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I. El significado de los detalles

—Así que ahora nuestros casos están conectados, genial, más trabajo —soltó insatisfecho el recién llegado.

—Vamos, Alán, no es para tanto, tenemos cinco víctimas verificadas. Ahora solo nos faltan trece y lo que vamos a hacer es buscar en la base de desaparecidos y pasaremos sus fotos por los medios —le mencionó Cesar.

—¿No lo vería el o los posibles sospechosos? —pregunto.

—Posiblemente, pero ahora lo importante es descubrir quienes son, además solo pediremos colaboración, pero nunca diremos para qué —aclaro Joseph, volviendo de la pequeña cocina con una taza de café humeante.

—Bien, le pediré a Pilar que arme una conferencia de prensa para mostrarlos —y con esas palabras Lemes salió de la oficina.

El recién llegado soltó un suspiro mientras dejaba el pocillo sobre su escritorio y retomaba unos papeles que había estado ojeando con anterioridad. Ella los miro a ambos y volvió a su antiguo lugar junto al pequeño animalito; dejándole en claro que este tendría que escucharla hasta que se cansara de hablar.

—Veamos... —murmuro el más joven de los hombres. —El bar en su interior tiene tres cámaras, pero el dueño no me permitió verlas, así que voy a pedir una orden y veré si hay algo más de información —le comento levantándose de su silla.

—Bien, te acompaño, así después los dos vamos a las direcciones que aparecen en los papeles falsos.

—Pero Maga, si sabes que son falsos, ¿Por qué ir a ellas?

—Porque muchas cosas pueden cambiar en año y medio, además de que nos sirve para ver, qué tan real eran las vidas falsas.

—Como digas... —fue lo último que murmuro el de ojos color arándano.

El de ojos marrones se levantó de su lugar tomando el papel en donde había transcripto las direcciones, se colocó su saco y se encamino junto a su menor hacia la salida de la planta alta, para luego salir por la planta baja; siendo estos acompañados en todo momento por la chica de cabellos negros y puntas azules.

—Saben, no recuerdo mi dirección, pero tal como dijeron, es falsa. Así que veamos en donde se supone que "viví" exactamente —comentó acomodándose en el asiento trasero del auto de Magallanes, siendo este quien manejara, dejando a su compañero a un lado.

Una vez llegaron a la corte y pidieron los papeles (los cuales tardaron más de lo pensado) se dirigieron a Alfonso Suárez 1534, la dirección de la primera víctima. El mayor estacionó el auto frente a una cabaña de dos pisos, de techo piramidal, con dos ventanas en el frente -una en lo que parecía ser la parte alta de la casa; y la corta a un costado de la puerta-, pintada en un tono azul marino, acompañado de un negro oscuro en la madera del techo. La placa con el número estaba algo gastada, pero aun así se podía notar como aquella construcción era el sito correcto.

—Es un bonito lugar, algo alejado pero bonito —murmuro la mujer que los acompañaba.

—Bien, veamos si hay alguien en casa —avanzaron al compás de las palabras de Mieres.

Golpearon la puerta, una, dos, tres, hasta cuatro veces, pero nada. Nadie atendió, por lo que Mieres se asomó por la ventana mientras que Joseph le miraba esperando alguna respuesta afirmativa; pero nuevamente fue negativo. Otra vez estaban en la nada, por lo que el mayor rebusco en su auto hasta encontrar una libreta y una lapicera; escribiendo en una hoja que llamaran al número en la tarjeta que el adjunto junto a la nota que deslizo baja la puerta.

—Bien, a la siguiente casa —menciono dirigiéndose al automóvil el mayor.

Ambos abordaron y Alán comenzó a leer la hoja en la que estaban anotadas las direcciones; —Manuel Meléndez 1970, es lo que sigue.

—Bien, en marcha entonces —soltó, encendió el auto y así partieron hacia el lugar.

Después de hora y media, cuando el sol estaba en su punto más alto, ambos llegaron a la estación con varias dudas resultas y nuevas por resolver. En más de la mitad de las casas había gente que no tenía idea de quien era la persona en las fotos que les mostraban, desde el celular de Magallanes, y, las demás, o estaban vacías o se encontraban abandonadas; pero con extraños indicios en su interior.

Apenas entraron en la oficina el olor a comida chica llegó hasta sus narices, causando que sus estómagos sonaran de manera suave, siendo únicamente sentidos por ellos mismos.

—¿Pidieron para nosotros? —consulto el de ojos arándanos.

—Sí, en sus escritorios —respondió con la boca llena, Héctor

—Eres un cerdo, como es que te soporta tu mujer —escupió con molestia Cesar.

—Me ama, envidioso —contraataco, causando que los dos restantes voltearan los ojos ante la naciente pele que se formaba; la misma de todos los días.

—¿Encontraron algo? —pregunto el de cabellos rubios.

—Algunas cosas, la mayoría tenía un dueño, otras estaban vacías o abandonadas —comenzó a comentar. —Las que estaban abandonadas tenían la misma particularidad; todas tenían una marca sobre las puertas y ventanas.

—¿Le sacaron foto? —volvió a interrogar.

—Si, pero están simple que hasta puede dibujarla —comento dejando el pote de comida china sobre su escritorio, camino y tomo un plumón para luego dibujar el símbolo.

—¿Podrían callarse? —pidió Joseph, causando que el silencio reinara en aquella oficina —bien, está es la marca —hablo esta vez dirigiéndose, al contrario.

—Son runas, pero una está invertida —le explico para luego colocar un montón de fideos en su boca.

—¿Cómo lo sabes? —pregunto curioso Cesar.

—Mi sobrina es fanática de la mitología nórdica, en su habitación tiene un poster con todas las runas, y dos de ellas son exactamente iguales a estas, solo que la primera esta invertida; además de que están unidas.

—¿Podrías escribirle y pediré que nos envíe información sobre ellas? —Héctor le pregunto una vez dejo de lado su pote de comida.

—En eso estoy —contesto tomando su celular para buscar el contacto de su sobrina, seleccionar los archivos y sacarle una foto al pizarrón; para así proceder a llamarla.

© xxHOLAMORTExx

—Bien esto es lo que me dijo... —y con esas palabras Alán comenzó a dibujar y escribir sobre las runas en el pizarrón; borrando lo que había con anterioridad, pero claro, ellos agradecían tomarle fotos a todo lo que pasaba por aquella pizarra, todo lo que fuera sobre el caso.

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