III. A la vista entre la niebla
«Nuevo día, nuevos expedientes» fue lo primero que dijo Lemes al ingresar a la oficina. Los contrarios -sin contar a Magallanes- le preguntaron el porqué de ellos, claro, además de mirarlo de una rara manera por sus palabras. El hombre de cabellos oscuros les conto de manera breve y sin mucho detalle a lo que habían llegado el día anterior sobre los nombres de las víctimas.
Alán y Héctor, tampoco les dieron mucha importancia a las palabras contrarias dado que fueron llamadas para un nuevo caso, además de que Alán todavía tenían abierto el caso de la desaparición del hombre del bar. Por lo que cada uno volvió a lo suyo, sin dejar de estar pendiente por si se necesitaran refuerzos en el caso, dado que el del alfabeto había estado abierto por año y medio, pero todavía no obtenían ningún indicio y muchos menos sospechoso.
De pronto, el teléfono en el escritorio del más joven de los dos sonó y este atendió; —Oficinal del departamento de detectives del área oeste —se quedó callado y espero a que la otra persona hablará. —¿Una desaparición? Lo siento señorita, eso debe de informarlo a la estación de policía —soltó fingiendo una sonrisa. —¿La chica de las noticias? —su voz mostró sorpresa, Joseph le miró sorprendido y se movió de su lugar, dándole la vuelta a la mesa para luego pegar su oído izquierdo al teléfono.
—Sí, vi que en las noticias mostraron una foto y esa se parece a mí sobrina —la voz era suave, parecía que su dueña era una persona joven, pero del otro lado lo único que había era alguien que quiera cambiar las cosas.
—¿Podría venir hoy a la estación para poder confirmar eso? —pidió Joseph arrebatándole el teléfono a Lemes. —Disculpe la interrupción, soy el detective Magallanes el encargado de la investigación.
—No se preocupe detective, no, hoy no puedo, pero mañana en la mañana me pasaré por ahí para confirmar —la voz suave de la mujer le causó escalofríos a la fantasma, dado que, si bien ella tenía parientes en esa área; no tenía ninguna tía.
—Bien, la estaremos esperando, señorita —y con eso la llamada finalizó.
—¿Por qué diablos me quitas el teléfono? —pronuncio con molestia.
—Fue mi caso primero así que te aguantas —fue la respuesta que obtuvo mientras que la de puntas azules soltó una gran carcajada. Cesar soltó un bufido a modo de reproche mientras volvía a abrir la carpeta que contenía la información de una de las personas en el pizarrón, volviendo al trabajo de buscar algo que sea llamativo o poco frecuente; o siquiera algo que sea común pero que sobresaliera.
—Bien, como sea, hoy será nuevamente un largo día —hablo sin mirar.
Joseph decidió hacer lo mismo dado que no había más nada que hacer. Ella solamente los miro y una idea cruzo por su cabeza al hacerlo, salir a buscar por sí misma pistas sobre lo que había sucedido desde el momento en que había despertado siendo lo que ahora era; un fantasma. Así que lo próximo que hizo fue salir como rayo de la estación y encaminarse a donde arrojaron su cuerpo, para así después poder orientarse mejor.
—Bien, solo puedo mirar, pero eso no cambia el hecho de que puedo buscar respuestas por mí misma —declaró.
Comenzó a caminar sin saber bien a donde están yendo puesto que no recordaba con claridad muchas cosas de cuando estaba viva. Sus últimas horas y lo le sucedió a su cuerpo lo recordaba al pie de la letra, eso le causaba náuseas y se odiaba por no poder llegar algún recuerdo más allá de eso.
Eran las diez y media de la mañana y las calles estaban alborota de gente, algunos adolescentes que parece no haber asistido a clases, niños y adultos que iban sin mirar a un lado o otro, muy concentrados en sus mundos. Ella se sentía rara el caminar entre tantas personas, ni siquiera recordaba bien la última vez que había hecho eso, pero de seguro iba como la mayoría; concentrada en lo suyo, sin prestarle verdadera atención al mundo que la rodeaba. del pueblo.
Un suspiro de falsa nostalgia escapo por sus labios y cruzo como si nada la calle, a pesar de los autos que cruzaban en ese momento, no se inmuto y los atravesó a todos; escuchando de rebote algunas conversaciones, ruidos de radio o a uno que otro que cantaba. Sin prestarle atención a ello continuo con su camino, pasando en frente de varias tiendas de ropa, algunos pequeños locales de comida, restaurantes, almacenes y tiendas de variedades.
En algunas ocasiones paraba frente alguna de ropa y comentaba su opinión sobre los diferentes outfits que les ponían a los maniquíes, que estaba colgados o que estaban cambiando. También se detenía frente a algún puesto de comida ambulante para ver qué era lo que preparaban e intentar percibir el olor, pero era incapaz de sentirlo.
Así que con decepción sigo con su camino y, cuando estaba cerca de las ultimas calles de la recordó que no sabía si el lugar en donde la tenían secuestrada estaba o no cerca y, por reflejo soltó; —Bien, recuerda, te arrojaron en ese lugar y, por lo tanto, ese lugar está cerca, pero en donde —murmuro mientras continuaba por las frías calles, casi nocturnas, de la ciudad del Valle. Llegando ya a las afueras, al mismo lugar en donde la habían arrojado, el sol ya estaba dejando ver sus últimos rayos, permitiendo que unos tonos naranjas y rojizos adornaran el paisaje del campo.
Ya cuando la helada comenzaba a hacer presencia, mientras revisaba los alrededores, se dio cuenta de que había comenzado a nacer niebla. Ella decidió continuar con su búsqueda, usando la luz de la luna como linterna natural, aprovechando que la extensa niebla no era tanta como para que los alrededores se dejaran de ver. Por lo que, con cuidado, continuo con su búsqueda, llegando cerca de la casa del viejo León, un hombre del que se contaban varias leyendas urbanas, además de que era el lugar preferido para los adictos, pero misteriosamente en ese momento no había nadie.
Con cuidado, observando que la noche que antes estaba despejado, poco a poco, se llenaba con mucha más niebla. Destituyendo a la luna como fuente de luz y forzando al espectro a tener su propia visión nocturna, aunque extrañamente la niebla que iba creciendo se estaba tiñendo de tonos azules, dejando que un raro aire comenzará a helarla, causándole sorpresa y escalofríos, dado que a ella nada de eso debía de afectarle; pero eso había cambiado. Su rosto demostró confusión con el nuevo paisaje que ante sus ojos se mostraba, además, sin siquiera llegar a pensarlo, llantos, gritos y lamentos comenzaron a resonar al mismo compás que sus ojos se nublaban, cerrándolos con el recuerdo de haber visto varias sombras que parecían interactuar entre ellas.
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Durante el día que ella se fue, los detectives encontraron pequeños indicios de que algo raro había con los nombres y uno, en particular, fue el que causo tanto revuelo. Alán fue quien descubrió ello gracias a una vieja foto, rota y desgastada, que habían encontrado en las pertenencias de la víctima número cuatro.
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