También puedo hacer historias enmarcadas
Bueno, había preguntando en instagram que querían leer (por cierto, óiganme en IG para poder participar de esas votaciones tammytfboys ) y ustedes dijeron esta historia, así que después de pasar una semana bastante mal de salud, acá estoy cumpliéndoles. Espero les guste el cap, ¿qué dicen? ¿La vamos terminando?
Capítulo XXIII: También puedo hacer historias enmarcadas
—Buenos días, Daphne. —Hice una inclinación de cabeza a modo de saludo, mientras intentaba esbozar lo más cercano a una sonrisa—. ¿Quieres sentarte? —instó la mujer, haciéndome un gesto para apuntar un sofá que se encontraba frente a su escritorio.
Asentí, tomándome más tiempo del necesario para ubicar mi bolso y mi trasero en el lugar correspondiente. Ella solo se limitó a esperar con esa paciencia tan típica de los de su clase; con la paciencia y la sonrisa típica, la verdad sea dicha.
—Bien... —susurré casi como si me estuviese dando ánimos por haber conseguido sentarme.
—¿Cómo te encuentras?
Me encogí de hombros.
—Bien... supongo.
La sonrisa de ella se acentuó desde un lateral. ¿Se estaría riendo de mí? Vaya, eso fue rápido, no había dicho más de tres palabras y la mujer parecía encontrarme divertida. Y no en el buen sentido.
—¿De qué te gustaría hablar? —Una sensación de dejá vù me golpeó sin previo aviso. Ellos realmente deberían encontrarse otras líneas para romper el hielo.
Alcé los hombros una vez más, incapaz de formular una respuesta. ¿Podría contarle chistes de psicólogos a esta mujer? ¿Los encontraría divertidos?
—Vamos a probar de otro modo —propuso ella ante mi silencio—. Dime, ¿qué piensas sobre hacer terapia?
—Pienso que... —hice una pausa, forzándome a medir mis palabras antes de soltarlas sin más. Estaba claro que soltar las cosas sin mediar filtros, luego terminaba por estallarte y te lanzaba toda la mierda en la cara. Y no, gracias, mi rostro ya estaba lo bastante cubierto—. No sé qué tan útil sea contarle mis problemas a un desconocido.
—¿Por qué? —Negué sin tener respuesta—. ¿Temes que un desconocido pueda juzgarte duramente?
A pesar de que no lo había pensando en esos términos, la verdad estaba bastante encaminada por ese lado.
—Puede ser.
—Pues, Daphne —me sonrió abiertamente—. ¿Qué más da lo que piense un desconocido de ti? Si te juzga, ¿a ti qué? No le conoces, no deberías dejar que el juicio de un alguien X te ponga límites. Vas a toparte con miles de personas en tu vida, es imposible que seas capaz de controlar lo que cada uno vaya a opinar. —Se detuvo, inclinándose un tanto hacia adelante—. La opinión que vale es la tuya, mientras tú no sientas desmerecer ante ti misma, los demás que se vayan al diablo.
Sonreí sin poder evitarlo.
—Suena fácil dicho así.
—Oh, cariño, la vida ya es lo bastante difícil como para preocuparnos por ver a quién le agradamos y a quién no. —Se retiró un mechón de cabello castaño hacia la oreja y luego prosiguió—: Con esto no te estoy diciendo que dejes de interesarte por los demás, de eso nada. Pero verás que cuando tú te gustas, las demás personas tienden a percibirlo y admirarlo.
—Tengo muchos motivos para no gustarme.
Ella asintió, dándome una pequeña sonrisa de simpatía.
—Muy bien, ¿qué tal si me empiezas a explicar cuáles fueron los motivos que te trajeron aquí hoy?
—De acuerdo —accedí, arrellanándome más cómodamente en el sofá—. Supongo que para eso debo remontarme a la semana pasada.
—Soy un público cautivo.
***
Nadia: Está aquí, ¿qué hace aquí? ¿Lo vieron?
