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Capítulo 7

RUBY.

Ruby enumeró mentalmente los posibles escenarios a desarrollarse si Scott llegaba al apartamento y pillaba a Lisa y a Dylan juntos: celos, gritos, furia desmedida, golpes...

Hasta que la voz de Lisa la sacó de su pasmo y la devolvió a la expectante realidad del área de picnic en los patios de Knickweg:

—Claro que puedes ir —le resopló a Dylan, muy segura—. Nunca le hemos negado la ducha a nadie ni se la negaremos ahora.

Eso sonó como la decisión definitiva e irrevocable, así que Dylan asintió ante la respuesta, pero Ruby estaba convencida de que no podía dejar que ellos estuvieran solos allí.

Soltó lo primero que le llegó a la mente:

—No, no creo que sea buena idea.

El asentimiento de Dylan se detuvo. Lisa quedó extrañada y un tanto confundida, pero para rescatar su plan cambió a un gesto que dio a entender que no debían preocuparse por nada.

—Si lo dices porque crees que Dylan le prestará atención al desastre que a veces tienes el apartamento, no creo que le importe —opinó, y luego miró a Dylan—. ¿O sí?

—Es la vida del universitario. —Alzó Dylan los hombros, indiferente—. No me molesta en lo absoluto.

—Pero es que no se trata del desastre —intentó hacerle entender Ruby directamente a su hermana— es que...

Lisa hizo algo que jamás había hecho. Interrumpió a su hermana y la ignoró para hablarle directamente a Dylan:

—¿Tienes que buscar algo antes en tu apartamento?

Ruby quedó con los labios entreabiertos y las palabras en la punta de la lengua. Lisa acababa de ignorarla descaradamente y ahora miraba solo a Dylan como si ellos fuesen los únicos en la zona de picnic.

¿Así que esa sería su actitud? Bien, entonces Ruby le avisaría a Scott por un mensaje de texto lo que estaba por suceder. Uno, porque él sabría qué hacer en caso de que ella no lograra detenerlos; y dos, porque entonces cumpliría con su trabajo de informarle sobre los pasos de Lisa y así él no llegaría a pensar que estaba del lado incorrecto.

—Sí, una toalla, algo de ropa limpia... —respondió Dylan, y después se quedó mirando a Ruby con gesto dudoso— pero si Ruby no se siente cómoda con que yo vaya, puedo pedirle la ducha a alguien más. —se giró hacia una de las mesas—. ¿Keanu, tú podrías...?

—¡No! —exclamó Lisa a tal velocidad que Dylan no logró completar la pregunta—. A Ruby no le molesta, en verdad —aseguró— ella solo tuvo un mal día, por eso está de pésimo humor y se comporta poco amigable.

Dylan observó a Ruby como si ya lo entendiera todo. Ella quiso decirle que lo del mal día era mentira, que simplemente no quería que fuera a su apartamento, pero Lisa percibió sus intenciones —porque la conexión de gemelas podía llegar a ser muy intensa— y actuó en cuestión de segundos: avanzó muy rápido hacia él, con total confianza se enganchó a su brazo y empezó a jalarlo en dirección al edificio.

—Vamos, yo te acompañaré a tu apartamento a buscar las cosas —le insistió a Dylan—. No dejaré que le pidas el favor a nadie más, eso sería muy grosero.

Y en un parpadeo ambos empezaron a alejarse de la zona de picnic.

Keanu quedó algo aturdido por la velocidad de los acontecimientos, pero Ruby sacó su móvil y fue tras ellos. Mientras trataba de alcanzarlos usó el marcado rápido para llamar al número de Scott. Al mismo tiempo que comenzaban a sonar los tonos, gritó:

—¡Lisa, espera!

Pero Lisa iba enganchada al brazo de Dylan diciéndole cosas y ni siquiera volteó para verla. Todo lo contrario, apresuró el paso lo cual lo obligó a él a apurarlo también, de modo que en un par de segundos atravesaron las puertas del edificio.

"Scott, contesta...", pensó Ruby con nerviosismo.

Ruby tuvo que correr. Los tonos sonaron y sonaron y sonaron hasta que atendió la grabadora, pero no se rindió y marcó de nuevo.

