Evan
Esto es así, paso corriendo porque ya debería estar en la Uni, pero no podía hacerlos esperar otro día más. Así que perdón, pero no hay tiempo para dedicatorias hoy. Nos vemos, espero les guste! Y gracias, gracias, gracias por tenerme paciencia <3
Evan
— ¡Buenos días! —Una pesada mano sacudió mi hombro con insistencia, la aparté con un golpe seco y un gruñido—. ¡Arriba, arriba, arriba!
Las palabras parecieron filtrarse como cuchillas hacia la parte más adolorida de mi cerebro. Maldije por lo bajo. ¿Por qué él estaba gritando?
—Basta —murmuré, a penas reconociendo el sonido rasposo que salió de mi garganta.
—Houston, tenemos una resaca y de las buenas.
—Déjame en paz. —Entreabrí los ojos lentamente, encontrándome con el burlón rostro de Dimitri observándome a corta distancia—. ¿Qué quieres?
—Didi dijo que te bebieras esto. —Me tendió una taza de contenido dudoso, la cual decidí ignorar hasta no averiguar qué hacía él allí, despertándome de un modo tan poco cortés. Además que estaba decidido a no volver a aceptar nada de las manos de los hermanos Stepanov. Nada.
— ¿Qué es?
Él sonrió.
—A veces es mejor no preguntar, créeme. —Volvió a ofrecerme la taza con gesto inocente—. Te sentirás mejor en unos veinte minutos con esto.
Me lo pensé un breve instante, la promesa de hacerme sentir mejor terminó por vencer mis resistencias y acepté la taza de mala gana. El contenido líquido era de un color marrón suave, como el que adquiere el café luego de ser cortado con una pequeña cantidad de leche, pero no olía a café o a leche para el caso. Tenía un suave aroma a canela y otras cosas que en realidad no eran convenientes preguntar. Mi cabeza retumbaba tanto que no me iba a poner en la trabajosa tarea de averiguarlo, sólo quería que eso se detuviera.
Lo bebí.
Automáticamente comencé a toser, intentando contener el súbito e inminente avance de la bilis por mi tráquea. Fue inútil. Dimitri soltó una carcajada, apartándose convenientemente de mi camino cuando no me quedó más opciones que correr a la cocina y vaciar el contenido de mi estómago en el bote de reciclaje. Escuché como el sonido de su risa me acompañó hasta allí, al tiempo que me pasaba una servilleta con la cual limpiar mi boca.
—Olvidé decirte que si lo tomas de golpe, suele revolver las tripas.
Fruncí el ceño.
—Imbécil. —Terminé de limpiarme la boca, haciendo una mueca al ver lo que había vomitado. Una vez que estuve seguro de que las arcadas habían remitido, me incorporé con suma lentitud; uno no puede ser lo bastante precavido con esas cosas. Dimo me sonreía, de pie a mi lado. Es decir, una verdadera sonrisa de suficiencia, de esas que sólo le provocaban los accidentes de tráfico o los documentales sobre asesinos en serie—. ¿Qué? —gruñí, incapaz de disimular mi hostilidad.
—Estoy tomando nota mental de este momento, porque dudo que vaya a ocurrir de nuevo.
Soltando un bufido, me dirigí hasta el dispensador de agua y me serví un vaso lleno. El gusto a canela y clavos de olor —que estaba seguro era un ingrediente de lo que acababa de beberme— aún permanecía grabado en mis papilas gustativas. Necesitaba agua, coca cola o nafta; cualquier cosa que me limpiara la boca.
— ¿Qué demonios llevaba eso? —inquirí, ni bien terminé con mi segundo vaso.
—No lo sé, es una vieja receta rusa para la resaca. Acabalo —dijo, ofreciéndome el asqueroso menjunje—. Te sentirás mejor.
—No, gracias. —Empujé la ofensiva taza fuera de mi vista—. Ya me siento bien.
—Si ese es tu concepto de "bien", creo que tendremos que avisar para que arreglen la definición en el diccionario.
