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Evan

¡Hola! Saludos desde un nuevo año. No voy a decir nada importante, en realidad les dejo este pequeño nuevo apartado rápido, antes de que wattpad se chingue xD Tengan un lindo día, vamos a meternos un rato en la cabeza de Evan, pero sólo un poquito :P

Pd: Muchas gracias a todos por los saludos navideños y añonueveños? Yo también les deseo lo mejor para este 2018 :D

Evan

—Tengo que hablar contigo —anuncié ni bien crucé el umbral.

—Buenos días a ti también, Evan. ¿Cómo estuvo tu fin de semana? El mío no tan bien, tuve que llevar a Napoleón al veterinario de urgencia, al parecer Gus todavía no entiende que las monedas no forman parte de la dieta de un perro.

Me detuve a medio camino de sacarme la chaqueta para observarla con curiosidad.

— ¿Gus le dio otra vez una moneda a Napoleón?

Ella asintió, encogiéndose de hombros con resignación.

—Al menos esta vez no decidió tomar una para él.

Sonreí sin saber qué responder a eso. El hijo de cuatro años de Jimena tenía una especie de fijación con las monedas, si no se las comía él se las daba al perro e incluso en una ocasión metió una dentro de la boca de su padre mientras dormía. No se atragantó de milagro. Sin duda Gus llevaba lo de ahorrar a un nivel completamente nuevo.

—Espero que Napoleón esté bien.

—Claro, él está sin problemas pero ahora yo debo revisar sus heces hasta que la moneda salga. ¿Te lo puedes creer? Puede pasar una semana hasta que decida evacuar la condenada moneda.

Frente a eso no pude evitar reír, sólo Jimena tenía este tipo de situaciones en su casa.

—Deberías regalarle una alcancía a Gus, al menos dejaría de buscar otros sitios donde esconder sus monedas.

Puso los ojos en blanco, al tiempo que yo me tiraba en el sofá que enfrentaba a su escritorio y buscaba inútilmente una posición cómoda. A Jime no le gustaban los divanes, ella tenía una reposera y un sofá demasiado corto en su consulta; cada vez que la visitaba tenía que hacer las mil y un maniobras para lograr encajar mi metro ochenta y cinco en su sofá de liliputiense. Ella era una excelente profesional, gran persona, amiga y segunda —o mejor valdría decir tercera— madre que podría haber pedido, pero su gusto en mobiliarios era del asco. No importaba cuántas veces le hube señalado la poco practicidad de su sofá, a ella le daba lo mismo y desde su lugar como mentora me respondía que yo estaba allí para aprender de ella, no aconsejarle.

— ¿Me traes algo de Dimitri? —inquirió, bajándose las gafas para revisar algunos papeles que tenía sobre el escritorio. A ella ni siquiera le hacían falta las gafas, pero decía que producían en el interlocutor una sensación de seguridad y confianza hacia el profesional. Algo que había comprobado por mí mismo, a decir verdad; las personas en general respondía de forma diferente al verme con o sin gafas, lo que resultaba en parte ridículo porque seguía siendo el mismo hombre por amor de Dios—. Lo último que me mostraste fue muy interesante, el modo en que ese chico avanza me parece fascinante.

—Han pasado algunas cosas, pero no tuve tiempo de escribir nada —admití, colocando mis manos detrás de mi cabeza para estar más cómodo. Hablaría con Dimitri más tarde y esperaba que pudiéramos ampliar el tema del bebé en camino, pero de momento eso quedaría entre los dos. Evidentemente tenía permiso de Dimitri para compartir información de nuestras sesiones con Jimena, pero había cosas que prefería mantener a resguardo hasta que pudiera charlarlo bien con él. El de Dimitri era un caso particular y me tomaba con calma cualquier avance o retroceso que pudiese acontecer.

— ¿Entonces de qué quieres hablar?

Giré el rostro lo suficiente como para verla con los codos apoyados sobre el escritorio, dándome toda su atención.

—Necesito que hables con alguien —dije al cabo de un instante de silencio.

— ¿Un paciente se te complicó? —De por sí entrar en los detalles con Jimena era una complicación, pero no tenía sentido evadir la realidad.

—No es... —hice una pausa, clavando la vista en el techo blanco de la oficina—. No ha llegado a ser paciente mío.

—Mm... —Eso en el idioma de Jimena era el equivalente a "continúa".

—Es más bien... —Gesticulé con una mano sin siquiera poder determinar para mí lo que ella era. Era una complejidad, eso era... y más adelante se tornaría un problema, podía presentirlo.

