¿Qué quieres?
¡Hola! Esta vez la espera no fue mucha, ¿no? Espero que tengan ganas de leer más, este cap digamos que es un paso para la transición xDD
Capítulo XX: ¿Qué quieres?
¿De acuerdo?
Aquella frase se repitió en mi mente como un eco y por varios segundos solo fui capaz de escuchar eso: de acuerdo, de acuerdo, de acuerdo. Como si de un momento a otro las cosas fueran a cambiar, como si solo faltase el sonido del despertador para traerme de regreso a la realidad. No pasó, por cierto.
Tomé una bocanada de aire y di un necesario paso hacia atrás, zafándome de su amarre. Evan me observó con gesto serio, meditabundo, y yo lo observé a su vez, tratando inútilmente de comprender lo que pasaba por su mente. Sonreí sin ganas, sonreí por mera reacción instintiva, sonreí porque lo otro habría sido golpearlo. Y atentar contra un bello rostro no entraba entre mis prioridades.
—¿De acuerdo? —mascullé, tratando y fallando en no sonar aireada. Evan frunció levemente el ceño al oírme—. O sea... ¿cómo? ¿Así de fácil?
—¿A qué te refieres?
Solté una risa irónica, ya incapaz de contener la reacción de autopreservación.
—Evan, no soy estúpida ¿vale? Puede que lo parezca a veces, puede que haga muchas estupideces, pero no soy estúpida.
—Daphne...
—Y no... —lo corté, alzando una mano frente a su rostro—. No creas que no me doy cuenta de lo que quieres hacer aquí.
—¿Y qué se supone que quiero hacer? —inquirió, cruzándose de brazos de un modo que en otro hombre, habría lucido intimidante.
Me tragué un gruñido de irritación, al tiempo que le enviaba una mirada desafiante. ¿En serio parezco tan desesperada? No quería una maldita relación de consuelo, él tenía tantas ganas de ser mi novio como yo de depilarme las cejas con ácido. Y me dolía que creyese que no iba a notar aquello, me dolía y me molestaba a partes iguales.
—¡Tú no quieres ser mi novio! —le arrojé de buenas a primeras, él no lo negó. Por supuesto que no iba a hacerlo, ¿qué esperaba?—. Y si crees que esta actitud caballerosa es lo más indicado, pues te equivocas. Solo me haces sentir peor...
—Daphne... —Él intentó alcanzarme, pero lo rechacé.
—Puede que no sea la persona más honesta en este mundo y que tenga más defectos de los que me gustaría admitir, pero yo voy de frente Evan —le dije casi sin pestañar—. Puedo decir cuando alguien me da la razón solo para callarme —agregué, bajando la voz con cierta pena.
Me estudió con sus bonitos ojos grises por un eterno minuto, al tiempo que yo caía en cuenta de que tenía razón y que él no tenía argumentos para refutarlo; su aceptación solo había sido impulsada por su personalidad complaciente. Nada más.
—Necesito que sepas...
Oh, no, él planeaba consolarme. Lo pude ver al instante mismo en que abrió la boca y no, no podía dejarlo hacer eso.
—Déjalo ser, Evan. —No pareció feliz con mi interrupción, pero de todos modos no lo discutió—. Solo vamos a olvidarnos de todo el asunto, ¿sí?
Tomé su silencio como una aceptación tácita y asintiendo a nada en particular, comencé a caminar hacia la cocina para recoger mi ropa y salir de allí cuanto antes. Ustedes deben entender que tenía muchas ganas de llorar, pero no iba a hacerlo frente a él, todavía tenía un insignificante halito de dignidad en mi dedo pequeño y eso me estaba impulsando a moverme por su departamento sin maldecir mi condenada suerte. Mi condenada necesidad de darme de bruces contra la realidad para entender lo que pasa.
—No quiero que te vayas. —Me detuve en el proceso de quitarme su camiseta, para ofrecerle una mirada de soslayo. Él estaba a poco menos de un metro de distancia de mí con la vista clavada en el infinito.
—Pero tampoco quieres que me quede.
—¡Dios, Daphne! —masculló, cubriéndose el rostro con las manos—. Me gustaría poder decirte lo que quieres oír, pero no sé... —Me observó con evidente impotencia—. No es fácil, no...