Bajé la vista hacia la esquina de la pantalla a tiempo para ver el mensaje de Nadia parpadear y desaparecer segundos después. Fruncí el ceño, abriendo el chat de la empresa que tan irresponsablemente usábamos cuando nos venía en gana. Nadie nos vigila, sépanlo.
Yo: No entiendo.
Nadia: ¡Pues quítate el sostén de los ojos! Tu psicóloco, diez en punto.
Elevé la cabeza por encima de mi cubículo, notando que tanto a la derecha como a la izquierda de mí, Melanie y Ani también se asomaban. Mi corazón tuvo un pequeño colapso, mientras lo veía avanzar pasillo abajo con el jefe hasta que se perdieron de mi vista. Demasiado aprisa, demasiado fugaz.
Melanie: Pensé que ya no se presentaba en la empresa...
Ani: Eso mismo pensaba yo, ¿qué carajos con este hombre?
Yo: O_O
Nadia: Niñas, antes de continuar con esto déjenme decirles lo orgullosa que me pone que utilicen tildes y signos de apertura y cierre.
Fruncí el ceño al leer ese inesperado mensaje, pero luego solo lo dejé pasar. A Nadia se le había pegado algo de chifladura de Dimitri, al punto de no responder a una emergencia si ésta tenía faltas de ortografía.
Melanie: ¿Daph? ¿Estás bien?
Ella por supuesto que era la más atenta y compresiva de todas, aun cuando no estaba escuchándola podía sentir la preocupación en sus palabras. ¿Estaba bien? Vaya pregunta... estaba vergonzosamente bien y mal; mal por el significativo efecto negativo que tenía en mí su mera presencia, bien porque esa misma presencia ayudaba a menguar lo anterior y hacía que mi pulso se disparara solo con saber que estábamos en el mismo edificio.
Joder, soy un maldito caos en este momento.
Nadia: No preguntes tonterías, Mel, evidentemente no va a estar bien. Ese tipo no te conviene, cariño.
Apreté uno de mis pulgares contra mi sien, tratando de aplacar el dolor creciente que sentía con cada palabra que recibía de Nadia o alguna de las chicas. Nos tiramos todo el domingo y buena parte de la mañana del lunes en la tarea de diseccionar la última conversación que había tenido con Evan. Y seguía sin tener nada en limpio.
Yo: Tal vez no tendría que haberle dicho nada, lo presioné más de la cuenta.
Ani: ¡Solo fuiste honesta, Daph! Le dijiste lo que pensabas y lo que esperabas de esa "relación". No creo que hayas hecho mal.
Yo: Estaba realmente molesto por culpa de Gastón.
Nadia: Bueno, fuiste una estúpida al dejar que ese Gusano cruzara tu umbral, se lo concedo. Pero eso no tiene una puta cosa que ver, solo le diste una excusa para que retrocediera y no se viera tanto como una cobardía. Pero, adivina qué, ¡sigue siendo un cobarde!
Ani: No suelo estar de acuerdo con Nadia, pero le voy a dar la razón.
Melanie: No sé, quizá solo se siente tan inseguro como tú sobre todo lo que está pasando.
Nadia: ¡Deja de querer verle el lado bueno a todos, Mel! El tipo nunca quiso nada serio, pero es demasiado "amable" para decir que se la quiere follar día y noche sin compromiso. Fin.
Admito que aquello me dolió de forma física, pero no iba a negar que la postura de Nadia pareciera ser la más acertada. Si analizábamos nuestra relación en retrospectiva, deberíamos comenzar señalando que él en realidad desde el principio puso trabas ante cualquiera de mis avances. Finalmente cuando aceptó que la atracción era mutua, me pidió que fuera exclusivamente físico y al momento en que aquel acuerdo pareció ponerme en el lugar de objeto, aceptó que fuéramos "novios". Todo había sido de forma reticente, todo había sido pequeñas concesiones hechas a regañadientes, con reserva.
