Capítulo 7
CAPÍTULO 7. MISTERIO RESUELTO
Bien. Ya habíamos accionado la palanca, pero¿ahora qué?
Por décima vez aquella noche, fue mi hermana la que tomó la iniciativa.
- Max, ahora debemos subir a la superficie, al castillo- dijo. - ¡Tenemos que atrapar ya mismo a
Linomari, y avisar a la policía!
De nuevo a gran velocidad, desanduvimos el camino hecho unos minutos antes.
Yo dudé, y le pregunté con la respiración agitada por la carrera:
- Elisa...¿tú recuerdas dónde se encontraba el pasadizo por el cual bajamos aquí? Me refiero a si
serías capaz de encontrarlo ahora, estando aquí abajo. Linomari debió de escapar por la misma
trampilla por la que accedió a estas catacumbas, la que está en la habitación en la que se instaló.
- Sígueme, creo que recuerdo el camino- fue su única respuesta.
Así pues, me limité a hacerle caso, y me dejé guiar a ciegas por los intrincados pasadizos
subterráneos.
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Sin poder creérmelo, poco después nos encontrábamos en la antigua biblioteca del castillo,
rodeados de nuevo por los miles de volúmenes que allí se almacenaban. Atravesamos el umbral de
la puerta y salimos al pasillo. Lo primero que nos vino a la mente fue ir al vestíbulo, así que allí nos
dirigimos.
Y también allí encontramos a un desesperado Riggio Linomari, que buscaba frenéticamente la
manera de salir del edificio.
Entonces lo comprendimos todo. La palanca que habíamos accionado provocaba que unas rejas
bloqueasen todas las salidas posibles, es decir, todas las puertas y ventanas del Castillo de
Rocatenebrosa.
El arqueólogo se volvió al oír nuestros cautelosos pasos sobre la trampa de las baldosas.
- ¡Vosotros!- vociferó, furioso. - ¡Todo esto es culpa vuestra! Malditos entrometidos... Si no
hubieseis venido aquí, todo mi plan habría salido a la perfección.
- Ríndete, Linomari- le contestó Elisa, en un tono desafiante. - Ahora mismo llamaremos a la
policía, así que ya puedes ir abandonando la idea de huir.
El hombre dejó escapar una carcajada burlona.- ¿De veras creéis que me asusta la policía? Qué ingenuos... ¡lograré escapar antes de que lleguen
los agentes!
A pesar de su actitud, en el tono de su voz se notaba cierta inseguridad. Mientras él pronunciaba
estas palabras, Elisa había cogido su teléfono móvil y hablaba ahora con la policía de la comisaría
más cercana.
Tras una corta conversación, colgó.
- Vienen de camino- nos informó. - Aunque seguramente no creerán nada de lo que les he dicho
hasta que lo vean con sus propios ojos- . Miró a Linomari, que todavía forcejeaba con la puerta en
un intento desesperado de salir, pero finalmente acabó asumiendo que no tenía posibilidad de
escapar, así que se resignó y se dejó caer al suelo, apoyando la espalda en la pared bajo nuestra
atenta mirada.
Los agentes tardaron muy poco tiempo en llegar. Habíamos tenido suerte de que hubiesen decidido
venir, porque el asunto debía de parecerles de lo más extraño., e incluso podían pensar que se
tratase de una broma de mal gusto. Al principio se les notaba recelosos, cuando pasaron a través de
las rejas, que se podían desactivar desde fuera, pero en cuanto vieron a Linomari recostado contra
una de las paredes, todo rastro de desconfianza se esfumó en ellos.
La agente nos interrogó a Elisa y a mí acerca de lo ocurrido, mientras el arqueólogo guardaba
silencio.
Le proporcionamos una detallada narración de todo lo que había pasado, desde el comienzo de
nuestra investigación hasta el momento en el que Elisa empujó la palanca, pasando por nuestro
encuentro con Ionela, el descubrimiento de la celda donde estaba encerrada el resto de la familia
Silverstin, así como el momento en el que nos topamos con Linomari empuñando el cetro robado.
La siguiente hora la pasamos en el castillo. Condujimos a los dos agentes a las catacumbas, para
liberar a los habitantes del lugar y reencontrarnos con Violeta e Ionela, que debían de estar deseosas
de saber todo lo que había ocurrido. Pero, antes de todo eso, los dos policías recuperaron el valioso
cetro.
Seguramente os estéis preguntando qué es lo que sucedió después. Pues bien, como estamos
llegando al final del libro y no quiero aburriros con largas explicaciones, seré breve.
El valor del cetro recaía en su curiosa historia. Según cuenta la leyenda, la joya perteneció al
mismísimo Conde Drácula, habitante de la Transilvania profunda, que se la dejó como legado a los
Silverstin en tiempos inmemoriales para que la protegiesen. Pero, tras pasar el cetro de generación
en generación, la familia trasladó su residencia al Castillo de Rocatenebrosa y se llevó la reliquia
consigo. Y qué mejor lugar para esconderla que las catacumbas, dotadas de entradas secretas que
tan solo algunos miembros de la familia conocían.
Pero, como todos sabemos, los chismorreos corren como la pólvora, y pronto se extendió el rumor
del tesoro que ocultaba la misteriosa propiedad, y fue así como Linomari urdió su plan.
Escapó de la prisión de Villa Dorada, pero, gracias a nosotros, no logró su objetivo.Y, queridos amigos y amigas, tras haber desvelado el misterio de Rocatenebrosa, puedo decir que
un lugar que siempre había inspirado en mí un miedo irreprimible es ahora la residencia de los que
se han convertido en muy buenos amigos míos, y adonde somos a menudo invitados a tomar el té o
a degustar comida tradicional rumana.
Lo único que no descubrimos fue la razón por la que Katie Silverstin publicó un libro sobre el
código secreto, pero lo que sí sabemos es que ha sido clave en la resolución de esta investigación.
Escribo estas últimas líneas un mes después de la fascinante aventura que vivimos en el castillo, y
con muchas ganas de publicar esta novela.
Por cierto, tras el anuncio que he hecho de que estoy a punto de sacar un nuevo libro, mis
admiradores se han vuelto locos. Espero que tenga mucho éxito, y que haga sentir a quien lo lea lo
mismo que experimentamos Elisa, Violeta y yo. Porque, al fin y al cabo...¿qué es un libro de
misterio sin una pizca de emoción?
FIN.
TEXTO DE ALEJANDRO SAMBADE CAAMAÑO, 2021 .
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