Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Los psicólogos también lo hacen rico

Después de casi un mes... perdón, ustedes saben que es una época muy jodida y ocupada... acá les dejo un nuevo cap- Espero todavía se acuerden de nosotros :D

Capítulo XV: Los psicólogos también lo hacen rico

Les haré el camino a su casa corto, me monté en su motocicleta, lo apachurré a conciencia y aproveché para meter mis manos por debajo de su camisa como toda una depravada (una nunca sabe cuándo se acabará la suerte). Dado que él no se quejaba, me permití tomarme esas libertades con el objetivo de apartar de mi mente la conversación rápida que había tenido con Erin antes de marcharnos. Ella estaba enfadada porque yo hubiese mantenido todo el asunto en secreto, pero es que mi prima no lo entendía ¡no había ningún jodido asunto! Lograr que Evan se resolviera a entrar a mi habitación había competido con el trabajo de inteligencia de la CIA, ni siquiera me terminaba de hacer una idea completa de cómo habíamos pasado de una posible relación terapeuta—paciente cachonda a esto. ¿Y Erin quería que la mantuviera al tanto? ¡Hola! Aún yo no podía ponerme al corriente de los hechos.

En ese preciso instante me encontraba caminando a su lado como en piloto automático completamente absorta, Evan no hablaba y yo observaba expectante el camino que trazabamos por su departamento, hasta que nos detuvo ante la puerta de su dormitorio. Bueno, suponía que era su dormitorio, dudaba que me hubiese llevado hasta allí para mostrarme su colección de estampas.

Aunque tratándose de él todo valía, ¿para qué engañarnos?

— ¿Pasa algo?

Negué, forzándome a no reír estúpidamente ante mis propias ocurrencias. ¿Era tan triste reírme de mis propios chistes?

Es una pregunta retórica. Continuemos.

Evan empujó la puerta de su habitación y yo lo seguí mientras él se disponía a encender las luces de dos lámparas estratégicamente ubicadas. Su cuarto, a diferencia del mío, sí tenía personalidad (mucha) y hasta casi parecía gritar autenticidad desde cada esquina. En el primer lugar donde mis ojos se demoraron al menos unos minutos más de los necesarios fue en la enorme librería empotrada en la pared izquierda, estaba desordenada y a desbordar de libros de todos los tamaños y colores. En cambio el resto de las paredes era un tema completamente aparte, tenía docenas de dibujos colgados al parecer hechos por niños, pinturas en distintos tipos de telas y unas que otras fotografías en blanco y negro que se perdían entre tantos tipos de arte. Extrañamente esa sobrecarga sensorial en las paredes llegaba a ser armónica, la habitación no estaba desordenada, no había ropa en el suelo o una cama a medio hacer, en realidad todo era un caos agradable.

Al parecer Evan no tenía por gusto tirar las cosas, así que las colgaba en sus paredes. Si yo tenía un problema por mi falta de decoración, él lo tenía a la inversa por el exceso de la misma.

—Wau... —musité, elevando tentativamente mi mirada hacia el cielo raso. Y sí, allí también había algo.

—Es un poco chocante al principio, pero con el tiempo terminas por acostumbrarte —murmuró casi sonando apenado.

Decidí no replicar, puesto que mi cabeza había optado por quedarse sólo con la idea de que él esperaba que con el tiempo terminara por acostumbrarme. ¿Eso significaba que seguiría invitándome a su casa?

Calma, Daphne. Sólo fueron palabras. ¡Cierto! Debía dejar de visualizarnos en el altar ante cada comentario que abandonaban sus sexys labios, él no quería una relación por muy jodido e ilógico que eso sonara, así que debía seguir la corriente. Atenerme al plan y esperar que en un golpe de suerte se diera la cabeza contra algo duro y perdiera la memoria. Después de eso yo haría que la magia ocurriese.

—Me gusta —dije, dándome la vuelta para observarlo. Evan sonrió suavecito, casi como si no me creyera, casi como si le divirtiera mi intento de ser amable y no tachar su decoración de estrafalaria.

