Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Y las explicaciones después

Bueno, hoy es un domingo de actualizar. Ya dejé uno nuevo de la historia de Andy, así que ahora toca esta. ¡Mil gracias por la paciencia! Espero en verdad que valga la pena :D

Capítulo XII: Y las explicaciones después

Había fuegos artificiales en mi cabeza, danzaban delante de mis ojos y estallaban uno a uno de forma estridente y simultánea. Normalmente me gustaban los fuegos artificiales, pero estos eran particularmente molestos y hacían que mi cerebro aún aturdido por el licor de las botellitas, protestara con rechazo.

Me giré un tanto hacia mi lado izquierdo e intenté continuar en aquel lugar de mi mente que no daba vueltas como un jodido carrusel, pero no hubo caso, los fuegos artificiales insistían en colarse dentro de mi sueño. Gruñí.

—Maldición —mascullé entre dientes, parpadeando un par de veces para situarme en tiempo y espacio. Erin, recostada parcialmente sobre mí, empujó mis piernas cuando sin querer la desplacé del sofá, y sin molestarse en abrir los ojos se acurrucó contra una de las esquinas dejando su trasero en un ángulo gracioso. Reí, cayendo en la tentación de darle una sonora nalgada, ella protestó y se volvió con furia hacia mí—. Posición obliga —le dije, excusándome. Mi prima presionó sus ojos azules, molesta, colocó sus manos bajo su cabeza y una vez más se perdió en la dicha del inconsciente. Afortunada fuera.

En ese preciso instante un insistente y para nada delicado golpeteo me hizo brincar en mi lugar, giré el rostro hacia el pasillo al tiempo de ver como las luces parpadeaban en toda la casa. ¡Dios! ¿Qué infiernos se estaba quemando ahora? A las... —miré el reloj sobre la televisión—, tres de la mañana.

Bajé del sofá con un rápido movimiento, acusando al instante los efectos del licor de los bombones. Rayos. El piso se tambaleó ligeramente bajo mis pies, antes de que mi equilibrio tomara la llamada y evitara que me fuera de bruces sobre la mesita de café. El golpeteo volvió a hacer retumbar la puerta, amenazando con sacarla de sus goznes de un momento a otro.

— ¡Ya! ¡Momento! —Lo bueno de vivir con alguien sordo, era que nunca recibirías una queja de ellos por ruidos molestos. Con Erin en casa podía darme el lujo de gritar a la hora que se me viniera en ganas, ver la televisión a todo volumen o romper los parlantes de mi estéreo con una de mis canciones favoritas. Me dirigí a la puerta con los pies en voladas, si bien a Erin el ruido no fastidiaría nunca, no podía decir lo mismo de nuestros quejumbrosos vecinos—. Voy, voy...

Me coloqué en la punta de mis pies para observar por la mirilla y no pude evitar hacer una mueca, al mismo tiempo que la curiosidad golpeaba en mí. ¿Qué diablos hacía aquí? Sin darme lugar a pensar en ello —como casi siempre hacía con cada decisión en mi vida—, destrabé la cadena de seguridad y abrí la puerta. Él entró como un torbellino, demasiado lleno de energía para la hora que era... aunque pensándolo bien, él siempre era como un cumulo de energía nerviosa.

— ¿Qué haces aquí?

— ¿Por qué infiernos no abren la puerta? Estuve a punto de llamar a la policía.

— ¿Te quieres calmar? —espeté, alzando las manos—. Son las jodidas tres de la madrugada, la gente normal duerme a esta hora.

Él tuvo el detalle de lucir levemente tocado por mis palabras, aunque no precisamente arrepentido por sus modos.

— ¿Dónde está Erin?

— ¿Ahora quieres ver a Erin, amigo? —Me crucé de brazos, retadora, este hombre podía o no estar enamorado de ella, podía o no ser un psicópata, podía o no estar pensando en cortarme en pedacitos por entrometida, no importaba. Mi deber como prima/hermana mayor era cuidarla a ella y eso implicaba hacerle cara a cualquiera, incluso a un ruso dictador a un estímulo de perder los estribos—. Ella como que te necesitaba unas cinco horas atrás, cuando la mierda opacó su cumpleaños, decidió ser honesta contigo y tú huiste como un cobarde.

