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Capítulo 9


Capítulo 9. Lo que quieras +18

Sasha Belova

16 de diciembre 2019

—Hay un evento en la plaza cada navidad, acompaño a las gemelas anualmente ¿te gustaría venir? —Alzo la vista hacia Jeremiah encontrándolo muy cerca, se ha inclinado hacia mi apoyando sus manos en sus rodillas, relamo mis labios ante su cercanía y sonrío sin mostrar mis dientes.

—¿Qué es?

—Encienden un árbol, al llegar puedes unirte al intercambio de regalos, te dan el nombre de alguien y a alguien más le dan el tuyo, al salir dejas un regalo para la persona que te tocó y recoges el que te dejó quien sea que haya dado con tu nombre—Sacudo la cabeza soltando un suspiro.

—Me gustaría, pero hace mucho frio y no quiero arriesgarme a un resfriado ahora—respondo torciendo los labios, él asiente, sin embargo, casi puedo notar un atisbo de decepción en su mirada gélida, frunzo el ceño ante eso, es raro, pues casi nunca puedo notar sus emociones, trago saliva—. Pero me envían fotos y me traes algo o duermes en el sofá—Le sonrío apretando mis dedos entorno al libro que sostengo.

—Bien, te veo más tarde—dice, presiona un beso sobre mi coronilla y le sonrío bajando la vista otra vez a mi libro, escucho su pasos unos segundos después, suelto el suspiro que se alojó en mi garganta hace unos segundos.

Esto se está torciendo más de lo que puedo asimilar, no lo entiendo y me asusta que estoy comenzando a sentirme sola aquí cuando él se va, no es algún tipo de dependencia, es solo que es obvio que no soy del agrado de todos aquí y Jeremiah es la única persona que conozco en este lugar, puedo comprender que ciertamente este no es mi lugar, cuando estoy sola estoy asustada de que alguna de estas mujeres se acerque para preguntarme cosas sobre Jeremiah que yo no sepa, que me pregunten por sexo o cosas incomodas, sin embargo, estoy casi segura de que no se trata solo de eso, estoy sintiéndome demasiado cerca de Jeremiah estos días.

Cruzo mis piernas a la altura de los tobillos debajo de las mantas que he usado para cubrirme todos estos días en el sofá, clavo la vista en la cama deseando recostarme allí, sin embargo, no lo hago porque sé que me quedaré dormida, sé que despertaré cuando él ya haya llegado o peor aún en la mañana como de costumbre.

Muerdo mi labio inferior ignorando mi inquietud y poniéndome de pies, tomo mi celular encaminándome fuera del cuarto, es extraño, pero la casa la mayor parte del tiempo parece vacía, cada quien ocupa ciertos lugares a excepción de las comidas, ahí es donde parecen juntarse siempre todos.

Voy a la biblioteca mientras respondo el mensaje nocturno de Mayka porque ella realmente hablaba en serio cuando dijo que debía enviarle diario al menos un mensaje para decir que estoy bien. Arrastro mi mano por la pared en cuanto abro la puerta y enciendo las luces, reviso que el lugar esté vacío antes de acercarme a la mesa donde estuve con Jeremiah, muerdo mi labio inferior ignorando punzada cosquillosa en mi abdomen bajo y relamo mis labios. Me muevo por la biblioteca reproduciendo la música de la noche anterior en que Jeremiah estuvo enseñándome a bailar, escuchar la melodía me ayuda a recordar el baile y tengo buena memoria así que no tengo problemas para dar un par de pasos de la manera en que me enseñó.

Alzo una mano en el aire y coloco la otra en mi abdomen como si rodeara a alguien más, doy un par de vueltas antes de que mis pies choquen con algo y me detenga con un siseo bajo. Repito la acción un par de veces con melodías diferentes, es al menos la sexta vez que lo hago cuando mi brazo golpea algo y me detengo con una maldición entre dientes.

—Se supone que debes mantener los ojos abiertos, soñadora—Doy un respingo volteando hacia la puerta hasta encontrar al señor Greythorne. Le sonrío avergonzada.

—Es para recordar los pasos.

—¿No los recuerdas?

—En realidad no los sé, Jeremiah me estuvo enseñando algo—respondo con una risita, él chasquea la lengua sacudiendo la cabeza con diversión, cruza sus brazos.

