Las instalaciones de Thais están diseñadas para que mantener seguras a cualquiera dentro y a la vez, sentirse libres. Cuando todo comenzó no tenía mucho tiempo para mandar a re-construir, tampoco el dinero suficiente para hacerlo.

Así que, con mi alma en pedazos, tome el dinero que mamá había dejado para mi futuro y me arriesgué, papá dijo que era muy apresurado y que no tenía los conocimientos necesarios para hacerlo entonces también tome una decisión: estudiar algo que me ayudará. Con 18 años, niegas de papá y un hermano necio, utilicé lo que pude y conseguí comprar el lugar, el resto fue obra de Luke quien fue consiguiendo inversionistas y con el tiempo, papá nos proporcionó ayuda.

Era un antiguo terreno, con apenas pavimento, pero bueno, la constructora de los Lee fue de gran ayuda y un impulso.

No voy a mentir diciendo que siempre pensé que lo lograría, tuve muchas pérdidas y mi administración era de lo peor pero no había forma en la que yo pudiera rendirme.

Entonces conocí a Susy, una mujer que se acababa de graduar y nadie le daba empleo por su poca experiencia, pero con gran valentía porque cuando termine tirando mi almuerzo sobre ella y la conversación nos llevó de un lado a otro, acepto, sabía los riesgos, demasiado altos incluso para mí, pero no creo que Thais sea lo que es ahora sin su ayuda.

Ahora con 28 años, Susy recibe un sueldo justo y está feliz con ello, pero quiere explorar en otra ciudad entonces es la ideal para la expansión, pero la idea me causa nostalgia.

Ella se encuentra a mi lado, revisando las edificaciones que podrían ser ideales, yo por otro lado esto inmersa en estructurar el plan evitando tener fallos cuando creo que lo tengo intercambio la laptop con Susy, ella dejándome ver su parte y viceversa.

Como ahora contamos con los recursos y más posibilidades, la idea es conseguir un lugar ya listo para que no sea tan tardado.

Las imágenes me dejando ver edificios más como departamentos, pero no es lo que buscamos. Sigo pasando las imágenes, nada convencida del todo hasta que llego al último.

Es perfecto.

Siento que me roba la respiración, puedo vislumbrar lo que queremos ahí.

Es una especie de oficina, pero con muchas habitaciones, en la descripción mencionan que antes era un hotel.

Las medidas son buenas, inclusive es muy parecido a lo que es el lugar donde estamos. Lo único que tendríamos que hacer es restaurar y acondicionar.

—Es este, sin duda es este —menciono, girando la pantalla para que lo vea.

—Sabía que elegirías ese. ¿Crees que tu hermano nos pueda ayudar haciendo la maquetación de cómo podría quedar? Eso sería de gran ayuda, además, siempre puedes recurrir al chantaje de que lleva tiempo sin aparecerse por aquí.

Sopeso la idea, Susy tiene razón y nos quitaría una carga.

—Lo convenceré —o quizás si recurra al chantaje, con mi uña señalo el plan. —¿Y qué hay de eso?

—Hay un par de cosas que me gustaría dar otro vistazo, pero en general está muy bien —me dedica una sonrisa. —Podrás hacerlo tú sola.

La ternura se refleja en sus palabras, puedo sentir también la sinceridad en ella, pero no me gusta lo que significa.

—¿En serio quieres irte?

—Crisalida es preciosa, pero necesito cambiar de aires, amo a Thais y por eso es perfecto para mí. Sé que tu pue...

La pantalla de mi celular vibrando la hace detenerse, deslizo el dedo contestando la llamada sin observar el nombre.

—Dame un segundo —murmuro, tapando la bocina del celular y retomo la llamada mientras me alejo. —¿Hola?

—Tienes que venir al hospital.

Sin anestesia o preámbulos, así es como me suelta la información, de golpe.

El malestar no se hace esperar, recorriendo mi espina dorsal, esa sola frase consigue robarme el aliento y traer a mi mente recuerdos dolorosos.

Hicimos lo posible, pero... su cuerpo estaba muy débil.