— ¿Una amiga? —ofreció Jime. Y a pesar de que no la estaba mirando, pude ver claramente la sonrisa boba en sus labios. ¿Ven por qué es como otra madre? Ella y Ángela confabulan los 365 días del año para intentar casarme. No había mujeres solteras —y casadas también— que entraran en mi radar y se salvaran de ser arrastradas a los planes matrimoniales de esas dos. Y cuando Noel llegaba todo se multiplicaba por tres, añadido los sinnúmeros de amigas que ella repentinamente sentía que debía presentarme o moriría de angustia por tener un hermano tan poco caballeroso. Para ellas cualquier excusa, momento o dama era buena para llevarme al altar.

Y no es que tuviese un particular problema con ello.

Mi problema no era el matrimonio, mi problema era que tenía demasiadas mujeres en mi vida. Demasiadas mujeres con tiempo libre y novelas románticas a mano.

—Pongámoslo así —mascullé esquivo. Darle cualquier otra respuesta sería avivar su curiosidad y realmente no estaba de humor para lidiar con el trío casamentero en estos momentos.

—Bueno y qué pasa con ella. —Solté un breve resoplido, antes de lanzarme a explicarle la situación de Daphne de la forma más impersonal posible. Le hablé de lo ocurrido en la empresa, de su amiga y de lo que había logrado entrever en nuestras breves conversaciones sobre el tema. Jimena no me interrumpió hasta que hube acabado, algo que agradecí porque de por sí la situación me incomodaba. Debí haber sido yo quien la ayudara, maldición, había sido contratado para eso y terminé llevándomela a la cama—. Entonces... básicamente parece que está negando todo lo ocurrido.

—La veo reticente al proceso de duelo. —Y la veo apetitosa de rodillas en mi sillón, ofreciéndose a mí con completo abandono.

—Se está guardando algunas cosas —murmuró para sí misma. Yo parpadeé, obligándome a quitar esas ideas de mi cabeza—. Me encantará conocerla, dile a Ester que le haga un lugar para esta semana.

Me incorporé para darle una breve mirada.

—Todavía tengo que sugerirle que te visite.

Jime sonrió, sacudiendo la cabeza. Creo que tanto ella como yo sabíamos que tenía una tarea compleja por delante. Daphne se resistiría de algún modo, no sería ella si no lo hiciera.

—Confío en que lo hagas —aconsejó, observándome de forma directa. Le devolví el escrutinio en silencio y al cabo de un momento, Jimena se echó para atrás en si sillón reclinable, elevando sutilmente la barbilla—. ¿Qué otra cosa quieres contarme? —Negué—. Evan...

Volví a recostarme en el sofá, colocando mi cabeza en distintos ángulos en busca de una comodidad que jamás conseguiría. Maldita sea, ¿por qué no se conseguía un diván de una buena vez? Suspiré, cruzando una vez más mis brazos por detrás de mi nuca.

—He soñado algo —murmuré, sin despegar mi atención del cielo raso.

— ¿Qué soñaste?

Mordí mi labio, pensando el mejor modo de ponerlo en palabras. Me costaba horrores, odiaba ese sueño... esa pesadilla. Odiaba tener que recordar todo tan claramente.

—Era pequeño —comencé, dejando que la imagen se construyera en mi mente a regañadientes—. Acababa de cumplir los seis años...

— ¿Recuerdas dónde estabas? —Asentí—. ¿Puedes describir ese lugar?

Podía, había sido mi sitio preferido cuando jugábamos al escondite. Nunca nadie me hallaba allí.

—Era un lugar oscuro, tenía una puerta sobre mi cabeza. Recuerdo... —Cerré los ojos, al tiempo que veía exactamente mi mano pálida extendida hacia el techo sucio y húmedo. Cientos de veces había estado en aquel diminuto espacio, observando hacia arriba con una sonrisa en mis labios porque me sabía seguro y oculto allí—. Tenía a Alen en mis brazos y le pedía que no hiciera ruido, que no llorara... pero él no me entendía. Era un bebé, apenas si sabía caminar. —Me silencié, recordaba perfectamente cómo se sentía el peso de mi hermano en mis delgados brazos, pero no podía recordar su rostro. Ya no.

— ¿Evan?

«— ¿Evan?

Bajé la mirada y pude ver los enormes ojos de Vesna, temerosos, observándome. Su labio inferior temblaba por el esfuerzo de contener las lágrimas, mientras Alen se sacudía en mi amarre y los tres escuchábamos los gritos desgarradores de nuestra madre a unas maderas de distancia. Algo en mi mente, en mi corazón o en mis entrañas, supo que aquel refugio no iba a servirnos por mucho tiempo más. Los pies calzados en botas pesadas hacían retumbar las maderas sobre nuestras cabezas y ante un golpe seco que nos hizo brincar de miedo, Alen comenzó a llorar. A llamar a mamá de ese modo único que él y ella comprendían. La portezuela se abrió repentinamente y unas manos grandes, toscas, se llevaron a mi hermano de un jalón.

— ¡Hay niños aquí! —exclamó una de ellos, tomándome del cabello para obligarme a emerger de nuestro refugio.

— ¡¡Evan!! —Vesna gritó mi nombre, aterrorizada por las manos que la tironeaban, Alen prorrumpió en un fuerte llanto y uno de los hombres perdió la paciencia.

El disparó retumbó en las paredes de nuestra precaria cocina, haciendo que mis oídos pitaran y por un instante no se oyó nada más, mi hermano ya no lloraba. Ya nunca más iba a volver a llorar.»

— ¡Evan! —Me sacudí bruscamente, al sentir la presión de una mano sobre mi hombro. Parpadeé, Jimena me observaba con gesto de pesar, claramente preguntándose a dónde se había ido mi mente.

No abrí la boca, no sabía cómo decirle que sin importar cuánta terapia hiciera durante toda mi vida, seguiría viendo con claridad el modo en que esos hombres le dispararon a mi hermano a quemarropa y el modo en que...

No, no podía.

—Tengo que irme. —Me incorporé del sofá en un rápido movimiento, Jimena me siguió con la mirada.

—Sé que esto te lastima, Evan, pero guardártelo no te ayuda.

Hice una pausa antes de tomar mi chaqueta para observarla.

—Le he contado a muchas personas lo que pasó aquel día, lo que vi, lo que me hicieron y lo que hice. —Sacudí la cabeza, tratando de calmar los súbitamente erráticos latidos de mi corazón—. No hay palabras para esto, Jimena, no hay forma en que me hagas aceptar el sentido de esta gran injusticia.

—No mereces cargar con esa culpa... —Ella intentó cogerme una mano, pero me aparté antes de que me alcanzara.

—Yo debía cuidarlos. —Sonreí, porque era lo único que podía hacer para no comenzar a sentirme agobiado. Jimena frunció el ceño sin moverse de su sitio.

— ¿Qué cambió? —instó tras una pequeña pausa. Me encogí de hombros, ella colocó la cabeza de lado buscando mis ojos—. ¿Hace cuánto que no soñabas con aquel momento?

Sin proponérmelo siquiera recordé la fecha exacta en que le agradecí a Dios por darme una noche de sueño tranquila, sin sobresaltos, sin recuerdos. Habían pasado dos años de eso.

»Evan, tú mejor que nadie sabes que hay disparadores, cosas que nos alteran a un nivel que ni siquiera nosotros comprendemos. —Ella presionó mi brazo de forma afectuosa—. Pregúntate por qué sueñas con tus hermanos ahora, por qué anoche. ¿Qué cambió?

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Neil: Estoy indignado, colérico, ofuscado, irritado...

Jace: Ya entendimos. 

Lucas: Nunca creí que supiera tantas palabras difíciles.

Neil: Yo no necesito un calendario de palabras para eso, Hassan. 

Cam: ¿Por qué estabas molesto, Neil?

Neil: ¡Oh, sí, eso! No más que vino un tío todo altanero a decirme en Twitter que soy un egocéntrico... ¡yo! Es decir, ¡yo! La humildad y honradez hecha persona... y me viene a llamar egocéntrico. ¡Egocéntrico es Dimitri!

Dimo: ¡Oyeme!

Neil: ¡Egocéntrico es Lucas!

Lucas: ¿Qué...?

Neil: ¡Didi! 

Didi: Aguarda un momento...

Neil: ¡Y el conde!

Iker: ¬¬ voy por mi espada.

Neil: ¡Pero yo jamás! ¿De aquí a cuando ser consciente de la propia belleza es signo de egocentrismo? Así que óigame señor losivZulov acepto su reto, verá como las hermosas mujeres del otro lado me dan la razón. ¿Verdad que sólo soy extremadamente guapo, nenas? Eso no es malo, es la realidad. 

Lucas: Ay, por favor, conde ya callalo de una vez.

Jace: Creo que es mejor hacer la dedicatoria. Y esta en particular me toca a mí, ya que está bella lectora se tomó el trabajo de escribirme algo sumamente encantador, decidí estar a la altura con mi respuesta. Así que bella fantasticajav, esto es de mí para ti:  posso dire di amarti da una vita... perché da sempre sei presente ne miei sogni!

Neil: Aww que tierno.

Didi: ¿Sabes italiano? O.o

Neil: No, claro que no, pero en ese idioma hasta los insultos se oyen bien. 

Dimo: Significa "Puedo decirte que te amaré toda la vida, porque siempre estarás presente en mis sueños"

Neil: Joder, ¿tú sabes italiano?

Dimo: Por supuesto. 

Neil: Y después soy el egocéntrico yo... en fin, saludos fantasticajav y saludos para el resto de mis bellas lectoras. Es bueno vernos un año más xD

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Iker: ¡Muy bien, ya tengo mi espada!

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