Si estuviera en busca de un sugar daddy tal vez podría echarle un ojo al señor Greythorne, tiene material de ello, pero digamos que a mi suegra falsa no le gustaría y me interesa más el hijo.

—Jeremiah no es buen maestro—acota arqueando una ceja, supongo que de ahí viene ese constante gesto de Jeremiah.

—¿No?

—No tiene tanta paciencia, solía gritarles a las gemelas cuando las enseñó a montar bicicleta, le desesperaba que ellas lloraran de frustración y entonces ellas lloraban más—Me rio sonoramente y hace eco en la biblioteca que a pesar de que no estar vacía tiene muchos huecos entre los libreros.

—Creo que ya he notado eso varias veces, pero por increíble que parezca si he aprendido sin que me grite—murmuro con diversión y tampoco es como que vaya a permitirle que lo haga.

La versión original de los hombres Greythorne—porque considero a sus hijos una copia de él—ingresa en la biblioteca, detrás de él viene su esposa y casi suelto una carcajada porque yo no la había visto, pero es obvio que estuvo ahí escuchando.

—Mantén la espalda erguida, cariño—Como si realmente fuera una orden echo los hombros hacia atrás obedeciéndola, veo al señor Greythorne moverse hacia la computadora hace sonar la música y luego extiende su mano hacia mí, por su parte la señora Greythorne se acerca a la mesa y la rodea hasta sentarse en una silla giratoria. Deslizo mi mano en la del señor Greythorne acercándome de él, deja algo de distancia entre nosotros y me pregunto si la señora Greythorne es celosa sobre esto.

—Eres muy parecida a tu padre, soñadora—Mi ceño se frunce y miro al señor Greythorne con atención, estoy casi segura de que no lo conozco, pero es obvio que él a mí sí.

—¿De dónde dijo que me conocía? —Él se ríe haciéndome girar y vuelve a tomar mi mano.

—Tu padre estuvo en prisión...

—Un año, pero...—Jadeo deteniendo torpemente mis pasos, finalmente reconociendo su nombre antes de sonreír—. Thomas Greythorne, fue su abogado... ¿Cómo no lo recordé antes? papá siempre quiso volver a verlo.

—Lo sé, pero no estuve aquí, su caso fue el último que tuve en el país y cuando volví...—Aprieto mis labios en una delgada línea tensa recordando aquello.

Mi padre no estaba enfermo, ni siquiera le daban resfriados con frecuencia, su única mala suerte fue salir ese día; el día equivocado a la hora equivocada.

—Fue repentino, él de verdad esperaba verlo cuando volviera.

—No es la primera vez que llego tarde a algún lugar...—Suena nostálgico y yo no quiero preguntar por ello así que terminamos la canción en silencio, por mi parte recordando nuevamente a mi padre.









Siempre había sido desordenada, no tenía ningún problema en admitirlo, sin embargo, tuve que cambiar esos malos hábitos cuando salí de la casa de mamá porque a papá le molestaba que todos mis libros, vestidos y zapatos estuvieran desperdigados por la casa.

Luego cuando perdí varios trabajos y asignaciones importantes en la universidad por culpa de mi propio desorden tuve que hacerme mucho más responsable de evitar ese hábito, terminé convirtiéndome en una nueva versión de papá: una persona obsesionada con el orden.

Bueno, no diría que tan obsesionada, pero si lo suficiente como para que comience a ordenar los libros de la biblioteca Greythorne que puedo alcanzar luego de que Tatiana y Thomas se retiran, no es tan tarde así que paso un tiempo considerable allí.

—Pensé que estarías dormida en tu sofá—Desvío la vista hasta encontrar a Jeremiah y relamo mis labios, todavía hay un par de copos de nieve en su chaqueta y me observa arqueando una de sus cejas, miro la hora en mi celular sacudiendo la cabeza, empujo un mechón de cabello detrás de mi oreja.

—Sabes que no puedo dormir temprano—respondo por la bajo, se acerca, trae consigo una bolsa de regalo color rojo que me extiende cuando se terminar de acercar, alzo las cejas sorprendida—. ¿Para mí?

—Dijiste que debía traerte algo ¿no?