—No necesitas martirizarte por esto, Evan —lo calmé, a la vez que le tendía su camiseta en un simbólico gesto de paz y me quedaba solo en ropa interior. Hombre, nunca nadie dijo que las relaciones o los intentos de relaciones, fueran cosa simple ¿verdad? Las formas de querer de las personas es un asunto tan personal, que cuesta mucho pensar que en algún momento dos seres humanos completamente distintos vayan a estar de acuerdo en lo que esperan del otro. Me gustaba Evan, claro, y al parecer yo le gustaba de regreso, pero el trecho a recorrer para que eso funcionara parecía demasiado para él—. No voy a obligarte a hacer algo que no quieres.
—Pero sí quiero —murmuró, mirándome con un destello particular en sus ojos. Tragué con fuerza y me obligué a centrarme únicamente en la conversación, tarea nada simple cuando me miraba así. Admito que me sentía un poco fuera de mi elemento después de eso y quizá por eso no me moví cuando él avanzó hasta mí y posó sus manos sobre mis hombros—. ¿No entiendes? —Lo observé en un elocuente mutismo—.La opción "sin ti" no existe para mí. Y si lo que necesitas para darte cuenta de que no estoy de juego es que seamos novios, pues bien. Lo seremos.
Un intento de sonrisa quiso tirar de mis labios, pero me contuve. Iba a tomarme sus palabras con precaución, con mucha precaución a partir de ahora.
—¿Tú quieres?
Resultaba de capital importancia para mí tener una respuesta a esa pregunta, nada serviría si él no lo deseaba también.
—No sé.
Y allí se suicidó mi última ilusión.
—Entonces eso es un no —le espeté al instante, sacudiéndome sus manos de mis hombros.
—Daphne no te voy a mentir, no eres algo que estuve planeando que apareciera en mi vida. Apareciste y demonios... no puedo sacarte de ella, no quiero sacarte. —Hizo una pausa estirando una de sus manos hacia mi mejilla y yo acepté la caricia sin protestas, porque soy así de débil y elemental cuando se trata de él. Demándenme—. Y sé que no debería pedirte esto, que tendría que dejarte en paz pero no lo voy a hacer. De alguna forma, cuando estás conmigo todo se siente correcto, como si las cosas encajaran sin esfuerzo. —Sus ojos se encontraron con los míos por un breve instante y reconocí que lo que decía era en verdad importante para él—. Y las cosas nunca encajan bien para mí, así que esto... tú, no sé cómo lo logras. Solo sé que quiero que sigas haciéndolo.
En menos de un parpadeo se me ocurrieron ciento un cosas para responderle, pero sabía que al menos cien de ellas lo harían correr tan lejos de mí como fuera posible. Así que solo me acerqué a él, envolví mis brazos alrededor de su cuello y atraje su boca hacia la mía. No sabía dónde estábamos parados o hacia dónde iríamos a partir de allí, pero por ese segundo decidí que no iba a importarme. Nos besamos con abandono y ternura, con hambre y desenfreno. No estaba todo dicho, pero ya no íbamos a decir más, ambos lo sabíamos.
—¿Daphne? —susurró, apartándose lo suficiente como para enfrentar mis ojos.
—Shu... —lo acallé, echando una breve mirada sobre mi hombro. Evan enarcó una ceja con suspicacia al momento en que me alejé de sus manos y comencé a retroceder de espaldas. Entonces la parte trasera de mis muslos golpeó la superficie de la mesa y con un brinco tomé asiento en la brillante superficie, con completa naturalidad—. Ven aquí.
Él hizo el mismo recorrido que yo en el lapso de un segundo y al instante sus labios estuvieron sobre los míos, empujando su camino hacia el interior de mi boca sin pedir permiso o necesitarlo. Suspiré con cierta tranquilidad, al tiempo que hundía mi mano en su cabello y lo jalaba tan cerca como podía de mi cuerpo; porque lo deseaba, porque lo necesitaba y porque parte de mí quería que él se diera cuenta de ello. Evan gruñó por lo bajo y con un certero movimiento de su mano, separó mis piernas y se instaló entre ellas como dueño y señor de ese dominio. La tela de sus jeans raspó el interior de mis muslos desnudos, mientras él se empujaba contra mi centro y se tragaba cada uno de mis demandantes gemidos. Sentí una de sus manos enganchar una de las tiras de mi sostén y un instante después, el aire de su respiración rozando sensualmente mi pezón. Me erguí expectante, al tiempo que él cerraba su boca entorno a la sensible piel de mi pecho y me lamía como si se tratara de su sabor favorito de helado.