— ¿Sabes lo que me gusta a mí? —inquirió dando dos pasos para plantarse frente a mis ojos. Sacudí la cabeza, logrando que la sonrisa suave se convirtiera en una juguetona—. Tú.

—Oh... —Repentinamente recordé con qué motivo estaba en su cuarto y sentí como el calor comenzaba a subir por mis mejillas—. ¿Gracias?

—No son necesarias. —Le devolví la sonrisa como una tonta, pero en ese instante él se puso serio y me observó con una engañosa calma—. Voy a ir al baño... —Hizo un ademan con su mano, indicándome una puerta prácticamente perdida entre más posters y dibujos que yo no había visto antes. Asentí en silencio, él enarcó una ceja—. Quítate la ropa. —Y diciendo eso con total seriedad, se pegó la vuelta para perderse por la puerta camuflada.

Abrí la boca con la intención de replicar, pero nada vino a mí. Nada más que el deseo de gruñir y arrastrarlo del cuello hasta la cama. ¿Cómo le hacía? ¡Dios! ¿Cómo le hacía para ser tan sexy con sólo palabras?

Me pasé las manos por el cabello, me abaniqué un poco ante el repentino ascenso de la temperatura y decidí ponerme manos a la obra. Me quité la chaqueta de media estación, para luego girarme como estúpida en búsqueda de un sitio donde colocarla. Cada jodido mueble estaba ocupado por libros, o carpetitas. ¡Era un nerd en toda regla!

Suspiré con frustración, decidiéndome finalmente por un sillón de orejas que estaba cerca de la ventana. Alcé la vista casi sin darme cuenta, notando que las cortinas no eran cortinas en todo el sentido de la palabra sino... estiré una mano palpando el material. Era una bandera. Y dado que mi conocimiento de geografía o "banderelogia" —para el caso— era bastante pobre, no supe decir exactamente a qué país pertenecía. Evan dijo que era yugoslavo, ¿verdad? ¿Sería esa la bandera de Yugoslavia? ¿Dónde diablos quedaba Yugoslavia de todos modos? ¿En algún lugar de Europa quizá?

Estaba tan metida en mis cavilaciones sobre banderas y países de nombre marca ACME que no me di cuenta del momento en que él regresó a la habitación, ni tampoco el instante en que se detuvo a mis espaldas. No, en realidad sólo fui consciente de su llegada cuando de la nada, me cayó un sorpresivo azote en el culo que me hizo soltar un chillido agudo.

— ¡Auch! —me volví con toda la intención de insultarlo, pero a Evan sólo le tomó una mirada adusta hacerme recular. Como si yo fuera la que acababa de hacer algo malo.

—Estás vestida —me acusó sin miramientos.

— ¿Y por eso me golpeas? —insté, sobándome la mejilla izquierda que había sido cruelmente atacada.

Bueno, a decir verdad ni fue con tanta crueldad. Pero es que era la primera vez en toda mi vida que me daban una nalgueada, y créanme que le he dado motivos a la gente para hacerlo en el pasado. Por lo que no dejaba de sorprenderme que mi primer azote lo recibiera ni más ni menos que de la mano del correcto psicólogo.

—No... —murmuró, retrocediendo hasta la cama para tomar asiento—. En realidad lo hice porque tu culo se me antojó muy dispuesto a un azote.

— ¿En serio? —pregunté con sorna, dándome un segundo para relamerme ante la visión de su torso desnudo. En algún momento entre su visita al baño y el azote a mis posaderas, él se había deshecho de la camisa—. ¿Mi culo da señales de querer ser azotado?

—Sí, parece que estuvieron descuidándolo mucho y yo quería que notara que estoy prestándole atención. —Bueno eso sí que me dejó a cuadros. Nunca antes había hecho algo como conversar sobre la atención que debía dispensarle a cada parte de mi cuerpo—. Sigues vestida —apuntó, cruzándose de brazos para hacerlos lucir increíblemente más abultados y fibrosos.

Lo que las camisas ocultaban en ese hombre era un pecado capital, pero supongo que le hacía un favor a la humanidad al cubrirse. Al menos a la parte femenina de la humanidad, pues no habría mente de mujer cuerda que pudiera verlo así sin comenzar a salivar.

