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2º Necesitarla

¡Hola! Bueno el cap de hoy no es muy largo porque estoy, como quien dice, preparando el terreno para el final. Si no conté mal, después de este cap solo quedarían dos más. Y entonces será la despedida de Daph y Evan, pero antes de ponernos todos melancólicos con eso... lean ^^

Capítulo XXVII: 2º Necesitarla

Si el segundo paso iba sobre necesitarla, cuando le respondí a su mensaje diciéndole que me vendría bien algo de compañía nunca supe hasta qué punto esto sería una verdad. Daphne llegó a la clínica poco después de las cinco de la mañana, realmente no había tenido idea de lo poco atento que había sido al enviarle mensajes en plena madrugada, pero ella no se mostró disgustada y eso solo me demostró todavía más lo estupenda persona que era. Incluso tuvimos una amena charla mientras esperábamos por noticias de Nugget, casi como si nunca hubiésemos parado de hablarnos o de vernos, o de sentirnos cerca. Ella me contó de su experiencia con Jimena y yo le conté un poco de la mía.

—Todo el asunto de la psicología lo empecé por su culpa.

—¿Por su culpa?

—Hm... —asentí, dándole un sorbo a mi taza de café—. Ella impartió un seminario sobre estrés post traumático en la universidad donde yo estudiaba.

—¿No estudiabas psicología? —inquirió, confusa, mucho más atenta a mis palabras de lo que me habría imaginado.

—No... —sonreí sintiéndome repentinamente algo tímido. Ella enarcó una ceja con interés y yo atrapé la esquina de mi labio inferior con mis dientes, esperando. Estamos hablando de Daphne, amigos, ¿quieren apostar si se queda con la duda o no?

—¿Qué estudiabas?

—Digamos que fue un momento de muy poca claridad mental... —El rostro de Daphne pasó de confuso a curioso en un nanosegundo. Joder, ella iba a sonsacármelo. Yo simplemente no sabía mentir, si alguien me hacía una pregunta directa debía de responderla con la verdad y eso era una completa basura, porque había situaciones de mi vida que no dudaría un segundo en borrar de mi archivo memorístico.

—¿Qué estudiabas? —repitió con mayor ahínco, sin darle espacio a la negativa.

Bueno, qué más daba. El propósito de tenerla allí era para poner en práctica los pasos que me habían dado los hermanos, ¿no? ¿Avergonzarme iba en el paquete de reconquista?

—No te rías —le pedí, logrando que ella hiciera un gesto de cierre y llave sobre sus carnosos labios. Labios que más que nada quería besar hasta que se olvidara de su nombre o que siquiera habíamos estado distanciados. Yo me sentía muy capaz de usar esa vía para ganármela de nuevo, pero no lo haría. No de momento al menos—. Estudiaba actuación.

—Bromeas... —susurró sin apartar sus ojos de los míos, negué con aplomo. Me gustaría estar bromeando, pero era tan cierto como el hecho de que me gustaba pasearme desnudo por mi piso luego de ducharme hasta secarme de forma natural.

Ella parpadeó varias veces tratando de mantenerse imperturbable bajo mi seria mirada, pero pronto sus mejillas comenzaron a sonrojarse por el esfuerzo y sus labios temblaron con la indiscutible fuerza de una carcajada. Finalmente Daphne no se pudo contener más y soltó una risilla burlona que rápidamente aplacó tras su mano. Le di un momento para que lo asimilara —Dios sabía que era algo para ser asimilado con lentitud—, pero ella solo era capaz de mirarme y volver a reír por lo bajo. Lo cual, dicho sea de paso, era incluso más insultante que una carcajada en toda ley.

—¿Te estás riendo?

Nop... —respondió demasiado rápido, tomando una profunda bocanada de aire para apaciguarse—. Así que... —se abanicó el rostro—, ¿querías ser actor?

Rodé los ojos, ganando tiempo con otro sorbo de café. ¿Quería ser actor? La respuesta era no, no quería serlo pero tampoco tenía idea de lo que sí quería ser. Ángela me había tenido frente a su cámara desde que podía recordarlo y a ella le hacía ilusión la posibilidad de que yo me ganara la vida con mi apariencia. En aquel entonces aquello me había parecido bastante sensato, en aquel entonces no cuestionaba absolutamente nada de lo que mis padres adoptivos me dijeran.

—Quería ganar dinero de forma rápida.

Daphne hizo una mueca como si aquello no le pareciera lógico.

—Dudo que la gente considere que ser actor sea la forma rápida de ganar dinero —musitó tras un segundo de pensárselo—. En realidad si no eres jodidamente bueno en el negocio, es posible que nunca ganes nada.

—Yo tenía facilidad para esas cosas —expliqué, encogiéndome de hombros. Ella me observó con los ojos entrecerrados, claramente sin comprender lo que le decía y yo solté un suspiro entre dientes. Ahí iba otra vez, directo a cometer otro sincericidio en la misma noche. Esto debía de ser algún tipo de récord para cualquiera—. Fui modelo infantil hasta me contrataron para modelar ropa de adolescentes cuando tenía catorce... no habría tenido dificultad para seguir en el negocio. Del modelaje a la actuación no es tan complicado dar el salto. Pero no me gustaba modelar y sospecho que me habría gustado menos actuar.

Ella abrió la boca con la intención de decir algo, pero entonces la cerró y se quedó pensando por un instante que me pareció eterno.

—Por eso Ángela tenía tantas fotografías tuyas... —razonó más para sí misma que para mí. Asentí de mala gana—. Por eso ella dijo que la cámara te ama, tú realmente fuiste modelo.

Fruncí los labios con gesto desdeñoso.

—Lo hice porque a ella le gustaba eso...

—¿Y a ti no?

Solo tuve que mirarla un segundo para responderle aquello.

—De niño era lo bastante tímido como para querer siquiera charlar con extraños, mucho menos modelar para ellos. Pero eso hacía feliz a Ángela y yo quería hacerla feliz.

Sus ojos me estudiaron por un largo segundo, antes de que bajara la mirada hacia su taza de café con gesto ensimismado.

—Sí, tienes cierta tendencia a eso —susurró, para luego ocultarse detrás de su bebida. No necesitaba agregar nada más para hacerme saber que ese no era uno de mis rasgos que entraran en su lista de favoritos. Y yo que pensaba que a las mujeres les encantaban los hombres que se interesaban por su felicidad.

Al parecer todo este tiempo estuve viviendo un engaño. O Daphne simplemente no era como ninguna otra mujer.

—¿Qué hay de malo en velar por los demás? —le espeté con cierta brusquedad. Ella bajó lentamente la taza, enfrentándose a mi escrutinio sin vacilar en lo más mínimo.

—No hay nada de malo en velar por los demás, Evan. —Alcé las manos con impotencia, perdiéndome en su lógica contradictoria. Si no había nada de malo, ¿entonces por qué sonaba como si acabara de decirle que me gustaba ir por ahí golpeando cachorros?—. La vida no se trata solo de dar, es genial esperar hacer a los demás felices... —esbozó una sutil sonrisa— pero ¿cuál es el punto si no dejas que ellos te devuelvan el favor?

—No creo que todo sea una cuestión de ida y vuelta, Daphne.

—¿Y no te has detenido a pensar que hay muchas personas que se sentirían muy felices al verte feliz? —No respondí, ella alzó ambas cejas de forma expectante, pero yo no tenía nada para decirle. Evidentemente tenía razón allí—. A ti te gusta ver a los demás contentos, ¿no? Fuiste modelo porque eso hacía feliz a Ángela, pero quizás a Ángela le habría hecho increíblemente feliz verte hacer algo que en verdad amaras. —Su mano rozó tentativamente la mía, haciendo que mi mirada cayera en ese punto de contacto—. Yo creo que la felicidad se encuentra en el punto medio entre dar y recibir, en ese pequeño equilibrio que no siempre es tan fácil de encontrar.

Alcé la vista para observarla y ella lentamente retiró la mano, dubitativa.

—Tú eres una persona increíble, Daphne. —Sus ojos castaños se abrieron de par en par haciéndome sonreír—. Y lamento mucho no ser capaz de encontrar ese equilibrio... —sus labios se curvaron ligeramente en una mueca de disgusto, por lo que me vi en la necesidad de corregirlo por mi propia mano. En cuanto mi pulgar tocó la comisura de su boca, ella cerró los ojos inclinándose muy suavemente contra mi palma—. Pero lo estoy intentando, ¿vale? Lo voy a intentar por ti.

Daphne giró el rostro lo suficiente como para depositar un quedo beso en el interior de mi mano, entonces me observó por entre sus pestañas.

—Inténtalo por ti —murmuró, tomándome por la muñeca para apartarse de mi tacto. En el segundo en que iba a responderle, alguien carraspeó a mis espaldas logrando que ambos nos volviéramos de inmediato.

—Evan... —dijo el cirujano de mi gato en tono de disculpa por la interrupción. Sacudí la cabeza para hacerle saber que no pasaba nada y él avanzó hasta detenerse frente a nosotros. Me incorporé al mismo tiempo que Daphne y casi al instante sentí cómo su mano se encontraba con la mía en un fuerte apretón.

—¿Nugget? —pregunté, sintiendo la esperanza impregnando mi voz. El veterinario sacudió la cabeza en una muy ligera negación y mi mente simplemente se apagó, mientras él se lanzaba en una explicación que ya no significaba nada. Había muerto.

Moví la cabeza en un asentimiento constante, haciendo de cuenta que escuchaba lo que el hombre tenía para decirme, pero no conseguí captar una sola palabra. Mierda.

—Lo siento mucho, Evan —musitó en algún momento, estirando su mano para darme un golpecito en el hombro en un gesto reconfortante. Volví a asentir, presionando mi mandíbula con fuerza para aceptar aquella muestra de simpatía que no sentía en lo absoluto.

El veterinario se marchó tras expresar una vez más su profundo pesar por no poder salvar a Nugget, entonces sentí como Daphne me quitaba de la otra mano la taza de café y se alejaba unos segundos para lanzarla al bote de reciclaje. La observé por el rabillo del ojo, de pie en el lugar en donde el veterinario me había dejado desarmado y ella caminó de regreso hacia mí, mirándome con sus dulces ojos llenos de tristeza.

—¿Evan? —me llamó en tono sosegado.

Logré estirar mis labios en una sonrisa vacía, al tiempo que me forzaba a hablar por sobre el nudo que cerraba mi garganta.

—Está bien...

—Lo siento mucho...

—Está bien, Daphne —la corté, carraspeando con fuerza—. Son cosas que pasan.

Ella presionó la boca en un rictus, disgustada por mis modos, pero no fui capaz de pronunciar una disculpa.

—No me digas que son cosas que pasan, Evan, no me engañas... sé cuánto te preocupan esos gatitos. Sé cuánto los quieres.

Estúpidamente sentí como mis ojos se humedecían al escucharla decir eso y me apresuré a presionar mis parpados para contener el inminente derrumbe. Dioses, por qué infiernos Vladimir me regaló a Mc, por qué diablos tenía que encariñarme con esos bichos, por qué sentía que acababa de fallarle a mi gata al no proteger como debía a su bebé.

Tomé una profunda y necesaria bocanada de aire, antes de enfocar mi vista en ella.

—Dame cinco minutos y te llevaré a casa —mascullé con una voz ligeramente más controlada que la anterior. Daphne frunció el ceño al parecer no muy de acuerdo con mi plan.

—No es necesario, me tomaré un taxi.

—No —le espeté, tajante. No quería discutir este punto, quería que me hiciera caso y me dejara llevarla a su maldita casa—. Te llevaré... iré a hablar con el veterinario para arreglar las cosas y...

—Evan, soy capaz de volver sola. Tú...

—¡Daphne, joder! —la corté de forma abrupta, ella me miró con los ojos como platos y yo me obligué a recular. No sabía de dónde había venido eso, pero ella no se merecía tal trato por mi parte, no cuando en realidad se había portado conmigo como una verdadera amiga—. Lo siento... —Daphne negó como restándole importancia, pero para mí era importante que entendiera que no era por ella—. Daph... solo déjame tener una excusa para sentirte abrazándome por lo menos una vez más, ¿sí?

Sus ojos destellaron con una emoción difícil de definir, al tiempo que daba un paso más cerca de mí y estiraba el cuello en toda su longitud en un intento por equiparar nuestras alturas.

—Evan, si quieres un abrazo no necesitas excusas... solo tienes que pedirlo —susurró, encogiéndose de hombros de forma inocente. Al menos de esa pretendida inocencia que ambos sabíamos que no tenía ni en la punta de su dedo pequeño.

Sonreí, sin apartar mi mirada de la suya y tras un muy infantil y sentido sollozo, se lo pedí:

—¿Me darías un abrazo?

Porque en ese momento, eso era lo que más necesitaba: el calor de su cuerpo junto al mío, sus brazos manteniéndome cerca, su corazón golpeando contra mi pecho y mi corazón como un idiota, buscando acompasarse a sus latidos. ¿Cómo en el infierno haría para que ella entendiera que este era el lugar al que pertenecía? ¿Cómo le hacía entender que aquí era justamente donde yo quería estar? 

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Neil: Esto sigue siendo demasiado sospechoso, ¿conde supiste algo de tu investigación?

Iker: Bueno, de momento todo apunta a que nuestra escritora solo está teniendo un subidón de escritura impulsado por exceso de bebidas energéticas. 

Jace: ¿O sea que si es ella?

Iker: No hay nada que indique lo contrario, pero la tengo bajo vigilancia constante. 

Neil: ¿Si estás aquí cómo las estás vigilando? No me digas que lo de "fantasma" tiene algo de cierto.

Iker: ¡Qué tonterías, Joyce! Mandé a Hastings a que hiciera algo útil de su persona.

Neil: Oh, muy bien. ¿Qué dedicatorias tenemos?

Lucas: Varias, la falsa o real Tammy se puso generosa en Instagram y repartió dedicatorias a manos llenas. 

Jace: Y dado que solo nos quedan dos capítulos, haremos una vez más una dedicatoria grupal.

Neil: Saludos enormes a la bella mary_sof!! Sigue siendo una lectora fiel, nena ;)

Lucas: Yo le enviaré mis saludos a paulac10 y a la querida celi9425 . Mil gracias por estar del otro lado :D

Iker: Le daré mis atenciones a una gran lectora, JeneSGlz que también siempre está muy atenta en nuestro Instagram.

Neil: ¿Quién diría que te volverías un experto en tecnología? Pues bueno, yo le envío un caluroso y apretado abrazo de cumpleaños a la hermosa andrearosegrey espero que ya seas legal, nena ;)

Lucas: ¿Quieres dejar de insinuarte al todo el mundo? 

Neil: No, es como pedirle a un perro que no se rasque las pulgas. ¡Déjame a mí y a mis pulgas en paz!

Jace: Em... en fin... ¿alguien recordó alimentar a Didi hoy?

Lucas: Era el turno de Dimitri. 

Dimo: Ups...  

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