Dimitri frunció el ceño, dando un paso en mi dirección que difícilmente podía tomarse como amistoso. Al parecer la palabra "cobarde" no era una que le gustara mucho.

—Esos asuntos los discutiré con Erin, no contigo. Ahora apártate de mi camino.

—Si vas a venir con esa actitud de mierda —musité con más arrojo del que me sentía poseedora—. Olvídalo. No vas a molestarla con tus locuras de psicópata, Erin ya ha pasado por mucho y ahora tiene una vida creciendo en su interior de la cual preocuparse. O bien te vas haciendo a la idea, o bien te desapareces. No voy a dejar que le hagas daño a ninguno de ellos.

—Daphne...

Alcé una mano para silenciarlo, demasiado enfrascada en mi diatriba.

—Mi familia, Dimitri, ella y su bebé son mi familia. No vas a perturbarla ahora, no voy a dejar que nada salga mal esta vez. —Una fina capa de lágrimas enturbió mi mirada al pensar en Elías, pero me obligué a rechazarlas. Esta vez sería diferente, yo podía apostarlo—. Erin te puede tolerar todas tus rarezas pero yo no, si vas a entrar en esta casa ahora es para ofrecerle tu apoyo, no para cuestionarle nada o para reclamar.

Él parpadeó dos veces, me observó con un gesto indescifrable por un largo minuto para luego dar un brusco asentimiento. Lo miré, dudosa.

—Antes de que me lanzaras todo tu discurso moral, ya había decidido apoyarla —masculló, al tiempo que cerraba la puerta detrás de él. Sonrió de forma breve—. Lo he estado pensando y aunque en su gran mayoría no sé cómo sentirme al respecto, simplemente no puedo hacerme odiar esto.

— ¿Por qué? —inquirí con curiosidad.

Si Dimitri estaba admitiendo que había pensando el asunto, eso quería decir que ya lo había volteado de derecha a izquierda y de regreso; así que no dejaba de sorprender que hubiera llegado a una resolución tan rápidamente.

Se encogió de hombros.

—Es una parte de Erin —dijo sin más—. No puedo odiar ninguna parte de ella.

Y aún cuando sabía que no debía dejarme engatusar tan fácilmente, no fui capaz de ocultar mi enorme sonrisa ante sus palabras. Estúpido hombre, seguramente no tenía idea de lo que aquello significaba en verdad. Erin era afortunada, de algún modo que nadie podría explicar o comprender, había logrado tocar el corazón de un ser humano cuyo interés primordial empezaba y terminaba en él. Debía de haber un lugar donde anunciar esto, porque sin duda no tendría precedentes.

—Si fueras capaz de decir ese tipo de cosas más seguido, serías tanto más agradable para los demás.

Dimitri hizo una mueca desdeñosa, quitándose la chaqueta y lanzándola sobre el perchero.

—Si mi propósito en la vida fuera gustarle a los demás, me preocuparía. Pero como no es el caso... —Volvió a encoger los hombros, el muy sabandija, y con un gesto rápido me apuntó la escalera. Negué, comprendiendo su pregunta silenciosa.

—Está en la sala, durmiendo.

Asintió y sin decir más, se encaminó hacia la sala, dejándome sola en la penumbra de mi recibidor. Lo escuché trajinar en la habitación de junto, el sonido de un beso y el pequeño gritito ahogado de Erin; ella estaba despierta y ellos tendrían una larga conversación esa noche.

Subí a mi habitación, mi trabajo por el momento estaba hecho.

***

Desafortunadamente vivir con un sordo, no se traduce de forma automática a vivir en silencio. No, pues cuando un sordo recibe la visita de su amante a las tres de la mañana, lo que menos obtienes es algo de tranquilidad. Y mi falta de tranquilidad, llevaba al menos una hora de mal disimuladas risitas, murmullos, gemidos y el chirrido constante, primero del sofá y luego de la cama de mi prima.

