3º Cercanía (relativamente)
¡Hola, gente! Tenemos acá el anteúltimo capítulo, todavía no escribí el final pero está bastante definido en mi cabeza. Así que es un cap largo, disfruten :D
Capítulo XXVIII: 3º Cercanía (relativamente)
En cuanto me senté en el asiento del copiloto, tuve un mal presentimiento. Llámenlo intuición de psicólogo, augurio barato o síndrome post Dimitri (patente pendiente); el cual suele manifestarse justo después de que uno tiene contacto con el sujeto en cuestión. Fuera lo que fuese, me estaba advirtiendo y yo, estando tan distraído después de los acontecimientos de la noche anterior, decidí no hacerle caso. Mi error.
Me giré hacia él, al tiempo que ponía el auto en marcha y se incorporaba al tráfico sin denotar ninguna extrañeza. Ninguna más que las usuales, claro está.
—¿Cuáles son los planes para hoy?
Desde que Dimitri y yo habíamos acordado los términos de nuestras sesiones, solía ofrecerle la alternativa de flexibilidad. Siempre y cuando él me viera al menos una vez a la semana, podía elegir dónde sería nuestra cita. El punto de todo esto era desestructura un poco su modo de relacionarse con los demás y de paso yo podía ahondar más en sus gustos. Los gustos más sutiles, aquellos que iban más allá de los cuchillos, ahorcamientos y las distintas formas de romper la ley que tanto lo divertían.
Cada vez que Dimitri escogía una locación, una actividad con la cual incomodarme, me dejaba ver una pizca de su autentica personalidad.
—Tengo la sospecha de que te encantarán los planes de hoy —me informó, sin apartar la mirada de la carretera—. Pero antes debemos hacer una pequeña parada.
—De acuerdo —acepté, echándome hacia atrás en el asiento. La mayoría de sus planes empezaban del mismo modo, o bien me citaba en algún sitio o bien me hacía levantar a una hora del demonio para pasearme por la ciudad. Así era él, no tenía sentido intentar averiguar nada antes—. ¿Qué tal si me cuentas cómo fueron las cosas en la "bebé cena"?
Dimitri me echó una breve mirada de soslayo.
—No fue tan bien... —masculló, dando un giro medio brusco para salirse de la avenida principal—. Al menos la noticia al principio no cayó bien.
—¿Y qué pasó?
—Pues... —soltó un suspiro por lo bajo—. Su tío se enfadó conmigo, Erin se enfadó con su tío y su tía se enfadó con su tío por enfadarse conmigo y hacer que Erin se enfadara.
—Entiendo —musité, al tiempo que armaba el esquema en mi cabeza. Tendría que haber traído mi libreta.
—Entonces Erin les dijo que estaba cansada de que la subestimaran, porque sus tíos piensan que ella no está lista.
—¿Para ser madre?
Negó.
—Para una relación tan seria. —Me miró enarcando una ceja con cierto aire socarrón—. Al parecer tenemos una relación "seria".
—¿No crees que sea serio?
Se encogió de hombros.
—Sé por hecho que no existirá nadie más en el mundo además de Erin que sea capaz de... —hizo una pausa, carraspeando—...aceptarme. Para mí las cosas están bastante claras y se lo hice saber a su tío.
Parpadeé, confuso.
—¿Qué cosas?
—Evan su problema se resuelve con una firma y un anillo. Si eso es lo que el hombre quiere para estar tranquilo, pues al caso.
Olviden la confusión, yo estaba perplejo. ¿Eso significaba lo que yo estaba pensando?
—Am... —me silencié, dándome un segundo para armar la frase en mi cabeza—. Estás diciendo que... ¿te vas a casar con Erin? —Una vez más respondió encogiéndose de hombros—. ¿Dimitri?
—Ella no quiere casarse —murmuró, aunque extrañamente parecía bastante tranquilo con ello—. Le parece muy pronto.
—Pero eso significa que lo harán... en algún momento, ¿cierto?
—Ella no me dio a entender que no quería hacerlo jamás, solo dijo que ahora era muy pronto. —Con especial énfasis en "ahora"—. Y les dijo a sus tíos que le gustaban las cosas como estaban y que esta vez no iba a correr, iba a disfrutar y a divertirse. —Sonrió de medio lado—. Así que en respuesta a tu pregunta, no, no tenemos una relación seria. Tenemos una relación divertida.