Sin molestarme en buscar una respuesta para eso, regresé a la sala para luego dejarme caer pesadamente en el sofá. Una parte de mí sabía que tenía que levantar mi trasero y ponerme en marcha, pero la otra parte de mí todavía quería establecer cómo infiernos había llegado a ayudar con la limpieza y había acabado medio muerto en el sofá.
Dimitri se detuvo frente a mí, tomando asiento en la mesa de café. Me observó con un gesto entre curioso y serio.
—No voy a juzgarte porque ese sofá me ha recibido en incontables ocasiones estando ebrio y quizá en peor estado que tú —hizo una pausa, como si estuviera rememorando dichos momentos—. Sin embargo como conozco tu aversión hacia la desmesura, no puedo evitar preguntar... ¿cómo acabaste aquí?
—También me gustaría saberlo —murmuré, presionando mis sienes con mis dedos.
La noche anterior luego de terminar mi peculiar conversación con Daphne, me sentía inquieto. No hay necesidad de decirles el motivo de mi inquietud, ¿cierto? Sólo deben saber que la ducha fría que me di después, no contribuyó mucho a aplacar mi inquietud. Así que cuando Didi telefoneó casi una hora más tarde para dejarme saber que Dimitri estaba vivo y en la casa de Erin —algo que nos había tenido preocupados a ambos—, ya me encontraba bastante despierto y molesto con mi cerebro por no dejarme en paz. Este hecho a Vladimir no se le pasó por alto, razón por la cual comenzó a quejarse conmigo por cómo de mal habían ido las cosas en la primera fiesta privada que se hacía en su local. Se quejó tanto porque lo habían dejado solo para lidiar con la limpieza y su tristeza frente al fracaso que no me quedaron más opciones que ofrecerme a ayudarle a poner todo en orden. Y a eso de las cinco de la madrugada me encontraba en la puerta del bar, listo para hacer mi parte. Con suerte, esperaba que algo de trabajo pusiera mi cabeza en su lugar para que dejara de joderme con imágenes de una pelirroja en ese escotado e indecente pijama amarillo.
Y por alrededor de media hora todo iba a bien, mi cerebro comenzó a trabajar en conjunto con mi cuerpo —o al menos me convencí de ello— y pude ver con mayor claridad el asunto. Me atraía Daphne, eso no era un delito, no había nada de malo en que me gustara, ¿cierto? Pero entonces Didi ofreció un brindis en honor al bar que no pude ignorar, a éste le siguieron otros en nombre Erin, Dimitri y por cada una de las ovejas invitadas. Para ese momento ya habíamos pasado de brindar con cerveza a hacerlo con tequila, y luego whiskey —porque había que verificar que estuviera bueno— y ron con coca, y algo azul, y algo naranja. Y el resto de la noche se volvió una bruma para mí, cuando descubrí que el alcohol en realidad era mucho mejor al momento de distraerme que el trabajo duro.
Cerré los ojos, tratando de recordar lo que había pasado luego. Y no había nada más, me sorprendía no haber caído en coma. Me sorprendía aún más haberme permitido llegar tan lejos, perder el control de mí mismo no era lo mío. Odiaba esa sensación de impotencia, por eso odiaba beber o cualquier cosa que me hiciera desenfocarme. Odiaba haber buscado en el alcohol un escape para lo que estaba pasando.
Abrí la boca con la intención de explicarme, pero en ese momento la puerta se abrió de golpe, haciendo que Dimitri y yo lleváramos la mirada hacia la entrada. Didi se detuvo un instante para arrojar las llaves en una mesa y sacarse los zapatos, antes de avanzar a grandes zancadas hacia el sofá.
— ¡Mierda, ya despertaste! —Su grito me produjo una nueva punzada, pero intenté hacer caso omiso de ella—. ¿Le diste el tónico, Dimo?
—Si... —confirmó él, jugueteando con la taza que aún sostenía—. Pero no se lo terminó y la mayor parte de él acabó en tu bote de basura.
