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XXIII.

Poco a poco, Atem fue sintiendo cada parte de su cuerpo nuevamente, cada extremidad, cada aguijón por el —o los golpes recibidos, así como recordando episódicamente todo lo sucedido hasta el momento.

Y, si bien su último recuerdo antes de caer lo hizo abrir los ojos, no fue hasta que escuchó fuertes sonidos de explosiones y ataques que se levantó como si un resorte lo hubiese empujado.

—¡No te dejaré lastimar al Faraón, Bakura! —exclamó uno de los involucrados en la batalla.

Atem reconoció su voz inmediatamente, pero no estuvo seguro hasta que su mirada lo enfocó mejor.

—¡¿Mahad?! —llamó confundido, pero sobretodo feliz.

El ka... No, la fusión del alma de Mahad y su ka le sonrió. No había duda de que era su sirviente más leal, así como el sacerdote más poderoso de la corte.

Escuchó al ladrón chasquear los dedos.

—¡Tsk! Ahora que teníamos la oportunidad —se quejó —. No importa, ¡ve, Diabound!

El demonio rugió con fuerza antes de atacar a Mahad.

El mago se defendió y también volvió al ataque mientras que Atem intentó pensar en algún plan.

El lugar en el que habían caído era demasiado inestable como para invocar a uno de los Dioses egipcios y, aunque no fuera así, dudaba si podría hacerlo sin el Rompecabezas del Milenio.

El ladrón le sonrió con sorna y Atem se vio forzado a presionar los labios.

—¡¿Qué pasa, Faraón?! ¿Se te acabaron las ideas? —se burló Bakura al mismo tiempo que Diabound golpeaba a Mahad.

Atem sintió el mismo golpe sobre su cuerpo, aunque trató de no exteriorizar su dolor para no preocupar a su amigo.

—Se ha vuelto más fuerte —concluyó.

Mahad, volando a su lado, asintió.

—Se debe a los artículos del Milenio —explicó y luego negó —. No, no solo es eso.

Ambos miraron a los entes blanquecinos que volaban formando una barrera frente a Diabound.

Mahad lanzó un ataque fuerte y rápido, pero este se deshizo tan pronto como chocó contra las almas.

—Las almas lo están protegiendo, a este paso-... ¡Agh!

Una fuerte cantidad de energía golpeó contra Mahad haciendo que Atem perdiera el equilibrio por sufrir la misma cantidad de dolor.

—¡M-Mahad!

El cuerpo del mago chocó fuertemente contra uno de los muros provocando que se desprendieran algunos pedazos del techo, así como que los muros temblaran.

Bakura rió.

—¿Qué hacen hablando tanto? ¡Esto ni siquiera ha comenzado! —extendió un brazo —. ¡Sigue así, Diabound!

El demonio volvió a lanzar una ataque en contra del mago y, por ende, en contra de Atem.

¡Esto es malo!, Atem se levantó para intentar hacer algo, pero aun cuando buscó una solución factible, lo único que pudo hacer fue mirar cómo otro ka descendía por el agujero que se había formado. Estaba opacado por la luz, pero pudo desviar el golpe efectivamente para salvar a Mahad.

Entonces alguien se asomó.

—¡Atem, Mahad! —exclamó la ya conocida voz bañada en alivio —. Qué bien... Llegué a tiempo.

—¡¿Qué?! —Bakura gritó cuando el otro ka comenzó a atacar a Diabound.

—¡Manet! —corearon Atem y Mahad con sorpresa, uno más preocupado que el otro.

—Pensar que sería salvado por ti... ¿Desde cuándo puedes convocar un ka? —cuestionó el mago.

Manet sonrió al mismo tiempo que guiñó un ojo.

—Tuve ayuda divina, podría decirse —contestó buscando una manera para bajar con ellos.

Atem estaba, sobretodo, confundido y enojado, tanto que, apenas Manet llegó al suelo, corrió hacia ella para sujetarla de los hombros.

—¡¿Qué estás haciendo aquí?! —vociferó —. Ordené estrictamente a los guardias que-...

—Que no me dejaran salir, lo sé —Manet sonrió más tranquilamente y llevó una de sus manos sobre la de Atem —, ¿realmente creíste que haría caso?

Se miraron por unos segundos en silencio, buscando paz en los ojos del otro.

—¿Acaso planean flirtear en medio de esto? —hasta que Bakura los interrumpió con una sonrisa burlesca antes de mirar directamente hacia Manet —. Eh... Así que al final viniste, traidora, justo a tiempo para ver la vida del Faraón desaparecer.

A pesar de que Atem tenía un brazo extendido frente a Manet para protegerla en cualquier momento, ella dio un paso adelante para enfrentar al ladrón directamente y responder a su declaración.

—Eso es lo que vinimos a evitar, precisamente —contestó bajo la mirada de los presentes.

Bakura frunció los ojos.

—¿"Vinimos"? —repitió justo para que otro ataque golpeara contra la barrera de los espíritus.

El ataque alzó una densa nube de polvo que impidió ver qué sucedía por varios segundos, pero cuando Bakura alzó la mirada otra vez, ya no estaban solo Atem y Manet.

Duos, Spiria y Curse of Dragon estaban a su lado al momento en el que Mahad y el nuevo ka volvieron a su posición.

—¡Chicos! —Atem exclamó sorprendido al ver a Isis, Seto, Shimon y Karim frente a ellos.

Los sacerdotes le sonrieron.

—Hubiésemos llegado antes, pero los caballos enloquecieron —comentó Isis antes de elevar la mirada hacia el mago —. Mahad...

Mahad le sonrió.

—De esta forma siempre podré servir al Faraón —explicó antes que todo y luego sonrió —. Me alegra verte.

La sacerdotisa asintió con una pequeña sonrisa.

—¡Como era de esperarse del más poderoso! —alabó Shimon.

Luego todos observaron al ka de Manet, que volaba enérgicamente al lado de Mahad.

—No sabía que podías convocar ka —Atem comentó observando al espíritu de cabellera rubia y de vestimenta extraña.

Manet le sonrió.

—Aprendo rápido —dijo.

—Aunque no es como si le hubiésemos explicado todo —comentó Karim.

—¡Qué bonita reunión! —los interrumpió Bakura —. Pero, ¿saben?, solo me han facilitado el trabajo de buscar los artículos uno a uno. ¡Ahora podré tenerlos todos de una vez!

Seto sonrió.

—¡Inténtalo si puedes! ¡Ve, Duos!

El ka del Sumo Sacerdote fue a atacar directamente a Diabound con su espada mientras que Mahad y el ka de Manet lanzaron un ataque conjunto de larga distancia.

Spiria y Curse of Dragon hicieron otro tanto, pero los ojos de Bakura al enas y mostraron alguna otra emoción que no sea la de jubiló.

—¡Si ustedes son más, entonces nosotros también! —exclamó y con solo un movimiento de mano, un extraño aura envolvió a Diabound.

Pronto ya no fue solo uno, sino fueron tres los demonios que interceptaron los ataques confundiendo a los presentes.

—¡¿Se multiplicó-ghh?! —exclamó Isis sorprendida cayendo de rodillas cuando uno de esos Diabound destruyó a su ka.

Shimon fue a socorrerla antes de que un trozo de pared le cayera encima.

Una vez más, los tres Diabound atacaron y, aunque no llegaron a destruir a ninguno de los otros ka, sí que causaron un gran daño a los poseedores de estos.

Manet casi cayó de rodillas antes de ser sujetada por Atem.

—¿Q-Qué es esto? —preguntó sujetando fuertemente su pecho.

Atem la miró con preocupación.

—Nuestros ka están ligados directamente a nuestras almas —explicó apretando su agarre sobre sus hombros —. Manet, deberías-...

—¡¿Otra vez coqueteando?! —Bakura llamó su atención enviando a Diabound otra vez.

Pero Seto y Karim se interpusieron en el camino.

—¡Karim!

—¡Sí!

El sacerdote aceptó la orden silenciosa de Seto y alzó la Balanza del Milenio, la cual brilló intensamente cegando a todos por unos segundos.

—¿Ka fusión? —cuestionó Shimon al azar justo para cuando Duos y Curse of Dragon se unieron en un solo ser igualando el poder de ataque de los Diabound.

Y no sólo fue eso, sobre la cabeza del nuevo ka convocado de nombre Duos Dragon, Mahad saltó con rapidez para unirse a la extraña mezcla.

—¡Ahora! —ordenó el Sumo Sacerdote para que atacaran.

Lograron destruir a las dos copias, pero el cuerpo principal siguió al frente siendo protegido por la barrera de almas.

Manet envió a su ka otra vez para que ayudara.

—Están igualados en poder de ataque —comentó Shimon maravillado, pero pronto su sonrisa desapareció cuando Bakura comenzó a reír de nuevo.

—¿Igualados, dices? —contestó Bakura alzando los artículos del milenio —. ¡No me hagas reír, viejo!

A pesar de que Diabound ya estaba ocupado atacando a Duos Dragon, de alguna forma el demonio se las arregló para enviar otro ataque simultáneo hacia Manet y Atem.

—¡Cuidado! —exclamó Isis intentando levantarse bajo la mirada asombrada de Shimon.

Pero antes de que algún otro pudiera hacer algo, el cuerpo de alguien interceptó el ataque deteniéndolo justo antes de que golpeara contra la pareja.

—¡No!

—¡Karim!

El sacerdote cayó de espaldas soltando su artículo del Milenio, el cual fue rápidamente tomado por una de las almas antes de que Atem, o cualquier otro, llegara a su lado.

Duos Dragon se deshizo en partículas dejando solo a Duos recibir el ataque frontal de Diabound. Seto fue impulsado hacia atrás hasta golpear contra la inestable pared debido a la fuerza del impacto. Su artículo del Milenio también fue tomado.

—¡Seto! —Isis y Shimon llegaron a su lado para verificar su salud; sin embargo la almas los rodearon, sobretodo a Isis, quien poseía el último artículo del milenio.

El ka de Manet así como Mahad fueron en su ayuda, pero Diabound los golpeó con otro potente ataque.

—¡Tsk, ya me cansé de ver! —exclamó Shimon poniéndose al frente.

—¡No, detente! —pero Atem lo detuvo —. El lugar no es lo suficientemente grande para que convoques a Exodia.

—¡Pero mi Faraón, el ladrón-...!

Shimon no pudo terminar de hablar.

—¡No será necesario que lo hagas! —gritó con una gran sonrisa macabra —. Después de todo, yo...

Algo extraño sucedió en ese momento, por más que Isis todavía conservaba su collar, todos los artículos del milenio que Bakura sostenía junto al suyo comenzaron a brillar.

Tanto Mahad como el ka de Manet retrocedieron al ver que una poderosa aura comenzaba a emitirse y Seto se levantó justo a tiempo para ver el espectáculo.

La sombra de Bakura se extendió por los alrededores y pronto comenzó a tomar una forma concreta, pero demasiado enorme como para caber dentro de donde estaban.

Las paredes y el suelo comenzaron a sacudirse, el viento se volvió pesado reuniéndose alrededor de ese nuevo ser y todas las almas volaron directamente hacia él, o más bien... Fueron absorbidas, incluido Diabound.

Bakura se retorció de dolor.

—¡¿Q-Qué estás-...?! —intentó preguntar —. ¡Zorc!

Manet, Seto y Mahad reaccionaron ante ese nombre.

—¿Zorc?

Pero antes de que algo más fuera dicho, el ente ahora llamado Zorc atacó a Bakura atravesándolo con sus garras bajo la mirada estupefacta de todos.

—¡Ghg!

La sangre se esparció por el suelo y las pared, Atem tuvo que retroceder para que no fuera manchado.

Nuestro trato acaba aquí, Bakura —Atem pudo identificar esa voz —. Tomaré tu venganza en mis manos —dejó el cuerpo inerte del Rey Ladrón a un lado y dirigió sus ojos al Faraón —. Yo asesinaré al Faraón elegido.

—¡No te dejaré! —se opuso Mahad en el medio.

Zorc no cambió su expresión seria antes de mover sus enormes alas.

No es necesario una lucha —dijo tomando vuelo.

Varios bloques de piedra comenzaron a caer a su alrededor quedándose a solo centímetros para no aplastarlos.

—¿Está escapando? —preguntó Manet confundida evitando por poco una roca.

Atem negó, pero fue Mahad quien respondió.

—No, está yendo hacia el pueblo.

—¿¡Planea destruirlo!? —quiso saber Shimon.

Seto apretó los puños.

—No —dijo recordando la historia de Manet —, planea gobernarlo.

—¡Faraón, mire! —señaló Isis hacia un brillo poco lejano.

Todos miraron hacia donde indicaba.

Al lado del cuerpo de Bakura, los artículos milenarios balados en sangre relucían aún en la oscuridad.

Tanto Mahad como el ka de Manet se apresuraron en recogerlos y llevarlos a las manos de Atem.

Atem se colgó el Rompecabezas del milenio antes oír el grito de advertencia de Shimon.

—¡Todos, cuidado!

Mirando hacia arriba, se percataron de un gran bloque desprendiéndose del techo. Mahad intentó detenerlo junto al ka de Manet, pero eso solo ralentizaba lo que venía.

Atem buscó alguna ruta de escape, pero todo estaba bloqueado por las piedras caídas, había sido un milagro de por sí que no hubieran sido aplastados hasta el momento.

—¡Cuidado, Atem!

Ante el grito desesperado de Manet, lo único que pudo hacer fue voltear antes de que una luz muy potente saliera del collar de Manet.

El ka que ayudaba a Mahad desapareció, dejándolo solo sosteniendo el pedazo de techo, pero poco importó cuando, de pronto, una luz cálida los tomó a todos por sorpresa haciéndolos cerrar los ojos por reacción.

Cuando se dieron cuenta, estaban otra vez en la parte superior y ya no en aquel lugar formado por la explosión. El sol había sido opacado por las nubes negras de humo, haciendo parecer la noche aun más próxima.

Los ojos de Atem se dirigieron al hueco en el que ya no estaban, las piedras de los bordes seguían desprendiéndose irremediablemente mientras que el llamado Zorc volaba hacia el centro de Tebas: el palacio.

Atem apretó los artículos del milenio en sus manos y los observó.

¿Qué había comenzado ese problema?

¿Cómo podía detenerlo?

Ahora lo entendía.

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Mana apenas se recuperó de la sorpresa cuando observó a Atem acercarse a Isis y tenderle una mano.

—Necesito que me des tu collar —la sacerdotisa lo miró con incomprensión, pero no objetó la orden. Una vez que tuvo todos los artículos milenarios en sus manos, levantó la mirada hacia los presentes —. Todos deben quedarse aquí —miró directamente a Mana —. Hablo en serio esta vez.

Los ojos de Mana se abrieron en realización cuando comprendió lo que sucedería. Lo que Atem estaba a punto de hacer.

—¡Faraón! —lo llamó Seto, quizá intuyendo algo también.

Pero Atem negó en silencio.

—Solo los artículos del milenio pueden detener lo que ellos mismos comenzaron —dijo sin devolverle la directa mirada —. Esto es algo que no puede volver a repetirse.

—¿Y qué hará al respecto, Faraón? —quiso saber Shimon —. No puede-... —el tutor Real abrió sus ojos en realización —. ¡No va a-...!

Atem asintió interrumpiendo a su tutor al saber que ni siquiera iba a poder completar lo que decía.

Frente a la confundida mirada de todos, dijo:

—Sellaré toda magia con un poderoso hechizo... Aunque deba dar mi vida por ello.

Mana se vio incapaz de interrumpirlo al momento, quizá por el shock, pero en cuanto dio media vuelta para comenzar a caminar. En cuanto todo aura heroica desapareció...

—¡Espera-...!

Extendió su brazo, pero este no tuvo lugar al cual ir cuando todo a su alrededor se detuvo.

La calidez que sintió al instante solo podía pertenecer a una Diosa que ella conocía muy bien.

«¿Qué planeas hacer, humana

—Tengo que detenerlo, no es justo... —dijo sin despegar la mirada de la espalda de Atem —. No es justo...

No sabía en qué momento se había vuelto tan inalcanzable.

«¿Ya has olvidado cuál fue tu propósito de venir aquí en primer lugar?»

Mana negó tragándose el nudo de su garganta.

—Ya no me importa, ¡no me importa! No quiero que muera. Él no se lo merece, no es su culpa... ¡Zorc tiene un problema con ustedes, Atem no tiene nada que ver! —increpó con fuerza.

Esta vez sí miró a la Diosa con cabeza de gato.

«Es cierto. Atem no tendría nada que ver con esto, mucho menos

Mana tembló ante el tono que utilizó. Rabia, impotencia, miedo, tristeza... No podría identificar todas las emociones que la hacían apretar tan fuerte sus manos en puños en ese momento.

«Pero por algo él es el Faraón elegido. Uno no escoge su destino, humana, nosotros... No, el destino ya está escrito para cada uno de ustedes

—¿Entonces ya sabías que esto iba a suceder? ¡¿Me hicieron venir aquí para que viviera todo esto?! —cuestionó, aunque no sabía si estaba realmente molesta.

«Sí y también ya lo sabías

Tragó saliva.

«Desde tu línea temporal, Zorc ha sido un problema, pero ahora se va a terminar. Ese fue el destino dado a la humana llamada Mana y al Faraón llamado Atem. No hay nada que puedas hacer

—¡Me niego! —gritó Mana —. ¡Me niego a aceptarlo! ¡Es injusto y doloroso! ¡Es-...! —su voz se fue apagando —. Ni siquiera puedo... ¿Ni siquiera puedo decirle «adiós» esta vez? ¿El destino es tan cruel que no me dejará hacerlo?

Bastet la miró en silencio por unos incontables segundos y entonces el tiempo volvió a avanzar.

—¡Atem! —lo llamó sin perder más tiempo.

Él se detuvo y ella pudo alcanzarlo.

—Manet...

—¡No sé qué vas a hacer, pero me niego a dejarte hacerlo! —exclamó envolviéndolo en un abrazo demasiado fuerte como para dejarlo ir.

Sintió a Atem apoyar su mentón sobre su hombro antes de devolverle el abrazo.

—Tengo que hacerlo...

—¡No, no tienes! ¡Tú no-...! —lo que fuera que fuera a decir no pudo salir de sus labios y, en cambio, solo lágrimas cayeron de sus ojos para abrazarlo más fuerte —. Por favor...

Atem negó y lentamente se separó de ella sin llegar a soltarla realmente solo para poder mirarla a los ojos.

Mana pudo verlo, entonces, él tampoco estaba feliz de hacer lo que haría, pero aun así sonreía con una inamovible calma.

La tomó de las mejillas.

—Manet, tú... Tu bienestar y el de mis sacerdotes, mi pueblo, todos... Son la razón por la que hago esto —le dijo —. Conque tú estés bien, conque todos puedan vivir en paz y hacia el futuro... Todo eso y muchas más son las razones para hacer esto —juntó sus frentes.

Mana negó apretando sus manos.

—Me dijiste que teníamos todo el tiempo que quisiéramos
—lo miró a los ojos por más empañada que estuviera su visión —. No lo conviertas en una mentira.

—No lo estoy haciendo, ¿no conoces el concepto del más allá? —la besó y Mana correspondió por más que el tiempo corriera demasiado en su contra —. Nos volveremos a ver. Lo prometo. Te amo, Manet.

Cayó sobre sus rodillas cuando Atem tomó un caballo que, coincidentemente había vuelto con todo y silla de montar.

Él se fue.

Mana no pudo evitarlo.

«¿Fue suficiente

Asintió sintiéndose incapaz de emitir palabras mientras tomaba el collar entre sus manos.

¿No se suponía que Manet desaparecía después?

«Ya lo tengo solucionado

A su lado, con el tiempo detenido, el ka que supuestamente le pertenecía se separó de su cuerpo. Fue fácil que tomara por completo su apariencia, aunque Mana no sintió que se estaba viendo en un espejo.

Aquella Manet era solo una copia suya.

Entonces todo se volvió negro.

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Cuando volvió a abrir los ojos, no están en su habitación, por lo menos no en la que recordaba.

El techo era blanco al igual que las paredes y casi todo lo que la rodeaba. Habían algunas máquinas a su alrededor y la cama era muy pequeña e incómoda.

—¡Mana!

Su verdadero nombre resonó en sus oídos y solo pudo voltear sus ojos hacia el lugar del que prevenía.

Ishizu y Marik estaban ahí. Sus mejillas estaban empapadas en lágrimas y Mana no entendía porqué.

—Has estado inconsciente desde hace más de una semana —le explicó el doctor —. Aunque nunca encontramos una razón para tu sueño.

¿Sueño?, se repitió Mana. ¿Todo había sido un sueño?

Giró hacia la ventana de la habitación, se podía ver su reflejo.

Un rubí circular brillaba sobre su clavícula.

Hizo lo mejor para sonreír, aunque más lágrimas cayeron a pesar de su debilidad. Ishizu y Marik le preguntaron qué sucedía, ella no pudo responder.

No había sido un sueño.

Era imposible que esos sentimientos lo fueran.

Ya lo extrañaba.

Lo extrañaba mucho.

Quiero verlo.

Atem.

Nunca había sentido tan lejana una promesa.

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Bien, he aquí el último capítulo. La verdad quería hacer más, pero muchas cosas pasaron en estos dos díastantas, la verdad —, que ya no me siento con ánimos de nada.

¿Una explicación?

Lo más sencillo es que exploté en el momento menos indicado y ahora las consecuencias. Siento muchas cosas sobre misma, sobre lo que me rodea y la verdad, comencé este fic para sentirme... ¿Más llena? ¿Menos inservible? Pero aquí estoy, quejándome otra vez y de vuelta al inicio.

Como sea, dejemos el sentimentalismo de lado y vayamos a lo serio, ¡es el final! ¡Mucha tristeza! ¡Muchas emociones! ¿Una tragedia griega? ¡No, es una tragedia egipcia, señores!

Jaja, bueno, ¿qué les pareció? ¿Les gustó? ¿Los decepcionó? Solo puedo decirles que el epílogo será más feliz, o eso espero... No , como persona/lectora/escritora/fanática/etcétera, yo digo que será satisfactorio.

Gracias CuteMeliJones, Sheblunar y miruse567 por comentar en el capítulo anterior, así como a todos lo que votaron a lo largo de la historia.

Sin más que decir, ¡hasta el siguiente y verdaderamente último capítulo!

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