La innecesaria enseñanza (parte I)
¡¡Hola!! Esta es la primera parte del final, está dividido en dos partes porque si no quedaba muy largo para capítulo. Con decirles que la otra parte tiene 17 páginas. Así que, como ven, era mejor hacer el corte acá. Sin muchas largas, empezamos con esto??
Capítulo XXIX: La innecesaria enseñanza (parte I)
Daphne
—Esta es una llamada completamente profesional, así que te agradecería que colaboraras con la causa.
—¿Daphne? —instó con esa voz suya tan asquerosamente dulce y sexy.
—Sí, soy yo —aseveré, haciendo malabares para mantener mi móvil junto a mi oreja—. Entonces, como te decía. Esta no es una llamada de cortesía...
—¿Así que no saltamos los engorrosos "hola" y "cómo estás"?
Puse los ojos en blanco ante su impertinente respuesta, pero no permití que me alejara de mi objetivo.
—Para mantener los fines prácticos de esta llamada, sí, nos ahorraremos todo eso. ¿Vas a colaborar o no? —le espeté con seriedad.
Él carraspeó del otro lado de la línea tomándose un largo segundo, como si de alguna forma supiera que aquella pausa solo servía para hacer crecer mi ansiedad. La cual estaba tan gorda como mi trasero por la espera de los últimos días, se los digo. Era la primera vez que le llamaba desde que habíamos "cortado". Si es que se puede decir cortar a una relación que básicamente nunca había iniciado como Dios manda. Pero más allá de eso, había sido capaz de mantenerme firme en el proceso de desapego y en ningún momento me dejé ganar por la necesidad de escucharlo o al menos leerlo. No. La nueva Daphne ya no rogaba atención de nadie. Ni siquiera del adonis de ojos grises, sonrisa dulce y culo de pasarela. No. La nueva Daphne tenía amor propio. La nueva Daphne ya no dejaba que su cerebro se derritiera por cada palabra que salía de su asquerosamente comestible boca.
—Contigo colaboro en lo que sea.
Vale, más o menos no dejo que mi cerebro se derrita. Pero es que... escúchenlo, parece que lo hace apropósito para medir mi resistencia. ¿Qué mujer se sostiene en sus cávales ante este hombre? Tengo necesidades y una mente muy inclinada al libertinaje. Entiendan.
Me aclaré la garganta con la súbita necesidad de beber algo frío, incluso cuando las fechas eran a lo que menos invitaban.
—Pues bien, tengo dos preguntas para ti.
—Dispara.
—¿Aún vienes esta noche? —inquirí, sintiendo que habíamos cerrado ese acuerdo hace eones y no solo hace tres días. Pero oigan, habían sido tres malditos largos días.
—No se me ocurriría un mejor sitio donde estar.
Ay mierda, suspiré. Suspiré y lo hice de un modo tan audible que sería imposible solo fingir que fue un sonido ambiental.
—Vale —acepté con la voz un tanto chillona. Afortunadamente él era lo bastante caballero como ponerme en evidencia, una parte de mí sospechaba que a él le agradaba que hiciera el ridículo por su causa—. Entonces mi segunda pregunta: ¿eres del tipo tradicional o aventurero?
Evan hizo un sonido algo extraño, mitad carraspeo mitad jadeo. Y no supe en realidad cómo interpretarlo.
—Am... siempre y cuando me invites, creo que puedo ser bastante aventurero.
Parpadeé, deteniendo mis pasos al mismo tiempo que aquellas palabras se filtraban hacia mi cerebro y cobraban sentido. ¿Él acababa de...?
—¡Estúpido! ¡No me refiero a eso! —espeté, ganándome algunas miradas curiosas de las personas a mi alrededor. Me sonrojé, Evan rió del otro lado.
—¿A qué te refieres entonces?
—Me... me refiero a la comida —tartamudeé, sin poder quitar de mi cabeza la idea de que él se consideraba aventurero. ¿Qué tan aventurero? ¿Siempre y cuando lo invitara? ¿Qué había querido decir con eso? ¡No! Daphne, enfócate—. Me refiero a si prefieres algo tradicional de Navidad o cualquier otra cosa. Estoy en el mercado, haciendo la compra para esta noche.
—Ah...
—¿Entonces? —insistí al ver que no respondía.
—No sé, Daph, básicamente como cualquier cosa... no soy muy fanático de la Navidad, así que estaré bien con lo que quieras ofrecerme. —No había un doble sentido allí y yo no iba a leer un doble sentido allí, ¿me oyeron? Lo prohíbo.
—Bueno... —vacilé un segundo tomando con mi mano libre una lata de atún que estaba a mi alcance—, estaba pensando en salirme de lo convencional. —Sonreí, devolviendo la lata al estante—. Tengo que practicar mis habilidades con el sushi, ¿qué te parece?