Que me llevara el infierno, esto se perfilaba como otra noche en vela. Como si no fuera suficiente con las pesadillas que me fastidiaban noche por medio.

¿No les molesta cuando la gente está toda sexual y romántica a su alrededor? ¿Sobre todo cuando tú no tienes nadie en quien proyectar tus ansias de algo de romance y sexo? No sabía qué me molestaba más, el hecho de estar sola o los celos que despertaban en mí al saber que tenían algo que yo parecía cada vez más lejana de conseguir.

Y no me malinterpreten, deseaba la felicidad de Erin y si esto suponía la felicidad de Dimitri, pues qué remedio. Simplemente...

Suspiré. Simplemente me gustaría ser la que tiene algo de eso y no la que se pone feliz por la felicidad de los demás. ¿Era demasiado pedir que alguien se tomara la molestia de aporrear mi puerta a las tres de la mañana porque no puede esperar al amanecer para verme? ¿Era muy cursi querer inspirar palabras dulces en un hombre del que nadie se lo esperaría? ¿Era una tontería guardar esperanzas en casos que obviamente no me llevarían a ninguna parte?

Una carcajada de Erin llegó hasta mí ligeramente atenuada por la pared y no pude evitar sonreír. Allí iban de nuevo.

Quizá mi destino no era vivir un romance a lo Hollywood, quizá lo mío sería algo más vulgar y por lejos menos interesante, pero de algo estaba segura. Yo tenía que ser la jodida protagonista, no mero relleno. Y en mi idea de historia, no quedaba bien que la protagonista se fuera a la cama frustrada, triste y sintiéndose como una rechazada. ¿Verdad?

Antes de darle espacio a ese pensamiento de afianzarse en mi cabeza, tomé mi móvil y busqué entre mis contactos hasta dar con el último y único mensaje que me había enviado. Probablemente fuera por el licor que aún sobrevivía en mí, o tal vez por el aire erótico que estaba respirando desde la última hora, muy posiblemente fuera porque aún sentía la esencia de su perfume en mi ropa. Fuera lo que fuese, cuando tuve el móvil en mis manos no tuve mejor idea que poner la cámara y apuntar directo a mis pechos, los cuales no hacían un gran esfuerzo por mantenerse confinados dentro del ajustado corpiño de mi pijama de canarito. Tomé la fotografía riendo tontamente, la miré mientras el sonido del chirrido de la cama llegaba hasta mis oídos una vez más y sin pensarlo dos veces, la envié. Debajo escribí rápidamente:

Esto llevaba bajo mi vestido

Sabiendo que había un 99% de probabilidades de que estuviera durmiendo, me cubrí con mi manta y me esforcé por ignorar lo que acontecía en la habitación de junto. Una tarea para nada sencilla, si me permiten decirlo.

No acababa de hallar una posición cómoda sobre mi almohada, cuando el indiscutible ringtone de mi móvil comenzó a sonar de forma estridente sobre mi mesa de luz. Lo tomé de forma apresurada y di un jadeo de incredulidad al ver el nombre "Apolo" destellando en la pantalla. ¡No! Se suponía que debía estar durmiendo.

—Joder... —musité, antes de darle al botón rojo y rechazar la llamada como una completa cobarde—. Oh mi dios... —reí entre dientes, demasiado nerviosa como para hacer otra cosa. ¡Me había llamado! Oh diablos, sin duda me había llamado para regañarme por mi osadía, por lanzada, por no comprender y aceptar el rechazo como una persona normal. ¿Y yo criticaba a Dimitri? A mí tan sólo me faltaba el diagnóstico porque sin duda lo mío debía ser de manual psiquiátrico.

¡¿Por qué demonios lo hice?! ¿Por qué las decisiones estúpidas me suenan tan bien al principio? ¿Dónde estaba la parte racional en mí que debía advertirme ante la posibilidad de hacer el ridículo? Estrellé mi cabeza contra la almohada varias veces, esperando que la repetición terminara por empujar algo de sensatez allí dentro.