Una parte de mí quería convencerse de que estaba siendo demasiado insistente con él, demasiado exigente; pero luego estaba esa otra parte de mí que veía todos mis pedidos como algo normal. ¿Por qué iba a engañarme y engañarlo a él fingiendo que quería solo su cuerpo? No quería solo su cuerpo, joder, quería su todo. Porque sabía que no me costaría nada darle mi todo, porque sabía que estaba a un pedido de su bella voz ronca de entregarle mi todo sin garantías. Y me sentía tan patética por ello. ¿Cómo había logrado meterse tan dentro de mí en tan poco tiempo?
No iba a seguir diciendo que temía sentir cosas por Evan que quizá él nunca pudiera regresarme; yo ya sentía cosas por él. Probablemente lo hacía desde el mismo momento en que crucé mi mirada con sus ojos grises.
Ani: No veo nada de malo en el trato de ser follada día y noche por ese tipo...
Nadia: Hombre, tampoco es que yo fuera a quejarme de tal cosa pero...
Melanie: Les importaría si estuviesen enamoradas de él. Y Daph lo está, creo que es obvio.
Parpadeé, leyendo aquellas palabras dichas tan casualmente, estupefacta.
Nadia: Mierda. ¿Será que algún día ocurrirá que no nos enamoremos de imbéciles?
Ani: No, los imbéciles son los más tentadores. Y si se cargan la apariencia del psicólogo, pues mucho peor.
Nadia: Lo más triste es que parecía buena gente, pero está claro que solo piensa con la polla. Como básicamente cada tipo en la faz de la tierra.
Melanie: No creo que sea así, creo que solo estamos viendo una cara de la moneda. Tal vez solo es algo inseguro.
Nadia: Tal vez debería practicarse algo de terapia a sí mismo y ver si limpia la mierda de su cerebro.
Ani: Tal vez Daphne solo debería follarse al sexy barman, jefe de Erin. Creo que un buen polvo con ese tipo le sacaría de la cabeza al psicólogo.
Nadia: ¿Te refieres a Didi? Dioses, realmente quiero una tajada de ese pastel.
Melanie: Eres casada.
Nadia: Pero no ciega, ni me han amputado las manos como para no sentir a esa ricurita.
Ani: ¿No saliste con su hermano?
Nadia: Aja, y si sirve de indicador, te diré que no tengo problemas en hacerle un reconocimiento al barman.
Ani: No tienes vergüenza, Nadia.
Nadia: Jajaja sabes que no, ¿para qué negarlo a este punto?
Ani: Pero volviendo al tema, ¿qué estará haciendo aquí?
Melanie: glup.asrf
Nadia: Sabias palabras, Mel, sabias palabras.
Sonreí sin ganas, viendo como Ani y Nadia continuaban con su conversación.
—¡Oh, esperen! —Melanie rodó hacia atrás en su silla para mirarnos por los laterales con cierta desesperación. Claramente no quería perderse detalle de la conversación en curso—. Esta basura volvió a caerse.
—Es sorprendente que servicio técnico tenga el peor sistema de toda la empresa —masculló Ani, al tiempo que tomaba su teléfono para llamar a informática.
—No te pierdes de nada —le aseguré, dándole un rápido guiño—. Solo Nadia despertando a su golfa interna.
—Lo siento, Sor Vagina Acomplejada —me espetó la otra desde su cubículo—. Algunas de nosotras celebramos nuestra sexualidad, deberías aprender a hacerlo también.
Rodé los ojos, volviendo mi atención a mi escritorio cuando sonó mi teléfono demandando que me pusiera a trabajar. Hice un esfuerzo por empujar cualquier pensamiento relacionado con Evan a la parte trasera de mi mente, aquella a la que tendría acceso una vez que estuviese en mi casa, más precisamente en mi cuarto, abrazada a mi manta suave y con una poderosa porción de pastel de chocolate asquerosamente calórico en mis manos. Sí, entonces pensar en él sería seguro.
Respondí de forma efectiva la duda del cliente e hice otro tanto de trabajo a través de las consultas en la web, mientras escuchaba como Mel se quejaba con Nadia por culpa de su rebelde máquina.
—¿Llamaron aquí?
