VIII.
Lo primero que supo al despertar y mirar alrededor de su habitación, fue que por fin tenía un tiempo a solas.
Lo segundo que supo al apoyarse sobre la ventana y ver a la ciudad de Domino, fue que algo había cambiado.
No eran los faros de luz encendidos a media tarde, tampoco las fachadas de las casas, o las tiendas a los alrededores. En apariencias, todo seguía siendo lo mismo que recordaba, incluso su habitación tenía los mismos arreglos y decoraciones que ella había hecho, pero las apariencias siempre engañaban. Por alguna razón su cerebro se pegó fuertemente a ese lema.
—¡Mana! —pegó un salto cuando escuchó la voz de su hermanastra mayor.
Dando media vuelta, Mana encaró a Ishizu.
—¿Ishizu? Me has asustado —comentó con una sonrisa, pero la expresión de su hermana no cambió en lo absoluto.
En su lugar respiró profundo y colocó sus manos sobre sus caderas dando a entender que se estaba auto-calmando.
—La que ha dado un susto has sido tú —replicó con el entrecejo fruncido —. ¿Qué haces ahí? Deberías estar descansando.
Mana alzó una ceja y sonrió extrañada. Había estado ahí desde que regresó y, según tenía entendido, había estado inconsciente por un par de días.
No necesitaba más descanso.
—Y tú deberías relajarte —contestó caminando hasta ubicarse a su lado —. He estado en esa cama mucho tiempo, mis músculos se aburren y siento que estoy engordando. No es como si estuviera enferma, o inválida.
Por fin, después de compartir una larga mirada de «ambas lo sabemos», Ishizu suspiró y fue ella quien se sentó sobre la cama.
—Lo sé, lo sé —dijo pasándose las manos por la cara —. Es solo que siento que si vuelvo a despegar mis ojos de ti, tú-...
—No me voy a ir —la interrumpió con determinación.
—... Lo sé.
Esta vez fue Mana la que suspiró antes de volver su vista hacia la ventana. Entendía la preocupación de sus hermanos, ella ni siquiera les había explicado lo que sucedió y no creía que lo vaya a hacer alguna vez.
En el reflejo del vidrio transparente, casi invisible y poco colorido, se observó a sí misma discretamente.
La ropa que llevaba era un pijama normal, de pantalón y camisón perfectos para el otoño. Mana no tenía ni idea de qué había sucedido con la ropa del antiguo Egipto y tampoco había preguntado, lo único que le preocupaba era el collar de la madre de Atem.
Su mano izquierda estaba mejor tratada, pero según el doctor que la revisó más temprano, igual quedaría una cicatriz.
El mismo licenciado se sorprendió ante la herida. No solo porque parecía tener más de una semana, sino porque tanto Ishizu como Marik habían insistido en que no la tenía antes de la fiesta de hacía pocos días.
Eso sorprendió a Mana al principio. Para ella habían pasado quizá diez días, pero para sus hermanos solo dos.
Mana apretó los labios.
Concluyó que para ella el tiempo había avanzado cerca de cinco veces más rápido y de alguna manera lo agradecía, ya que con estos únicos días habían estado llenos de angustia y preocupación.
Pero ya había vuelto, eso era lo mejor, ¿verdad?
La paradoja desaparecería y Atem conocería a la verdadera Manet.
Era lo mejor, ¿verdad?
Tragó saliva.
No se sentía así.
Se preguntó cuánto tiempo ya habría pasado en el Egipto antiguo. Si Mahad ya habría despertado y preguntado por ella.
—Mana —levantó la mirada inconsciente de sus muchos segundos de silencio —, ¿estás bien?
Asintió y dio media vuelta para apoyar su espalda contra la pared. Ishizu había recuperado la compostura.
—Sí, sí, es sólo que yo-... —tragó saliva —. Estoy cansada, ¿sabes? Quizá sí debería volver a la cama, después de todo.
Ishizu movió la cabeza afirmativamente y se levantó de la cama para que Mana pudiera recostarse, mas no se fue de la habitación. Mana se removió un poco incómoda bajo la vigilancia de su hermana. Sabía que tanto ella como Marik alternaban turnos para cuidarla, aunque ya no era necesario, no encontraba las palabras para hacérselo entender.
Por lo menos no le estaban exigiendo explicaciones. Esperaba poder ingeniarse algo para cuando...
—¡Mana! —la puerta de su habitación se abrió de golpe y dos figuras se aparecieron.
Mana no tuvo tiempo de prepararse cuando dos brazos delgados la abrazaron tan fuerte que casi pierde el aire.
—Serenity, te dije que con cuidado —escuchó a Marik hablar mientras alzaba las manos como si en cualquier momento Mana se fuera a romper en pedazos.
Mana frunció el ceño. ¿Serenity?
La chica pelirroja se separó de ella solo para mirar de frente a Marik con un mohín enojado.
—¡Mana no se va a romper, ¿sabes?! Además, estoy muy emocionada después de que no me dejaste verla desde que regresó —exclamó.
Marik se llevó una mano a la frente.
—¿Y tú por qué crees que fue? —suspiró.
Está bien... Mana se dijo. ¿Desde cuándo ella y Serenity se abrazaban así? ¿Por qué había tanta familiaridad?
De soslayo, Mana observó la mano izquierda de Serenity, el dedo anular para ser precisa, el anillo relucía demasiado bien.
Serenity movió repentinamente sus manos haciendo que Mana pensara que lo había notado, sin embargo la pelirroja tomó sus manos entre las suyas y la miró directamente a los ojos.
—He estado muy preocupada, Mana. Cuando Marik me contó que desapareciste, yo... ¡Oh, no sabía qué iba a hacer sin mi mejor amiga! —la jaló hacia ella y de nuevo envolvió sus brazos alrededor.
¿Eh?
Miró a Ishizu y a Marik buscando algo en sus miradas que le dijera que era una broma o algo por el estilo, pero no. No había nada más que una extraña diversión en sus expresiones.
—Serenity, Mana necesita descansar —dijo con calma Ishizu mientras alejaba a la pelirroja de Mana. La chica intentó protestar, pero en seguida se detuvo cuando Marik posó sus manos sobre sus brazos.
Una vez más, Mana parpadeó confundida. Era tan... No era frío. Había calidez en sus actos y en sus miradas.
—¿Por qué no van a comprar algo para cenar? —sugirió Ishizu y le lanzó una mirada cómplice a Mana.
Ella la miró y luego miró a la pareja antes de asentir comprendiendo.
—¡Sí! ¡Desde hace rato tengo ganas de una pizza! —exclamó.
—¡Entonces iremos! —contestó Serenity con una sonrisa muy dulce. Tanto que Mana sentía que no se la merecía de ningún modo.
No pasó desapercibida la mirada que Marik e Ishizu compartieron. Mana se mordió el labio inferior al comprender lo que sucedería ahora.
Una vez que la pareja se fue, Ishizu fue en busca de una silla y volvió a tomar asiento al lado de Mana.
El silencio que las rodeó realmente inquietó la salud mental de Mana.
Y no fue hasta después de lo que parecieron horas que Ishizu volvió a abrir la boca.
—Mana, creo que es tiempo para hablar —dijo.
Mana tragó saliva.
—¿Hablar? ¿Sobre qué?
Su intento de fingir confusión solo hizo a Ishizu suspirar, sin embargo no se molestó.
—Mana, desapareciste durante el anuncio de compromiso de Marik. No estabas por ningún lado y regresaste dos días después, inconsciente y vistiendo ropa extraña.
—¿Ropa extraña? —Mana repitió, quizás... —. ¿De qué hablas?
Ishizu se levantó de su asiento y fue hacia el armario, del cual sacó —desde lo más profundo posible —un montón de telas arrugadas. Mana hizo ademán de levantarse, pero tan pronto como movió las colchas, Ishizu volvió a tirar todo dentro del armario.
Por suerte, Mana pudo escuchar el sonido de algo más pesado golpear contra la base de madera del mueble.
El collar.
—Mana —Ishizu la miró suplicante acercándose otra vez —, no nos vamos a enojar. Si alguien te obligó a hacer algo que no quisiste-...
El cerebro de Mana comenzó a maquinar con velocidad. Ishizu y Marik se estaban haciendo una idea equivocada de todo y ella no quería preocuparlos más, sin embargo necesitaba tiempo.
Entonces, como ayuda de los Dioses...
—Tu celular —Mana la interrumpió.
—¿Eh? —Ishizu parpadeó y el conocido ringtone de su teléfono se escuchó a través de las paredes de su hogar. La escuchó maldecir por lo bajo —. En un momento vuelvo.
Mana sonrió. Era una suerte que su hermana no fuera de las mujeres que andaban pegadas a sus teléfonos móviles.
Un momento, Mana frunció el ceño cuando se levantó de la cama y se dirigió al armario.
De hecho, su trabajo con KC la había vuelto de esas mujeres.
Agitó la cabeza pensando en que era probable que fuera por su preocupación reciente y abrió las puertas del armario.
La ropa que Mahad e Isis le habían dado estaba empolvada y arrugada, pero aún con todo eso y la oscuridad de la penumbra, Mana pudo ver el brillo de la gema roja entre las telas amontonadas.
Rápidamente tomó el objeto de regreso y corrió a su cama escondiéndolo bajo las almohadas.
Nadie se había molestado en revisar los bolsillos escondidos de ese vestido.
A los pocos segundos de volver a su posición original, Ishizu volvió a ingresar a la habitación con una expresión que gritaba «¡cansancio!» en su mirada.
—¿Mucho trabajo? —Mana preguntó. Con un poco más de suerte, lograría cambiar de tena e Ishizu se lo dejaría pasar por el resto de la noche.
Su hermana mayor asintió pasándose los dedos por el puente de la nariz.
—Sí, hemos perdido a muchos arqueólogos en la búsqueda de los artículos milenarios. Estoy considerando seriamente dejar ese proyecto de lado, o tendré que ir yo misma a Egipto... —dijo negando con la cabeza.
Mana abrió ligeramente los labios sin darse cuenta.
—¿Eh? ¿No ya habían sido encontrados? —inquirió desconcertada.
—¿Eh?
No importó que algo en su cerebro le dijera que se detuviese. No importó que la expresión de Ishizu fuera realmente confundida, o que simplemente no debía hablar.
Solo siguió haciéndolo, buscando una forma en la que todo lo que ella recordara no pareciese parte de un sueño, o una ilusión.
—Claro que sí, con la ayuda de Seto Kaiba. Él te regaló el mismo collar que Isis... Quiero decir, el Collar del Milenio.
—Ahm... —Ishizu sonrió, pero inclinó la cabeza —. ¿Quién?
—¡Seto Kaiba! —Mana insistió —. El CEO de Kaiba Corp., tu futuro esposo y padre de tu hijo —señaló el abdomen de su hermana.
Ishizu no respondió en seguida y el corazón de Mana comenzó a latir con más fuerza resonando en sus oídos y quitándole el habla.
Su hermana se mordió los labios.
—¿Has estado soñando? No conozco a ningún CEO, no planeo casarme pronto, eso déjaselo a Marik, y definitivamente no estoy embarazada —declaró más severa —. Mana, ¿en verdad te sientes bien? Me estás preocupando.
¿Preocupada?
Mana era la que estaba preocupada.
—Entonces... ¿Qué me dices de Solomon Mutō? —quiso saber.
Ishizu frunció el entrecejo. ¿Cuántas veces lo había hecho ya?
—¿El señor Solomon? —repitió con lentitud —. Mana, ¿qué pasa contigo? El señor Solomon falleció junto a nuestros padres hace doce años de la misma forma... ¿Estás bien?
No puede ser...
Mana se llevó las manos a la cara y sintió el collar de la madre de Atem contra su espalda baja. El objeto se le clavó con fuerza.
Volver había sido lo mejor, ¿verdad?
¿Verdad?
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So... Chan, chan, chaaaaan~~ música dramática.
¿Qué piensan? ¿Les gustó el capítulo? Para ser sincera yo dudé mucho sobre si me había salido bien, o no, pero ya está aquí.
Durante estos capítulos vamos a tener a una Mana muy dudosa, solitaria e insegura, tendrán que aguantarla.
¿Qué opinan sobre los sucesos alterados? A partir de ahora habrán muchos cambios respecto a la vida de Mana y todos a su alrededor, así como también comenzará la búsqueda de respuestas a sobre cómo todo se volvió así... ¿Y quizá un viaje espontáneo? Quién sabe...
¡Muajajajaja!
¿Ven por qué no deben construir una máquina que los lleve al pasado, hijos míos?
Sin más, gracias: DannakawaiiYGO, CuteMeliJones, Sheblunar y maribellizeth por comentar y votar en el capítulo anterior.
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