El día lunes cambiaría de trabajo, yo no me veía capaz de mirar a Evan a la cara otra vez. El móvil vibró, para luego hacer sonar la campanita de nuevo mensaje. Solté un gran suspiro y me dispuse a abrirlo con manos temblorosas.

¿No piensas responder?

No respondí.

Voy a volver a llamar, responde.

Fruncí el ceño ante la evidente orden, pero no fui capaz de hacer caso omiso a la llamada cuando el móvil volvió a sonar en mis manos. Yo había empezado esto, así que lo más simple sería acabarlo, disculparme y encontrar un hoyo donde hundir mi cabeza los próximos diez años. Una tontería, ¿verdad?

—Lo siento —murmuré apenas hube respondido. Oí el sonido de su respiración, un breve movimiento y luego un suave carraspeo—. No quería molestarte, yo sólo... sólo...

¿Sólo qué, Daphne?

La parte más estúpida en mí se estremeció ante el ronroneo grave de su voz, casi sonaba como si acabara de despertar y aún estuviera queriendo aclarar su mente. Una imagen por la que muchas pagarían por presenciar, ¿a qué no?

—Sólo lamento haberte importunado.

No creo que lo lamentes —musitó con bastante seguridad. Sacudí la cabeza, sin saber precisamente cómo afrontar esa llamada, Evan se escuchaba casi... ¿tranquilo? ¿Alegre? No podía asegurarlo.

—Bueno... —Visto y considerando que me había rechazado sin darme siquiera un buen motivo, la verdad es que no, no lo lamentaba—. Bueno quizá sí quería importunarte y sé que es una actitud infantil y tonta, porque no puedo obligarte a que te guste o lo que sea. Pero no es mi culpa ¿sabes? Los médicos les dijeron a mis padres que la parte que conectaba a mi cerebro con la prudencia, nunca llegó a desarrollarse por lo que siempre actuaría por instinto y muy posiblemente sin un ápice de sentido. Así que como lo ves... —Tomé una bocanada de oxígeno—. La ciencia avala mi inmadurez, deberías sentir pena de mí por mi extraña condición.

¿Terminaste? —inquirió con algo de humor en su tono. Esta vez no me cupieron dudas de ello.

—Sólo creí pertinente que supieras al respecto...

Daphne —me interrumpió con un leve toque de censura—. No quiero que te disculpes ni que me inventes una justificación para tu espontaneidad, la encuentro refrescante.

— ¿Ah sí? —pregunté, vacilante. Porque a decir verdad, tal vez era la única persona en el mundo que lo hacía. Y en el universo... y básicamente en cualquier otra escala mayor que esa, ¿para qué engañarnos?

.

—De todos modos, sé que crucé la línea con esa fotografía y quiero que sepas que he estado bebiendo, normalmente no soy tan osada.

¿No? — ¿Había una nota de decepción en su voz?

—Bueno... —dudé—, ¿por qué lo preguntas?

Porque en realidad estaba esperando que me mandaras el resto del conjunto. —Boqueé como un pez que acababan de sacar a los jalones del agua. ¿Había escuchado bien?—. ¿Sigues ahí?

—No... sí, creo que acabo de tener un pequeño paro cardíaco. ¿Puedes repetir lo que dijiste?

Maldita sea —masculló por lo bajo. De ser posible mi boca se abrió incluso más por la sorpresa, ¡había maldecido!—. Me acabas de enviar una foto de tus senos, no soy un jodido mártir, ¿sabes? ¿Qué esperas de mí?

—No lo sé —dije, coqueta—. Te aferras tanto al señor formal, que pensaba que eras inmune al estímulo visual.

No lo soy, así que colabora y fotografía el resto de ti.

— ¡Evan! —protesté más que encantada con esta actitud demandante. No sé ustedes, pero yo amo a los hombres que pueden entrar al rol de macho dominante y salir de él en los momentos indicados. Mordí mi labio inferior—. ¿Estás en la cama?

Dormía cuando tu mensaje llegó.

—Lamento haberte despertado.

Yo no. —Cerré los ojos, absorbiendo esas palabras—. ¿Tú estás en la cama?

