La sorprendente sorpresa (parte I)
¡Mil millones de disculpas! Sé que tardé muuuucho esta vez, entre que me fui de vacas y los últimos exámenes estaba como sin ganas. Pero bueno, sepan que la historia no la dejo por nada, y voy a intentar darle más constancia ahora. Gracias por la paciencia y disculpen la demora. Abrazos!
Capítulo IX: La sorprendente sorpresa (parte I)
Hacía exactamente cuatro días que tenía su ropa limpia escondida en una bolsa, dentro del único cajón funcional de mi escritorio. Luego de aquella poco convencional conversación que tuvimos en su cocina, donde hubo involucrados besos con sabor agridulce y frases a medio concluir, no volvimos a hablar más del tema. Para ser brutalmente honesta, no volvimos a hablar más que lo educadamente necesario. Tenía su ropa —la que me había prestado— conmigo desde entonces, esperando el momento idóneo para hacer el intercambio y de una vez por todas dejar correr aquella escena que, con cada día que pasaba, me convencía más de haber soñado.
Pero el momento simplemente no se presentaba. Evan iba a la empresa los días convenidos, se instalaba en su despacho como siempre y aguardaba a ser necesitado con esa paciencia tan suya. Los días pasaban sin alteraciones, algunos empleados lentamente comenzaban a perder la timidez y se acercaban a hablar con él. Incluso el extraño y asocial Gavin, parecía haber desarrollado una especie de rutina que lo alejaba de sus preciadas computadoras una hora al día, para dejarse caer en el despacho de Evan. Todo en la empresa parecía volver a la normalidad luego de lo de Deborah, nadie lucía incomodo con la presencia de Evan y sería pertinente decir que varios ya lo consideraban parte de la plantilla.
Él se hacía querer rápido.
Mientras tanto yo mantenía a reguardo a su ropa, así como a la certeza de que debía devolvérsela para cerrar ese ciclo. Algo que, claramente, era más fácil pensarlo que hacerlo. El hombre me había rechazado, y por el bien de mi orgullo evitemos ponerle un número a la cantidad de veces que eso había pasado. Lógicamente debía dejar ir el tema, debía ser la Daphne racional —un sueño que puedo tener, ¿no?— y olvidarme de la posibilidad de relacionarme con él más allá que con una mera amistad. Después de todo, a Evan no parecía costarle mucho pasar de mí.
Y yo lo llevaba bastante bien, durante el día casi podía decir que ni pensaba en él o en el hecho de que estuviese a unos metros de distancia de mí; la mayor parte del tiempo me concentraba en cualquier otra cosa. Pero entonces él hacía algo detestable, como sonreírme de camino al elevador y todo mi esfuerzo del día se iba por el caño. ¡Qué hombre más insufrible! Si fuese fácil de odiar, lo odiaría. Pero, ¿han visto esa sonrisa? Es como forzarme a odiar un unicornio.
Afortunadamente mi teléfono sonó, para sacarme del patético camino que estaban tomando mis pensamientos.
—CMR soporte técnico, le habla Daphne, ¿en qué puedo ayudarle?
—Hola, sí. ¿Me haría el gran favor de sacar su cabeza de su trasero y dejar de suspirar como una llorica? Me deprime desde el otro lado de la línea.
Fruncí el ceño, rodando mi silla hacia atrás para mirar por el costado de mi panel derecho. Nadia me sonrió con sorna, para luego sacarme la lengua.
—Realmente, ¿no tienes trabajo que hacer, Nad?
—Eso intento, pero no dejas de salpicarme con tu autocompasión. —Ella se puso de pie, saliendo de su cubículo para entrar en el mío—. Daphne, no paras de mirar la pared como una idiota. ¿Por qué no vas a allí y besas a ese hombre? ¡Por Dios! Ustedes dos son patéticos.
— ¿Y quién dijo que quiero besarlo? —Nadia enarcó una ceja suspicazmente, sin necesidad de decir nada ante mi lamentable replica. Suspiré, pues era inútil fingir frente ella o cualquiera de mis amigas, para el caso—. Bien... pero él no quiere saber nada conmigo, ya se los expliqué.