Me volví sobre mi hombro, notando que a mis espaldas estaba Gavin de informática, sosteniendo en sus manos una pequeña caja de herramientas. El tipo ni siquiera estaba mirando en dirección a una persona, sino que parecía abstraído o abducido por alguna pelusa de la alfombra. Era tan raro. Lindo, pero tan raro.
—Pues iba siendo hora —le respondió Nadia con su común tono de superioridad—. La máquina de mi amiga se sigue apagando sola, así que haz tu magia de freaky y arréglala.
Unos ojos verdes, hasta el momento perdidos en la alfombra, relampaguearon en dirección a Nadia en una especie de advertencia muda.
—Lo siento —susurró Mel entonces, llevándose la atención de Gavin—. No sé qué le pasa, pero la pantalla se ha puesto negra de la nada y no se prende.
—Entiendo —masculló él, acercándose al cubículo de ella y pasando junto a Nadia sin prestarle atención a lo que murmuraba por lo bajo. Gavin movió a Mel hacia atrás con su pie, haciéndola rodar en su silla como si se tratara de una muñeca y sin previo aviso se puso de rodillas, perdiéndose debajo del escritorio. Tanto Ani, Nadia como yo nos inclinamos en nuestros respaldos, siguiendo el sinuoso movimiento de su cuerpo hasta que quedó encajado como un perrito bajo la mesa.
La visión de su trasero siendo abrazado por la tela de los jeans, era, sin exagerar, motivo más que suficiente como para descomponer alguna máquina voluntariamente. Gavin era detestable, no me malinterpreten, pero se cargaba un culo tallado por el mismísimo arcángel Gabriel. Y ninguna fémina con ojos pasaría por alto tremendo monumento a la belleza traseril.
Hubo un suspiro colectivo, mientras él se llevaba una mano al bolsillo trasero y sacaba la pequeña linterna que se guardaba allí. Todavía me dolía el corazón por saber que Evan estaba cerca y porque mis amigas pensaban que estaba enamorada de él, claro que sí, pero me alegraba tanto que Gavin y su trasero aún me sirvieran de distracción.
—¿Has estado moviendo el CPU? —la voz masculina se sintió más profunda de lo normal, al venir desde abajo del escritorio.
—No que yo lo recuerde —respondió Mel, manteniendo su mirada correctamente en la pantalla. Ella era la única lo bastante amable como para no devorar la retaguardia de Gavin como el resto de las mortales.
El hombre suspiró de forma ruidosa, para luego sentarse y asomar la cabeza para mirarla. Melanie, claramente enrojecida, le devolvió la atención como la educación demandaba. Y me fue imposible no darme cuenta de lo cerca que Gavin había quedado de las rodillas de Mel apenas cubiertas por la falda.
—¿Le has dado un golpe acaso?
—No —dijo ella con menos seguridad. Los ojos se Gavin se apretaron en su dirección de forma suspicaz.
—¿Le has puesto los pies encima? —demandó, siendo básicamente el típico grosero de siempre. El sonrojó de Mel llegó hasta la puntas de sus orejas, Gavin frunció el ceño—. No es un maldito banquillo, no puedes estar poniéndole los pies encima, ¿entiendes eso?
—Oye, relájate, amigo —lo cortó Nadia, al ver que Mel estaba a una palabra hosca más de romper en llanto—. No le hables así, pasamos muchas horas sentadas aquí y si ella quiere poner los pies en el puto culo de Dios, los pone. ¿Me oíste?
Aquellos ojos verdes, malhumorados, volaron otra vez hacia Nadia.
—Pues que los ponga donde mierda quiera, cuando rompa las cosas no me llamen a mí entonces.
—Haz tu puto trabajo y cierra el pico, nadie te pidió lecciones de moral. No es como si saliera de tu bolsillo el arreglo.
—¿Por qué no cierras tú la boca? No es tu jodida máquina, regresa a tu cubículo y haz tu trabajo de mierda sin tocarme las pelotas, ¿quieres?
—¿Mi trabajo de mierda? Ah, bien, ya te la rifaste...
