2. Isabel
Continuación ☺️
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Por Jimena
Tenía un rato sentada en aquella banca. Intentaba sólo matar el tiempo para ir al trabajo.
Y es que simplemente tuve ganas de quedarme más tiempo en la universidad.
...
Curso el último año de Arquitectura y me siento muy contenta porque he comenzado a trabajar en una pequeña constructora.
Soy afortunada de estar ahí, dado que muchos desean trabajar en este lugar por el prestigio que representa. Por eso, trato siempre de dar el cien por ciento a lo que hago, y gracias a eso no me va mal.
Siendo ya mis últimas materias no permanezco mucho tiempo en la universidad. Así que una vez terminando la clase me dispongo a regresar a casa para descansar un poco antes de entrar a trabajar.
Pero esta vez quería quedarme un poco más, se sentía... diferente.
Esta nostalgia que posiblemente estaba experimentando era confortable.
Quedarme sentada en el paradero del bus me hizo revivir recuerdos que genere a lo largo de cuatro años de vida universitaria.
Lo disfrutaba.
No sé en qué punto deje de hacerlo para concentrarme en alguien específico.
Sin darme cuenta estaba observando a una chica.
Al principio no le preste importancia pero luego al tratar de apartar la mirada no podía, ella se veía tan... tan...
Era difícil expresarlo, por si sola resaltaba entre varios, tenía algo que me incitaba a seguir con mis ojos sobre ella, atraía.
Me llamaba la atención.
De repente, la ví tropezar de los escalones a lo que instintivamente reaccioné a auxiliarla.
...
Cruzamos miradas una vez estando a su lado, sus mejillas rojas resaltaron entre la cálida piel de su rostro.
Lucía cómo una muñequita de cristal, frágil y delicada. Por una fracción de tiempo sentí vibrar mi corazón, y eso no era bueno.
No ahora que mi vida se acomodaba bien y evitaba a toda costa distracciones innecesarias.
¡Basta Jimena! —me reproche. Abandoné cualquier emoción cálida y la seguí observando—. Tal vez sea un gusto pasajero, probablemente eso sea —me dije. Era linda lo reconozco, y no perdía nada con intentar complacer mis impulsos carnales.
La note inquieta, quería alejarse. Tenía que encontrar una forma de retenerla más tiempo. Al menos hasta conseguir su número o algo donde poder localizarla.
No sé me escaparía.
—Mi facultad se encuentra cerca de aquí, hay una enfermería, ahí. No demorará mucho... —intenté persuadirla.
Era un hueso duro de roer -me dije, al notar su rechazó a mi ayuda.
Eso me dió ánimos para ser un poco más atrevida.
Aceptó.
Muy predecible —susurré.
En la enfermería, dejé que el doctor la atendiera en privado mientras le mencioné que la esperaría afuera.
Una vez a solas, aproveché en ir por mi auto al otro lado del campus.
Siempre es difícil encontrar donde estacionar.
...
Revise mi reloj notando que había transcurrido media hora. Era tarde. Debía darme prisa. Ahora que recordaba no tenía forma de contactarla e Isabel desconocía que había salido.
De vuelta a la facultad, me percaté que no había donde parquear ¡Lo que me faltaba!
Llamé por teléfono a Joel, mi amigo, para que cuidara el auto mientras iba por Isabel.
Salí deprisa hasta la enfermería, pero al entrar me di cuenta que ya no estaba, se había ido según el doctor, hace cinco minutos.
Me senté un momento y pensé ¡Joder, Jimena! Sólo es una chica. No debes de sentirte mal.
Lo mejor era olvidarme de ella.
Estando afuera, caminaba de regreso. Distraída choque con alguien que hizo hacerme dar la vuelta y recordé que ella quería tomar el bus escolar.
De inmediato marque a Joel para que fuera a la parada indicada.
Sentía como de mí, surgía una especie de hormigueo en el estómago, no tenía idea del porque si lo único que iba hacer era ir hacia donde estaba ella, Isabel.
Por Isabel
Me sentía triste. Tenía la ilusión de que al salir de la enfermería Jimena estuviera sentada leyendo alguna revista vieja mientras me esperaba.
Porque así me lo había prometido. Pero no tenía la necesidad, ni responsabilidad de hacerlo. Yo sólo era alguien que quitaba de su tiempo.
Así que una ves que salí del lugar me dispuse en ir ah aquella parada del bus, donde vi por primera vez a Jimena.
Me senté a esperar, no faltaba mucho en que pasara.
Las puertas abrieron, la gente comenzó a subir y yo esperé mi turno.
Cosa que nunca sucedió.
Antes de siquiera pisar el escalón, una mano me detuvo, tiró de mí y al girarme mi sorpresa fue aún mayor.
No lo podía creer, era Jimena.
Se veía agitada, trataba de recuperar el aliento, me dió gracia y una sonrisa asomó al verla. Me hizo pensar que lo había hecho para alcanzarme en el momento justo.
—¿A donde crees que vas, Isabel? —preguntó en tono serio.
—Yo... bueno, tú no estabas, yo creí que me habías dejado y decidí irme —respondí nerviosa.
—Aproveche en ir por mi auto. Fue algo tardado y no encontré donde estacionarlo. Además, te dije que te llevaría, eso no estaba en discusión —habló un poco molesta.
—Lo siento —respondí. Agache la cabeza como si me hubieran regañado por haber hecho algo mal.
Esperando cualquier otro reclamo, me deje llevar cuando ella tomó con ambas manos mi rostro.
—Disculpa, no quise hacerte sentir mal. A veces soy un poco efusiva. Por favor, perdóname —expresó con total sinceridad.
Permanecimos así quien sabe cuánto tiempo. Y no había nada de malo en ello. Su mirada y la mía chocaban como dos trenes en la misma vía, me sentía intimidada y emocionada que sin pensarlo mi cuerpo comenzó a moverse hacia Jimena.
Mi corazón no dejaba de latir como loco. Perdí mi voluntad puesto que yo sólo... quería besarla.
Lo habría hecho, de no ser por el timbre del celular. Rompiendo por completo aquel bello momento que surgió hace un instante.
—Okay —colgó—. Están por llegar con el auto —se separó un paso de mí. Sólo asentí.
Un silencio incómodo inundó el lugar, que gracias al cielo, fue roto trás la llegada de su amigo.
—Hola chicas —esbozó una sonrisa—. Jimena, aquí tienes las llaves del auto.
—Gracias Joel. Te debo una.
—No es nada. Bien si me disculpan, tengo que regresar a mi actividad —dicho lo último, se retiró a paso acelerado.
—¿Nos vamos, Isabel?
—Si —asentí.
El camino fue tranquilo, fue muy responsable al manejar. En ningún momento apartó la mirada del frente. Las indicaciones hacía mi casa no resultaron difíciles, pues era como si conociera toda la ciudad.
En el transcurso yo le conté como me fue con el doctor, entre algunas cosas más.
Me dió gustó escuchar sobre ella, saber de sus pasatiempos, conocí que sabía tocar el piano, algo que me pareció muy interesante y me animé en comentarle que esperaría algún día poder escuchar la tocar.
—Me encantaría hacerlo —sonrió.
Entre risas y comentarios llegamos pronto a mi casa. Bajo del auto y abrió mi puerta para luego extender su mano, la cual con gusto acepte.
Ambas estuvimos nuevamente de frente, observandonos, ahora más que nunca me resultaba tan sofocante porque si bien, significaba que ambas debíamos despedirnos.
—Isabel.
—Jimena.
Hablamos al mismo tiempo, y nuestras sonrisas surgieron de la nada.
—Tú primero —expresó.
—Gracias, por todo lo de hoy. Sé que te cause molestias y lo siento —cubrió mis labios con sus dedos.
—No digas eso, para mí fue un gusto. Entre la enfermería y el viaje, algo bueno salió de aquí. Te conocí.
Mis mejillas se colorearon, aquello me dejó sobre las cuerdas. Lo único que se me ocurrió fue agradecerle nuevamente. Por impulso, le dí un beso en la mejilla, al tiempo que guardaba un papel en su bolsillo de la camisa.
Ella sonrió por mi osadía y tocó su pecho justo donde estaba la nota escrita. Sonreí una última vez antes de entrar a casa y quedarme reclinada del otro lado de la puerta con el rostro a punto de explotar de felicidad.
Ella, había despertado cosas en mi, me hacían sentir efusiva, que podría (si me lo propusiera) gritar por toda la calle el nombre de Jimena.
La chica en un instante, puso mi mundo de cabeza.
...
Pasando las diez de la noche conseguí terminar mis deberes, guardé todo en la mochila y luego de hacer otras cosas, me acosté a leer un rato.
Pero era imposible hacerlo, se sentía aún esa emoción en mi mente de todo lo que había vivido en tan sólo un día.
Después de un rato, comencé a quedarme dormida, hasta que me llegó un mensaje.
Casi muero al saber de quien se trataba.
Jimena: Esperó te encuentres mejor, Isabel. No olvides comprar el desinflamatorio que te dijeron y beber agua.
Isabel: Hola Jimena, gracias por preocuparte y no, no lo olvidaré.
Jimena: Bonita noche. Descansa.
Ese último mensaje me lleno de felicidad, no paraba de sonreír de la emoción. Ella se había acordado de mí.
Por mucho, este día había sido lo máximo.
Y así, con pijama puesta y una sonrisa en rostro poco a poco fui cayendo en sueño al que Jimena era mi invitada especial.
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Ya saben comenten si les agrada, denle Like y compartan.
Nos leemos luego. \[^^]/
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