—Me distraje. —Mucho más de lo que estaba dispuesta a admitir.

—Hmm... —Se llevó una mano a la barbilla en gesto analítico—. ¿Cómo hacer para que te vuelvas a enfocar?

—Ven aquí y ayúdame —aventuré, extendiendo una mano en su dirección. Evan negó impertérrito, no sabía por qué pero me había estado esperando esa negativa.

—Te di la oportunidad de hacerlo sola y en privado, dado que no lo aprovechaste. Tendrás que hacerlo con público...

Quise reír ante esa ridiculez, pero Evan no hizo ni una mueca que alterara su semblante serio. ¿En realidad esperaba que yo...?

—Ok... —estiré la palabra, mientras me balanceaba turbada sobre mis talones. Decir que esto era nuevo para mí, era quedarse corto. Recuerden que el gusano tenía la inventiva y promiscuidad de una marsopa, su idea de sexo sucio era llevar comida a la cama—. Apaga la luz.

—No.

—Si no apagas la luz, no lo haré —protesté. Joder quería esto, quería tirármelo desde tiempo inmemorables, pero también quería jugar a lo seguro. No era estúpida, sabía cuáles eran mis puntos fuertes y eso de hacerme la Magic Mike no iba conmigo.

— ¿Si apago la luz que chiste tiene? Quiero verte... —No respondí—. Quítate la ropa.

Era tan excitante diciendo ese tipo de cosas, su tono no era duro pero no dejaba espacio para la discusión. Quería que me quitara la ropa para él, quería verme y lo más extraño es que mi piel comenzaba a picar porque quería hacerlo, quería complacerlo. Cargué mis pulmones con una necesaria bocanada de oxígeno y sin pensarlo mucho más, tomé el dobladillo de mi camiseta tirando de ella por encima de mi cabeza. Empezamos. Lo observé por entre las pestañas, mientras él me devolvía el escrutinio desde la cama. Llevó los brazos hacia atrás, posicionando el peso sobre sus palmas como si se estuviera preparando para un espectáculo. Cerré los ojos nerviosamente, atacando los botones de mis jeans con manos trémulas. Me temblaba un poco el pulso, mi respiración se hacía ligeramente más superficial y el rubor trepaba por mi piel creando el cuadro perfecto del nerviosismo y la excitación.

¡Cristo! Ni me estaba tocando y yo estaba a cien. ¿Qué me pasaba?

Bajé mis pantalones en un movimiento ninja, la verdad es que no le encontraba la jodida parte sexy a todo el alboroto que estaba haciendo para salir de la entubada parte inferior de esos jeans infernales. Finalmente con una patada y un "jodida mierda", logré liberarme de ellos y con lentitud elevé mi mirada hacia Evan. Tenía una ligera sonrisa en los labios, pero continuaba en la misma posición en que lo había dejado antes de mi batalla con los pantalones.

—No entiendo al idiota que diseño esos pantalones —comenté, necesitando llenar el espacio—. He oído de varios accidentes causados por la estreches de la parte de abajo. —Evan asintió sin decir nada, claramente esperando a que prosiguiera con mi lamentable striptease—. Por cierto... —continué como si la cosa me fuera de lo más habitual, al tiempo que manoteaba por mi espalda para alcanzar el broche de mi sostén—. ¿La bandera de qué país es esa?

—Croacia. —El sostén cayó al piso y un apenas perceptible jadeo salió por entre sus labios.

¡Bien! Al fin una reacción. Maldición si sabía controlarse el muy condenado.

Lo observé sutilmente, sabiendo que había llegado al punto álgido de mi desnudez. Ya sólo me quedaban las bragas, si es que no contaba el enorme rubor que estaba cubriendo cada parte de mi cuerpo como una segunda piel. No era pena, se trataba de años de inseguridad y disgusto por mi cuerpo que no quería ajustarse a las medidas estándares.