—Nadia para. —Mel sacudió una mano, justo cuando mi amiga se disponía a llevar las cosas al plano físico—. Está bien. —Sus ojos apenados fueron hacia Gavin entonces—. Ha sido mi culpa, tienes razón. —Ella bajó una mano rozando brevemente la que Gavin tenía en el apoyabrazos de su silla—. Lo siento, no volveré a ponerle los pies encima.
Él la miró por un segundo que pareció eterno, para luego chasquear la lengua y volver a esconderse debajo del escritorio; ella tragó con fuerza y parpadeó lejos. Fue entonces cuando lo comprendí, el motivo principal por el cual Mel nunca lo miraba de forma inapropiada, no se debía a su timidez. ¡Jodida mierda! A Melanie le gustaba Gavin. Hablando de parejas disparejas, un gato y ratón tendrían más posibilidades juntos que ellos.
Dos minutos después la máquina de Mel volvió a la vida, él salió de debajo de su mesa y volvió a empujarla hacia adelante sin pedirle permiso. No fui capaz de ignorar la mirada de anhelo con que ella lo siguió cuando él se regresó a su cueva, por un instante fue casi como verme en un espejo.
Sonreí con pocas ganas y abrí un chat privado.
Yo: ¿Desde hace cuánto que te gusta Gavin?
Los puntos que anunciaban su pronta respuesta, aparecieron al instante y desaparecieron, y volvieron a aparecer.
Melanie: ¿Soy tan obvia?
Yo: ¡Ja! Para nada, solo que he desarrollado una capacidad extraordinaria para detectar a otros frustrados sentimentalmente.
Melanie: Es una tontería, sé que ni siquiera sabe que existo. Solo ve máquinas, solo eso le preocupa.
Yo: Sé que cuando le tocaste la mano, él vio mucho más que máquinas Mel.
Su mano en cuestión apareció por mi lateral y yo estiré la mía para darle un breve apretón.
Melanie: No le digas a Nadia, solo se burlará de mí.
Yo: Soy una tumba.
—¿Daphne? —La simple enunciación de mi nombre borró de un bandazo cualquier tierno pensamiento que estuviese teniendo por motivos de Mel y Gavin. Alcé la vista lentamente, encontrándome con su persona de pie junto a mi cubículo.
El ruido de teclas y voces a mis laterales se acalló de inmediato y supe que mis amigas estaban allí conmigo, atentas. Cargué aire.
—Sí, ¿qué pasa?
Evan se metió una mano en el bolsillo del pantalón, tendiéndome una cajita rectangular con envoltorio dorado. No la tomé, motivo que lo llevó a depositarla junto a mi teclado en el escritorio.
—Ayer fui para darte eso y...
—No lo quiero.
—Solo tómalo, ¿sí? —Sus ojos escanearon el área, como si estuviese comenzando a ser consciente de la falta de ruido a nuestro alrededor. Sí, cariño, todo el mundo estaba al pendiente de nosotros.
—Pensé que yo tenía que avisarte cuando me decidiera... —le espeté, remarcando el hecho de que me había dejado con la palabra en la boca, haciéndome sentir como una maldita histérica—. Y verás, todavía no me decidí.
—Merezco eso —aceptó, apretando la esquina de su labio con sus dientes. Y volviendo mi concentración agua por espacio de varios segundos con dicho gesto. Me abaniqué mentalmente.
—Te mereces que te dé una patada en el culo, Evan —mascullé, tratando de mantener mi tono tan bajo como el suyo—. Pensé que la política de la honestidad te gustaba. Y fui honesta contigo y entonces me lanzaste que no sé qué quiero cuando el que no lo sabes eres tú.
Su mandíbula se apretó con fuerza, al tiempo que miraba lejos de mí como si estuviese midiendo la distancia, el tiempo y el riesgo que le tomaría huir de allí saltando por la ventana.
—Estaba molesto y... —me miró como si no tuviera idea.
—Ya te dije que Gastón me da igual, mi madre me emboscó porque pensaba que podíamos volver. Pero es agua pasada, Evan.