—¿Sushi? —preguntó sin colocarle ninguna entonación particular a su timbre. Si fuera mi padre o peor aún, el Gusano, habría puesto el grito en el cielo ante la simple mención de pescado crudo como cena navideña.
—Sí, últimamente me he vuelto algo aficionada al sushi. ¿Te apetece comer eso esta noche? —Él respondió con un ambiguo "jum" que yo decidí tomar como una afirmación—. ¡Estupendo! Y no te preocupes por nada, cada vez me sale mejor. Creo que le estoy tomando la mano.
—¿Al sushi?
—A la cocina en general —expliqué de forma casual, empujando mi carro por las distintas góndolas—. Estoy en proceso de independización.
—Creo que esa palabra no se usa así... —susurró tan bajo que apenas lo oí, para luego preguntar en tono más alto—: ¿Por qué o de qué te estás independizando?
—Oh... —Agité una mano casi como si él pudiera verme—. De la comida de Erin. ¿Sabes? Creo que llega el momento en que toda chica debe pensar en sobrevivir sin las habilidades culinarias de su prima.
—¿Erin está de huelga?
Me reí ante la ridícula idea. Sobre todo me reí porque él estaba intentando ser gracioso y eso era tan poco común que en sí mismo ya producía gracia.
—Nada de eso, pero en vista de cómo se están dando las cosas... creo que tengo que empezar a pensar en mi futuro.
—¿Tu futuro?
Suspiré, concentrando mi vista en etiquetas que no estaba leyendo en lo absoluto.
—Aja... la relación de Erin y Dimitri cada vez se formaliza más y lo creas o no, no me gusta esto de levantarme a por un vaso de agua y encontrarlos en plena faena en el sofá. O en la mesa del desayuno... —O en básicamente cada superficie de la casa. Había un límite de veces en que una mujer soltera debía de ver el trasero pálido de su cuñado y yo, jodidamente, ya había alcanzado el mío.
—¿Y cuál es el plan?
—Pues... —Me detuve para comparar los precios de los distintos aceites de oliva y analizar mi respuesta—. De momento mejorar mis habilidades en la cocina y luego...
—¿Y luego? —me apremió él como si tuviéramos todo el tiempo del mundo para hablar de mi vida.
—El siguiente paso sería buscarme un nuevo lugar.
—¿Mudarte?
—Así es... Erin va a tener una familia nueva. —Y eso me causaba solo un poquito de dolor en el pecho. Porque quería que Erin tuviera todo, joder, realmente quería que fuera feliz. Pero no sería fácil solo dejar mi casa y a mi hermana, para emprender mi propio camino. No sabía qué tan lista estaba para eso—. Ella va a necesitar la casa mucho más que yo... y yo quiero darle mi parte como obsequio. Voy a obsequiarle mi parte de la casa para que pueda comenzar su nueva vida.
—Eso es muy noble de tu parte, Daph.
—Sí, bueno... —Me encogí de hombros, sacudiéndome la repentina ansiedad que todo esto me provocaba. En teoría las cosas sonaban estupendas, pero llevarlas a la práctica sería la parte más complicada—. Me aterra como la mierda vivir sola... nunca lo hice y no sé qué tan bien se me dé, pero es necesario.
—Estoy seguro de que el miedo no va a detenerte, no a ti.
Probablemente eran palabras dichas porque sí, solo algo soltado al azar como quien lanza un cumplido a alguien enfermo, pero de alguna forma su confianza en mí logró pintarme una sonrisa. Yo no era una persona asustadiza y definitivamente vivir sola no acabaría conmigo, le encontraría la vuelta. Sabía que podía hacerlo.
—Todo sea por el bien de Erin y tortuguita.
—Pensé que le decía irlandés... —reflexionó con voz suave.
—Hm... pues es el crío con más motes del mundo, es una tortuguita irlandesa. —Sacudí una mano para dejar el tema del nombre de mi futuro sobrino o sobrina de lado—. Entonces, ¿sushi esta noche?
—Que sea sushi. Nos vemos pronto, linda.
¿Qué? Oh, esa baba no es mía, no sé de dónde salió. Déjenme.
***
Le di un profundo trago a mi copa de vino, para luego ofrecerle una sonrisa de aliento a mi reflejo. Todo estaba bien, todo estaba más que bien, no era extraño estar un poco nerviosa ¿cierto? Miré la copa abandonada en el lavabo con cierta esperanza, quizás si me tomaba otra sería capaz de atontar a las mariposas que llevaban revoloteando en mi barriga la última hora. No sabía lo que me estaba pasando, no es como si tuviera una buena imagen que proteger ante él, Evan había visto los aspectos menos encantadores de mi personalidad y todavía seguía interesado.
Vamos a no analizar los motivos de ese interés y centrémonos en el presente.