—Continúa... —Me sobresalté ante el sonido de su voz, pero después de un segundo sacudí la cabeza en una negación—. ¿Por qué no?

—Me da... —titubeé—. Si vienes aquí me resultaría más fácil.

— ¿Te sientes incomoda?

—Un poco.

— ¿Quieres mi ayuda? —Asentí sin siquiera pensármelo. Desnudarme para él a la distancia era una apuesta alta, sobre todo con la luz encendida (por muy tenue que fuese) y esos ojos grises midiendo cada uno de mis movimientos. Yo necesitaba de la confusión y opacidad de un encuentro a oscuras, a eso me había habituado con el gusano. Luces apagadas, bajo las sábanas, con caricias torpes y besos casi orquestados—. Muy bien, voy a ayudarte.

Sacudí la cabeza para volver mi mente al presente. Evan me observó con los ojos entrecerrados, pero afortunadamente no me preguntó en qué pensaba.

Con un pequeño impulso se puso de pie y en dos masculinas zancadas estuvo frente a mí, pasó su mano por mi mejilla en una etérea caricia para luego cerrar su amarre entorno a mi nuca y obligar a mis ojos a encontrarse con los suyos. Dios, era tan lindo que debería ser ilegal mirarlo por tiempos prolongados. Abrí la boca, expectante, al tiempo que él se inclinaba y rozaba muy sutilmente mis labios con un tentativo beso. Demasiado corto, demasiado suave, demasiado insinuante. Quería más.

—Hm... —protesté, robándole una sonrisa.

— ¿Qué pasa?

—Quiero un beso —susurré, corroborando que la conexión entre mi boca y cerebro continuaba averiada aún estando en esta situación.

— ¿Sólo uno?

—Muchos. —Sonreí coqueta, dejando que mis manos se arrastraran por la piel desnuda de su abdomen hasta acabar sujetándolo por las caderas. Él era musculo por todas partes, firme y tenso por donde se lo mirase.

—Muchos —repitió, como analizando la propuesta—. Muy bien te daré muchos besos, pero primero te tengo que ayudar.

— ¿Ayudar? —inquirí, confusa. El hecho de estar tocándolo trastocaba enormemente mi procesador mental.

Evan retrocedió unos pasos y yo parpadeé, incluso más confundida que antes. ¡Quería tocarlo! ¿Por qué arruinar mi inofensiva diversión?

—Con tu ropa, ¿ya lo olvidaste? —Negué, soltando un suspiro para mis adentros. En eso podía tenerle toda la paciencia del mundo, ¿cierto?—. De acuerdo, ven por aquí.

Antes de poder pensar algo para replicar, él tomó una de mis manos y me guió hacia el sillón de orejas donde yo había puesto mi chaqueta. Sin darle muchas vueltas lanzó a la susodicha sobre uno de los escritorios repletos de libros y entonces me soltó.

— ¿Qué? —Lo observé, él sonrió.

—Sube. —Me encogí de hombros, comenzando a retroceder para sentarme pero Evan me chistó para que me detuviera al instante—. No, no, súbete de espaldas.

— ¿Es...espalda?

—Date la vuelta. —Me giró de sopetón dejándome de cara a la bandera de Croacia y yo parpadeé tratando de no perderme nada de lo que estaba pasando. Hice amague de volverme, pero me detuvo—. Así —ordenó, manteniéndome sujeta por las caderas—, ahora sube, de rodillas. —Lo miré por sobre mi hombro sin saber exactamente a dónde quería llegar con eso—. Voy a ayudarte.

— ¿Por qué así? —pregunté, notando que a mis pies no les importaba mucho lo poco cómodo que se veía aquello, puesto que comenzaron a moverse hacia el sillón por su propia cuenta.

—Mi casa, mis reglas —respondió en tono casual. Reí.

—No sé qué estás planeando, pero bueno... te seguiré la corriente. —Coloqué mis rodillas en el mullido almohadón del sillón, quedando cara a cara con su bandera. Evan carraspeó, posando sus manos sobre las mías que descasaban en los reposabrazos.