Sabía que jugaba conmigo y eso me hizo sonreír, rara vez él hacía un esfuerzo por ser gracioso sin ser ofensivo con alguien.
—Pues me alegro que ustedes dos se lo estén tomando con calma.
Dimitri me lanzó una mirada que parecía acordar conmigo, antes de colocar los intermitentes para detenerse casi pegado a la acera. A penas tuve que mirar en rededor para saber donde estábamos y si bien comencé a sentir algo de curiosidad, la verdad es que tuve que guardarme la duda cuando vi cómo la puerta de servicio del bar se abría de sopetón y Didi salía con paso apresurado. Al parecer tendríamos una salida de chicos, me sorprendía que Azrael no se nos hubiera sumado.
—¿Quién es ella? —insté hacia Dimitri, al ver a una muchacha rubia que había interceptado a Vladimir a menos de un metro del auto. Él se encogió de hombros, sacudiendo la cabeza y entonces presionó uno de los botones del tablero del auto para bajar mi vidrio.
—¡Didi, apresúrate! —le espetó sin la menor de las consideraciones por la chica que claramente estaba hablando con su hermano—. Tenemos un horario.
El aludido se volvió sobre su hombro, haciéndonos un gesto con la mano para que aguardáramos. Dimitri soltó un bufido poco contento con la idea y comenzó a apretar el acelerador del auto un par de veces en un pedido por demás elocuente.
—No puedes irte sin más —escuché que reclamaba la rubia, al parecer sin notar que mi vidrio seguía bajo y que la discusión llegaba hasta nosotros sin ningún esfuerzo—. Vladimir no llevo ni una semana aquí.
Miré hacia mi izquierda, incómodo, pero Dimitri solo me lanzó una sonrisa torcida en respuesta, echando su cuerpo un tanto más cerca de mi asiento para poder captar la conversación en su totalidad. Rodé los ojos, el muy cotilla luego se sorprendía de su hermano.
—Tranquilízate, Chispita, lo harás bien —respondió Vlad entonces, dándole un pequeño apretón en el brazo a modo de aliento. Ella chistó, molesta, dándole un receloso manotazo para apartarlo—. Estaré de regreso antes de que puedas arruinar nada —continuó él, dando unos pasos más cerca del auto.
—¿No puedes llamar a Benedict? —insistió la chica con ansiedad, avanzando detrás de él.
—Hoy operan a la mamá de Benedict, ¿lo has olvidado?
—¿Qué hay de los demás?
—Ellos trabajan en el turno de noche —se apresuró a responder, para luego ofrecerle una cansina mirada de reproche—. Tú pediste este trabajo, Chispita, así que vas a tener que aprender a lidiar con los proveedores. Lo único que tienes que hacer es recibir la mercadería, controlar que nos dejen todo y llenar las heladeras. Para la hora de abrir estaré de regreso.
—Pero... —comenzó a decir ella, a lo cual Didi la cortó alzando su índice. Debía ser difícil para la joven recibir órdenes de un hombre cuya camiseta rezaba: Apoya la igualdad, ¡rescata a este príncipe!
Dios sabe que a mí me costaría.
—No más peros, hazlo.
—Vladimir... —lo llamó la muchacha, cuando él abrió la puerta de atrás y la despidió con un saludo de su mano. Ella bufó, clavando su talón en el piso con frustración—. ¡Eres un estúpido cabeza dura, Vladimir!
Él rió, montándose a la parte trasera sin hacerle mucho caso. Pero antes de que se colocara el cinturón, o siquiera nos saludara, bajó su vidrio y se dirigió a la rubia.
—Me alegro que ya lo vayas entendiendo —le lanzó un guiño juguetón, para luego señalarla con su índice—. No quemes nada con tu genio del demonio, Chispita.
—¡Qué te f...! —Justo en ese instante, Dimitri nos alejó de la acera con un oportuno sentido de la urgencia y yo no pude evitar preguntarme qué rayos acababa de pasar. Las mujeres nunca se mostraban malhumoradas con Didi, aún cuando él no tenía favoritismo por ninguna, ellas simplemente lo tenían como su favorito. No era algo meramente sexual, solo un hecho de que Vladimir le caía bien a todo el mundo y sobre todo a la parte femenina.
Desde su lugar en el asiento trasero Vlad soltó un suspiro, repantigándose con la calma que solo años de yoga podían otorgarle a un hombre.