—Era una broma, Greythorne, es inquietante que de verdad sigas al pie de la letra todo lo que digo—Él recarga su espalda contra uno de los libreros a mi lado y suspiro—. Gracias, ya aseguraste tu puesto en la cama—Rueda sus ojos y yo abro la bolsa, saco del interior un peluche, azul que parece enojado—. ¡Es un pulpo! —Me rio dejando la bolsa a un lado y presionando el peluche con mis dedos para sentir la suavidad de este, lo balanceo atrapándolo por los pequeños tentáculos, suelto otra risita que incluso para mi suena infantil.

—Dicen que se puede usar de ambos lados.

—¿Cómo? —Lo giro antes de empujar la parte superior hacia adentro y esta sobresale por el otro extremo en otro color, esta vez parece una carita feliz, suelto un chillido emocionado volviendo a presionarlo—. Eres tú, la parte enojada, la parte feliz soy yo—musito y él resopla, me acerco presionando un beso en su mejilla—. Gracias, es lindo...

—¿Qué hacías?

—Tu padre me enseñaba a bailar, tu madre también me dio un par de trucos para no avergonzarme—Le digo abrazando el pulpito a mi pecho—. Tu sabias que lo conocía.

—No lo recordabas.

—Pero debiste explicarme, son desventajas de esta relación que seas tan poco comunicativo ¿Cómo no vas a explicármelo si viste que no lo recordaba? — Él se encoge de hombros y yo resoplo alejándome, me acerco a la mesa sentándome sobre esta, muerdo el interior de mi mejilla y lo veo acercarse, ocupa la silla giratoria detrás de mi y me giro un poco sobre la mesa para verlo—. Olvidé decirte algo.

—¿Qué es? —Me arrastro por la mesa hasta que mis piernas cuelgan del lado donde se encuentra él, a cada lado de la silla, la balanceo con mis pies y él me observa arqueando una de sus cejas—. Belova—Atrapo un mechón de cabello entre mis dedos y desvío la vista antes de suspirar.

—Layla, ella dijo algo...bueno no, preguntó de donde yo había salido, no sé qué estaba insinuando, pero no me gustó su empeño en saber sobre mi así que no pude evitar ser un poquito...directa con ella.

—¿Directa?

—Te lo digo porque noté que habla todo a su favor y no hice nada malo, solo...me enojó.

—¿Qué le dijiste? —Tuerzo los labios y hago un gesto restándole importancia todavía atrapando mi cabello entre mis dedos—. Belova...

—Solo le pregunté si quería causar conflicto entre Constantine y tu para sentirse importante, parece ser su meta porque incluso si él fuera una persona pacifica no creo que le guste mucho esa fijación de su prometida por saber los detalles de tu relación—Esta vez miro mis uñas, Jeremiah me observa atentamente por tanto tiempo que lo miro de la misma manera—. Lo siento ¿okey? Tengo que defender mi relación aquí, ella está comprometida y puedo entender que ella todavía se sienta cercana a ti porque crecieron juntos, pero tratar de inmiscuirse en mi vida e intentar intimidarme como si mi obligación era hablarle de mi para ella saber "de donde salí" ya no es precisamente un asunto de mejores amigos, no me gusta eso—Él se pone de pies por lo que termina entre mis piernas y alzo la vista para verlo.

—No tienes que disculparte por eso, Belova.

—Solo me inquieta que ella pueda enojarse contigo.

—Que importa si lo hace—Se encoge de hombros y yo alzo las cejas dejando mis manos en sus caderas las suyas empujan mi cabello detrás de mis hombros y luego ahueca mis mejillas entre sus palmas.

—Muy descortés de su parte, abogado Greythorne—Hace un sonido de afirmación inclinando mi cabeza hacia atrás de modo que cuando inclina su rostro su nariz roza la mía.

—No estamos aquí para complacer a Layla.

—A tus padres, lo sé, pero eso no quiere decir que hay que hacer enojar al resto—respondo distraídamente cuando acaricia mi mejilla con la punta de su nariz, relamo mis labios.

No es un secreto que el primer beso en la biblioteca ha desbloqueado una tensión que nada tiene que ver con lo que éramos diariamente en el bufete y no tengo ninguna objeción sobre ello, es bastante bueno tener esto con Jeremiah, pero como buena persona ligeramente ansiosa por el futuro me pregunto si al salir de aquí podríamos volver a ser lo mismo que éramos en el bufete o algo diferente.