—Aquí —me indicó, arrastrando mis manos hacia el cabezal y apresándolas un segundo extra contra el suave material. Me sostuve desde donde mi indicaba, sintiéndome extrañamente acalorada al no saber qué hacía detrás de mí—. Levanta... —Le dio un pequeño empujón a mi trasero, dejándome prácticamente a gatas sobre el sillón. Mi corazón se saltó un latido al tiempo que sentía como caminaba con su índice por mi columna, marcando un trazo suave pero firme desde lo alto hasta la base—. Tienes pecas en los hombros.

—Sí —respondí con voz trémula. Era un tanto irónico que Erin y yo en realidad tuviéramos algo de sangre irlandesa, ella llevaba la marca en su nombre y yo en mis tontas pecas. Al menos no las tenía en el rostro.

—Una piel muy suave... y blanca. —Jadeé sintiendo como su mano se cerraba sorpresivamente en mi trasero, arrastrando levemente mis bragas con el movimiento—. Puedo ver como se sonroja tu cuerpo entero cuando... —Sus palabras se perdieron en cuanto sus labios se posaron justo en la parte que antes había apretado, sentí sus dientes raspar ligeramente mi piel antes de que se apartara para dejar un caminito de besos hasta mis caderas—. ¿Recuerdas cómo te dije que desvestiría? — ¿Recordar? ¿Pensar? Por favor, él acababa de besar mi trasero, sólo podía agradecer que respirar fuera una función natural—. ¿Daphne? ¿Lo recuerdas?

—No sé... —susurré, posando mi frente en el respaldo del sillón.

—Piensa. —Un azote sacudió mi culo, haciéndome gemir en respuesta. No me lo esperaba, pero de todas formas sentir su piel contra la mía hizo que fuera incluso más estimulante que el primero—. ¿Daphne?

—Creo que... —Hice un esfuerzo para intentar traer a mi mente lo que me pedía, pero estaba turbada por estar a medio desnudar recibiendo azotes de un psicólogo que me calentaba hasta con su mirada—. ¿Me recuerdas la pregunta? —insté, dándole una suplicante mirada por sobre el hombro.

Él sacudió la cabeza, sonrió de forma oscura y el golpe resonó en la habitación, quemando todo un camino hasta mi entrepierna. Joder. Si hasta ese momento me las había ingeniado para ocultar lo mucho que me estaba poniendo con esas nalgadas, estaba segura que en ese instante había perdido mi fachada. Mordí mi labio inferior, bamboleando mis caderas descaradamente hacia atrás para que su mano frotara el punto exacto que había golpeado. Evan gruñó por lo bajo.

—Dijiste que no eras sadomasoquista —le recordé, jadeante. Evan rió, tirando levemente de mis caderas para que apenas alcanzara a rozar la parte frontal de sus jeans. Seguía vestido de la cintura para abajo y no sé exactamente por qué eso me pareció tan caliente.

—Y no lo soy... —masculló, inclinándose por sobre mi espalda para apretar mis manos contra el sillón y a la par dejarme sentir todo lo largo de su cuerpo aplastado contra el mío—. Extrañamente... sólo tú me provocas darte unos azotes.

— ¿Por qué?

Sus labios palparon mi cuello, besando tramos de piel hasta detenerse junto a mi oído. Fue su turno de jadear con suavidad, al tiempo que con su lengua marcaba un círculo alrededor del lóbulo de mi oreja y luego lo aprisionaba entre sus dientes. Gemí, empujando casi de forma instintiva contra la erección que se apretaba contra mi trasero.

—No sé... no he tenido tiempo de charlarlo con mi psicólogo. —No pude verlo, pero sentí perfectamente el modo en que se dibujaba la sonrisa en su rostro. ¡Me acababa de hacer una broma!

—Tienes sentido del humor, ¿quién iba a decirlo?

