XIX.
Cuando las paredes del palacio dejaron de temblar lo suficiente como para ya no tropezarse corriendo, todos los sacerdotes acudieron rápidamente hacia donde parecía haber iniciado todo: el salón Real.
Sin embargo, ya que Seto y Mahad estaban en una de las zonas más alejadas del lugar, ellos fueron los últimos en llegar justo para ver al llamado Rey Ladrón con algunos otros bandidos ingresando por la entrada principal.
El joven Bakura parecía divertirse con lo que sucedía a su alrededor, lo cual no era mucho menos que un ataque a todos los presentes.
Isis invocó a su ka, Spiria, para ayudar a algunos de los criados que resultaron heridos por el asalto que logró abrir de par en par los fuertes portones que deberían proteger al Faraón.
—¡Mi Faraón! —exclamó Mahad acercándose a Atem, quien había caído a un lado protegiendo a la hija menor de uno de los sirvientes —. ¿Se encuentra bien?
La niña asustada esperó la confirmación del Faraón para poder correr al lado de Isis en busca de sus padres, mientras que Seto no perdió más tiempo para invocar a su ka, Duos, y comenzar su contraataque junto a los demás sacerdotes.
—Así que este es el poder del Rey Ladrón —comentó Atem levantándose e ignorando la ayuda de Mahad —. No me extraña que los guardias no hayan podido hacer nada.
—Sí, a mí tampoco —concordó Mahad con un asentimiento antes de prepararse para la batalla —. ¡Ve, Mago de las Ilusiones!
El ka de su más leal sacerdote atravesó rápidamente la sala para defender a los demás criados a los que Isis no podía llegar.
Si bien su principal deber era proteger al Faraón, el Rey Ladrón, ni ninguno de sus súbditos, habían llegado tan lejos; sin embargo parecía que el poder del mismo sobrepasaba por mucho al de los ka de sus compañeros.
No durarían mucho, así que una vez que su Mago de las Ilusiones terminó de defender a los sirvientes, pronto se inmiscuyó en la incesante batalla.
Entonces el Faraón comenzó a acercarse al ladrón.
—¡Espere, Faraón-...! —Mahad intentó detenerlo, pero fue en vano cuando uno de los bandidos lo ataco directamente, haciéndolo tener que pensar en su propia vida.
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Las esquinas de los labios del Rey Ladrón se curvaron hacia arriba cuando vio a Atem caminar hacia él. Muchos de los sacerdotes, como Shimon o Seto, intentaron ir a su lado, pero varios bandidos se lo impidieron al mismo tiempo que sus ka intentaban detener al de Bakura.
—Eh... Así que el gran Faraón se dignó a entrar en batalla —se burló.
Atem apretó los labios antes de responder moviendo los brazos para enfatizar sus palabras.
—¡Detén esto, Bakura! ¡¿Por qué estás aquí en primer lugar?! —exigió.
El Rompecabezas del Milenio se movió al ritmo de sus ademanes haciendo que Bakura sonriera.
—Estoy viniendo a recuperar lo que es mío —se señaló en sí mismo haciendo referencia a los artículos del milenio —. No... A lo que es de mi pueblo.
—¡No podrás hacer eso! —Atem negó —. ¡Ríndete de una vez, estás en desventaja!
Bakura rió.
—¡¿En desventaja, dices?! —exclamó y señaló a un lado, en donde su ka terminaba por derrotar al dragón de Karim —. ¡Diabound puede con todos ustedes!
Atem agitó la cabeza de un lado al otro solo una vez.
—No me refiero a los ka —replicó —. ¡Tenemos a una de tus aliadas en las mazmorras! Si no quieres que-...
—¿Aliadas? —repitió Bakura frunciendo los ojos como si se tratara de un mal chiste, interrumpiéndolo —. Yo no tengo aliadas, Faraón. Las mujeres son débiles en muchos sentidos, no me sirven en lo absoluto.
Atem lo miró fijamente. Él era el que estaba escuchando el mal chiste.
—Eh... ¿En serio? —alzó una ceja con una sonrisa en los labios para no demostrar su confusión —. ¿Me estás diciendo que Manet no es de los tuyos?
—¿Manet? —Bakura volvió a sonreír con una notoria burla en su expresión. Agitó la mano como si espantara a una mosca y se apoyó en su pie izquierdo. Para ese momento, el Mago de las Ilusiones y Duos eran los únicos enfrentando a Diabound —. ¡JA! ¿Te refieres a esa mujerzuela? ¡No me hagas reír, Faraón! ¡Aunque fuera uno de mis aliados, no me detendría!
A un lado de todo el alboroto, Seto gritó:
—¡No lo escuche, mi Faraón! ¡Solo está tratando de engañarlo!
—¡Así es! ¡Igual escucharemos lo que Manet tenga que decir! —exclamó Mahad en medio de todo su esfuerzo.
Atem volvió la mirada al Rey Ladrón, quien mantuvo su atención mortalmente en Mahad antes de girar hacia él.
—Bueno, en lo que a mí concierne, realmente no me importa si crees que Manet está de mi lado; después de todo, ella es una pieza invaluable —se encogió de hombros con una sonrisa y sin molestarse en explicar lo dicho cuando una ráfaga de viento movió tanto su cabello como su túnica roja antes de dirigirse a su Ka —. ¡Diabound, es suficiente! ¡Ahora toca el plato principal!
El gran monstruo alado de color gris, muy similar a un demonio, voló directamente hacia Atem. Los ka de sus sacerdotes no pudieron hacer mucho cuando otros ka —quizá de algunos de los bandidos infiltrados —se interpusieron en sus caminos.
—¡Ataca al Faraón, Diabound!
Atem apretó los puños sintiéndose realmente frustrado y confundido. Muchos heridos, probablemente algunos muertos y sin duda todos con la moral baja. Eso no era de un buen Faraón. Eso no debería estar pasando.
—Esto ya se extendió lo suficiente —declaró levantando la mirada tanto hacia Bakura como a Diabound —. ¡Parece que has olvidado algo! —Atem levantó su brazo. No estaba muy seguro de lo que estaba haciendo, pero sabía que podía hacerlo —. Permíteme recordártelo, ¡puedo llamar a los Dioses Egipcios! ¡Dioses legendarios de Egipto, por favor escuchen mi llamado, en el nombre de cada Faraón que estuvo antes, ahora suplico el despertar del poderoso Obelisk!
Una enorme luz descendió del cielo así como apareció desde el fondo de la tierra. El suelo tembló y pareció que el cielo tronó, sólo para que todos exclamaran sorprendidos la aparición del gigantesco monstruo.
—¡Yo invoco a Obelisco el Atormentador! ¡Ataca!
El gran Dios egipcio se preparó para golpear a Diabound y al Rey Ladrón. Muchos de los bandidos habían escapado y solo los que parecían ser más leales se quedaron al lado de Bakura.
—¡No puede ser! —gritó Bakura —. ¡Diabound, ataca tú primero!
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Mana sintió el retumbar de todas las paredes y no fue ignorante de la potente luz que iluminó los pasillos de las mazmorras que la mantenían presa.
No era tan distraída como para dejar de lado que algo estaba sucediendo. Algo importante.
Una presión en su pecho se lo decía. Una sensación similar a cuando Bastet se había aparecido frente a ella, solo que mucho más poderosa.
«Te dije que otros Dioses ya estaban apoyando al Faraón elegido.»
El comentario de Bastet en su cabeza la devolvió a la realidad.
Mana se apoyó en los barrotes y miró hacia la salida de las mazmorras apretando los labios.
—Eso solo me dice que las cosas están empeorando, ¿no es así? —preguntó sintiéndose impotente e inútil.
«De hecho, esto no es algo que podrías haber cambiado.»
—¿A qué te refieres?
«A que todo pasa por una razón, humana. Todo lo que ha sucedido hasta ahora estaba dentro de lo que podía suceder, ¿o no?»
Mana supuso que tenía que asentir, así que lo hizo.
Por más que no estuviera conforme, al final Bastet, así como todos los Dioses, sabían lo que debía suceder y en qué momento.
Y ella también, por lo menos una parte.
Apretó sus puños alrededor de los barrotes. En este momento estaba en la parte de la historia que no conocía. La que no estaba en los libros, la que se había mantenido tan oculta como la procedencia de los artículos del milenio y el nombre de Atem.
En este momento no puedo hacer nada por ti, cerró los ojos. Este es el destino que te da una marca en la historia.
Oh, Dioses, pero cómo quería estar libre en ese momento para pegarle un buen golpe en toda la cara a Bakura.
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Viéndose realmente en desventaja cuando Diabound perdió la mayoría de su fuerza y todos los sacerdotes recuperaron la suya, Bakura soltó un chasquido con la lengua.
—Esto no está bien —murmuró tanto para sí mismo como para aquel ser que descansaba en su interior.
«Te dije que todavía era muy pronto.»
Obelisco tuvo una reacción entonces, mirando directamente a Bakura. El Rey Ladrón sonrió burlesco al Dios.
—Oh, bueno, supongo que tenemos tiempo hasta que el día llegue —se encogió de hombros antes de comenzar su retirada —. ¡Nos estaremos viendo otra vez, Faraón Elegido!
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Tan pronto como Bakura dejó el salón Real, Atem cayó de rodillas dejando que Obelisco desapareciera también. Eso había tomado más de su energía de lo planeado.
Los sacerdotes corrieron a su lado.
—Está débil después de esa lucha —declaró Shada mirando a Seto.
El Sumo Sacerdote asintió.
—Sí, es una buena oportunidad —miró a los demás. Isis y Mahad se apoyaban el uno en el otro para no caer. Él mismo se tambaleaba e incluso Shimon estaba arrodillado al lado del Faraón —, pero dudo que alguno de nosotros esté en sus máximas condiciones después de esto.
Atem asintió.
—No lo sigan por ahora —ordenó levantándose lentamente con ayuda de Karim —. Él dijo que tenía tiempo hasta que el día llegue, solo debemos estar más alerta que antes. Que los guardias avisen sobre cualquier movimiento extraño y que los doctores se encarguen de los heridos en este momento.
Mahad entonces se acercó a él.
—Si me permite, mi Faraón, tengo una idea de en dónde se esconde el Rey Ladrón —declaró sorprendiendo a todos —. Si parto lo más pronto posible-...
—¿Y de dónde sacaste esa información? —lo interrumpió Atem escudriñando a su amigo —. ¿De Manet? —Mahad asintió una vez y Atem sintió tanta rabia como preocupación —. ¡¿No escuchaste lo que dijo ese sujeto?! ¡Si está de su lado, o no, igual no podemos confiar en ella!
Mahad le devolvió la más severa de las miradas, no como sacerdote ni como amigo, sino como el mentor y guardián que lo había visto crecer.
—¿Y por qué deberíamos confiar en el Rey de los Ladrones, precisamente? —contestó Mahad haciendo que Atem, por más Faraón que fuera, cerrara la boca —. Estoy seguro de que incluso Seto me apoya en esto, ¿no es así, Sumo Sacerdote?
Atem miró hacia su primo casi desesperado porque se pusiera de su lado, pero Seto solo asintió con los ojos cerrados expresando su seriedad.
Observó, entonces, a los demás sacerdotes. Todos le devolvieron una determinada mirada.
—De todos nosotros, el más calificado para esto es Mahad, mi señor —asintió Shimon con una sonrisa suave.
—Un ataque sorpresa en el lugar en el que debería sentirse seguro es un buen punto —observó Karim refiriéndose también a lo recientemente ocurrido.
Isis se mantuvo callada con una expresión indescifrable, pero su mirada era tan intensa que declaraba lo mucho que confiaba en Mahad para el caso.
Incluso Aknadin, como su tío y no sacerdote, le puso una mano en el hombro.
—Lo he visto con mi Ojo del Milenio, Faraón —dijo con seriedad —. En este momento, por más que tengamos a los Dioses de nuestro lado, es mejor que usemos todas las oportunidades posibles.
Atem tragó saliva y dio media vuelta empezando a caminar.
—Bien —aceptó negándose a mirar a Mahad —, pero no irás solo, lleva a un grupo de aprendices contigo, o bien a algunos guardias.
Pese a que no lo vio, Atem supo que Mahad sonrió cuando agradeció su confianza.
Sin embargo Atem no pudo decir nada más. No a él ni a sus sacerdotes, por lo menos.
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—¡¿Qué diablos estás planeando?! —Mana literalmente saltó en cuanto oyó la furiosa voz de Atem dirigiéndose hacia ella y golpeando al mismo tiempo los barrotes con las palmas de sus manos.
—¿Q-Qué? —frunció el entrecejo —. ¿Por qué estás tan molesto? ¿Qué ha sucedido? —quiso saber, pero Atem solo podía respirar rabiosamente, como si le estuviera tomando todas sus fuerzas no golpearla.
—¡No finjas que no sabes nada! —ignoró sus preguntas —. ¡¿Qué fue lo que hiciste exactamente con Mahad?! ¡¿Por qué diablos cree tanto en ti?!
Mana tardó en responder, más bien no lo hizo.
—¿Él-... Ya se fue? —quiso saber. Su voz tembló sintiéndose muy culpable por causarle tantos sentimientos negativos a Atem —. ¿Tan pronto?
Atem no respondió.
—¡Atem, por favor, tienes que creerme! —pidió Mana pegándose a los barrotes —. ¡No le he dicho ninguna mentira, pero tampoco sé qué es lo que está pensando! ¡Tienes que detenerlo, por favor!
Todo el tiempo que había durado la batalla, Mana pudo pensar claramente porqué le preocupaba tanto Mahad.
Y es que ella no había escuchado su nombre en el futuro. Ni siquiera lo habían mencionado en los libros. Realmente quería decirlo en voz alta, quería cambiar la historia sin importarle todo lo demás.
Sin embargo, sin molestarse ni siquiera en mirarla, el Faraón dio media vuelta para regresar por donde vino. Mana lo llamó una y otra vez, pero él no volvió. Nadie apareció tampoco y ella comprendió que la historia no podría ser cambiada a menos que ella se convirtiera en la paradoja que no debía ser.
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Aunque Manet creía que Mahad ya se había ido, la verdad era que «lo más pronto posible» del sacerdote no llegó hasta lo más temprano del día siguiente.
Atem observó a Mahad preparándose para salir con un puñado de guardias y aprendices desde la comodidad del balcón de su habitación. No podía decir que estaba tranquilo, sus apretados puños lo delataban.
Shimon lo miró.
—Debe confiar en el más fuerte de su corte, Faraón —dijo antes de agregar en un tono más paternal —, y en el más leal de sus amigos.
Atem asintió en silencio. Confiaba en Mahad, pero no confiaba en Manet... O eso era lo que quería convencerse a sí mismo.
Mas la verdad era que no estaba seguro de lo que estaba sintiendo. El miedo y la preocupación, así como una ligera envidia, o quizá celos, eran parte de todos los sentimientos que se arremolinaban en su pecho.
Desviando un poco su mirada, notando a la única sacerdotisa de su corte, pudo saber que no era el único que se sentía así.
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—Mahad —Isis lo llamó acercándose.
Mahad señaló algo a uno de los hombres que lo acompañaban y se volvió hacia la joven mujer.
—¿Vienes a despedirme? —preguntó el sacerdote en parte broma.
Ella le mantuvo una mirada seria.
—¿Estás seguro de esto? —contestó en su lugar.
Mahad y ella se mantuvieron en silencio durante unos segundos compartiendo una profunda mirada.
El sacerdote le sonrió, entonces, con la suma calma que lo caracterizaba.
—Viste mi futuro, ¿no es así? —Isis estuvo a punto de hablar cuando él negó, interrumpiéndola a propósito —. No quiero saberlo.
—Pero Mahad-...
Él le puso las manos en los hombros.
—Estoy feliz de que te preocupes tanto por mí como para romper tu regla de no decir el futuro exacto de nadie —respiró hondo —, pero esto es algo que debo hacer, Isis. No solo por el Faraón, sino por todos los que me importan.
Esperaba que su fuerte mirada, así como el lazo que los unía desde hacía tantos años, le transmitieran todo lo que quería decir.
La sacerdotisa se mantuvo en silencio. Ella comprendía todo muy bien, pero eso no evitaba el dolor que le provocaba que su más cercano amigo se fuera.
—¿Realmente nada te va a detener? —preguntó para asegurarse, él movió la cabeza. Entonces, pese a todo, Isis sonrió lo mejor que pudo —. Entonces no hay nada más que pueda hacer, pero permíteme decirte algo, al menos —Mahad asintió y ella tomó aire —. Nos volveremos a ver, ¿no es así?
No era una confirmación de su futuro, era una pregunta como cualquier otra. Una promesa silenciosa.
Mahad sonrió.
—Si tu corazón es más pesado que una pluma.
Y a Isis le tomó todo lo que tenía no deshacerse en lágrimas ni abrazarlo con tanta fuerza como para no dejarlo ir.
—Una cosa más —dijo Mahad antes de irse. Isis lo miró —. Dile a Seto que, hasta que regrese, proteja al Faraón con todo lo que tenga.
Isis asintió, aunque ambos sabían que no había necesidad de hacerlo. Seto lo haría igualmente.
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El viaje duró horas, como Mana había mencionado.
A ese paso, era seguro que Bakura lo estaba esperando, si es que ya se había dado cuenta de lo que planeaba.
Y tuvo toda la razón cuando llegó a la entrada de la destruida ciudad de Kul Elna.
—Eh... Así que un valiente vino a plantar cara por su Faraón —se burló Bakura sonriendo.
No parecía totalmente recuperado, después de todo no habían pasado más que diez horas, pero parecía lo suficientemente confiado como para hacer dudar a los aprendices de Mahad.
—Vine a recuperar algo —declaró Mahad —y de paso a derrotarte. A ti y a tu gente.
Bakura pareció divertirse con cada palabra que salió de sus labios, pero no dejó que eso lo molestara.
En cambio, el Rey Ladrón mandó a uno de sus bandidos a traer algo para posteriormente alzarlo.
Los ojos de Mahad se abrieron ligeramente más de lo normal, pero aparentó mantenerse impasible.
—Si esto es lo que buscas, ¿por qué no hacemos un intercambio? —sonrió —. Tu Sortija del Milenio por esta cosa, entonces así nadie tendrá que perder la vida innecesariamente.
Mahad suspiró y le dio una mirada al grupo que lo acompañaba. Ninguno desvió la mirada del ladrón, ninguno dudó, entonces no lo haría él tampoco.
—Como dije, he venido a derrotarte. No pidas perdón luego.
—Oh, créeme, no lo haré —las comisuras de los labios del ladrón se extendieron maliciosamente mientras miraba a Mahad —. ¡Estúpido Sacerdote, me quedaré con la Sortija del Milenio y con todas las almas que me has traído!
Mahad tomó aire. Sea lo que sea que fuera a pasar, tanto sus hombres como él ya estaban preparados tanto para el plan A, como para el B.
Por fin podría sentirse orgulloso de ser el sacerdote del Faraón... No, su mejor amigo.
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¡Qué capítulo para más largo, eh! ¡La inspiración llegó y no se fue!
Supongo que todos ya se esperan lo que se espera, así que... ¿Qué le pareció lo de Mahad e Isis? ¡Me gustó muchísimo su escena!
Ejem, humildad aparte.
Espero que les haya gustado y aunque sea emocionado un poquito.
Gracias meliodas11011, CuteMeliJones, Sheblunar, miruse567 y DannakawaiiYGO por comentar en el capítulo anterior, y a todos los que votaron.
¡Realmente amé este capítulo y espero que ustedes también!
Sin más, ¡hasta el próximo capítulo!
❤
P. D.: Puse la cancioncita del opening en multimedia por los feelings y todo, pero... ¡Dios! ¿A alguien más siempre le choca ver a Seto y a Kisara frente a la tabla de ella con Kaiba recordando? ¡Me duele!
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