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V.

Con una semana pasada, la herida de Mana había progresado lo suficiente como para que el vendaje dejara de pegarse a la herida y los bordes dejaran de estar morados; sin embargo todavía no podía utilizar su mano como quería omitiendo el hecho de que una no bonita cicatriz la acompañaría por el resto de su vida.

Mana no era una chica que se preocupara por esas cosas, pero sin duda, cuando le preguntaran qué sucedió, no sabría cómo explicarlo.

—¡Ah, diablos! —exclamó cuando dejó caer unos cuantos papiros que su mano izquierda o, más bien, que los dedos de dicha mano no terminaron de agarrar.

No había sido mucha sorpresa que, así como podía hablar y entender el idioma egipcio, también pudiera leer jeroglíficos. Aunque al principio se le hacía extraño ver cada uno de esos símbolos como si tuvieran subtítulos en japonés, al final terminó por acostumbrarse más rápido de lo que pensó.

Rápidamente se agachó para recogerlos en cuanto el eco se hizo presente. Estaba en una enorme habitación llena de cosas que, según Atem, le ayudarían a encontrar una manera de volver.

Mana creyó que se tratarían de mapas, o algo por el estilo, pero se encontró con tantos tipos de información que se le hacía imposible decir cuántos habían llegado a la actualidad.

Terminó de acomodar los papiros en una de las mesas y comenzó a leerlos: "hechizos para magos en entrenamiento", "diferencias entre ka y ba"... Un montón de cosas que no comprendía y que no le ayudarían pasaban por sus ojos sin realmente prestarles atención.

—Si estás buscando cómo volver, ¿por qué estás aquí y no en la zona de mapas buscando una ruta efectiva hacia tu país? —escuchó una voz masculina.

Mana se sobresaltó al oír la voz de Atem al otro lado de la sala. Instintivamente sonrió al mirarlo.

—¡Atem, me asustaste! —saludó —. Yo estaba-... Ahm...

Intentó explicar lo que sucedía, pero la presencia de otra persona la hizo detenerse.

Mahad apareció justo cuando ella empezó a hablar.

—¿Se puede saber qué clase de confianzas son esas? —quiso saber y Mana se mordió la lengua inconscientemente.

Durante esa semana, Mana había estado llamando a Ouji por su nombre cuando estaban solos. Por supuesto, las oportunidades eran realmente limitadas y mayormente esperaba a que él mismo le dijera que ya estaba bien.

Sin embargo su emoción de verlo después de un día entero había sido un poco demasiada como para ponerse a pensar en ello.

Y ahora que lo pensaba, ¿por qué había estado tan emocionada?

—Esto... Ehm... Yo quise decir ¿purinucipe? Sí, eso quise decir... Esto, lo siento —se disculpó después de algunos balbuceos.

Escuchó a Atem reír y tanto ella como Mahad lo miraron sorprendidos y extrañados.

El Príncipe observó al Sacerdote con una sonrisa divertida y negó con la cabeza antes de hablar.

—Está bien, Mahad, yo se lo permití —dijo.

Mahad alzó ambas cejas.

—¿En serio, Príncipe? —preguntó y Atem asintió.

—Sí, así como también te lo permití a ti unas incontables veces desde que tengo uso de razón —contestó.

Si Mahad estaba confundido, Mana lo estaba más. ¿No había, quizás, mucha confianza entre amo y sirviente? No, ahora que los veía más de cerca, su relación no parecía ser del todo la de amo-sirviente y aunque fuera así, ella no estaba segura de poder seguir hablando tan confiadamente frente a alguien más.

Al notar su mirada inquisitiva y curiosa, Atem le sonrió.

—Mahad ha sido como un guardián desde que mi madre falleció —explicó sin darle tiempo a Mana de disculparse —. Más que un amigo, es casi como un hermano mayor para mí; así que está bien. Puedes confiar en él.

—Oh, ya veo —Mana suspiró un poco aliviada.

Si embargo Mahad no dejó que su alivio durara cuando preguntó:

—¿Entonces? —dijo, a lo que ella parpadeó confundida —. ¿Qué haces aquí si la zona de mapas no es esta?

—Oh... —ella frunció los labios hacia un lado tratando de pensar en una respuesta que los convenciera, aunque nada llegaba a su mente —. La verdad, creo que mi país está demasiado lejos —tanto en tiempo como en geografía, agregó en su mente —como para que aparezca en sus mapas.

Atem la miró curioso. Mana lo podía comprender, desde que había aceptado quedarse, él le había preguntado muchas cosas sobre el lugar del que venía, ella había intentado contarle lo más que podía sin alterar el orden de las cosas.

Lo que, por cierto, le hacía recordar que todavía no sabía con exactitud en qué tiempo se encontraba.

—¿Tan lejos está? —quiso saber.

Mana asintió con una sonrisa.

—Sí, como al otro lado del planeta —bromeó aunque ni Mahad ni Atem parecieron entenderlo cuando se miraron entre sí.

Mana parpadeó al darse cuenta de lo dicho. Oops.

—¿Planeta? —repitió Mahad —. Nunca había escuchado esa palabra, ¿qué significa?

—Ah... ¿Qué? Que está muy lejos —Mana intentó desviar el tema moviendo los manos y riendo torpemente.

Atem suspiró y Mana temió que el chico creyera que era sospechoso, pero en su lugar solo sonrió.

—No importa —dijo —. ¿Y entonces? ¿Por qué estás en este lugar?

Mana sonrió ante el cambio de tema y miró a todos los papiros que había sacado y leído.

—Solo quería saber —contestó sin mentir, aunque decidió no especificar el qué —. Hay tantas cosas que desconozco sobre este lugar que solo quiero aprender... Por raro que parezca.

Hubo varios segundos de silencio en los que Mana creyó que lo había arruinado. ¿"Solo saber"? ¿Qué clase de respuesta era esa? No quería que sospecharan de ella, pero tampoco podía decir tan a la ligera que creía que una Diosa Gato la había llevado ahí desde el futuro.

Temiendo por su credibilidad perdida, Mana empezó a pensar en algo más cuando vio a Atem acercarse a ella, o mejor dicho a uno de los estantes detrás de ella.

Estirándose, el joven Ouji sacó un montón de papiros y se los mostró.

—En ese caso, deberías leer los registros —le sonrió —. Aquí encontrarás muchas cosas sobre los anteriores faraones y km.t.

Mana abrió mucho los ojos. Si podía averiguar en cuál Era estaba, quizás eso le sería de ayuda.

—¿En serio puedo? —preguntó esperanzada, a lo que el Príncipe asintió —. ¿Entonces me podrías decir quién-...?

—¡Ejehm! —Mahad los interrumpió con una falso carraspeo.

Tanto Atem como Mana lo miraron confundidos, bueno, uno más preocupado que la otra hasta que entendieron por qué los había intervenido de esa manera. Unos pasos apresurados entraron a la sala en la que estaban y un preocupado Sacerdote Shimon apareció.

—¡Mahad, Príncipe, qué bueno que los encuentro! —exclamó omitiendo a Mana. Mana solo rodó los ojos con desinterés, comprendía que no a todos les agradaba, pero hasta el Sacerdote Seto se dignaba a mirarla en lugar de solo ignorar su presencia.

Atem dio un paso adelante dándole los papiros que había sacado anteriormente a Mana y saludó a Shimon con un asentimiento, concediéndole el habla antes de que preguntara.

—El Faraón requiere su presencia, mi Príncipe —avisó.

—¿Mi padre? —Atem frunció el ceño y Mana lo notó ligeramente inquieto, si no preocupado —. ¿Qué necesita?

—Quizá deba ir a averiguarlo —habló Mahad antes de que Shimon pudiera responder. El sacerdote más anciano lo miró con el entrecejo fruncido, claramente ofendido, antes de asentir de acuerdo a sus palabras.

—Ah, pero...

Mana se sintió incómoda cuando Atem dudó mirándola. Y se cohibió más cuando Shimon y Mahad también los miraron. Curiosamente, ella no era del tipo de persona que se avergonzaba fácilmente.

—Yo ayudaré a Manet si es lo que le preocupa, mi Príncipe —dijo Mahad tras entender el porqué de la dubitativa de Atem.

Y, aunque Mana no se sintiera realmente a gusto con la idea, asintió para que el Príncipe se fuera con tranquilidad.

Atem miró entre Mahad y Mana una y otra vez antes de suspirar y acceder al llamado de su padre. Mana lo despidió con su mano vendada antes de verlo desaparecer tras el umbral de la puerta.

Un silencio realmente raro se posó sobre la habitación una vez que ella y Mahad se quedaron solos, únicamente interrumpido por el sonido de los papiros que movían cada tanto. Llegó al punto en el que Mana no pudo soportarlo más.

—Huh... Me pregunto por qué Atem habrá sido llamado. Seguro es algo importante, ¿verdad? —comentó para animar el silencio, pero solo logró sentirse humillada al no obtener una pronta respuesta del sacerdote.

No fue hasta un minuto exacto después que escuchó la voz de Mahad.

—Veo que te has vuelto cercana al Príncipe, Manet —habló por fin el sacerdote sin levantar la mirada de los papiros frente a él.

Mana parpadeó confundida.

—Sí, bueno... —no podía decir que tenían muchas cosas en común porque simplemente nunca lo habían conversado. Las veces que había hablado con Atem durante esa semana podían ser contadas con los dedos de una mano y los minutos que las conversaciones habían durado no superaban el cuarto de hora, por lo que comprendía las dudas de Mahad sobre ello —. Supongo que lo único que puedo decir es que congeniamos bien...

Mana miró hacia uno de los papiros solo para usarlo de excusa cuando en realidad ni siquiera lo estaba leyendo. Era cierto, en esas contadas veces que habían compartido, Mana había sentido una conexión que no recordaba haber sentido antes. El simple hecho de estar junto a él la satisfacía, por lo que hablar de gustos e intereses se había vuelto trivial. Solo habían conversado sobre Domino City sin llegar a especificaciones y sobre cómo era la vida en el palacio. Mana había pensado muchas veces en contarle a Atem cómo había llegado hasta ahí, pero aunque la oportunidad llegó en algún momento, ¿por qué no lo había hecho? ¿Por qué cuando estaba solo con él, perdía la noción de lo importante como volver a su hogar junto a Marik e Ishizu?

—No lo hagas —de pronto Mahad interrumpió la línea de sus pensamientos con una rotunda orden que Mana no llegó a comprender bien.

—¿Eh? ¿Qué cosa? —quiso saber.

—Si te vas a ir en algún momento, no te hagas más cercana al Príncipe de lo que ya eres. Manet, si eres real en tus acciones e intenciones, si lo estimas tanto como él a ti, no dejes que se haga ilusiones.

—¿Ilusiones? No, yo no... —Mana expresó su confusión mordiéndose el labio. Era cierto, ¿qué hacía ella haciéndose buena amiga de un Príncipe al que no vería otra vez en su vida? —. No es lo que planeaba.

Mahad suspiró en silencio y empezó a ordenar los papiros en sus manos para, Mana supuso, volver a guardarlos. Ella lo miró confundida.

—Como escuchaste, la madre del Príncipe falleció cuando él era muy joven. No ha sido realmente cercano a otra mujer desde entonces, pero ha crecido con la idea de la fidelidad y la devoción hacia una sola persona, ya que su padre no se ha vuelto a casar ni mucho menos —Mahad la miró directamente a los ojos —. Manet, por lo que más quieras, no intimes más con el Príncipe.

Mana no tenía dudas de cuánto Mahad se preocupaba por su Príncipe, no... Por su amigo. Ella no tenía corazón para decir que no lo haría, pero tampoco quería dejar de ser el apoyo de Atem. Ella, más que nadie, podía entender lo muy presionado que él debía sentirse al ser el único hijo heredero del Faraón. Mana había sido testigo de todo el esfuerzo que Marik había hecho por ella desde que Ishizu renunció a la herencia.

Haciendo lo mismo que Mahad para guardar los papiros que había dejado de leer, Mana se levantó del asiento en el que había estado para regresar los antiguos papeles a las estanterías.

—A todo esto... —ella comenzó a decir evitando el pedido de Mahad —. ¿Quién es el Faraón actual?

—¿No lo sabes? —Mahad frunció el ceño.

Ella sonrió.

—Te dije que no sabía muchas cosas, ¿no?

En realidad ella solo quería asegurarse de algo.

—Ya veo, no pareces mentir —ella negó y él asintió tras exhalar —. Su nombre es Aknamkanon, es un Faraón muy amado por el pueblo...

Las piernas de Mana temblaron sin que ella lo notara y pronto sus rodillas chocaron con el suelo. Mahad se acercó preocupado para ver si estaba bien.

Mana no tuvo palabras para responder mientras su cerebro procesaba la información recién obtenida. Claro, ella lo había estudiado en su clase de Historia de la universidad. El único Faraón que se había casado con solo una mujer y había tenido solo un hijo, un Faraón amado por su gente, un Faraón que falleció debido a una enfermedad... Ese Faraón no podía ser otro que Aknamkanon, padre del Faraón Sin Nombre.

Espera, pero eso significa... Mana se sintió mareada de repente y Mahad atrapó su cabeza antes de que se golpeara contra la pared.

Atem era el Faraón Sin Nombre y ella había dicho llamarse Manet.

Manet, la única mujer amada del Faraón Sin Nombre, quien desapareció sin dejar rastro tras su sacrificio. De la que no habían registros, la que era un misterio aún en la actualidad.

—¿Manet? —llamó preocupado Mahad.

Mana lo miró con preocupación. Ella ahora entendía el misterio de la amada del Faraón.

Se trataba de una paradoja. Si no lo solucionaba pronto, sería una paradoja y la única forma de solucionarlo era...

—Mahad, puede que no me creas, pero necesito que escuches todo lo que te voy a decir, por favor —pidió con el tono más serio posible. Él dudó y ella no tardó en agregar: —. Para que Atem no sufra, necesito que me escuches.

El Sacerdote la miró confundido, pero asintió a sus palabras.

***


Atem llegó al lado de su padre tras tocar un par de veces la enorme puerta. El Faraón Aknamkanon descansaba pálido sobre su enorme cama cuando ingresó a la habitación.

—Padre... —lo llamó para ver si estaba despierto.

Parecía mentira lo mucho que había avanzado su enfermedad en esos pocos días.

El Faraón abrió los ojos y parpadeó lentamente antes de enfocarse en Atem. Le sonrió con tranquilidad e hizo un esfuerzo por sentarse. Atem lo ayudó como pudo tratando de no quedarse en frío por el estado de su padre.

—Hijo, escucha lo que tengo que decirte. Se trata de una verdad que deberás tener muy en cuenta a partir de ahora.

Atem frunció el ceño.

—¿Qué verdad, padre? —quiso saber.

Con una fuerte inhalación y posterior exhalación, Aknamkanon miró a su hijo con severidad.

—La verdad sobre Kul Elna, los artículos del milenio y el Rey de los Ladrones.

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So... No estoy muy segura sobre cómo quedó, así que les pregunto a ustedes: ¿cómo estuvo el capítulo? ¿Les gustó? ¿Entienden lo que sucede con el asunto de Mana/Manet?
Si no es así, no se preocupen, probablemente lo vuelva a explicar más detalladamente después. Además de que comencé a hacer este capítulo sin la intención de explicar tantas cosas.
Por último, gracias: DannakawaiiYGO, CuteMeliJones y Sheblunar.

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