—Mujeres... —soltó en un suspiro reflexivo.
—¿Empleada nueva? —preguntó Dimitri, robándose mi próxima línea.
Me giré para saludar al recién llegado, a lo cual él me sonrió divertido y chocó su mano con la mía en un rápido apretón.
—Sí, está en proceso de adaptación —respondió éste sin más, entretenido en abrochar su cinturón de seguridad. Enarqué una ceja, bajando mi parasol para observarlo por el espejo.
—¿Y qué ha hecho esta? —espetó una vez más Dimitri con aire ausente, Didi chasqueó la lengua—. ¿Robó un banco?
—Sabes, no todos mis empleados forman parte del programa.
Se refería al programa que FMDM (futuras mentes del mundo) que habían iniciado Didi y otros comerciantes de la zona para dar trabajo a jóvenes que habían tenido algún problema con las autoridades. Era un patrocinio que le otorgaba una segunda oportunidad a aquellos que en verdad la necesitaban. Ese era simplemente otro motivo por los cuales él caía bien, siempre estaba dispuesto a ayudar.
—¿Quieres decir que ella voluntariamente pidió trabajo en tu pocilga? —Incredulidad bañó hasta la última palabra de esa pregunta, me reí.
—Lo creas o no —masculló Didi, sin parecer en realidad ofendido por el insulto a su bar.
—¿Qué está mal con ella? —continuó aguijoneando Dimitri—, ¿le costaba mucho caminar unas cuadras más hasta el bar de Leo?
—Ja, ja —le devolvió Didi, rodando los ojos—. ¿Debo recordarte que tu mujer trabaja en esa pocilga también?
Dimitri bufó algo similar a una maldición entre dientes.
—No será por mucho tiempo... —contrarrestó, tomando velocidad en la autopista.
—¿A qué te refieres? —le pregunté, apenas prestando atención al camino que nos alejaba de la ciudad.
—Bueno... —suspiró—. La dueña de un local de danza dejó caer la posibilidad de abrir un nuevo curso para niños con capacidades diferentes... —Me miró por el rabillo del ojo—. No es seguro aún, pero tal vez le dé el mando de esas clases a Erin.
—¿En serio? —Didi asomó su cabeza por entremedio de los asientos delanteros—. ¡Eso es genial! —Alzó una mano en pedido de los cinco de Dimitri, pero su hermano no se dio por aludido, por lo que le di los míos como premio consuelo.
—Todavía no es seguro.
—Oh, pero seguro se lo darán —arguyó Vladimir con confianza—. Erin no solo baila genial, también es estupenda llevando la administración... joder. —Bajó la mirada un instante con aire reflexivo—. Joder, voy a perder a mi empleada más cualificada.
—Siempre podrías hacer que Chispita te ayude —le dije en broma, a lo cual él me miró con una pseudo expresión de enfado.
—¿Por qué le llaman así? —cuestionó Dimitri. Su curiosidad por los nombres siempre presente—. ¿Acaso tiene tendencias de piromanía?
—Hombre... —Didi soltó una carcajada, volviendo a echarse hacia atrás—. La cría se carga un genio de los mil demonios, es como si en cualquier momento se fuera a prender fuego...
—Entonces, ¿tú le pusiste ese apodo? —medio pregunté, medio aseguré.
Vlad asintió sin perder la sonrisa.
—Se lo ha ganado a pulso, créeme.
Luego de ese intercambio la conversación fluyó por otros rumbos, lejos de las preocupaciones del bar y la posibilidad de que la recientemente bautizada Chispita, tuviera en realidad tendencias piromaníacas. Un tema llevó al otro, cuando caímos en la típica discusión futbolística. Lo cual vino a recordarme que viajar con cualquier barcelonista durante un tiempo prolongando, siempre devenía en una acalorada defensa de los colores de mi camiseta.
—Vuelven a joder con el PSG y brinco del auto en movimiento —les advertí, apuntando a uno y otro con mi índice.
—Te pones sensible por nada, Evan —se burló Vladimir, dándome un golpe en el hombro.
—Ni siquiera estamos hablando de un partido real, lo que pasa en el PES se queda en el PES —sostuve, convencido de que no podían insultar a mi equipo solo por perder en un juego de video—. Al caso, ¿dónde diablos estamos yendo?
