Un silencio revelador
Empezó a notar la calidez de un manto corpulento sobre su cuerpo, que parecía haberle resguardado de su pesadilla. Gotas de sudor le colgaban de la frente, mas no le importó; el paño húmedo fue reconfortante. Sabía que las almas estaban cerca; habían despertado de un aparente sueño profundo sin fronteras, del que tardarían bastante por descubrir con el paso de las únicas generaciones .
Al rememorar lo sucedido minutos antes de la caída, comenzó a abrir los ojos lentamente. Sintió un escalofrío de inseguridad, mas se tranquilizó al percatarse de los ojos castaños de Javi, que estaba acomodado en el sillón rojo.
Parpadeó, incrédula.
El muchacho no se había separado de ella en toda la tarde. No porque fuera su intención; sino debido a las órdenes de La Superior de cuidarle y administrarle el material necesario.
Los criados a menudo le cambiaban el paño y lo volvían a mojar en agua fresca. No obstante, él permaneció a su lado, tratando de imaginar cómo estaría Pedro y la chica pelirroja, que a simple vista parecía que se abstenía de sentimientos, de felicidad, o de pudor.
Emma se quitó el paño con lentitud y lo dejó empapar en la escudilla de arcilla. Poco después se sentó y echó la cabeza para atrás, apoyándose en el filo del sofá.
Volvió a cerrar los ojos.
-No te has quedado aquí a propósito -susurró con voz débil.
Javier forzó media sonrisa y apoyó los brazos tras la cabeza, echándose e imitándole.
-Claro que sí. Me apasiona verte dormir -contestó este, arqueando la ceja derecha.
-Qué imbécil -bufó y se frotó los ojos suavemente.
El chico de pelo rizado esbozó media sonrisa. Al rato se levantó del sillón y se acercó caminando hacia la pequeña vidriera. Los colores azul y verde se mezclaban en su campo visual. Sin embargo, observó el exterior con profundo nerviosismo; a pesar de la llegada del anochecer, la ciudad se divisaba al Este, rodeada de campo, y a lo lejos se apreciaba parte de la Cordillera Cantábrica.
-Ya deberían haber vuelto -habló Javi, mientras recorría el salón a paso lento.
-Mi madre estará haciendo de las suyas, los otros quizás tarden un poco más -respondió Emma, mirando el suelo blanco de mármol.
-¿Así te preocupas de los demás? -preguntó el muchacho con cierta ironía.
-Estarán bien, lo sé -asintió con la cabeza, apartando sus mechas rubias por los hombros.
-Oh. En ese caso no hay nada por lo que alarmarse -remató Javi, acariciándose la perilla con los dedos índice y pulgar.
-Lo sé porque lo que les perseguía decidió ir a por mí -replicó Emma frunciendo el ceño; se cruzó de brazos y volvió a reposar la cabeza en el respaldo del sofá.
Su compañero no apartó la mirada. Se dirigió hacia la mesilla de en medio, se sentó en el lado derecho y escurrió el paño.
-¿Recuerdas cómo era? -cuestionó Javi, a la par que le pasaba el paño húmedo por la frente.
-No son fáciles de distinguir -sus ojos se cruzaron con los suyos- Quería... venganza.
-¿Y se marchó, sin más? -preguntó una vez más con incredulidad.
-Eso creo. Oí pronunciar el nombre de Jorunn Tanberg, ¿te suena de algo? -suspiró Emma, sin comprender lo que había sucedido.
-Quizá en algún libro. Tendremos que comunicárselo a tu madre -aclaró Javi con expresión seria.
-De ningún modo, por ahora -declaró ella, abriendo los ojos como platos.
-Le debemos cualquier información que nos pueda dar ventaja. No tiene sentido que estemos aquí sin hacer nada, sin un propósito...
-¿Lo dices en serio? ¿De verdad crees que estamos perdiendo el tiempo? -preguntó Emma con brusquedad, interrumpiéndole- Irene apenas confía en mí, ¡Y le salvé la vida! ¡Para qué hablar con vosotros! Cada vez está más confundida, más ausente en su vida. Acaba de perder a su amiga y aún sufre por su madre -la chica castaña de mechas rubias se levantó repentinamente -Como sigamos así, también nosotros la perderemos y al final no habrá nada que podamos hacer.
Javi, frustrado, se llevó la mano derecha al cabello. Emma atisbó la mirada desde la esquina inferior de la sala, fulminándole con enemistad. Apoyó la espalda en la pared y se cruzó de brazos.
-Lo siento. En ocasiones me recuerdas a Pedro. Tan... impulsivo siempre -susurró ella con rencor.
-Es su primera misión como escudero. Tendrás que aceptar que cometa algunos errores, ¿no? -habló el muchacho de pelo azabache con voz gélida.
-Lleva demasiados. Tiene que aprender a controlar sus emociones -insistió Emma, frunciendo el ceño.
-Dime, experta. ¿Acaso no estás celosa? -Javi se acercó a ella con tono seductor en voz y mirada.
-No, pero... sé lo que se siente. Él no merece cargar con eso -murmuró mostrando culpabilidad.
-Nadie lo merece -volvieron a crear un intenso contacto visual. El chico apartó la mirada.- Y dime, ¿por qué no quieres que Michelle esté al tanto de lo que sabemos?
-Tengo el presentimiento de que mi madre oculta datos importantes, cosas que deberíamos saber, ¿entiendes? Ya le reveló a Irene que Laura era su hermana -volvió a sentarse en el sofá y movió la pierna izquierda, preocupada.
-Es normal. Quiere estar más cerca de ella, y por otra parte también querrá adentrarle en nuestro mundo -contestó Javi con media sonrisa-
-Pero aún no es el momento. No está preparada para lo que se viene -declaró Emma, repitiendo el mismo acto de mojar el paño.
-Ninguno lo estamos. Pero cuando llegue ese momento, le apoyaremos más que nunca, y no habrá que huir más.
La muchacha, con ojos llorosos, trató de no parpadear con el fin de contener las lágrimas. Su amigo le cogió de la mano y la apretó con fuerza. El brillo que unía sus ojos negros oscuros, con los suyos, verdes cristalinos, reconfortó aquel vínculo de equipo, de unión inseparable.
Souvenir -Orchestral Manoeuvres In The Dark
La noche llegó sin pesar, y una enorme nube se detuvo en el centro del cielo. Las estrellas comenzaron a asomarse con vigor, y las olas mecían el agua cristalina en el entorno.
El viento marítimo acariciaba el cabello de la chica pelirroja, y el flequillo del muchacho moreno. La playa estaba desierta; parecía que pertenecían a ese lugar de alguna manera. Caminaban por la orilla en pleno silencio, sin saber qué aclarar. Sentían la arena en los pies, se concentraban en cómo estos salpicaban el agua con quietud.
Se miraban como si no existieran motivos, excepciones.
Pedro sabía que aquella casualidad no lo era del todo, Irene no entendía por qué se sentía segura con él. No obstante, ese pensamiento no bastó para impedir que desconfiara en quien le había ayudado a huir de la policía, una vez más, sin razón alguna.
Reparó en las gotas que le colgaban de la frente y alzó la vista al cielo.
-Pronto lloverá -murmuró Pedro, siguiendo la misma dirección- Querrás regresar.
-No... lo que menos me apetece ahora es volver casa -respondió Irene, bajando la visión a sus pies.
El chico le miró con tristeza. En el fondo sabía que no podía comprenderle, aunque supiera que estaba sufriendo demasiado estos pocos días.
Sin embargo, también era consciente de su principal función, de pasar desapercibido, proteger a las almas, ser un buen escudero. De esta forma, se reencontrará con su padre y se seguirá formando en el cuartel.
Al fin y al cabo, solo es una misión. Después no significará nada
-Tu padre estará preocupado por ti. ¿Qué alternativa tienes? -comentó Pedro, molesto.
El rostro de Irene parecía más vacío que el día anterior. Aquella intensidad que mostraba cada vez que le veía en la calle o en el instituto se dejaba desvanecer con lentitud.
Entonces Irene observó los ojos de Pedro; eran de un tono gris misterioso y anhelante.
-Verás, es que... Últimamente con mi padre tampoco me siento segura -titubeó la protagonista, apartando la mirada y dirigiéndola al horizonte.
Pedro alzó la cabeza y cerró los ojos, intentando contenerse, no perder los estribos.
-¿Y conmigo sí? -preguntó después de tragar saliva y soltar una risita.
La chica pelirroja respetó el silencio.
-Estará tan dolido como tú, puede que incluso más. Igual la policía trataba de hablar contigo... para investigar el caso, ya sabes -sugirió el muchacho, sin atreverse a mirarle.
-Claro, ¿y por por qué me has traído aquí? -Irene balbuceó, sorprendida por el miedo.
-Te recuerdo que eras tú la que huías. Yo te ayudé a escapar-debatió Pedro, subiendo las escaleras del paseo marítimo.
-¿Tú tampoco huías? -remató Irene, y se paró en el escalón del medio -¿Por qué me ayudaste?
El otro se limitó en no hacer contacto visual. Había metido la pata hasta el fondo del hollo; debía controlar la situación, obedeciendo a La Superior. Resopló y recordó sus palabras: máxima discreción.
-Se está haciendo tarde. Te acompaño -dijo entre dientes, a la par que Irene le había seguido tres pasos por detrás.
La chica pelirroja se mordió la lengua y retomó la caminata.
4 días.
Llevaba cuatro largos días viviendo en esa ciudad. Santander le parecía un lugar oscuro, lleno de historia y suspense. Se encontraba sumida en sus pensamientos, se sentía débil.
Quería encontrar su esencia en alguna parte, la esencia de la amiga que no logró salvar, su única hermana.
Además, sabía que no podría cargar sola con el dolor, tenía que confiar en otra persona.
Y todavía no sabía a quién abrirse, para ser guiada.
Pedro se detuvo en la esquina de una calle ancha, donde se hallaban árboles en los laterales. Imaginó que sería un buen lugar para escapar de casa, dado que la mayoría de las ventanas carecían de barrotes, y cada casa estaba acompañada de un pequeño jardín y árbol.
-¿También sabes dónde vivo? -cuestionó Irene, arqueando la ceja izquierda.
-Se terminaron las preguntas -respondió Pedro, mostrando una sonrisa de media luna.
Irene se aproximó hacia él y le observó con cara de pocos amigos.
Fue entonces cuando entornó los ojos y le dio un bofetón con la mano abierta, en todo el moflete derecho.
El muchacho se apartó con grosería y decidió darle la espalda. La protagonista apoyó las manos en sus caderas.
-Aquí pretendéis ocultarme algo, por lo que veo, importante -la chica pelirroja retrocedió dos pasos- Y si no quieres colaborar conmigo, lo haré por mí misma. Sé que sabes lo que está pasando, eres un pésimo mentiroso. ¡¡¡Ni se te ocurra volver a cruzarte en mi camino!!! -exclamó con holgura y se alejó sigilosamente, perdiéndose entre las sombras y las sensibles luces de las farolas.
Pedro, sin pronunciar palabra, le imitó el gesto y se marchó al sentido contrario de la protagonista, farfullando palabras como idiota, mierda, trabajo y alma perdida.
Send me an angel -Scorpions
El barco estaba a punto de zarpar. Apenas había personas en el puerto, y la luz del faro rodeaba una parte del Mar Cantábrico y de las afueras.
Dos viejas amigas esperaban expectantes la manera en cómo despedirse.
Eran tiempos de una posible guerra, a causa de una revolución entre dos seres que juntos compartirían el mismo final.
La mujer francesa se encogió de hombros y se limpió una lágrima con la mano. Su compañera, más mayor, le agarró del brazo izquierdo y le sonrió con la más buena intención.
Corría viento del Este, y por un instante regresaron a su época juvenil. La recordaban con cariño y orgullo, ya que no existía ese problema, y nunca la habían vivido tan descaradamente. Una sociedad estable, igual en derechos, en virtudes...
La anciana, justo antes de poner un pie en la rampa de madera, le dirigió una última mirada de esperanza.
-Michelle Dubois... Parece que fue ayer cuando zanjamos nuestro acuerdo -confesó la mujer, limpiándose la nariz con un pañuelo de ganchillo.
Su amiga se desató el moño y el viento golpeaba sus puntas rubias.
-El tiempo vuela más alto que nuestros deseos por vivir -titubeó Michelle y se cruzó de brazos, tratando de no derramar más lágrimas.
-Tan optimista como tu madre -la anciana sonrió, apartando la visión hacia el barco- El trabajo que estás haciendo es espléndido, no lo dudes.
-El esfuerzo, mujer. Solo hago lo que está en mis manos -Michelle imitó el gesto.
-Y mucho más. Muchísimo más -le aseguró la anciana, mientras se ajustaba las gafas.
-Ellos me necesitan, pero yo también necesito a alguien que me ayude a tomar varias decisiones; una guía -musitó Michelle y se acercó hacia ella.
-Te equivocas. Yo no podría guiar a una persona de ingenioso juicio; y menos si al final hace lo que quiere -declaró la anciana, cosa que hizo que Michelle riera e inspirara hondo.
-Irene... Está muy mal. Y tampoco quiero que Diego -murmuró torpemente y la anciana levantó el dedo meñique para interrumpirle.
-Me encargué de que no se cruzara con la policía. Algo hizo que creyese en mí, porque salió corriendo como pudo y quiso -confesó esta, negando con la cabeza.
-Seguro de que ese algo fue la esencia de su abuela -declaró Michelle, sin dejar de sonreír.
-Me descubrirá tarde o temprano. No te preocupes por el cabezota de su padre, acabará entendiéndolo -le aseguró la mujer mayor, en el momento en el que seguía subiendo la rampa.
-No quiere entrar en razón. Es como si no le conociera -respondió Michelle, pasando el dorso por la frente.
-Querida; nunca llegamos a conocer verdaderamente ni a los nuestros, imagínate en los demás -suspiró cuando llegó a la borda- ¡¡Y recuerda: si no hay opción, tendrás que contárselo todo a Irene!!
-¡¡Necesita conocer su origen, su verdadera identidad!! ¡¡Cuídate, Rosario!! -vociferó Michelle, a la par que veía el barco navegar sobre las aguas tranquilas y su maestra se despedía con el brazo en alto, sin perder la compostura.
La Superior dio media vuelta y callejeó por los rincones de la ciudad, en dirección a la fortaleza.
El equipo de maniobras se le estaba agotando la energía y debía repararlo para la próxima batalla.
En segundo lugar, era consciente de la complicada relación que mantenía con su hija desde que su pequeño ejército se multiplicaba y se transladara a Santander.
Se ocultó bajo la capucha con el fin de no ser reconocida por ninguna sombra y se profundizó en la otra parte de la verdad, bajo sus pensamientos y el castillo, que le era distinguido por sus vidrieras de color, más allá de la colina.
Perdón por alguna que otra falta🤡
Volví con falta de práctica, pero tiempo al tiempo :D
¿Os gusta el llamado "Enemies to Lovers"? 😏
Por ahora, entre Emma y Michelle, no sabría elegir mi personaje fav 🥰
Irene se muestra poco a poco ✨
Y todos comparten el mismo silencio🥺
¿Quiénes serán los otros que aún no aparecen? 🌚
Sé que tenéis más dudas, ya paro.
Mil gracias 🧡
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