Capítulo 6
Capítulo 6. Un problema
Sasha Belova
13 de diciembre 2019
Rojo, verde, blanco, azul...
Evalúo con atención todos los colores del árbol, con las gemelas lo decoramos ayer, me gusta esto, las luces, los adornos, no era una mentira para la señora Greythorne cuando dije que me gustaba la navidad por los colores vibrantes. Aprieto mis dedos entorno al libro sobre mi regazo mientras recargo la cabeza contra el reposabrazos del sofá largo en la sala de los Greythorne, las únicas luces aquí provienen de la mesa detrás de mi cabeza donde hay una lampara y las luces del árbol de navidad. No tengo sueño, la realidad es que no suelo dormir tan temprano nunca, pero los Greythorne se van a las habitaciones mucho antes de la media noche e incluso Jeremiah suele irse a la cama bastante temprano.
Bajo la vista al libro nuevamente.
Recuerdo las dos navidades que pasé con papá en la adolescencia, si bien no fueron ni de cerca lo mismo que en la casa de mamá las prefiero por encima de todo, papá solía preparar chocolate caliente con malvaviscos y canela, solíamos hacer galletas que nunca fueron tan buenas porque ninguno tenía dotes para la repostería, pero nos divertíamos preparándolas, luego veíamos cualquier película de dibujos animados y salíamos a la nieve, lo cual no era lo ideal teniendo en cuenta lo débil que era mi sistema inmune.
—¿Belova? —Tardo unos segundos en alzar la cabeza apretando mis labios cuando veo a Jeremiah aproximarse, lo miro expectante a lo que él arquea una de sus cejas—. ¿Qué haces? —Alzo el libro balanceándolo un poco antes de volver a dejarlo en mi regazo, retiro las gafas del tabique de mi nariz mientras sigo con la mirada su recorrido hasta rodear el sofá y sentarse en el otro lado—. ¿Qué haces despierta?
—No tengo sueño, creo que te había dicho que no sé dormir temprano.
—Lo cual es anormal porque te despiertas desde que sale el sol—Me encojo de hombros y él extiende su mano hasta tomar el libro de sobre mi regazo, lo evalúa y clava la vista en las páginas donde estuve leyendo, arquea sus cejas cuando se encuentra con la escena—. ¿Estás leyendo erótico?
—Es romance, Greythorne, pero como comprenderás en las relaciones hay sexo de por medio, narrarlos les parece a los autores que lo hace más realista y ¿Quién soy yo para contradecir a un autor en lo que quiere que yo lea? — Él se ríe entre dientes entregándome el libro nuevamente, el sonido burbujeando de entre sus labios me eriza la piel, es así las pocas veces en las que lo he escuchado, relamo los míos colgando mis gafas sobre el escote de mi abrigo.
—Siempre tienes que encontrar un culpable para todo ¿no?
—Que calumniador eres, soy abogada obviamente tengo que desenmascarar culpables, Greythorne.
—Claro, es así—Asiento efusivamente recargando la cabeza contra el sofá, cierro el libro dejándolo sobre mi regazo mientras observo a Jeremiah—. ¿Vas a decirme ya cuál es tu problema con la habitación? —Muerdo el interior de mi mejilla frunciendo el ceño mientras lo miro y me remuevo en mi asiento sin saber cómo responder.
Obviamente tengo un problema con dormir con él, sin embargo, no es que me moleste, es que dormir con Jeremiah puede llevar a cosas extrañas en mi cabeza, lo sé y prefiero evitarlo.
—Siento que tu hermana me odia, Greythorne—Cambio de tema tomando entre mis dedos el borde de la portada del libro.
—¿Cual?
—Astrid, me parece, ella es pro Layla y tú, no respeta ni el costoso anillo que puso Constantine en ese dedo—susurro medio grito, Jeremiah sacude la cabeza dejándola reposar contra el respaldo, solo porque quiero molestarle me arrastro más cerca de él por el sofá dejando mis piernas reposar sobre sus muslos, ladea la cabeza para verme arqueando una de sus cejas, puedo ver el gesto algo ensombrecido por la poca luz de la sala y relamo mis labios.
Jeremiah es atractivo, es obvio y de paso tiene muchísimas cualidades, algunas perfeccionadas por su profesión de abogado otras porque probablemente están en su esencia y actitud, sin embargo, es increíble lo hermético que suele ser en cuanto a sus reacciones y probablemente sentimientos.
Tengo la tentación de tocarlo, sus mejillas, su nariz, la barba que adorna su rostro, sus labios, sin embargo, permanezco observándolo por segundos que parecen eternos mientras él hace lo mismo conmigo.