Jeremiah pasea su nariz por mi oreja y luego baja por mi cuello, dejando la estela tibia de su aliento erizando mi piel, su cuerpo entre mis piernas evita que pueda apretar los muslos para deshacerme de la incomodidad entre ellas. Mientras reparte besos húmedos contra el lugar donde mi pulso late desbocado siento la humedad crecer en mi centro.

—Greythorne...—Hace un sonido, ronco y gutural que pasea por toda la sangre de mi cuerpo convirtiéndola en pequeñas plumas que cosquillean bajo mi piel, meto mis manos bajo su chaqueta y camiseta, encontrando como siempre su piel tibia, su mano libre baja a uno de mis muslos y asciende hasta el lugar donde este se une con mi sexo, solo se detiene allí y yo quiero gritarle que continue.

—Dime...—susurra contra mi piel y me estremezco clavando mis uñas en su piel a lo que él responde con un siseo bajo.

—¿Qué?

—Dime ¿Qué es lo que quieres, Belova? —Relamo mis labios echando la cabeza hacia atrás para verlo, sus ojos azulados se ven ligeramente oscurecidos, me observa atentamente y casi puedo sentirme derretir aquí.

Saco mis manos de debajo de su camiseta para tomar la suya, que permanece en mi muslo, trago saliva llevandola más arriba, al vértice entre mis piernas y acerco mi rostro al suyo, rozando sus labios con los míos mientras tomo su otra mano llevándola a mi cuello, sus dedos se envuelven allí y muerdo mi labio inferior con un suspiro que casi suena como un gemido ahogado.

—¿Qué quieres hacer tú, Greythorne? —Hay gruñido ahogado resonando en su garganta y acerco mi rostro a su oreja—. ¿Qué sucede si acepto todo lo que quieras hacerme tú? —Muevo mis caderas en círculos contra su mano todavía entre mis piernas, no la aleja, en su lugar su palma presiona allí enviando una placentera descarga hacia mi vientre bajo, gimoteo contra su boca, sus dedos en mi cuello se aprietan un poco más y vuelvo a gemir.

—¿Todo?

—Dímelo, Jeremiah, dime lo que quieres hacerme ahora, sabes que me gusta escuchar las cosas claras—Sonrío cerrando mis dedos alrededor de su muñeca cerca de mi cuello, siento su rostro inclinarse hacia mi oreja, presiona un beso allí.

—Quiero besarte...tocarte, probarte en todos los lugares que puedan hacerte gemir—Inclino la cabeza hacia el otro lado cuando siento sus labios contra mi cuello mientras habla, clavo mis uñas en su muñeca balanceando las caderas contra su mano, sus dedos revolotean por sobre mi ropa justo en el lugar donde se acumula toda la humedad que ha provocado—. Todos los que puedan hacerte venir...

—Mierda...

—Quiero darte placer y escuchar tus gemidos, tus jadeos, tus gritos quiero hacerte venir con mis dedos y mi boca, quiero que grites y tiembles con tu orgasmo por mi culpa, para mi... ¿Quieres eso? — Asiento desesperadamente cuando alza su rostro hasta que sus labios rozan los míos, atrapa el inferior, lo chupa, lo muerde y luego alivia el escozor con su lengua, continúo balanceando mis caderas contra su mano y sus dedos en mi cuello se tensan haciéndome suspirar en su boca. Desliza su lengua en mi boca hasta tocar la mía, explora mi boca acariciando cada rincón y mi cuerpo se rinde al suyo.

—Quiero todo, Greythorne—susurro con la respiración agitada cuando se aleja. Su mano en mi cuello me incita a recostarme sobre la mesa y lo hago sintiendo la superficie fría en mi espalda y cuello, sin embargo, esto no hace nada para calmar el ardor que envuelve mi piel por su culpa.

—Entonces abre las piernas, preciosa, quiero que te corras en mi boca.

Yo podría correrme con esa frase.

Obedezco, flexiono mis rodillas y encajo mis talones en el borde de la mesa al tiempo que alzo mi cabeza para verlo sentarse en la silla giratoria, suspiro cuando siento sus dedos engancharse en el borde superior de mi pantalón de pijama, se detiene un segundo, tal vez esperando a que lo detenga, pero en su lugar alzo las caderas dándole facilidad para hacerlo.