Faltaba solo media hora para que llegara, exactamente hacía media hora que Erin había partido con Dimitri y mis padres a la casa de la señora Stepanov —mis padres habían sido un añadido de último momento—y me habían dejado en compañía de mis inquietos pensamientos. Dos copas de vinos después y varias inspecciones a mi reflejo en el espejo, allí estaba retocando por quinta vez mi labial rojo mate. Las chicas no dejaban de mandarme textos con felicitaciones de Navidad anticipadas, ellas estaban seguras que nosotros no llegaríamos al postre con la ropa puesta y que probablemente no las vería hasta el veintiséis de diciembre. Si debía guiarme por las últimas conversaciones que habíamos tenido, las cuales habían estado protagonizadas por un Evan notoriamente más cachondo y directo, quizás ellas terminarían estando en lo cierto. Pero eso no significaba que le haría las cosas tan fáciles, ¿saben? Una chica debe hacerse desear, recuérdenlo.
Así que había sacado las armas pesadas, como Erin diría: estaba desbordando pechonalidad. Mi vestido era descaradamente provocativo y escotado, de un color azul noche cuya falda caía en cascadas a lo largo de mis piernas. Evidentemente era una prenda diseñada para mujeres de busto grande, se ajustaba justo en los lugares indicados y se apartaba de mi cuerpo exactamente donde debía apartarse. A ese sexy vestido deben sumarle unos zapatos plateados con un tacón lo bastante alto como para tornarse un desafío y el maquillaje que Erin me había aplicado a conciencia, luego de pasarse la tarde en tutoriales de YouTube. Quizás al final de la noche solo Evan sería capaz de ver mi enorme producción navideña, pero no por eso él tendría que pensar que me le entregaría en bandeja. Nuestros planes se limitaban a una cena y de allí cada quien tomaría rumbos distintos. O al menos eso pasaría en teoría, si saben a lo que me refiero.
Le di un rápido guiño a mi reflejo para luego dirigirme al comedor y cerciorarme de que todo estaba en su lugar; el sushi estaba coronando el centro de la mesa en una bellísima bandeja, había puesto una botella de champán a enfriar y tenía una sorpresa para él en una cajita frente a su silla. Recoloqué una de las decoraciones de Santa en una sillita de mimbre y luego volví a ponerlo de modo que mirara hacia el frente. Fruncí los labios y lo puse como antes.
Entonces me di cuenta que estaba siendo una estúpida al mover a Santa por toda la mesa y me obligué a calmarme, me serví otra copa de vino y tomé asiento en el sofá de la sala a esperar como una mujer adulta y no como un niño con exceso de azúcar. Y esperé.
***
El reloj de la sala anunció las nueve de la noche y yo me posicioné mejor en el sofá, sonriendo con una falsa tranquilidad.
En cualquier momento estaría aquí, me dije para mis adentros y le di un sorbito a mi vino.
Los minutos comenzaron a pasar perezosamente, primero nueve y quince, luego nueve y treinta; para cuando fueron las nueve con cuarenta minutos comencé a pensar que algo podría estar mal. ¿Y si había tenido algún accidente?
Revisé mi móvil una y otra vez, pero me negaba a llamarlo hasta que realmente su retraso fuera significativo. Cuarenta minutos no es tanto, muchas veces yo llegaba una hora tarde a mi trabajo y nunca nadie había puesto el grito en el cielo por eso. Bueno... quizás sí mi jefe, pero no era preocupación lo que movía a ese hombre.
Nueve y cincuenta. Solté un suspiro aburrido, recostándome con desgana contra el respaldo y volví a observar mi móvil. Nada.
¿Se habría olvidado de nuestra cita? Habíamos hablado esta mañana por Dios del cielo, ¿cómo era posible que se le olvidara? Quizás había entendido mal el horario. Rayos, ¿debería llamarlo cuando pasara una hora?
Afortunadamente no tuve que poner muchos pensamientos en esa opción, porque justo cuando me disponía a lanzar el móvil en la mesa de café y servirme otra copa de vino, éste se sacudió en mi mano con una llamada entrante. Vi su nombre parpadeando en el identificador y no fui capaz de dejarlo sonar para fingir la típica indiferencia, respondí al instante.
—¿Evan?
—Daphne... —Mi nombre fue apenas audible frente al gran ruido que se oía del otro lado de la línea. Parecía como si Evan estuviese en un aeropuerto y me tuviera en altavoz—. ¿Me escuchas?
—Apenas —admití, poniéndome de pie como si con eso consiguiera atrapar mejor su voz—. Evan, ¿en dónde estás? Llevo un rato esperando, ¿pasó algo?
