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La honestidad no es parte del trato

Recién me despierto de la siesta, así que sin mucho que decir... enjoy ;) Salió largo el cap, aviso no más. 

Capítulo XVII: La honestidad no es parte del trato

— ¡Hm! —Algo apretó mi brazo con fuerza, mientras oía ese incomprensible gemido junto a mi oreja—. ¡Hmm!

Entreabrí los ojos, adormilada, encontrándome con la nerviosa mirada de Erin fija en mí y su manita delgada cerrada como una garra entorno a mi antebrazo. Negué con la cabeza, tratando de empujarla fuera de mi cama y ella sacudió mi teléfono frente a mi rostro de forma insistente.

— ¿Qué? —gruñí con voz de ultratumba, al tiempo que intentaba desenredarme de las sábanas. Erin volvió a colocar el teléfono prácticamente en mi nariz y a regañadientes se lo arrebate de las manos y lo llevé a mi oído—. ¿Qué?

¿Daphne? —Parpadeé un par de veces, echándole una rápida mirada a mi prima. Ella asintió con sus ojos azules abiertos como platos. ¡Me lleva el infierno!—. ¿Daphne eres tú?

—Sí —mascullé, haciéndole un gesto a Erin para que se tranquilizara—. Mamá ¿por qué no usas la vídeo llamada? Estaba durmiendo.

Tu padre averió el aparato —respondió ella desentendiéndose del asunto al instante. Quizá el aparato andaba a la perfección, pero sin él obligadamente yo tenía que tomar el teléfono porque está claro que Erin no podría coger la llamada. Mi madre era una mujer astuta, se los digo.

— ¿Y qué ha pasado que no podías enviar un mensaje?

Mi prima sentada a los pies de mi cama, me observaba expectante. Una llamada de mamá ponía a todos de los nervios, mamá sólo llamaba cuando tenía malas noticias o cuando quería visitarnos, lo que básicamente era un sinónimo de malas noticias.

Tu padre y yo tenemos que atender unos asuntos en la ciudad, hacer trámites. —Otra de las características de mamá era culpar de todo a papá, por eso él solía encabezar sus oraciones estuviera o no involucrado en la acción—. Él quiere pasar unos días a visitarlas. — ¿Lo ven?

—Estamos bastante liadas con el trabajo, ¿sabes? No tendremos mucho tiempo para atenderlos correctamente.

¡Atendernos! —exclamó exageradamente, haciendo chirriar mis tímpanos—. ¿Acaso crees que somos inválidos? Somos muy capaces de valernos por nuestra cuenta, jovencita. —No respondí, mi cerebro embotado tras pocas horas de sueño no se sentía capaz—. Además creo que ya es hora de que conozcamos al pretendiente de Erin.

— ¿Pretendiente? —susurré entre dientes, Erin al final de la cama dio un respingo de anticipación. Incluso cuando no supiera lo que mamá estaba diciendo al otro lado de la línea, ella podía leer mis labios muy bien—. Mamá creo que esa palabra se dejó de usar luego de las conquistas, es solo su novio.

¿Y cuál es la diferencia si pretende a una de mis niñas? —Una vez más no supe qué responder—. De todos modos, tu padre prefiere quedarse en un hotel... —Es decir que ella lo prefería—. Así que bien podrías comenzar a buscarnos un sitio agradable, iremos allí en una semana.

— ¿Para las fiestas? — ¿Qué tantos trámites podrían hacer en esta época del año? Evidentemente su visita venía con un plan por detrás, un plan que nos involucraba—. Pero...

Daphne Cánovas, ni por un segundo pienses que te estoy pidiendo permiso. —Me quedé a cuadros, por un instante hasta me vi en la cocina de mi casa con mis dos coletas y las rodillas raspadas, siendo regañada por haberme pasado de lista—. Infórmale a Erin, iremos a conocer a su pretendiente.

—Adiós, mamá.