Durante algún tiempo—tal vez unos tres años atrás— solía ser insegura, tal vez hubiera entrado en pánico por el hecho de que esto esté sucediendo, sin embargo, en este momento solo estoy muy ansiosa de que suceda.

Cuando arrastra la prenda se asegura de que sus dedos acaricien la extensión de mis piernas y mi espalda se arquea contra la madera.

—Por favor, por favor...—Jadeo una súplica antes de que un beso caiga sobre la tela, seguramente húmeda, del centro de mis bragas antes de que también la retire, antes de que pueda pensarlo demasiado su rostro se pierde entre mis piernas y hay un grito saliendo de mí.

Su lengua traza desde abajo hacia arriba mi carne sensible y termina chupando mi clítoris haciendo que mi mano vuele hacia su cabello empujándolo más contra mí, arqueo la espalda cuando repite la acción antes de trazar un circulo contra mi entrada y deslizar su lengua en mi interior.

—Dios, si...—Sus dedos se unen, su índice presiona suavemente mi entrada antes de deslizarse dentro al tiempo que su boca vuelve a jugar con mi clítoris. Tiro de su cabello o tal vez lo empujo más contra mi mientras trato de mantener un hilo de cordura ante su ataque, su lengua es implacable lamiendo y trazando en los lugares correctos, un segundo dedo se desliza en mi interior y veo borroso gimiendo, pronto hay una fiesta de gemidos saliendo de mi como gruñidos saliendo de él que envían vibraciones por todo mi cuerpo, llevo una mano a mi boca porque apenas puedo recordar que la biblioteca hace eco, sin embargo, eso queda olvidado cuando sus dedos se curvan en mi interior y su lengua juega conmigo—. Jeremiah...

—Me gusta eso, repítelo—murmura y lo hago, gimo su nombre, grito con cada oleada de placer que me atraviesa y siento mis ojos cristalizarse mientras la espiral del orgasmo se arremolina por cada célula de mi cuerpo

» Quiero verte venir, preciosa ¿puedes hacer eso por mí? —Apenas puedo pensar en lo que dice porque escucharlo hablar así es malditamente caliente.

—Si...—Sus dedos se mueven rápidos y precisos en un deliciosa vaivén en mi interior, pero no es hasta que chupa mi clítoris que mi orgasmo me atraviesa, mis piernas tiemblan y tengo el impulso de cerrarlas, pero no me deja hacerlo, pasea su lengua sobre mi hendidura como si necesitara tener todo de mi orgasmo y todo se vuelve demasiado...—. Para...—Inmediatamente su boca me abandona y veo su rostro por sobre el mío y relame sus labios, lo veo borroso y parpadeo varias veces con una sonrisa que seguramente luce como si estuviera borracha.

—Hola, Abogada Belova—Estiro una mano hasta tocar su rostro y deslizo mi pulgar sobre su labio inferior.

—Hola, Abogado Greythorne—susurro, él se inclina presionando un beso en la comisura de mis labios y yo suspiro—. ¿Qué es lo siguiente?

—¿Qué sugieres tu?

—Estoy diciendo que si a lo que tú quieras y estoy segura de que me va a gustar este juego...—Rodeo con mis piernas sus caderas y jadeo cuando la dureza en su entrepierna se presiona contra mi centro aun sensible.

—Belova...

—¿Qué más quieres, Greythorne? —susurro observándolo entre mis pestañas, parpadea su mirada lujuriosa y relame sus labios inclinando su rostro hacia mi oreja.

—Quiero tu boca sobre mi—Sonrío.

—¿Sí? —Un asentimiento y lo empujo hasta que puedo bajar de la mesa, lo obligo a ocupar la silla nuevamente antes de arrodillarme entre sus piernas dejando mi mejilla descansar sobre uno de sus muslos y mis manos sobre los míos obedientemente. Relamo mis labios parpadeando hacia él y su respiración se vuelve errática mientras me observa.

—Aquí estoy para ti, Greythorne...—Inclina su rostro y sus dedos ahuecan mi barbilla alzándola hasta que su boca encuentra la mía, me besa antes de hablar:

—Abre la boca, preciosa, quiero follarla esta noche...



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