Él rodeó el pequeño panel que nos separaba, entrando en mi cubículo y entonces, como si estuviese recreando la escena de Gavin, se arrodilló ante mi silla y colocó sus manos en mi regazo. Sé que todo parece muy surrealista e incluso casi como si estuviese planeando una declaración, pero la verdad es que el espacio es tan reducido que ambos parados no cabríamos y si quería verme a los ojos, mantener la conversación privada y tocarme, la posición era casi obligatoria. Lo digo, porque incluso yo me he arrodillado en el cubículo de alguna de las chicas para poder hablar tranquilas. Así que guarden sus suspiros, queridas mías.
—Ya lo sé.
—Entonces... —comencé a protestar, pero él cerró una de sus manos presionando levemente mi rodilla y me callé.
—Reaccioné como un idiota, no ha sido tu culpa... le he estado dando vueltas y lo único que he sacado en limpio es que... —Me miró casi quemándome con la intensidad de su mirada—. Supongo que estaba celoso. —No respondí, creo que llegada la última palabra ni siquiera estaba respirando—. Nunca me he puesto celoso, al menos no que yo recuerde. Siempre he tenido una gran facilidad para ponerle freno a mis emociones y no dejarme llevar de forma impulsiva, pero es que... no estaba preparado para verte con alguien con quien claramente has compartido mucho. Porque aun cuando no existiese nada entre ustedes ahora, mientras los veía caminando desde la tienda, fue tan clara la familiaridad, la cercanía que por algún motivo no logro que desarrollemos nosotros.
—Tal vez porque sea muy pronto —ofrecí apenas dándome cuenta. Él asintió, aceptando mi débil hipótesis.
—Por eso entiendo que quieras tiempo para respirar y pensar, lejos de mí —musitó, bajando la mirada hacia sus manos—. Aunque mantengo lo que te dije antes... —volvió a observarme—. Si hay algo que pueda hacer para ser mejor de alguna forma, dímelo. No quiero que pienses que no lo estoy intentando, realmente quiero darte...
Extendí una mano para tapar su boca.
—Me gustaría entender por qué piensas que debes mejorarte de algún modo, Evan. —Deslicé mi tacto por su mejilla recién afeitada, para luego sostenerlo por la barbilla—. Tú dices que quieres que haya familiaridad entre nosotros, entonces, tendrás que dejarme conocerte. No a lo que crees que espero que seas, no a un estándar de hombre perfecto, solo déjame viéndote ser tú mismo. —Le sonreí, pero él permaneció serio—. ¿Por qué temes que eso no vaya a ser suficiente?
Evan tragó con dureza, manteniendo su mirada fija en mí. Pude ver el momento exacto en que sus ojos brillaron como si estuvieran a punto de perder el control y entonces, rápidamente, movió la cabeza hacia un lado. Se apretó los parpados con los dedos y los cerró con fuerza un instante, antes de devolverme el escrutinio conuna falta de seguridad muy impropia de él.
—El tiempo... —susurró, aclarándose la garganta—. Creo que el tiempo nos vendrá bien a ambos.
—Evan...
Se puso de pie, tras darme una pequeña palmada en la pierna.
—He dejado una nota en la caja, por favor, léela. —Esbozó una sonrisa y se despidió de mí apenas agitando su mano y yo lo dejé ir.
De algún modo, aunque no estaba segura de cómo, había tocado una fibra con mi pregunta y él no entraría allí estando en la empresa con quince extraños de oídos súper desarrollados para el cotilleo al acecho. Y claramente, podía respetar eso.
Mis niveles de ansiedad luego del breve intercambio y el hecho de que no veía capaz de responder los cientos de mensajes que parpadeaban en mi pantalla de momento, decidí tomar el paquete y romper el envoltorio dorado que lo resguardaba. Me encontré con una cajita blanca del tamaño de mi palma y dentro de ella había una almohadilla de terciopelo negro (supongo que es terciopelo, vete a saber) que se encontraba atrapada en una pulsera dorada. Enarqué ambas cejas, tirando de una punta de la almohadilla para dejarla a un lado e inspeccionar la pulsera: aparentaba ser un simple círculo de metal dorado, pero hacia la mitad éste se apretaba en un nudo y uno de los extremos terminaba en una punta mientras que el otro era como plumas pequeñas. Me tomó un estudio más darme cuenta que se trataba de una flecha que daba toda la vuelta a mi muñeca, se anudaba incluso en su parte media dejando que ambas extremos quedaran a escasos milímetros de tocarse.
