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La decisión arriesgada

La brisa del verano tardío permitió que relajara la compostura. Sin embargo, un búho se posó en una rama de los árboles del barrio.

Un cosquilleo le atravesó de la nuca a los pies.

Caminaba a prisa para intentar no pensar en los últimos acontecimientos. Respiraba entrecortadamente y se negaba a sí misma con la cabeza.

Irene sabía que no podía aguantar más. El mundo estaba ocultándole la mayor parte de la verdad de estos días, y quizás aquello que le estaban escondiendo podría ser la última pieza del puzle. También era consciente de que no por eso pasará desapercibida. Habían sucedido la mar de cosas en apenas una semana, sin pura lógica. Necesitaba organizar sus pensamientos, mantener la calma de alguna manera.

Ese chico se merecía esa bofetada. Aceptó la idea de quedarse con él por instinto; todavía no quería volver a su nuevo hogar. Por primera vez desde que se marchó, se había sentido segura.

Hasta que vio que le había engañado.

Lo cierto es que no le pareció extraño, dado que se trataba de un desconocido que se había encontrado a la entrada de un callejón oscuro.

Y no por casualidad.

Se había dejado el móvil en casa. Imaginaba la docena de llamadas perdidas.

Se preguntó si Michelle sabría de su ausencia; realmente estaba empezando a echarle de menos.

Además de tener la sensación de estar atrapada en un mundo de incertidumbre donde no existía, tampoco quería preocupar a su padre. Seguro que habría estado muy ocupado y desesperado, buscándole con la ayuda de la policía; tratando de seguir su rastro.

De pronto su mente regresó al rincón más delicado de sus recuerdos. No había podido despedirse de ella. Se trataba de Laura. De la única que le había apoyado en todo momento desde la muerte de su madre; de la chica que soñaba despierta en un mundo sin prohibiciones.

De la única hermana que nunca supo que tenía.

Notó la visión borrosa y procuró no parpadear.

Antes de que se diera cuenta, dos lágrimas resbalaban de sus mejillas.

Tras girar a la derecha, pudo vislumbrar una débil luz amarilla que se reflejaba en la misma acera donde caminaba. La luz provenía de la ventana más grande; la del salón. Fue entonces cuando supo que su padre seguía despierto. Se detuvo frente al portal, sin atreverse a entrar. Suspiró con pesadez y apretó los puños hasta sentir el rozamiento de las uñas. clavándose en las palmas.

Alzó la mirada hacia las ventanas de la primera planta. No había luz en ninguna habitación.

Si me marcho, volveré a no tener un lugar.

Ahora este es mi hogar, aunque no lo sienta mío.

Irene alargó la mano para abrir el pomo de la puerta blanca, con la intención de hacer el mínimo ruido posible. No obstante, su padre fue más rápido que ella.

Cuando este abrió la puerta, la chica vio más incomprensión en las ojeras de Diego. Su pijama de rayas iba a juego con la bata azul. La chica pelirroja agachó la cabeza y esperó la regañina merecida.

Pero Diego no articuló palabra. Su rostro carecía de expresión, o eso le pareció ver. Se fijó en sus ojos, de un color más oscuro que de costumbre. Tuvo la sensación de que deseaba decirle algo importante, algo que revelara una verdadera explicación. Sin embargo, el campo de visión de su padre cambió a la casa de enfrente. Irene se atrevió a dar un paso, después otro, aún esperando lo que necesitaba o debía escuchar.

Finalmente fueron más, porque logró subir las escaleras y adentrarse en su cuarto.

Cerró la puerta sigilosamente, apoyando la espalda contra ella. Se cruzó de brazos y resbaló con lentitud hasta sentarse en el suelo frío de madera.

Se llevó las manos a la cara.

Ahogó un llanto.

Tom, que estaba escondido dentro de una caja vacía, salió torpemente a fin de reunirse con su dueña. El gato negro maulló y se sentó entre los muslos de Irene. Ella tomó fuerzas para sonreír, pero tenía la mirada perdida.

Perdida como un barco que no ve la luz del faro en mitad de la noche, de esa misma noche.

A los diez minutos, se levantó torpemente sujetando a su gato y dejándolo reposar en su pequeña cama gris, que se hallaba junto a una posible mesa de estudio. Se quedó observando las cajas; unas llenas de ropa, otras de libros de texto.

Entornó los ojos al recordar el contenido de la caja de atrás.

Caminó a paso lento y se arrodilló delante de ella. Visualizó los pequeños recuerdos que conservaba; escuchó risas y suspiros de triunfo. Cogió el cuadro más grande; un campo de amapolas y tulipanes, las estrellas a medio salir, y la media luna resplandeciente. Fue uno de los pocos dibujos a lápiz que terminó a color, porque su madre se animó a acabarlo con ella. Le guiaba con la mano a la hora de indicarle las sombras, cuándo debía apretar más o menos, y cómo hacer que el resultado fuera tal y como habían imaginado.

Apretó el cuadro y cerró los ojos.

Volvió a la realidad.

Lo guardó en el mismo sitio y se acercó a la cama. Se sentó en ella, dejando un espacio a la izquierda. Dirigió la mirada hacia la ventana. Era noche de luna llena, cuyo resplandor carecía de buena energía. Contempló durante un breve instante el cielo repleto de estrellas y otras constelaciones sin identificar, pero que de algún modo tenían las respuestas a todas sus dudas.

Salvo que aún no era el momento.

¿Nadie me va a decir qué está pasando?

¿Por qué tengo que pasar esto?

¿Y por qué siento que no soy de verdad?

Irene se acurrucó de rodillas, apoyando la cabeza en la almohada y abrazándose a sí misma. Se mordió el labio inferior, pero no cerró los ojos. El felino se despertó y comenzó a mover la cola, echándose un poco para delante.

A partir de ese momento, la chica pelirroja notó que le faltaba el aire, que se elevaba por arte de magia y que no sentía las articulaciones.

*************

Las puertas de la fortaleza se abrieron lentamente. Michelle entró observando ambos laterales, ocultada por la capucha negra del abrigo. Se dejó mostrar en el salón. Solo se oían los repiqueteos de sus tacones.

Emma y Javi le esperaban junto a la vidriera. Los dos estaban vestidos con equipo de armamento; la chica rubia había guardado dos armas de combate en su chaqueta oscura y el moreno llevaba balas de repuesto, un tiro con arco, y otra pistola.

Emma dirigió la mirada hacia el exterior, sin separarse del pilar que hacía de columna. Lanzó un suspiro y se acarició la nuca con suavidad, intentando encontrar una verdadera razón para seguir allí.

Javi se acercó lentamente hacia La Superior, sin desviar la mirada hacia su persona.

-¿Qué se supone que debemos hacer? -preguntó este, con picardía.

-No está todo perdido. Todavía hay que esperar un poco más -respondió Michelle, haciendo señales al criado porque ella quería colgar el abrigo en el perchero.

-Lo dices como si tuviéramos muchas soluciones, ¿las tenemos? -avanzó Emma, sin atreverse a pestañear a causa de sus ojos brillantes.

La Superior se cruzó de brazos y entornó sus ojos color café.

-Sois vosotros los que decidisteis entrar en esta misión. Estáis a mis órdenes, a no ser que prefiráis volver a Ellinor -murmuró Michelle, entornando los ojos.

-Ellinor no es la de antes -refunfuñó Javi, negándose a sí mismo con la cabeza.

-Por eso mismo. No podemos arriesgarnos a volver, ni hacer que Irene esté en peligro por nuestra causa -afirmó Michelle, avanzando hasta la vidriera.

-¿Pues sabes qué? Estás siendo muy injusta con nosotros, ¡ella ya estaba en peligro desde antes de que llegara! - exclamó la chica rubia, tapándose el rostro con desesperación.

-No quiero parecer egocéntrico, pero solo sabemos que tenemos que proteger a Irene, no cómo -suspiró Javi, mordiéndose el labio inferior.

Fue entonces cuando volvieron a abrirse las puertas de la Resistencia. Una melena castaña se aproximaba desde el pasillo hasta el salón, con suaves pisadas. Pedro se presentó delante de sus compañeros y de La Superior, con la cabeza agachada y las manos en los bolsillos. Los tres que al principio le observaron con asombro, a los diez segundos volvieron a retomar la conversación.

-¿Acaso os parece poco proteger a un alma perdida? -cuestionó Michelle, haciendo un círculo mientras paseaba- ¡¡Están perseguidas por toda la Tierra!! No es la única en el mundo. ¡¡¡Hay millones que no saben controlarse ¡¡¡Que están al borde del colapso!!! ¡¡¡Podrían desaparecer por completo!!!.

-Ella no conoce su historia, ¡ni siquiera sabe por qué se ha mudado! ¿Cómo crees que será para ella seguir adelante? -remató su hija, dándole la espalda sin apartar la vista de Pedro.

La Superior desvió la mirada y se cruzó de brazos. Javi le hizo una señal a Pedro para que este se acercara y estuviera a su lado. Su amigo se acercó en silencio. Javi se tocó sus rizos y le pasó un brazo por los hombros.

-Lo que tenemos que hacer es contarle la verdad. Hay que decirle quién es y quién fue su madre -declaró Javi, haciendo una mueca.

-Eso es imposible. Ya está sufriendo demasiado por lo de su hermana, y aún no ha aceptado bien la muerte de su madre -murmuró La Superior, tapándose la boca con la mano derecha.

-No es fácil enfrentarse a dos pérdidas que han sido muy cercanas; es normal, madre -contestó Emma, mordiéndose las uñas- Espera ¿Cómo que su hermana? ¿LE HAS DICHO QUE LAURA ERA SU HERMANA? -preguntó, incrédula.

-Pero ¿es que no lo es? -habló Pedro, por primera vez desde que llegó.

Michelle Dubois puso los ojos en blanco y se sentó en el mismo sillón donde Emma había descansado tras perder el conocimiento durante cortos minutos. La muchacha rubia se había puesto roja de furia y su progenitora estaba al borde del colapso a causa del estrés que le impedía pensar con claridad.

-Si no dime, ¿cómo la vamos a proteger si no nos deja entrar en su vida? -inquirió Emma, dando vueltas en círculo por el salón, tocándose la frente con la mano un par de veces.

Los tres adolescentes se encontraban en una misión difícil y delicada, pese a que tuvieran una gran mentora. Ellos pudieron apreciar las ojeras de Michelle, que representaban la impotencia y la intranquilidad que había estado viviendo desde que el padre de Irene le echara de casa por haberle dejado ir a la playa sola.

La mujer se frotó los ojos, dolida por haber perdido el control de la situación. Sin añadir opinión del asunto, se levantó enfurecida y desapareció por la puerta de la estancia.

Javi aprovechó para toser con la finalidad de calmar el ambiente y se sentó en el sofá que había frente a la vidriera. Le siguió Pedro, que estaba triste por no haber sido capaz de compartir información útil con el equipo. Es más, ni siquiera se habían molestado en preocuparse por su parte del plan. Apoyó la cabeza en el respaldo y se centró en mirar el techo, aunque no pudiera pensar en otra cosa.

Emma presenció a Pedro por unos segundos, sin reflejos.

-Olvidaba que estabas aquí -susurró con voz ronca.

-Pues a mí no se me ha olvidado lo tonta que eres -respondió el muchacho mostrando una mueca, sin dejar de mirar el techo.

-Relájate, Pedro -declaró el chico de los rizos, intentando animarle-Nos has pillado en un mal momento, pero estoy seguro de que has conseguido más que yo en tres días.

Su amigo le sonrió, plácidamente. Sus pupilas dejaron de dilatarse, y Javi se dio cuenta de que el color del iris contrastaba con el reflejo de la vidriera de la fortaleza.

-He llegado justo a tiempo, cuando estaba huyendo de la policía -murmuró sin ganas, como si la orilla del mar le hubiera robado la energía que había sentido con la chica pelirroja.

-Qué raro, ¿qué hacía la policía yendo detrás de ella? -inquirió Emma, con la intención de cortar el mal rollo con Pedro.

-Y si no había hecho, en fin, nada ilegal, ¿por qué huiría? -remató Javi, tocándose el mentón pensativo.

-Eso mismo me pregunté también -confesó Pedro- La verdad es que no sé quién pudo ayudarle, pero creo que sabemos con certeza de que no era la policía.

Los tres amigos se miraron a la vez.

-Son ellos -se acercó Emma y se colocó frente a los chicos- Nos han adelantado una vez más.

-Tiene que haber alguien cerca que los controle. Es casi imposible que siempre estemos a unos pasos detrás cada vez que nos involucramos -insistió Javi, frunciendo el ceño.

-¡¡Esa es nuestra misión, pedazo de inútil!! ¡¡Descubrir quién está detrás de todo esto!! -gritó Emma, con los ojos muy abiertos.

-Preferiría que te dirigieras a mí con un tono más agradable, preciosa -habló Javi con voz seductora.

Pedro se limitó a dejar que las piernas le temblasen por sí solas. No debería haberse acercado tanto a Irene. Cuando aquella noche estaban paseando los dos solos por la playa, sintió su corazón débil, como si supiera que por mucho esfuerzo e ilusión que sacrificarías supieras el resultado final. Era como una caja de bombones sin envoltorio, un reloj contando más lento que un segundo; alguien que contaba con la ausencia del saber vivir.

Se agitó el flequillo y se levantó por impulso. Observó a sus dos amigos, recordando los buenos momentos que había pasado con ellos en Ellinor, mucho antes de la guerra. Recordó también la verdadera razón por la que estaba allí con ellos, tratando de cumplir la misión. Quería volver a ver a su padre, y solo se lo permitirían si lograra obtener un buen puesto gracias a más misiones como aquella. En ese preciso momento, supo que no servía de nada seguir protegiendo desde lejos. A pesar de que la verdad doliera, la mentira siempre carga más peso.

-Se acabó. Nos vamos -afirmó Pedro, dispuesto a buscar un buen armamento.

-¿Qué? ¿A dónde piensas ir? -preguntó Emma, arqueando la ceja izquierda.

-A casa de Irene -el muchacho moreno se ajustó la riñonera con las armas- ¿Tenéis algo más que decir?

Javi pestañeó varias veces, sorprendido por la decisión de su amigo.

-No quiero ser aguafiestas -empezó a decir la chica rubia.

-Ya lo eres de por sí, no te preocupes -le cortó Pedro, dándole la espalda.

-¡¡Solo creo que no es el momento!! -exclamó Emma, dirigiéndose a él- Ahora mismo ella está confusa, triste, dolorida Y seguramente esté enfadada contigo porque ha descubierto que sabes de algún modo lo que ocurre, y también estará frustrada no solo porque no se lo has dicho, sino porque ni ella misma tiene la menor idea de lo que está pasando.

-¿De verdad puede sentir todo eso? Con tantas emociones cualquiera se consumiría -musitó Javi, aproximándose hacia ellos.

Emma le lanzó una mirada fulminante y volvió a centrar su atención en los gestos de Pedro. Este se cruzó de brazos, sin moverse del centro del salón.

-Así que no es el momento, ¿eh? ¿Lo será cuando tú quieras? -la miró de arriba abajo- Hace nada estabas de acuerdo en tomar un contacto real con ella. ¿De verdad estabas de acuerdo con eso, o solo querías contradecir a tu madre? -se cuestionó Pedro, frustrado debido a las palabras contrarias de Emma.

La chica rubia se llevó una mano al corazón; no se esperaba ese planteamiento. A menudo se sentía inútil al lado de su madre. En Ellinor siempre había sido la hija de y nunca le mostraron un reconocimiento a causa de su esfuerzo en otras misiones. De hecho, muchas chicas de su edad le hacían el vacío por un supuesto enchufe que jamás existió, pero que parecía ser visible a los demás.

Emma agachó la cabeza, como señal de disculpa. Su cabello rubio con mechas en las puntas le tapaba un poco las mejillas sonrojadas. Trató de no cerrar los ojos para evitar que salga la primera lágrima. Se abrazó a sí misma.

Pedro se acercó más a ella y le abrazó sin pedirle permiso.

-Lo siento, Emma, no pretendía Me odia por no haberle contado nada. Estoy tan desesperado por que acabe esta misión, que quiero hacer todo lo que esté en mi mano para volver a casa -confesó Pedro, soltando un suspiro que le pareció eterno.

La chica se apartó y se limpió los ojos con el dorso de la mano derecha, asintiendo con la cabeza sin atreverse a mirarle aunque estuviera frente a ella.

-Sí, tienes razón -musitó Emma- Lo más probable es que Irene tampoco tenga ganas de verme, después del tiroteo de mi supuesta casa. De todas formas, lo acabará entendiendo, ¿no?

Pedro mostró una gran sonrisa. Emmay él clavaron la vista hacia su amigo, expectantes, ya que él aún no había formulado palabra desde que ellos empezaron a discutir.

Javi también se levantó del sofá. No obstante, se volvió para mirar a través de la vidriera. Advirtió la oscuridad de la noche, y los árboles de alrededor agitándose debido al viento del este.

Giró la cabeza y contempló a sus dos compañeros. Reconocía que era arriesgado, que habían pasado por otras misiones los tres juntos, casi más peligrosas que aquella. Sus ojos marrones se fijaron en su equipo de armas; las pupilas quedaron dilatadas.

Sin embargo, esta situación era distinta. Porque cometerían una locura sin la supervisión de Michelle, a sus espaldas. Rápidamente apartó ese pensamiento de su cabeza. Los tres tenían ganas de que esto funcionara a su manera.

Avanzó con lentitud hacia ellos, quedando solo el ruido del roce del suelo por sus zapatillas.

-Supongo que para ser la primera vez que coincidimos en una idea, no debería negarme -confesó Javi, enseñando una sonrisa de media luna.

Emma rio a carcajadas, seguida de la risa contagiosa de los chicos. En pocos minutos guardaron silencio, y casi de puntillas, abrieron la puerta de la fortaleza con el máximo disimulo posible entre susurros y las risas que no cesaban.

Cuando salieron al exterior, apreciaron el fresco de la noche, y la luz de la luna que les invitaba a cruzar por el camino más corto. De esta manera, podrían adentrarse en la ciudad, rezando con la finalidad de no arrepentirse por la idea irresistible de dejarse llevar por sus deseos.



















Me encanta este capítulo. Creo que porque se ve más claro cómo son los personajes. Algunos destacan más que otros, aunque depende de las veces que salgan. Cada uno tiene sus virtudes y defectos; la imperfección es lo que les hace más reales🧡
¿Tenéis alguna teoría? Sé que he tardado en actualizar, pero esta parte en mi opinión resume muchísimo la historia 🥺
Pd: si veis alguna que otra falta de ortografía me perdonáis JAJAJAJ
Mil gracias💘

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