Eché una mirada por mi ventanilla, notando que el paisaje se veía demasiado agreste y vacío. ¿No llevaba la radio buscando señal desde los últimos veinte minutos?
Didi carraspeó sin responder y Dimitri pareció súbitamente interesado en el velocímetro del coche. Chasqueé los dedos, haciendo que ambos me observaran.
—¿Dónde vamos? —insistí con mayor determinación. Dimitri se rascó la parte trasera de la cabeza, siendo bastante obvio en su intento de no parecer obvio—. Oigan...
—Tranquilo, Evan —me interrumpió Didi, ganándose mi atención de forma inmediata—. Entiendo que alarme un poco estar en un auto con Dimitri conduciendo a un descampado, pero si ese fuera su plan no me lo habría contado antes...
Dimitri soltó una risilla por lo bajo.
—Es cierto, Evan, de todas formas no eres el primero en mi lista.
—¿Lo ves? Nada de que... —Didi se silenció de forma repentina, volviéndose hacia su hermano—. ¿Y quién está primero?
El otro le echó una fugaz mirada por sobre el hombro, para luego murmurar algo muy similar a un "mejor no preguntes". Aunque quizás no lo escuché del todo bien. Espero no haberlo escuchado del todo bien.
—¿Qué está pasando? —insistí, obligándolos a regresar al tema en cuestión.
—Evan... —Por primera vez en la historia de la humanidad, Dimitri extendió una mano para darme una ligera palmada en el brazo. Oh, Dios... estaba consolándome, Jesús bendito realmente se avecinaba algo malo.
Lo miré casi sin pestañear.
—¿Qué pasa?
No quería saberlo, no quería.
Didi acercó la cabeza por entremedio de los dos asientos, dándole una mirada elocuente a su hermano e ignorándome por completo.
—Ya está aquí de todas formas —murmuró, encogiendo con dificultad uno de sus hombros—. No es como si pueda volver a pie...
Dimitri suspiró, observándome brevemente como si estuviera midiendo mis capacidades físicas para hacer tal cosa. Asintió.
—Vale.
—¿Vale? —prorrumpí yo impaciente ante todo ese número—. ¿Vale qué?
—Evan... —Vladimir giró el rostro en mi dirección—. ¡Felicidades! —¿Eh? Pensé en mi fuero interno, confundiéndome todavía más por su enorme sonrisa—. Hoy te harás hombre.
—¿Me contrataron una prostituta? —insté casi sin pensarlo. Tenía antecedentes de esto, pero venga... historia para otro día.
Didi rió con fuerza causando que también me riera, no sabía si por necesidad, nerviosismo al no conocer sus planes o simple respuesta de autoprotección. Pues en ese instante, así como quien no quiere la cosa, Vladimir me informó:
—No, vamos a saltar en paracaídas.
Mi corazón se saltó un latido, ambos hermanos me miraron aguardando mi reacción y yo lo supe, supe lo estúpido que había sido al ignorar mi instinto. Supe lo estúpido que había sido al fiarme de estos dos.
—¡¿Qué?!
***
—No pueden obligarme —sentencié, mientras era acarreado de ambos brazos en contra de mi voluntad por cada hermano.
Didi se volvió para mirarme un instante.
—Evan no va a ocurrir nada malo.
—¡Claro que sí! —Hombre, me jactaba de ser capaz de guardar la calma en cada aspecto de mi vida pero esto era por mucho lo máximo que podía manejar—. Voy a morir y... —hice una pausa para poner mis pensamientos en orden. ¡El plan!—. Y... y morir jodería todo el propósito del plan, ¿lo recuerdan?
Dimitri se detuvo de forma abrupta al oírme, obligándonos a todos a detenernos con él. Contuve la respiración esperando a que la lógica del argumento lo convenciera, Dimitri nunca iría en contra de lo que dictaba la lógica, nunca.
—La gente no muere por saltar en paracaídas... —comenzó a protestar Didi, pero su hermano lo paró sacudiendo la mano.
—Eso no es tan cierto —lo corrigió, no contribuyendo en nada a aplacar mi ansiedad, dicho sea de paso—. Estadísticamente alrededor de 35 personas mueren por año saltando en paracaídas. Y aproximadamente se realizan unos 2,5 millones de saltos, lo que supone una muerte cada 75.000 saltos.
Jadeé sin apenas pestañear.