—Sí, llevo un largo rato dando vueltas... —susurré, bajando el tono de mi voz casi sin darme cuenta—. Pensando.

¿En qué piensas?

—En cosas sin importancia... ¿tú en qué piensas?

En cómo será la parte baja de tu pijama. —Reí siendo recompensada por el breve sonido de su risa como respuesta.

—Muy bien, voy a jugar esto contigo. Si adivinas cómo es la parte baja de mi pijama, me tomo una foto y te la envío.

Mm... tentador. —Hizo una pequeña pausa—. Debes darme alguna pista, no puedo permitirme perder.

—De acuerdo, se me ven las piernas.

Diablos, ¿eso es una pista o intento de distracción? —Volví a reír, esperando porque arriesgara una opción. Evan suspiró, haciendo un sonidito con la boca como si estuviera repasando cada prenda femenina de su conocimiento con sumo cuidado. Me agradaba este Evan, era divertido y ligeramente perverso—. Tengo tres intentos, ¿cierto?

— ¿Qué? —chillé sin poder contenerme—. No, claro que no, sólo uno.

¿Dos?

—Uno.

¿Dos y medio?

— ¡Uno!

Vale, vale, tres y es mi última oferta.

Bufé, sin saber si indignarme por su atrevimiento o reír como tonta. La segunda opción no era la más aconsejable para mí, solía hacer un ruido extraño como foca siendo estrangulada cuando intentaba no reírme y mi cuerpo decidía desobedecerme.

—En ningún momento te dije que aceptaba ofertas, tienes un intento y es todo.

Él volvió a reír. Ese sonido jodidamente se podía volver uno de mis favoritos.

Un pantalón corto —ofreció, repentinamente serio.

—No.

¿Segura?

—Creo que estoy bastante segura de lo que estoy usando y no es un pantalón corto.

Ah, claro, pero no me refería a uno de esos pantalones... —Se detuvo un instante, chasqueando los dedos (supuse)—. Sino a esas bragas que parecen pequeños pantalones. Ya sabes a lo que me refiero.

— ¿Un culote?

¡Eso mismo! —Pausa—. Eso llevas, ¿verdad? ¿Adiviné?

No respondí al instante, porque efectivamente eso llevaba. Pero había algo raro en el modo en que las cosas se habían desarrollado, ¿a qué no?

—En teoría no adivinaste, yo te lo dije.

Pero sólo porque no sabía el nombre —se apresuró a decir—. En todo momento esa era la imagen que tenía en mi cabeza, así que sí adivine. Toma la foto.

—No, no, no... espera un momento. —Esto se sentía como un truco, pero me encantaba el hecho de que intentara engañarme para que le enviara una foto mía en paños menores—. Primero dijiste pantalón corto, si habías pensado en un culote tendrías que haber dicho braga, no pantalón. No adivinaste.

Daphne —me acalló con ese ronroneo que cada vez me gustaba más. Mis manos comenzaron a sudar y sólo había necesitado de su voz grave murmurando mi nombre. ¡Maldición! Qué hombre más caliente—. ¿Estás llamándome mentiroso?

—Yo... —Dios quería lamerlo hasta los huesos, una simple conversación algo picante estaba por volverme un charco de babas por él—. Yo sólo estoy pensando que... nada más hemos hablado de lo que yo estoy usando, pero ¿qué hay de ti? ¿Cómo es tu pijama?

¿Y quién dijo que llevo uno? —Cortocircuito—. ¿Daphne?

—Un segundo... —murmuré con mi ojo de la mente demasiado ocupado armando esa imagen de un Evan en la cama, completamente desnudo. Dios elevado al cuadrado—. ¿No llevas nada?

No.

— ¿Nada de nada?

No, está un poco calurosa esta noche.

—Sí —concordé—. Y acaba de subir como treinta grados aquí.

Evan rió con suavidad.

Entonces quítate la ropa.

—No puedo quitarme la ropa y sostener el teléfono, necesito una mano más.

Oh... dulzura, no me tientes así. —Suspiré con toda la intención de hacerle saber mi disconformidad—. De estar allí te desnudaría con la boca, cariño.

