Evan
Puff, años... lo sé. En mi defensa solo diré que estoy trabajando mucho en otros asuntos, ya los chicos le comentan mejor abajo ;)
Evan
Solo alcancé a ponerme mis pantalones de pijamas y aplastar mi cabello con un poco de agua, cuando el golpeteo de mi visita se hizo oír en la puerta. Daphne me observó desde la sala, expectante, su rostro de desconcierto era un jodido poema y eso logró dibujarme una sonrisa; algo que fue, básicamente, lo primero que notó Noel cuando le abrí.
—¡Cuánta felicidad! —exclamó, echándome los brazos al cuello para atraparme en un ajustado abrazo y luego plantarme un sonoro beso en la mejilla. Noel era efusiva por naturaleza, uno termina acostumbrándose a ello—. ¿Aún estabas en la cama? —inquirió, al tiempo que me liberaba y miraba casi de forma rutinaria mi apartamento.
Supe el segundo exacto en que sus ojos registraron a Daphne unos metros más atrás, aguardando para hacer su entrada en escena. Noel no era buena ocultando sus emociones, por lo que pude leer por completo cada pensamiento que pasó por su mente en el lapso de ese intercambio de miradas: duda, confusión, esperanza, alegría, boda, niños. Exactamente en ese orden.
—Noel déjame presentarte a Daphne —murmuré, tomándola del codo para ayudarla a salir de su pequeño estupor.
Mi hermana parpadeó, me miró un breve instante por el rabillo del ojo y luego avanzó decidida hacia su presa.
—¡Daphne! —gritó con júbilo, atrapándola antes de que ella pudiese reaccionar. Tenía que darle crédito a mi dulce ninfa que resistió el abrazo con estoicismo e incluso se lo devolvió con algo de torpeza—. Soy Noel, por cierto.
—Sí, mucho gusto —susurró ella, tomándose un momento para observar mejor a mi hermana. Noel era, Dios mediante e indulgente, algo complejo de paladear la primera vez que se la veía. Me gustaba pensar en ella como una persona que irradiaba un brillo personal, ella siempre estaba llena de colores y vida. Algo que todavía no entendía cómo lograba hacer, si soy sincero.
—No sabía que tenías invitados —me acusó, volviéndose hacia mí—. No te habría molestado de saberlo.
—No es molestia —respondí con honestidad. En ese momento el móvil de Daphne comenzó a timbrar y ambos la miramos como acto reflejo.
—Oh, disculpen —murmuró ella, pareciendo apenada—. Debe ser mi trabajo... —explicó, mientras comenzaba a retroceder hacia el área de la cocina—. Seguro para avisarme que ya ni me moleste en ir.
Noel rió al escucharla y ambas se regalaron una breve sonrisa de complicidad, antes de que Daphne se perdiera por completo de nuestras vistas. Entonces mi hermana apuntó todos sus cañones hacia mí.
—Así que Daphne... —Me encogí de hombros, sin ánimos de darle más alas a su romántica cabecilla, no que ella necesitara del impulso—. Daphne —volvió a repetir, al tiempo que se sacaba la chaqueta y la doblaba con calma sobre el brazo del sofá. Eso no auguraba una visita corta—. ¿Por qué me suena ese nombre?
—No tengo idea —mentí. Ella sonrió, burlona.
—¿No mencionó Ángela que fuiste a visitarla acompañado de una chica?
—No sabría decirte lo que te menciona o no Ángela —respondí con aplomo, otra vez mintiendo. Claramente sabía que Ángela le hablaría a Noel sobre mi visita a la librería con Daphne, a esta altura del partido probablemente hasta la madre de Dimitri ya lo sabía. Ángela había conseguido hacerse amiga de Natasha, incluso cuando Dimitri y yo jamás colaboramos para fomentar dicha amistad—. Me alegro que estés aquí...
—Evan —me cortó, sin dejar de mirarme de un modo peculiar.
—Noel —contraataqué, devolviéndole el escrutinio. Ella presionó sus ojos castaños en un gesto de profundo análisis y luego chasqueó la lengua, molesta.
—¡No hagas eso!
Parpadeé, fingiéndome confuso.