—No pues... gracias, ahora sí que estoy seguro de esto.
Didi rió entre dientes, jalándome hasta su costado para pasar un brazo sobre mis hombros.
—Evan relájate, he saltado unas quince veces y aquí me tienes, fuera de las estadísticas.
—Es distinto... —Intenté pensar un argumento por lo que esto era distinto, pero nada muy ingenioso vino a mi mente. No cuando a unos pocos metros podía ver a los instructores hablando con otro grupo de personas junto a uno de los aviones. ¿Y si por dejarlos ir a ellos primero yo me volvía el uno en 75.000?—. Yo...
—Hombre —me cortó él con tono divertido—, estás llevando adelante un plan para embarcarte en una relación seria con una mujer. Realmente, saltar en paracaídas palidece en comparación. —Se detuvo mirando a su hermano que parecía sumamente concentrado en un cartel con instrucciones para un salto seguro—. Ustedes dos están haciendo algo mucho más arriesgado y que requiere mucho más valor que un tonto salto, Evan.
—Maldito seas, Vladimir —mascullé, reacio a dejarme atrapar por su artimaña. Pero diablos, era un argumento sólido. Él palmeó con fuerza mi espalda, para luego meter la mano en el bolsillo de su jean y extraer su móvil.
—Ten... —Me lo entregó con una sonrisa—. Llama a tu ninfa...
—¿Para despedirme?
Rió, negando.
—Idiota. Llama a tu ninfa y haz algún plan con ella.
—No entiendo —admití mirando el móvil, ausente. Pensar estaba muy por encima de mis necesidades en ese lugar.
—Bueno, así tendrás un motivo para aterrizar sano y salvo. Tendrás un compromiso previo con tu dama y fallarle no entra en tus posibilidades...
—Porque jodería el propósito del plan —completé, ganándome un asentimiento divertido por su parte—. Vale, supongo que tiene sentido.
Dudaba que Daphne fuera simplemente a aceptar tener una cita conmigo, todavía no estábamos en ese nivel de confianza aún, pero si había un mejor momento para proponerle la idea no se me ocurría. Nada más óptimo que estar a pasos de la muerte para sentirse inspirado. Marqué su número apenas escuchando a Dimitri preguntándole a su hermano a quién estaba llamando. Aguardé por varios tonos, hasta que saltó el buzón de voz pidiéndome que dejara el mensaje.
—Diablos... —Lo más probable era que estuviese trabajando, reflexioné para mis adentros, sintiéndome un tanto frustrado. Me habría gustado escuchar su voz antes de morir, mierda, me habría gustado poder besarla y... otras cosas.
—¿Y?
Sacudí la cabeza hacia Vladimir, tendiéndole el móvil de regreso. Pero entonces Dimitri se adelantó y lo tomó en su lugar, marcando algo rápidamente.
—Prueba otra vez —me indicó, no dejándome más opciones que intentarlo.
Me alejé unos pasos escuchando una vez más el tono de llamada, una, dos, tres veces hasta que finalmente la línea cobró vida del otro lado.
—CMR soporte técnico, le habla Daphne, ¿en qué puedo ayudarle?—Parpadeé varias veces, echándole una interrogante mirada a Dimitri. Él se encogió de hombros, enseñándome las palmas de las manos en fingida inocencia. Rodé los ojos—. ¿Hay alguien ahí?
Me aclaré la garganta.
—Daphne.
Ella no respondió de inmediato y por un segundo temí que colgara la llamada.
—¿Evan? —inquirió con la voz en un susurro—. ¿Eres tú?
—Sí, soy yo. Daph...
—¿Tienes algún problema con tus aparatos?
Admito que esa pregunta me tomó desprevenido, razón por la que terminé bajando mi mirada hacia mis pantalones para comprobarlo. No, todo bien allí.
—Mi aparato está bien, gracias por preguntar.
Ella se demoró dos segundos en captar la indirecta y soltar una rápida risilla.
—Eres un idiota —me censuró, manteniendo el tono de voz bajo—. Si todos tus aparatos están bien, ¿para qué llamas a soporte técnico?
—Verás, tengo un problema —le informé ni bien dejó de regañarme—. Y necesito tu ayuda.
—¿Qué ocurre? —inquirió con genuino interés. Sonreí, al tiempo que les daba la espalda a los hermanos Stepanov. No podía olvidarme que Dimitri había mejorado mucho su habilidad para leer los labios en los últimos meses.
—Bueno, hay una chica que me gusta mucho pero por algún motivo ella no cree que yo esté siendo sincero.
—Esto... —Ella carraspeó—. Esto no es una línea de consejos amorosos.
—Lo sé —acepté, bastante consciente de que a pesar de ello, Daphne seguía sin cortar la llamada—. Lo sé y lo siento. Pero no sabía dónde más llamar, necesito resolver esta situación porque...
—¿Por qué? —me instó, esperando a que continuara. Fue mi turno de carraspear.
—Porque tenerla lejos no funciona para mí. —Al ver que no respondía, decidí que era el momento de mostrar mi mano. Bien podía aceptarla como mandarla al infierno, pero no podía seguir adelante dejándola creer que no me importaba—. Ella piensa que estoy poniendo distancia, que no la dejo entrar, que no le permito conocerme mejor y que me excuso tras la idea de hacerla feliz. —Hice una pausa al oírla respirar pesadamente del otro lado—. Pero es que no creo que entienda lo mucho que cambia uno de mis monótonos días con una de sus sonrisas, con una de sus locas ocurrencias. Creo que ella no tiene idea de cuánto su pasión por la vida contagia a las personas a su alrededor. —Suspiré—. Dime, exactamente, ¿cómo no voy a querer hacerla feliz?
—Evan... —comenzó a negarse con voz pequeña—. Sabes que no...
—Lo sé —la interrumpí a pesar de que eso fuera bastante grosero—. Es un ida y vuelta, lo entiendo. Por eso paso a hacerte la siguiente propuesta...
—¿Qué cosa? —preguntó con una risilla nerviosa.
De repente caí en cuenta de mi elección de palabras y también me reí.
—Diablos, Daph, no voy a pedirte matrimonio por teléfono.
—Me dejas más tranquila.
—Voy a empezar con algo un poco más sutil y ya luego veremos cómo escalamos posiciones hasta esa otra propuesta.
—Evan —me acalló con humor. Era una de las pocas veces en que ella en realidad parecía perder la compostura y ponerse tímida.
—Dime, ¿qué planes tienes para Nochebuena? Dimitri me dijo que él y Erin irían a comer a lo de su madre, pero tú no te quisiste sumar.
—Sí, no creo que sea prudente que nos presentemos los tres juntos. La señora Stepanov terminará pensando que su hijo está en una relación de lo poliamor. —Bufó ante sus propias palabras—. Y la verdad es que no me gusta ser la tercera rueda.
—¿Y qué harás?
—Bueno... la empresa organiza su aclamada fiesta de Navidad, ¿sabes? Cena, bebida y baile. Las chicas y yo pensamos que sería buena idea comer a costas de ellos, para variar. —Evidentemente no esperaba que ella se quedase en su casa a esperarme en Nochebuena, pero que tuviese un plan con sus amigas realmente no me ponía las cosas fáciles. Daphne parecía bastante unida a ellas y sería complicado hacerla reconsiderar cambiar un poco el orden de su noche—. ¿Tú qué harás?
—Estaba pensando en cambiar un poco mi rutina, ¿sabes? Todos los años solo ceno con mi familia y nada más.
—¿Vas a hacer nuevas tradiciones?
¿Contigo? Por supuesto, solo dime dónde me quieres.
—Estaba analizando esa posibilidad —respondí, mucho más tranquilo de lo que realmente estaba. Me gustaría poder decirle de forma directa lo que pensaba, pero eso quizás sería presionar más de la cuenta. Ella seguía un tanto reacia a aceptar mis atenciones—. Lo que me lleva a preguntarte, ¿estarías dispuesta a hacer un pequeño cambio en tus planes?
—¿Qué tan pequeño?
—Podríamos cenar y...
—No sé si eso sea una buena idea —me interrumpió, perdiendo el tono hasta entonces divertido. Sabía que no estaba jugando a lo difícil, Daphne no era se tipo de persona. Ella solo intentaba protegerse y lo que más me jodía era que buscara protegerse de mí, como si yo fuera el villano de la historia.
—Solo una cena, Daph —insistí, manteniendo la calma—. ¿Una pequeña cena? ¿Un sándwich de jamón? ¿Una hamburguesa rápida? ¿Un helado? —Aceptaría cualquier cosa que ella quisiera compartir conmigo.
—No te vas a rendir, ¿verdad? —me espetó, riendo por lo bajo.
—Apolo nunca se rindió, Daphne.
—Tú no eres Apolo y yo no soy una ninfa del bosque, Evan. —La seriedad y la leve vibración en su tono me dieron ganas de maldecir—. Lo siento pero creo que no puedo ayudarte con tu problema.
—Aguarda no cuelgues —le ordené al instante en que noté sus intenciones, ella no lo hizo—. Si cuelgas solo voy a seguir llamando hasta que me digas que sí.
—Evan...
—Lo sé, lo sé, es tu trabajo y no debería estar molestando. Motivo por el cual deberías decirme que sí ahora, así puedes continuar tu jornada con tranquilidad.
—Evan...
—Realmente no me importa gastarme el crédito de los tres teléfonos —informé ante su protesta.
—No voy a hacer esto, así que date por vencido.
—No lo haré —le espeté sintiendo como mi mano se apretaba con fuerza en torno al móvil—. Porque cuando yo quise tenerte lejos, tú insististe hasta que fui capaz de verlo.
—¿Ver qué?
—Que eres para mí —expliqué sin más pretensiones—. Entonces ahora yo voy a insistir para ayudarte a ver las cosas como son, Daphne. Yo soy para ti.
Luego de eso el silencio se hizo en ambos lados de la línea, interrumpido solo por el sonido pesado de mi agitada respiración. Ella no podía decir que no, maldición.
—Vale... —la escuché decir tras lo que pudo ser una hora de espera. Agité un puño en el aire, al tiempo que escuchaba a mis espaldas el grito de "bravo" de Didi y Dimo—. Vale, cenemos en Nochebuena.
—Te prometo que no te vas a arrepentir.
—Confiaré en eso —susurró con un hilo de voz, para luego colgar llamada.
Me volví hacia los hermanos, lanzándole el teléfono a Vladimir.
—Estoy listo para esto.
______________________________________
Neil: Queda tan poco, siempre me emociono en esta parte de las historias ;(
Didi: No te preocupes, Neil, pronto sigo yo. ¡Finalmente se viene lo bueno!
Lucas: ¿No te contaron? Se ha suspendido tu historia, Dimitri hizo una encuesta y la mayoría de las fanáticas prefiere leer una historia de Gavin.
Didi: ¡¿El tipo que arregla computadores?! ¡ME estás jodiendo! Pero si yo soy súper mega interesante y vengo esperando hace dos historias. ¡Dos! Que él espere como se debe, solo tuvo una aparición.
Lucas: Y fue suficiente para ganarse a las lectoras, lo siento.
Evan: Ya basta, Lucas. No está hablando en serio, Vlad. Tú sigues, Tammy ya me lo dijo.
Didi: ¿Lo prometes? Porque no pienso esperar más, ya me cargue de paciencia por dos años.
Lucas: Yo solo digo que debemos darle a los fanáticos lo que los fanáticos piden y hubo muchos pedidos de este Gavin.
Didi: Pues al caso... Dimitri, dame el cuchillo. Solucionaré esto de la forma civilizada.
Dimo: Aquí tienes... finalmente aceptas tus genes.
Evan: ¡No, Didi! ¡Vuelve aquí!
Neil: En fin, mientras Didi se va a ganar su derecho a una historia. ¿Dedicatorias?
Evan: Dado que este es el último cap con dedicatorias, la voy a hacer yo. Simplemente pasé el dedo por la lista y escogí a alguien al azar, porque eran muchas personas. Así que sepan que sentimos mucho no poder llegar a todas, pero bueno siempre lo intentamos.
Lucas: Es genial ver cómo historia tras historia, las dedicatorias crecen hasta casi ser una historia más. Y todo eso se debe a ustedes.
Neil: Espero que nos sigan acompañando por muchas historias más, hasta que el cerebro de Tammy lo soporte o el sótano se llene de chicos que extrañamos solo un poquito nuestros hogares.
Evan: En fin, no sé si fue el más meloso de los capítulos como pediste, pero créeme que puse de mi parte. yenniferrocio este cap fue para ti. Espero que lo hayas disfrutado, cariño ;)
Neil: Y todas mis demás nenas, espero que me hayan disfrutado.
Lucas: Tú ni apareciste.
Neil: Déjame, es una cosa entre ellas y yo <333
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro