Palabras más palabras menos
¡Increíble que desde marzo que no actualizo! No tengo palabras para decirles cuánto lo lamento, soy un desastre últimamente pero todo se debe a que estoy cursando mi último año de carrera y ando adaptándome a mi nuevo trabajo. ¡Así que perdón!
En fin, hoy en el correo me llegó una buena noticia. Les dejó una imagen para que se hagan una idea y especulen al respecto. Pronto, prontillo. Nada más, nos leemos si todavía siguen ahí.
Capítulo XIX: Palabras más palabras menos
Sus besos tenían la capacidad de hacerme perder el sentido de la ubicación; si le sumamos a esto el particular roce de sus manos sobre mi piel, podrán imaginarse la temperatura que se estaba levantando en esa habitación y más precisamente dentro de mis pantalones. Gimoteé, envolviendo mis piernas alrededor de su cintura en un intento por fundirlo a mí y Evan medio ronroneó contra mi cuello, al tiempo que con un habilidoso jalón soltaba los botones de mi jean y lentamente introducía su mano dentro de mi ropa. Lo tomé por el cabello obligándolo a regresar a mis labios y él no presentó ninguna resistencia, mientras sus dedos mantenían un sutil coqueteo con mis bragas. Gemí en protesta y él sonrió, conocedor de lo que sus caricias eran capaces de hacer con mi racionalidad.
—Se calentará demasiado —susurró entonces, logrando que lo mirara con toda la concentración que mi mente embotada pudo conjurar.
—Yo diría que se mojará demasiado. —Fui a buscar sus labios otra vez, pero el gesto de extrañeza en su rostro me obligó a echar un poco el freno.
—¿Qué? —inquirió.
—¿Qué? —le devolví, bastante confusa por el hecho de que su mano se hubiese quedado quieta.
—Estoy hablando del horno —dijo al instante mismo en que una campanilla comenzó a sonar en algún sitio.
Parpadeé, mirando hacia el temporizador en forma de gallina que se sacudía como loco en la encimera junto a la cafetera y luego volví mi atención hacia el hombre entre mis piernas. Lo sé, suena bastante emocionante esa imagen, ¿verdad? Y en parte lo era, aunque no después de lo que acababa de responderle en mi estado de calentura.
Sonreí con algo de pena.
—También hablaba del horno.
Evan rodó los ojos, me plantó un desprevenido beso en los labios y luego se apartó, dejando mi cuerpo tembloroso y necesitado. Lo odiaba por su autocontrol, pero me encantaba como se veía sin camiseta y eso casi lograba compensar la espera. Entonces se inclinó para recoger mi blusa del suelo y no me cupieron dudas al respecto, definitivamente él y su glorioso trasero de modelo lo valían.
Una prenda de ropa me impactó el rostro sin previo aviso y a regañadientes tuve que bajar a la realidad. Evan me observó con una ceja enarcada como si intentara leer mis pensamientos y no pude más que sonreírle de forma zalamera. Si ese hombre fuese capaz de oírme pensar, ya estaría firmando mi entrada en el loquero más cercano. Mis niveles de sexopatía —una mezcla entre sexo y psicopatía, por supuesto—se disparaban cada vez que él entraba en mi rango de visión, se los digo.
Pero bueno...
Luego de parar el escandaloso temporizador, Evan tomó su propia camiseta para ponérsela y entonces mi cuerpo se reactivó como si acabara de despertar de un coma; salté de la encimera justo a tiempo para arrebatarle la prenda de las manos y abrazarla contra mi pecho cubierto nada más que por el sostén.
Evan bajó lentamente la mirada hacia su mano vacía y luego arrastró sus ojos grises hacia mí.
—¿Pasa algo? —inquirió, con un leve rastro de curiosidad y desconcierto.
—Préstamela —le respondí, al tiempo que me pasaba su camiseta de gatos, vino y yoga por la cabeza. Una vez que emergí por el agujero superior, me encontré con una de sus usuales sonrisas de psicólogo amistoso. El pobre debía pensar que ya había soltado mi último retaso de cordura, y no se equivocaba, la verdad sea dicha.
Evan asintió sin decir nada, volteándose para atender las exigencias del horno y la cena. Yo estaba terminando de colocarme bien su camiseta, cuando noté que mis pantalones estaban desabotonados y a medio camino de bajarse por mi trasero; no lo pensé mucho y con un suave bamboleo de caderas, los dejé seguir su camino hasta el piso. Casi puedo adivinar lo que están pensando: Daphne, qué lanzada, chica. ¡Contrólate!
Pero tranquilos, su camiseta era lo bastante larga como para cubrir lo más esencial. Es decir, me llegaba hasta la mitad del cachete del culo, eso era esencial, ¿cierto?
Demos gracias al señor de que ustedes no pueden responderme y sigamos adelante. Evan sacó la bandeja de patatas del horno y comenzó a disponer todo lo ya cocinado en los platos, me acerqué un poco sin quitar mis ojos de su espalda.
—¿Te puedo ayudar con algo?
Me observó brevemente por sobre su hombro.
—No, está bien. —Regresó su atención a las patatas, para un segundo después volverse a girar de forma abrupta y deslizar sus preciosos ojos por la parte baja de mi talle. Oh, sí, él acababa de notar mi falta de pantalones.
Parpadeó, yo le sonreí con inocencia y él soltó un sonoro suspiro, al tiempo que una de las comisuras de sus labios se curvaba tenuemente. Mientras volvía a concentrarse en las patatas que había dejado suspendida en la espátula, me deslicé hasta su lateral izquierdo, pasando sutilmente una mano por la parte baja de su espalda. Evan no se inmutó, por lo que decidí tomar aquello como una pequeña concesión por su parte. Arrastré mi tacto por su columna, marcando patrones circulares por su piel tersa y tirante. Los músculos de su espalda se tensaban con suavidad, acusando recibo de mis caricias y la osadía en mí comenzaba a construirse con más fuerza. Di un paso para acercarme incluso más y entonces le deposité un beso en el omóplato, al tiempo que mis manos caían por sus laterales y terminaban su viaje en sus estrechas y masculinas caderas. Era tan perfecto, que podría besarlo de norte a sur y de este a oeste sin cansarme de descubrir los sabores de su piel.
Evan aspiró profundamente, haciendo que su espalda rozara mi pecho en una breve caricia. Suspiré, posando mi frente contra la piel caliente de su hombro y entonces volví a recorrer su lateral con mi mano izquierda, deteniéndome sin darme cuenta en la parte trasera de sus costillas, justo donde la piel se volvía ligeramente rugosa. Delineé el contorno de la cicatriz y entonces Evan dio un pequeño paso hacia atrás, no dejándome más alternativas que retroceder también.
—Hay que comer... antes de que se enfríe.
Asentí, todavía demasiado confusa por la forma abrupta en la que había sido apartada de mi hechizante psicólogo. Él se volteó y como pocas veces, no me sostuvo la mirada, sino que pasó por mi lado con los platos como si nada hubiese pasado.
Me sentí algo decepcionada, lo admito, pero decidí que no iba a ir allí de momento. Dimitri ya me había explicado lo que esa cicatriz significaba, no necesitaba que Evan me lo confirmara. No quería entristecerlo o incomodarlo. Así que como la buena chica que mis padres habían educado (intentado al menos), lo seguí hasta el comedor y tomé asiento en el lugar que me indicó, acepté la copa de vino que me ofreció e incluso le envié una sonrisa de aprobación cuando di el primer bocado a la carne. Todo se desarrollaba de un modo normal y a la vez, no lo hacía. Comencé una charla tranquila en aras de olvidar el pequeño incidente, pero como ocurría cada vez que me proponía conocerlo un poco, terminamos hablando de mí. O mejor dicho, yo terminé hablando de mí mientras él me escuchaba con atención y probablemente tomaba nota en una libreta mental.
La cena repentinamente comenzó a parecer una sesión de terapia y eso era algo que no estaba dispuesta a dejar que ocurriese. Así que tomé la decisión de hacerlo hablar, aun si eso significaba tener que morder mi propia lengua para refrenarme. Ya saben cómo soy, no hagan que les explique sobre mi problema de diarrea verbal.
—¿Qué hay de ti? —inquirí tras un trago de vino para darme un empujón—. ¿Qué tal el trabajo?
—Todo bien por suerte. —Se metió un bocado de comida, dejándome con las ganas de más. Suspiré. Ahí iba mi primer strike.
—¿Algún paciente interesante?
—Todos tienen su algo particular. —Sonrió, volviendo a llevarse el tenedor a la boca.
Puse los ojos en blanco. Segundo strike.
—¿Y tu mamá? ¿Qué tal está ella? —Evan me miró por un segundo más largo de lo normal, para luego encogerse de hombros.
—Ella está bien.
Strike tres. ¿Esto sería un out?
Maldita sea su estampa si me obligaba a sacar el tópico del clima.
—¿Se van a reunir para las fiestas?
Fue su turno de tomar vino.