—Evan... —gemí en voz queda, deslizando una de mis manos hasta la parte frontal de sus pantalones. Él me cogió por la muñeca, tirando de mi mano hacia atrás hasta que me detuvo contra la mesa y luego procedió a repetir lo mismo con mi otra mano, de modo que quedé parcialmente tendida sobre la mesa, con las piernas abiertas ante él y con su duro miembro presionándose contra mí. Si la escena no fuese lo bastante caliente de por sí, Evan comenzó a mover sus caderas en pequeños círculos para dejarme sentirlo por completo. Y mi mente perdió todo rastro de racionalidad, envolví mis piernas entorno a sus caderas y él respondió presionándose con mayor fuerza, atrapándome bajo el peso de su cuerpo y los movimientos ondulantes de su pelvis—. Evan, Evan...
Se comió mi suplica de más, mientras reía con suavidad y arrastraba una de sus manos hasta mi húmeda entre pierna. Lo miré atrapada en una nebulosa sexual y él sonrió, al tiempo que enganchaba con su índice el lateral de mis bragas y las jalaba hacia un costado para dejar mi sensible piel expuesta. Todo mi cuerpo tembló ante la mirada apreciativa de esos ojos grises y entonces él volvió a subir el rostro, acercándose con lentitud hasta que nuestros labios volvieron a conectarse y sus dedos, lentamente, se abrían camino entre mis piernas. Mis caderas se movieron hacia delante de forma instintiva y él hundió otro de sus dedos en mi interior, tocando los sitios exactos para desarmarme por completo. Gemí, grité y lo mordí en más de una ocasión con muy poca delicadeza, mientras él seguía bombeando sus dedos dentro y fuera de mí, hasta que no hubo más que luces destellantes detrás de mis parpados cerrados, mi respiración acelerada y la completa certeza de que esto era a lo que él se refería antes; cuando estábamos juntos todo simplemente encajaba.
***
La mañana siguiente ni siquiera estaba segura de qué me había despertado, porque si tengo que ser honesta con ustedes, la verdad es que esa escenita sobre la mesa no fue más que el preludio de lo que sería nuestra noche. Así que tenía excusas más que validas para no recordar ni mi nombre cuando abrí los ojos la mañana siguiente. Solo sabía que estaba acostada en su cama, que el cuerpo tibio a mi lado le pertenecía al hombre más caliente vivo y que ese mismo hombre me había hecho cosas muy poco decibles durante la noche. Era, la verdad sea dicha, lo único que debería importarme ¿no?
Pues no. Porque básicamente están leyendo la historia de Daphne Cánovas, ¿y cuándo las cosas resultan tan simples en mi vida? ¿Cuándo?
Escuché un estridente sonido provenir de algún lugar de la casa y mi mente finalmente se unió al resto de mi cuerpo, lanzándome de sopetón a un estado de vigilia. Parpadeé, posando la mirada un segundo en la ventana. La luz del sol se colaba en pequeños rayos por entremedio de la cortina y supe que probablemente llegaría tarde al trabajo. Suspiré. El sonido molesto volvió a repetirse y ya no pude hacer de cuenta que no lo escuchaba.
Parecía ser un teléfono, aunque evidentemente no era el mío.
—¿Evan? —Me giré hacia él esperando que el molesto chirrido lo hubiese despertado, pero nada podía estar más lejos de la realidad. Evan, en toda su gloria de ángel caído, dormía a pata tendida a mi lado—. ¿Evan? —Lo sacudí con suavidad del hombro, sabiendo que tendía a sobresaltarse fácil y tras dos insistentes llamados más, él entreabrió sus bellísimos ojos hacia mí—. Buenos días.
—Hola... —murmuró con una sonrisa somnolienta. Sé que la mayoría de los mortales —yo incluida—lucimos como la mierda misma a primera hora de la mañana, pero Evan no. Evan lucía perfecto, como el modelo de un anuncio de colchones debería lucir.