El mismo día que todo había ocurrido, las cuatro habíamos tenido una larga sesión en nuestro grupo de WhatsApp y habíamos llegado a la unánime conclusión de que el próximo movimiento —si es que existía uno— le pertenecía a Evan, pues por mi parte ya había presentado mi jugada. Lo malo es que nunca se me dio eso de esperar pacientemente. Lo que era aún peor, es que ellas pensaban que era una pelea de amantes y creían que lógicamente, él no iba a poder resistirse a darle otro bocado a este "suculento manjar". Algo que ustedes y yo sabemos, no era más que una fantasía inducida por el azúcar.
Sentí la presión de una mano sobre mi hombro y automáticamente la estreché, sabiendo que se trataba de Mel sumándose a nuestra improvisada reunión.
—A la mierda el psicólogo entonces —murmuró mi amiga inclinándose cerca de mi oído—. Él se lo pierde.
—Ella tiene razón —secundó Nadia, empujando algunas carpetas para sentarse en mi escritorio. Dos segundos después, Ani logró escurrirse dentro de mi apretado cubículo—. ¿No dijiste que mañana es la fiesta de tu prima? —Asentí—. Entonces ahí lo tienes, mañana vas a vestirte bien perra y saldrás a buscar sexo salvaje.
—No suelo apoyar los planes de Nadia, pero este tiene potencial —apuntó Ani.
—No sé si quiero sexo salvaje.
—Vale. —Nadia palmeó mi mano, comprensiva—. Sexo delicado y suave, lo que tú quieras, nena.
—Sí, lo que sea para que dejes de suspirar por ese idiota. —Todas nos volvimos hacia Mel, la cual se encogió de hombros sin parecer apenada por su inusual elección de palabras—. Bueno, es un idiota. Sobre todo si no quiere salir con nuestra hermosa Daphne.
—Me figuraba que tendría algo malo —reflexionó Nadia—, nadie puede estar así de bueno y no cargarse un gran defecto.
Las cuatro suspiramos al unísono ante esa observación, sabiendo casi de forma visceral que cualquiera le perdonaría la idiotez a Evan sin dudarlo dos veces, si eso significase tenerlo por un rato. Así de bueno estaba.
—Hombres —masculló Ani con cierto toque de resignación.
—Hombres —repitió Mel, volviendo a presionar mis hombros en un gesto de apoyo.
—La vida serían mucho más fácil si no nos gustara tanto la ver...
— ¡Nadia! —exclamamos las tres. Ella sonrió con picardía.
—La verdadera sensación de sentirnos acompañadas —completó, echándonos una mirada horrorizada—. ¿En qué estaban pensando? ¡Dios del cielo, tienen la idea fija!
Diciendo eso regresó a su cubículo, mientras nosotras reíamos por su dramática salida. Ella era así, quizá en ocasiones algo difícil de tratar, pero sin duda una amiga con la que se podía contar incondicionalmente. Las tres lo eran.
***
Di gracias a Dios cuando el viernes comenzó a terminarse, al final de cuentas no había tenido el valor de llevarle su ropa a Evan, así como tampoco había tenido el valor de preguntarle a Dimitri si lo había invitado a la fiesta. Los últimos días la falta de valor y arrojo parecían mi marca registrada. Aun cuando las chicas habían hecho su mejor esfuerzo para distraerme, seguía sintiéndome en su mayoría como una estúpida.
Me gustaba un hombre al que yo aparentemente también le gustaba, pero por algún motivo que no había sido explicado, haríamos de cuenta que aquella atracción no existía. La situación era confusa por decir poco.
Así que con ánimos de animarme —sí, al demonio los sinónimos— bajé del autobús algunas paradas antes y me detuve en la panadería para ir por el restaurador de egos patentado por Daphne Cánovas. A saber, algo dulce, desbordado de chocolate, caramelo y mucho sabor a autocompasión.
Básicamente me compré tres donas rellenas, y por el momento eso debía de funcionar. Estaba decidida a no darle más vueltas al asunto, el día siguiente sería el cumpleaños de Erin y yo iba a ser la maldita alma de esa fiesta. Tal vez no conseguiría sexo salvaje o suave con ninguno de los invitados, pero sin duda me lo pasaría bien. Estuviese o no él invitado, me lo pasaría bien y me demostraría a mí misma que no necesitaba gustarle a alguien para sentirme completa. No necesitaba una pareja, ¿acaso no había tenido suficiente con el gusano? Las relaciones no eran lo mío. Nadia tenía razón, necesitaba de un buen polvo que me sacudiera la estupidez. Nada imaginario o fingido, nada de fijaciones a larga distancia —o por Instragram— que sabría nunca ocurrirían; necesitaba algo real, intenso y satisfactorio. Nada más.