—Eso no va a suceder, ya hablé con ella—responde, aclara su garganta y yo desvío la vista al árbol.
—¿Qué te parece el árbol?
—Está bien.
—¿Solo bien? Di que esta bonito—Cruzo mis brazos sobre mi pecho y él resopla.
—Lo está
—Pero dilo textualmente—Extiendo mi mano envuelta en un puño para simular un micrófono—. ¿Como está el árbol, señor Greythorne? —Me observa en silencio, tal vez esperando que lo deje en paz, pero no lo hago, arqueo una ceja y hago un ademán con mi otra mano incitándolo a hablar, rueda sus ojos.
—Bonito, Belova.
—¿Ves? No te mató, no seas tan aburrido.
—No soy tu marioneta, Belova.
—Hablaste tarde, Greythorne—digo sacudiendo la cabeza, me pongo de pies encaminándome a la cocina y lo escucho suspirar, rodeo con la manta mis hombros porque incluso si en la casa el ambiente es más cálido que el exterior, el frio sigue filtrándose a través de mi ropa. Regreso luego de tomarme dos vasos de agua seguidos, vuelvo a la misma posición mientras observo a Jeremiah, esta vez observa el libro que he dejado en el sofá, inspecciona la portada insinuante.
—Esto no es solamente romance, Belova.
—Detalles mínimos—me excuso —. ¿No lees?
—No precisamente estos, pero si—Asiento distraídamente—. ¿Realmente no hay ningún problema con tu familia y el hecho de que pases navidad aquí? —Me remuevo en mi asiento negando con la cabeza y relamo mis labios, extiendo una mano hasta tomar entre mis dedos la tela suave de la camiseta que utiliza hoy para dormir.
—Ninguno, mamá sabe cómo soy, no te preocupes por tu suegra, Greythorne.
—¿Estas huyendo de ella? —Mi pulso se dispara y sacudo la cabeza negando, trago saliva.
—Lo hacía antes, pero esta vez lo hago solo porque quiero, Greythorne.
—¿Por qué huías de ella?
—Es complicado—musito desviando la vista a la ventana, alzo las cejas antes de ponerme de pies cuando lo noto, un jadeo se escapa de entre mis labios viendo los pequeños copos blanco caer como lluvia ligera y sonrío ampliamente.
—Está nevando—Aplaudo de manera infantil empujando las cortinas para ver todo el exterior a través del cristal de las ventanas, siento sus pasos acercándose hasta que está muy cerca, su brazo roza el mío y a pesar de las capas de tela que separan ese roce puedo sentir mi piel hormiguear.
Mierda, eso está mal.
—¿Te gusta eso?
—¿A ti no?
—Definitivamente no me emociona tanto como a ti—responde y yo me encojo de hombros, presiono mi palma contra el cristal frio sin poder borrar la sonrisa boba, probablemente todo amanecerá pintado de blanco y no sé si pueda salir a correr así que observo con atención el jardín de los Greythorne comenzar a humedecerse por los primeros copos derritiéndose.
—Me recuerda mucho a papá—musito inconscientemente, cruzo mis brazos sobre mi pecho recargando mi cabeza contra el cristal—. Viví con él un tiempo y salíamos cuando comenzaba a nevar en las noches de diciembre.
—¿Y quieres salir ahora? —Alzo las cejas mirándolo, todavía sintiendo el frio contra mi cabeza en el cristal.
—¿Saldrás conmigo? —Alzo las cejas sugerente y él pasa una de sus manos por su barbilla.
—Puede ser—Suelto una risita sacudiendo la cabeza en una negativa, me alejo de la ventana hasta el sofá y tomo el libro apretándolo contra mi pecho antes de voltear a verlo, cierra las cortinas antes de imitarme, nos miramos unos segundos.
No estoy loca, sabía que venir aquí sería un problema porque pasar tiempo con cualquier persona te hace desarrollar vínculos, ya sea de amistad, odio, molestia...o cualquier otro sentimiento.
Es obvio que se está construyendo una tensión extraña y no sé dónde terminará.
—Puedes contarme más sobre tu padre—Habla luego de unos segundos acercándose, Se sienta en el lugar donde estuvo minutos atrás y yo aprieto mis labios.
—Me temo que eso puede tornarse aburrido porque ya sabemos que hablo muchísimo y no eres lo más comunicativo que conozco.
—Sería más aburrido si no dices nada, no me aburre hablar contigo, Belova—Muerdo el interior de mi mejilla sintiendo el cosquilleo que se genera en mi estomago ante sus palabras, luego de unos segundos me acerco sentándome a su lado, subo mis piernas hasta abrazar mis rodillas contra mi pecho dejando mi codo reposar en el respaldo y mi mano sosteniendo mi mejilla cuando inclino mi rostro sobre ella.
—Era abogado—comienzo, no puedo evitar sonreír—. Sin embargo, estaba muy lejos de tener la actitud seria de uno todo el tiempo, excepto en su trabajo.
—Como tú, supongo.
—No sé si eso es una ofensa, pero lo acepto, no me agrada la seriedad, más que en mi trabajo, odio la melancolía y nostalgia en el ambiente, creo que eso lo sabes.
—Por supuesto, me acosaste diciendo que debía cambiar mi humor cuando llegué al bufete.
—Lo siento por eso. Era un poco más inmadura en ese entonces.
—No acepto esas disculpas, era realmente divertido.
—Y aun así me hiciste rogarte para que sonrieras, te odio tanto como me odias, Greythorne.
—¿Te odio, Belova? —Muerdo mi labio inferior cuando su mirada se clava en la mia, abro la boca para una respuesta, pero al final no digo nada.
Obviamente he visto una actitud diferente aquí que en el bufete por parte de Jeremiah, sin embargo, es obvio que hay una diferencia, tal vez el realmente no me odia, dice que soy divertida, tal vez solamente intenta mantener su seriedad en su trabajo y por eso me evita.
—¿No lo haces?
—¿Cuándo dije que lo hacía?
—A veces no son palabras y son acciones—Jeremiah frunce el ceño—. Me evitas todo el tiempo, volteas cuando me ves, cuando llegué y hacia todas esas cosas parecía que te hastiaba, no dejé de hacerlas porque si, solo pensé que realmente me odiabas y que si te cansabas de que siguiera molestándote ibas a explotar, la gente explota por cosas acumuladas y no me gusta que lo hagan por mi culpa—Jeremiah gira en su lugar hasta que estamos frente a frente, sacude la cabeza.
—No te odio, Belova.
—¿Pero?
—Sin peros, simplemente no lo hago—Extiende una de sus manos, su palma cubre mi mejilla y lo observo atentamente.
—Me gusta eso, que no me odies, es triste que me odies—Jeremiah rueda sus ojos cuando hago un puchero, se inclina hacia mi presionando un beso en mi coronilla y entreabro los labios.
Había tomado el gesto— las veces que lo ha hecho— como parte de nuestra actuación romántica, sin embargo, nadie más está aquí, solo somos nosotros y justo ahora hay una burbuja a nuestro alrededor, entreabro los labios para respirar.
Se aleja, imita la posición de mi cabeza recargada en mi mano y nos observamos por varios segundos hasta que vuelvo a hablar:
—¿Sabias que tenemos un problema, Greythorne?
—No ¿cuál es?
—Hay bailes y yo no sé bailar—digo alzando la cabeza, él relame sus labios asintiendo.
—¿Que?
—Justo eso, tengo dos pies izquierdos, novio que no me odia—mascullo, Jeremiah resopla dejando una de sus manos en mi pantorrillas cubierta por el pantalón de dormir bajo mi atenta mirada.
—¿Y eso es un problema?
—Por supuesto, Greythorne, no voy a avergonzarme frente a tu familia y no voy a estar toda la noche en una silla mientras tu bailas con todas las mujeres disponibles, eso casi suena a infidelidad, por amor a Dios— Él presiona el tabique de su nariz mortificado al tiempo que suelta otro suspiro que me suena agotado.
Casi quiero reír, no es que esta situación me divierta —bueno tal vez un poco—pero esto fue idea suya, tal vez él piense que estoy dotada en todos los sentidos, pero no es así.
Has sido estafado Greythorne.
—Bien...entonces, vamos.
—¿A dónde?
—A la biblioteca—Alzo las cejas confundida y paseo mi lengua por la hilera de dientes delanteros superiores.
—¿Ahora? ¿Por qué?
—Te enseñaré a bailar—Entreabro los labios y muerdo la esquina de mi labio inferior antes de deslizar mi mano en la suya cuando se pone de pies y me la extiende.
—Sabes que eso implica que nos toquemos mucho ¿cierto?
—No me molesta tocarte y quiero hacerlo más de lo que piensas...
Mi corazón se salta un latido y mi piel se eriza ante sus palabras, el hormigueo en mi palma conectando con la suya es casi fantasioso. Es media noche más o menos, hace un frio asqueroso a pesar de que estamos dentro de la casa, pero Jeremiah Greythorne quiere enseñarme a bailar. Es una ventaja para mi así que allá vamos.
No hay nada que pueda salir mal en esto ¿cierto?
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