—Suena como algo que me gustaría verte hacer.

Él no respondió al instante, sino que pareció moverse un poco como si no terminara de decidir en qué posición ponerse. Al cabo de un momento, su voz crujió al otro lado de la línea.

Hoy te acompañaré desde aquí.

Decidí guardar en mi mente la promesa implícita de otro día.

— ¿Qué quieres que haga? —pregunté con un hilo de voz. La verdad es que nunca había tenido una charla picante con nadie por teléfono, el gusano solía ser de lo más ordinario y corriente cuando se trataba de sexo. El misionero era su posición más arriesgada.

Quiero que dejes volar tu imaginación y me hables de ello...

— ¿Cómo? —interrumpí, haciendo que él riera frente a mi impaciencia.

¿Sabes qué haría si estuviera allí? —Sacudí la cabeza, a pesar de que Evan no podía verme. Afortunadamente él parecía entender que esta era una situación nueva para mí y estaba tomando el mando—. Comenzaría metiendo mi mano por debajo de esa ajustada camiseta que llevas... ¿es la del canario?

— ¿Te acuerdas de ella?

Es difícil olvidarse de ella. —Solté una risa entre dientes, entonces aquella primera vez que nos vimos, él sí había reparado en mí. Interesante—. Así que metería mi mano por debajo y la iría subiendo lentamente, para que puedas sentir la caricia de la tela sobre tu piel. —Mientras lo escuchaba hablar, arrastré mi mano hacia el bajo de mi camiseta, al principio con algo de timidez pero encontrando demasiado estimulante seguir el hilo de su voz como para reparar en ello. Tiré de la prenda de algodón del mismo modo en que él lo iba describiendo, casi pudiendo imaginar el aliento de Evan en mi oído—. Una vez que tu abdomen esté al descubierto, me tomaría un minuto o dos jugando allí, marcaría un camino de besos hasta llegar a la frontera de tus senos aún cubiertos. Y muy lentamente deslizaría mi mano hacia uno de ellos, sabiendo que su tamaño va a llenar mi palma. —Presioné mi pecho, fantaseando con la sensación de su propia mano sobre mí. Áspera, dura y mucho más grande que la mía. Gemí sin siquiera darme cuenta—. Encerraría el pezón entre mis dedos, tirando con suavidad de él hasta que no me quede más alternativa que llevarlo a mi boca... ¿Daphne?

—Sigue... sigue... —Fue lo único que pude articular, sin querer que mi interrupción entorpeciera la imagen que se iba creando.

Finalmente me desharía de la molesta camiseta, de modo que pueda abarcar con ambas manos tus hermosos pechos.

Suspiré.

— ¿Y con la boca?

Mi boca está ocupada con la tuya en este momento, si me permites, claro.

—Oh, por supuesto.... —susurré con un gemido, como si él necesitara permiso para algo a estas alturas—. Me gustan los besos en el cuello.

Entonces pasaré los próximos cinco minutos besando tu cuello.

—No, no, no te entretengas tanto... hay otras partes de mí aún vestidas. —Una risa ronca resonó de su lado.

Mi descuido... voy a bajar mi mano ahora, Daphne, acompáñame. —Asentí, ya que mi habilidad para hablar estaba ligeramente afectada—. Me encanta cada centímetro de ti, quiero besar mi camino hasta tus bragas, voy a... —Él se silenció por un segundo—. Soy algo impaciente, las quiero fuera de ti ahora.

—Como mandes. —Obedecí, tirando de los costados de mis bragas hasta descartarlas—. Ya.

Separa las piernas, Daphne, ábrete para mí. —No me costó mucho seguir esa indicación, estaba tan necesitada de él que podía ir a su casa en ese instante y lanzarme a su cama—. Tócate muy delicadamente, dime cómo te sientes.

— ¿Y qué hay de ti? —murmuré en un breve segundo de lucidez, recordando que estas cosas eran un asunto de a dos.

Primero tú, quiero asegurarme de enviarte bien relajada a la cama. —Gemí una afirmación incongruente—. Ahora acaríciate suavemente... imagina que son mis dedos los que buscan tu humedad, con delicadeza Daphne... me quiero tomar todo el tiempo del mundo contigo.