No acababa de llegar a esa muy liberadora resolución, cuando giré la llave y empujé la puerta principal con ganas de quitarme el sostén y recibir los veintisiete años de Erin con una gran noche de chicas. Pero al poner un pie en la casa, noté como las luces sobre mi cabeza parpadeaban en ciertos intervalos errantes, mientras un pitido constante se colaba por mis oídos hasta hacer vibrar mis tímpanos.
— ¿Qué demonios? —mascullé, girándome hacia el sistema de alarmas. Marqué el código rápidamente, mirando en todas direcciones en busca de lo que había activado la alarma. Ni Erin, ni Dimitri estaban a la vista, lo cual no ayudó a que me calmara precisamente.
Iba a llamar a mi prima a voz en grito, pero noté lo estúpido de ese plan al mismo segundo en que se me ocurrió. Así que caminé hasta el paragüero que teníamos junto a la puerta y tomé uno de los paraguas, perfilando la punta de metal hacia adelante en caso de ser necesario un ataque y huida rápida. Fui avanzando con cuidado hasta la sala y al verificar que estaba vacía y en todo caso intacta, decidí seguir por el pasillo. Mi corazón estaba corriendo un maratón dentro de mi pecho, pero me negaba a salir de la casa hasta no constatar que Erin estuviese a salvo. Comencé a encaminarme hacia la cocina, notando súbitamente como un extraño olor invadía mis fosas nasales. Algo se quemaba.
Avancé más rápido, ya no temiendo por la presencia de un intruso sino por lo que podría ser mi casa volviéndose ceniza sobre mi cabeza. Pero por mucho que busqué una fuente de calor, llamas o algo similar desde las habitaciones que iba pasando, todo parecía en calma. Empujé la puerta de la cocina con la punta del paraguas y aunque el olor a quemado era mucho más fuerte allí, una vez que estuve dentro suspiré tranquila al ver que no había fuego. Sólo una persona, sentada de espaldas a la puerta, con la cabeza apoyada entre sus brazos en un gesto de derrota difícil de ignorar.
Estiré una mano hacia la pared, para luego palpar el interruptor y hacer parpadear las luces un par de veces. Era el modo más eficaz para llamar la atención de un sordo, sin causarle un susto innecesario. Erin alzó la cabeza reconociendo mi presencia, mas no se volvió hacia mí. Di unos pasos hacia el interior de la cocina, deteniéndome a su lado para luego dejar el paraguas junto a la isla. Mi prima me observó de soslayo y yo miré hacia lo que parecía un pastel negro, descansando frente a ella en la encimera. Claramente quemado.
« ¿Problemas con el horno?» pregunté en su lenguaje, rodeando la mesada para quedar del otro lado del pastel. Erin se encogió de hombros, mirando al susodicho sin mirarlo realmente. Fruncí el ceño. «Me has dado un susto de muerte, ¿por qué no apagaste la alarma?»
«No la oí» respondió, irónica. Algo que, si me permiten decirlo, no me hizo gracia en lo más mínimo.
« ¡No es broma, Erin! ¡Pensé que algo malo te había ocurrido!»
Ella se mordió el labio inferior luciendo ligeramente apenada y sin que me lo esperara en lo absoluto, de la nada comenzó a llorar.
—Oh diablos... —murmuré, sabiendo que ella estaba demasiado ocupada ocultando su rostro entre sus manos como para ver mis labios. Regresé a su lado al instante y automáticamente la apreté en un sólido abrazo, mientras sentía como los silenciosos sollozos sacudían su ligero cuerpo de bailarina. Quería saber qué iba mal, quería consolarla y decirle que fuese lo que fuese, yo estaría allí para ella. Pero no podía, en ese momento mis manos tenían una misión mucho más importante que transmitir palabras.
Cuando Erin se hubo calmado un poco, la aparté lo suficiente como para poder hablar.
