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El único designio que no dejaba de reflexionar era el hecho de que nadie iba a decidir las opciones que sus obstáculos le dificultaban por cada logro que deseaba. Quería empezar de cero. Su intención era aprender a ser totalmente independiente. Y sabía que no iba por un camino fácil y se sentía insegura, porque tampoco conocía el camino correcto.

Marchó por la misma zona de donde había ido al Instituto con Laura. Observó el ambiente: niños que iban con sus madres agarrados de la mano, sonriendo. Vivían sin preocupaciones, sin problemas graves que se le pueden antojar en un segundo. Por un momento quiso retroceder en el tiempo, en aquella época donde la única incertidumbre era escoger entre el sabor stracciatela o nube del helado.

Porque su madre permanecía allí, con ella.

Ahora el mundo había perdido ese aroma tan especial. Y percibía que esto sólo era el principio.

No estaba preparada. Todavía no.

Aligeró la marcha para poder despejarse de sus pensamientos vulnerables. Lamentaba no haber podido despedirse de Emma de un modo más respetuoso. La había ayudado a adaptarse un poco más a la clase y sabía que finalmente su actitud se volvió muy drástico, tanto como para estimarse demasiado por un simple favor de su padre. No fue un error severo. Sin embargo, ella creía todo lo contrario.

Divisaba a lo lejos su casa, con la cabeza bien alta, preparándose con valor para hablar seriamente con su padre y para saber qué pensaba Michelle al respecto. Miró al cielo. Estaba completamente gris y una suave brisa acariciaba torpemente su cabello. Fue entonces cuando oyó un ruido de unas zancadas que venían de la dirección contraria.

-¡Irene! ¡Espera!

Se dio la vuelta y vio a Laura corriendo hacia ella. Irene simplemente se paró en seco, sin expresar emoción.

Laura Flores reconoció la preocupación de su amiga pelirroja y se acercó un poco más a ella. No sabía cómo convencerle, pero debía atender a su aflicción. Porque sabía que eso era lo principal en ese pequeño instante.

-¿Te vienes? Los de 4º y Bachiller van a hacer botellón en la playa- comentó Laura, sonriendo a la protagonista con intención de persuadirla de una forma discreta-

Irene desvió la mirada al suelo. No quería dejar de lado su compromiso. Aquella celebración podría festejarse otro día. A pesar de que la próxima charla con su padre asimismo podría discutirlo en otra ocasión, no quiso comparar ambas situaciones. Volvió a mirar a su amiga con nostalgia.

-Tengo que resolver un problema. Lo siento, no voy a ir-contestó Irene. La miró cuidadosamente como forma de ausentarse y se dio la vuelta para seguir andando.

Laura la siguió por detrás. Bastó con dar cuatro pasos para agarrarla del brazo izquierdo y atraerla hacia sí.

Irene se sorprendió del gesto tan inesperado de su amiga. Llevaban muchos años conociéndose y fue suficiente con mirarse ambas de reojo para entenderlo todo. Y Laura no iba a dejar que Irene se sintiera así el primer día de clase.

-He hablado con Emma, sé por qué estás así. Tu no hiciste nada malo. Un olvido lo puede tener cualquiera. Mereces pasártelo bien por lo mucho que has sufrido. No caigas otra vez en el enredo. Vente con nosotras y te prometo que todo va a ir bien-volvió a hablar Laura y se arrepintió de lo último que había dicho-

La protagonista no supo cómo reaccionar, aunque reconoció que ella tenía parte de razón. Sin embargo, se le olvidaba un detalle imprescindible.

Y es que ella nunca la pudo comprender del todo, porque nunca estuvo en su misma situación.

Aun Laura agarrándola del brazo, Irene no hizo hincapié en soltarse. Continuó traspasando las pupilas de su amiga, con compasión. Poco a poco Laura comenzó a separar los dedos de su mano derecha. Finalmente Irene dio marcha atrás y volvió a girarse dispuesta a volver a su hogar.

Laura no quiso insistir en ir detrás, porque sabía que no conseguiría nada. La vio alejarse hasta perderse de vista y corrió hacia la dirección opuesta de la avenida.

Irene no tardó en llegar a su nueva casa. Subió las escaleras de la entrada y llamó al timbre. Le abrió Michelle, quien le esperaba con mucho placer para entablar una buena conversación con ella. Mas no estaban solas. Había un grupo de hombres en la cocina, charlando sobre temas económicos.

La chica pelirroja ya se había encontrado con esas siluetas anteriormente. Pero no supo cuándo ni en qué lugar. Se dispuso a entrar a la cocina para observarlos específicamente.

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