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Único capítulo

Lady_Ariana

¡Hey cariño! He elegido hacer un OS y un dibujito ErenMika, el último te lo pasaré a ti. Espero que te guste el resultado, realmente fue un poco difícil buscar una buena idea para estos dos pero me divertí.

El frío que hacía dentro de la cabaña comenzaba a cubrir la vista de una gruesa ventana con vapor. Los ancianos propietarios de la cabaña, quienes habían dejado que los jóvenes de la legión pudieran refugiarse allí, intentaban elevar la temperatura del ambiente. Mientras el paisaje que observaban unos negruzcos ojos parecía colapsarse, un ligero canto se oía desde el fondo del comedor.

  La muchacha que se encontraba sin sacar los ojos de la ventana, tenía su cuerpo temblando de forma disimulada. Estaba lejos de la chimenea, aunque poco le importaba, no se creía capaz de despegarse de ese sitio sin antes ver que su amado haya llegado a salvo aún con la nieve que caía. Sus manos, que no eran tan pequeñas, se posaron sobre el vidrio mientras una mueca aparecía en su rostro.

  —Vas a congelarte —mencionó un muchacho rubio al tocarle el hombro—. Vamos Mikasa, él llegará tarde o temprano.

  —Ya pasaron ocho horas... ¿Y si está en peligro?

  —Por favor, no seas tan pesimista, seguro se quedó en alguna cabaña de por allí.

  —Entonces voy a esperarlo aquí, no te preocupes por mí y ve a tomar un poco de sopa o te enfermarás.

  Mikasa suspiró sin rendirse, no se iba a alejar de allí hasta verlo — y probablemente si eso no sucedía en unas horas se largaría de la cabaña dirigiéndose a donde sea solo para encontrarlo—, incluso si debía de congelarse iba a estar a su espera, porque él haría lo mismo por ella. Posó uno de sus mechones de cabello detrás de su oreja antes de darle la espalda otra vez a su amigo.

  El rubio suspiró medio frustrado para marcharse de la escena en busca de un plato de sopa para ofrecerle, ya que ella misma le estaba aclarando que se enfermaría pero no se miraba nunca a sí misma… Nunca que Eren estuviera en medio. A veces le preocupaba su actitud tan terca y peor cuando no podía detenerla como ahora.

  La azabache se apoyó contra la ventana mientras recargaba su cuerpo contra ella. Era un espacio grande para solo haber una ventana, por lo que le permitía sentarse con total comodidad mientras su piel se exponía al frío del vidrio sin pudor en lo absoluto. Estaba un poco cansada, debía de admitir que había caminado bastante para llegar hasta allí e incluso tuvo que cargar con Sasha junto a varias frazadas, al parecer estaba demasiado enferma y con razón… Estuvo descalza todo el camino y sin medias, era imposible que eso resultase bien para nadie.

  A pesar de la situación que estaban pasando, la nieve no era desagradable, en cierto punto le gustaba ver como esos pequeños copos danzaban delante de sus ojos y se atrevían a colarse en la ventana ya cerrada. Ni que pudieran entrar siendo tan diminutos y frágiles. Además, recordaba que a Eren le gustaba mucho cuando nevaba y ambos se envolvían de ellos. A ella le gustaba todo lo que lo hiciera sonreír, quizás su sonrisa era un vicio tan místico a sus ojos vidriosos.

  Llevó sus manos hasta su bufanda y la apretó. No había pasado mucho tiempo, pero con la cantidad de nieve que caía cualquiera que pasara más de cinco horas allí moriría. Si tan solo él la escuchara…

  —Yo me ofrezco, iré a buscar por mi propia cuenta el carbón para mañana —dijo Eren para romper el silencio incómodo que se formó tras nadie querer salir con ese frío.

  —Oh, muchacho, eres muy joven, ¿estás seguro que te encontrarás bien? —preguntó el anciano recibiendo un asentimiento seguro.

  Eren siempre buscaba desafiarse más de lo que lo hacía, por eso era tan maravilloso para Mikasa, pero para los otros un idiota simplón. La Ackerman reaccionó llamando a su compañero y tomando su mano para que preste su atención, pudo ver en su rostro la confusión expresada en su máxima expresión.

  —Yo te acompañaré…

  —No lo harás —sentenció sin dejarle seguir con su oración—. Yo me puedo hacer cargo solo, tú quédate aquí y cuida a los demás.

  —Al menos llévate mi bufanda.

  Al comenzar a quitarse aquel accesorio tan preciado para ella, el ceño de Eren se frunció, no le gustaba ver cómo aquella tela roja se estaba alejando del cuello al que le pertenecía, le provocaba impotencia pensar en que le importaba tan poco su regalo que se lo quitaba con tanta delicadeza. Como si fuera delicada.

  Aquel no pudo evitar frenar su acción tomando sus manos sin tanta brusquedad. Y a comparación de las manos de Mikasa, esas se sentían tan cálidas pero ásperas que le agradaba su tacto. Era algo único que siquiera la tocara siendo tan pudoroso para los abrazos o roces de mano. Pero fue más único cuando subieron hasta su rostro y la obligaron a levantar la cabeza.

  No sabía de los efectos que causaba en ella esas simples actitudes tan afectivas.

  —No te vuelvas a sacar esta bufanda… Es tuya y alguien como yo no merece usarla.

  Sus órdenes siempre iban a ser cumplidas por ella, pero ¿por qué sentía que en realidad ello le era resaltado con cierto miedo en su tono? ¿Podría ser porque esa bufanda era tan importante que los unía incluso o será porque quizás le aterra encariñarse a su aroma ligero a lirio? Cualquiera de las razones que pudieran existir se evaporaban cuando pensaba en que realmente él se debía entregar al peligro… Como siempre.

  Dejó de lado sus pensamientos egoístas y solo formó una leve sonrisa en forma de aceptación para luego separarse de ese extraño calor que le hacía sentir tan bien cuando todo a su alrededor parecía congelarse. Era un calor que si bien no conocía, sabía que le gustaba mucho más que incluso la determinación que ese hombre tenía al dar sus pasos fuera de aquella zona de confort. Confiaba fielmente en él, pero incluso la confianza se pierde de a poco cuando has estado tan apegado a alguien que desaparece delante de tus ojos sin que puedas hacer nada. Se obligó a sí misma a permanecer estática en cuanto se alejó, tensó todos sus músculos sin querer dejarse llevar por su mal presentimiento y terminó de aceptar su decisión.

  No iba a poder estar a su lado siempre.

  —¡Mikasa! —ese grito la desconcertó, no esperaba ver a Sasha ofreciéndole un plato de sopa que claramente llevaba pedazos gigantescos de carne bien asada—. Oh, vamos, no babees, seguro que esto te quita de la mente a tu noviecito.

  —Eren no es mi novio —aclaró esta vez sin tanto revuelo por parte de sus sentimientos y tomando el plato—. Gracias.

  —Ah… Yo hablaba de Jean, pero entendido —rió ligeramente—. ¡Buen provecho!

  La muchacha se fue con emoción en su caminar acelerado y celebrando la grandiosa comida que, a pesar de no ser nada del otro mundo, parecía encantarle como nada más. No le sorprendió, entendía que ella era así desde… Desde que se conocieron probablemente. Pero una duda abarcó su mente, ¿le dejarían comida a Eren para cuando volviera? Hacía mucho frío ahí fuera, seguro que necesitaba algo más que chocolate caliente y lo mejor sería un poco de sopa con una cantidad de carne que incluso era sorprendente. Si Armin dejaba no le hacía falta ni siquiera deducir que Sasha se lo iba a comer.

  Se resignó a solo ver su comida y tomar un poco del jugo de la sopa con la cuchara, ¿estaba loca o incluso le habían puesto condimentos? Eso debía ser delicioso, pero no se podía permitir que él llegase con el estomago vacío, menos en esas situaciones. Debía dejar su egoísmo de lado y mantenerse con la sopa bajo la frazada que Armin le brindó para que Sasha no quisiera comérsela, luego haría lo posible por calentarla.

  Las horas fueron pasando y sus ojos cada vez se secaban más de tanto observar hacia afuera, creía que no podría perderse ni una sola pista que demuestre que él estaba ahí, pero sí que podía cuando su cabeza chocaba contra la ventana y se dormía solo unos efímeros minutos para luego despertarse por los gritos de Connie y Sasha. Se sentía mal por pensar en los ancianos a los que les pertenecía la vivienda y debían escucharlos como infantes peleando por un juguete que no era nada más que un pedazo de tarta de manzana. Tan egoístas que incluso olvidaban que ella aún no había comido nada.

  Sus parpados pesaban demasiado, veía a Armin ir cada dos por tres con ella, en el momento que más tiempo se quedó fue para verla tomando el té que le ofrecía. Sus ojos tonos azulados se destellaban por la ausencia de los ánimos que ella tenía, apenas hablaba, nunca creyó que un mal presentimiento te pudiera dejar hasta mudo o paralizado. Pero en el momento justo en el que se despidió para irse a dormir, cuando las luces fueron apagadas, Mikasa vio a alguien a la lejanía. Había una figura que se acercaba de una forma muy lenta y de no ser porque su vista había sido casi bendecida no podría haberlo visto con tanta claridad como ahora, cuando esbozaba una expresión de sorpresa y se movía de forma sigilosa hacia la puerta para que nadie pudiese escucharla.

  Poco le importaba que la manta que llevaba hubiera quedado tirada y ella estuviera desprotegida del frío a altas horas de la noche, nada le importaba más que el bienestar de sus queridos y entre ellos entraba Eren, aquel hombre al que buscaba corriendo y veía que estaba incluso a punto de tirar todo lo que llevaba en mano. En un momento de tantas emociones juntas, cayó al suelo que tenía tanta nieve que incluso la respiró.

  —¡Mikasa! —mencionó aquel hombre apurando el paso.

  ¿Por qué se sentía como si una distancia abismal los separase? No sabía la respuesta, pero entendía que esa distancia era parte de su imaginación cuando era sostenida por esos brazos protegidos con un gran abrigo que ella le regaló por ser navidad. La falta que le hizo todo ese tiempo fue porque él era la única persona con quien amaba pasar esa festividad a pesar de que muchos la vieran sin gracia. No podría explicarlo, pero se sentía cálida cuando los copos caían y lo debía ver armando un muñeco de nieve o simplemente cuidarlo porque se había enfermado tras querer impresionarla con pequeñeces… Todos esos recuerdos aún permanecían en su cabeza y provocaba que las lágrimas inconscientes cayeran de ella.

  ¿Qué sería de su 25 de diciembre si no lo pudiera festejar con su persona? El mundo se desmoronaría delante de sus ojos y viviría congelada en el suelo lleno de nieve como alguien que nunca pudo superar su pérdida. No sería nadie ese día, marcaría el mayor dolor de su vida, se sentiría vacía aunque hubieran millones de personas alentándola a seguir adelante, indicándole que habían titanes que atacar, pero ¿a qué costo? Si la navidad era su zona de confort porque solo debía concentrarse en el rostro agraciado de Eren y sonreírle con dulzura cuando estén lo suficientemente ebrios por el alcohol que no deberían beber.

  Abrazó a aquel muchacho que intentaba levantarla y se adhirió al místico llamado del cielo que demostraba grandeza al iluminarse por las estrellas cuando los amantes se reencontraban luego de simples horas que parecieron eternas ante el infierno que era el tiempo en sitios tan desolados como los que se encontraban. Quizás fueron iluminados por la gracia divina para volver a encontrarse bajo tal bello cielo  o tal vez solo fuera obra del destino que planeaba devolver a su hogar a Eren, allí, en los brazos de Mikasa.

  —Te extrañé… Suena estúpido, pero te extrañé demasiado —musitó cuando por fin lo liberó del abrazo y vio sus ojos brillantes como si en algún momento desearan explotar en milagrosas lágrimas que marcarían el comienzo del fin—. ¿Eren?

  —Suena tan estúpido que lo comprendo —declaró con voz titubeante para luego acariciar su cabello con dulzura—. Detesto la navidad, lo hago con toda mi alma, pero acabas de iluminar mi mundo con tu cálida bienvenida en este día.

  —¿Estás enfermo? ¿Te sientes bien?

  —Estoy actuando muy raro ¿eh? —con cuidado sacó de su bolsillo una cajita envuelta en un papel decorativo navideño y se lo ofreció a la muchacha—. Siempre quise recompensar tus regalos y sé que no es mucho… Nada podría compensar todo lo que haces por mí, pero al menos por esta vez déjame agradecértelo de la forma más honesta que conozco.

  Aún las lágrimas congeladas caían de los parpados de la azabache, quien sin dejarle lugar a las dudas tomó el obsequio y lo abrió con emoción —recordándole a Eren a cuando Mikasa era una niña y solía sentirse de esa forma por los pequeños gestos que tuviera con ella—. Sabía que Eren solía guardar muy bien su dinero, él no quería gastarlo en ninguna tontería que no fuese una necesidad, pero pensar en que por primera vez en mucho tiempo le dio un regalo la hacía sentir realmente importante para él, incluso cuando deseaba no planteárselo de más.

  Lo que tenía entre sus manos era una esfera de cristal que cuando se agitaba se podía ver la nieve caer, era una belleza que no hubiera esperado existiera por más que Armin hubiera hablado de ella como si se tratase de una grandeza que ni los reyes podrían alcanzar tras ser demasiado limitadas y tener replicas horribles. Pero la que tenía en sus manos parecía original y hermosa, tan hermosa que la llevaba al pasado, a todas las navidades con su familia de sangre… Habían tres muñequitos que por la nieve que caía no era capaz de diferenciar cómo eran, aunque le traía la idea de que era su familia tomada de la mano. Su aspecto era simple y aún así la hacía sentir tan nostálgica como feliz. ¿Quién diría que por algo tan simple ella fuera capaz de sonreír con todas sus ansias?

  Ni el frío interrumpía ese momento único en el que el castaño la observaba como una maravilla. No podía quitar de su cabeza la bella sonrisa que ella le ofrecía como si lo mereciera con todas las malas actitudes que había tenido todo ese tiempo. Pero por esta vez no pensaba juzgarse a sí mismo, solo por ese día y por ella le devolvería la sonrisa como si no hubieran preocupaciones del momento. Estaban cubiertos de nieve, pero poco importaba cuando sus miradas se conectaban y sentían la dulzura recorrer cada rincón de sus corazones.

  —Gracias por todo, Mikasa —comentó para luego tomar las manos de la muchacha—. Todo este tiempo me he sentido débil a comparación tuya, pero ahora caigo en la realidad de que realmente lo he sido… Todo este tiempo me desquité contigo por el odio que me he tenido a mí mismo cuando lo que más hago es admirarte. Y, aún así, te quedas conmigo incluso en la nieve y me proteges siempre que puedes, ¿qué he hecho para merecer tu añorado aprecio?

  —Me salvaste, eso haces todos los días de mi vida, cuando estás a mi lado con esa determinación.

  —Así que por fin hago algo bien —dijo gustoso para luego acercar su rostro al de la Ackerman—. ¿Podemos quedarnos un momento bajo la nieve?

  —Solo un rato más… No quiero que enfermes.

  —Lamento si lo hago.

  Y ambos se quedaron de esa forma, en pleno silencio, solo observándose y recargándose sobre el otro ante el mínimo llamado del frío que los envolvía. No necesitaban más palabras para intercambiar, incluso si alguien llegase a descubrirlos de esa forma, protegiéndose en silencio, nada les importaría, después de todo, muy claros estaban sus sentimientos. Mikasa amaba a Eren desde niña y aunque él no pudiera amarla, le devolvía el aprecio de la única forma que conocía, acallando su orgullo.

  Solo eran jóvenes que en la nieve se desconocían y en frente la fogata volvían a la realidad en la que se encontraban congelados, pero con gusto, por la hora que pasaron en la nieve destrozante. Definitivamente valía la pena enfermarse de esa forma si finalmente podían dejar en claro lo que sucedía entre ambos.

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