—Tu teléfono está sonando —le dije, tratando de no quedarme embobada mirándolo como una de esas fans desesperadas. Era tan guapo al despertar como lo había sido al irse a la cama.
Disculpen. Ya me calmo.
Evan frunció sutilmente el ceño, al parecer registrando el sonido por su cuenta y sin decir una palabra, se quitó las mantas de encima y salió desnudo de la habitación. Desgraciadamente desapareció demasiado pronto de mi campo visual y decidí comenzar a ponerme en movimiento mientras él respondía su llamada, y no nublaba mi buen juicio con su pecaminosa presencia. Por mucho que me gustase la idea de quedarme allí a tirar un mañanero, era consciente de que debía presentarme en el trabajo y básicamente, sí, volver al mundo real.
Salí de la habitación y crucé la sala a toda prisa en búsqueda de mi bolso, pero a pesar de mis buenas intenciones, no fui capaz de pasar por alto las palabras que soltó Evan al teléfono en ese mismo instante atrapando mi curiosidad.
—¿Estás aquí? —preguntó, al tiempo que yo me congelaba y le enviaba una interrogante mirada—. No... es que... —Hizo una pausa mientras, me figuro yo, la otra persona le respondía. Entonces suspiró entre dientes, pareciendo molesto o bien resignado, y mi curiosidad trepó otro tanto—. Claro que no, por supuesto que puedes subir.
Joder, ¿tenía visitas?
Me detuve a su lado, pero él no me miró demasiado ensimismado en la llamada. Y hasta ese instante me di cuenta que no era el teléfono de línea el que había estado sonando, sino que se trataba del portero eléctrico.
Evan colgó.
—¿Hay alguien abajo? —pregunté ni bien sus ojos me registraron. Asintió.
—Mi hermana. —Y por el modo en que me miró tras decir aquello, supuse que no estaba muy feliz con esa improvisada reunión.
Cuadré los hombros, aferré mi bolso contra mi pecho y tomé la primera decisión madura de ese día.
—Me voy entonces. —Le planté un rápido beso en los labios y luego me deslicé de aquí para allá por su casa en busca de mi ropa. Después de todo, la conversación de la noche anterior no había llegado a ninguna parte, todavía seguíamos estando en un lugar ambiguo y poco claro de nuestra relación; conocer a su hermana y explicar mi presencia en su casa a esas horas de la mañana sería demasiado. Yo lo sabía. Y lo aceptaba.
Más o menos.
Terminé de colocarme los jeans con un resuello y comencé a trabajar un improvisado peinado con mis dedos, cuando sentí la mano de Evan rozando mi espalda. Me volví, dándole mi atención y él solo sonrió.
—Estoy seguro que a Noel le encantará conocerte.
Y con eso él terminó por echar a tierra todos mis esquemas, quería presentarme a su hermana.
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Neil: Siento que estamos trabajando demasiado estos últimos días, nos tienen de una historia a otra.
Lucas: ¿No eres tú quien siempre quiere complacer a las lectoras?
Neil: Está en mi naturaleza hacer felices a las mujeres, Lucas. Mi simple presencia ya las alegra.
Lucas: Claro... ¿quién hace esta dedicatoria?
Neil: La chica no especificó, así que lo haré yo porque soy la mejor opción.
Iker: Ejem...
Neil: Después del conde.
Dimo: ¿Hm?
Neil: Y el loco de los cuchillos, claro está.
Lucas: Jaja qué fácil de intimidar eres, Neil.
Neil: Mira quién hablar, el fanático del Barça que ni sabe de qué país es el equipo.
Lucas: ¬¬ solo haz la dedicatoria.
Neil: Muy bien, DanaLlumi sé que no soy tu favorito, pero como no diste instrucciones aquí estamos improvisando un poco. Espero que estés disfrutando de esta historia y que te haya gustado el capítulo.
Evan: Gracias por la paciencia a Dana y a todas/os los que siguen esta historia.
Jace: No se olviden de pasar por nuestro Instagram tammytfboys para participar del sorteo de uno de mis libros. ¿Se van a perder la oportunidad de llevarme a sus casas?
Neil: Eso se puede malinterpretar muy fácilmente amigo...
Jace: Lo sé... ;)
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