Evan me había regalado una flecha dorada. Y gracias a mis amplios conocimientos de mitología (amplios y recientes), recordé que la flecha dorada era la que recibía Apolo y con la que se volvía loco por Daphne. ¿Tenía esta flecha un doble significado? No podía decirlo, pero me encantaba y no tardé nada en ponerla en mi muñeca. ¡Era un regalo de mi hombre, vamos! ¿Qué esperaban de mí?
Mientras la admiraba tontamente en mi brazo, noté por el rabillo del ojo el papel doblado que se había quedado aferrado a la tapa de la cajita. En la parte de adentro tenía una tarjeta de presentación a la cual apenas le eché un vistazo, pues mis ojos estaban más entretenidos en las líneas en tinta que había garabateado él.
"Daphne, espero que mi gusto en joyería sea de tu agrado. Me gustaría decir que no hay un motivo para este regalo, pero estaría mintiendo. Así que seré honesto, te he dejado la tarjeta de mi amiga y colega con la que espero puedas (quieras) charlar en algún momento.
No creas que intento sobornarte con esto, aunque sí lo estoy intentando. Siento que no he hecho mi trabajo en relación contigo, profesionalmente te he fallado (no hablemos de los otros aspectos), pero creo que Jimena puede ser un buen modo de comenzar a enmendar mi falta.
Considéralo. Nada más que eso pido.
Un beso, Evan."
***
—Así que aquí estoy.
—¿Por él o por ti?
Miré casi sin ver los títulos enmarcados en la pared, la estantería de libros y la mujer frente a mí. Suspiré.
—Por Deborah —murmuré, asintiendo hacia mí misma—. Creo que es hora de hablar de ella y dejar de hacer de cuenta que no ha pasado.
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Neil: ¡Condes!
Iker: ¿El interesante y guapo o el otro?
Bastian: Si necesita el interesante y guapo, claramente me llamaría solo a mí.
Neil: Condes, tranquilos, ¿bien? Guarden sus espadas.
Bastian: Ya le dije, señor Joyce, que yo no uso reliquias. Podrían romperse, como su señoría lord Pembroke aquí presente.
Iker: ¿Quiere ver de lo que somos capaces mi reliquia y yo, Hastings?
Bastian: No, gracias, me han enseñado a no discutir con mis mayores. No tienen culpa de su senilidad.
Neil: ¡TDFW!
Iker y Bastian: ¿Ah?
Neil: Puff... olvidé que estaba acompañado por ustedes. Todavía temen que les quite el alma cada vez que les tomo una foto...
Bastian: Esos aparatos son diabólicos.
Iker: La experiencia me ha enseñado que nada que provoque tal fogonazo de luz puede ser bueno.
Neil: Solo dediquen el capítulo, ¿si? Luego podrán hablar de los buenos tiempos donde no existían aparatos diabólicos chupa almas.
Iker: Como diga. Señorita Jessica entonces estamos aquí para dedicarle este capítulo.
Bastian: No es uno de mis capítulos, pero no estuvo tan mal. Gracias por estar al pendiente de mi historia, saber que soy más importante que Evan y votar por mí. Aunque todavía no le gano, sé que el tiempo demostrará mi valía.
Iker: Esperamos que lo hayas disfrutado, chérie. Un beso.
Neil: Tanta formalidad y tan poco sentimiento, hombres. Deben trabajar en hacer sentir las bragas mojadas a las lectoras.
Bastian: Claaaaro, habla la voz de la experiencia...
Neil: No me gusta presumir, pero sí. En fin, Daphne nos dejó esta foto de su pulsera para que puedan admirarla con ella. Y sin más, esperamos que todas, nenas, lo hayan disfrutado ;)
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