17. Un café para dos
Disfruten el capítulo
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Se despidió del hombre y corrió a alcanzar a la mujer que también recibió el obserquio del anciano.
—¡Oye! —gritó haciendo detener a la mujer—. Hola, me llamo Isabel, y ¿tú? —la observó dudosa.
—No suelo dar información a desconocidos —habló con seriedad.
—Oh, entiendo —retrocedió—. Sólo quería ser amistosa, recién recibimos esto —mostrando el mismo colgante que el de ella—, y pensé que tal vez signifique algo.
La observó mejor, cruzó los brazos. Isabel se veía pequeña parada al lado de la otra chica.
—Tienes razón —habló la mujer—, significa que no te conozco y que no tienes porque ser empática por aquel evento.
Isabel se congeló al oír sus frías palabras, quería salir corriendo envuelta en su vergonzoso intento por ser simpática con alguien pero declinó de hacerlo solo para demostrarse que también podía ser fuerte cuando se lo proponía.
—¿Eso es todo? —preguntó la mujer a punto de irse. Isabel asintió.
La vio avanzar hasta dar vuelta en la siguiente esquina donde dejó de verla.
Al menos de una cosa si estaba segura. Ni en un millón de años sería amiga de esa pesada, pensó aliviada.
…
Poco tiempo después, llegó con sus amigas, faltaban unos minutos para dar inicio al recorrido por la reserva natural.
El segundo recorrido era uno de los más esperado por Isabel, tenía tanto interés en esos temas de preservación y protección a la naturaleza pues deseaba algún día formar parte de algo así.
Tal vez era soñar mucho pero podría llegar a ser alguien importante en alguna reserva natural, generar programas de ayuda a rescate de especies, entre otras cosas más.
—Jóvenes, presten atención —el guía del lugar daría inicio al recorrido—. Nos encontramos en la unidad de conservación que fue creada hace más de diez años, el valor patrimonial de dicho lug... —explicaba, siguieron caminando hasta llegar a una de las áreas de preservación de especies florales.
Isabel se acercó más al vitral, observó una planta algo peculiar, tenía forma de corazón con una especie de gota descendiendo. Era hermosa a simple vista.
Observó si lograba encontrar su ficha técnica pero no lo logró.
—Es una Dicentra de la subfamilia Fumarioideae —mencionó la persona situada a su lado.
—Oh, muchas gracias por el dat... —volteó a ver a la mujer que le auxilió, sorprendiendose de quién se trataba.
—Por nada —respondió—. Si necesitas saber de algún otro nombre no dudes en preguntarme.
—Ah, gracias —dijó. Después de todo tenía un lado amable, pensó Isabel. Se trataba de la mujer que se encontró mientras buscaba algún regalo para Jimena —Creo que… debo irme —completó Isabel, para salir casi corriendo hasta estar de vuelta con el grupo en el que iba.
El resto de la tarde paso prácticamente volando. Isabel no volvió a saber sobre aquella chica pese a que fue uno de los grupos que se unió al de ella para la visita a la reserva.
Siendo de noche, su grupo se instaló en una residencia tipo hacienda del pueblo, la única para ser exactos que brindaba hospedaje a los visitantes. Aquel lugar era sumamente extenso era difícil pensar en la extención total porque parte de ello eran las montañas donde las personas del servicio llevaban a su ganado a pastar.
Siendo así, un lugar más reservado decidieron quedarse debido a que no había ningún sitio para ir a divertirse. Entre sus compañeros y amigas armaron una pequeña fiesta privada dentro de una habitación.
Mientras se alistaban para ir a su reunión, Isabel recibió una llamada de Jimena, mencionando que ya había llegado a la ciudad. Dejó ir un suspiro de alivio, el viaje en avión siempre le había provocado un poco de miedo, las cosas que veía por la tele sobre accidentes en ese transporte eran algo que la ponían en alerta.
—Me da gusto que hayas llegado con bien, Jimena.
—Si, descuida. No hubo contratiempo alguno. Recién llegué a casa.
—Eso es bueno. Luego de visitar la reserva natural los maestros nos llevaron a una hacienda para hospedarnos. Mañana salimos de regreso a la ciudad, al fin.
—Avisame, cuando llegues, podría ir a recogerte. Si tú quisieras claro.
—Me encantaría —respondió feliz.
—Esta bien —se escuchó un bostezo.
—Tal sea mejor que descanses, fue un día cansado para ti.
—Lo haré mi amor. Gracias —Isabel sonrió al oír las palabras de su novia.
Terminaron la llamada, Jimena observó el celular con cierto grado de felicidad, de alguna forma las cosas con Isabel se iban dando con total calma, sin apuros. Y se sentía bien hacerlo así, ahora más que nunca deseaba poner todo de su parte para que su relación funcionase. Era por eso que una vez haberlo planteado en su mente tenía que ponerlo en acción.
Le gustaba mucho su trabajo pero sabía que no podía seguir ahí, estaba arrepentida de haber tenido que ver con su jefa en el pasado. Ahora debía encontrar la forma de salir de ese ambiente, que aunque Tatiana mencionó no meterse en su relación algo la hacía pensar lo contrario.
Entonces no quería arriesgarse y salir perdiendo. Por eso necesitaba poner punto final a esa parte de su vida.
Apenas pudiera, iba a renunciar.
***
Isabel llegó a la habitación que amablemente uno de sus compañeros presto para la "fiesta" que ellos organizaron.
Se sentó en uno de los sofás que aún estaban disponibles para contemplar el celular. Luego de la última llamada con Jimena ya sentía que la extrañaba.
—¿Alguien piensa en una personita verdad? —mencionó Linda a su lado. Refiriéndose a Jimena.
—Si, un poco —respondió.
—Bueno, pero la verás pronto. Por lo mientras debemos disfrutar de nuestro último día de vacaciones —completó Sofía.
Todas asintieron, disfrutaron de la convivencia con su grupo de amigos, entre bailes y algunos licores que alguien saco de contrabando, se divirtieron a todo lo que podían durante esa noche.
Isabel decidió salir a tomar aire fresco, había tomado un poco más de lo usual. Haciendo que se mareara pronto, aunque no fue buena idea debido a que una vez fuera, sintió que el piso se le movía e iba tambaleándose peor a como se encontraba antes.
Tomó asiento en una de las bancas del enorme jardín, era noche y muy probable la mayoría se encontraba descansando así que debía hacer lo posible para llegar sola a su dormitorio.
Había sido mala idea decirle a sus amigas que se iría a recostar cuando en realidad pensaba salir al jardín. Aún así, ya no podía hacer nada.
Como pudo, se levantó para dirigirse de regreso a las habitaciones. No fue tarea fácil ya que sus pies no conseguían mantenerse en rumbo fijo y en cada momento amenazaban con resbalar.
Fue entonces que sintió unas manos envolver a su lado su cintura sujetándola. Isabel se encontraba tan mareada que ni hablar podía.
—Que tonta eres —escuchó mencionar a la mujer que la auxiliaba.
…
A la mañana siguiente todo el grupo se reunió a desayunar. La gran mayoría de los que estuvieron en la fiesta se encontraban con una resaca pero dada las circunstancias de que no los atraparan los maestros decidieron fingir que todo estaba bien.
Isabel no fue excepción, bebió como si no existiera un mañana el jugo servido.
—Creo que fue suficiente alcohol por toda mi vida —expresó cansada.
—jajaja… la próxima vez trata de no meterte en juego que sabes que no ganarás —dijó Sofía.
—Anotado —completó Isabel—. Iré por un café. ¿Quieren uno? —preguntó pero sus amigas negaron.
Fue hasta el fondo del enorme comedor, ahí se encontraba una mesa con todo tipo de comida y bocadillos para desayunar. Tomó un poco de agua caliente para preparar su café pensando en que tanto debió haber tomado para que se llegará a sentir así de terrible.
—No deberías beber tanto café —una segunda voz se escuchó a su lado. Giró para observarla dándose cuenta de quién era.
Aquella mujer malumorada de la vez pasada.
Para su mala suerte, no deseaba ser amable con nadie así que le respondió lo más cortante posible.
—No es de tu incumbencia.
—Al parecer alguien se levantó del lado equivocado —se recargó de la mesa de al lado, tenía los brazos cruzados.
—No me siento bien, así que no estoy de humor —habló sin voltear a mirarla, se encontraba concentrada en preparar su café.
—Okay, no es como si quisiera también hablar contigo —respondió la mujer—. Sólo venía a entregar lo que dejaste olvidado en el jardín —Isabel prestó atención observando lo que tenía en la mano. Era su collar, aquel que le había regalado Jimena aquella vez en su cita.
—¿Cómo es que lo tienes tú? —habló de inmediato. Tocó su cuello dándose cuenta que no lo traía y en realidad si era su collar.
—No deberías abusar del alcohol, ayer estabas muy tomada, te encontré en el jardín y tuve que ir a dejarte a tu dormitorio.
—Oh…
—En fin, aquí esta. Procura ser más cuidadosa la próxima vez, Isabel.
Se sorprendió que aquella chica recordara su nombre.
—Gracias —Isabel sonrió, al final de cuentas comprendió que era parte de su carácter ser un tanto ácida. Ella asintió y se fue de vuelta hacia una de las mesas del otro extremo.
...
Isabel regresó con sus amigas. Linda le pregunto sobre la chica con la que se encontraba hablando.
—Ella fue la que te trajo de regreso a la habitación.
—Debiste haber ido directo al cuarto, nos quedamos preocupadas cuando no te vimos por lo que de inmediato salimos a buscarte. Fue entonces que nos encontramos en los corredores a la chica que te traía cargando.
—Si, me acabo de enterar —señalando a lo que le dijo la mujer—. No fue mi intención preocuparlas, salí un momento al jardín a tomar un poco de aire, de repente me sentí más mareada. Creo que no fue buena idea —habló apenada. Volteó a ver a su salvadora pero ya no la vió por ningún lado.
…
Después del desayuno subieron a empacar, era medio día y el bus pronto saldría rumbo a su ciudad.
Mientras esperaban a los demás, salió al jardín para enviar un par de mensajes, uno de ellos iba dirigido a Jimena avisando que pronto viajaría de regreso.
Tardaron diez minutos intercambiando mensajes, cuando al fin se despidieron, presto atención a su alrededor. En una de las bancas se encontraba la mujer de la que se ha ido topando en su recorrido. Se acercó sólo para despedirse y agradecerle de vuelta sobre su ayuda la noche anterior.
La chica miró de reojo a su costado bajando el libro que leía.
—Ah, sólo pasaba para despedirme y de paso volver a agradecerte por encontrar mi collar y… sobre todo ayudarme.
Observó a Isabel sin gesto alguno, luego de un suspiro, se levantó quedando frente a ella.
—Alexa —se presentó extendiendo la mano, y por primera vez dejó mostrar una pequeña sonrisa.
Isabel asintió, respondió de igual forma. Después de todo había hecho una nueva amiga y sobre todo recuperado su valiosísimo collar.
—Si algún día vas a mi ciudad, no dudes en buscarme —sonrió.
—Gracias, lo consideraré —regresó a la banca y tomó su libro de vuelta.
...
Abordaron el bus exactamente a la hora acordada. Isabel se fue de aquel viaje envuelta en una felicidad, jamás se habría imaginado que gracias a ese viaje las cosas con Jimena se solucionarían y para bien, ahora en una relación que estaba más que dispuesta hacer que funcionace.
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