—Surgió algo —dijo él al parecer sin escuchar mi pregunta, alguien le habló en ese momento pero fue como un sutil murmullo—. Un segundo... —No sabía a quién se lo decía pero esperé, no es como si tuviese muchas opciones llegado este punto—. Daphne, lo siento, no voy a poder llegar.
Me tomó al menos un par de segundos hacer que esa información cobrara sentido en mi cabeza y aun así no lo entendía.
—¿Qué...? —musité tratando de aclararme—. ¿Qué pasó? ¿Estás bien?
—Estoy bien, no te preocupes por mí —me espetó de un modo que hizo que mi corazón se apretara dentro de mi pecho. No había nada raro en ello, ¿saben? Solo el usual Evan compartiendo tan poco de sí mismo como era posible. Al menos este era un Evan al que estaba más acostumbrada—. Lo siento, en realidad lo siento. Voy a compensarte por esto... —Alguien volvió a llamarlo y él masculló una maldición sin molestarse en cubrir el auricular—. Escucha, tengo que irme. Voy a llamarte en un momento, ¿sí?
—No te molestes —me escuché decir, todavía demasiado aturdida como para pararme a procesar nada. No iba a venir, no tenía idea de porqué y él no parecía inclinado a explicármelo porque eso supondría tener que ser abierto conmigo. No iba a venir. Por supuesto que no.
—Daphne, no puedo hacer esto ahora —espetó con un sutil gruñido de molestia. Esto, algo que claramente no tenía que pasar—. Te llamaré en cuanto pueda, por favor...
—Déjalo ya, Evan —lo interrumpí, sintiendo como mi corazón retumbaba en mis oídos y mi lengua tomaba autonomía propia—. Me lo habías advertido y yo decidí golpearme contra la pared.
—Daph... —comenzó a protestar, pero yo me reí sin ganas, sin nada.
—Supongo que tenías razón, no tendría que haber esperado nada de ti.
—Daphne, joder, no es... —Colgué antes de que pudiese oír más.
Lancé el maldito aparato sobre uno de los cojines y entonces mis ojos se deslizaron, ausentes, por las decoraciones que había colgado durante la tarde, llegando hasta le mesa del comedor llena de estúpidos Santas, al pequeño árbol en la parte posterior de la sala y finalmente a la cajita que había comprado para él. Ni siquiera era un regalo, solo un estúpido combo de McDonald's con nuggets de pollo y patatas fritas, porque a él en realidad no le gustaba el sushi.
Maldición, demonios, mierda. Probablemente tenía una muy buena excusa, probablemente solo estaba siendo el perfecto Evan para alguien que lo necesitaba, probablemente tendría que haberme apaciguado y escucharlo. Pero no se trataba de eso, no, se trataba de que una vez más me había hecho ilusiones con una persona que no quería, no sabía o no podía compartirlas conmigo. Y estaba harta de esa mierda, estaba harta de siempre ser la que más siente en una relación, la que embiste con la confianza de un toro y siempre termina dándose de bruces contra la dolorosa realidad. ¿Qué carajos estaba haciendo mal?
Sacudí la cabeza ante esa idea y me paseé por mi sala sintiéndome frustrada con él y conmigo. No iba a tirarme mierda, esto era lo que yo era y no había nada malo en mí. No había nada malo en mí. Y no iba a pasar la maldita Navidad sola sintiendo pena de mí por no poder tener lo que deseaba. Pues bien, Santa me dio un revés esta vez, pero no sería así siempre ¿cierto?
Tenía que convencerme de ello. Por mucho que mis lágrimas punzaran por salir, no iba a ceder a la tentación. Él no era mi novio, no era mi pareja, no teníamos nada y nunca lo habíamos hecho. Solo follamos, el resto había sido creación de mi mente y era hora de admitirlo. Todo había sido una mentira desde el inicio, una mentira que había armado para no ser honesta conmigo misma.
—No estás perdiendo nada, Daphne —me dije con firmeza—. Sabías que esto era demasiado bueno para ser real de todos modos.
Me encogí de hombros ante esa verdad, tomé una profunda bocanada de oxígeno y entonces cogí mi bolso, empujé mi móvil en su oscuro interior y me coloqué el abrigo. Una vez de pie en la entrada solo me tomé un segundo para echar un vistazo a lo que dejaba atrás, entonces abrí la puerta y fui a por un taxi.
Yo no iba a pasar esa Navidad sola, yo no me iba a permitir volver a pensar en él y yo juntos.
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Muy bien, gente, hasta acá la primera parte del final. Si me dan algo de amor, les subo la segunda parte mañana, sino... se las subo en Navidad.
Jajaja es broma. Espero que les esté gustando, mil millones de gracias por la paciencia y por seguir esperando mis tiempos. Siento que lo nuestro se fortalece año a año, en cualquier momento los voy a presentar a mis padres xDD
Muy bien, ¿vamos por la siguiente parte ya? ;)
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