Ella se despidió de mí y yo lancé el móvil sobre la cama con un gesto de rendición. No me malentiendan, amo a mis padres tanto como una chica común y corriente y cristiana podría amarlos, pero mamá tenía esta manía molesta de querer organizarle la vida a las personas. Al parecer su posición como matriarca de la familia le daba el poder místico de saber mejor que nadie qué era lo adecuado para cada quién. Y Erin sabía muy bien esto, lo que significaba que mamá tenía intención de dejar caer su yugo de autoridad sobre ella y determinar qué tan apropiado era Dimitri para su niña.

Sé que está mal alegrarme por ello, pero en verdad me alegraba no estar en sus zapatos esta vez.

« ¿Y bien?» preguntó en su lenguaje. Suspiré.

«Vendrán para Navidad, quieren conocer a Dimitri.» Erin se lanzó hacia atrás, soltando un gemido por entre sus manos. Le toqué el hombro y ella me observó. «No tienes de qué preocuparte»

« ¡Todo esto pasa demasiado rápido, no quiero que Dimitri se sienta presionado!» Y más allá de eso, ambas sabíamos muy bien que probablemente mamá olfatearía al bebé. No podíamos demostrarlo científicamente aún, pero estábamos seguras que ella tenía un jodido don para detectar a las mujeres embarazadas y aunque Erin seguía pareciendo una modelo con su cuerpito delgado de bailarina, mamá vería más allá. No me pregunten cómo, pero lo haría.

Y entonces ya no sólo sería intentar hacerla aceptar un yerno por demás peculiar, sino que íbamos a tener que dejarle caer la bomba de la pequeña vida en camino. Papá se arrancaría el poco cabello que le quedaba cuando se enterase y mamá fingiría uno de sus icónicos desmayos. Casi podía verlo todo; a él rezongando de aquí para allá mientras deja salir alguno de sus refranes poco halagüeños y a mamá hiperventilando por detrás. Entonces oiríamos algo como "ante la duda, ve por la más tetuda" y a Erin se le subirían los colores, yo reiría y mamá rodaría los ojos como siempre hacía frente a los refranes de mi padre.

Sacudí la cabeza con frustración, éramos mujeres adultas por amor de Dios, no podíamos temerles a nuestros padres o a sus teatrales reacciones.

«Erin» dije llamando su atención. «Si tú estás segura sobre tu relación con Dimitri, no importa lo que ellos piensen o digan. Joder, vas a ser madre, ponte tus bragas de niña grande.»

« ¿Y qué hay de ti?» inquirió ella con una media sonrisa.

« ¿Qué hay de mí?»

« ¿Cómo vas a ocultar a Evan durante todas las fiestas? Sabes que tarde o temprano ella lo descubrirá»

«No hay nada que descubrir» admití, encogiéndome de hombros. Erin presionó sus ojos con suspicacia. «No somos así, Erin, ¿bien?»

« ¿Así cómo?»

«No somos pareja, solo...» me detuve, negando tenuemente. «Tengo que ir al trabajo»

Lancé las mantas hacia un costado, para luego meter mis pies en las pantuflas y comenzar a desperezarme.

—Daph... —Me volví ante el sonido de la voz de Erin. «Dile lo que quieres»

Por un segundo interpreté cualquier cosa, por un segundo pensé que me decía que le confesara que lo quería. Algo que era ridículo, por supuesto, porque claramente no era así. Evan me gustaba, nada más. Querer era otra cosa, querer no estaba dentro de nuestros planes.

«Tal vez» respondí, sin ánimos de meterme en promesas que no me veía cumpliendo a futuro.

Desde el principio había sido yo la instigadora de todo lo que pasaba entre Evan y yo, no iba a ponerme a exigir nada cuando apenas estábamos llegando a un acuerdo. Es decir, claro que me habría encantado decirle a mi madre que estaba empezando una relación con un guapo psicólogo, pero no sería cierto. Nosotros no teníamos una relación. Maldición, nosotros llevábamos sin hablar desde el domingo y en vista de que era miércoles, honestamente ni siquiera estaba segura de si aún éramos una aventura el uno para el otro.

Me negué a entrar en esa línea de pensamientos, porque sólo me auguraba un dolor de cabeza (otro). El lunes lo había visto por un segundo fugaz en donde me había saludado con una sonrisa y un asentimiento a la distancia, luego se había marchado para hablar con los jefes y no había regresado a su oficinilla. El martes él no debía ir a la empresa, así que impacientemente estuve observando mi teléfono todo el jodido día y nada ocurrió. Me dijo que me llamaría y en aquel momento realmente se lo creí. Siendo la mañana del miércoles y sin saber qué rayos era de él, decidí no darle rienda suelta a mi locura.

Moderación. A partir de ese instante había decidido llamarme Daphne Moderación Cánovas. ¿A poco no me quedaba?

En fin, esta Daphne no iba a correrle detrás a un hombre que al parecer iba a usar la ley del "si te he visto no me acuerdo y si te desvisto tampoco". Había alcanzado el máximo permitido para hacer dentro de una "relación", de aquí en adelante lo que pasara o no pasara, sería fomentado por Evan. El domingo ambos habíamos conseguido lo que queríamos del otro, bueno, al menos en el plano físico porque obviamente yo aún no estaba satisfecha. Pero al parecer, él sí. Y no podía exigirle más, no habíamos acordado en ningún momento que habría más.

***

Gracias a la llamada madrugadora de mamá, tuve tiempo de sobra para prepararme para el trabajo. No que los ánimos estuviesen mucho mejor ahí, pero al menos podía decir que eso no era culpa de Evan. Ya verán a lo que me refiero.

Cuando salí de la casa, luego de desayunar tranquilamente con Erin y planear un modo de lidiar con la visita de nuestros padres, y al mismo tiempo hacer de Dimitri un candidato presentable, casi podría mentir que llevaba un buen humor. Eso duró los escasos dos segundos que me tomó notar a quién me esperaba en la calzada. No, no era Evan. Evidentemente de haber sido él habría estado dando brinquitos de fan excitada, y no, lo que menos sentía hacia esa persona era algún tipo de excitación. Y llegado a este punto, hasta estaba empezando a despertarme cierto recelo fastidioso.

— ¡Daphne! —Hice un alto al escuchar su voz y me volví para ofrecerle una petulante mirada. Por un segundo había pensado que mi muy común atuendo, me permitiría pasar desapercibida. No ocurrió—. ¿Podemos hablar?

— ¿Ahora quieres hablar? —En realidad había esperado bastante porque llegara esa conversación, incluso me esforcé por no armar ninguna opinión hasta tener su parte de la historia y ella simplemente había hecho de cuenta que nada había pasado.

El lunes cuando llegué al trabajo y saludé a las chicas, Nadia sólo me observó, sonrió e intentó bromear con alguna tontería sobre Lady Lucifer. Me pareció entonces que ella ya había adoptado una posición con respecto a lo ocurrido en la fiesta y no pensaba dar ninguna explicación. No creía que estuviese forzada a hacerlo, no piensen que soy el tipo de personas que anda por allí juzgando con su varita de la verdad lo que cada uno hace con sus vidas. Pero en vista de que era mi amiga y el conflicto se había desarrollado en la fiesta de mi prima/hermana, y para colmo estaba involucrado mi actual cuñado, pensaba —y llámenme loca si quieren— que al menos me merecía un "lo siento". Maldita sea, incluso Dimitri se disculpó conmigo por haber perdido los estribos, ¡Dimitri! El mismo Dimitri que podía decirte que iba a degollarte si no le hacías llegar un recado a Erin, ese Dimitri se había disculpado. Y mi amiga de años se había llamado a la repentina amnesia.

—Deja que te lleve.

—Prefiero caminar. —No me estaba haciendo la difícil, había tenido domingo, lunes y martes para hablar conmigo. Me había visto a la cara y había intentado hacerse la graciosilla como de costumbre, así que disculpen si mi actitud estaba poco receptiva a la charla.

—Anda, Daphne. —Nadia me detuvo del brazo, dándome por primera vez una mirada suplicante—. Anda que esto tampoco es fácil para mí.

— ¿A qué te refieres?

—Deja que te lleve y hablamos, ¿sí?

Vacilé, echando un breve suspiro por entre los dientes. Realmente no me gustaba ser cortante con ninguna de mis amigas, incluso aunque mi relación con Nadia siempre había sido algo extraña, me agradaba ella y me agradaba el grupo que habíamos conformado en la empresa. Cuando yo me había incorporado como la nueva, Nadia y las demás me dejaron adosarme a ellas sin pedir referencias, en aquel momento me había sentido como D'Artagnan finalmente hallando a sus mosqueteros.

—Bueno —accedí. Todavía no estaba lista para darme por vencida con ella.

Una vez que estuvimos en el auto de Nadia y nos pusimos en marcha, traté de mostrarme paciente. Si debía dejarme llevar por lo poco que había contado Dimitri, el asunto era peliagudo y podía comprender el hecho de que se mostrara reticente a hablarlo.

—Realmente no sé cómo comenzar —dijo al cabo de un largo minuto de consideración. Me observó de forma fugaz—. Todo es demasiado...

— ¿Eras novia de Dimitri? —pregunté, ya que mi cuñado no entró en detalle en ese aspecto.

Nadia se encogió de hombros.

—No creo que "novia" fuese la categoría, D. —Al parecer esa categoría era difícil de acceder para muchos más que solo para mí.

— ¿Entonces?

Volvió a echarme una rápida mirada.

—Nos acostábamos, ¿bien? —Hizo una pausa, siguiendo con su índice el diseño del logo del auto que tenía el volante—. Nos divertíamos el uno con el otro, no había nada más.

— ¿Entonces qué fue todo eso que se dijeron?

Ella suspiró.

— ¿No te dijo nada?

—Claro que sí, pero no me importa lo que él dijo, me importa lo que tú tienes para decir. —Nadia presionó sus labios en un rictus, deteniéndose lentamente en un semáforo en rojo—. ¿Es cierto lo de la orden de restricción? —inquirí al ver que no parecía proclive a continuar por su cuenta. Asintió—. ¿Por qué?

—Daph... —Sacudió la cabeza, metiendo el cambio con brusquedad para volver a ponernos en marcha—. Porque fui una estúpida, ¿bien? Y Dimitri... —suspiró, cansada—. Dimitri no tuvo la culpa, pero jamás me dejaría siquiera comenzar a disculparme por ello. Él me detesta...

— ¿Y te preguntas por qué?

—No —respondió con vehemencia, para luego agregar en un susurro—: Él no parece el mismo.

La miré sin comprender a qué se refería, pero ella tenía los ojos fijos en la carretera.

— ¿Cómo?

Nadia soltó una breve risa.

—No se parece al Dimitri que yo conocí. —Se giró un momento para mirarme—. Dimitri no quería relaciones, ni siquiera sabía cómo lidiar con una persona por un tiempo prolongado. Creo que lo nuestro funcionaba sólo porque ninguno buscaba ponerle límites al otro. —Sonrió, aunque no puedo decir que hubiese alegría en su gesto—. Con él me sentía capaz de hacer lo que quisiera... no existían ideas lo bastante alocadas como para hacerlo vacilar. Tomaba cada desafío y lo elevaba para hacerlo incluso más sugestivo. —Repentinamente hizo una pausa, negando a nadie en particular—. Tal vez esto te suene como una locura, Daphne.

En realidad no tenía idea de por dónde comenzar a procesar lo que me estaba contando, pero una vez más... ¿quién era yo para juzgar nada aquí?

—Cada quien tiene sus gustos —murmuré con algo de inseguridad. Nadia asintió guardando un breve silencio.

—Me divertía mucho con Dimitri pero sabía bien que eso sería todo lo que obtendría de él y odiaba eso. —Me observó—. Quería comprenderlo y ser buena para él, así que subía cada vez más la apuesta e intentaba estar a la altura. En algún momento comencé a sentirme confundida con todo, Dimitri no iba a darme nada más de lo que estaba ofreciendo y entonces Six comenzó otra vez a buscarme. —Six o Sixto (lo sé, sus padres al parecer querían una niña) era el actual esposo de Nadia, ese que según Luci tiene los cachos acariciando la barba del todo poderoso. A veces no sabía si creer o no aquella aseveración—. Una noche volviendo de cenar con Six al entrar en mi apartamento nos encontramos con Dimitri... —Abrí los ojos sin poder ocultar mi sorpresa—. Estaba allí... esperándome.

— ¿Esperándote? —dije en un susurro, no muy segura de saber si quería que aclarase aquello.

—Esperándome para tener sexo —masculló, dándome más material del que necesitaba para toda una vida. Dios, acababa de desayunar—. La cosa es que Six se puso como loco...

—No me sorprende.

—Y Dimitri simplemente actuó como Dimitri... comencé a sentirme acorralada, logré sacar a Dimitri de mi casa pero entonces quedaba el asunto de Six. —Negó dejando ir un suspiro—. Así que le mentí.

— ¿Cómo?

Nadia no pareció escucharme, su mirada estaba perdida en el recuerdo y por ese momento opté por solo oírla.

—Le dije que Dimitri era un vecino que se había obsesionado conmigo, pero que podía manejarlo. —Rió con amargura—. De ser posible aquello lo puso más colérico, creo que de no haber aceptado lo de la orden habría salido detrás de Dimitri en ese mismo momento. —Se silenció como dejándome lugar a opinar, pero yo todavía estaba intentando gestionar toda esa nueva información—. Todo quedó como en una nebulosa, Six se fue de viaje y otra vez estaba sola sin... —carraspeó—. La cosa es que no me costó nada tomar el teléfono y proponerle un juego peligroso a Dimitri, él aceptó... él siempre aceptaba.

—Oh...

—Para resumir digamos que esta vez Six no me dejó manejar las cosas a mí... —Me lanzó una apenada mirada—. No lo esperaba, Daphne, realmente no quería meter en ningún lio a Dimitri. Pero ¿qué podía decir?

—Quizá la verdad... —ofrecí incapaz de permanecer un segundo más en silencio. Madre mía, Dimitri estaba en lo cierto, Nadia lo había traicionado.

— ¡No podía!

— ¿Por qué no, Nadia? Tú le pediste lo que sea que le hayas pedido, estaba acordado...

—Lo sé —musitó con los dientes apretados—. Pero si le decía a Six eso... —Sus ojos parpadearon rápidamente hacia mí, un fino velo de lágrimas humedecía su mirar. Mierda—. ¿Qué iba a pensar de mí? —No respondí—. Probablemente lo que estés pensando tú ahora.

—No estoy pensando nada.

— ¿No piensas que estoy loca? ¿Qué soy una depravada... por querer otras cosas?

—Todos tenemos diferentes gustos —le espeté, alzando las manos—. Y dado que Six es tu esposo, ¿no crees que merecería saberlo? —Ella no dijo nada—. Todo el tiempo te quejas de que tu relación no te hace sentir completa, incluso cuando estabas comprometida con él buscaste a Dimitri para distraerte. ¿Qué te dice eso?

Nadia aparcó el coche en el estacionamiento de la empresa, me había dado cuenta que el recorrido lo había hecho mucho más despacio de lo habitual, pero íbamos con tiempo.

—No quiero que me vea y... —Sacudió la cabeza—. Six es convencional, Daph, es un hombre centrado y muy amable —su voz titubeó—. Él jamás...

A ese punto tenía ganas de sacudirla por los hombros y preguntarle qué demonios le exigía a los hombres, al punto en que Six no pudiera entregárselo. ¿Sería una dominatriz o una sumisa? ¿Qué diablos?

—Pues creo que al menos le debes el ser honesta. —Ella me observó claramente sin deseos de usar esa vía, me encabrité. Yo podía ser una persona con muchos defectos, pero no arrastraba a nadie en mi mierda personal. Nunca—. Escucha, Nadia, mentir no te ha llevado a ningún lado. Estás en una relación que no te llena, le echaste una orden de restricción a un hombre que decidió seguirte en tus juegos y luego te acobardaste, esto llevó a que la fiesta de cumpleaños de mi prima se echara a perder y que posiblemente nuestra amistad no vuelva a ser la misma otra vez. ¿Qué otra cosa necesitas que pase para darte cuenta que debes ser honesta?

Ella parpadeó posiblemente tomada por sorpresa por mi arrebato. Pero es que... ¡por favor! Había un límite aceptable para la estupidez. Si Six no quería ser sumiso o amo o la mierda que ella deseaba, no era el fin del mundo. Debía haber varios locos como Dimitri sueltos, listos para tomar la llamada.

—Daph... —Alcé un dedo, indicándole que pensara muy bien sus palabras. Suspiró—. Joder, tienes razón.

Joder y yo no escuchaba muy seguido esas palabras. Era algo tan... único y celestial. Daphne Moderación Cánovas tenía razón. Era un buen comienzo para ella.

— ¿Y qué vas a hacer? —pregunté, al tiempo que me liberaba de mi cinturón de seguridad. Nadia largó otro teatral suspiro.

—Hablar con Six, disculparme con Dimitri, mandarle algún regalo a tu prima... —Me miró—. Esperar que no te enfades mucho conmigo y que no pienses que soy alguna clase de psicópata.

—Hasta el momento estoy entre dominatriz o sumisa, la verdad es que no sé muchas opciones más allá de eso. —Nadia sonrió, estirando una mano para presionar brevemente la mía.

—Trata de no aprender nada más al respecto —dijo riendo y yo la seguí. ¿En realidad importaba el tipo de cosas que le gustaba en la cama? Pues a mí no, no tenía planeado llevármela a la cama en ningún momento pronto. Gracias.

—Vamos antes de que las otras se preocupen.

Bajamos del carro y una vez que nos encaminamos hacia la entrada, Nadia me detuvo un instante.

— ¿Podrías...? —Enarqué una ceja, apremiándola a continuar. Ella hizo un mohín—. ¿Podríamos dejar esto como un secreto entre las dos?

Rodé los ojos.

—Por supuesto, Nad. —Le guiñé un ojo y ella sonrió evidentemente más tranquila.

Cuando bajamos del ascensor nadie podría decir que había habido algún tipo de altercado entre las dos, reíamos y bromeábamos como de costumbre. Y eso estaba bien, los tres mosqueteros y su endeble D'Artagnan volvían a estar en paz. Fue entonces cuando Larry —el tipo de seguridad— me abordó camino a mi cubículo.

—Oye, Daphne —me llamó el hombretón, mirando un segundo a Nadia con ojos de cordero. ¡Aja! Ahí ya tenía un sumiso por si Six le fallaba—. El psicólogo quiere verte, dijo que fueras en cuanto llegaras.

Fruncí el ceño y pude ver cómo mis chicas me observaban desde sus distintos puestos.

—Ok... —Pero eso fue todo lo que respondí, para luego ver a Larry alejarse por el pasillo.

¿Por qué Evan me había enviado a llamar a través de él? Es decir, no es como si no tuviese mi número telefónico. Además creía que mis visitas con el psicólogo se habían acabado luego de aquella primera sesión obligatoria; y si antes ya tenía problemas para concentrarme estando frente a él, ahora que sabía cómo se veía desnudo mi mente se mostraría completamente reacia a cualquier intento de psicoanálisis.

Nadia me tocó el brazo para sacarme de mi ensimismamiento, le lancé una sonrisa rápida y luego me encaminé hacia la oficina de Evan. Todo esto me daba mala espina, ¿para qué voy a mentirles? Pero en ese instante, decidí llamarme a la moderación una vez más. Pasara lo que pasara, yo no iba a dejar que me alterase, era el mantra de la nueva Daphne.

Dado que la puerta estaba entornada, decidí entrar sin ánimos de alargar lo inevitable. Él elevó la mirada casi al segundo en que hube puesto un pie dentro de la oficina y yo asentí a modo de saludo. Evan hizo un breve recorrido de mi talle con esos devastadores ojos grises que se cargaba y luego se puso de pie como el correcto caballero que era.

—Daphne.

— ¿Me mandaste a llamar? —Luego de la acalorada conversación con Nadia, la verdad es que no estaba para medias tintas. Quería llegar al meollo de la situación cuanto antes, pues había estado esperando su llamada por dos días y la verdad es que me molestaba que fuera así, de este modo tan impersonal.

—Sí, quería hablar contigo —me indicó con su mano que tomara asiento, pero me negué.

—Tengo que volver al trabajo pronto, así que dime.

Evan frunció el ceño levemente.

— ¿Pasa algo?

Vamos, amigo, ¿estás de broma? A veces simplemente no lo comprendía, parecía dos tipos distintos de persona. En un momento era cálido, atrevido y lujurioso; y en otro era esto. Un hombre que me observaba a dos metros de distancia, escudado detrás de su escritorio y me mandaba llamar por el tipo de seguridad.

Moderación.

—Nada.

—Daphne... —me interrumpió a media negación, usando ese tonito suave y conciliador de psicólogo—. Evidentemente te pasa algo...

—Nada que tenga que ver contigo, ¿bien? —Intenté sonar desenfadada, después de todo él no era mi maldito novio. No había motivo para que me hablara todos los días, yo no debía esperar un mensaje suyo o atenciones especiales, no éramos nada. ¿Por qué me costaba tanto recordar aquello? ¿Por qué simplemente no podía lanzarme a la experiencia y disfrutarla el tiempo que durase?—. Estoy teniendo unos malos días —dije, esperando que eso fuera suficiente para él.

— ¿Puedo ayudar?

Pues claro, hombre, sólo pides mi mano en matrimonio y me dejas presumirte ante todo el mundo. Nada muy complicado, ¿verdad?

Moderación.

—En realidad... —negué con suavidad—. Ya se me ocurrirá algo.

Evan permaneció un largo instante mirándome y tras quitarse los lentes para dejarlos en el escritorio, salió de atrás de su simbólica protección para acercarse a mí.

— ¿Qué pasa? —inquirió, jalando mi barbilla hacia arriba de ese endiablado modo que prácticamente podía patentar—. Dime.

—Nada, Evan. —Presionó los ojos como si no me creyera, le sonreí—. Solo no he descansado muy bien estos días y con el asunto de Erin... —Dejé la frase colgada, esperando que me permitiera escapar de allí mientras seguía en una pieza.

No le estaba mintiendo, no tenía un buen descanso desde la noche en que habíamos hablado por teléfono, pero ya no sabía a qué diablos adjudicar mi insomnio. Me sentía incapaz de afianzarme a algo en concreto, me sentía como un barquito a la deriva y no podía entender porqué. Él no dijo nada, sólo tiró de mí hacia sus brazos y me dejé llevar por el impulso, me dejé abrazar y cobijar por esa insignificante muestra de afecto.

—Quiero que vengas a mi casa esta noche.

Al oír aquello no pude más que alzar la cabeza en alerta. ¿Acaso había escuchado mal?

— ¿A tu... casa? —pregunté, vacilante. Siempre era mejor confirmar las cosas—. ¿Tu casa? —Varias veces de ser posible.

Evan sonrió, pasándose quizá inconscientemente la lengua por su labio superior. ¡Dios nos libre y nos guarde!

—El otro día al final de cuentas no pudimos tomar el postre. —Sentí como una de sus manos se deslizaba casualmente por mi cintura y puse todo de mí para mostrarme enfocada en lo que decía—. Pensé que quizás te apetecería una cena en casa.

Modera...

—Hm... —Él enganchó uno de sus dedos por uno de los pasadores de mi cinturón y sentí como mis jeans cedían un poco, dejando parte de mi espalda al descubierto—. Creo que... —Su indicé rozó mi piel en un perezoso círculo y mi boca titubeó.

— ¿Crees? —me apremió, arrastrando lentamente su mano por debajo de mi blusa, haciendo todo su camino hasta la frontera que marcaba mi sostén.

Oh, por favor, ¿qué esperaba de mí? Apenas si podía mantenerme en pie, cómo esperaba que respondiera preguntas.

—Oh... —susurré, al tiempo que su mano viajaba hacia la parte frontal de mi cuerpo, delineando la copa de mi sujetador—. Evan...

— ¿Vendrás? —inquirió, inclinándose para respirar pesadamente muy cerca de mi oído. Su mano finalmente se cerró sobre mi seno cubierto en algodón y no pude ni quise evitar frotarme descaradamente contra su palma. La moderación se me deslizó por las piernas junto con mis bragas. Evan colocó un beso debajo de mi oreja, para luego dejar otro en la línea de mi mandíbula y otro casi pegado a mis labios—. ¿Daph?

—Sííí... —gemí, cuando él apretó mi pecho con más fuerza. La necesidad se hizo líquido entre mis piernas, Evan rió con un jadeo irregular.

— ¿Si vendrás?

Parpadeé, obligándome a enfrentar sus ojos. Quería comerlo, justo allí en su escritorio, contra la pared y la puerta. ¿Moderación? ¡Ja! Había volado del edificio en el mismo segundo en que ese hombre puso una mano sobre mí.

—Voy.

—Bien. —Y colocando un duro beso en mis labios para sellar el trato, me soltó de sopetón.

Al menos me tomó un par de largos segundos darme cuenta que él estaba una vez más casi al otro lado de la habitación, mirándome detrás de sus serias gafas. ¿Qué mierda?

— ¡¿Bromeas?! —chillé, todavía demasiado encendida como para formar una frase coherente.

—Tienes que ir al trabajo —respondió sin más, rodeando el escritorio para tomar asiento como si nada—. Hasta esta noche.

—Oh, Evan, realmente no me quieres conocer enfadada —le espeté, apuntándolo amenazadoramente con mi índice. Estaba tan cerca de ir hasta allí y violarlo que no supe cómo contuve el impulso primario de exigir mi orgasmo. Él se bajó las gafas un segundo para estudiarme, atentamente.

—En realidad sí te quiero enfadada —sonrió de medio lado, yo presioné los muslos inconscientemente ante su tono de voz—. Realmente me pones mucho cuando te enfadas.

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Neil: ¿Solemos hacer dedicatorias a personas que no nos conocen? 

Lucas: Creo que sí, nunca confirmamos si las dedicatorias van a personas que leyeron todas las historias nuestras. 

Didi: Tal vez deberíamos comenzar a confirmar, para fomentar las demás lecturas.

Neil: ¡Claro que no! Si nos visitan que sea por la mera tentación de querer conocernos mejor y corromperse mejor. Porque sepan, nenas, yo quiero corrompe... conocerlas a todas mejor. Cada parte de ustedes, hasta la más pequeña...

Jace: Ya entendimos, no te pongas pervertido. 

Neil: Perdón, sólo quería asegurarme de tentar lo bastante a la hermosa mujer que se llevará esta dedicatoria. Eleonor, Lulú, Ele, como quieras que te llame... tu puedes llamarme Neil, tu sueño hecho realidad <3

Lucas: Deja de soñar, hombre. O hablaré con mi hermana de esto. 

Neil: Aguafiestas. Ya no dejan ser a uno. Anda, Evan, te toca. Y a pedido de esta lectora, sácate la camisa. 

Evan: De todas formas ella no lo vería.

Neil: Sólo hazlo, hombre. No te cuesta nada complacerla. 

Evan: Pues bien... *se la saca*

Didi: No sé qué tanta emoción hay en verte sin camisa, Evan. Yo tengo mejor forma que tú, ¿quieres ver Lulú? *también se la saca*

Neil: Bueno, si empezamos así... *se saca la camisa* yo tengo tatuajes ;)

Didi: ¡Oye, yo también! Ese me gusta. 

Neil: Gracias, me lo diseñó Kei.

Lucas: Keila para ti. O mejor, señora Hassan para ti ¬¬

Dimo: Ya cúbranse de una vez que no es una jodida playa nudista.

Evan: Está bien mientras Dimo me obliga a vestirme, querida Lulú espero que hayas tenido un gran cumpleaños. Es un honor poder saludarte en tu día y contar contigo del otro lado, apoyando esta historia. Incluso si no conoces a ningunos de los otros, créeme, ya conoces al más mejor.

Didi: Wouuu Evan metiendo cizaña, me gusta esto. 

Neil: Bah... hasta que no me conozca, seguirá sin saber lo que es sexy en este mundo.

Evan: Una vez más, felicidades _EleanorRigby Un beso.

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