«Dime.» Ella sacudió la cabeza, sorbiendo sonoramente sus lágrimas. «Er, dime qué mierda pasa. ¿Acaso Dimitri te hizo algo?» Negó. «Bien, ¿entonces qué es? Habla conmigo.»
Ella no lo hizo, sino que como toda respuesta metió la mano en el bolsillo de su bata y luego dejó en mi mano un pequeño objeto alargado. Parpadeé, miré de ella al objeto y del objeto a ella, tantas veces como me fue posible en el lapso de un minuto.
—Joder... —musité, Erin sonrió tristemente al leer mis labios—. Oh, joder.
—Va a... odiarme —susurró con su voz entrecortada. No supe qué decirle, no sabía qué pensar. Erin estaba embarazada.
Embarazada de Dimitri.
Mantuve mi boca abierta como una estúpida, por alrededor de un minuto completo, mientras mi prima me miraba con sus ojos azules al borde de las lágrimas. Esto era grande, no, no grande. ¡Era enorme! Ellos no llevaban tanto tiempo juntos como para dar ese paso, ellos apenas si acababan de formalizar las cosas.
—Daphne... —me llamó, sacándome de mi estupefacción.
«Tranquila.» Era algo difícil pedir tranquilidad, cuando mis propias manos temblaban al decirlo. «Supongo que no fue planeado, ¿no?» Ella sacudió la cabeza en una contundente negación. « ¿Lo sabe?»
Erin soltó una risa algo extraña.
«No puedo decirle.»
« ¡Claro que puedes, Erin! Estoy segura que tú no hiciste al niño sola.»
Ella se mordió el labio en un gesto de reproche.
«Ese no es el punto.» Se giró lo suficiente como para enfrentarme. «Sabes cómo es Dimitri, Daphne. Él necesita que todo vaya según una estructura, le aterran los cambios drásticos. Y este es un cambio demasiado drástico. »
«Pues a la mierda sus temores, Erin.» Le presioné un instante la mano. «A mí no me importa si Dimitri está o no listo, me importa saber si tú lo estás.»
Ella me ofreció una sonrisa dubitativa.
«No lo sé...» comenzó a decir, para luego mirar de forma ausente el pastel quemado. «Después de Elías, pensé que...» Me observó, en ese momento el temor se reflejaba claramente en sus ojos. « ¿Y si pasa otra vez, Daphne? ¿Y si lo pierdo? No podría sobrevivir a algo así de nuevo... no puedo pensar en que algo malo le ocurra porque...» Erin volvió a cubrirse el rostro con las manos, al tiempo que yo la atraía de regreso a mí.
Podía comprender perfectamente su temor, para mí como para todos, Elías siempre había parecido un bebé completamente sano, por lo que su partida fue algo que nadie siquiera había imaginado. La muerte súbita carecía de una explicación clara, ocurría y dejaba a los padres con la angustia de creerse responsables de todo. Pero yo sabía que Erin había sido una madre ejemplar para ese niño y sabía que también lo sería para este.
—Er... —La corrí un tanto para que pudiera verme. «No importa lo que pase con Dimitri, yo estoy aquí para ti. Y si él no puede lidiar con el asunto, no te preocupes, porque no vas a estar sola. Estamos juntas en esto.»
« ¿Y si...?»
La corté antes de que pudiera meter más temores en mi cabeza y la suya.
«Si quieres que esto funcione, debes dejar el pasado atrás y concentrarse en el ahora.» Presioné con suavidad su hombro. «Lo que le pasó a Elías no fue tu culpa, Er, no fue culpa de nadie. Así lo dispuso Dios.» Bajé la mirada hacia su vientre plano. «Así como también dispuso que llegue este nuevo angelito a tu vida... a nuestras vidas.»
Ella sonrió, dulcemente, acariciando con suavidad aquel lugar donde ahora crecía mi sobrino o sobrina.
—Gracias... Daph.
«Para servirte» respondí, poniéndome seria al instante. «Pero eso no quita que tengas que decírselo a tu psicópata.»
Erin frunció el ceño, soltando un bufido.
«No le digas así» apuntó, como siempre hacía cuando me refería de ese modo sobre su novio. «Y lo haré, se lo diré.» La observé enarcando una ceja, ella suspiró. «Después de mi cumpleaños, lo haré. No quiero echar a perder todo el esfuerzo que ha estado haciendo para la fiesta sorpresa.»
« ¡¿Sabes de la fiesta sorpresa?!» inquirí, sin poder creérmelo. Erin asintió con tranquilidad.
« ¿Realmente piensas que Dimitri sería capaz de ocultar algo así? ¡Qué crédula eres, Daphne!» Rió por primera vez desde que había entrado en la cocina. «Ese hombre hasta le cuenta a su psicólogo lo que hace en la cama.»
Un escalofrío pasó por mi columna ante la mención indirecta de Evan, pero lo rechacé.
«Me alegro que estés tan tranquila con el hecho de que cuente esas cosas íntimas.»
Se encogió de hombros con desinterés.
«Me preocupo más por cómo debe estar la mentalidad del pobre Evan, luego de esas sesiones»
Sacudí la cabeza, sin ánimos de entrar en esa conversación.
«Ustedes dos están locos, son tal para cual.» Ella se rió por lo bajo. « ¿Te parece si intentamos hacer un nuevo pastel? Quiero ser la primera en felicitarte este año»
«Dimitri ya lo hizo, técnicamente en Rusia ya es mi cumpleaños.»
« ¡Oh, vamos! Eso no es justo»
Ella me abrazó de costado, dejando caer su cabeza en mi hombro.
—Comeré pastel...contigo antes que... nadie. ¿Sí?
—Hecho.
***
Antes de introducirlos en la grandiosa fiesta que Dimitri y yo habíamos organizado —no tiene sentido negarlo— tal vez debería ponerlos al corriente de algo. Hacía unos pocos meses que Erin había cambiado de trabajo, en parte por mi insistencia, en parte por los berrinches de Dimitri. Luego de que le presentamos todos los motivos por los cuales no la queríamos bailando para cientos de extraños con poca ropa —ella, no los extraños—, Erin comenzó en verdad a ponderar la posibilidad de que podíamos tener algo de razón. ¿El problema? Bueno es obvio que los empleos dignos, no abundan para las personas con alguna discapacidad, mucho menos una auditiva. Así que luego de ver que estábamos cercanos a perder en nuestra cruzada y que ella regresaría a trabajar con el baboso de Leo, Dimitri le pidió a su hermano que contratara a Erin en su bar.
¿Me van siguiendo? Sé que sí, sospecho que son personas sumamente inteligentes.
Evidentemente el chico no se negó a tal pedido por lo que Erin llevaba los últimos dos meses trabajando en el bar de Didi —así se llamaba tanto el bar como su dueño—. Como es lógico en cualquier chica que se precie de serlo, el primer día de trabajo molesté un poco a mi prima pidiéndole que me pasara fotos del nuevo jefe y sus compañeros. Yo ya había visto fotos de Didi, cuyo nombre real es Vladimir por cierto, en el Instragram de Dimitri y Evan, pero nunca lo había visto en persona.
No había pasado mucho rato cuando Erin me envió una foto del hombre en cuestión, tan o más lindo que su hermano mayor (honestidad ante todo). Y como es de esperarse, al ver tal espécimen de hombre sonriendo alegremente a la cámara mientras su arete destellaba en la esquina de su labio, no pude contener a la lasciva zorra que habita en mí y me lancé a una larga perorata en la que enumeré todos los atributos deseables que me gustaría lamer del tal Didi. Fue un mensaje, nada más que un tonto mensaje donde le echaba toda la baba posible a la imagen de ese tipo. Lo que menos me imaginé fue lo que ocurrió a continuación; cuando la respuesta llegó, noté horrorizada que era un mensaje de audio. Y vamos, Erin no manda audios, obviamente.
Para resumirles el cuento, les diré que Didi se sintió más que alagado por mi detallado mensaje y me pidió que le enviara una foto mía para que pudiera devolverme el favor, a lo cual yo me negué coquetamente. Un momento más tarde, él me envió una foto donde aparecía yo abrazada a Erin con el siguiente mensaje debajo: Las pelirrojas me vuelven loco, pon fecha, hora y lugar, y allí estaré para demostrarte cuanto.
Mi respuesta fue algo como: Pero... eres el jefe de mi prima.
A lo que él respondió: ¿Y no te gusta la autoridad?
En ese momento hasta me sonrojé, lo juro. Y por un largo rato intercambiamos algunos otros mensajes, pero luego él tuvo que regresar al trabajo y desde ese día, de tanto en tanto, me enviaba alguna nota con mi prima. La mayoría de las veces pequeñas tonterías, una frase corta escrita en una servilleta o una vez el dibujo de un reloj que ponía "sigo esperando" y ese tipo de cosas. Todo bastante inocuo y poco constante como para prestarle una gran atención. Era un coqueteo inofensivo, sabía que no iríamos más allá porque tenía la impresión de que él no quería ir más allá que el simple juego. Y era divertido.
Al menos hasta ahora, el momento en que debía entrar en su bar y finalmente verlo a la cara. Las situaciones humillantes en mi vida, parecen de nunca acabar, ¿cierto?
Tomé una profunda inhalación, arreglé por tercera o cuarta vez el largo de mi vestido y eché un vistazo al cartel que estaba colgado sobre la puerta. Allí estaba. Sabía, por haber estado hablando con Dimitri, que él y Erin llegarían en aproximadamente una hora luego de cenar y tener su momento a solas. Lo que me daría tiempo a mí de terminar de dar los últimos retoques, en caso de que estos no hubiesen sido dados ya. Ese día el bar estaba cerrado al público, pero se veía una pequeña fila de autos aparcados en la calzada, denotando que nuestros invitados ya habían empezado a llegar. La mayoría —según me dijo Dimitri— eran amigos de Didi de yoga y sus programas ambientalistas, mientras que otros sin duda eran algunos conocidos nuestros, incluso chicas del bar de Leo que querían festejar con Erin. La lista era escueta, pero sin duda equitativa.
No me detuve a ver si estaba una cierta Ducati por ahí, no iba a transitar ese camino desde tan temprano.
Empujé la puerta de entrada y mis ojos se detuvieron un instante en la decoración que me recibió, había globos blancos por todas partes y en las esquinas, dentro de distintos arreglos de globos se podían ver los que tenían forma de oveja saltando del gran montón. Sonreí. Había peluches de oveja sentados en la barra, otro cumpliendo la función de barman y aquí y allá, se los adivinaba en distintas acciones cotidianas. Podía parecer tonto, incluso infantil, pero Erin amaría cada detalle.
Alguien carraspeó a mi lado y con un respingo, me volví hacia mi derecha. Ojos verdes, cabello negro, labio perforado y media sonrisa, me observó con curiosidad.
— ¿Vienes con el novio o la novia? —inquirió, alzando una ceja de modo interrogante.
—Con la novia... —dije algo decepcionada por el hecho de que no me reconociera. De acuerdo, tal vez sólo había visto una foto mía, pero creía que era ligeramente más memorable.
—Bienvenida a mi bar, entonces. Puedes dejar tus cosas detrás de la barra, servirte lo que quieras y anotar tu número en mi teléfono —me apuntó, al tiempo que se sacaba el móvil del bolsillo trasero y me lo ofrecía. Lo observé sin saber cómo reaccionar a eso y él soltó una breve carcajada, guiñando uno de sus adorables ojos claros—. ¿No crees que ya podríamos pasarnos nuestros números, pelirroja?
Estreché los ojos hacia él.
— ¿Sabes quién soy?
—Debería ser ciego y estúpido para no recordar ese rostro, cariño. —Sonreí brevemente cayendo gustosa en su trampa, para luego tomar su móvil y grabarle el mío. Esa noche me lo había prometido, me divertiría, sería el alma de la fiesta. Y si eso significaba llevar más allá el coqueteo con Didi, lo haría. ¿Qué más daba? No es como si tuviese que rendirle cuentas a nadie—. Me has hecho un hombre muy feliz —dijo cuando le hube devuelto su teléfono.
—Y eso que todavía no hice nada.
—Llegaste, con eso me alcanza... —hizo una pausa, mordiendo el arete de su labio por un segundo—. Bueno... al menos de momento.
— ¿Vlad?