Solo que esta vez no hay posibilidad de que sea mamá, y eso no consigue relajarme.

Alejo el celular, en el nombre se puede leer "Ethan" pero la voz es de Wes, uno de sus amigos.

—¿Qué... hospital? —susurro, apenas consiguiendo formular algo.

Me aferro a lo primero que encuentro buscando un sustento, sostenerme de algo para poder sentir que no voy a caer.

Me cuesta tomar aire, siento el pánico apoderarse de mi pero no dejo de escucharlo.

—St Mar.

Lo siguiente para mi pasa borroso, Susy me grita mientras me alejo corriendo sin siquiera saber si Wes sigue al celular.

Tomar el coche justo como estoy es demasiado peligroso, detengo al primer taxi que veo pasar y me lleva justo al único lugar que temo visitar.

Le lanzo el dinero que tengo en los bolsillos, entro, pero no puedo dar más pasos.

No puedo pasar de recepción.

A lo lejos observo la figura de Wes, alto y de espalda ancha, despeina su cabellera azabache y en cuanto sus ojos miel hacen conexión con los míos, camina a paso apresurado.

Boqueo tratando de pedir una explicación, no quiero pensar en lo peor al no ver a Ethan cerca.

—Dime que está bien —suplico angustiada. —Por favor.

Veo su manzana de Adán moverse al tragar saliva. Él tampoco parece mejor que yo.

—Esta vivo, si eso te sirve.

—No es gracioso, dime que lo que sea que estás haciendo es una broma.

—No te llamé por Ethan.

Y eso, sin duda, me deja helada en mi lugar.

Porque si no es por Ethan solo puedo suponer que es Lana.

Y el golpe viene cuando asiente, niego levemente retrocediendo un par de pasos.

Mi rostro siente la humedad de las lágrimas que empiezan a descender por mis mejillas. No puedo distinguir si mi corazón está funcionando correctamente o quizás lo hace tan rápido que no soy capaz de identificarlo. Pero si sé, que esto se siente como si estuvieran derrumbando mis bases.

Lana no puede estar aquí. Me niego. Es la persona que ha estado para mí, lo más cercano al calor de una madre y la idea de que Ethan pase lo mismo que yo me perturba.

—¿Esta...?

Temo hacer la pregunta, pero aún más saber la respuesta.

—Inconsciente.

Bien. Eso es mucho mejor a lo que pensaba.

Logra estabilizarme un poco, limpio mis lágrimas y me concentro en lo importante.

¿Dónde está Ethan?

—Llévame con Ethan, por favor —pido con mi voz temblando.

Camina en silencio guiándome, los pasillos blancos y pulcros se cierran a mi alrededor dando la sensación que tanto temo de un lugar como este.

Si, un hospital puede ser dos cosas: esperanza o desilusión. Pero creo no equivocarme cuando digo que para la mayoría de la gente significa lo último, a pesar del cloro y el olor a medicamentos que se respira en el lugar la sensación de que la muerte ronda por aquí no se desvanece.

Encorvado en su lugar, esconde su cara entre sus manos. Se ve tan débil y vulnerable.

Wes me detiene antes de que dé un paso.

—No quiere hablar. No le preguntes nada, si te llamé es porque eres la única persona que conozco que puede entenderlo.

No son el tipo de amigos que se ven seguido por sus trabajos, pero su amistad sobrepasa los límites. He visto la forma en la que se cuidan, en la que se protegen, comparten, hablan sin palabras y eso solo lo he visto entre hermanos. Su amistad es algo como la de Sebastián y yo, no, me equivoco, de alguna manera ellos lo hacen mejor.

—Gracias por llamar.

Asiente, señalando a su amigo.

—Íbamos a comer con su mamá, seguro no tendrá hambre, pero no le vendría mal, ¿ocupas algo?

—No, descuida —respondo, sin despegar la mirada de la única persona que quiero abrazar.

—Regreso pronto.

El pensamiento fugaz de que olvido a Sebastián me hace detenerlo, se gira enarcando una de sus cejas.