—¿Qué cosa?
—No te pongas en psicólogo conmigo —apuntó con irritación, bordeando el sofá para tomar asiento. Sentí la tentación de preguntarle qué era ponerse en psicólogo para ella, pero al final de cuentas me lo guardé. Noel era una persona cuya paciencia tenía las dimensiones de una moneda, no se podía bromear mucho con ella sin despertar a su ogro interno. Así que suspiré y la seguí hasta la pequeña sala, para ocupar el único sillón que había hecho caber allí en un intento de armonizar mi Chi como me había indicado Vladimir. La triste realidad era que el sillón estaba en un ángulo extraño y no brindaba ningún tipo de armonía visual al ambiente, pero quién soy yo para discutir su mítica función—. Háblame, hermano. De persona normal a personal normal, ¿es ella?
En esa ocasión mi confusión no fue actuada.
—¿Es ella qué?
Noel sonrió, tomándose de las rodillas como si estuviese lista para impulsarse a saltar por la sala.
—Tu media naranja, tu otra mitad, el ying de tu yang. —Por un segundo tuve la imperiosa necesidad de replantearme mi elección de amistades y de familia, para el caso—. ¿Cómo quieres que lo ponga, Ev? —hizo una pausa para cargar sus pulmones—. ¿Es ella?
—Es un asunto reciente —dije, sin ánimos de entrar en detalles al respecto. Sobre todo porque Daphne estaba solo a una habitación de distancia y escuchar las románticas ideas de Noel, no ayudarían mucho a la causa.
Verán, mi hermana siempre se ha visto a sí misma como alguien destinado a vivir un gran romance. No importaba si lo vivía ella en sus carnes, solo necesitaba presenciarlo en alguien y su propósito en la vida estaría completo. Noel no solo creía que había un alguien especial para cada persona, ella estaba completamente convencida de que el destino lograba abrirse un camino hacia el corazón de cada individuo. Y no podía tachar de locura esa creencia suya, yo sabía demasiado bien porque Noel había decidido escapar hacia ese lugar casi fantástico donde las cosas siempre salían bien para los buenos de corazón. El problema es que su salida seguía siendo eso, solo un escape que a mí nunca me había funcionado.
—Pero es un asunto importante, de lo contario no me la estarías presentando —aseveró con una sonrisa de suficiencia.
No lo negué. No sabía bien por dónde tomar este asunto, pero negar su existencia me parecía una tontería.
—Pensé que pasarías las fiestas con la familia de Gideon —dije en un intento de cambiar la dirección de la conversación. Gideon era un tío francés con el que llevaba saliendo unos cuantos meses ya y a Noel siempre se le iluminaban los ojos cuando se lo nombraba—. ¿Qué pasó?
Pero en esa ocasión no hubo brillo ni mucho menos, y al instante me sentí como un idiota por traerlo a colación. Ella apenas mostró una leve tensión en su cuerpo y sacudió una mano como no queriendo tocar el tema, pero al final su boca la traicionó.
—Ce con, quʹil aille se faire foutre! —Intenté no reaccionar ante el insulto, pero me fue imposible no sonreír. Aunque mi sonrisa se diluyó al segundo que comprendí lo que aquello significaba para Noel—. Cayó en la cuenta de que nuestra relación todavía no estaba "allí", sea lo que sea que eso signifique. —Suspiró, y yo me estiré para tomar su mano en un intento de calmarla—. Es lo mismo de siempre, Ev. Tarde o temprano todos llegan a ese punto donde se dan cuenta que no podemos llegar "allí", porque mi "allí" nunca será igual que el "allí" que otras mujeres pueden darles. Y entonces yo me quedó "aquí" y todos siguen hacia "allí", sin mí.
—Noel...
—¡No! —me acalló, con una contundente negación—. Ya sé lo que me vas a decir y sí, en parte tienes razón. Pero no me importa, porque Gideon no era mi "allí"... eso no significa que no pueda llegar "allí" ¿verdad? Tengo otros modos de entrar en ese idílico "allí", solo debo encontrar a esa otra persona que no tenga miedo de probarlos conmigo y que me acompañe desde "aquí" hacia "allí". ¿Me vas siguiendo?
—Con tantos "allí" y "aquí" me cuesta un poco —sonreí—. Sobre todo porque no dejas de hablar en francés.
—Oh, excusez-moi. —No tenía especial problema con el francés pero hacía mucho tiempo que no lo hablaba, aunque escuchar a Noel siempre resultaba en una mezcla de croata, francés y español que no me permitía perder el ritmo—. La costumbre... —Se encogió de hombros, al tiempo que me daba una enérgica palmada—. Pero no vamos a hablar de eso, hay cosas más importantes.
—¿Las hay? —inquirí, incapaz de no contagiarme un poco de su entusiasmo. A esto me refiero cuando digo que es un ser lleno de luz, Noel sabía muy bien lo que era sentirse miserable pero no dejaba que un cielo gris le opacara la vida. Ella siempre lograba ver el lado bueno de las cosas y no había necesitado ningún tipo de licenciatura para ello, simplemente estaba en ella.
—Esto es lo que haremos. —Se puso de pie, sin dejar de dar indicaciones—. Voy a preparar un poco de café, tú irás a la panadería de abajo a traer algunos bocadillos porque... —me observó por sobre el hombro—. Puedo poner mi vida como garante, al asegurar que tus despensas están vacías.
—No voy a discutirte eso —respondí, sonriendo.
—Entonces tomaremos un rico desayuno los tres. —En ese momento Daphne asomó su cabeza desde la cocina, echándome una interrogante mirada al oír la última parte de los planes de Noel—. Bueno, Evan, ponte en acción —me apremió con impaciencia.
Alcé las manos en paz y comencé a retroceder hacia la habitación.
—¿Puedo ponerme una camiseta o salgo fuera de este modo?
Noel rodó los ojos.
—Por Dios, lo que menos necesitamos es que le causes una apoplejía a la encargada del edificio. —Miró a Daphne un instante, antes de agregar—: Es una mujer de ochenta y nueve años, vete a saber cuándo fue la última vez que vio a un hombre encuerado.
—Al menos le dará una buena despedida de este mundo —comentó Daphne y por un instante se hizo un profundo silencio, antes de que mi hermana rompiera en una carcajada.
Fue mi turno de poner los ojos en blanco y continué mi camino hacia el cuarto dejándolas tranquilas para que comentaran el posible deceso de mi encargada. Al entrar no pude evitar repasar mi reflejo en el espejo con ojo crítico, tratando de imaginarme lo que pasaba por la mente de los demás al verme. Pero al segundo sacudí la cabeza y rechacé la ridícula idea, optando por ponerme en acción de una buena vez.
Estaba terminando de pasar mi cabeza por el hueco de la camiseta, cuando más que notar, presentí la presencia de alguien más en el cuarto. Me volteé, encontrando a Daphne mirándome atentamente desde la puerta.
—¿Pasa algo? —inquirí. Ella sacudió la cabeza, esbozando una sonrisa que se me hizo demasiado fácil de comprender—. De acuerdo —dije, dando unos pasos hasta situarme frente a ella—. ¿Te parece si tratamos ese tema más tarde?
—¿Cuándo?
—¿En la noche? —ofrecí solícito, al tiempo que acortaba aún más nuestras distancias. Ella tomó una profunda respiración, elevando sus ojos hacia los míos en un gesto cargado de coquetería.
—¿Aquí? —Posó su mano sobre la cinturilla de mis pantalones, sonriendo como la pequeña diablilla que era—. ¿O aquí? —Su mano descendió unos milímetros más abajo, pero para mi desgracia no lo suficientemente abajo.
Intenté, juro que intenté comportarme como un caballero que era consciente de su entorno y que sabía que debía esperar porque su hermana estaba a una puerta de distancia, pero al demonio. Mascullé un regaño entre dientes y la tomé por la muñeca, llevando su mano a donde ambos sabíamos que debía de estar desde un principio. Daphne rió ante mi respuesta, pero no le di un segundo para reaccionar y sellé su boca con la mía de forma demandante, dejándole bien en claro lo que pasaba cuando quería jugar este juego conmigo. Ella jadeó dándome completa entrada a su dulce boca, al tiempo que introducía su mano en mis pantalones y se dejaba llevar por la invitación. Capturé su labio inferior entre mis dientes hasta robarle un gemido bajo y entonces tuve que hacer acopio de todo mi autocontrol para tomarla de la muñeca y detener lo que sin duda sería otra ronda de caricias que nos arrastraría a la cama. La besé con fuerza, intentando depositar toda mi propia frustración en ese beso y luego di un paso hacia atrás.
Sus ojos me enfrentaron con un gesto de tristeza tan elocuente que estuvo a un estímulo de echar por tierra mis buenas intenciones.
—No me mires así, dulzura, no seré capaz de dar un paso fuera de la casa si seguimos por este camino. —Presioné su carnoso y húmedo labio entre mi pulgar e índice, logrando que se riera. Y volví a besarla, básicamente porque ella siempre parecía invitarme a devorarle la boca.
—Entonces no te vayas.
Hice una ligera mueca, mientras Daphne jugueteaba de forma ausente con mi mano.
—Si no bajo a comprar Noel simplemente inventará alguna otra excusa para deshacerse de mí. —Ella enarcó ambas cejas, al parecer sin lograr hacer la conexión entre una cosa y la otra. Sonreí—. Creo que ella quiere tener unos minutos contigo.
—¿Conmigo? —Una pequeña nota de alarma adornó su timbre.
—No temas... —Acaricié el interior de su muñeca con mi pulgar—. Supongo que solo quiere jugar su rol de hermana.
Daphne dio una lenta cabezada a modo de afirmación, así que elevé nuestras manos enlazadas y deposité un beso en sus nudillos antes de soltarla e ir en busca de mis tenis para correr. No que tuviera pensado hacer un maratón hasta la panadería, pero Daphne parecía intranquila y no iba a dejarla lidiar con Noel por sí sola si no lo deseaba en realidad.
—Nunca traté con hermanas —musitó desde el otro lado de la habitación, al parecer más para sí misma que para mí. Me encogí de hombros sin molestarla en su divague—. El gusano era hijo único.
Enarqué una ceja, al tiempo que terminaba de amarrar mis agujetas y le enviaba una mirada curiosa.
—¿Quién?
Ella parpadeó, observándome nuevamente.
—Oh, nadie en especial —susurró, desestimando el asunto con un movimiento de su mano. No respondí, pero fue evidente para mí que allí no estaba siendo del todo honesta—. ¿Qué crees que quiere decirme?
—No sé. —Me acerqué una vez más hacia ella, tratando de medir su nivel de ansiedad por el asunto—. Supongo que solo desea conocerte mejor, ¿eso está bien para ti?
Ella asintió.
—Claro. —Esbozó una sonrisa poco creíble—. Es que... —Se pasó una mano por el cabello, paseando su mirada por todas partes que no fueran mis ojos y luego tomó una profunda bocanada de oxígeno. Sonreí. No podía decir que conociera a Daphne a la perfección, claro, pero podía apostar que después de todo eso vendría alguna de sus espontáneas revelaciones. Ella no era la clase de persona que se callara las cosas, era tan directa y honesta que resultaba desconcertante. Acostumbraba a tratar con gente a la que debía sacarle información a cuenta gotas, pero con Daphne nunca era así, ella era un libro abierto, ella era charlatana y tan sutil como un terremoto. Ella sería una terrible jugadora de póquer, sus emociones se dibujaban en su rostro y solo fue cuestión de tratar con ella unas pocas veces para aprender a distinguir esos gestos—. ¿Y si no le caigo bien? No me quiero arriesgar a no caerle bien, ¿qué tal si me pongo a hablar como un loro? ¿O le digo algo sobre lo bueno que eres en la cama? Sabes que no sé cuándo callarme... —Oh, sí, lo sabía bastante bien—. ¿Y si se me escapa uno de los refranes de papá? Cuando me pongo nerviosa se me salen...
—Daphne...
—Digo muchas estupideces. —Se dio un pequeño golpe en la frente, pasando completamente de mí—. No entiendo cómo pararlo, ¿sabes? Y...
—Daphne...
—Una vez que empiezo es como que le sigo y le sigo y le sigo. Me falta el chip del silencio, siempre digo que cuando me hicieron se olvidaron de instalarme cosas fundamentales...
—¡Daphne! —Ella se detuvo al instante, mirándome con sus enormes ojos apenados y sorprendidos. Suspiré, procurando bajar mi tono y relajarme. No me gustaba alzar la voz, pero era el único modo de callarla sin recurrir a fuerzas mayores; como mi boca sobre la suya, ¿entienden?—. Daph...
—Lo siento. —La tomé del rostro, obligándola a enfrentarme y ella lo hizo a regañadientes—. No te enfades.
—No me enfado —le dije tirando un tanto más de ella hasta que nuestras bocas se tocaron en un ligero roce—. Y si no quieres estar a solas con Noel, no importa. Puedes acompañarme a comprar.
—¿Y eso no le molestaría a ella?
Me encogí de hombros, pues en realidad fastidiar un poco los planes de mi hermana no me molestaba en lo más mínimo.
—Lo superará.
Daphne pareció pensárselo por unos largos segundos y tras mirarme con sus ojos castaños llenos de determinación, cuadró los hombros y alzó la barbilla, resulta.
—No —me espetó, plantándome un desprevenido beso—. Puedo con ello.
No tenía idea por cuáles caminos habían ido sus pensamientos en esos segundos para llegar a esa resolución, pero no intenté averiguarlo. Aun siendo psicólogo me cuidaba de intentar comprender la intricada y cambiante mente femenina.
—De acuerdo —acepté, yendo por mi chaqueta y bufanda. La mañana había comenzado particularmente fría, lo cual significaba que tendríamos un clima del infierno de Dante para las navidades—. ¿Quieres que te traiga algo de la panadería? —Ella me estudió en un silencioso escrutinio mientras me terminaba de vestir, así que la miré una vez que hube guardado mi billetera y fui por un segundo intento—. ¿Daph?
—Solo estaba pensando —musitó, acercándose a mí para arreglarme la bufanda en un acto completamente natural y espontáneo que me tomó desprevenido—. Un napoleón.
Parpadeé, ella bajó las manos lejos de mi cuello y por un largo segundo no tuve idea de cómo había entrado Bonaparte en esta conversación. Daphne frunció el ceño en un gesto más bien divertido y las piezas conectaron finalmente en mi cabeza con una lentitud escalofriante.
—Un napoleón —repetí, dando un leve paso hacia atrás. Ella asintió, perdiendo cualquier rastro de diversión.
—¿Todo bien? —preguntó, evidentemente notando que algo no estaba del todo bien en mí. Pero, ¿qué podía responderle? ¿Solo me asusta que todo parezca tan natural entre nosotros? O quizás un: lo siento por hacerte las cosas tan difíciles. ¿Qué le decía para no sonar como un cabrón insensible? Sus sentimientos debían de estar por encima de cualquier deseo mío, y aun así...
—Sí —respondí de forma automática—. Te traeré tu napoleón.
Daphne me observó por un largo instante en silencio y al ver que no agregaba más, me ofreció una pequeña sonrisa que no llegó a sus ojos. Luego salió de la habitación para ir a su encuentro con Noel, dejándome allí con una sensación de malestar asentada en mi estómago. Y lo peor de todo era que no tenía idea de cómo iba a manejar esa situación, ella seguía metiéndose más y más bajo mi piel, y no encontraba en mí ninguna fuerza para resistir el inminente avance.
***
Noel colocó mi segunda taza de café ante mis manos, la cual debía servirme de impulso para el resto de mi mañana de mierda. Era extraño porque el día había comenzado bastante prometedor con Daphne durmiendo tranquila a mi lado, pero de algún modo todo había ido en declive desde el momento en que me comporté como un idiota y volví a distanciarla. Luego de eso los tres compartimos un desayuno poco transcendental, donde mi hermana se encargó de llenar los vacíos y una Daphne inusitadamente silenciosa asentía y sonreía en los momentos necesarios. En cuanto pasó el tiempo estipulado para cualquier desayuno, los dos nos agarramos de la excusa del trabajo para terminar aquello cuanto antes. Ella se marchó cabizbaja y yo me quedé allí, enfrentando la mirada acusatoria de Noel.
Bufé.
—¿Qué? —le espeté, incapaz de andarme con sutilezas a esas alturas. Me las había ingeniado para borrarle la sonrisa a una chica siempre alegre y exuberante, y ni siquiera había tenido que abrir la boca en el proceso. Era un imbécil de cuidado.
—¿Vas a decirme ya qué pasó entre ustedes?
—Nada. —Le di un sorbo a mi café, aceptando la quemazón que bajó por mi garganta como un castigo necesario.
—Ella me agrada —anunció, como si estuviera dándome su permiso real.
Enarqué una ceja.
—Ella es agradable.
—Odio cuando te cierras así, Ev. No hay quién pueda tratarte cuando estás de malhumor.
No estaba de malhumor, maldita sea.
—Lamento si consideras mi deseo de privacidad como una actitud malhumorada, no me había percatado de ello.
—Ahora solo estás siendo un listillo —me cortó, frunciendo el ceño con disgusto. Sonreí burlón.
—Y tú una entrometida.
—Y tú solo acabas de volver a la adolescencia con ese comentario.
—Y tú nunca saliste de ella.
Noel soltó un gruñido, dándole una irritada palmada a la isla que me robó una carcajada. Fastidiar a mi hermana nunca pasaba de moda, era lo único en lo que siempre la había aventajado.
—No me cambies de tema, Evan —masculló, atravesándome con su mirada de cotilla—. Dime qué está mal con ella.
—Nada está mal con ella, Noel. —¿Es que aún no lo veía? Nunca eran "ellas" las que tenían algo mal, el que tenía algo mal era yo.
—¿Y por qué...? —No terminó la pregunta, pero no fue necesario para comprender a dónde quería llegar.
—Prefiero no hablar de eso —dije en un intento por zanjar la discusión, pero eso era como un lindo y poco posible pensamiento tratándose de Noel.
—¿Es por Eleanor?
Me atraganté con mi propio café al escuchar ese nombre y no pude más que mirar a mi hermana con horror.
—Noel, Eleanor y yo terminamos hace tres años. —Y siendo justos ni siquiera habíamos terminado en buenos términos, Eleanor era un ejemplo bastante claro de lo que pasaba cuando Evan intentaba amoldarse a las sugerencias de los demás.
Para todo el mundo nosotros hacíamos una bellísima pareja, éramos tan similares, nos gustaban las mismas cosas, teníamos metas realistas y sin duda haríamos hermosísimos bebés. A nadie le cabían dudas al respecto. A nadie excepto a mí.
—Daphne no se le parece en nada. —Asentí dándole la razón en ese punto, Daphne era un universo aparte. Cada vez estaba más convencido que era una especie de ninfa que había escapado de su mitológico cuento para atormentarme y echar a perder toda la paz de mi mundo—. Realmente me gustaría que te dieras una oportunidad con ella.
—¿A qué viene eso? —pregunté, mirándola seriamente. Noel se encogió de hombros.
—A que te conozco, a que sé el verdadero motivo porque el que terminaste con Eleanor y a que sé que dentro de esa cabeza dura que tienes sobre los hombros, también estás buscando un motivo para no encariñarte con Daphne. —Hizo una pausa, al tiempo que tomaba mi taza de café ya vacía y la alineaba con la de ella—. Tienes miedo de que te guste en realidad, ¿no?
Rodé los ojos.
—Deja de romantizar mi vida, Noel. No todo en el mundo es maldito cuento de hadas. —Le arrebaté las tazas y me puse de pie para colocarlas en el lavavajillas, ella soltó un bufido molesta.
—No intento romantizar nada, idiota —replicó, también incorporándose de su asiento—. Discúlpame si no puedo andar por ahí pensando que le debo pedir perdón al mundo por estar con vida.
Me giré abruptamente, dándole una mirada acalladora.
—Déjalo ya —le espeté, sin ningún rastro de amabilidad en mi tono—. Tú no tienes idea...
—¡Oh por favor, Evan! —me interrumpió, alzando las manos en un gesto exasperado—. ¿Qué no tengo idea? ¿En serio? Soy quizá la única persona en este maldito lugar que puede entender por lo que pasas cada vez que conoces a alguien nuevo. ¿Crees que no me hago las mismas preguntas que tú? ¿Crees que no me atemoriza cerrar los ojos y verme una vez más sola? Despierta, Evan. Eres un maldito terapeuta de duelos, entonces lidia con tu duelo y deja de excusarte.
—Nuestras situaciones son completamente diferentes...
Ella se acercó hasta mí, clavando su índice en mi pecho.
—Mi familia también murió, Evan. Les mataron a todos frente a mis ojos, mientras me decían cómo iba a servir a los "valientes" soldados que estaban luchando por nuestra libertad. —Sus ojos se cubrieron de un tenue velo de lágrimas—. Cómo iba a servirles una y otra vez hasta que se cansaran de mí. —Sacudió la cabeza, esbozando una triste sonrisa—. Quizá vivimos en distintas partes del infierno, Evan, pero los dos estuvimos allí. Así que no me digas que las situaciones son diferentes, o que no te entiendo. Te entiendo, no hay un maldito día de mi vida en que no tema volver a despertar allí.
—Noel... —Ella cruzó sus manos alrededor de mi cintura para arrastrarme a un breve abrazo que no vi capaz de rechazar—. Lo siento.
—No pasa nada, bobo. —En esa ocasión su sonrisa cobró más fuerza—. Solo prométeme que intentarás recordarte que mereces más de lo que te estás permitiendo, ¿sí?
—Lo prometo.
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Didi: Evan, cada vez siento más que debes presentarnos a mí y a Noel. Creo que podríamos ser buenos... amigos.
Dimo: ¿Qué sabes tú de amistad con mujeres, Vladimir?
Didi: Tú cierra la boca, esto es entre mi amigo Evan y yo.
Evan: ....
Neil: Paren los dos, tenemos muchos anuncios que hacer.
Dimo: ¿Dijiste algo? Lo siento, ya no estoy en posición de hablar con personajes de historias que no tengan contrato para publicación.
Neil: Qué te jodan, no hay quien pueda contigo.
Lucas a Dimo: He escuchado algo como un zumbido quejumbroso, pero no... debe ser mi imaginación.
Didi: Ustedes son de lo peor.
Will: Caballeros, no creo que el trato hacia el resto de nuestros compañeros deba cambiar. Somos un equipo ante todo.
Dimo: Aja, aja, pero solo nosotros estaremos en librerías. Evidentemente ya no somos del montón.
Neil: ¿Podemos dejar esto de una vez y concentrarnos en la dedicatoria?
Lucas: Vuelvo a oír ese zumbido quejumbroso, ¿lo escuchan ustedes compañeros de editorial?
Neil: Al demonio ustedes y su maldita publicación, yo sigo siendo el más sexy. ¡Ninfa!
Daph: ¿Si?
Neil: Este tipo quiere que le mandes un saludo por su cumpleaños, adelante y hazlo corto antes de que estos idiotas sigan hablando de su publicación.
Daph: Hecho. Muy bien querido nuestro fiel seguidor de twitter, espero que hayas tenido un gran cumpleaños. Muchas gracias por pedir que una de nosotras se hiciera cargo de esta dedicatoria, hay demasiada testosterona por estos lados y se olvidan que sin nosotras, ellos no serían nada. Un beso grande, grande.
Jace: Muchas felicidades para el joven que cumple años y también felicitaciones a mis compañeros de historias, Dimo, Lucas y Will, realmente se merecían esto.
Neil: Ándale, Jace, simplemente inflales más el ego.
Lucas a Dimo: ¿A Jace podemos hablarle él fue publicado por una editorial online?
Dimo: Hmmm... sí, creo que eso cuenta.
Lucas: Gracias, Jace. Para el resto no dejen de seguirnos en Instagram (tammytfboys) para estar pendientes de todas las buenas nuevas. O también pueden seguir a Tammy en twitter (Tammy_TF88) Hasta la próxima!!
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