—Probablemente. —Una de las cuerdas que sostenía precariamente mi paciencia, se soltó y me obligué a coger mi propia copa para ocupar mi boca en algo que no fuese un insulto—. ¿Ustedes?
Oh, no, amigo. Esta conversación versará sobre ti, aun cuando tenga que poner mi vida como garante.
—Todavía no lo discutimos —dije, desmereciendo el asunto. La verdad era que ya sabía hasta quién cocinaría qué para Navidad, pero Evan no iba a saberlo de mí. No señor—. ¿Te gusta la Navidad? ¿Decorar y eso?
Sacudió la cabeza.
—No particularmente. ¿A ti?
¿Otra vez? Estúpida psicología. Estúpida actitud de psicólogo. ¡Estúpido psicólogo!
—Sí —respondí con sequedad y vacié mi copa de vino. Hubo un corto momento de silencio, hasta que decidí echar suertes e intentarlo una vez más. Yo nunca aprendo, ¿cierto?—. ¿Cuál fue el mejor regalo de Navidad que tuviste?
Él bajó la mirada hacia el mantel, como si estuviese pensando y yo me las ingenié para aguardar su respuesta sin sacudirme en mi silla como un niño pasado en azúcar. Finalmente me observó.
—En realidad... no recuerdo.
—Vale —musité más apenada que enfadada por su respuesta. Era evidente que no quería hablar de sí mismo conmigo. Y estaba bien, no todos pueden ser grandes conversadores como yo ¿saben? Hay gente que habla por los codos y otras que no, y hay gente que desea que otros lo conozcan y gente que no. Claramente Evan entraba en la segunda categoría, para mi desgracia.
Un carraspeo me apartó de mis pensamientos pesimistas, así que alcé la vista para encontrarme con sus ojos grises fijos en mí. Por un segundo que pareció quedar suspendido en el aire, solo nos miramos sin tapujos u dobles intenciones, como si en realidad nos estuviésemos mirando tal y como éramos por primera vez. Evan abrió la boca como si estuviera por decirme algo, pero entonces bajó la mirada hacia mi plato y aquella esperanzadora conexión se rompió.
—¿Terminaste? —inquirió, una vez más haciendo de cuenta que nada había pasado. Asentí sin ánimos de querer hablar ya. Estaba segura de que él había notado mi decepción, estaba segura de que era lo bastante perceptivo como para saber que no habíamos compartido esa cena. Solo habíamos estado sentados allí, tratando de pasar la comida e ir a lo que cada uno deseaba en verdad.
Entonces las cosas hicieron clic en mi cerebro. Todo aquello no era más que una charada, una puesta escena para encubrir la realidad de nuestra "relación". Evan no me había invitado para que tuviéramos un rato de mutua complicidad, un momento para conocernos mejor y ver hacia dónde estábamos dirigiéndonos. No. Él me había invitado porque quería dormir conmigo. Tan simple como eso.
—¿Traigo el postre?
Hubo un pequeño destello tras mis parpados, al tiempo que caía en cuenta de todo. ¿Para qué? Me pregunté para mis adentros y lentamente me fui incorporando de mi silla.
—Creo que mejor no —le respondí en un tono plano. Súbitamente solo quería volver a mi casa, echarme en mi cama, abrazar a mi almohada y maldecir mi vida. ¿Por qué el único hombre que me gustaba después de tanto tiempo de abstinencia masculina no quería algo real conmigo? ¿Por qué no podía gustarle a alguien con la misma intensidad con que a mí me gustaba?
—¿No?
Él también se incorporó y yo me giré lo suficiente como para quedar frente a frente. Basta.
—No, mañana tengo que trabajar... —Sonreí, aunque era lo que menos quería en ese momento. La misma pregunta se reproducía en mi cabeza una y otra vez: ¿por qué no deseas lo mismo que yo, Evan? ¿Por qué no me quieres solo un poco?—. Vamos a la habitación, no quiero volver muy tarde.
Lo tomé de la mano y comencé a tirar de él, pero Evan se liberó tras unos pocos pasos no dejándome más alternativa que detenerme y mirarlo.
—¿De qué estás hablando?
—Digo que vayamos al asunto, porque no quiero estar en la calle a la madrugada. —Podía estar dolida por dentro, pero no dejaría que él lo evidenciara. No, estaba allí y cumpliría con mi papel.
Además que posiblemente esa sería mi última oportunidad de cumplirlo.
—¿Al asunto? —preguntó con un pequeño fruncimiento de cejas. Me crucé de brazos.