—Quizás si necesito algo. Sebastián no tarda en salir, ¿puedes ir por él...? —podría decirle que venga, pero lo conozco lo suficiente para saber que estaría alerta. —Y ten tacto al decirle donde estoy, no quiero alarmarlo.

Una sonrisita de burla tira de sus labios y asiente.

—No te preocupes.

Entonces, se aleja y yo me acerco, me siento a su lado, pero esta demasiado inmerso en sus pensamientos que no lo nota.

Coloco mi mano en su espalda, subiendo y bajando tratando de darle un poco de apoyo. Ni siquiera levanta la vista, o se inmuta.

Con mi mano disponible retiro cualquier rastro de lágrimas y me obligo a no pensar en lo horrible que siento estar aquí.

Nos quedamos en silencio. Pronto es interrumpido por sus sollozos.

¿Cómo no estar destrozado cuando la idea de perderla es tan cercana? No hay ni un solo pensamiento en el que no lo entienda, la idea de no volver a verla es aterradora.

Su cuerpo se mueve, temblando sobre sí mismo. La imagen me recuerda demasiado a cuando nos tocó estar ahí.

Me pongo de cuclillas frente a él, jugueteo con su cabello buscando algo que decir.

Jamás nada te prepara para esta situación, ni siquiera la persona con más sabiduría en el mundo tendría las palabras correctas y temo decir algo que pueda resultar peor.

Yo había necesitado silencio, pero Ethan no es igual, entre más silencio más se consume lentamente.

—Estoy aquí contigo, corazón —paso saliva, ahogando mis ganas de unirme a su llanto. — Estará bien, no te precipites y espera a que te digan algo. Dime algo, lo que sea.

Silencio. Escucho su respiración jadeante, me escucha, pero solo eso.

Muerdo mi labio, sé lo que es esta angustia y como nada de lo que diga ayudará.

Las palabras parecen haberse extinguido porque todo se siente vacío, un par de personas pasan con pena y desdicha. Y él las observa, detalla sus rostros cansados y me doy cuenta de la rojez de sus ojos. Deslizo mi mano sosteniendo la suya y lo sostengo, lo mucho o poco que me deje, pero su silencio me sigue torturando.

—Por favor no te cierres, háblame, grita, algo —imploro, queriendo que salga de ese estado en el que se encuentra —Pero por favor, no te envuelvas solo en el dolor ni te culpes porque te conozco lo suficiente para saber qué es lo que haces.

Suelto un suspiro tembloroso cuando pasan minutos y no dice nada. Mis piernas empiezan a doler de ser por la posición, acaricio su mejilla húmeda por las lágrimas y con mi pulgar, borro el camino que dejaron.

Tomo impulso para levantarme cuando su mano hace presión, termino por sentarme en el piso y su mejilla descansa sobre mi palma.

—Ella... yo la... —susurra con dificultad, coloco mi mano en su rodilla. — La encontré tirada.

Cierra los ojos, como recordando el momento y sus muecas me lo confirman. Aprieto mis labios conteniéndome, mi pulgar empieza a trazar círculos en su rostro.

—Hiciste bien al traerla aquí —intento tranquilizarlo. —¿Hay noticias?

—Si... no, no lo sé.

—¿Te parece si pregunto? —asiente, por primera vez desde que llegue me mira. —¿Le avisaron a Erick?

Su mirada se llena de culpabilidad, intento sonreír para no hacerlo sentir mal y me pongo de pie.

—Creo que... Wes le llamo.

—Intentare llamarle a tu padre, voy a preguntar ¿estarás bien?

Quiero golpearme en cuanto las palabras escapan de mi boca, pero no presta atención.

Suspiro, mi mano toca su hombro, sobresaltándolo.

—Estoy bien.

Niego, sonríe débilmente y dejo un beso en su sien.

—Esta bien no estar bien Ethan, no tienes que mentirme— lo observo de reojo, no queriendo alejarme. —Enseguida vuelvo.

Me alejo con dificultad, estar nuevamente aquí es todo un reto para mí, pero debo de afrontarlo porque Ethan me necesita.

No, no me necesita, pero no lo dejaré así.