Él rió oscuramente, soltando mis manos para comenzar a deslizar las suyas por los laterales de mi cuerpo. Al llegar a mis costillas hizo una breve pausa, arrastrando su tacto hacia adelante para presionar desde abajo mis senos. Los sopesó dentro de sus palmas, como si intentara abarcarlos por completo y al ver que la tarea lo superaba, trasladó su atención a mis pezones. Jugueteó con ellos, los apretó y pellizcó con la presión justa para que cada terminación nerviosa allí buscara su tacto. Volví a empujar instintivamente con mis caderas y él me apaciguó con una mordida en mi hombro. Me quejé y una vez más golpeé su erección con mi culo.

—Quieta —gruñó, posando una de sus manos en mi cintura para sostenerme en mi lugar. No le hice caso, volviéndome a frotar de forma descarada contra él. Evan clavó sus dedos en mi piel, inclinándose una vez más hacia mi oído—. Quieta o te follaré tan lento que vas a suplicar por acabar.

¿Era una amenaza o era una promesa?

Dado que nunca me fiaba de mi suerte, decidí no tentarla a echarme a perder este momento. Había esperado demasiado para lograr que este hombre y yo nos encontráramos así, ya tendríamos tiempo para lo lento. Me aseguraría de tener decenas de instantes para ello.

—Evan... —le supliqué, luchando por no moverme de mi lugar—. Por favor... incluso te dejaré azotarme, pero...

Ni siquiera tuve que pensar una forma de rematar aquella frase, Evan me dejó por un momento y dos segundos después sentí como sus dientes mordían la parte lateral de mis bragas, arrastrándolas con algo de dificultad por una de mis piernas. ¡Los dientes! Entonces lo recordé, durante nuestra llamada caliente él me había dicho que me desnudaría con los dientes, ¿cómo se me había pasado aquello?

No le di mayor importancia al asunto, repentinamente el aire golpeó mis partes nobles y mi cuerpo tembló con anticipación y deseo. Estaba completamente desnuda, de rodillas y expuesta a la visión de ese hombre que gustaba de darme azotes. ¿Alguien dijo paraíso? Mm, no, pero bastante cerca.

—Que hermosa... —Lo miré tímidamente, notando que él había dado un paso hacia atrás para contemplarme en toda mi desnuda gloria—. ¿Estás cómoda? —me espetó al captar mi mirada. Asentí, no me fiaba de mis cuerdas vocales.

En cuanto lo vi avanzar, volví a arrastrar mi vista hacia la bandera y aparté mis inseguridades de mi mente; yo le gustaba, sólo eso debía importar. Evan se colocó a mis espaldas, pasando sus manos por la parte trasera de mis muslos hasta el inicio de mi trasero. Di un respingo, sintiendo la aspereza de su tacto deslizarse tentativamente entre mis piernas, yendo y viniendo, yendo y viniendo. Gemí, al tiempo que él se arrodillaba en el suelo y se inclinaba para posar un beso en la cara interna de mi muslo.

—Evan...

—Shu... —me acalló, marcando beso a beso su camino hasta mi entrepierna. Al segundo en que sus labios hicieron contacto con mi femineidad, mis piernas flaquearon y mi deseo se volvió fuego líquido en mi interior. Evan trazó un sendero con su lengua haciéndome lanzar un gutural gemido por entre mis dientes—. Tan mojada... —le escuché apenas murmurar, antes de que volviera a hundir su lengua en mi humedad.

Solté un sollozo irregular, golpeando mi frente contra el respaldo y apretando con fuerza mis dedos al material de símil terciopelo. Lo necesitaba en mí, no quería venirme con su boca, quería venirme con él en mi interior.

—Evan... por favor...

—Tanta impaciencia —protestó, juguetón, amenazando con llevarme al orgasmo sólo con el aire que soplaba en mí tras cada palabra.

Me giré para verlo con frustración, pero dada la posición en la que estaba nuestras miradas no se encontraban.

—Te necesito... ahora...

Él volvió a soplar contra mi centro, haciendo que me sacudiera de pies a cabeza y que el palpitar entre mis piernas se acrecentara hasta ser casi insoportable.

—Mi dulce, dulce, Daphne... —musitó, mientras yo luchaba por no deshacerme en ese sillón. Sentí que Evan se movía pero no fui capaz de predecir lo que estaba haciendo, en un momento estaba en el suelo y al siguiente se sostenía con firmeza de mis caderas—. Vas a tener que trabajar con esa paciencia tuya.