Ambos volvimos el rostro hacia la puerta al oír el llamado, para encontrar a Evan de pie con uno de sus cascos colgado del brazo. Estaba vestido de manera informal, jeans, una camisa azul oscuro y una chaqueta rompevientos negra. Su cabello era un desastre con estilo y sus ojos —Dios, esos ojos grises— me repasaron de arriba abajo antes de deslizarse en dirección a Didi.
— ¡Evan! —Didi avanzó hasta él, envolviéndolo en un caluroso abrazo. Luego le quitó el casco y le indicó que le diera la chaqueta—. Hoy estoy todo servicial, así que disfrútame. —Él le sonrió, pero había algo tirante en ese gesto—. Pelirroja, dame tus cosas que me las llevo también. —Se volvió hacia mí, haciéndome un gesto para que le diera mi saco y cartera—. ¿Qué toman? ¿Cerveza ambos?
—Por mí está bien —respondió Evan, inclinando la cabeza en mi dirección.
—Yo...
— ¡Oh, qué modales los míos! —exclamó Didi, interrumpiéndome—. Evan ella es Daphne, prima de Erin. Pelirroja, este es el loquero de la familia... sí, está bueno, pero no tanto como yo. Así que no te dejes engañar, sigo siendo tu mejor opción.
Tras escucharlo decir eso con el leve arrastre de su acento ruso, suspiré como tonta, a lo que Didi respondió con una amplia sonrisa antes de pegarse la vuelta y marcharse con nuestras cosas. Repentinamente se instaló una extraña y ligeramente incómoda situación entre nosotros. Evan siguió con la mirada el recorrido marcado por Didi, para luego observarme de soslayo completamente inexpresivo.
— ¿Así que Didi?
Me encogí de hombros, a pesar de que él ya se encontraba mirando hacia la barra nuevamente. Parecía absorto, desinteresado, pero había más. Yo podía decirlo.
—Es lindo. —Evan asintió—. Y yo le gusto.
En ese momento sus ojos de deslizaron hacia mí, serios.
—Me alegro por ti —masculló, saludándome con un breve movimiento de su cabeza, antes de marcharse hacia la barra.
No podía decir a ciencia cierta si se había molestado o no por mi inocente coqueteo con Didi. Pero no me importaba en realidad, la noche era joven y yo no había hecho más que comenzar.
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Para los que siempre me preguntan, las conversaciones después de la línea son dedicatorias. Personajes de otras historias mías, hablando con algún lector/a. No influyen para nada en la historia y no tienen que leerlas si no quieren, no cambia nada. ok?
Neil: Adoro cuando salimos de vacaciones sin previo aviso.
Lucas: Lo que tú adoras es no trabajar.
Neil: También, sobre todo me gusta porque tengo tiempo para jugar con mi Cachorrita. Pero claro... tú no sabes lo importante que es pasar tiempo con un hijo. Al parecer incluso Dimitri lo sabrá antes que tú.
Lucas: ¡¡Eso es todo!!
Jace: ¡Lucas, no!
Lucas: Voy a matarlo...
Jace: ¿Alguien podría ayudarme? ¡No lo deja respirar!
Dimo: No sé... como que me empieza a gustar el color morado que está tomando Neil.
Iker: Apuesto cinco guineas a que se desmaya en tres minutos.
Dimo: Tomaré esa apuesta.
Cam: Por Dios, ¿cómo pueden quedarse mirando?
Jace: ¡Gracias que llegaste, Cameron! Saca a Lucas de aquí y no lo dejes entrar hasta que se calme.
Iker: Bah, justo que se ponía bueno.
Dimo: ¿Qué pasa con esas cinco guineas, milord?
Iker: Las apuesto a que Lucas lo espera hasta que salga.
Dimo: Trato. ¿Neil, no quieres salir a fuera?
Neil: ¬¬ imbéciles.
Jace: Te lo ganas por estar molestándolo. En fin, este capítulo va dedicado a...
Dimo: Alexa Bujato, su cumpleaños fue el lunes pasado y quería que la felicitaran.
Neil: Dudo que te haya pedido a ti.
Dimo: Sigue fastidiando y le abro la puerta a Lucas. Felicidades, Alexa, esto de los cumpleaños empieza a tener algo de sentido para mí, pero no tanto como para decir algo más.
Neil: Increíblemente emotivo...
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