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XII.

*Nota: estoy utilizando las fechas originales del anime, por lo que el gobierno de Atem vendría a ser durante el Imperio Medio de Egipto (2050 - 1750 a. C.).

Actualización: Okay. Revisando esto y haciendo algunas investigaciones, me di con la sorpresa de que en realidad el gobierno de Atem hubiese sido después del imperio nuevo (o sea, en el tercer periodo intermedio). Soy un asco con los números.

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Realmente Mana todavía no tenía muy claro qué buscar como para tener un camino fijo, pero si de algo estaba segura, era que tenía que encontrar alguna clase de... Conexión con Bastet, o bien Hathor, para poder volver al antiguo Egipto.

Y no se le ocurría mejor idea que ir al museo de historia egipcia de su familia con el collar de la madre de Atem adornando su cuello.

El museo era enorme e impresionante, por decir poco. Era la primera vez que estaba ahí ya que no existía en su línea original, mas no se detuvo a mirar muchos detalles.

Con pequeños saltos rápidos, subió las gradas con cuidado y se ocultó tras una columna exterior cuando oyó a personas saliendo.

No tenía idea de si Ishizu o Marik estaban ahí, pero no quería arriesgarse e ir directamente a un interrogatorio.

Las puertas estaban prácticamente abiertas para todo el mundo, por lo que no fue difícil camuflarse entre la no tan grande multitud que visitaba ese día.

Lo primero que se veía al entrar era el vestíbulo. Las paredes tenían pinturas egipcias muy bien hechas, así como también una que otra imitación de sarcófagos para decorar y largos bancos de madera en los que las personas podían sentarse y planear su siguiente destino.

Mana no tenía muy claro a dónde ir, aunque descubrió por pura casualidad que todo el museo estaba dividido en fechas y que, de acuerdo subiera o bajara los pisos, estas ascendían o descendían.

También habían apartados sobre los lugares que más apogeos tuvieron sobre la época, pero no pensó en eso cuando comenzó a rememorar lo que había estudiado para su proyecto.

Para su suerte, el vestíbulo del museo abría camino hacia el Tercer Periodo Intermedio, por lo que solo tuvo que seguir las indicaciones hasta llegar al año 1000 a. C., el año al que había viajado, según sus suposiciones.

Sin embargo, cuando llegó al lugar que debería estar únicamente lleno con datos de la historia de Atem, se encontró con el puesto más vacío y solitario que había, solo para ser opacado por el de Bakura a unos cuantos metros.

Apretó los labios y comenzó a avanzar con las manos puestas sobre el collar.

Había una estatua del torso y rostro de Atem medio descuidada en el medio de una vitrina. Mana lo reconoció al ver el cabello puntiagudo, pero la mirada que denotaba demasiada superioridad no era suya, tampoco la crueldad descrita en la leyenda del mostrador, ni el objeto dorado y piramidal que le colgaba del cuello.

Mana lo reconoció como el rompecabezas del milenio. Yūgi le había comentado que su abuelo había logrado encontrarlo después de un arduo viaje, pero que ya no lo tenía.

Cuando le preguntó sobre su paradero, Yūgi le dijo que en algún momento le presentaría a quien lo cuidaba casi como si siempre hubiese sido suyo.

Pero eso ya no es así, huh..., pensó Mana. El abuelo de Yūgi había fallecido en la búsqueda del objeto milenario, por lo que la persona que supuestamente lo tenía ya no lo hacía, si es que la persona existía en sí.

Agitó la cabeza. Se había dicho que ya no pensaría así.

De todas formas, ¿por qué se llama rompecabezas?, suspiró alejándose de la vitrina.

No habían muchos más datos que los que ya sabía descritos en los murales y no quería leer los de Bakura. No se atrevía.

Suspiró pesadamente y se apoyó en una pared no muy lejana. Ese era el lugar más cercano al antiguo Egipto que conociera. Debía haber algo más... Otra cosa que le pudiera ser de ayuda...

Bubastis...

Bubastis era la ciudad que alababa a Bastet como Diosa protectora. Bastet era la que había contactado con ella en primer lugar.

Subió en el ascensor hacia el bloque del Tercer Periodo Intermedio, tiempo en el que tuvo su mayor prosperidad.

Curiosamente, aquella zona se encontraba con menos gente. Mana no tardó en averiguar el porqué cuando llegó a la parte de Bubastis.

Habían puesto una gran tela blanca que cubría la mayoría de la exposición, quizá lo que más se llegaban a ver eran las momificaciones de los gatos y un par de escrituras antiguas acerca del pueblo en sí y la Diosa, pero nada más que eso.

Confundida y con el entrecejo fruncido, Mana se acercó, pero su camino fue rápidamente interrumpido por un hombre en traje negro.

—Disculpe, señorita, pero esta zona está cerrada por el momento —informó mientras le indicaba con las manos que regresara al ascensor.

Mana tragó saliva.

—¿Eh? ¿Por qué? ¿Sucedió algo? —quiso saber.

El guardia negó ligeramente con la cabeza.

—No, pero mañana habrá una exposición sobre un objeto original que trajeron directamente de Egipto. Mi deber es que todo siga de acuerdo a las órdenes de la señorita Ishizu, así que... —la miró para que comprendiera lo que quería decir.

Mana rodó los ojos.

—Entiendo —dijo dando media vuelta —. Entonces volveré mañana.

—Será bienvenida —el hombre se inclinó y Mana siguió su camino al ascensor.

Sin embargo se detuvo antes de llegar y se escondió detrás de una de las macetas de adorno.

Mana no tenía ni idea de lo que fuera que hubiesen traído, pero no le importaba. No importaba cuán pequeño fuese —lo cual no creía así si estaban haciendo tantos arreglos para mañana —, lo que importaba era que era originario de Egipto. Seguro tendría más conexión con Bastet si era del mismo Bubastis.

No debía perder la oportunidad por más pequeña que fuera. Se sentía afortunada.

Una vez que el guardia dio media vuelta para continuar su recorrido, Mana salió de su improvisado escondite para correr detrás de la tela.

Se metió por la parte en la que no estaba unida y esperó a que no hubiera ningún trabajador presente dentro aún.

Aquella zona estaba llena de maquetas y modelos a escala de lo que había sido Bubastis en su tiempo. En algunas lugares estaban arreglando las luces y reflectores, por lo que estaba más oscuro de momento, que el resto del museo, y no fue hasta que llegó casi exactamente al medio, que se detuvo.

Era una enorme estatua de quien, suponía, era la representación de Bastet. Un gato negro muy similar al que ella había acogido en su habitación, con la diferencia de que estaba arreglado con joyas doradas y llevaba encima un aura realmente deslumbrante y llamativa.

Sintió que algo dentro de ella reaccionaba y resonaba fuertemente con ese aura.

¿La estaba-... La estaba llamando?

Dio un paso hacia la estatua. No había nada que se lo impidiera.

Excepto...

—¿Qué haces aquí?

La burbuja que la había envuelto desapareció cuando oyó la voz de Ishizu a sus espaldas.

Giró sobre sus talones buscando alguna explicación coherente en su cabeza.

—Eh... Bueno, yo... Los estaba buscando y un guardia comentó lo que estaban haciendo aquí. Así que yo... —dijo encogiéndose un poco y deseando que no notara su mentira.

—¿Buscando? —repitió Ishizu con el entrecejo fruncido y las manos en su cintura.

Mana asintió repetidas veces.

—Sí, a ti y a Marik. Yo... —desvió la mirada —. Quería disculparme por lo de ayer. Sé que ustedes solo-...

—No —Ishizu la interrumpió y Mana alzó la mirada asustada de que la haya descubierto, pero en cambio, su hermanastra mayor solo suspiró, relajó los hombros y la miró con una sonrisa ligera —. Nosotros te presionamos más de lo que debimos.

Mana también sonrió un poco más relajada antes de alzar la mirada hacia la estatua.

—Es... Impresionante —comentó buscando otro tema de conversación —. ¿De Egipto, me dijeron?

Ishizu asintió acercándose también.

—Sí —sus ojos azules se dirigieron a Bastet —. Los arqueólogos a mi mando la encontraron muy enterrada bajo los escombros. Bajo la condición de dejar una garantía, el gobierno egipcio nos dejó traerla para una exhibición y luego la devolveremos.

—Huh... Así que por esto parecías más ocupada que lo usual. Bueno, aparte de los artículos milenarios y eso.

—Así es —Ishizu sonrió —. Mana, ¿te parece si vamos a comer algo y conversamos?

Mana asintió antes de que el celular de Ishizu comenzara a sonar.

—Deberías contestar —sugirió.

La insistencia de la llamada hizo que Ishizu se fijara en el número antes de fruncir los labios.

—Hum... Realmente no quiero —dijo y Mana rió —. No te muevas de aquí, ni rompas nada, ¿entendido?

Mana llevó una mano a su frente en un saludo militar con la espalda erguida.

—¡A la orden, capitán! —asintió.

Pero Ishizu la miró un par de segundos más.

—No te muevas, ¿está bien? —preguntó un poco más seria.

Regresando a su postura relajada, Mana asintió.

—Lo prometo.

Entonces su hermana cogió el celular y fue a contestar fuera de la sección de Bubastis.

Mana esperó unos cuantos segundos más en silencio antes de dar media vuelta y caminar directamente a la estatua. Sin dudar, sin pensarlo más.

Lo siento, Ishizu, se disculpó en silencio cuando extendió una mano y tocó a Bastet. Pero tendré que romper mi promesa.

Probablemente se emitió una luz. Probablemente se sintió cálido. Probablemente hubo algo más que simplemente nada.

Pero Mana no lo notó cuando de pronto escuchó:

«Ha pasado un tiempo, humana

Mana abrió los ojos y se encontró en un extraño espacio. No había suelo, no había techo, no habían paredes... No había nada.

Solo era ella y la imagen de Bastet con tanta luz alrededor que Mana solo podía diferenciar su silueta.

—Espero que no demasiado, Bastet —saludó ella antes de exhalar una extraña mezcla de alivio y ansiedad —. Tengo que hablar contigo.

«¿Sobre qué, si se puede saber, humana?»

Mana tomó una bocanada de aire.

—Sobre la verdad.

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Un capítulo 606 palabras —más o menosmás corto de lo usual, pero sentí que era el momento perfecto para pararlo. De hecho, lo iba a parar antes, pero me apiadé de ustedes.

¿Qué tal? ¿Los dejé con la intriga?

¡Entonces tendrán que seguir leyendo!

Gracias CuteMeliJones, Sheblunar y miruse567 por dejar sus comentarios en el capítulo anterior. Realmente amo leerlos.

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