede seguir viviendo, no puede.
—Ella está rota y quiero que la vean antes de morir. Su hermana destruida, viviendo un infierno mientras ustedes arderán en él.
—Vas a morir —digo sin reconocer mi propias voz—. Vas a morir.
—Tú morirás —Me responde con burla— ¿A quién quieres que mate primero, Luhanne?
—Ve por él —Me sonríe Luhanne al señalarme—. Esa basura nunca sirvió, lo hicieron un maricón en un secuestro que no soportó y desde entonces solo lloriquea sobre esta vida privilegiada en dónde nació. Mátalo, no merece respirar ni un segundo más.
Frialdad me recorre los huesos mientras le sostengo la mirada a Luhanne Schwarzenberg, le doy una pequeña sonrisa harto de esta maldita basura, debí matarlo aquel día, debimos matarlo.
—Espero y sufras, viejo de mierda. Lo deseo —Le digo y sonríe.
—Un arma, yo mismo quiero apagarlo.
Uno de los hombres le entrega un arma que me apunta, él quita el seguro y se prepara para dispararme, pero todo sucede muy rápido. Porque luego veo cómo Livia toma el arma Maurizio y apunta a Luhanne, disparándole antes de que él apriete el gatillo para dispararme.
Uno, dos, tres, cuatro...Seis disparos que lo hacen sangrar por la boca y ver horrorizado antes de que se desplome. Lorenz le da un cabezazo al tipo apuntándolo y toma el arma. Livia apunta a Maurizio y todas las armas son cargadas mientras nos apuntan.
—Me quitaste la oportunidad de ser feliz —dice Livia con voz temblorosa apuntándolo—. No pedí una boda y no pedí un bebé, lo amé, lo crie y me lo quitaste, me quitaste lo único bueno que pude obtener de ti —Lágrimas le corren por el rostro—. Era mi bebé y monstruosamente lo asesinaste en mis brazos. Él merecía vivir más que cualquiera persona en esta habitación, más que tú.
»Me has torturado, me has quitado mi libertad, me has violado y aun así trajiste amigos... —Su voz se quiebra— Y ahora tengo un bebé que no quiero, que no pedí porque decidiste que ese sería mi castigo ¡Eres un maldito enfermo!
—Baja el arma, Livia —Le dice con autoridad.
Ella apunta con rapidez al tipo detrás de Dietmar y le da un disparo limpio en la cabeza que hace que sus sesos salpiquen sobre nuestros hermanos menores, luego apunta de nuevo a Maurizio.
—Ese viejo que llamé abuelo y que acabo de asesinar, pensó que nosotras las mujeres no debíamos saber disparar, pero mis hermanos me enseñaron bien a tener una puntería mortal.
»No me importa qué tenga qué hacer, pero no saldrás vivo de aquí.
—Muy bien —anuncia Niklas alzando las manos con una sonrisa, llevando algo en ellas—. El asunto es el siguiente:
»Mis hermanos vienen a mi lado, tus tipo van al tuyo y yo no nos hago explotar ¿No te parece un plan perfecto? Siempre pensé que las granadas eran divertidas.
En otra persona tal vez te plantearías que esto sea una manipulación, pero Maurizio ha escuchado hablar de Niklas, de cómo actúa cuando pierde el control y sabe que mi hermano no miente, que las granadas en alto dentro de sus manos no son una amenaza vacía. Con lentitud ese cobarde que ni siquiera tiene madera para ser el mafioso al que juega ser, asiente hacia Niklas en acuerdo.
—Tú, dale tu arma a Lorenz y también el cuchillo —Le ordena Niklas al que apunta al mencionado—. Y tú, dale el arma a él.
—Jefe... —comienza el tipo detrás de mí.
Pero antes de que pueda continuar en lo que es un mensaje muy claro, Lorenz pasa el cuchillo en la garganta del que antes lo apuntaba. El hombre se atraganta llevándose las manos al lugar intentando detener el sangrado, pero es demasiado y luego se desploma.
Lorenz sostiene el cuchillo ensangrentado mientras con el arma se mantiene apuntando al frente en donde dos hombres más aparecen. Le da una rápida mira a Niklas y le asiente al hombre detrás de mí.
—Dale el arma —ordena—. Ahora.
—Tic-toc-tic-toc nos haré explotar ¿Quién quiere vivir después de todo? ¿Le quito el seguro? —pregunta Niklas con diversión.
—Hazlo, dale el arma —ordena Maurizio y poco después estoy sosteniendo un arma en mi mano.
No es tan pesada y en automático mis dedos se aferran a ella sin haber olvidado cómo sostenerla. Apunto al hombre sin creerme esta realidad: Livia está embarazada, ha asesinado a Luhanne, Niklas sostiene dos granadas, Lorenz mueve su arma de un tipo a otro mientras caminan hacia Maurizio y yo también los apunto con la certeza de que dispararía...Yo, lo haría.
Fabienne ayuda a Dietmar a levantarse y poco a poco nos reunimos alrededor de Niklas, Livia se mantiene del otro lado apuntando a Maurizio.
—Livia, ven —pide Lorenz—. El morirá, lo prometo, pero ven con nosotros.
—No quiero vivir, no quiero a este bebé. Quiero a Maurizio muerto, es todo lo que quiero.
—Y lo tendrás, Liv —asegura Niklas—. Ven con tus hermanos.
Fuertes ladridos se escuchan desde uno de los baños y Fabienne camina hacia el lugar siendo cubierta por Dietmar que toma el arma ensangrentada que sostenía Luhanne. Cuando Fabienne abre la puerta, Lord y Duquesa salen y con una orden de "afuera" dicha con autoridad, los perros entrenados para ello, corren hacia la puerta para perros a un lado de la ventana.
Estos somos nosotros, unos hermanos nacidos en una familia dedicada al crimen, pero que primero salvan a sus perros.
Livia se ve indecisa, Fabienne la implora diciendo su nombre. Sin dejar de apuntar a Maurizio ella comienza a caminar de espalda a nosotros, acercándose, uniéndose a nuestro lado. Una parte de mí siente alivio de que los seis estemos juntos. La situación es terrible e incierta, pero al menos hay más control sobre ella.
Cuando Livia está a un lado de Niklas, aun apuntando a Maurizio, pienso que tal vez esto se ve ridículo, cómo un campo de batalla dividido en dos. Detrás de Maurizio aparecen los hombres que vi desde mi habitación y al menos tres más, todos nos apuntan.
—No pueden escapar, más de mi gente viene —escupe Maurizio.
—No me hagas reír, a ti solo te siguen perros inservibles —Se ríe Lorenz—. Ni tu papá confía en que seas capaz de algo más que cagarla, maldito italiano inservible.
— ¡Todo esto por una puta que no fue la mejor esposa! Todos van...
Sangre salpica de su hombro cuando una bala impacta en el lugar, muy cerca de su pecho, un poco más abajo y la bala hubiese impactado en su corazón.
—No fui yo —dice Dietmar bajo la mirada de Niklas.
—Ni yo —Asegura Lorenz sonriendo.
Niklas tiene a Livia al lado por lo que sabe que la bala no vino de su arma. Mi hermano me mira y asiento, he sido yo y no he fallado, no apunté para matarlo, pero si para callarlo.
—Debería haberte matado, basura—Me dice Maurizio tapando con una mano la sangre que no deja de brotar.
—Pero no lo hiciste y no pienso morir hoy —Le digo tomándolo por sorpresa al ver que hablo italiano.
—Maurizio tu gente está aquí y morirá contigo ¿Mi gente? Está por todos lados, Austria es mi territorio incluso frente a los demás estoy yo. Si muero hoy, habrán quiénes estén mañana —Niklas le sonríe—. Sabes que mi hermano está vivo, sabes que Livia mató a Luhanne, mataste a mis hombres, mataste a mi sobrino, lastimaste a mi hermana y pretendías matarnos hace unos minutos, aun quieres hacerlo porque sabemos tus sucios secretos ¿Por qué te dejaría vivir? Se requiere tu muerte cómo ahora mismo.
»El clima está muy frío —Comienza a retroceder y lo hacemos con él—. Vamos a poner calientes las cosas ¿No es un momento dramático para morir? La vida es difícil, la muerte no tanto—Baja una granada y con rapidez le quita el seguro con los dientes luego a la otra y la arroja cómo dos balones hacia ellos—. Nos vemos en el infierno, que sobreviva quién pueda.
Hay caos, gritos, disparos y luego grandes estallidos junto a una ola de calor, sangre y muerte cuando las granadas estallan. Esto afecta a todos. Es destrucción.
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