
Capítulo 3: ...Hierro que mató al fénix...
Unos meses más tarde, y aprovechando la zozobra tranquila de la casa vacía, Taehyun se escondió bajo su cama, su refugio, su pequeño y único lugar en ese mundo blanco y negro, de color naranja cálido.
Kuku lo recibió entre sus brazos calientes y lo apretó contra su cuerpo, la dura piel de Taehyung lo había hecho inmune a sus dolorosas pezuñas y rasposa piel, para él, estar con Kuku era como un paseo placentero y agradable.
El ángel, porque ahora sabía que lo era, lo recibió con sus duras alas negras y lo llenó de caricias y cosquillas, mientras reían y Tae se contorsionaba desesperado, un movimiento brusco los llevó a ambos a chocar sus cabezas, sus labios se unieron bruscamente... pero ninguno se alejó del otro, las caricias y las cosquillas se volvieron más calientes, con una intención distinta, pero no se sentía como los burdos golpes y jalones que los esqueletos le propiciaban cuando dejaban sus gusanos en él... era más como lo que Gaga le daba cuando era un niño, pero nunca había querido besarla, con Kuku era distinto, esas caricias suaves y calientes le hacía desear ser visto y besado por él.
Y el ángel no se resistió, embelesado por el dolor de Tae, desesperado por quitarle una carga de su cruz, lo besó de nuevo, asombrado de sentir como su muerto corazón latía de nuevo, no podía eso ser ni remotamente posible, ni lógicamente posible, pero quizá, en ese mundo que ambos habían construido solo para los dos, sí podía ser, en aquel pequeño pedazo de universo multicolor, dónde solo había amor, Kim Taehyung hacía latir su corazón.
Ese día, en ese cálido encuentro de sus bocas, y en un silencio cómplice, sus almas se unieron, no como cuando los monstruos lo tocaban, no como cuando era violentado y golpeado; se unieron a un nivel más profundo, más primario y más fuerte, sus corazones ahora latían en un mismo ser, sus bocas se movían al unísono, como si danzaran la misma melodía, y por primera vez en su vida, Taehyung supo que alguien sí lo amaba, que alguien si velaba por él, que no estaba solo, nunca lo había estado y jamás volvería a sentirlo.
—Kuku —Susurró Tae con su voz suave, baja y tímida—. ¿Por qué no me matas?
—¿Quieres morir? ¿Puedes decirme por qué?
El pequeño lo miró a los ojos mientras sentía el dolor recorrer todo su cuerpo.
—Por qué ahora que he crecido, soy consciente de lo que me hacen... y ya no soy tan valiente como antes
El ángel Jungkook lo apretó contra su pecho y besó sus lágrimas.
—No estoy aquí para matarte... pero si morir es lo que quieres, no voy a castigarte...
—¿Qué pasará conmigo entonces? ¿Iré al infierno? ¿Al limbo?
—No... pero no puedo decirte más, no se me tiene permitido intervenir positiva o negativamente... solo estoy aquí para acompañarte...
— ¿Soy solo un trabajo más?... —susurró por lo bajo, un dolor apabullante cerró su pecho, era distinto a todos los dolores que había sufrido con anterioridad, y por lejos el peor, porque apretaba su corazón como si quisiera matarlo.
Asustado por ver y sentir lo que Taehyung decía, Jungkook se apresuró a aclarar todo.
—No, no malinterpretes mis palabra Tae, eres especial y único para mí, pero dentro de mi trabajo no deben existir casos únicos y especiales... pero no me importa... ya nada me importa... sin importar que pase del otro lado, siempre seré tu ángel de la muerte, tu monstruo bajo tu cama...
Ninguno de los dos esperaba que la oportunidad por la que más rezaban, aparecería por las razones equivocadas.
Concurría el último día de la fecha, no era una suposición, era una afirmación, el calendario que Tae había aprendido a leer, rezaba 31 de octubre, el último día del año, y el peor de todos, la casa se llenaba de claqueteos, ruidos y fétidos olores, los esqueletos, los monstruos y las criaturas diabólicas, llenaban a Taehyung de sus gusanos más de una vez y de varios a la vez, pero lo único que importaban eran esos ojos rojos bajo su cama, siempre flotando siempre con él siempre cuidándolo.
El décimo esqueleto del día se metió a su cuarto sin avisar, sin preguntar, venía en compañía de dos más, quienes sin expresar palabra alguna, comenzaron a tocar su cuerpo como si les perteneciera, pero algo cambió, algo que ni Tae ni Kuku esperaban, y fue el aparato de metal que cayó pesado detrás de la cama, dónde esos monstruos lo tocaban. La confusión, el dolor, la sangre y los gusanos eran tantos que ninguno de los presentes se percató del hecho, dejando sus gusanos podridos sobre el pequeño y saliendo de la habitación riéndose.
Tanto Taehyung como Kuku miraron el objeto alargado y pesado, volvieron a mirarse a los ojos y Tae lloró... lloró de alivio porque por primera vez en su vida le habían dado una llave para salir de allí.
Esa noche el pequeño se cubrió bajo el manto de la negra oscuridad, acompañado por la única figura cálida que marcaba su existencia. Miró el objeto metálico con sus enormes ojos verdes, ¿Es que acaso era un cobarde? ¿Es que no se animaría a hacerlo?