—Sí, Evan. Vamos por ellos, ¿acaso no es para eso que me invitaste?
—No te estoy siguiendo.
Bufé, ganándome una mirada de advertencia por su parte.
—Digo que todo esto es muy lindo. —Alcé las manos señalando todo su despliegue de cortejo—. Pero en serio que es innecesario, no necesito que me sirvas una cena o me regales bombones, sé para qué estoy aquí. Así que... —Volví a tenderle la mano, él solo me miró con los ojos entornados.
—¿Y para qué estás aquí? —me espetó con un leve dejo de irritación.
—Para follar contigo, ¿no es para eso que me invitaste?
—Te invité a cenar —me interrumpió, dando un paso hacia mí. Alcé el rostro no dejándome intimidar por ese sutil avance suyo.
—¿En serio? —le arrojé con arrogancia, él asintió—. ¿Entonces por qué casi ni me hablaste? Todo lo que hiciste fue devolverme cada pregunta, como si solo estuvieses impaciente por terminar. —Fue mi turno de avanzar un paso—. Yo no te pedí que me cocinaras o que hicieras nada para agasajarme, esa fue tu decisión. Y no funcionó, solo estuviste tenso y callado durante toda la velada. El único momento en que te relajaste es cuando nos metimos mano en la cocina, así que sugiero que nos saltemos todo el circo en el que intentas no hacer evidente tus intenciones y vayamos por ello de una jodida vez.
Cargué mis pulmones tras mi pequeño discurso y Evan posó su mirada un segundo en mis labios, para luego regresarla a mis ojos. No supe decir qué emoción se reflejaba en su rostro, pues parecía estar en blanco y aun así había algo más allá. O quizá solo era yo y mi estúpido corazón quien quería ver algo más allá.
—Daphne no... —Pero fuese lo que fuese que iba a decir, murió allí mismo.
—¿Qué? —le espeté, encabritada—. ¿Te vas a volver a quedar callado? Si esto es por lo que pasó en la cocina, lo siento. No era mi intención ponerte incómodo, nunca te obligaría a decirme algo que no quieres... pero no me confundas. —Sentí su mano en mi mejilla y entonces noté que había cerrado los ojos para esconder la humedad que los cubría. Diablos—. ¿Para qué me invitaste aquí, Evan? —Su pulgar trazó una caricia por mi cuello y yo suspiré, cogiéndole la mano para disfrutar como una estúpida del contacto de su piel con la mía—. Si quieres llevarme a la cama, entonces solo vamos a la cama... no tienes que sacar a relucir tu caballero interno porque eso es justamente lo que más duele después.
Lo miré a regañadientes, demasiado consciente del velo de humedad que empañaba mi vista.
—¿Qué? —preguntó sin dejar de tocarme.
—Crear la ilusión de que pudo ser más. —¿Cuántas relaciones se acababan justamente por eso? Los hombres pasaban días, meses y años dentro de una relación que no deseaban tener, solo para mostrarse correctos. ¿Cuántos malos entendidos y corazones rotos se podrían evitar si tan solo fueran honestos sobre sus intenciones? Te quiero follar, tan simple como eso. Nada de flores, corazones, citas y malditas presentaciones a los padres. Solo tres palabras: te quiero follar—. Simplemente... vamos a la habitación. Olvidemos todo el asunto de la cena y...
—No.
Parpadeé, confusa ante esa única palabra.
—¿No?
—Tienes razón —admitió al cabo de un segundo de silencio. Sonreí con desganas, pues era lo último en lo que me habría gustado tener razón—. Hice las cosas mal.
Le palmeé el pecho y di un leve paso hacia atrás, necesitando la distancia para recobrarme. Dignidad ante todo, chicas.
—Pues te sugiero que la próxima vez solo me digas hora y lugar. —Paseé mis ojos por la sala, inconscientemente buscando mi bolso. Mis ánimos calenturientos se habían escurrido fuera de mi cuerpo por completo. Lo admito, me había dejado engatusar por todo el asunto de la cita y la posibilidad de más, tanto como ustedes—. Creo que...
—Daphne, contrario a lo que piensas en realidad no estaba esperando que...
—¿Termináramos en la cama?
—Tampoco lo voy a negar de plano, pero en verdad quería cocinar para ti... —Sus ojos bajaron hacia el piso, mientras una tímida sonrisa tiraba de sus labios—. Tener un rato juntos.
—¿Para qué?
—No sé —respondió con cierto tono de frustración. Y en realidad le creí que no sabía—. Me gusta cuando estás alrededor, ¿es algo malo?
