Todo estaba ardiendo.

Todos estaban muriendo.

El relinchar de los caballos, las órdenes que de vez en cuando uno de ellos lanzaba...

Todo se estaba acumulando dolorosamente en su memoria... Y en su corazón.

—¿E-Estaremos bien? —preguntó una voz a su lado —. ¿Bakura?

El aludido de cabellos grises giró solo su rostro, mas no su cuerpo. Su palma pegada contra uno de los muros casi por completo destruido impidió que lo hiciera completamente.

La niña que le hablaba tenía la piel bañada en hollín por el fuego. Su cabello de color oscuro caía a un lado sobre su hombro izquierdo y sus ojos eran de un verde brillante bañado en terror. Ella era hija de uno de los aldeanos con la que usualmente conversaba.

Ninguno pasaba de los siete años y estaban experimentando casi en carne propia la crueldad de la familia Real.

Tardó en responder, pero de todas maneras lo hizo.

—Sí. Lo estaremos —declaró con una fingida convicción.

Si seguían así... Si seguían ahí... Nada bueno saldría.

«¿Quieres poder?» preguntó de pronto una voz en su cabeza.

Bakura se sobresaltó y miró a todos lados, mas a la única persona que vio siguió siendo la niña con la que había logrado esconderse.

«Humano, ¿te gustaría tener el poder de cambiar el destino?»

Una vez más se quedó sin palabras. No sabía quién le hablaba, así como tampoco sabía por qué de pronto su pecho se llenaba de un oscuro —realmente macabro —sentimiento.

«¿No quieres vengar a todos aquellos a los que amabas?»

Tragó saliva. Apretó los labios y se mantuvo observando a su querido pueblo casi desaparecido en las abrasadoras llamas. Apretó tanto los puños como el entrecejo antes de que un escalofrío le recorriera la espina dorsal.

«Lo preguntaré una última vez, ¿quieres el poder de cambiar el destino?»

Respiró hondo. Lo quería. No solo él, sino también el horrible sentimiento que se había apoderado de su ser.

«Entonces dame una prueba de ello.»

¿Una prueba? ¿Cómo qué?

«Muéstrame tu determinación, humano. Dame una prueba, una ofrenda.»

Una ofrenda... Necesitaba poder, entonces necesitaba una ofrenda lo suficientemente valiosa como para igualar lo que pedía.

¿Un Ba sería suficiente? Miró a la niña detrás de él.

La figura que imaginó en su mente sonrió.

«... Por ahora...»

Bakura hizo lo mismo y sus labios se curvaron hacia arriba.

—¿Bakura? ¿Sucede algo? —preguntó la niña.

Ella nunca había visto tanto vacío en sus ojos. Tanto odio y... Tanta tristeza.

Bakura la vio tragar saliva e intentar correr, pero él se abalanzó contra su frágil cuerpo y colocó sus manos alrededor de su delgado cuello. Ambos podían ser niños, pero su fuerza sobrepasaba con creces la de ella.

—B-Ba-Baku...ra, ¡¿qué-... gghh?! —ella intentó sacárselo de encima, pero la falta de aire en sus pulmones no le era de ayuda.

—... Querías estar bien... —él sonrió apretando su agarre —. Así no sufrirás más. Podrás ir a la otra vida sin sufrimiento y sin remordimiento. Sin miedo, ni dolor, ni odio. Yo lo tomaré todo... Yo los vengaré...

Cuando ella dejó de forcejear, Bakura supuso que se había desmayado. Entonces lentamente se levantó del suelo y buscó uno de los bloques de piedra más cercano.

Pesaba y, aunque fuera más grande que el tamaño de su cabeza, por alguna razón pudo cargarlo con relativa facilidad.

—Yo te vengaré, ... —su nombre se escuchó realmente lejano. Como si este hubiese desaparecido tan solo después de salir de sus labios.

Entonces lo estampó contra la cabeza de su, hasta entonces, amiga más cercana. Sonó... Extraño, así que lo volvió a hacer.

La sangre salpicó una y otra y otra vez con cada golpe que le daba. El sonido, que supuso habían sido los huesos que recubrían la cabeza al romperse, ya no se escuchó después del primer ataque.

Y si no fuera porque su rostro estaba tan magullado, desfigurado y roto, pensaría que estaba sonriendo. Que le estaba deseando suerte. Que no estaba molesta, o triste en lo absoluto.

Lo cual ahora era imposible de saber.

Se limpió el rostro con su manga igual de manchada y se arrodilló al lado del cuerpo.

—¿Fue eso suficiente? —preguntó en voz alta y hacia la nada.

Quizá escuchó una risa. Aunque no lo podría decir con seguridad.

«Por ahora te daré el poder de cambiar el destino. El poder de ir en contra de aquellos que te quitaron todo..., pero necesitaré más, humano. Mucho más...»

Bakura sonrió por debajo del flequillo de su cabello. Sus ojos casi desorbitados le daban la apariencia más macabra que nadie habría podido ver has el momento.

—Sí... De eso no te preocupes... Encontraré a los Ba y Ka más poderosos y te los daré... Con tal de cumplir con lo que has prometido...

«Te daré el poder de ir en contra de los Dioses. No lo olvides, Bakura.»

La sonrisa del niño no desapareció. Era una sonrisa rara. Una sonrisa rota.

No era una sonrisa.

—No lo haré, Zorc.

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Entonces este es el inicio del último arco de la historia —el más épico según mi mente y yo.

However, puede que me tome un breve descanso para ordenar mis ideas, pero no será mucho, no se preocupen, lo más probable es que continuaré la siguiente semana.

Gracias Sheblunar y CuteMeliJones por comentar, y a los que votaron :)

Entonces hasta la siguiente semana ❤