—Será algo... —Gemí al sentir como me rozaba por atrás con la punta de su miembro, abriéndome lentamente a su exploración—. Algo... para hablar con mi psicólogo. —Entonces no hubo espacio para más preliminares o palabras —no que nosotros los necesitáramos ya—, Evan se hundió en mí logrando que mis brazos flaquearan en su tarea de sostenerme y me fuera para adelante. Al instante rodeó mi cintura con su brazo y me incorporó para que quedáramos piel con piel, mi espalda y su pecho, su boca y mi cuello.

—Bésame... —masculló junto a mi oído, tomándome con su mano libre por la barbilla para que nuestras bocas se encontraran. Fue un beso duro, sus labios reclamaron los míos con ímpetu al tiempo que su lengua hurgaba, se hundía y profanaba cada parte a su alcance.

Solté un gemido, empujando hacia atrás y él se retiró casi por completo, para luego hundirse aún más adentro. Sus movimientos no eran sutiles, no estaba buscando alargar la tortura. Al parecer ambos estábamos de acuerdo en que en ese instante lo queríamos rápido, desordenado, brusco y caliente. Habría otras oportunidades para jugar a lo suave. Y Evan finalmente parecía haber alcanzado su cuota de paciencia, no más insinuaciones a medias o besos agridulces, íbamos por todo.

Evan comenzó a empujar con mayor ahínco, para luego posar su mano en mi espalda e inclinarme una vez más contra el respaldo. Clavó sus dedos en mis caderas, tirando de mí en su dirección, obligándome a acompasarme a su demanda. Y así lo hice. Por espacio de varios minutos sólo se escuchaban nuestros jadeos, el golpe de su pelvis contra mi trasero y un sutil rechinar del sillón.

—Mierda... Daphne... —masculló, colando su mano por el frente de mi cuerpo hasta alcanzar mi clítoris. No que necesitara de mucha manipulación, la verdad sea dicha, en cuanto sus dedos me apretaron y frotaron con envidiable destreza mi cuerpo entero se tensó, para luego derrumbarse hacia el sillón y arrastrarme con él en un intenso orgasmo. Gimoteé algo similar a su nombre, al tiempo que lo sentía apresura el ritmo de sus acometidas hasta que en un último y profundo golpe de sus caderas, se dejó ir con un masculino y prologando gruñido.

Mi cuerpo se sentía liviano y saciado, aun cuando tenía el suyo recostado parcialmente sobre mi espalda. No me importaba, realmente me importaba un cuerno si desde ese segundo dejaba de respirar, me sentía pletórica.

—Ven... —Evan me ayudó a incorporarme con lentitud y sin pedir permiso o esperar indicación por mi parte, cruzó uno de sus fuertes brazos por debajo de mis piernas y me alzó en vilo.

—No, Evan... —intenté protestar, pero me silenció con un beso tosco.

—Calla. —Y bueno, ¿quién pudiera negarse a tal pedido?

Afortunadamente el camino hasta la cama era corto, me recostó con cuidado para luego dejarme allí mientras se iba al cuarto de baño supongo yo que a desechar el condón. Al cabo de unos minutos volvió, pero no se metió en la cama sino que se quedó de pie al otro lado, observándome con fijeza.

— ¿Qué? —le espeté aún en la bruma pos orgásmica.

—Disfruto de la vista.

Reí, lanzándole una de las almohadas como respuesta automática.

—Eres un tarado.

—Lo sé. —Finalmente subió a la cama y avanzó en cuatro patas hasta donde yo estaba, cerniéndose sobre mí con esos brazos que prometían abrazos de los más apretados y deliciosos—. ¿Te puedo pedir algo?

—Claro.

Se inclinó para robarme un rápido beso.

— ¿Te molestaría si duermo una o dos horas? Anoche no pude conseguir dormir nada.

Sacudí la cabeza, estirando una mano para rozar su mejilla.