Estaba por sonar el tercer tono cuando Ruby finalmente cruzó la puerta de entrada. Iba tan rápido que chocó contra la espalda de Lisa. No entendió por qué ellos se habían detenido hasta que vio que el mismísimo Scott venía hacia ellos, apenas salido del ascensor.

Oh.

Demonios.

Ruby ni siquiera pudo apartar el móvil de su oreja. Escuchó que el móvil de Scott sonaba y que a pesar de que él lo tenía en la mano, no le contestaba, pero lo que en definitiva le heló los huesos fue ver la pequeña y maliciosa sonrisa que Scott traía. Solo con eso la voz en su cabeza pronosticó lo que venía: Scott iba a hacer un escándalo, iba a discutir con Dylan, aquello iba a salir realmente mal...

¿O no?

Scott se detuvo frente a Dylan y Lisa. En su cara bien afeitada no hubo ni un asomo de enfado. Tampoco lo hubo en su voz que salió bastante normal y animada:

—¡Mis gemelas favoritas! —les saludó a ambas. Luego detuvo la vista en Dylan y frunció un poco el ceño, entre divertido y confundido—. ¿Y...?

Dylan le ofreció la mano.

—Dylan —se presentó, amigable.

—Scott.

El apretón fue firme y amistoso por ambas partes, y el ambiente dio una impresión común y fuera de peligro.

Ruby quedó desconcertada. No podía creer que él no luciera enojado en lo absoluto. Scott incluso había contemplado de manera fugaz el brazo de Lisa enganchado al de Dylan y la cercanía que mantenían en ese momento, ¡pero aun así no había soltado groserías ni había empujado a Dylan para que la soltara!

¿Cómo era posible eso? ¿Cómo era posible que Scott, rey de la ira ciega y príncipe de los celos no estallara?

La respuesta: no era posible porque no era real. Y en vez de sentirse aliviada de entenderlo, se sintió mucho más asustada ya que si existía algo mucho peor que Scott enojado, era Scott conteniendo y ocultando su enojo.

—Eres nuevo en el edificio, ¿no? —le preguntó él a Dylan en postura tan relajada, con las manos ahora hundidas en los bolsillos.

—Me mudé hace unos días —asintió Dylan.

—Y ya te has relacionado bastante bien, eh —mencionó Scott.

Claramente eso fue una flecha dirigida al hecho de que tenía a Lisa enganchada a su brazo de una forma muy confianzuda y casi íntima, pero Dylan no hizo más que compartir una miradita con Lisa y soltar una risa casi cómplice y confidencial que excluyó a cualquiera de lo que sucedía entre ellos.

Solo Ruby, que sabía cuáles eran los lugares más recónditos en los que Scott tenía lunares, pudo detectar que esa sonrisa intimidante con la que él se había presentado flaqueó durante unos segundos en la comisura derecha.

Temió que allí explotara su furia, pero no pasó nada. Scott hizo otra pregunta:

—¿En qué andan todos?

Siguió mirando a Dylan directamente, a la espera de respuesta. Ese era uno de sus métodos para demostrar su poder y su seguridad, aunque Dylan no pareció muy consciente de ellos. Se mantenía tan sereno como siempre.

La respuesta salió de Lisa:

—Escoltaré a Dylan al apartamento de Ruby para que se dé una ducha —contestó, algo seria y sin duda alguna, valiente—. Las tuberías todavía no funcionan en el suyo ni en el mío.

Para su sorpresa, Scott tampoco estalló.

—Ah, es muy amable de parte de Ruby que le preste su ducha a Dylan —comentó él, algo sorprendido—. Sabemos que ella no suele tener esa confianza con... bueno, nadie.

Acentuó "nadie" con lentitud, y para finalizar desvió la mirada hacia Ruby. Ella sintió que podía desmayarse porque, a pesar de que esos ojos no demostraron nada peligroso o amenazante, le transmitieron un claro: "ya verás, Ruby, ya verás...". Y ella quiso gritar que había intentado detenerlos y que no estaba de acuerdo con ese plan, pero su cuerpo no funcionaba bien. Sus piernas la tenían enterrada en ese espacio y sus labios estaban tan tiesos que creyó que no lograría hablar nunca más.

Aun así intentó defenderse, en serio trató de decir algo, pero no soltó nada más que pequeños, torpes y entrecortados balbuceos.

Todo pareció perdido hasta que...

—Yo lo invité —aclaró Lisa—. Fue un simple gesto amistoso. ¿Para qué estamos los vecinos entonces?

Scott asintió con algo de lentitud, todavía con la pequeña pero peligrosa y meticulosa sonrisilla. Su mirada volvió a Dylan.

—Sí, al final, aquí todos somos amigos —concordó con una divertida simpleza—. Claro que nuestro círculo de amistad lleva siendo exclusivamente para nosotros tres y no solemos ofrecerle ayuda a nadie, pero Lisa tiene razón, los vecinos estamos para apoyarnos.

Ruby percibió que lo que iba tras esas palabras falsamente amigables era una marca de territorio: "ellas son mías". ¿Dylan lo habría entendido bien? Esperó la respuesta de él para comprobarlo, pero antes de que alguno pudiese decir algo, el propio Scott volvió a hablar:

—Bien, nos vemos luego —se despidió.

Rodeó a la parejita, pasó junto a Ruby y atravesó la puerta de entrada al edificio. Sin tardar ni un segundo, Lisa jaló a Dylan para que continuaran hacia las escaleras, una vía más rápida para desaparecer.

El tenso momento acabó. El vestíbulo del edificio volvió al completo silencio, y Ruby se quedó parada en el mismo lugar, aturdida, confundida, todavía sin poder creer que lo que acababa de suceder no había terminado como ella había temido, sino peor.

Scott había fingido esa faceta pacífica y amigable, pero ¿para qué? Cuando no estaba cegado por el enfado, él era diabólicamente inteligente y astuto. Ruby necesitaba saber cuál había sido su objetivo, así que en un impulso abrupto reaccionó de su perplejidad, cambió su orientación y también atravesó la puerta de entrada.

No le importaron Lisa y Dylan, solo avanzó y avanzó mientras miraba en todas las direcciones con la intención de ver por dónde se había ido Scott para alcanzarlo. Pero las áreas verdes y las aceras estaban desoladas, y al cabo de un minuto quedó convencida de que Scott ya no estaba en la zona y tuvo que regresar sobre sus pasos para volver a entrar al edificio.

Solo que no lo logró porque lo siguiente pasó muy rápido: una mano grande y fuerte como una garra le apretó el brazo, la jaló con brusquedad en alguna dirección, después la empujó contra una pared y finalmente la acorraló.

Ruby tardó un par de segundos en entender que quien la había zarandeado de esa forma tan violenta y abrupta era Scott.

—¡¿Qué parte de que debemos tener cuidado no entendiste?! —le soltó él, furioso, a solo centímetros de su rostro.

Bueno, en realidad era la versión más iracunda de Scott. Era el fiel retrato de un animal salvaje y rabioso: mandíbula muy tensa, labios apretados, fosas nasales dilatadas, ojos llameando de ira y varias venas marcadas en las sienes. Ella había visto esa versión en varias ocasiones, pero de todos modos se quedó asombrada durante un instante.

Y como no respondió rápido, Scott le soltó el grito violento y demandante a milímetros del rostro:

—¡¿Por qué carajos ese tipo que no conocemos iba a tu apartamento?! —rugió él, al borde de la cólera.

—¡Porque Lisa no me hizo caso! —defendió ella, firme a pesar de que el cuerpo de Scott emanaba un calor peligroso e incómodo por toda la rabia—. ¡Yo te estaba llamando para decirte lo que pretendían hacer, pero no me atendiste, apareciste de repente y no tuve tiempo de avisarte!

—¡Estás mintiendo! —fue la reacción de Scott.

Y en un gesto repentino, impulsivo y violento, lanzó a la pared contra la que la acorralaba un fuerte golpe a puño cerrado. Produjo un sonido seco ya que había sido hueso contra concreto, pero Scott no demostró el más mínimo gesto de dolor. Mantuvo su expresión de furia titánica mientras su pecho subía y bajaba por la respiración acelerada.

Ruby vio de reojo que el impacto había sido justo a pocos centímetros de su cara, y solo pudo pensar en que de haber movido su cabeza antes de que él arrojara el golpe, lo habría recibido su rostro. No se asustó nada más porque había estado con Scott en sus momentos más violentos y a ambos les gustaba jugar rudo y discutir, pero incluso en los peores casos, Scott había preferido golpear la pared para descargar su ira y encontrar control.

—¡¿Quieres calmarte?! —le reclamó Ruby, ya también molesta—. ¡Te digo la verdad y estoy de tu lado! ¡¿Por qué olvidas eso?!

Scott cerró los ojos como para reunir paciencia, y mientras apartaba el puño de la pared con lentitud, tomó aire. Ruby alcanzó a ver que los nudillos le sangraban y tuvo ganas de limpiarle las heridas y atenderlo, pero él estaba muy instalado en el mundo de la furia en ese momento. Lo peor habría sido tratarlo con suavidad.

—No podemos dejar que cualquiera entre a nuestros apartamentos ni mucho menos a nuestras vidas —advirtió con severidad—. Cindy se suicidó y eso es lo que todos creen, pero hay que alejar a ese tipo. Hubo algo en él que no me gustó nada.

—Lo haré, lo haré —le aseguró Ruby— pero debes darme tiempo, porque Lisa siempre ha sido muy terca y eso es algo que tú sabes bien.

En la cara de Scott apareció una súbita expresión de consternación que mezclada con su enfado dio la impresión de que podía volver a golpear la pared. Ruby incluso se lo esperó, pero no sucedió.

—¡Me pediste tiempo con el imbécil ese y ya llevas medio año hablando con él! —le recordó con furia.

Obviamente, el "imbécil" era Keanu. A ella se le había hecho bastante difícil lograr sacarle el dinero a ese chico, y Scott estaba muy al tanto de eso.

—Ya estoy por conseguir lo que necesitamos, lo juro —intentó tranquilizarle.

—¡Pues hazlo rápido! —le ordenó Scott, impaciente—. ¡Porque si no te ocupas tú lo haré yo y sabes que mis métodos siempre son más bruscos!

Indudablemente, lo eran. Scott tenía formas espantosas y crueles de resolver las cosas y sobre todo de lograr que se hicieran a su modo. Pero en ese instante, Ruby se sintió enojada por la agresividad con la que la estaba tratando, así que se preparó para enfrentarlo y decir algo.

Solo que no pudo decir nada, porque le bastó un segundo para darse cuenta de que ya no estaban solos en el perímetro.

A varios metros de distancia, por donde se mezclaban los patios traseros de Knickweg con las zonas laterales, andaba Nitty. A pesar de que estaba un tanto lejos, la chica parecía estar haciendo un esfuerzo por pillar qué estaba pasando entre Scott y ella en ese rinconcito.

—Scott... —le avisó Ruby con disimulo.

Scott giró la cabeza con brusquedad y vio que Nitty seguía acercándose. Luego volvió a mirar a Ruby. Esa vez, de una forma un tanto espeluznante, forzó una pequeña sonrisa que a ella le pareció más un gesto amenazante que uno de disculpa.

—Ocúpate ya de todo esto para que volvamos a la normalidad y nos divirtamos los tres —le susurró con una suavidad algo falsa.

Y sin agregar otra cosa se alejó de Ruby y de Knickweg.

Ruby también dio unos pasos con la intención de entrar de nuevo al edificio para buscar a Lisa y a Dylan, pero Nitty llegó hasta ella más rápido de lo esperado. La chica se fijó extrañamente en la pequeña mancha de sangre que el golpe de Scott había dejado en la pared.

—¿Estás bien? —le preguntó entonces a Ruby de seguro por sacar sus propias conclusiones.

Pues no, no estaba del todo bien, pero incluso si Nitty hubiese alcanzado a ver algo de lo que había sucedido, solo tuvo una respuesta odiosa y tajante para ella:

—Mejor métete en tus propios asuntos. 

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