—Entonces, ¿por qué apenas me dirigiste la palabra? —lo increpé con impaciencia.
Evan suspiró, soltando un quejido por entre sus labios.
—Porque me gusta escucharte.
—¿Y no crees que también merezco escucharte? —Él no respondió, pero por el modo en que me miró supe que me estaba dando ese punto—. Evan... —Lo tomé de la mano, casi en un acto reflejo—. Si lo quieres mantener simple, lo mantendremos simple. No tenemos por qué hacer esto...
—Quiero hacerlo —me cortó, sorprendiéndome en el proceso. Creo que hasta él se sorprendió por las palabras que dejó salir de sopetón—. Y Daphne tú deberías de exigírmelo. —Sacudí la cabeza sin comprender, él estrechó con mayor fuerza mi mano—. ¿Por qué no me exiges que te dé lo que te mereces? ¿Por qué te conformas cuando no es lo que quieres?
—Yo no...
—No me mientas —dijo en un susurro de voz. Yo estaba en shock, Evan sonrió con suavidad—. Tú no quieres ser la amante de nadie, no quieres una relación basada en lo físico. Eres alguien incapaz de entregar su cuerpo sin poner algo más... lo sé. —Me jaló ligeramente más cerca de sí—. Tú deberías tener lo que quieres.
Mi labio inferior tembló al escuchar eso último y un nudo se cerró en mi garganta.
—Pero tú no puedes dármelo —completé en tono apenas audible. La farsa había durado poco, probablemente el engaño no había sido creído ni por un mísero segundo por el "engañado". Evan sabía lo que ustedes y yo ya sabemos desde el primer capítulo: yo quería una relación con él. Y nada menos que eso jamás llegaría a satisfacerme.
—Dime lo que quieres de mí —musitó, colocando su frente contra la mía. Crucé mis brazos entorno a su cintura y lo apreté contra mi cuerpo en un estrecho abrazo. Si esa iba a ser la última vez que lo tocase, le sacaría todo el provecho posible—. Daphne...
—Quiero que... —Lo miré por entre las pestañas y el valor, o la estupidez que me caracterizaba, tomó el mando—. Quiero que seas mi novio.
Evan cerró los ojos por un instante como absorbiendo las palabras y luego me enfrentó.
—De acuerdo.
______________________________________________
Neil: ¡Como pasa el tiempo!
Lucas: ¿Tu niña ya camina?
Neil: Hombre, tampoco pasó tanto tiempo. Pero ya se para sola.
Jace: Genial. Pues yo solo quiero manifestar mi entusiasmo por la pronta salida en físico de mi libro. Ya iba siendo hora, Tammy, pasaron años desde mi publicación.
Yo: Gracias, Jace.
Lucas: ¿Asumo que soy el siguiente?
Yo: Esto...
Iker: Perdón, señor Hassan, pero si nos tenemos que atener al orden de llegada. Le informo que mi historia fue escrita en 2012, mucho antes que la suya.
Will: La mía en 2011, hermano.
Yo: Chicos...
Dimo: Opino que la publicación debería ser por nivel de fama de la historia y dado que la mía es la más reciente, estoy más presente en la mente de los lectores. A ustedes ya casi los olvidaron.
Lucas: ¡¿Qué?!
Iker: ¡Calumnias!
Lucas: A mí me recuerdan muy bien y lo lógico es que yo siga. ¿Verdad, Tammy?
Andy: ¿Y por qué no yo? Me merezco más atención.
Cam: ¿Y por qué no yo? Mi historia tiene bomberos.
Yo: De momento me voy a concentrar en terminar las que tengo pendientes, ¿si? Después discutimos si sale otra en físico.
Dimo: ¿Si? Disculpa, pero yo no acepto un quizá, yo quiero certezas.
Neil: Diablos, ¿quién le devolvió el cuchillo?
Yo: O_O
Evan: ¡Basta! Mejor hagamos la dedicatoria de una buena vez. Este cap va para una amiga de la casa, alguien que nos conoce tan bien que podríamos decir que somos íntimos... amigos.
Neil: Muy íntimos... amigos.
Evan: yulirodril2007 espero que te gustara el capítulo. Un abrazo enorme a nuestra venezolana favorita! Feliz cumpleaños atrasado, muyy atrasado :D
Lucas: Un saludo especial (también tarde) para alex_npb nos lo pediste por IG, así que no sabemos tu usuario, pero si ves esto te queríamos decir algo. Feliz cumpleaños...
Cam: Atrasado, preciosa. Gracias por dejarnos saber que ya eres legal ;)
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro