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~Un Nuevo Hogar~

Al abrir los ojos con lentitud, olvidó por completo lo que había soñado. Miró al techo y se tocó la frente con la mano derecha. Se percató de que era una pesadilla más aterradora que la de ayer. Sólo pudo recordar unos gritos y mucho estrés. Se sentó apoyando la espalda contra el cabecero de la cama y se abrigó con las sábanas. Sentía una baja temperatura en la habitación y echó un ojo hacia la ventana. Estaba cerrada a cal y canto y el sol alumbraba las cajas de la mudanza. Poco después alzó la mirada a su lado izquierdo. El despertador marcaba las 7:38 am. Los nervios regresaron para volver a apoderarse de su control. Hoy era 17 de Septiembre, primer día de instituto.

Hacía muchos años que vivía en Madrid , en un piso alquilado con sus padres y su gato a dos dedos del retiro. Creía que su vida era invencible y asombrosa. En todo momento que los problemas iban a ella, casi siempre encontraba alguna solución con o sin ayuda. Incluso en los casos que no descubriera cómo salir del laberinto, seguía teniendo fe en sí misma, porque sabía que tarde o temprano tenía que afirmar y aprender de aquel error, no dejándolo atrás sino continuando con las situaciones que realmente merecían la pena vivir.

Eso es lo que su madre le aseguraba a diario hasta su muerte. Y desde entonces seguía cumpliendo con el objetivo de aprovechar al máximo, porque el mañana sigue siendo un mañana para todos.

Rápidamente salió de sus pensamientos y se dirigió al centro del cuarto para coger ropa de una de las cajas. Entonces abrió una de ellas y eligió una sudadera roja, unos vaqueros cortos y unas zapatillas blancas con plataforma. A continuación se quitó el kigurumi de Stitch y se acercó al tocador. Mientras que se miraba la cara en el espejo, se echó un poco de rímel en las pestañas y sonrió. Una pequeña diferencia estancial le podía venir bien para su nueva vida.

Oyó un movimiento de una caja. Echó un vistazo sin moverse del sitio y vio cómo Tom jugaba con una bolsa. El gato se dio cuenta de que su ama le había pillado jugando con el ovillo de lana que había sacado del saco. Su hocico le delataba.

-Tom, ¿no te cansas de la lana? –preguntó haciendo una mueca.

El gato maulló, caminó hasta llegar a su pequeña cama al lado de la puerta, depositó la lana y siguió con su jueguecito, enredando sus patitas con el hilo rojo, haciéndolo más grande .

La muchacha decidió asomarse a la ventana y se sentó en el alféizar. Las nubes iban desapareciendo poco a poco, quedándose por detrás de la casa de enfrente. Desde esa perspectiva pudo ver a su amiga, en la entrada, esperándola para ir juntas al instituto el primer día. A la chica se le ocurrió alzar la vista hacia la ventana y al ver quién la miraba, saludó con una radiante sonrisa y moviendo el brazo para meterle prisa. Tomó una hoja en blanco y un bolígrafo azul de su mesita de noche y lo guardó en el bolsillo de la sudadera. Abandonó el móvil en el tocador y examinó una foto enmarcada. Estaba en el colegio, graduándose con sus padres y con otras dos compañeras. Su madre seguía ahí. Y le pareció que aquel momento era de ayer mismo. La vida está llena de cambios y más cambios. Ese recuerdo alrededor de otros también increíbles, siempre seguirá en su corazón. Siempre.

-¡Ireneee! ¡A desayunar! ¡Tu amiga te está esperando desde hace rato!

Cuando su padre compró la nueva casa hace dos meses, contrató a una criada para que hiciera las tareas del hogar, ya que él no disponía del tiempo suficiente porque pasaba horas y horas en la oficina. Además, la contrató con la esperanza de establecer un vínculo entre las dos únicas mujeres de su nuevo hogar. Pero al parecer, su hija no estaba contenta con esa decisión y para ambos había sido difícil proseguir con la ausencia de su madre. Ella insistía en que nada volvería a ser igual. Y en parte tenía mucha razón.

Guardó la foto en el cajón del tocador y buscó con la mirada a Tom. El animal ya estaba durmiendo en su cama, abrazando al ovillo de lana rojo. A veces le invidiaba. Los animales no tenían tantas preocupaciones como los humanos. Aunque al menos se alegraba de tener a Laura. Era la única amiga que se había mudado también a la paz que ella. Las demás seguían en Madrid con sus estudios .

Salió de la habitación sin prisas y comenzó a bajar las escaleras. Podía ver cómo la criada estaba preparando la comida del mediodía, ya que desde la planta de arriba olía a aceite. Al llegar a la cocina, vio que su padres la esperaba apoyado en la encimera con una taza de café. Iba muy elegante, debido a que ese día tenía una entrevista de trabajo y debía dar una buena impresión.

Irene se sentó en un taburete al lado de la encimera y se comió la magdalena de chocolate que le había preparado la criada. El padre miró a su hija ternura. Hacía ya tantos años viviendo momentos increíbles, que ni siquiera se dio cuenta de lo rápido que había pasado el tiempo. Su hija ya era una mujer y dentro de unos pocos cursos ya estaría estudiando en la universidad . Confía en ella y sabe que todo irá bien.

- Que te vaya muy bien en tu primer día, cariño. Todo irá bien- comentó el señor García a Irene.

Su hija le miró como si no lo conociese, como si hubiera dicho algunas palabras en idioma extranjero o como si hubiese perdido la memoria. Su cara demostró un poco de desconcertación, pero quiso disimularlo con una buena sonrisa.

- Muchas gracias, papá. Seguro que será un gran cambio para mí en todos los aspectos, pero sé más sincero. No todo puede salir bien- respondió Irene con una expresión insegura.

El padre no supo qué decir al respecto. Ella se levantó del taburete sin más y se dirigió al cuarto de baño para peinarse. Tenía un hermoso cabello pelirrojo y la criada había insistido en cortarle el pelo, pero ella se negó en aquel entonces. El pelo le llegaba muy debajo de los hombros y consideraba que no lo tenía lo suficientemente largo como para cortarse aunque solo sean las puntas.

Al mirarse en el espejo, empezó a pensar que había cambiado un poco su forma de examinar algunas situaciones. Anteriormente siempre sabía que todo tenía solución en su historia. Sin embargo, se le aparecían dudas por su mente y en muchas ocasiones era difícil para ella averiguar el por qué. De todas maneras seguía siendo la misma de siempre. O eso creyó.

Salió y se fijó en el reloj de su mano izquierda. Eran las 8:00

Antes de abrir la puerta de la entrada, echó la vista atrás y miró a su padre, quien había salido de la cocina para desearle una mañana agradable. Pero al parecer Irene no quería ilusionarse demasiado. Estaba emocionada pero no a tal punto como lo estaba su padre y en el fondo, lamentó haberle contestado de esa manera tan extraña. No debería haber contestado así.

-Llego tarde, Laura me está esperando- comentó Irene un poco más alegre .

El señor García volvió a sonreir y se acercó a Irene para abrazarla. Sabía que eran tiempos difíciles para ambos e incluso para la criada. La ausencia de su madre les había afectado a lo largo del tiempo y todavía esa pequeña herida seguía abierta. Se decía que la costumbre curaba hasta el más mínimo roce, aunque sospechaban que ese dolor, por muchos años que pasasen y que cada vez se cerrara lentamente , siempre se quedaría abierto.

Abrió la puerta principal y contempló el buen tiempo que hacía aquella mañana. El sol radiante iluminaba cada ventana de su nuevo hogar y la brisa débil que se apoyaba en los grandes árboles de la zona, le hacían sentir muy cómoda consigo misma. Laura se abrazó a ella nada más verla. Entoces llevaban mucho tiempo sin hablar, sin quedar para irse de fiesta o simplemente para dar una vuelta , ya que en realidad Laura estaba ocupada con sus estudios. Le habían ofrecido la oportunidad de tener la beca de Amancio Ortega. Podría haber seguido sus cursos de instituto en Canadá. Sin embargo, ella renunció a tan increíble oportunidad porque no le llamaba mucho la atención. Sus padres habían estado convenciéndola casi todos los años y decidió elegir qué futuro quería verdaderamente. De hecho, Irene nunca llegó a entenderla. Ella habría aceptado sin dudarlo.

Empezaron a caminar por la acera sin decir ni una palabra. Era temprano y tampoco sabían muy bien qué decir. Fue entonces cuando Laura empezó la conversación.

-¿Sabes? He oído que el instituto tiene algo muy peculiar comparando con otros -comentó Laura pensativa, mirando a la nada, escondiendo las manos en los bolsillos.

Irene giró la cabeza lentamente hacia los ojos de su amiga. Todo había cambiado para ella. Profundizó sus recuerdos perdiéndose en aquel azul cielo que le hacía ser tan especial. Un mar infinito lleno de tautologías y contradicciones, de miedos y rencores, de felicidad y dolor al mismo tiempo. De pronto volvió a mirarla aun siendo consciente de la conversación y arqueó una ceja, mostrando interés de por qué precisamente ese centro era distinto.

-Y ¿Conoces alguna razón evidente como para preocuparme en estos momentos del día?-preguntó la chica pelirroja echándose a reir a carcajadas. No podía creer que su amiga le estuviera hablando sobre el nuevo instituto. Ella siempre hablaba de hasta las mínimas características la educación. Las leyes, los temarios de cada asignatura, el carácter que debían tener los profesores,etc.

Laura observó a Irene muy seria, haciéndole creer que era importante que supiera ese dato nada más empezar el curso. Para ella era muy importante hablar sobre esos temas y sabía que para su amiga, la mayor parte de los hechos que ocurrían a menudo los veía desde un punto de vista totalmente contrario. Miró hacia delante y a los lados. Ambas vivían en un barrio muy largo lleno de árboles en los laterales y se sentía orgullosa de compartir ese lugar con ella. La chica rubia continuó con su nuevo dato.

-Ya sabes que nuestro nuevo centro es privado y que seguramente tengamos a unos profesores increíbles. Pero hay algo muy curioso por lo que yo pienso. Al parecer, hay algunos alumnos que no son de origen español, pero que hablan castellano como los demás. Estas personas pueden venir de Estados Unidos, Francia, Alemania, Italia y creo que eso no es bueno –añadió Laura haciendo una mueca.

Irene no comprendía que su amiga viera esa situación de esa forma. Al fin y al cabo aceptamos a cualquiera tal y como es, ¿por qué Laura tenía una perspectiva mala el hecho de que algunos compañeros fueran de otros países y no fueran de aquí? ¿Acaso lo veía negativo por la simple razón de que tenían distintos orígenes que ellas por ejemplo?

-Laura no te entiendo, ¿qué importa si hay gente que no son como nosotros? De todas maneras, aprenderemos a convivir con ellos, a conocer a personas nuevas que quizá puedan cambiarte la forma de ver el mundo en tan solo un instante. ¿Acaso tú no los aceptas?-respondió Irene un poco perdida. No podía imaginar que ella pensara de esa manera porque no era evidente.

Su amiga se paró por sopresa suya e Irene también detuvo la caminata. Delante de ellas se encontraba el nuevo instituto que Laura había mencionado antes. Se quedaron examinando la fachada del centro. Era de un color gris recién pintado, con muchas ventanas sin persianas. Pudieron observar que el edificio tenía 5 plantas y grandes patios traseros. Cada segundo que permanecían paradas, aparecían más estudiantes entrando para la presentación de un nuevo curso, precedido por el director.

Laura no supo qué decir al respecto. Pensó un poco y acabó encontrando las palabras adecuadas para su amiga. Sonrió.

-Ya veo que no has caído. Como he dicho antes, este instituto es privado y va a haber muchísimos estudiantes con categoría , sea por los estudios o por el dinero de sus padres. Los nuevos de otros países han obtenido la oportunidad de estudiar aquí sin importar el nivel económico que poseen. ¿Crees que a esos estudiantes en concreto les gustará la presencia de los nuevos? No te digo que no, pero sólo sé que aquí con esa situación puede suceder cualquier cosa.

Irene sin decir nada subió las escaleras de la entrada acompañada de su amiga pensando en aquello. Era cierto que no todo el mundo pensaba como ellas pero, ¿merecía la pena llegar a imaginarse una demanda contra esa oportunidad? Ahora mismo solo esperaba que le concediesen una clase normal y con gente de todo tipo, en vez de de una clase repleta de personas pijas. Sabía que ahí comenzaba su nueva historia y que todo iba a depender de sus actos.

Se apresuraron a entrar.

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