Didi deslizó sus ojos verdes de regreso hacia mí.
—Si quieres que tu cabeza deje de palpitar y tu estómago pueda soportar un café, mi consejo es que te lo tomes sin respirar.
—Apesta a clavo de olor... —repliqué, sacudiendo la cabeza.
—Sí, clavo de olor, canela, eneldo y otras cosas que no puedo mencionar, sin que mi madre corte mi cabeza por revelar la receta. —Didi le quitó la taza a Dimo para luego colocarla frente a mi rostro—. Bébelo y no intentes respirar entre sorbos, verás que es más fácil así.
—Prefiero soportarlo.
—Evan no seas idiota, tienes que despejar tu mente para que puedas decirnos por qué infiernos caíste tan bajo como para aceptar los licores baratos de Didi.
—Oye, mis licores no son baratos —prorrumpió Didi, al caer en cuenta de lo que acababa de decir su hermano—. Todo es de la mejor calidad, no tengo la culpa si el delicado estómago de tu psicólogo no puede soportarlo.
— ¿Mi psicólogo? —contraatacó Dimitri—. Lo dices como si fuera responsabilidad mía que a sus treinta años este inútil no haya aprendido a beber como Dios manda.
Puse los ojos en blanco, previendo que esa discusión tendría para rato. Estiré la mano para quitarle la taza a Didi, el cual ni siquiera reparó en mi movimiento y siguió defendiendo a voz en grito la gran calidad de sus productos. Productos de los cuales, Dimitri había dado cuenta y degustado en más de una ocasión, según lo dicho por su hermano.
Terminé de beber el asqueroso remedio ruso con sorbos cortos pero decididos, para cuando la taza estuvo vacía supe que no iba a vomitar, aunque muy probablemente había perdido mi sentido del gusto para el resto de mi vida.
— ¡Eso no significa nada, Dimitri! —Volví mi vista hacia los hermanos Stepanov, mientras Didi se quejaba por un reclamo de dinero que según él llegaba demasiado tarde—. Los reclamos de dinero se hacen un año después del préstamo, si pasa más tiempo se considera un regalo. ¡Te lo dije antes!
— ¡Un regalo mi culo! Ese bar sólo produce gastos, ¿cuándo te vas a dar cuenta?
—Después de todo lo que te dio el bar, ¿así nos pagas? —Intenté ignorar el hecho de que le atribuyera tanta personalidad al bar, y opté por ponerme en marcha.
—Yo no hago nada, tú eres el que vende licores baratos y tu clientela es de pobres diablos. ¿Qué tiene que ver eso con mi lealtad?
—Chicos, yo ya me voy —dije por lo bajo.
Ellos siguieron gritándose cosas sobre lealtades y bares con sentimientos, mientras hacían completo caso omiso de mi persona. Decidí comenzar a juntar mis pertenencias, mientras intentaba adivinar dónde habría colocado Didi mi casco la noche anterior. Una vez que lo hallé junto a la puerta, me puse los zapatos y continué escuchando como Dimitri aseguraba que su hermano había sido adoptado de una familia de chimpancés, acusación que fue respondida por Didi con un "se lo diré a mamá".
Me dirigí hasta la puerta y justo cuando estaba por destrabar el cerrojo, un repentino silencio reinó en la habitación.
— ¿A dónde vas Evan?
Volví mi rostro lentamente, encontrándome con ambos hermanos observándome de brazos cruzados a pocos metros de distancia. Había tanta similitud en sus poses, tamaños y gestos, que jamás se me ocurriría afirmar que ellos no fueran familia.
—Todavía no nos dijiste qué pasó —añadió Didi, yendo a mi encuentro en su umbral. Me quitó el casco, las llaves y sin decir más, me empujó de regreso a la sala. Tomé asiento en el sofá, sintiéndome ligeramente coaccionado por sus miradas a hacerlo.