El muchacho metió la punta cóncava y la apoyó contra su paladar, su corazón explotó en demasía mientras la hora venía, pero su mente se debatía, no es la naturaleza del hombre quitar lo que por derecho se le ha dado, pero es exactamente el quid de la cuestión, denigrado a basura, a un agujero escabroso y repleto de gusanos y sangre, él ya no era humano, incluso aunque su cerebro conservara vestigios de serlo, él ya no se consideraba así.
Sus ojos cansados cayeron ante la batalla, sus párpados cedieron y todo se volvió verdaderamente negro, y por primera vez en tantos años todo estuvo más que claro.
—Ella... ¿Estará allí dónde iré?— Pudo sentir a la oscuridad removerse, casi presa de algo que no podía ver al menos con los ojos cerrados. La respuesta no vino de los labios de la criatura, sino más bien de la lógica pura—. Claro que no... no soy digno para estar dónde ella está, ella supo amar y yo jamás...
Dicen que la muerte no puede interceder en el obrar humano, que es un simple mensajero de las consecuencias de las acciones terrenales, pero nadie habla de la dulzura de su voz, ni del hechizo de su presencia... no, la muerte no mata, pero es como una sirena, sedienta de la pena, del dolor y de todo, al final del día de eso se nutre y sustenta.
—Hazlo Tae... hazlo
El niño no necesitaba más nada, ni a más nadie, Kuku era su amigo, Kuku era su ángel.
Sus dedos temblorosos por fin encontraron el camino, como tantas veces lo hicieron rozando la áspera y astillada superficie de las paredes de esa casa vacía, se estiraron recorriendo la áspera y larga superficie oblonga, dura al tacto, fría entre sus manos, todo parecía inevitable.
Muchos de nosotros escuchamos historias del final, personas que se enfrentan a la muerte dónde sus vidas transcurren frente a sus ojos en una sucesión veloz de pequeños recuerdos llenos de vida y de color, pero no para Taehyung, después de todo ¿Cómo podrían sus recuerdos oscuros y monocromáticos verse en esa oscuridad apabullante bajo las sábanas de su cama? No... no fueron recuerdos felices lo que atormentaron al muchacho antes que esos dedos se enredaran en el gatillo, no... no fueron colores los que se sucedieron en su mente.
Lo que Taehyung sintió en el microsegundo antes de tomar la decisión podría no tener sentido para nadie más, pero solo importa lo que tuvo sentido para él, el clin clin y el chas chas en demasía por todos lados y en ninguno a la vez, todo desbordando su psique, ¿es que acaso era la forma de decirle lo cobarde que era? Quizá dada y baba tenían razón.
Sin embargo, cuando sus uñas rasgaron la curvada pieza metálica del aparato, muy a lo lejos y entremezclada con los constantes latigazos disonantes a modo de chasquidos, pudo escucharla, lejos pero constante, el suave Tac-Tac de algo acompasado, de algo a lo que nunca le prestaba atención, pero que ahora que todo se repetía, podía hacerlo.
Con los ojos en lágrimas y seguro de sí mismo, lo supo entonces, Gaga estaba allí, lejos, oculta, pero estaba allí, y había venido a por él.
Las yemas de los dedos tocaron el gatillo, y una fuerte y gruesa mano cayó sobre sus hombros, más él no se asustó, ya nadie lo iba a detener, ni siquiera él.
Abrió los ojos y en son de burla se enfrentó al enorme y gordo esqueleto, sin pensar, sin dudar, apretó el gatillo sin más.
BOOM
El disonante ruido quebró su noche, la noche de todos los santos, la noche de Halloween, la casa se vino abajo, casi como si estuviera esperando que el último herido fuera rescatado, pero a él eso ya no le importaba porque por fin estaba con quién amaba.
De ambos dos jamás se supo nada más, para nosotros, torpes e irremediables creyentes del amor, soñamos que ambos están bien, que así como superaron sus problemas aquí, lo hicieron allá.
Sin embargo, los que aquí vivimos sabemos la verdad, al menos la que los vivos pueden contar, y es que la familia nunca fue igual. Ese día, con el fuerte disparo todos nos enteramos, habían sido sigilosos todo este tiempo, pero él nos contó la verdad, él nos llevó a descubrirlos, incluso muerto salvó a todos.
Los vecinos se movieron asombrados y asustados ¿Cómo era que la familia más respetada de toda la ciudad escondieron en su interior un abuso sexual? ¿Cómo es que nadie, en toda la manzana, no lo escucharon llorar y gritar?
Pobre criatura, por suerte le llegó el final... la policía entró a por ellos y se los llevaron presos.
Y así termina su tremolina, su corta vida, su fugaz huida, dónde el terror más escalofriante de ese día de Halloween no era la muerte, la parca o un ángel, sino los monstruosos accionares de los humanos normales, quizá el terror radica en aquello factible, porque ¿Quién no tiene de esos vecinos perfectos? ¿podrían acaso ellos ocultar esta clase de secretos?
Feliz día de Halloween, recuerda siempre, los monstruos no necesariamente son criaturas mitológicas, los puedes encontrar por aquí y por allí, aguardando bajo tu cama para salvarte o conviviendo contigo en tu propia casa, esperando a que te des la vuelta para golpearte.
Esta es la historia, me gustaría que comenten que les par
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