—Evan es tu casa, claro que puedes dormir. —Miré de forma tentativa la ropa que había diseminada en el piso, mi ropa—. Si quieres me voy para que puedas descansar.

—No —replicó al instante, girando el rostro para mordisquear el interior de mi muñeca—. Quédate, duerme un poco conmigo y luego... —se silenció como si no estuviera seguro de cómo rematar aquel pensamiento.

— ¿Luego qué? —lo pinché—. ¿Es que acaso piensas que soy tan fácil? Una chica acepta una vez y automáticamente asumen... —Su boca se terminó de tragar mi indignada actuación, comiéndome parcialmente con un beso profundo—. Y así lo quieres arreglar.

—No asumo nada —dijo, haciendo un mohín—. Pero luego podemos... comer algo.

— ¿Y tú estás en el menú?

Evan guiñó un ojo, al tiempo que una sonrisa tiraba de sus labios.

—En el menú de esta noche tengo a una ninfa provocadora...

—Mm... quizá me quedé y te dé de comer en la boca.

—Me gusta cómo suena eso. —Tras otro beso de esos largos que al parecer le gustaba dar sin previo aviso, se incorporó—. Apagaré las luces.

—Ah, claro, ahora si ¿no?

Rió tirando la almohada que yo le había lanzado de regreso a la cama y entonces tuve un momento de completa cachondería, al verlo andar hasta la pared donde estaba el interruptor, tal y como Adán en su glorioso Edén. Y como era de esperarse, por supuesto que su culo parecía tallado a mano. No estaba segura de qué dios había decidido dotar a este hombre de tanta belleza, pero en ese momento estaba lista para hacerme su santa devota.

Gemí. Y el día no hacía más que empezar.

_______________________________________________

Lucas: Cuando uno cree haberlo leído todo, se entera que al psicólogo le gusta dar azotes. 

Neil: Y a ti no, ¿verdad?

Lucas: Cállate ¬¬

Jace: En el capítulo anterior, surgieron algunas preguntas. Pasaré a leerlas, esta la hizo SmilePhillip y cito: ¿Que Lucas sea papá significa que habrá otra historia? 

Lucas: La respuesta para ti es que no, pero gracias por proponer la posibilidad. 

Jace: Muy bien, Neil, gretha-H te pregunta si Sussy sabe el apodo que tu hija usa con Lucas?

Neil: Jaja por supuesto, nena, ella está desilusionada porque aún no sabe decir niño autista.

Lucas: ¬¬

Jace: Tammy, ana-ly14 pide un extra sobre lo de Lucas siendo papá. Aunque no sé, yo no tuve extra de eso... 

Yo: Me lo voy a pensar, tal vez un capítulo o algo ;)

Neil: ¿Alguna otra pregunta, Jace?

Jace: Bueno, han preguntado más de una persona si es que nosotros sabemos que nuestras historias se transforman en novelas que ellos pueden leer después.

Lucas: La respuesta es sí, como ya hemos mencionado nosotros autorizamos a Tammy para que cuente nuestras historias y las comparta con ustedes, por eso dentro de las mismas se hacen referencias a ustedes, nuestros lectores. Sepan que queríamos contratar a una escritora más reconocida pero en fin...

Neil: Las famosas no nos levantaron el teléfono, aunque recibimos ofertas ;) ¡Evan!

Evan: ¿Qué? 

Neil: Tienes trabajo que hacer, sé que estás cansado después de tirar, pero una lectora te pidió. Se llama asileb y ha cumplido años hace poco.

Evan: Básicamente hace un mes, pero espero que de todos modos lo hayas pasado bien, cariño. Gracias por seguir la historia, es un placer tenerte del otro lado.

Neil: A ver si dicen de dónde son, así sabemos a dónde llevar el pastel. Evan tiene pensado presentarse solo cubierto por crema, ¿verdad?

Evan: ¿Qué cosa? O_O

Neil: Se hace el desentendido, pero dice que lo hará. Aquí se los dejo de pervertido en la cama queriendo comerse a una ninfa...

Evan: ¡No, Neil! 

Neil: Jajajaja felicidades Asileb! 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro