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Capítulo 8



RUBY.

Cuando Ruby entró a su apartamento a toda prisa, encontró solo a Lisa sentada en el sofá con una lata de cerveza en la mano.

Verla en ese cuadro tan normal, como ella acostumbraba a hacer después de las clases, aplacó un poco el enfado dejado por Scott y le hizo pensar que tal vez su hermana había recapacitado, que quizás le había anulado la invitación a Dylan, pero como no sabía muy bien qué había sucedido en los minutos que no estuvo con ellos, soltó la pregunta al instante, ansiosa por saber:

—¿En dónde está?

—¿Quién? ¿Dylan? —respondió Lisa, algo distraída.

—No, un culo —le salió por contestar. Luego hizo un gesto de obviedad—: ¡Claro que Dylan!

—Ah, ya está en el baño.

El pequeño alivio que Ruby había sentido ante la idea de que todo había vuelto a la normalidad, desapareció.

Lisa, por el contrario, lució mejor que nunca. El encuentro con Scott no la había afectado. Incluso esbozó una pequeña, pícara y culpable sonrisita en lo que señaló la mesita que tenía justo en frente. Ruby vio que allí estaba el jabón del baño.

—Lo bueno es que tendrá que pedirme el jabón en cualquier momento... —susurró Lisa, muy segura de su plan.

Ruby pestañeó, perpleja, hasta que una repentina corriente de rabia la impulsó hacia ella.

—¡Lisa, por Dios! —se quejó, bajando un poco la voz para que no se oyera hasta el baño—. ¡¿Por qué lo invitaste aquí si sabes que Scott puede entrar cuando se le antoja?!

Lisa se levantó del sofá como si hubiese estado esperando ese reclamo, y la encaró, también algo molesta.

—Porque me gusta —contestó con firmeza—, cosa que pensé que había quedado clara cuando hablamos esta mañana.

—Sí, pero...

—¿Pero qué? —le interrumpió Lisa con brusquedad, cruzándose de brazos, aunque no dejó que Ruby contestara nada porque agregó—. ¿Por qué no estás cooperando conmigo, eh? ¿Me estás mintiendo?

Ruby permaneció atónita. Eso no se lo había esperado.

—¿Qué?

—Primero dices que le darás una oportunidad a Dylan y luego allá afuera trataste de sabotear mi plan para estar a solas con él —le soltó Lisa, acentuando su molestia—. Así que, ¿me apoyas o no, Ruby?

Ruby no supo qué decir, porque de repente entendió muchísimas cosas. De hecho, fue como si finalmente su mente se iluminara y viera sus acciones con mayor claridad.

Primero, lo estaba arruinando todo. Es decir, sí, ella siempre había sido más obstinada que Lisa, un poco parecida a Scott en cuanto a la tolerancia y la impulsividad, y su hermana lo sabía, pero con tanto enfado y tantos reclamos solo estaba logrando que el vigilar a Lisa y alejarla de Dylan fuera un objetivo más difícil.

Lisa no era tonta, por esa razón estaba notando sus contradicciones y la estaba viendo como un obstáculo, no como una aliada o amiga. Eso además era su culpa por no proceder con mayor inteligencia. Debía ser más metódica. Debía mentir mejor. Si había dicho que le daría una oportunidad a Dylan, debía hacer creer que esa vez realmente sería así, porque si trataba de arruinarle los planes a Lisa con tanta obviedad solo fracasaría.

De modo que Ruby le bajó el nivel a su enfado y suspiró para hablar con calma.

—Es solo que pienso que aún no lo conoces tan bien como para invitarlo aquí —le dijo a Lisa, comprensiva y con tacto.

—Pues si no te metieras constantemente y nos dejaras solos, tal vez ya sabría más cosas sobre él —replicó Lisa, y después entornó los ojos con cierta suspicacia—. ¿O no estás de acuerdo con que pasemos tiempo a solas?

—Sí estoy de acuerdo, pero es que Scott...

—¡Que no me importa lo que piense Scott! —exclamó Lisa al instante.

Una corriente de pánico recorrió la espina dorsal de Ruby. Quedó muy pero muy impactada, porque eso era algo que Lisa nunca había dicho.

Scott y ellas llevaban mucho tiempo siendo un trío inseparable, y siempre habían compartido las opiniones y los gustos. ¿Que a Lisa no le importaba lo que pensara él? No pudo creerlo. Siempre había pensado que ambas querían a Scott de la misma forma. Bueno, tal vez Ruby más que Lisa, pero... ¿entonces qué significaba eso? Indudablemente, ¿todo había cambiado? ¿todo cambiaría?

Ruby no quiso que fuera así. Ella ni siquiera sabía cómo podían ser las cosas si su trío se rompía. De solo imaginarlo, el panorama fue confuso e impredecible. Se sintió incluso como un astronauta obligado a pisar todo un mundo nuevo e inexplorado. Pero no podían obligarla. No podían empujarla, ¿cierto? Todavía había solución, ¿no?

Iba a decirle algo poco inteligente a su hermana, pero otra voz intervino en la sala antes que ella:

—La llave no abre.

Ambas giraron la cabeza hacia el pasillito que conectaba la sala con la habitación y descubrieron que Dylan estaba allí parado.

Y... ¡sorpresa! solo llevaba puesta la toalla alrededor de la cadera.

Esa imagen hizo que el ambiente de discusión se evaporara de inmediato, porque las gemelas se le quedaron mirando fijo, tanto que sus ojos pudieron haberle hecho cráteres en la piel.

Bueno, es que para empezar, ¿cómo dejar de mirarlo? A Ruby se le hizo difícil no admirarlo con objetividad, porque a pesar de que sentía que él debía desaparecer de sus vidas, no podía negar que el condenado estaba bueno: la piel clara e integra, la contextura trabajada en el nivel justo para no ser ni muy delgado ni muy musculoso, el salvajismo perfecto de su cabello azabache, la simetría de su cara... Casi pero casi se parecía a los ángeles de esas pinturas italianas y religiosas que se exhiben en los museos.

De acuerdo, Lisa tenía razón al embobarse con él. Ningún chico del campus, de Knickweg o de la ciudad se le parecía. ¡Pero aun así era peligroso acercarse demasiado porque seguía siendo un desconocido! Y ellos todavía tenían algo que proteger, por mucho que Scott creyera que eso estaba resuelto y que no sería ningún inconveniente...

Lisa logró hablar.

—Es que tiene un truco —dijo, con la voz algo torpe por el aturdimiento. Luego le echó una mirada preocupada a su hermana—: Es algo que solo Ruby sabe manejar.

La cara de Lisa se debía a que ella no sabía girar la llave y que para que Dylan lograra bañarse y su plan no fracasara solo había una desgraciada solución: que ella lo ayudara.

Ruby se debatió con fuerza internamente. ¿Arruinar o no arruinar el plan de su hermana? Consideró que tal vez eso era lo que faltaba para que todo terminara: dejar que Dylan y Lisa estuvieran solos. Así que llevándose por esa idea, aceptó.

—Te ayudaré —le dijo a Dylan a regañadientes.

Avanzó sin siquiera echarle una mirada a Lisa y entró al baño. Era igual al de todos los apartamentos de Knickweg: pequeño y compacto. La ducha estaba a un lado y el lavamanos justo en frente con un espejo rectangular encima. Todo se encontraba muy limpio y ordenado, organizado de tal forma que dejaba un pasillito muy estrecho para moverse.

Ruby corrió la cortina y desde fuera del rango de la ducha comenzó a dar algunos golpes a la llave con la muñeca. Durante unos segundos pensó que había entrado sola, pero Dylan habló por detrás de ella:

—Gracias por el esfuerzo.

Ruby volteó, algo sobresaltada. Él ahora estaba recargado en el marco de la puerta con los brazos cruzados, observándola. Esa imagen de cada línea de su cuerpo, tan cerca y tan detallada, la aturdió por un momento y le dificultó entender a qué se había referido.

—¿Eh? —emitió.

—Es que sé lo incómodo que es cuando alguien que no te agrada te pide ayuda —le aclaró Dylan, un poco más lento— así que te lo agradezco.

Ruby solo resopló con amarga burla y devolvió la atención a la llave de la ducha para seguir golpeando.

Así que él sí se había dado cuenta de que ella no lo tragaba, eh. Se preguntó entonces si también sabía el porqué, si sabía bien lo que estaba causando entre ambas, y si ese era el caso, ¿lo estaría haciendo con intención? Más que nunca le pareció que Dylan no era confiable, pero al mismo tiempo estaba la otra sensación.

De acuerdo, había querido ignorarla desde el principio porque era contradictoria y extraña, pero ahí estaba: a pesar de que creía que Scott tenía razón al tratar de alejar a Dylan, nada en su aspecto y en el ambiente que se creaba cuando él estaba cerca, se sentía mal. De modo que por mucho que Ruby tratara de odiarlo a fondo, de encontrarle defectos, de tacharlo como el nefasto tipo que había llegado para desordenar su vida, no podía ganarle a la verdad: Dylan era un tipo guapo, agradable, cortés y deslumbrante.

Eso era lo que veía Lisa, y al mismo tiempo eso era lo que la enfadaba y la frustraba: que Dylan no le ayudara a odiarlo.

—Créeme, lo he notado —sonrió Dylan ante el resoplido y el silencio de Ruby.

Fue inevitable, el siguiente golpe lo dio con más fuerza.

—¿Sí? —replicó ella con ironía—. Pues yo también he notado algunas cosas.

—¿Cómo cuáles? —Sonó extrañado.

Ruby desatendió la llave de la ducha e hizo un esfuerzo para mirarlo a la cara —y no al resto del cuerpo— al darle la respuesta:

—Como que le gustas a Lisa y lo sabes muy bien.

Su intención fue que eso lo descolocara o lo incomodara, pero Dylan permaneció tan tranquilo y cómodo como siempre. De hecho, solo alzó ligeramente los hombros desnudos con algo de incredulidad.

—¿Y eso es un problema? —preguntó, y a pesar de que eso pudo haber sonado arrogante y egocéntrico, se escuchó como una verdadera duda.

Ruby maldijo mentalmente lo confuso que era ese tipo. Al menos a Scott podía leerlo rápido para encontrar formas de sobrellevarlo, porque su patrón de conducta era muy básico; pero Dylan era un gran signo de interrogación: ¿qué demonios tramaba? ¿siquiera tramaba algo? ¿en dónde encasillarlo? Era complicado.

Y a veces Ruby reaccionaba de la misma forma que Scott a lo complicado: con enojo. De manera que alzó la barbilla y con toda firmeza para que él entendiera que aquello era una exigencia, arrojó las palabras:

—Tal vez lo es, pero no puedo convencer a Lisa de que no se acueste contigo porque es terca con lo que se le antoja, así que por favor ya dale lo que quiere y desaparece como es normal en los tipos como tú luego de que tienen éxito.

Dicho eso se inclinó hacia la llave, le dio un fuerte golpe final y la giró. El agua fluyó rápido de la ducha y llenó el concluyente silencio que ella había dejado. Solo le faltó la salida triunfal para dejar en claro que Dylan no la intimidaba, y fue a por ella al avanzar directo hacia la puerta sin pedirle a él que se apartara.

Entonces, sucedió.

Dylan entró al cuarto de baño al mismo tiempo que ella avanzaba para permitirle salir, así que por un momento tuvieron que pasar uno al lado del otro. En ese preciso instante Ruby captó algo muy pero muy raro de soslayo, y en un acto reflejo giró la cabeza en dirección al espejo que colgaba del lavamanos.

Tal vez tardó una fracción de segundo, tal vez fue tan rápido como un parpadeo, pero Ruby tuvo la impactante y extraña impresión de que lo que se reflejó en el espejo fue un rostro totalmente distinto al de Dylan.

Se detuvo en seco, perpleja y confundida, y observó a Dylan en busca de corroborar lo visto, pero él ya había corrido la cortina de baño ajeno a su reacción, entrado a la ducha y entonces no se reflejaba en el espejo más que la cortina. Estaba vacío.

Ruby permaneció un momento allí, alternando la vista entre el espejo y la cortina como si en algún instante algo fuese a cambiar de nuevo. Aunque... ¿realmente había cambiado? Ella había visto algo de reojo, algo distinto, algo que ahora no podía definir, pero tenía la sensación de que no había encajado con lo que tenían en frente: ni el cabello oscuro, ni los hombros anchos y desnudos, ni los rasgos faciales...

—¿Todo bien? —le habló Dylan desde el interior de la ducha.

Ruby parpadeó. No entendió por qué le preguntaba eso hasta que bruscamente se dio cuenta de que ella seguía dentro del baño, y bueno, por esa razón él no podía empezar a ducharse.

Se exigió reaccionar.

—Sí —respondió secamente, y dio algunos pasos hacia atrás.

Sin embargo, un momento antes de salir de allí, Ruby volvió a echar una rápida mirada hacia el espejo.

Todo estaba normal. Aparentemente.

Entonces... ¿por qué ella había creído ver a alguien más?

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