—Oh... —No pude evitar empujar con mis caderas, deseando profundizar la caricia—. Evan...

Dime qué quieres.

—Quiero... te quiero dentro.

Muy bien cariño, te acariciaré desde adentro... un solo dedo, Daphne. Quiero sentirte bien apretada alrededor de él. —Mi espalda se elevó ligeramente del colchón mientras recibía la leve invasión. Eché la cabeza hacia atrás aguardando a que continuara—. Muévelo lento, quiero que lo desees...

—Lo deseo.

No lo apresures.

—Necesito ir más rápido... —gimoteé.

No, cariño, despacio... te prometo que valdrá la pena. —Sacudí la cabeza, empujando un poco más fuerte—. ¿Estás muy húmeda?

—Sí... —jadeé como breve respuesta.

Entonces introduce otro dedo, juega contigo... no pares.

—Oh... yo... —Le hice caso y comencé a mover mi mano más rápido, empujando tanto con mis dedos como con mis caderas, creando un ritmo constante que mandó mi pulsaciones a las nubes—. Evan... —Cerré los ojos, arañando la superficie de mi liberación, oyendo como mis gemidos comenzaban a llenar el aire a mi alrededor.

Estoy aquí, no pares... —murmuró él con voz grave y jadeante—. Eres hermosa, Daphne, déjame oírte alcanzarlo... libérate, amor, dámelo.

Y tras oír aquellas palabras, no pude ni quise contenerme más, con un grito ahogado me dejé arrastrar por la fuerza de mi orgasmo, mientras del otro lado escuchaba como Evan gruñía y continuaba diciéndome cosas al oído. Dejé el móvil junto a mi cabeza en la almohada, necesitando terriblemente un segundo para recuperar el compas de mis pulsaciones. Y quizás un cigarrillo también.

—Creo que... —musité luego de un largo, largo minuto de silencio—. Estoy lista para ir a dormir.

Su risa se hizo oír por última vez esa noche.

Descansa, dulzura.

__________________________________________________

Lucas: ¡Tengo una noticia que dar!

Neil: Ya sabemos, Evan y Daphne están en carrera por el Watty. Sólo quiero decir que de haber entrado alguna vez en esa competencia, mi historia habría ganado.

Lucas: No, yo...

Dimo: ¡Tonterías! Me parece un insulto que una historia no terminada, haya quedado nominada y la mía no. Todos saben que soy más interesante que Evan... bah!

Lucas: Claro, pero yo...

Didi: No debes ser tan egoísta, Dimo. ¡Tu amigo puede ganar algo importante!

Jace: Coincido, creo que Evan nos está representando a todos. 

Cam: Sería genial que ganáramos algo, pero en caso de que no ocurra, estoy orgulloso de este grupo de personas. 

Dimo: ¡Oh, por el amor de dios! ¿Dónde está Iker cuando se necesita una espada? 

Lucas: Chicos, en serio esto es importante...

Iker: ¡Aquí estoy! ¿Dijiste espada?

Dimo: Al fin, ve si puedes encontrar el hombre que perdió Cam y meterlo de regreso en su cuerpo. 

Cam: ¡Oye!

Neil: Bien, tranquilos, mejor hagamos esta dedicatoria. ¡Hoy es el cumpleaños de una belleza dominicana! Y también de una belleza española...

Dimo: Ella no es española, vive en España pero es de Marruecos.

Neil: Sí, gracias... En fin DIOSESPERANZA y WAFAEMOUKHLISSI esperamos que hayan y estén pasando un estupendo día, nosotros no nos olvidamos de ustedes! Así que cuando llegue el momento, tendrán que responder por nosotros cuando golpeemos sus puertas :D

Jace: Un beso para las dos. ¿Es todo, chicos?

Cam: Creo que Lucas quería decir algo...

Lucas: ¡Váyanse al infierno!

Neil, Jace, Cam, Dimo, Didi, Iker: :O

Didi: ¿Qué bicho le picó? 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro