Capítulo II
Al día siguiente el cuerpo de Felipe fue trasladado nuevamente a la comunidad de Santa Cruz. El velatorio por fin pudo iniciarse, muchas personas asistieron, como era típico: algunos bebían, otros jugaban cartas para entretenerse y mantenerse despiertos toda la noche.
La esposa de Felipe lloraba frente al ataúd de su esposo, su muerte le había afectado enormemente.
Luciana también asistió al velorio como cualquier civil, le dió el pésame a la viuda, está le pidió que hiciera todo lo posible para encontrar al culpable.
Luciana tomó asiento junto a Doña Marcela, una señora de 60 años de edad, conocida por contar relatos y anécdotas de su vida y de aquel pequeño pueblo.
—Lucianita, qué bueno que pudiste venir —le dijo amorosamente doña Marcela—. ¿Sabes? Ese velo negro que encontraron me recuerda a una historia que me contaba mi madre—comentó. La oficial intrigada por lo que dijo le pidió que le contara su relato—.Hace muchos años aquí en el pueblo, vivía una hermosa pareja, con el tiempo su matrimonio se fue deteriorando a tal punto que el esposo le fue infiel. Ella, al enterarse por una de sus vecinas de esa infidelidad, siguió a su esposo vestida de negro y usando el velo del mismo color que utilizaba los domingos en la misa. Él, sin darse cuenta que lo estaban siguiendo, llegó a la casa de su amante, la esposa enfurecida tomó un hacha que se encontraba en el patio y entró enloquecida a atacarlos hasta asesinarlos, se quitó su velo negro y lo dejó sobre el cuerpo de su esposo para luego suicidarse —comentó doña Marcela haciendo una pausa—. Dicen que después de esa noche, algunos pobladores miraban a una mujer deambular por las calles vestida de negro, con un velo oscuro tapando su rostro, está desaparecía en la oscuridad de la noche. Sólo un valiente se atrevió a preguntarle qué era lo que buscaba y ella le respondió que su objetivo era matar a todos aquellos hombres que engañaban a sus esposas. Luego de eso cuatro asesinatos más ocurrieron en ese año, todas las víctimas eran hombres donde se descubrió que les habían sido infiel a sus parejas, pero lo que asustó a las personas era el velo negro que siempre se encontraba junto al cadáver— prosiguió su relato—. Todos creyeron que el asesino era el fantasma de esa mujer, ya que nunca se descubrió al culpable. Desde entonces los asesinatos del velo negro se volvieron un mito.
En ese momento el celular de Luciana comenzó a vibrar.
—Oficial Reyes, para servirle.
—Reyes, ven inmediatamente a la iglesia, hemos encontrado el cadáver de un chico asesinado dentro de la iglesia —escuchó decir a su jefe—. No podrás creer lo que encontramos sobre el cuerpo.
—¿Acaso un velo negro ?—preguntó pensando en esa posibilidad.
—Así es, ¿como lo sabes?—interrogó su jefe.
Realmente el relato de doña Marcela dejo pensando a Luciana y fue por ello que se le ocurrió esa posibilidad.
—Intuición—contestó ella—.Voy para allá, señor —agregó para luego colgar la llamada.
Luciana se hizo esta pregunta mentalmente: ¿Será posible que un mito pueda hacerse realidad?
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