Dimitri se sentó en la mesa de café, mientras Didi arrastraba una silla y colocaba el respaldo hacia mí, para luego sentarse a horcajadas.
—Habla —me indicó con un pequeño ademan.
—No sé qué...
Dimitri elevó su índice para detenerme a mitad de la frase.
—He ido con muchos psicólogos a lo largo de mi vida, como para saber que no son el tipo de personas que acostumbran a hablar de sí mismos. —Se inclinó hacia mí de un modo impaciente—. Pero en vista de que en estos últimos años has promovido la premisa de que somos amigos, me gustaría que para variar demuestres que me consideras un amigo y no sólo el paciente con que haces un experimento.
Lo miré por un largo rato, sabiendo que lo que él decía era cierto. La primera vez que había tenido que tratar con Dimitri, supe casi de manera visceral que él ya había tenido demasiados terapeutas en su vida y que no le serviría de mucho sólo sumar un nombre más a su larga lista. Así que había dejado caer la posibilidad de ayudarlo a crear relaciones más significativas de una manera distinta y a mi mentora le había agradado la idea. Ser amigo de un paciente estaba completamente contraindicado, porque había una gran posibilidad de que se perdiera la objetividad. Pero con Dimitri eso no había pasado, Dimitri no necesitaba otro terapeuta. Era quizá el paciente con más conocimiento psicológico que podía existir, no había realmente técnicas que aplicar con él, ya las conocía todas. Para mí en aquel entonces lo más importante no había sido intentar controlar los pensamientos de Dimitri, sino enseñarle algún modo que lo ayudara a congeniar con el mundo. A querer ser parte de él.
Y en algún momento entre querer explicarle que una amistad podía tener sus ventajas y que el resto del mundo no era inferior a él, en realidad comencé a darme cuenta que sí lo consideraba un amigo. Pero nunca había confiado en él como un verdadero amigo haría, de algún modo yo había decidido el punto hasta el que dejaría avanzar esa amistad y Dimitri lo había descubierto.
—No veo por qué tanto escándalo, ustedes constantemente me llaman estando ebrios.
—Sí, porque para nosotros es "normal" —puntualizó Didi, haciendo las comillas con sus dedos—. Pero tú no bebes, Evan, nunca más que una cerveza que haces durar horas durante cualquier evento.
—Es cierto —lo secundó Dimitri, estando de acuerdo con su hermano para variar.
—Bueno, quizá esta vez me apeteció variar un poco. —Quizás después de mostrarme tan abiertamente demandante por teléfono con Daphne, sólo necesitaba quitar aquello de mi cabeza.
Jodido infierno, ¿realmente la había alentado a masturbarse para mí?
— ¿Y por qué ahora?
— ¿Por qué anoche? —agregó Didi, manejando un extra de información que Dimitri ignoraba. Didi sabía sobre Daphne. En algún momento entre mi estúpida mezcla, le había dicho —y lo recordaba bastante bien— que quería tirarme a la prima de Erin. Lo había dicho con esas palabras, mientras me empinaba un shot y graficaba con mis manos los atributos que más me gustaban de ella.
—Dios... —musité en voz queda, mientras más recuerdos comenzaban a despejarse en mi cabeza.
—Tranquilo —murmuró Didi, captando mi atención—. No dejé que la llamaras para confesarle todas las partes que te gustaban de su cuerpo.
— ¡Joder! —exclamé cubriéndome el rostro.
— ¿Llamar a quién? —inquirió Dimitri, confuso—. ¿De quién hablan? ¿Qué pasa?
Vladimir me observó enarcando ambas cejas en gesto interrogante y dado que yo no pensaba hablar sobre el asunto, le di el permiso tácito de explicarle las cosas a su hermano.
—Pues verás, básicamente a Evan lo pone Daphne.
—No seas tan... —comencé a decir, pero una sola mirada bastó para silenciarme. Sería algo hipócrita de mi parte, cuando yo había sido mucho más soez la noche anterior.
— ¿Daphne? ¿La ninfa? —Había un grado de incredulidad en su tono que no pude simplemente ignorar. ¿Era tan raro que me pareciera atractiva?
—La misma —aseguró Didi, mientras se lanzaba en una rápida explicación sobre nosotros. No sabía cómo él sabía de dónde nos conocíamos o lo que había pasado durante la fiesta, pero decidí no interrumpirlo.
Para cuando terminó, los ojos negros de Dimitri se fijaron en mí de una forma diferente. Algo que mi obnubilado cerebro no pudo determinar.
—Bueno... —murmuró al cabo de un largo minuto de consideración—. En verdad hombre, siento algo como respeto por ti ahora.
Rodé los ojos, al tiempo que Didi soltaba una gran carcajada.
—Digo lo mismo, es una chica muy agradable —apuntó, mientras con sus manos fingía presionar un par de pechos.
—Son unos idiotas. —Comencé a levantarme, pero ellos se movieron más rápido y Dimitri me bloqueó el camino, no dejándome más opciones que sentarme de nuevo. Lo miré con recelo—. Ya sabes lo que querías saber, ¿puedo irme a mi casa ahora?
—No, claro que no —me espetó—. Te gusta Daphne y le quieres hacer una oda a sus tetas pero...
—Yo no quiero...
—Pues yo sí lo haría en tu lugar —interrumpió Didi—. Una oda, un monumento... joder, creo que hasta las haría en escultura.
En esa ocasión le envié una mirada para nada amistosa, algo que lo hizo sonreír con burla.
—En fin quieras o no quieras, todavía no explicaste por qué te pusiste como una cuba. —Dimitri regresó a su lugar en la mesa de café—. ¿Acaso ella no quiere? ¿Te rechazó?
—Ese no es el problema.
— ¿Entonces cuál es?
Las miradas de los hermanos se fijaron en mí con seriedad. Era, tal vez, el mayor grado de seriedad que ellos podían adquirir tratando un tema que involucrara mujeres, así que no supe si esto era bueno o malo.
—No es algo que quiera discutir...
— ¡Mierdas tuyas, Evan! —me cortó Dimitri—. Siempre promueves la estupidez de hablar de nuestros problemas, ¿no es más fácil compartir la carga? ¿No hace que uno vea las cosas de distinta perspectiva?
Escuchar mis argumentos saliendo de su boca, me hizo sentir extraño y sí, también algo cínico. Pero esas eran frases para pacientes, ¡no para mí! No podía ser que esto viniera a morderme el culo a esta altura de mi vida.
—No hay ningún problema, ella me atrae y yo ella. —Opté por darles algo, el silencio sólo prolongaría más aquella situación de roles inversos.
— ¿Y por qué querías disculparte? —espetó Didi, confundiéndome por completo.
— ¿Cómo dices?
—Anoche —explicó haciendo un ademan—. Cuando te subí aquí, me dijiste que querías hablarle y pedirle disculpas. —Él mordió su arete en ese momento, como si no supiera si continuar o no, al cabo de un instante agregó—: Y también hablaste de otra mujer.
Dimitri me observó al mismo tiempo que yo intentaba pensar sobre eso, ¿de qué demonios estaba hablando?
— ¿De qué mujer hablé? —le pregunté queriendo saber y al instante arrepintiéndome de mi impulso. No había modo en el mundo que yo hubiera hablado de ello con Vladimir, simplemente no era posible.
—Hm... de una tal Vesna. —Mi sangre se heló—. Sí, dijiste que no ibas a hablarle de Vesna, dijiste que nunca podía saber de ella y que por eso le pedirías disculpas. —Didi se encogió de hombros—. ¿Algo de eso tiene sentido para ti?
Aparté la mirada hacia el piso, al tiempo que sacudía la cabeza en una tenue negación.
—No... ni idea de quién hablas —mentí, notando que la atención de Dimitri en ningún momento me había dejado.
—Entonces —continuó Didi, ajeno al peso que había colocado sobre mis hombros con esas simples palabras—. ¿Vas a salir con Daphne?
Elevé mis ojos del suelo, para enfrentar los suyos.
—No. —Y no tenía idea de cómo hacérselo saber.
—Bien, en vista de que ese problema ya está resuelto, ¿pasamos al mío? —Tanto Didi como yo observamos con interés a Dimitri. Nunca me sentí más alegre de la rapidez e indiferencia con la que pasaba de un tema a otro. Nunca.
—Pensé que todo estaba bien con Erin, pasaste la noche en su casa ¿no?
Él asintió, mientras se tiraba hacia atrás en la mesa y quedaba medio recostado con las manos tendidas a los lados.
—Ella tendrá un bebé —murmuró, sin mirarnos—. Me corrijo, nosotros tendremos un bebé.
— ¡¿Qué cosa?! —La sorpresa en la voz de Didi, no llegaba a equiparar la que sentía yo, pero fue bastante cercana.
— ¿Hablas en serio? —conseguí decir, aún sin creérmelo.
Dimitri se incorporó, asintiendo.
—Van a ser tíos.
— ¡Jodida mierda! ¡Yo se lo digo a mamá!
— ¡No hasta que Erin quiera! ¡No seas metiche, Vladimir!
Mientras ellos se enfrascaban en una nueva discusión, decidí darles su tiempo y dejar para más tarde el charlar con Dimitri al respecto de la nueva vida en camino, él jamás hablaría de ello con Didi cerca. Saqué mi móvil del bolsillo con la intención de enviarle un mensaje a mi madre y ponernos de acuerdo con lo que debía llevar para la cena. En ese momento noté que tenía algunos mensajes sin leer con el nombre de la persona que había sido objeto de nuestra conversación minutos atrás. Me dirigí al balcón dejando a los chicos en la sala con sus insultos y me dispuse a abrir los mensajes.
Uno era de la madrugada, al parecer me lo había enviado mientras yo bebía mi peso en alcohol con Didi. Algo que nunca iba a volver a hacer, lo juro.
Realmente creo que he soñado con una versión cachonda de ti, ¿fue producto de mi imaginación?
Sonreí, leyendo el siguiente que era de unas dos horas atrás.
Vale, supongo que sí lo soñé.
Y el último.
Pero fue un lindo sueño...
Parpadeé ante la fuerte luz del sol, mirando hacia la nada por un segundo que se sintió eterno. Finalmente opté por responderle sin rodeos.
Tenemos que hablar.
Miedo...
Respondió casi al instante, para luego agregar:
Pero a veces lo bueno empieza con algo de miedo, ¿no?
Al parecer ese era el día en que todos me citaban, el peor día para decidir citarme, dicho sea de paso.
—A veces no —musité, tecleando algo distinto en respuesta.
¿Tu casa en una hora?
Si tu intención es decirme que no quieres nada conmigo, no necesitas venir hasta aquí. Anoche fue agradable pero no me hago ilusiones al respecto, ¿bien?
Maldije entre dientes, al tiempo que tomaba una profunda inspiración e intentaba controlar el deseo de decir lo que pensaba. Por esto no me gustaban los mensajes de texto, necesitaba hablar con ella, maldita sea, no con ese estúpido aparato.
Deseo hablar contigo.
¿Para decirme que te gusta mi personalidad y que esperas que encuentre lo que estoy buscando? No, gracias.
¡Maldita sea, mujer! Voy a ir hasta allí para darte unas nalgadas por ser tan cabeza dura.
¿Lo prometes?
No respondí.
Vale, nos vemos en una hora. Prepararé mi trasero.
A pesar de que sabía que no debía hacerlo, lo hice de todos modos.
Espero que lleves tu culote puesto.
Lo hago.
No por mucho tiempo.
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¿Dudas? ¿Inquietudes? ¿Preguntas? ¿Dedicatorias? Las dejan en el buzón de abajo, un beso!
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